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M. Carmen Sánchez Manzanares
(Universidad de
Murcia)
Resumen: En este trabajo consideramos la regulación de las
funciones pragmáticas de la metonimia de acuerdo a dos principios que operan en
su actualización discursiva: la economía lingüística y la relevancia
comunicativa. En primer lugar, precisamos la economía significante de su uso en
el nivel discursivo a propósito de creaciones léxicas, bien de orden conceptual
(catacresis de metonimia), bien de orden referencial (metonimia situacional). A
continuación, presentamos sus funciones pragmáticas, de carácter intencional,
atendiendo a sus efectos denotativos. Por último, consideramos la funcionalidad
lingüística de la metonimia en la comunicación con relación a sus efectos
ilocutivos.
Palabras clave: metonimia, economía lingüística, relevancia comunicativa,
referente conceptual, denotación, creación léxica, función pragmática,
funcionalidad lingüística.
Abstract: In
this paper we consider the regulation of pragmatic functions of metonymy
according to two principles operating in discursive updating: the linguistic
economy and the communicative relevance. First, we consider the economy in the
level of discourse about lexical creations, either of a conceptual order (catacresis
of metonymy) or of an order referencial (situational metonymy). Following this
part, we show its pragmatic functions according to a denotative characterization.
Finally, we present the linguistic functions of metonymy in communication with
regard to its ilocutive effects.
Keywords:
metonymy, linguistic economy, communicative relevance, conceptual reference,
denotation, lexical creation, pragmatic function, linguistic functions.
1. Introducción
La creatividad lingüística del hablante en el uso de los
elementos del sistema se muestra especialmente en la actualización de los
procedimientos retóricos. Estos procedimientos cumplen distintas funciones en
la comunicación según la intencionalidad del hablante. En este trabajo, nos
centramos en las funciones de la metonimia en una perspectiva pragmática, considerando,
no obstante, la perspectiva retórica, donde encontramos la ineludible presencia
de elementos pragmáticos en la explicación tanto del proceso trópico como de
sus efectos discursivos.
En otros trabajos nos hemos ocupado de la definición de la
metonimia como procedimiento que altera la denotación ordinaria, produciendo
una transferencia referencial entre polos denotativos contiguos en un dominio
semántico-referencial[1].
Se trata, por tanto, de una transferencia de orden conceptual entre referentes
virtuales. Esta transferencia condiciona el uso por parte de los hablantes del
tropo para cumplir con su intención comunicativa. Dicho de forma sucinta, la
idea general que orienta este trabajo es que siempre que se tenga una intención
comunicativa que esté condicionada al desplazamiento en el discurso del
referente primero al que apunta una palabra, será habitual el recurso a la
metonimia. A partir de esta idea, examinamos las funciones pragmáticas condicionadas
a dicho desplazamiento, que se resuelven en distintos efectos ilocutivos.
La naturalidad en el empleo de este tropo se debe a que, a
diferencia de la metáfora, que actúa sobre la sustancia sémica de una palabra, la
metonimia incide sobre la referencia, actuando sobre relaciones subyacentes a
la lengua que categorizan las dadas en la realidad extralingüística. Por ello
es fundamental en la comprensión de las funciones metonímicas los conceptos de
enciclopedia y subjetividad lingüística. Consideramos, con Bonhomme (2005: 114),
la noción teórica de enciclopedia como una noción relativa, dependiente de
variables personales, sociales e ideológicas, que se define como el conjunto de
conocimientos sobre el mundo de un hablante, tanto individuales como colectivos,
que se modeliza en función de la transformación socio-cultural en sentido
amplio. Por otra parte, la subjetividad individual no se deriva de la
intersubjetividad, sino que esta última es la concurrencia social de la
subjetividad de los interlocutores, esto es, el sujeto tiene prioridad sobre lo
social y lo social surge en el momento en que se toma conciencia del YO y de la
coordinación pragmática (Escavy 2008: 248). En este trabajo asumimos estos
conceptos implícitamente, en la medida en que son condiciones para el uso del
tropo.
En los estudios de Pragmática inferencialista y
Lingüística cognitiva se presenta una explicación de la metonimia que tiene que
ver, generalmente, con la producción e interpretación del discurso retórico. En
cambio, cuando la Retórica clásica se pregunta por este discurso, lo hace
atendiendo a su finalidad persuasiva y, en este sentido, fueron enunciadas las
funciones de los tropos en sus tratados, sobre todo en la tradición
aristotélica, donde no se ve la configuración retórica del discurso
separadamente de la inventio, esto es, donde se siguen los presupuestos
cognoscitivos de Aristóteles en la consideración de la elocutio. Podemos
decir que la Retórica, de este modo, ha considerado los efectos “pragmáticos”
del uso de la metonimia. No obstante, se hace necesario integrar la Rhetorica
recepta, en términos de Albaladejo (1991: 20)[2],
con los postulados de la Pragmática en este terreno, todo ello desde la
comprensión de este tropo como procedimiento lingüístico y no como mero recurso
de la elocutio. Por tanto, nuestra aproximación a las funciones de la
metonimia pretende integrar la acción comunicativa y la particularidad del
tropo como procedimiento lingüístico diferenciado que, en consecuencia, opera
en el discurso con una potencialidad diferenciada, derivada, especialmente, del
proceso de traslación referencial al que nos hemos referido al inicio.
La metonimia, cuyo mecanismo de
actuación es inherente a las lenguas, opera según dos principios lingüísticos:
la economía lingüística y la relevancia comunicativa. Estructuramos este
trabajo con relación a estos dos principios, ocupándonos, en primer lugar, de
diferenciar la economía como principio y no como fin de la actuación
metonímica, y, en segundo lugar, considerando sus funciones pragmáticas y sus
efectos en la comunicación, para lo cual distinguimos sus efectos ilocutivos,
de naturaleza convencional, de sus fines comunicativos. Ilustramos nuestra
exposición tanto con metonimias lexicalizadas como con metonimias situacionales,
estas últimas localizadas principalmente en textos periodísticos editados en
prensa digital.
2. Economía lingüística y metonimia
Se habla habitualmente de economía en los enunciados metonímicos por
cuanto hay una reducción formal en el nivel discursivo, pero la economía
lingüística es un principio instrumental de las lenguas que sirve a los fines
comunicativos del hablante. Para Coseriu
(Coseriu 1978: 204), tiene que considerarse la economía lingüística como
un principio de eficiencia técnica o principio general de la necesidad
expresiva, en ningún caso como una ley lingüística. La economía en
la actuación verbal es consecuencia de la libertad expresiva del hablante y su
causa finalista es la necesidad expresiva. Partiendo de esta premisa, veremos
a continuación la función de la metonimia en la realización de una denotación
no estándar y, seguidamente, la metonimia como solución léxica “económica”,
tanto en el caso de la catacresis, como
en el caso de que, en condiciones discursivas de naturaleza contextual,
se haga preciso un acceso referencial relevante.
2.1. Economía
significante de la denotación sintética. Dado que con la actualización de
la metonimia se tiene una simplificación de la relación que liga dos nociones
contiguas en un mismo dominio semiótico que alcanza al nivel discursivo, se ha
identificado algunas veces este procedimiento con el de la elipsis. Para
nosotros, la reducción formal es un efecto de la metonimia, puesto que el
procedimiento comienza en la mente del hablante con una identificación
referencial que conduce a una denotación oblicua y cuya función puede ser de
distintos tipos, independientemente de la realización económica del discurso
que conlleva. Así, cuando decimos un Rioja se tiene una función individualizadora,
en términos de Bonhomme (1987: 126), porque se consigue individualizar una
región geográfica por su producción vitivinícola, y no es el objetivo primero
economizar[3].
El proceso de reducción formal que es efecto de la metonimia ha
llevado en los estudios sobre la elipsis a identificar algunas metonimias como
elipsis. Sin embargo, es necesario distinguir las elipsis metonímicas
–que tradicionalmente se han llamado elipsis léxicas o semánticas–,
de la metonimia, aunque, aparentemente, tengan idénticos resultados y similar
procedimiento. A partir de la combinatoria sintagmática, se tiene, en diacronía
en los dos casos, un cambio semántico, pero el procedimiento no es el mismo. En
el caso de la elipsis metonímica, el uso reiterado de forma autónoma de una
unidad léxica que forma parte de un sintagma, termina por absorber el
significado del resto de constituyentes sintagmáticos. La finalidad expresiva
que desencadenó este uso es, en este caso, la economía formal, la
simplificación discursiva. Mientras, la finalidad de la metonimia tiene siempre
que ver con la relevancia o pertinencia comunicativa de una denotación no
estándar y su función dependerá de las condiciones pragmáticas de enunciación.
Por otra parte, si bien, como en el caso de la elipsis metonímica, hay una combinatoria
sintagmática que posibilita su actualización, la misma se tiene en un nivel
infradiscursivo, a diferencia de lo que ocurre con la elipsis. Ciertamente,
esta combinatoria infradiscursiva tiene una reproducción exacta en el nivel
discursivo en algunas metonimias, y por ello es posible la interpretación de
una elipsis. En estos casos, para nosotros, lo que prima es la intencionalidad
del hablante de desplazar la referencia lo que origina la simplificación
discursiva y no la economía formal en sí misma. En el ejemplo anterior, un Rioja
es metonimia y no elipsis metonímica porque lo que ocasiona la denotación
oblicua y, posteriormente, en diacronía, la metasemia, es la pertinencia de la
denominación de origen, no la simplificación discursiva. Se podrá objetar que
también en el caso de la elipsis metonímica pervive la unidad pertinente para
el hablante, pero el proceso es distinto. Así, en una elipsis metonímica como albariño
por un vino albariño, la pertinencia de albariño tiene que
ver con su capacidad de selector, como determinante del sustantivo vino.
El procedimiento de determinación sintáctico-semántica construye
fraccionamientos referenciales que pueden, como en este caso, quedar fijados en
el selector y, finalmente, generar el cambio lingüístico, y por ello estas
elipsis son metonímicas, pero no metonimias.
Para Le Guern, se elide en la
metonimia la relación sintáctica que liga los polos en juego en el proceso
metonímico, los llamados sustituyente y sustituido, términos de
los que queremos prescindir en este trabajo porque corresponden a una teoría
sustitutiva de los tropos en la que se admite la noción de desvío con respecto
a un significado “propio”, que no es
coherente con nuestra perspectiva. No obstante, este autor no presenta una
visión de la metonimia meramente como reducción formal y en su obra puede
apreciarse los fundamentos pragmáticos de una teoría de la metonimia que serán
desarrollados más explícitamente por su discípulo Bonhomme. Este último,
considera que ver la metonimia como resultado de la simplificación discursiva
procede de una concepción del discurso en la que es prioritaria la rapidez y la
economía discursiva, con lo cual la elipsis sería causa y la metonimia efecto.
En cambio, si se considera que la eficacia semántico-referencial gobierna la
construcción discursiva, será la metonimia la que desencadena una supresión
significante, que será entonces consecuencia, pero no causa de la metonimia
(Bonhomme 1987: 107). Para nosotros, es prioritaria en la comunicación la
eficacia o relevancia semántico-referencial por la metonimia, y aunque en
muchos tipos de discurso la economía es una exigencia, el uso metonímico cumple
otras funciones que tienen que ver con la síntesis denotativa que realiza y que
son las que llevan a seleccionar una metonimia y no optar por otra solución
léxica que también fuera económica. Así, en el titular del discurso
periodístico, se busca la brevedad, pero también enunciados atractivos,
llamativos, que atraigan la atención del lector. Seguidamente nos centramos en
el uso de la metonimia en la titulación periodística para mostrar su actuación
económica como resultado de sus funciones denotativas.
La metonimia
es frecuente en los titulares periodísticos, además de que por una cuestión de
estilo haya artículos que, globalmente, puedan situarse en el “polo
metonímico”, bien para evitar la redundancia, bien por otras razones en
relación con los efectos estilísticos y argumentativos y las funciones
pragmáticas de este tropo, que más adelante veremos. Es innegable la economía
formal que se deriva de su uso y que tanto favorece a la prensa escrita: el
titular tiene que sintetizar en una construcción breve el asunto de la noticia,
y, por tanto, tiene que ser económico en la parte significante. Pero en estos
titulares, la economía formal no es nunca azarosa; se “secciona” la parte menos
relevante para los intereses comunicativos del periodista y del asunto que
trate. Todo lector con cierta competencia comunicativa en este tipo discursivo,
es consciente de que los titulares emplean construcciones sintácticas
complejas, por su pretensión de condensar ítems (elementos semánticos
fundamentales) del texto. En esa síntesis o condensación interviene la
metonimia, principalmente en grupos nominales.
Las
expresiones metonímicas de los titulares son, en numerosas ocasiones, resueltas
en el cuerpo de la noticia, normalmente en el primer párrafo. Para asegurar la
coherencia entre noticia y titular, se da en el discurso periodístico una
anáfora no sólo de copia, también de sentido entre el título y el cuerpo. (Alcoba
Rueda 1999: 96). En las anáforas de sentido pueden distinguirse relaciones
sintácticas y relaciones léxicas, y estas últimas pueden ser de base
morfológica, cuando media un proceso derivativo entre un elemento del titular y
otro de la noticia, o bien sólo semántica, cuando la relación léxica se funda,
no en la forma de la palabra, sino en su significado. En la anáfora de sentido
la relación léxica puede ser de correferencia estricta (entre sigla y mención,
por ejemplo, o entre sinónimos) o de correferencia no estricta, y este último
es el caso de la metonimia, e igualmente de la hiponimia/hiperonimia. Cuando se
habla del uso de la metonimia en los titulares periodísticos, la mayoría de las
veces se considera este procedimiento de correferencia anafórica, como hace
también Urrutia:
La
trabazón gramatical y de sentido define el enunciado y sus tipos en los
titulares analizados, aunque todos, en relación con los textos ampliados de la
información a los que apuntan
metonímicamente, se caracterizan por la ausencia, en diverso grado, de
especificaciones importantes. Este hecho hace que el titular resulte sugerente
y apelativo. La fuerza del mensaje y la ampliación de las posibles
interpretaciones del titular presenta una escala directamente proporcional con
la mayor o menor ausencia de los elementos funcionales del enunciado. El mayor
énfasis y apelación a la curiosidad del lector se da mediante los enunciados
nominales I.1 (27 %): «Ultimátum de general Prats» (Tercera),
«Terremoto» (Clarín), «Allende en Moscú» (Mercurio). El carácter
monoactancial del enunciado, sin la presencia de un acontecer que lo
jerarquice, abre las posibilidades de reorganización y la apertura de
interpretaciones. Este modo reductor de presentar la noticia, esto es, a los
actantes y elementos que la constituyen, apela directamente a la interpretación
valorativa y subjetiva del lector. Este procedimiento implica una concentración
sémica y funcional mediante la reducción morfosintáctica y léxica (Urrutia 2007:
54).
Estos
titulares son metonímicos con respecto a la información desarrollada en la
noticia, y subraya Urrutia los efectos pragmáticos de la concentración
funcional de la acción en los actantes, lo que tiene que ver con la función
diegética de la metonimia a la que más adelante nos referiremos. En este sentido, cabe recordar la apreciación
de Santamaría y Casals a propósito de la redacción de titulares en los que se
busca relacionar la causa con su efecto, creando lazos explicativos entre los
acontecimientos (2000: 183). No obstante, estos enunciados metonímicos con
respecto al discurso “noticioso” no son nuestro objetivo, que es el uso de
metonimias en un enunciado que, en este sentido, diremos que es metonímico.
Así, por ejemplo, consideremos la alternativa en el siguiente titular
aparecido en abc.es el 31/01/2003: “El poder económico sondea “la
alternativa”. En enero de 2003, el Partido Socialista era “la alternativa” de
Gobierno, y al encontrar este titular, pensaríamos en dicho partido. Sin
embargo, en el primer párrafo de la noticia descubrimos que la alternativa
es Zapatero (los subrayados son nuestros):
Ya no se trata de conocer a un político
desconocido que acaba de asumir el liderazgo del PSOE, sino de saber de
primera mano cuáles son los planteamientos económicos de quien, antes o después, será presidente del Gobierno, y de abrir un
cauce personal de relación con el líder
de la oposición para transmitirle sus inquietudes y preocupaciones
pensando, sobre todo, en aquel escenario. Éste es, según fuentes socialistas,
el principal cambio que se ha producido en el clima de las reuniones que, desde
que fue elegido secretario general del
PSOE en 2000, Zapatero mantiene
con representantes del mundo económico. (abc.es, 31/01/2003)
Opera
entre el titular y el cuerpo de la noticia una anáfora de sentido por la
metonimia, pues tenemos el individuo por la agrupación política que representa,
una metonimia sinecdótica, construida sobre una elipsis no metonímica: la
alternativa por la alternativa de Gobierno, donde no hay denotación
oblicua. Si se hubiera tenido este último uso, no hubiera aparecido en el
titular entre comillas (“la alternativa”), signo de puntuación que suele
emplearse en el discurso periodístico para señalar un uso figurado o un uso
neológico. Así, leemos en un titular reciente, después de las elecciones
europeas de 2009[4]: Rajoy
prepara al PP para construir la alternativa pero sin precipitar los pasos (ELPAÍS.com,
10/06/2009). El uso frecuente en la prensa de alternativa con el
sentido ‘alternativa de Gobierno’, lleva en algunos titulares a una
interpretación ambigua, como sucede en el siguiente: La alternativa del
Gobierno descarta el término ‘nación’ y la exclusividad de algunas competencias
(elmundo.es, 21/12/2005). Para
resolver la ambigüedad, tenemos que acudir a la entradilla:
El Gobierno ha elaborado un texto alternativo a la
propuesta de Estatuto aprobado por el Parlamento de Cataluña en el que descarta
la condición de «nación» a esta comunidad y suprime el adjetivo «nacional»
referido a la autonomía. (elmundo.es, 21/12/2005).
Este uso de alternativa
por texto alternativo
tiene que ver, a nuestro parecer, con la
contaminación del adjetivo alternativo –va con el sentido del sustantivo alternativa (‘solución alternativa’), lo que explica el género femenino en el
titular. En correferencia con soluciones
alternativas, aparece, en cambio, en este
otro titular: La alternativa del Gobierno es agua
de los regantes del Ebro (lavanguardia.es, 13/04/2008), como se comprueba
si acudimos al cuerpo de la noticia[5]:
Exactamente
a la misma hora en que la Generalitat hacía público un comunicado en el que
negaba rotundamente haber recibido un informe del Gobierno planteando soluciones
alternativas y poniendo reservas a la propuesta de Medi Ambient, la
vicepresidenta desgranó en rueda de prensa los argumentos que recoge el informe
gubernamental en contra del trasvase del Segre y que ayer publicó este diario. (lavanguardia.es, 13/04/2008)
En
los dos titulares anteriores se nos ofrece la información por correferencia
entre los elementos del titular y los del cuerpo de la noticia, de la misma
manera que en el texto donde la alternativa está por Zapatero. La diferencia entre unos y otro es que, con el
uso metonímico, no se tiene una denotación estándar, con lo cual no cabe la
introducción de valores connotativos, a los que nos referiremos más adelante.
Tan económico hubiera sido decir Zapatero, como la alternativa, pero
el fin de la metonimia no es la economía discursiva, como sí lo es en los otros
enunciados. No obstante, en los dos casos puede operar el principio de economía
lingüística gracias a la información contextual, el conocimiento enciclopédico
del hablante y su competencia comunicativa, pero estas cuestiones forman parte
ya de la explicación de la producción e interpretación de la metonimia y no nos
detendremos ahora en ellas.
2.2.
Catacresis de metonimia y metonimias situacionales. En este apartado
nos ocupamos, en primer lugar, de la metonimia como solución económica ante la
carencia léxica, lo que se conoce como catacresis, y, seguidamente,
presentamos enunciados en los que se tiene lo que llamamos una metonimia situacional,
en la que la solución económica por la metonimia es una solución
referencial, no léxica, que permite un acceso contextual al referente (del tipo
el sándwich de jamón por el cliente que ha pedido un sándwich de jamón).
En este punto cabe la distinción, que después veremos, entre la metonimia
clásica, en la que se tiene un desplazamiento del referente conceptual, y
metonimias en las que se tiene un desplazamiento referencial dado
contextualmente.
Como
recuerda Lausberg, la carencia léxica para nombrar un referente del mundo, la inopia
de la Retórica antigua, ha sido vista como condición previa a la
catacresis, pero en la moderna Lingüística la catacresis se concibe en términos
de vitalidad de una lengua, comprendiendo también el desplazamiento de
unidades existentes por nuevas unidades debido al debilitamiento de su fuerza
expresiva (Lausberg 1991: 67, §562).
Por
otra parte, Fontanier ha considerado que la catacresis es una extensión del
significado de una palabra y no una figura de significación, puesto que no
existe una palabra “propia” anterior al uso del tropo, con lo cual no puede
hablarse de un sentido figurado, sino de un sentido extensivo: « Le sens
extensif est un nouveau sens auquel le mot a été étendu, en devenant le
signe propre d’une nouvelle idée ; comme lorsque feuille, par exemple, a été employé par analogie à designer le
paier, l’or, l’étain ou le cuivre, aplatis et coupés en forme mince et
légère » (Fontanier 1977: 58). Para este autor, son catacresis las
metonimias de la causa abstracta y metafísica que resultan de anteponer un
artículo a un nombre propio, así como las metonimias de la causa objetiva, las
metonimias del dueño o patrón, las sinécdoques del individuo, las metonimias
del signo o aquellas metonimias del continente que dan a un lugar el nombre de
aquello a lo que está consagrado. En esta perspectiva, lo que prima es la
consideración de un sentido “propio” respecto al cual el tropo sería un sentido
desviado. En la actualidad, se ha superado esta idea de desvío que es central
en las teorías sustitutivas sobre los tropos, y que, como recuerda Todorov
(1982: 47), está presente a partir de Cicerón[6],
porque Aristóteles hablaba, en cambio, de la aparición de un nuevo sentido con
respecto a un sentido principal en un sistema sincrónico, en términos
absolutamente modernos. Por otra parte, como hemos venido diciendo, la
metonimia incide sobre el referente conceptual, esto es, sobre la
categorización lingüística de un referente o referente virtual, y afecta a la
sustancia sémica en diacronía, cuando la aceptabilidad de su uso conduce a la
lexicalización de este nuevo sentido.
Independientemente
de su caracterización o no como figura de significación, los tratados retóricos
destacaron la frecuencia de la catacresis de metonimia y esto sigue
admitiéndose en los estudios actuales. Para Le Guern, su naturalidad para
paliar las insuficiencias del vocabulario se debe a que es un medio económico y,
por tanto, conveniente para la eficacia de la comunicación:
On recourt tout naturellement au
mécanisme métonymique pour palier les insuffisances du vocabulaire. Si un objet
n’a pas de nom dans la langue, on pourra sans doute le désigner par une
périphrase plus ou moins étendue ; mais c’est là un moyen peu économique,
dont la lourdeur nuit à l’efficacité de la communication. Il sera plus expédient
de désigner cet objet par un autre objet qui est avec lui dans une relation
évidente. La rhétorique traditionelle avait d’ailleurs remarqué que la plupart
des catachrèses font appel au mécanisme métonymique (Le Guern 1973: 81).
Le
Guern destaca el ahorro en el plano discursivo de un uso metonímico frente a la
perífrasis, por ejemplo, en los casos de carencia léxica, pero hay que subrayar
también el menor coste en el aprendizaje y memorización de la catacresis por
metonimia para el hablante, y ello porque se privilegia en su universo
cognitivo la experiencia de la relación extralingüística que liga polos
denotativos contiguos, con lo cual el procesamiento del nuevo sentido es
fácilmente accesible. Así, es claro que es económico decir la aceituna
en lugar de la época en la que se recolecta la aceituna –una metonimia
actancial, por cuanto actúa sobre polos denotativos implicados en un proceso–,
pero también es evidente su fácil accesibilidad, con lo cual se “economiza”
también la creación de una nueva unidad léxica y su almacenamiento en nuestro
lexicón mental. En otra perspectiva, diríamos que el recurso a la metonimia cuenta
con la asimilación de un modelo paradigmático de realización, de manera que un
rioja es fácilmente accesible porque tenemos competencia sobre el esquema
producto-lugar, como sobre otros esquemas metonímicos.
Por
otra parte, ante nuevas realidades, el uso de la metonimia siempre es una
garantía que está avalada por toda la historia del vocabulario y cuyos ejemplos
pueden encontrarse en diversos tratados sobre los tropos. Para Lausberg, la
habitualización de la metonimia, tanto en la comunicación ordinaria como en
la literaria, se da en mayor grado en la catacresis metonímico-sinecdótica
(1991: 78, § 577). Ahora bien, la lexicalización de una catacresis de metonimia
dependerá de la funcionalidad de la nueva unidad léxica con respecto a los
elementos del sistema lingüístico. Es oportuno recordar las palabras de Coseriu
acerca del cambio lingüístico: “Por otra parte, la lengua es un conjunto de
modos sistemáticos y sólo puede cambiar (renovarse) sistemáticamente. Por
consiguiente, todo cambio, como constitución de un nuevo modo sistemático, debe
encontrar su justificación y sus límites en la funcionalidad del sistema en el
que se inserta” (1978: 116). Si nos preguntamos por el uso metonímico de desierto
en el titular de una noticia referida a un nuevo proyecto para obtener
energía solar en el desierto: “El desierto reemplazaría al petróleo” (en cnnexpansion.com, 19/06/2009), ¿qué
futuro tiene desierto para denominar una fuente de energía? El cambio
semántico por la catacresis de metonimia tiene que verse en diacronía, pudiéndose
dar el caso de que llegue a asentarse el uso metonímico y desplace, en
diacronía, el sentido primero de la unidad léxica, como ha sucedido con
metonimias como transistor, cuyo sentido primero ‘semi-conductor
utilizado como sustituto de un tubo electrónico’, ha sido eclipsado, como
señala Le Guern (1980: 104), por el uso metonímico ‘aparato de radio pequeño
que funciona con pilas’. No obstante, la
catacresis de metonimia no exige una lexicalización previa, puesto que el
contexto resuelve la indeterminación referencial:
El
hecho de que la metonimia sirva con toda naturalidad para suministrar las
palabras que faltan en el vocabulario se explica por lo demás muy fácilmente:
el objeto que no tenga nombre será designado por el nombre de un objeto que
esté estrechamente relacionado con él; basta para ello con que el contexto
suprima las posibilidades de confusión entre los dos objetos. Para que una
metonimia o una sinécdoque se empleen en catacresis no es necesaria una
lexicalización previa (Le Guern 1980: 102).
Por
otra parte, tenemos que considerar ciertas metonimias, que llamamos situacionales
para diferenciarlas de las metonimias referenciales –aunque somos conscientes
de que es un abuso del término, puesto que todo uso lingüístico es
situacional–, en las que no se plantea la cuestión de la lexicalización. Koch
distingue el uso de autobuses en Los autobuses están en huelga (The buses are on strike), donde está por
conductores de los autobuses, del uso de Paul en enunciados como: Paul is tanned (Paul está bronceado), que está por la piel de Paul. En el
primer caso, hay un cambio de una clase de referente a otra clase distinta,
mientras que en el segundo una parte o
zona activa de un conjunto caracteriza al todo, sin cambio de referente con
respecto a Paul, y donde opera el que Kleiber llama principio de metonimia integrada (1999: 143), un principio pragmático de
carácter inferencial[7]. El primero es, para Koch, un proceso ‘referent-sensitive’, frente al segundo, que
es ‘non-referent-sensitive’ (2000: 17). Koch hace otra distinción sobre estos procesos referenciales sensibles y donde cabe la
distinción entre metonimias conceptuales y metonimias situacionales. Así,
considera que en His native tongue
is German (Su lengua nativa es el alemán), lengua por idioma es una solución
léxico-conceptual particular para expresar un concepto, de manera que puede verse
como un concepto orientado. En cambio,
en The ham sandwich is getting restless
at table 20 [sc. The customer who
ordered a ham sandwich] (El sandwich de jamón se está inquietando en la
mesa 20), ham sandwich sólo
sirve al propósito de encontrar una forma adecuada de garantizar la
accesibilidad del referente deseado en un discurso dado. Por tanto, las
metonimias del tipo ham sándwich no sólo se corresponden a procesos
referenciales sensibles, sino que también constituyen referentes orientados,
como lo era autobuses en el enunciado precedente. En estos casos, no se
aplica la distinción entre catacresis de metonimia y polisemia metonímica,
puesto que las metonimias referenciales orientadas siempre son posibles dentro
de un contexto dado y sobre la base del conocimiento marco relevante, con lo
cual no se presenta el problema de la lexicalización de estos usos como
soluciones conceptuales para el cliente que ha pedido un sándwich de jamón
o para conductor de autobús. Estas expresiones son referenciales, y Koch
las llama metonimias referenciales orientadas, frente a las metonimias
conceptuales orientadas, como lengua (el caso de la catacresis).
En
resumen, las metonimias conceptuales orientadas, son soluciones léxicas,
mientras que las segundas son soluciones referenciales, formas de garantizar la
accesibilidad de un referente en un discurso dado que aseguran la coherencia
textual, y ambas operan de acuerdo al principio instrumental de economía de las
lenguas, como también de acuerdo al principio de relevancia comunicativa, si
bien, insistimos, la economía formal no es causa, sino efecto, de la metonimia.
3. Funciones pragmáticas de la metonimia
La
transferencia referencial conceptual por la metonimia tiene diversos efectos en
la comunicación, dependiendo de la intención del hablante. Bonhomme (1987: 123)
se pregunta por los efectos pragmáticos ligados a las transferencias
referenciales y las funciones denotativas que se activan. En su opinión, los
efectos denotativos de la metonimia están relacionados directamente con la
intencionalidad del hablante y su punto de vista enunciativo, con lo cual se
hace ineludible el contexto comunicativo. Considera que estas funciones
denotativas operan según dos principios: el principio de economía y el
principio de pertinencia, que, para nosotros, son los principios que operan en
la actualización de la metonimia, por cuanto la denotación oblicua es una
propiedad constitutiva del tropo. Por el primero, la metonimia realiza, en
opinión de Bonhomme, una denotación potente, por la densidad referencial que
resulta de la concentración de palabras en la cadena discursiva; por el
segundo, la metonimia tiende a la denotación más pertinente, sea esta la más
precisa o la más ambigua (1987: 125). Opta por clasificar las funciones según
el grado de precisión en la denotación, distinguiendo estas cuatro:
1.
Función individualizadora. Ante una denotación “amplia”,
la metonimia individualiza el referente. La temática privilegiada de esta
función es la producción alimenticia (producto/lugar) y la producción artística
(autor/obra) (1987: 127).
2.
Función diegética. La metonimia precisa la dinámica de un
proceso, unificando una secuencia actancial. Con ello, convierte en homogéneos
los polos heterogéneos que intervienen en la diégesis (la fuente, el
instrumento, el proceso y la eferencia. Es lo que ocurre en una metonimia como pluma
por escritor, donde hay una instrumentalización de la fuente
actancial (1987: 130).
3.
Función osmótica. La metonimia permite establecer
intercambios denotativos entre dos dominios temáticos que, aunque contiguos, son divergentes. Así,
Bonhomme cita el ejemplo de Du Marsais: Después de algunas espigas por Después
de algunos años, donde se tiene una espacialización metonímica del tiempo
(1987: 144).
4.
Función deceptiva: La metonimia refuerza la ambigüedad contextual
activando la indistinción referencial. Cuando se usa Pascal por una
imagen suya estampada en un billete, se tiene una metonimia del individuo por
su representación (función individualizadora), pero, al mismo tiempo, se tiene
una incertidumbre referencial (1987: 159).
El
autor constata la función individualizadora de la metonimia en todas las
ocurrencias en las que la transferencia trópica supone la sustitución de un
nombre propio por un nombre común. Por otra parte, observa que la
individualización del nombre propio explota dos categorías denominativas: las
series toponímicas y las series antroponímicas (1987: 126-127). En cuanto a la
función diegética, que tiene que ver con la concreción y la dramatización de
secuencias diegéticas, puede desglosarse en varios tipos, según los elementos
del proceso actancial que se unifiquen. Nos detenemos en un tipo frecuente: la
concreción del efecto (o concreción de la eferencia, en la terminología de
Bonhomme).
La eficacia
de la metonimia en la concreción de un efecto no material, en el ámbito de la
actividad orgánica, se debe, para Bonhomme (1987: 134), a que consigue
visualizar una actividad a partir de la transferencia referencial al órgano
físico o psíquico, cuya materialidad es fuerte con relación a la inmaterialidad
del efecto. La rentabilidad de esta metonimia se revela en el hecho de que es
posible establecer un esquema de correspondencia entre el cuerpo humano y
formas de psiquismo y comportamiento (nariz/olfato; mano/habilidad;
brazo/fuerza, etc.). Además, la metonimia puede concretar el proceso o “efecto”
de acciones no fisiológicas por sí mismas, como el habla. Bonhomme ejemplifica
con una locución semejante a la que en español tenemos referida al habla: cerrar la boca. Por otra parte, una
acción física puede concretarse, inversamente al ejemplo anterior, con una
actividad física relativa a ella, como puede ser alzar los hombros para representar la indiferencia o el desprecio[8].
Esta representación de acciones consigue, por tanto, una dramatización del
discurso, según intereses del hablante (1987: 137).
Si
con las funciones individualizadora y diegética se tiene, respectivamente, la
singularización de lo denotado y la unificación de elementos actanciales, con
la función osmótica se tiene una amalgama de elementos denotativos para
aproximar dos temáticas divergentes en un mismo dominio semiótico, cuya
finalidad es presentar una visión global de las entidades y no su
particularidad (1987: 142). La mezcla referencial realizada por la metonimia,
por ejemplo, en los dominios temáticos que constituyen el entorno humano (el
medio físico, la materia y el universo objetual), tendría los siguientes
efectos: la concreción espacial del tiempo; la presentación de “visiones” sobre
el paisaje; la disolución denotativa del objeto (1987: 143).
Por
último, Bonhomme presenta la función deceptiva de la metonimia, por la que se
tiene una equivocidad referencial y que se limita casi exclusivamente a la
denotación en el ámbito artístico y religioso con relación, principalmente, a
los individuos, raramente a los objetos (1987: 158). Los ejemplos con los que
ilustra esta función son bastante anómalos, alejados de las ocurrencias
metonímicas clásicas.
Esta
aproximación pragmática a las funciones de la metonimia a partir del criterio
de precisión denotativa es útil, porque acometer la tarea de ver las funciones
de la metonimia haciendo un muestrario de intenciones de cada acto comunicativo
en el que interviene, nos llevaría a considerar las infinitas posibilidades
enunciativas, en contextos variables y dependiendo de la subjetividad del
hablante, su conocimiento enciclopédico, su capacidad cognitiva y su
competencia comunicativa. Con ello, sería interminable la lista de funciones
pragmáticas de acuerdo al criterio intencional, por más que existan esquemas
cognitivos en la producción e interpretación de metonimias que nos lleve a
determinados usos automáticos del procedimiento.
A
nuestro parecer, la clasificación de Bonhomme supone un desglose de casos de
una función a la que se han referido, en diferentes términos, otros autores: la
operación cognitiva de la focalización,
como resultado de la síntesis perceptiva de los polos contiguos, incluso en el
caso de que se produzca una tematización mediante una metonimia actancial que
condensa un proceso dilatado en el tiempo (usualmente, las metonimias del
efecto por la causa, tipo el sudor de su frente por su trabajo). Así, Henry ha definido metonimia y sinécdoque como figuras
de focalización : « Du point de vue de l’opération
d’esprit, métonymie et synecdoque sont des figures
de focalisation (en utilisant figurément le verbe focaliser ‘faire converger en un point un faisceau lumineux ou un
flux d’électrons’) » (1971: 26).
Henry,
como Le Guern, introduce nociones pragmáticas en la descripción y análisis de
los tropos propósito de este proceso de focalización. Los dos autores han
comentado una famosa metonimia del producto por el productor que da Nyrop en el
tomo IV de su Grammaire Historique de la
langue française (1914-1960), dedicado a la Semántica: successions (herencias)
por poison (veneno) (Nyrop 1979: 207, § 282). Se trata de una metonimia del
producto por el productor, una metonimia en boca de una envenenadora del siglo
XVII, que, para expresar cómo se vengará de sus enemigos, dice que guarda para
ellos en una caja successions. En cuanto a la documentación de
este uso creativo, Nyrop señala que en la época de esta envenenadora se usó poudre de succession por poison como eufemismo de
cortesía, más sarcástico que eufemístico. Refiriéndose a este ejemplo de Nyrop,
Henry explica cómo la síntesis perceptiva está en la base de la metonimia, por
la focalización que el hablante realiza sobre la realidad percibida:
L’opération n’est pas seulement
logique. À l’origine, il y a une synthèse aperceptive, l’intérêt se portant,
tantôt sur un aspect des choses dans l’esprit, tantôt sur un autre. A
l’origine, il y a aussi la liberté de l’esprit, qui peut aborder tous les
spectacles par des biais très divers, ou, plutôt, qui peut balayer sa propre
substance selon des modalités variées, suivant des intérêts essentiels ou
contingents. [...] L’operation fondamentale de l’esprit est une
focalisation : il braque, concentre (focalise) ou dilue (défocalise) son
faisceau inquisiteur et éclairant selon ses préoccupations ou ses intentions.
Qu’il s’agisse de métonymie ou de synecdoque, l’esprit joue sur la contiguïte
entre certains concepts, sur les rapports entre concepts, en faisant
abstraction, ou en feignant d’ignorer certains éléments de la compréhension véritable. Voile pour vaisseau: l’esprit éclaire vivement cette caractéristique du
navire, voile les autres et utilise ensuite le terme désignant la partie, pour
évoquer le tout. Mortel pour homme : l’esprit ne retient que les
caractères communs aux deux réalités et substitue un terme à l’autre (Henry
1971: 23).
Henry
subraya la capacidad cognitiva del hablante para llevar a cabo esta
focalización según su intención, tanto mediante la metonimia, como mediante la
sinécdoque. Le Guern comparte esta idea y, por su parte, pone de relieve,
además, la metonimia como índice de la subjetividad lingüística, por cuanto
suministra informaciones sobre la concepción de la realidad del hablante. En
consecuencia, siempre según este autor, la metonimia completa la función
referencial del lenguaje:
En même temps qu’elle met en valeur
la substance formelle du message, la métonymie complète la fonction
référentielle normale du langage en superposant à la désignation de la réalité
décrite une information sur la manière particulière dont le locuteur envisage
cette réalité (Le Guern 1973: 78).
Del
mismo modo que observa su función referencial, en el sentido que acabamos de
ver, Le Guern considera otras funciones de la metonimia, que más adelante
señalaremos. En general, distintos autores que desarrollan una teoría
funcionalista del lenguaje, relacionan las intenciones del hablante en el uso
de la metonimia con las funciones lingüísticas que, a partir de las propuestas
inicialmente por Bühler, han sido ampliadas posteriormente, primero por
Jakobson y después por otros autores, entre ellos Halliday. Como es sabido, en
la perspectiva funcionalista se consideran los usos lingüísticos en función de
la comunicación y la interacción social. Por ello se describen los efectos
ilocutivos de la metonimia con relación a las funciones del lenguaje en la
comunicación.
Como
recuerda Escavy, los múltiples efectos ilocutivos de un acto de habla tienen
que reducirse a lo intencionalmente pretendido y derivan de la interrelación,
afectan a representaciones sobre las que existe acuerdo. A diferencia de los
efectos de los actos perlocutivos, los efectos de un acto ilocutivo son de
naturaleza convencional:
Entendida
la actividad lingüística como tendente a un fin, hemos de asumir que el yo actor es capaz de opinar y actuar
intencionalmente. Por ello actúa estratégicamente tratando de influir en las
decisiones del tú actor. Pero
esta actividad se ha de situar en el mundo social regulado por normas, dentro
del cual actúan de acuerdo con los roles respectivos y el reconocimiento de las
normas (Escavy 2008: 245).
Las
funciones propuestas por Bonhomme tienen la particularidad de que, acotando los
efectos del tropo en el plano denotativo, pueden vincularse a las intenciones
de la acción comunicativa. Así, cuando se usa la metonimia, por ejemplo, para
individualizar un referente, el interés de esta individualización puede ser
“personalizar” dicho referente, como en el ejemplo que propone el autor (Bonhomme
1987: 126), en el que se nombra un avión por la ciudad de la que procede, con
lo cual se identifica en el anonimato del aeropuerto, lo que es relevante para
la acción comunicativa, porque esta metonimia aparece en un texto periodístico
en el que se informa sobre el tráfico de droga por avión. Estas funciones
pragmáticas pueden justificarse, además, en la perspectiva funcionalista. Así,
una metonimia en la que se unifica la causa y el efecto de un proceso
actancial, por tanto, con una función diegética, puede tener un efecto
argumentativo. En este sentido, diremos que activa la función retórica del
lenguaje, según se asume en los estudios de retórica textual.
Nos
parece oportuno, por tanto, concluir este apartado refiriéndonos a esta función
retórica en tanto que función lingüística vinculada tradicionalmente a los tropos,
si bien se han considerado otras funciones, como la función social, referida
principalmente al uso de eufemismos metonímicos (especialmente en los estudios
pragmáticos sobre cortesía y relaciones interpersonales).
En los tratados retóricos de la Antigüedad
greco-latina encontramos la sistematización de recursos de la elocutio
junto con una metateoría del discurso persuasivo. El interés en proporcionar
preceptos para una construcción discursiva que produzca en el auditorio una
serie de efectos conduce a aparejar la definición de recursos retóricos con su
finalidad comunicativa. Perelman y Olbrechts-Tyteca en su Traité de l’argumentation. La nouvelle rhétorique (1958), que supone una reinstauración
de la retórica aristotélica, señalan el papel de las figuras de la Retórica en
el discurso distinguiendo las figuras argumentativas, cuyo efecto es la
adhesión del oyente por su particular presentación de los acontecimientos en la
mente, y las figuras de estilo, cuya función es la exornación
lingüística, el ornatus[9].
En efecto, la función retórica de la metonimia puede abordarse atendiendo a su
función argumentativa o bien a su función estética, según se considere el papel
de los tropos en la argumentatio del discurso retórico o en la
activación del ornatus.
En la definición de tropo de Quintiliano encontramos el ornatus
como función de los tropos (1999: 277), y esta idea ha arraigado en la
tradición occidental, especialmente en aquellos momentos en los que se ha
asimilado la Retórica a la Poética, vinculando el uso de tropos al texto
literario[10]. No
obstante, siempre la metáfora ha sido más valorada que la metonimia, también en
la neorretórica restringida a los tropos que propone el Formalismo ruso, en la
primera mitad del siglo XX, cuando se introducen los conceptos de literariedad
y de desautomatización. Así lo ha visto Genette:
Le mouvement séculaire de réduction de la rhétorique
semble donc aboutir à une valorisation absolue de la métaphore, liée à l’idée
d’une métaphoricité essentielle du langage poétique –et du langage en général
(Genette 1970: 168).
La
capacidad de evocar sintéticamente toda una serie de relaciones y
prolongaciones semánticas y el esfuerzo, más o menos inconsciente, que se
requiere para desplegarlas, explica, para Henry, la fuerza expresiva del
lenguaje figurado. Para este autor, los efectos estilísticos debidos a las figuras de contigüidad son
discretos, en la medida en que interpretan “juegos semánticos” dependientes de
lazos reales entre conceptos contiguos, con lo cual la capacidad de evocación
es menor. Es por ello que se arriesgan a pasar desapercibidos. Esto puede
ponerse en relación con la asociación que realiza Jakobson entre metonimia y
prosa, en el sentido de que, a diferencia de lo que ocurre en la poesía, la
prosa se centra en el referente:
Como
la poesía se centra en el signo, y la prosa pragmática principalmente en el
referente, los tropos y las figuras se han venido estudiando sobre todo en
cuanto recursos poéticos. El principio de la semejanza rige la poesía; (…). La
prosa, en cambio, se desarrolla ante todo por contigüidad (Jakobson 1980: 142).
Para
Le Guern, en cambio, es destacable la intervención de la metonimia en la
literariedad, en aquello que diferencia la lengua poética de la lengua de uso
común, por cuanto, al producirse una transferencia referencial, se tiene un
extrañamiento en el uso, una “desautomatización”, centrándose la atención en la
materialidad de la lengua. La metonimia inclina así el discurso al delectare
y revigoriza la función poética, porque “el desvío respecto al
funcionamiento normal de la referencia disminuye la atención prestada a las
cosas, en beneficio de una atención más fija hacia las palabras” (1980: 89).
Además del realce de la sustancia formal del mensaje (función estética), Le
Guern considera la fuerza expresiva de la metonimia, lo que, en su opinión,
tiene que ver con la función afectiva del lenguaje, que observa en las
metonimias de la causa abstracta, o en las sinécdoques de abstracción –es más
expresivo, al mismo tiempo que más “literario”, decir de un avaro que es la avaricia que llamarlo avaro,
por citar un ejemplo clásico.
Entre
las motivaciones, conscientes o inconscientes, del recurso al mecanismo
metonímico, ocupa, sin duda, un lugar importante esta búsqueda de una expresión
más concisa. (…) Pero esta búsqueda de una expresión más concisa no es
solamente producto de la “pereza lingüística”, de la tendencia al menor
esfuerzo. A veces, es también signo de preocupación por dar, a través de la
abreviación, la mayor energía posible a la expresión: así pues, el empleo de la
metonimia no es ajeno a la función afectiva del lenguaje (Le Guern 1980: 91).
Al
estudiar la economía lingüística, aludíamos a la fuerza apelativa de la
metonimia en los titulares del discurso periodístico. Además de presentar la
realidad de un determinado modo, con lo cual su uso puede responder a una
intención persuasiva, constituyen un reclamo por el extrañamiento que provoca
el uso metonímico. A continuación, recogemos algunos titulares para observar la
función retórica de la metonimia, refiriéndonos especialmente a la función
argumentativa.
Un uso metonímico corriente en la titulación
periodística es el del nombre de una ciudad por sus habitantes o por su gobernante.
Para Lecolle, este tipo de metonimia puede tener el mismo índice de
manifestación discursiva que el de la personificación de dicha ciudad y, en
algunos casos, puede ser ambigua la interpretación. Para la identificación de
la metonimia, propone examinar su propiedad de indeterminación referencial, que
los periodistas usan intencionadamente porque afecta a aquello de lo que se
está hablando (mientras, la personificación incide sobre la predicación) (2002: 98).
Claramente, tenemos una metonimia sinecdótica en el titular: Washington
admite que mató a 33 civiles en un ataque en Afganistán (elmundo..es, 28/10/ 2008), pero sería ambiguo este otro: España
no admite que un agente induzca a violar la ley (ELPAÍS.com, 15/06/2007),
para cuya interpretación tenemos que acudir al cuerpo de la noticia. Cuando
leemos la noticia, descubrimos que el titular resume unas palabras del juez del
Olmo acerca de la jurisprudencia española en materia de actuaciones policiales,
con lo cual estamos, de nuevo, ante una metonimia sinecdótica y no ante una
personificación. Se tiene así un titular contundente, en el que, en efecto, hay
una indeterminación referencial, cuya apelación al receptor se fundamenta en el
desplazamiento del referente subyacente a favor de una imagen global de España. Esta voluntaria indeterminación en la presentación
de los datos, imprime en el enunciado valores semánticos connotativos[11] que orientan la
argumentación del discurso.
Lo mismo ocurre en un enunciado como el que
sigue: El Gobierno Obama suscribe la declaración de la ONU para despenalizar
la homosexualidad que Bush rechazó (ABC.es, 19/03/2009). En este caso, un
nombre propio asume las funciones de selector, de determinante del determinado Gobierno.
¿Se refiere Gobierno Obama al equipo del nuevo presidente de los EE.UU?
En tal caso, ¿por qué aparece Bush y no Gobierno Bush, en la
contraposición que se establece en el titular? También puede emplearse Gobierno
Obama por Gobierno de los EE.UU., pero el uso de Obama como
selector nos inclina a representarnos un Gobierno con las cualidades que se
atribuyen a la personalidad política del nuevo presidente estadounidense.
Con
la equivocidad en la asignación referencial, mediante estas representaciones de
tipo sinecdótico se tiene la activación de valores connotativos en el
enunciado, de informaciones relativas al referente subyacente, que pertenece al
universo cognitivo del hablante. No obstante, la indeterminación referencial
por la metonimia, como ha visto Ruiz de Mendoza, también puede estar motivada
porque la identificación del referente es irrelevante para el propósito
comunicativo, como ocurre en un enunciado como: La Casa Blanca quiere evitar otro escándalo (1999: 110).
Como ha señalado Kerbrat-Orecchioni, los
valores connotativos, en tanto que valores semánticos vagos, no se actualizan
más que si la denotación lo permite. Si corresponden al referente del discurso,
su actualización estará subordinada a la de los contenidos denotativos, y si no
tienen pertinencia referencial, sus informaciones se actualizan porque aluden a
algo distinto del referente (como el locutor, la situación de comunicación, el
tipo de discurso, etc.) (1977: 17). La activación de valores connotativos por la
metonimia puede ponerse, como hemos visto, en relación con su función
argumentativa, pero además estos valores connotativos se actualizan según la
pertinencia denotativa del referente en el discurso, lo que significa que la
metonimia es un procedimiento privilegiado para la argumentación, por cuanto
realiza una denotación no estándar.
Como
se sabe, la selección léxica contribuye a la modelación argumentativa de un
discurso. Para que una figura retórica tenga un efecto persuasivo, provocando
la adhesión del oyente, tiene que pasar desapercibida, esto es, no captarse un
uso desviado, porque, de lo contrario, se convierte en figura de estilo. El uso
metonímico, tan natural que pasa desapercibido, es, en este sentido,
especialmente rentable.
4. Conclusiones
La
economía formal en el nivel discursivo se ha visto, en algunos estudios, como
una función de la metonimia, pero es preciso subrayar que la reducción
significante es un efecto de la metonimia y no una causa. La economía
lingüística es un principio instrumental que opera, junto con el principio de
relevancia comunicativa, en la actualización de la metonimia y las funciones
pragmáticas del tropo tienen que verse con relación a la síntesis denotativa
que realiza y no con relación al factor económico. Hemos considerado la
catacresis de metonimia como una solución léxica económica frente a otros
recursos lingüísticos, como la perífrasis, destacando que la frecuencia de
estas catacresis, principalmente de la metonimia sinecdótica, se debe a su
eficacia comunicativa, por cuanto categoriza relaciones dadas en la realidad
extralingüística sobre las que el hablante tiene experiencia y que asimila
fácilmente a su lexicón mental. Nos
hemos referido, además, a ciertas metonimias ‘referenciales’, que llamamos metonimias
situacionales, en las que no se plantea una lexicalización, puesto que son
soluciones referenciales contextuales, del tipo el sándwich de jamón por
el cliente que ha pedido un sándwich de jamón en un restaurante.
Si
atendemos a los elementos y principios pragmáticos que intervienen en el
intercambio comunicativo, la tipología de funciones de la metonimia en la
comunicación es, necesariamente, abierta. Dicho de otro modo, hacer un estudio de funciones de la metonimia
en cada situación comunicativa nos aboca a un estudio de casos indefinido. Por
esta razón, en nuestra opinión, suelen considerarse los tropos referidos a las
funciones comunicativas, principalmente, a la función retórica del lenguaje. No obstante,
puede acometerse una clasificación de las funciones de la metonimia en la
perspectiva pragmática atendiendo a su particularidad como tropo, esto es, a
sus efectos denotativos, por cuanto realiza una denotación no estándar. Esto es
lo que hace Bonhomme, quien distingue cuatro funciones pragmáticas de acuerdo a
la precisión denotativa: función individualizadora, función diegética, función
osmótica y función deceptiva. A nuestro parecer, el mérito de su clasificación
consiste en que supone un agrupamiento de los múltiples efectos ilocutivos del
tropo que, de otra manera, serían inabarcables. Además, su criterio de
precisión denotativa es coherente con la idea de focalización que asumen otros lingüistas,
entre ellos Henry y Le Guern, cuando analizan las funciones comunicativas de la
metonimia en la perspectiva funcionalista. En particular, estas funciones pueden
integrarse en el análisis de la función retórica de la metonimia para la determinación
de sus efectos argumentativos.
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[1] Véanse nuestros estudios: Creación lingüística: la renovación del léxico del
español actual por la metonimia. Tesis
Doctoral en Red TDR, 2006; “Metonimia:
sintagmática y contigüidad referencial”,
en Actas del VII Congreso de Lingüística General. Barcelona,
2006, pp. 1-12 (publicación en CD-ROM); “Referencia
y estructura lingüística: renovación de la definición de metonimia”. Praxis.
Revista de Psicología y Ciencias Humanas, Año 8, Nº 9, 2006, pp. 169-181.
[2] “
[3] De hecho, hasta tal extremo ha
llegado la individualización en un Rioja, que se juega en la actual
publicidad de la denominación de origen de este vino con lo que sería su
metonimia inversa: “Rioja, la tierra con nombre de vino” (véase
http://www.latierraconnombredevino.com/).
[5] En el Diccionario del español
actual (1999) de Manuel Seco et alii, se registran estas
acepciones:
alternativa I adj 3 [Cosa] que se puede toma o adoptar en el caso de desecharse
otra determinada, esp. la habitual.
II f 8 Solución que se puede adoptar en
el caso de desechar otra u otras
[6] Quintiliano: “Tanto más necesaria es la catacresis, que con razón llamamos
nosotros abuso; el tropo, que a cosas
que no tienen denominación propia, les acomoda el nombre que está más cercano a
lo que se quiere decir” ; “hay abuso
–catacresis- cuando falta el nombre, y metáfora
donde hubo otro” (1999: 257).
[7] Kleiber ha reformulado su principio de
metonimia integrada¸ cuyo enunciado es: « Certaines
caractéristiques de certaines parties peuvent caractériser le tout »
(1999: 143), en otro principio pragmático, el principio de integración meronímica o principio de meronomización, que formula como sigue: “Le rapport de contiguïté entre deux entités
X et Y peut être dans certaines situations transformé en rapport de partie
(X)-tout (Y)” (1999: 147). El primero, aunque explicaría casos como Paul is tanned, no explicaría, en cambio, otros usos como I am parked out back,
clásico ejemplo de Numberg (1995: 111) de transferencia de predicado que Kleiber invalida para ver operar
este principio de meronomización.
[8] Con relación a un uso como el de mirar
por encima del hombro, como muestra de desprecio, señalan Luque Durán y
Manjón Pozas la dificultad de separar lo ontológico de lo cultural en estos
fraseologismos.
[9] Señala Albaladejo que la motivación del ornatus,
que define como “cualidad de la elocutio
que consiste en el embellecimiento del texto retórico en su manifestación
textual lineal”, es atraer la atención del receptor sobre el discurso por su
elaboración artística (1991: 128).
[10] “Es, pues, el tropo un modo de hablar, que se traslada
de su significación natural y originaria a otro significado para servir al
ornato del discurso o bien, como lo define la mayoría de los gramáticos, una expresión que, desde el lugar, en que
ella tiene validez propia, se traslada a otro en que no es propia” (1999: 277).
[11] Para Kerbrat-Orecchioni (1977: 18), puede hablarse
de connotación cuando se constata la aparición de valores semánticos con un
estatuto especial, dado por:
a)
su naturaleza
específica (las informaciones que suministran son relativas a algo distinto que
el referente del discurso);
b)
su modalidad
específica: son valores sugeridos más que aseverados y secundarios por relación
a los contenidos denotativos a los que están subordinados.
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