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SOCIABILIDAD
Y EMBLEMÁTICA EN LOS
CIGARRALES DE TOLEDO DE
TIRSO DE MOLINA
María Dolores
Alonso Rey
(Universidad
de Angers. Francia)
Resumen
Este trabajo analiza la
sociabilidad de la aristocracia toledana en Los Cigarrales de Toledo de Tirso
de Molina. Primero se estudian los códigos sociales en general y después el
tipo de divertimentos que comportan las fiestas galantes. Estas reproducen las
de
Abstract
This article
analyzes the sociality of the aristocracy in Los Cigarrales de Toledo of
Tirso de Molina. First explores the social codes in general and then the type
of entertainment involving the gallant festivals. They reproduce the holiday
festivities of the Court. The role of the literature, of
emblematic literature and the speech
are very important. They become a hallmark of the group identification. It
seems that this social group would like to get away from reality toward the
ideal of the pastoral area.
Palabras claves: Siglo de Oro, Cigarrales,
relaciones sociales, sociabilidad,
emblemática, fiestas
Keyword : Golden Age, Cigarrales,
social relations, sociability, symbolic culture, party, feast
La sociabilidad despierta gran interés (Aurel,
1997; Thelamon, 1987,
1989, 1994) entre los historiadores. Se define como "la aptitud general de una
población para vivir intensamente las relaciones públicas" (Valade, 1990, p. 668). Puesto que "la sociabililidad aparece
como motor y explicación de la evolución histórica" (Mollat 1987, p. 234), va a permitir afinar el análisis
sobre la historia de las mentalidades.
El objetivo de este trabajo es el
estudio de Los Cigarrales de Toledo (1621) de Tirso de Molina
bajo el ángulo de la sociabilidad. En primer lugar analizaremos los tipos de
relaciones que mantienen los personajes entre sí y en segundo lugar nos
ocuparemos de la sociabilidad en el ámbito festivo donde insistiremos sobre el
papel de la emblémática y de la literatura.
Los Cigarrales comprende una
narración marco (Lacarra, 1979, p. 50-51) dentro de la cual se intercalan diversos textos - poesías, tres comedias, una novela -
y narraciones. Don Juan, personaje principal, de vuelta a
Toledo, se encuentra con Don García y Serafina, quienes le contarán sus
historias. Sólo en el Cigarral tercero
este dará a conocer sus aventuras y las de los personajes que conoció
durante su viaje: Marco Antonio y Estela, Dionisia y Don Dalmao. Dionisia, en
el Cigarral tercero, narrará el
fin de su periplo y el de Don Juan.
La ficción marco se termina con la boda de tres parejas: Don
Juan-Lísida, Don Alejo-Irene, Don García-Serafina. Los cinco Cigarrales
donde se desarrollan los festejos se caracterizan por ser "un ámbito narrativo sin
trama, dividido en cinco unidades, a modo de secuencias tempoespaciales: pausa
intemporal y lugares distintos..." (Palomo, 1976, p. 87). Tirso se inspira de la novela pastoral, de
la de caballerías, de la lírica medieval, de la novela bizantina y del teatro.
El protagonista de Los
Cigarrales es el estamento nobiliario representado por jóvenes ociosos
que participan en las fiestas de bodas de las tres parejas. Estas son una
manifestación de la sociabilidad que tienen un doble propósito: ocupar a los
hijos de la nobleza toledana durante el verano y constituir un elemento de
cohesión social y signo distintivo de pertenencia al grupo. Por medio de la
narración, se introducen en esa élite otros grupos sociales: pequeña burguesía
madrileña, campesinos, extranjeros, monjes... (Nougué, p. 172)
Una lógica espacial se impone: el noble
no se relaciona más que con los de su clase mientras permanece en
Toledo, pero en cuanto abandona su ámbito social, a causa de su autoostracismo
debido a su mal de amores, entra en contacto con otros grupos sociales. Cuando
vuelve a su grupo, refiere sus aventuras, que son extraordinarias porque tienen
lugar en otros espacios y en medio de otras categorías sociales.
El motor de la vida de estos nobles es
el amor cuyo objetivo es el matrimonio que otorga reconocimiento social. Para
acceder a él, los amantes deben ser iguales en nobleza y en fortuna. Esos dos elementos constituyen la base de la
integración y de la pertenencia al grupo. Una boda se aprueba si esas dos
condiciones se reúnen. En cambio si las fortunas son desiguales, el padre y los
hermanos de la dama se oponen a la boda. Dionisia y D. Dalmao sufren el rigor
de esa ley social y no se atreven a pedir el consentimiento de su unión a la
familia, dada la inferioridad de la fortuna de
D. Dalmao:
"... sin atrevernos
a probar el gusto y consentimiento de mi padre y dos hermanos que tengo por ser
don Dalmao, si tan bien nacido como ellos, no tan hacendado. (¡Desdicha de
nuestro avaro siglo, que no estima la calidad de la nobleza sin la cuantidad
del oro…)." p. 331.
Los padres no vacilan en cambiar de
futuro yerno si con ese nuevo matrimonio la consideración social de la famila
aumenta. Tal es el caso del padre de Estela
que aprueba que D. Jorge corteje a su hija, pero que, en cuanto conoce la
posición social de Marco Antonio, enamorado de su hija, le 'acepta como yerno y
llega a ocultar al virrey que Marco Antonio había matado a D. Ascanio, el pretendiente de su hermana Dª Victoria:
"... supieron de
mercaderes de su tierra, su calidad, hacienda y estimación acreditando todo
esto la información que había hecho su enemigo Próspero en aquella ciudad para
prendelle. Mitigó su enojo el interés de tan ilustre yerno, viendo que hasta
allí su honra no había padecido detrimento." p. 336.
La riqueza es fundamento de la nobleza
y su signo distintivo, así como la llave que permite el acceso al grupo
familiar a través del matrimonio. Este es una institución que sirve de
protección al grupo, le refuerza económicamente y perpetúa el inmobilismo
social.
Nobleza y riqueza se traducen en el
traje. Entre las mujeres el vestido es un medio de comunicación con sus
pretendientes en los espacios públicos de sociabilidad: las fiestas. Los colores de los vestidos y los accesorios
constituyen un código enigmático de raíces medievales:
"Salió vestida
Irene de tabí de plata verdemar; Narcisa, de encarnado; Arnarda, de pajizo;
Isabella, de rosaseca; Lucinda, de turquí; Diana de morado; Sirena de flor de
romero. Y la graciosa Lísida, […], salió de leonado, con guarnición de
verdeoscuro y oro, señal de sus congojas, aliviadas de la esperanza, que [...]
campeaba con los quilates del oro de su fe. [...] Las damas, de la cabeza de España, y en
número muchas, unas enamoradas y otras libres, procurando hacer los vestidos y
tocados enigmas de sus pasiones, expuestas a las varias interpretaciones de
quien las explicaba, según el estado de sus pensamientos, tales agradecidos, y
tales agraviados."
p. 187
Las joyas forman parte del código: son
las pruebas privadas de la relación amorosa que une a las parejas jóvenes. Las
llevan con orgullo y complicidad y su pérdida se considera como la ruptura del
compromiso. D. García roba la joya que lleva Irene y le deja otra que no se pondrá
porque no significa nada: "...advertí [...] si traía la joya que la dejé, y de no vérsela
me desconsolé notablemente" p. 137.
En cambio, cuando decide mostrarla para
conocer a su proprietario, la joya significa el deseo de la dama:
"Habíase echado al cuello, aquel día, mi dama la medalla de
La ropa de los hombres es de tipo
funcional. A la hora del paseo, para cortejar a las damas, D. García se viste
según las normas: "vestirse de rúa" era un ritual de
sociabilidad que consistía en mostrarse a pie o a caballo en los lugares
públicos para atraerse la mirada de las damas:
"... me vestí de rúa, y, […], bajamos juntos al espacioso llano,
poblado entonces de infinitas flores de damas..." p. 137
En
cambio cuando un joven sale de viaje, lleva un traje apropiado para la ocasión:
"Dióme un vestido suyo de camino, galán y costoso, don Garcerán
[...] un caballo y un mozo..." p. 335
Pero el vestido es ante todo un signo
externo de identificación social y de pertenencia al grupo en una sociedad donde
la mobilidad es inexistente y donde cada individuo está enclaustrado en su
categoría social de origen. Gracias al vestido D. Garcerán sabrá reconocer la
calidad de Marco Antonio, a quien los otros
le consideran como bandido:
"Como le vio el
cortesano don Garcerán en traje que desmentía la opinión de todos los que le
juzgaban por salteador, le preguntó..." p. 329
Cuando la condición social quiere
esconderse, se impone el disfraz para obtener el anonimato. Si un noble viaja,
no lleva el traje de camino, sino el hábito de peregrino. Tal es el caso
de D. Dalmao y de Dª Dionisia que huyen de la ira del padre y de los hermanos
de Dionisia:
"A la puerta está un
Peregrino, […] que me rogó encarecidamente
le pidiese a vuestra merced limosna, por amor de Dios y de Dionisia la
catalana." p. 269
Pero, para administrar las propiedades
de don Guillén en Cerdeña, este último les sugiere que no se presente ante los
villanos en traje de noble, sino con traje de campesino para que lo acepten:
"... y así rogó el caballero
a mi esposo que, para que con menos extrañeza nos admitiesen sus vasallos, nos
vistiese en su traje de labrador." p. 371
La pequeña burguesía urbana cuenta con
un traje que le es propio –“el moderado traje “- como señala D. Juan cuando
cuenta el chiste que hizo su criado Carrillo a los asistentes al entierro de un
tejedor.
Los jóvenes nobles de Los
Cigarrales están en contacto con otra categoría social: los
sirvientes. Estos tratan con deferencia a sus señores - "vénganse, vuesas mercedes tras de mí." (p. 124)-, en cambio los amos los
tutean: "¡Para esta ocasión eran buenos, Carrillo, tus donaires!" (p. 289). Si los nobles se tratan con
deferencia entre ellos, emplean vocativos afectivos que constituyen una
característica de su idiolecto: "Serafina hermosa", "amigo verdadero",
"deseado D. Juan". Se saludan de una manera que les es propia: el
abrazo.
"fue todo uno el arrojarse de la cabalgadura y el correr a él,
los brazos abiertos" p. 118
Los señores se comportan como los
dueños de los sirvientes, deciden sobre su futuro y los someten a su autoridad.
Es el caso del futuro suegro de Marco Antonio que casa a la criada de su hija
Estela y la obliga a salir de Valencia para evitar que cuente lo que sabe sobre
el crimen de Marco Antonio:
"ésa [la muerte de D. Ascanio] quedose sepultada [...] en
el silencio de una criada que, porque no le rompiese, la casaron con un
valenciano " p. 339
La fidelidad y la complicidad
fundamentan las relaciones entre señores y criados. Las criadas ayudan a sus señoras
en su vida amorosa y se convierten en terceras, confidentes, mensajeras. Aseguran
la comunicación entre las damas y sus
amantes, gracias su mayor libertad de movimiento:
"Debióla de leer con la gana que mostró su respuesta. Y
remitiéndomela con una criada de su madre, me la dio,..." p. 138.
Pero ese vínculo de lealtad es frágil
desde
"El
billete que os enseñó era para vos, habiéndole llevado a sus manos un bolsillo
de reales, con que cohechó a la tercera;" p. 178
Cuando a primera vista los signos de
clase social se borran, siguen existiendo otros signos que marcan la
diferencia. Es el caso en el episodio de D. Juan y criado Carrillo en el
albergue donde unos bandoleros les robaron las ropas. Aparentemente los signos
distintivos de estamento se han borrado, pero mientas que Carrillo está
desnudo y va a vestirse con los andrajos y los zapatos de un emigrante francés,
D. Juan conserva todavía su ropa interior: calzas, jubón y chinelas.
Y Marco Antonio lo vestirá como exige su dignidad:
"...
habiendo sacado un vestido negro de la maletilla, en la materia y guarnición
correspondiente a su curiosidad y nobleza (porque el que traía entonces era de
camino) me obligó a vestir y a calzar,..." p. 303
El hábito de peregrino le sirve a D.
Dalmao para disimular su identidad, pero su bastón de peregrino esconde una
espada, signo de su nobleza:
"... a tiempo que don Dalmao, desnudando un estoque -alma del
bordón que autorizaba su peregrinación-, se apercibía a la defensa,..."
p. 367
Dalmao y Dionisia se convierten en
administradores de los bienes de don Guillén en Cerdeña. Han debido de adoptar
el traje de campesino, pero es de tal manera que una diferencia es perceptible
y ésta marca la posición de cada cual en la jerarquía social:
"y así, mudando las esclavinas en trajes, ni del todo rústicos,
ni cortesanos del todo, nos acomodó cabalgaduras "
p. 371
Los nobles reaccionan frente a los
acontecimientos según su propio código que sirve también para mantener la
diferencia de clase con respecto a sus sirvientes. Carrillo y D. Juan pasan la
noche al sereno después de haber sido robados: Carrillo se queja de su suerte
y D. Juan le reconforta, según la
calidad moral de cada uno:
"Suspiraba
y quejábase de nuestra fortuna mi criado, siéndome forzoso el consolalle -que
el ánimo noble con las adversidades se alienta, al paso que el plebeyo se
desanima..." p. 289
El tiempo y los lugares de
sociabilidad varían en función de la lógica en la que se encuentran los
personajes, es decir, si respetan la norma social o la incumplen. Si los
personajes respetan el código social, hombres y mujeres pueden verse de día en
la iglesia, que se convierte en un espacio de confidencia, seguro, protector y
al abrigo de toda sospecha:
"Acudí al punto al señalado monasterio, y a poco rato vino a él
mi Estela, acompañada solamente de un viejo escudero y nuestra tercera. Habléla
en una capilla." (p.322)
La casa es un lugar de sociabilidad que reúne
a hombres y a mujeres mediante la visita. Los jóvenes procuran introducirse en los círculos
mediante una persona que frecuenta ya la familia y que de alguna manera los
apadrina:
"Los visitó más veces que acostumbraba, llevándome consigo, y
entrando algunas veces a tiempo que ausentes ellos y sola vuestra hermana con
sus criadas, pude, [...] divertir la aguja..." (p.308)
La
casa es también el ámbito de la hospitalidad, noción importante en la
sociabilidad de los nobles. Se ejerce cuando se produce un siniestro:
"No debe de haber entrado vuestra merced en la suya, pues no sabe
este suceso y los huéspedes que tiene en ella, que son mis dos señoras, vieja y
moza, y aun sospecho que acomodadas en su mismo palacio, que, como tan vecinos
y nobles, sus padres de vuesa merced juzgaron a agravio la elección que hacían
de otra más lejos. Dos días ha que ha sucedido el incendio..." p. 130.
o cuando tienen lugar
fiestas notables en la ciudad, colo la del Corpus en Yepes.
"... aposentámonos
en la casa de un vecino rico de aquella villa - que en tales ocasiones todos
tienen huéspedes, unos de obligación y otros de interés- " p. 122.
Cuando llega el verano, el lugar y las
prácticas de sociabilidad cambian. Los nobles dejan Toledo y se protegen del
calor en casas de recreo situadas sobre colinas abruptas: los cigarrales. En
ese marco se suceden fiestas y diversiones suntuosas que ocupan el ocio. Las
comidas ritman las jornadas de los invitados:
-
Cigarral 1: por la noche, los invitados van a ver una comedia: El vergonzoso
en palacio. Termina la velada con un debate literario, sobre las leyes del
género dramático, que se prolonga hasta
las tres de la mañana.
-
Cigarral 2: los invitados permanecen ocho días en el cigrarral de Dª Narcisa.
Dedican las mañanas a la caza y a la pesca y las tardes a las conversaciones y
a los juegos de sociedad, estafernos y carreras; las noches, a las fiestas
motes et disputas. Para festejar la boda de
Irene y D. Alejo participan en un juego que tiene lugar en un
jardín-laberinto cuyo objetivo es llegar al castillo de amor.
Una vez acabado el juego, el auditorio asiste a la lectura de una fábula
que suscita un debate literario, antes de cenar. La jornada se termina con la
coronación de un nuevo huésped.
-
Cigarral 3: Dos días pasan en el cigarral de don Juan. La mañana del primer día
los invitados pasean hasta la hora del banquete, seguido de la narración de
historias diversas (historia de don Juan, de Marco Antonio y de Dionisia). La velada termina con una
copiosa cena. El programa del segundo día es el mismo: narración de historias
antes y después de la comida; la velada acaba con una cena y con la coronación
de un nuevo huésped.
-
Cigarral 4: Como se trata de un día festivo, por la mañana los invitados
asisten a la misa y pasan el resto de la mañana bailando, escuchando música y
recitando poesías. El banquete se anima mediante una mascarada. Después del
almuerzo, los invitados se echan la siesta antes de la representación de una
comedia que da lugar a otro debate literario. La cena se termina con la
designación y coronación de un nuevo huésped.
- Cigarral
5: La jornada comienza con un baño seguido de la lectura de una novela y de
unos juegos. Tras la siesta se obsequia con una comedia y, tras ésta, una cena.
Los días de fiesta, como la de San
Juan, las jovencitas pueden pasear fuera solas, en
"... por entretener aquél tres o cuatro que le faltaban para la
cena, de palabra en palabra paró la conversación en jugar al hombre uno de mis
compañeros y yo a otros dos cortesanos, huéspedes también de nuestra
posada..." p. 122.
Pero si los enamorados violan la norma,
se citan por la noche a la ventana de la casa de la dama para hablarse:
"Vióse
con su dama aquella noche, por una ventana baja que caía a una calle angosta y
sin salida,..." p. 134.
o se
dan cita en el balcón :
"Bien los hube menester para no dar voces y perder el seso, hallando
colgada una escala del balcón
donde solía hablarme Lisida ..." p. 178.
La dama permanece siempre en su
espacio, la casa; el hombre en el suyo, la calle. La transgresión de la norma
consiste en hablarse a solas, pues durante el día la dama está siempre
acompañada. Esta práctica era tan frecuente que se convierte en un rito
indispensable del código amoroso.
La noche es el tiempo de la
transgresión: es el momento de la huída. Don García abandona Toledo por la
noche donde su amada Irene festeja sus desposorios con don Alejo. Serafina
rompe la norma a su vez para persuadir a su amado Don García de que no se
marche:
"... cuando, a la mano izquierda, a pequeña distancia, entre unos
almendros [...][don Juan] oyó a dos
personas que, aunque el recato con que hablaban no dio lugar para percibir
distintamente sus razones, bastó para distinguirlas y conocer que la una era de
hombre y la otra de mujer." P. 115.
Mediante la transgresión, la dama se
encuentra en espacios abiertos, pues su espacio natural es la casa. El viaje
forma parte también de la transgresión. Así Dionisia se encuentra una noche de
tormenta en un bosque de pinos cuando huye de su padre y de sus hermanos. Su
huida la conduce a Cerdeña y hará frente a la tempestad y a los corsarios.
"... me torné a emboscar por un pinar, espeso
adorno del hermoso castillo. Pocos pasos había dado por él, cuando sentí venir
hacia mí huyendo a gran prisa, un bulto que, a pesar de la oscuridad, conocí en
la forma y quejas que daba, ser mujer..."p. 326.
Las fiestas y diversiones son numerosas
y por tanto centrales en la sociabilidad
no sólo del grupo, sino de toda la sociedad, como señala el profesor Bennassar:
"El vigor de la vida
asociativa era tal que instalaba a los individuos en una red densa de relaciones
sociales, bien tuvieran que ver con el trabajo, la actividad festiva o el culto
a dios y a los santos " (Bennassar, 1985, p. 416)
Los
jóvenes toledanos asisten a dos tipos de fiestas, religiosas y mundanas, que
persiguen el mismo objetivo: el divertimento, pues "hombres y mujeres distinguían mal lo sagrado de lo profano. La
exaltación religiosa era la ocasión de un regocijo general que asociaba a una
misa solemne, con la participación del capítulo religioso de varios
monasterios, cofradías, autoridades civiles y cuerpos constituídos, música,
danza, máscaras, teatro y corridas de toros." (Bennassar, 1985, p. 481).
Esos días de fiesta facilitan los
encuentros en los lugares de sociabilidad masculina: los albergues. El fervor
religioso parece lejos de esos lugares donde los ricos de la región no vacilan
en jugarse importantes sumas de dinero:
"Empeoró de suerte el perdidoso con la mudanza, siéndole el otro
hasta en esto compañero, que a pocas suertes se hallaron sin mil escudos y con
millares de arrepentimientos por haber comenzado el juego y venido a las
ya no alegres fiestas para ellos."
P. 122.
La
fiesta degenera y se vuelve trágica cuando se lanza un desafío y las armas
intervienen para resolver un asunto de honor:
"Si los que nos han ganado (no sé ya cómo) fueran tan diestros en
las espadas vivas que en la pintadas, desquitara yo, a buen seguro, en las unas
lo que he perdido en las otras. Pero pocas veces valientes por papeles lo son
por el acero." P. 123.
Por la noche, los jóvenes nobles cumplen
con su deber de defender su honor hiriendo a dos hombres y por la mañana se
precipitan a cumplir con su deber hacia Dios en una pefecta mezcla de profano y
sagrado:
“... cuando oyendo las once en el reloj y entrándome a llamar el
heredero para que fuésemos a oír misa, por ser aquel el día del santificado
Lucero, honra del Jordán y precursor de Cristo -que aquel año había concurrido
con el de la octava del Corpus y en el Hospital célebre de don Juan Tabera, que
tiene su advocación y le llama vulgarmente nuestra ciudad el Hospital de
Afuera, se festejaba con real demostración y concurso de todos-, vestíme
apriesa para así cumplir con esta obligación cristiana,..."[1]
En
cambio, lo trágico está ausente de otro tipo de fiesta que los jóvenes nobles
frecuentan: las fiestas de corte. Unos jóvenes nobles solteros son los
protagonistas de dos fiestas suntuosas. La primera se da con motivo de la boda
de don Alejo y doña Irene. Se trata de un desfile náutico sobre el Tajo en el
que concursan embarcaciones que procuran a los espectadores un placer estético
e intelectual. Se otorgan tres premios por la invención, gala y letra
consistentes en joyas de excepción que los ganadores ofrecerán a las damas del
público:
"un cofrecillo de carey
(ansí llaman a la tortuga en las Indias) guarnecido de plata, y, dentro dos
docenas de lienzos, curiosamente coronados de randas flamencas",
"un papagayo de esmeraldas sobre un tronco de oro y rubíes" et
"un arcabuz de oro, la llave de un amatiste y la caja de coral" p.
216.
El jurado encargado de otorgar los premios preside el
acontecimiento como rezan la etiqueta y
el protocolo:
"Estaba en medio de los poblados miradores un sitial majestuoso y
debajo dél tres sillas de brocado, tribunal de los señalados jueces [...] a la
mano derecha, debajo de otro dosel, los precios del torneo, tan ricos y
curiosos que animaban a los aventureros"
Los
recién casados ocupan el lugar de honor:
"Ocuparon los novios los prevenidos asientos acompañados de
toledanas hermosuras..."
Los invitados los asientos emplazados a lo
largo de la orilla del Tajo y después el pueblo:
"... miradores y andamios que, margenando el imperial río, daban
nueva vida a sus cristales y admiración al artificio que los había vestidos de
doseles y telas..."p. 186.
Las
damas nobles participan activamente en la fiesta gracias a sus trajes. Sirven
de contrapunto al espectáculo masculino, pues estos han construido un barco
adornado con inscripciones en verso. Es decir se trata de d'invenciones
o empresas:
"Cuando se trataba de diversiones cortesanas o caballerescas,
invención era con frecuencia sinónimo de lo que en el siglo XVI se llamó casi
uniformemente empresa: una armónica
combinación de imagen (devisa, cuerpo) y palabra (mote, letra, alma),
denotadora del pensamiento o del sentimiento de quien la lucía..." (Rico,
1990, p.183)
Pero en vez de llevar esas divisas bordadas sobre el
traje o sobre el casco (çimeras), la novedad consiste en mostrar una escenografía que alía el pasado
medieval de las justas al presente barroco que ve el triunfo del teatro y la
tramoya. Francisco Rico ha explicado muy bien por qué el barroco hace revivir
ese estilo de vida:
"Es de sobras sabido que a medida que la caballería medieval fue
perdiendo la función militar que le había dado origen fue también refugiándose
con mayor entusiasmo en la imitación ornamental de sí misma. [...] Con estos
entretenimientos se hacen ilusión de que el tiempo no ha pasado y todavía tienen
ante sí el viejo orden feudal y el libre horizonte de la aventura." (Rico,
1990, p. 221-222.)
El objetivo de cada invención es impresionar
al público, primero, mediante un artificio teatral extraordinario, en una
especie de espectáculo total donde todos los sentidos están solicitados:
- la vista:
"Servía de proa la cabeza que, en siete repartida, retrataba
- el oído:
"disparando por las siete bocas infinidad de llamas, con
desapacible aunque entretenido estrépito, se cubrió la región del aire de
varias figuras y peregrinas impresiones..." p. 188.
- el
olfato:
"disparando de improviso por todas partes los árboles diversidad
de flores, rosas y yerbas aromáticas,..." p. 195.
Después, se solicita la mente del
público para apreciar y descifrar los juegos de palabras de los epigramas de
las empresas, pues esos grupos cortesanos practican con gusto toda clase de
juegos intelectuales:
"... e hicieron misterio del postrer verso, viendo abreviado en
él el nombre de esta ciudad llamándola Emperatriz de todo, pues la síncopa de
Toledo, quitándole la sílaba de enmedio, viene a ser todo,..." p.189.
El desfile se desarrolla
según una puesta en escena rigurosa, como se desprende del análisis de la
segunda empresa. Primero surge el barco:
"una ánade hermosa que ocupaba toda la capacidad de la navegadora
máquina. Venía cubierta de tantas plumas, que
imaginaran ser selva, [...] Traía dos remos con apariencia de pies, proporcionados
en todo a su cuerpo, sirviendo la proa de cabeza y la popa de cola..."
Luego se produce el acontecimiento
extraordinario que suscita la admiración del público y de los jueces:
"salió nadando de improviso, desde lo más profundo del diáfano raudal,
un gallardo mancebo que, abrazándose a su cuello y recibido con amorosas
muestras por la agradecida ave, al son de arpas y vihuelas, que se oían sin ser
vistas, debajo de sus alas, no halló hospedaje mejor que el de su
corazón."
Y por
último el protagonista hace llegar al jurado los versos que se leen en voz
alta:
"Y así, abriendo el capaz pico, le admitió dentro, volviendo a
salir en tiempo breve, sobre rizadas plumas de la nevada espalda, don Suero,
vestido de raso blanco, guarnecido de oro a fuer de marinero, terciada la lanza
y embarazada la tarjeta, dando con gallardo brío la letra a los jueces, que
leída en alto decía: "Hoy por vos, Ánade, el río/ pasa a nado mi fe honrada./
Por vos nada, y sin vos ¡nada!" p. 190.
Los participantes del desfile se inspiran
en fuentes bien conocidas de esta sociedad que posee una cultura literaria. La
mitología inspira el primer barco que reproduce
Don Vela pone en escena el emblema
LVIII de Alciato In eos qui supra vires quicquam audent, dándole una
interpretación personal:
"...en
un monte, y sobre una peña dél, recostada la virtud en forma de Hércules,
cercado de gran número de niños, al parecer pigmeos que procuraban con frágiles
y delgadas cañas darle muerte, significando en su inútil persecución la que los
ignorantes hacen de ordinario al ingenio y la virtud." p. 196.
Don Nuño, reactualiza una divisa atribuída al conde de Haro: la noria
y sus cangilones más los versos del Cancionero General: "los
llenos, de males míos;/de esperanza los vacíos" (Rico, 1990, p. 219). Crea sobre su barco un jardín idílico cargado de
simbolismo:
"en la mitad de la esmaltada huerta andaba una noria, guiando sus
vueltas
Don Melchor parece seguir una vía más
personal al mismo tiempo que permanece en el ámbito literario. Ridiculiza a los
poetas culteranos empleando el tópico del mundo al revés en su Parnaso
crítico donde los poetas se visten de forma extravagante:
"... traían los vaqueros de tela abotonados por las espaldas, las
rosetas de las ligas les servían de cuellos y puños y los puños y cuellos de
ligas..." p. 197.
La segunda fiesta mundana tiene lugar
en el Cigarral de Dª Narcisa.
Esta dama invita a sus huéspedes solteros a participar en un jardín laberíntico
plantado para la ocasión. El objetivo es alcanzar el Castillo de la pretensión
de amor eligiendo con certeza y evitando las trampas. André Nougué ha señalado cuáles son las
fuentes literarias de ese tipo de diversión para aristócratas ociosos:
"A la alegoría del ataque del castillo sacada de la poesía lírica
medieval se añade, como signo de la evolución de los tiempos, la del jardín de
la novelas de caballerías; así se forma la alegoría del bosque y del castillo
de la pretensión de amor. La potente fortaleza de
En ese nuevo decorado la violencia está
excluída y gana la inteligencia pues los jugadores participan a una batalla
intelectual cuyas armas son sus conocimientos literarios, emblemáticos e
iconográficos. Si en
el desfile náutico los participantes habían creado divisas para el público, en
el jardín-laberinto deben descodificar un universo de signos que son la llave
de su éxito. En ese mundo de signos la cultura emblemática ocupa un lugar
fundamental. El emblema triplex, compuesto de tres elementos -Inscriptio,
Pictura et Subcriptio- está bien presente.
Don Miguel toma la avenida Confianza de amor al cabo de la cual
encuentra un emblema que le instruye sobre la conducta que ha elegido en
materia de amores: hay que desconfiar de la mujer. Descubre primero la inscriptio a modo
de título: Vigilancia; luego la pictura,
es decir la imagen:
"
El
último elemento es la subcriptio, el epigrama que da la clave de la
interpretación de la imagen:
"Y en la mesa del altar, entre sutiles lazos de flores, que
servían de frontal en medio dél, estos versos: "Todo confiado es necio,/¡y
más siendo la mujer/vidrio fácil de romper"" p. 249.
Los participantes en el juego no
encuentran siempre el sentido emblemas tan originales. Algunos reproducen
emblemas bien conocidos de los lectores de libros de emblemas. Don Alonso que
ha tomado el camino "Menosprecio de sus competidores" no ha querido
interpretar el mensaje de las ortigas y de los versos que las acompañan:
"¡A las veces los menores/pican más en los amores". Sólo gracias al
emblema del elefante y del ratón toma consciencia de su arrogancia:
"Tampoco quiso reparar en su interpretación, hasta que se le representó
un elefante, imitado de natural, sobre una basa que parecía de piedra,
entrándosele por la probocide o trompa un ratoncillo pequeño que le inquietaba
de suerte que, teniéndole casi rendido, daba muestras de derribarle; y escrito
en ella: "¡Al que de la fortaleza/ es jeroglífico y dueño,/vence un animal
pequeño!"" p. 254.
Este emblema se inspira del emblema
"Aquovis laedimur iuvamur" de los Emblemas Morales de
Sebastián de Covarrubias, cuyo epigrama reza:
"No hay fuerça tan segura, ni constante/Que no la rinda, y dome
un accidente,/El ratón pone miedo al elefante,/Huye el león del gallo, si le
siente:/Un enano matar puede un gigante, /Un cobarde rendir suele un valiente, /Pequeña
cosa, es al grande ofensa, / Y en quien menos pensó, halló defensa."
(Covarrubias, p. 166)
Podemos
observar que la imagen y el mensaje (no hay que menospreciar al adversario)
permanecen intactos. Es el contexto, el juego galante, el que orienta la
interpretación del emblema.
Otros emblemas recuerdan las alegorías de
Cesare Ripa compuestas por una figura,
femenina las más veces, que porta ciertos atributos. Ripa representa así al
conocimiento:
"Mujer sentada que sostiene con la izquierda una antorcha
encendida viéndose junto a ella un libro abierto, mientras lo señala con el
dedo índice de su derecha. La antorcha encendida significa..." (Ripa, p.
217.)
Tirso figura el conocimiento de uno
mismo bien en la tradición de
"... la figura del conocimiento propio, hecha de heno, esparto y
atocha, materia tan frágil como los
pensamientos de los entonados, tenía en la mano siniestra un plato de ceniza, y
en la otra, entre los dedos pólex e índice, parte della, dando muestras de
ponérsela a la desvanecida pretensión de don Suero que, siendo forzoso pasar
junto a ella, leyó un pergamino pintado, que colgaba de uno de sus brazos, esta
sentencia: Memento homo." P. 250.
Si este tipo de figura recuerda las de
Ripa, el Memento homo nos hace pensar en las vanidades y especialmente
en los dos cuadros, In ictu oculi ou Finis gloriae mundi (Gallego,
1991) que pinta Juan Valdés Leal para el Hospital de
La cultura emblemática está presente
incluso en la elección de la iconografía y de la puesta en escena. A lo largo del
recorrido encontramos manos que dan indicaciones, como las que sostienen objetos
y los presentan en numerosos emblemas. Encontramos también mesas que presentan
objetos y que a veces sirven de pedestal a las figuras, procedimiento utilizado
en los libros de emblemas.
Sebastián de Covarrubias presenta una mesa con
dados en el emblema Tanto en uno como en todos (Covarrubias I, nº 42). Don Vela encuentra también
en su camino una mesa con dados:
"vio [...] una mesa de jaspe y sobre ella dos dados sobre una
tarjeta que mostraba escrito: "Todo es suertes el amor./Los dados tira/¡y
después la tuya mira!"" p. 244.
Los jugadores descubren objetos con
inscipciones que forman divisas; esos objetos son signos cuyo valor simbólico
tiene su origen en fábulas mitológicas que han inspirado a los autores de
emblemas. Hera depositó los ojos de Argos sobre las plumas de un pavo real
cuando este fue asesinado. El pavo real en la emblemática se convierte en
sinónimo de Argos y de la vigilancia. Un pavo real con las plumas desplegadas
acompaña la inscripción Tot oculos nox occupat una abre
"Reparó en que a trechos estaban, entre las espesas ramas que
formaban la fresca calle, muchas plumas de pavones (de aquellas en que se
transformaron los cien ojos de Argos, cuando
en guarda de Isis los adormeció Mercurio), escrito en sutiles pergaminos, que
se revolvían a sus cañones, estas letras: Todos estos no bastaron." P.
249.
A veces el jugador no se enfrenta a un
emblema ni a un objeto simbólico, sino a una parodia literaria que puede ser
identificada gracias al conocimiento de la obra original. Es el caso de don
Miguel que descubre una parodia de las Coplas a la muerte de su padre de
Jorge Manrique:
"Recuerde el alma dormida/avive el seso y despierte/contemplando/¡que
no hay dama pretendida/que sea en la ocasión fuerte,/firme,amando" p. 248.
Vemos pues cómo los juegos de sociedad
se basan sobre una cultura emblemática y literaria que se convierte en un signo
de pertenencia de grupo y que se encuentra en el corazón de la sociabilidad de
las élites del siglo XVII. La cultura literaria es la base de todas las
diversiones de la nobleza donde el arte de la discusión, de la palabra, es muy
apreciada; así, los nobles cazan, pescan, escuchan música y bailan, pero una
gran parte de su tiempo se dedica a la audición de textos (poemas e incluso una
novela) y al debate literario.
He aquí otro aspcto de la sociabilidad
de la literatura. La práctica de la lectura en voz alta de toda clase de textos
era una costumbre muy extendida en el renacimiento (Alatorre, 1982):
"La
lectura en voz alta se designa como un medio ordinario, esperado, de la
apropiación de las obras, sea cual sea el
género" (Cavallo,
Chartier, 1997).
En Los cigarrales
cada huésped ofrece a sus invitados un texto para ser escuchado: en el Cigarral
segundo es una fábula, en el Cigarral tercero, un romance, en
el cigarral cuarto, poesía y en el último, un relato.
La lectura en voz alta era el mecanismo
de transmisión y de apropiación de las obras literarias para el público popular
iletrado (Cavallo, Chatier, 1997). Constatamos que el público culto de Los cigarrales participa en este tipo de lecturas
colectivas que no son exclusivas de la sociabilidad popular. ¿Cuál es la
diferencia entre esta páctica común a estos dos grupos sociales diferentes?
Para el público popular la lectura oralizada es un medio de transmisión de un
texto escrito conocido. Para el público del Cigarral segundo la lectura
sirve para difundir en el grupo un texto que acaba de ser compuesto. El autor
envía su producción a un lector preciso para que la dé a conocer a su grupo
social que va a juzgarla, a apreciarla y que puede hacer publicidad. El
receptor del texto ha sido elegido por el creador:
"Para la conclusión de mi efímero gobierno me ha parecido,
discretos caballeros, gallardas hermosuras y respetables canas, recrearos con una
fábula que me envió ayer un ingenio de Madrid, tan favorecido de tal madre como
ella ufana de tal hijo." P. 260.
En el Cigarral
tercero el canto de un romance anima el banquete. Música y poesía solicitan
el oído en esa fiesta barroca que es el banquete. No podemos dejar de señalar
la relación que existe entre esta práctica de la lectura en voz alta de los
textos hagiográficos durante las comidas en los monasterios, lecturas que
también estaban aconsejadas en los manuales de educación de príncipes, sobre
todo cuando el romance se presenta como un alimento espiritual:
"También se les hizo a las almas banquete, pues a los oídos les
ministraron platos de músicas diestras, ya profundas y ya alegres, entre las
cuales me acuerdo se cantó este romance" p. 260.
En
el Cigarral cuarto cada invitado tiene la obligación de decir un texto: va a seducir al auditorio por la pertinencia
de su elección, la calidad de su memoria y su interpretación. Esta práctica
recuerda la práctica de las academias literarias, de los cenáculos (Sánchez, 1961).
Esos momentos de sociabilidad de la
nobleza toledana siguen un ritual preciso. El dueño de la casa lo fija puesto
que es él el que designa al lector, el texto y organiza el espacio:
"Aprobaron todos su elección cuerda. Tomó agradecido y obediente
don Luis papel, mudó de asiento, y siendo punto de la circunferencia de sus
oyentes, leyó desta manera " p. 260.
En el Cigarral quinto el dueño
de la casa se atreve a crear un espacio artificial que sirve de decorado a la
lectura del relato Los tres maridos burlados. Ese decorado es la
recreación de un espacio literario, el locus
amoenus de la pastoral:
"Llevolos
a todos a un soto ameno, y privilegiado del sol, hecho a mano de toda la
diversidad de agradables árboles, con asientos de olorosas hierbas, alrededor
de una fuente artificial, centro
de aquella circunferencia, hermosa y coronada de unos y otros. Impuso a don
Melchor refiriese la novela que le había ofrecido el pasado día..." p.
456.
En el Cigarral cuarto el divertimento literario
tiene lugar en un jardín, pero todos los invitados son a la vez emisores y
receptores de textos. Los dos sexos participan en el ejercicio y la alternancia
hombre-mujer forma parte de las reglas del juego:
"... entoldado un jardín, pedazo del de Adán -cuyas paredes se
vestían de doseles de naranjos y limones, pegados con ellas, que servían de
escalas a jazmines, parras y nueces, con que, sin dejar blanco en sus piedras,
pudiera causar encidia a los sitiados más soberbios-, les ofreció asientos. E Isabela, en el más eminente, mandó que por
su orden fuesen todos diciendo versos que tuviesen en la memoria..." p.
430.
Pero la sociabilidad de la literatura
no se limita a la lectura pública. Esta práctica tiene un efecto amplificador.
Martine Burgos, que ha investigado la sociabilidad del libro en nuestra época,
subraya "la manera como las lecturas son intensificadas" (Burgos, 1996, p. 96.) gracias a
los comentarios, discusiones, puestas en común en las redes de los club de
lectores, sobre todo en Le Liseron de Lyon. Lo que es válido para los clubes de lectura de
nuestros días lo era probablemente también para el noble público que escuchaba
el relato Los tres maridos burlados. Ese público que se apasiona por las
burlas contadas comienza debates y discusiones que intensifican el texto:
"Pagaron en risa, damas y caballeros, a don Melchor, el donaire
que añadió a la sal de la novela, celebrando la sutileza de las tres casadas, y
disputando entre todos cuál merecía el premio, si no se hubiera sentenciado con
tanta igualdad, dividiéndose en opiniones el auditorio, que duraran en defender
la suya cada cual, a no llamarlos a comer,..." p. 497.
No son sólo las peripecias de un relato
las que suscitan debates, sino todo género literario, todo estilo suscita la
crítica de esos amantes de lieratura que analizan de manera técnica los
productos que se les propone y no dudan en tomar partido para defender sus
ideas y sus gustos. Vemos por ejemplo a don Melchor ridiculizar el estilo
culterano en el desarrollo del desfile náutico con su navío Parnaso crítico donde los personajes
se visten al revés:
"Pues si toda su elegancia consiste en anteponer y posponer
vocablos, entretejiendo verbos entre adjetivos y sustantivos -que también tiene
Apolo sus pedantes- del mismo modo les
pareció podrían citiquizar sus vestidos, posponiendo los unos y anteponiendo
los otros." p. 198.
El purismo y la adecuación a las reglas
del género suscitan las más vivas discusiones. Así los pertidarios de Paolo
Giovio, teórico de género, critican la divisa de don Suero en el desfile
náutico. Según Giovio:
"El "alma" y el "cuerpo" deben estar en
relación justa; la empresa no debe ser ni demasiado oscura, ni demasiado
simple; debe ser agradable a la vista; excluye la figura humana; la sentencia,
si es posible, debe estar en lengua extranjera, no debe superar las tres o
cuatro palabras." (Klein, 1970, p. 128)
Don Suero hace un juego de palabras con
la tercera persona del singular del verbo nadar, nada, y con el adverbio nada,
así como con las palabras "Ánade, el río", leidas, gracias al
calambur como "Ana del Río", nombre de la dama del caballero.
Los espectadores discuten sobre el respeto a las reglas y comienzan una
discusión teórica sobre el género, lo que produce un efecto amplificador y
marca un momento fuerte de sociabilidad:
"Agradecida fue de los entendidos la agudeza del mote, conociendo
quién era la dama a quien servía
el dueño dél, y la correspondencia con que era pagado, ponderando el ver
incluido en el verso primero su nombre y sobrenombre, con tanto artificio,
puesto que hubo escrupulosos que dijeron
ser falta probada en las empresas (cuya alma es la letra) el aprovecharse, o
jugar el vocablo en ellas; pero perdonósele por ser bien traído." P. 190.
Pero es el teatro el que suscita las
polémicas más vivas. A los nobles de Los
Cigarrales, como a todos los españoles de la época, les apasionaban las
comedias y ofrecen a sus huéspedes diferentes representaciones. El
vergonzoso en palacio da lugar a una ruda discusión sobre las leyes de la
comedia clásica y las novedades que los poetas se permiten, es decir,
"el que más me acaba la paciencia es ver cuán licenciosamente
salió el poeta de los límites y
leyes, con que los primeros inventores de
He aquí cómo la literatura encuentra
una caja de resonancia en los análisis del público que es un receptor activo.
Pero el arte de la palabra, no se limita a los textos literarios. La palabra
autobiográfica es un elemento extremadamente importante, saber contar, interesar
al auditorio es un saber indispensable en el
marco de la sociabilidad aristocrática, como señala Augustin Redondo:
"Es verdad que el renacimiento marca la aparición de nuevas
relaciones sociales, de un nuevo interés por el arte de la conversación y de las
diferentes posibilidades ofrecidas gracias a la ulitización de lenguas
romances." (Redondo,
1980, p. 451)
Don Juan, Don García, Serafina et
Dionisia cuentan la historia de amor que ha perturbado sus vidas. Unas veces
cuentan peripecias que les han sucedido, otras las historias de personajes que
han conocido en sus viajes.
Los banquetes son otra fuente de placer y diversión.
Las comidas ritman los días y los anfitriones quieren encantar a sus huéspedes
tanto con la elección de las diversiones como con la de los festines. Carlos V
otorgaba importancia política a la sociabilidad de la mesa cuyos orígenes eran
flamencos y burguiñones en materia de platos y etiqueta (Allard, 1992, p. 145-153). En Los Cigarrales la abundancia y el
refinamiento de manjares se ponen siempre de relieve. La etiqueta y el
protocolo, menos rígidos que en la corte, son pese a todo bien respetados, así
como el ritual de designación de un nuevo anfitrión al final del banquete
gracias a la imposición de la corona. El personaje coronado es el rey o la
reina del día y de su casa, invita a sus amigos y preside todos los
acontecimientos. Todo lleva a creer que los nobles toledanos gustan de
reproducir los usos de
Una particularidad de los festines de Los
Cigarrales es el lugar reservado a la puesta en escena que pretende
sorprender y suscitar la admiración. No se está muy lejos de los procedimientos
utilizados en las representaciones teatrales que tendrán lugar más tarde en el
lago del Retiro. El banquete es una fiesta barroca donde todos los elementos
participan y todos los sentidos están solicitados. Tal es el caso de los
banquetes ofrecidos por Don Juan. Uno de ellos tiene lugar sobre una isla
artificial en medio de un lago. Los invitados se preguntan cómo van a comer y
en ese momento la tramoya se pone en marcha:
"sonando todas las diferencias de instrumentos bélicos que
inventó la milicia, por las cuatro partes del cristalino estanque salieron,
encima de sus ondas, cuatro aparadores en forma de pirámides de jaspe, pórfidos
y mármoles, y en la sustancia de madera [...]. Pusiéronse, en proporción
vistosa cada uno a su esquina: y, en afirmándose en sus sitios, comenzaron a
disparar un ejército de artificiales fuegos que, sin perjuicio de los que
miraban, poblaron con instantáneas cometas la curiosidad del más inquieto
elemento; y consumidos, prosiguiendo músicas pacíficas a sosegar el estrépito
de las primeras, se cayeron envueltos en llamas los cuatro capiteles de las
pirámides, quedando descubiertos los aparadores : el primero, poblando sus
gradas de vajillas ricas y curiosas servilletas, toallas, ramilletes [...]; el
segundo estaba proveído de todos los servicios y manjares que habían de
satisfacer a los convidados; el tercero, de los postres, frutas y conservas de
todas diferencias..." p. 427.
La riqueza de sonidos solicita al oído;
los fuegos artificailes solicitan la vista por la magnificencia de los objetos
puestos en escena; la abundancia de manjares solicitan al gusto. Comer se
convierte en un placer estético. El invitado es al mismo tiempo espectador y
“víctima” de los juegos, sobre todo cuando vienen por los aires. Las comidas se
convierten en un espectáculo teatral, no por lo que respecta a la etiqueta, como
en
"…bajaban de aquellos frondosos y
entretejidos artesones y parrales, por las cuatro esquinas, en cuatro nubes
(sutil imitación de las verdaderas) otros tantos muchachos, ángeles en la forma, hermosura y alas,
que extendiendo cándidos y alemaniscos manteles sobre mesas de jaspe y
mármol[...], sembrándolas de rosas, y saliendo improvisamente cuatro fuentes de
aguas olorosas de azahar, y ángeles, los convidaron a que tomasen
aguamanos." P. 347.
"Con estos entretenimientos aumentaban la sazón a la comida,
hasta que llegaron los postres. Y
satisfechos con ellos levantaron los manteles, quedando otros debajo, sobre los
cuales llovió tanta diversidad de confitura de las cuatro nubes, que asombrara
la tempestad a las damas, si no experimentaran el deleite que interesó el gusto
de su regalado torbellino, ..." p. 352.
Las
nociones de abundancia y de placer están en tal grado siempre presentes que se
convierten en los signos distintivos de la sociabilidad de la nobleza toledana
en el que todo es excesivo.
Las comidas son la pieza clave de la
sociabilidad y de la civilidad aristocráticas. La imagen de la comensabilidad
se evoca a menudo para recordar las normas de civilidad, es decir, "la
práctica educada y cortés de las conveniencias al uso cuando un conflicto
parece producirse"
(Mollat, 1989, p. 233). Don Alejo censura la actitud crítica
de un espectador de la comedia El vergonzoso en palacio empleando la
imagen de un invitado que critica los manjares que se le sirven:
"Poca razón habéis tenido; pues, fuera de la obligación en que
pone la cortesía a no decir mal el convidado de los platos que le ponen delante
(por mal sazonados que estén) en menosprecio del que convida la comedia
presente ha guardado las leyes de lo que ahora se usa" p. 225.
Don Juan emplea la imagen de la
civilidad aplicada a la comensalidad cuando satisface la curiosidad de sus
invitados que le piden que narre su aventura:
"En todos los banquetes cuerdos se han de serrvir manjares, no
solamente curiosos y delicados, pero que se proporcionen con los gustos de los
convidados. Siéndolo, pues, vosotros hoy míos, y supuesto que me habéis
significado el que tendréis de saber la historia de la discreta doña Dionisia,
con los sucesos de mi ausencia [...] quiero más guiarme por vuestra elección,
que seguir mi parecer." P. 277.
Aunque estos son los placeres más
apreciados en esta sociedad, existe otra
serie de diversiones menores que ocupan los momentos de traquilidad. Son los
juegos de sociedad:
"Durmieron los cansados, jugaron a las tablas, ajedrez y trucos,
los libres y buscaron ocasión los enamorados, unos de intimar sus quejas, otros
de agradecer sus favores..." p. 259.
Esos
juegos pertenecen a la sociabilidad masculina. Cuando los hombres juegan, las
mujeres realizan composiciones florales o cantan:
"No durmieron todos, pues unos jugando ajedrez, otros trucos y
tablas y algunas damas cogiendo flores, tejiendo guirnaldas y cantando letras,
ahorraron el sueño para la noche..." p. 355.
La sociabilidad de la aristocracia toledana, tal y como está
representada en Los Cigarrales, se caracteriza por el gusto de las fiestas, los
banquetes suntuosos que reproducen de alguna manera los divertimentos de
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1 Sobre la utopía pastoral, José Antonio Maravall,
«La utopía del buen pastor» en: Utopía y reformismo en
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