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ÁNGEL GONZÁLEZ: UN AÑO SIN PULSO Y SIN
ALIENTO
10.01.2009
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JOSÉ S.
CARRASCO MOLINA
http://www.laverdad.es/murcia/prensa/20090110/opinion/angel-gonzalez-pulso-aliento-20090110.html
El doce de enero de 2008 fue un día triste para las letras españolas,
pues murió en Madrid el poeta asturiano Ángel
González. Desde ese día se le puede aplicar el primer verso de
uno de sus mejores poemas amorosos, donde expresa su estado de vacío por la
ausencia de la amada:
Me he quedado sin pulso y sin aliento
Enmarcado en la generación de los 50, junto con Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o Francisco Brines, su obra es
intensa, aunque no demasiado extensa. Se encuentra reunida en un volumen que él
quiso titular Palabra sobre palabra, aunque hace unos meses,
póstumamente, se han publicado unos cuantos poemas breves reunidos bajo el
título de Nada grave.
La obra de Ángel González no está escrita para una minoría selecta y
reducida; antes al contrario, él quiere huir de esa consideración de poeta como
un ser que pertenece a una realidad superior y confiesa que prefiere, en lugar
de «inspiración, hablar de «ocurrencia», una palabra que «además de ser
inofensiva, es desacralizadora, desmitificadora, deja el quehacer poético
dentro de los límites naturales del hombre».
Y es que la finalidad de Ángel González con su poesía es llegar al
hombre, reflejando sus inquietudes y problemas, pues él descubre a través de
los versos su estado de hombre desesperanzado más que desesperado, que no cree
en nada, pero que a pesar de todo quiere exprimir la vida, sacarle todo su jugo
a través del goce del amor, de la amistad, de la poesía.
Toda su obra está contaminada por su devenir vital, marcado desde
niño por un sentimiento de fracaso y derrota, provocado en gran parte por los
avatares de la guerra.
Nacido en 1925 en el seno de una familia numerosa, en muy pocos años se
queda en su casa solo con su madre, María
Muñiz, y su hermana, pues su padre muere cuando él tenía 18
meses, su hermano mayor es fusilado a poco de comenzar la guerra, su otro
hermano tuvo que exiliarse y, para aumentar esa sensación de desvalimiento, su
hermana, maestra, fue represaliada y no pudo ejercer durante algún tiempo.
Ese sentimiento de amargura ante la sociedad, ante el mundo y ante la
vida, se trasluce ya en el título de su primer libro, Áspero Mundo (1956) y en
su primer poema en el que se define como «el éxito de todos los fracasos» o en
su poema Cumpleaños en el que se ve a sí mismo como «burdo / jirón de
mí, deshilachado / y roto por los puños».
A pesar de esos sentimientos de derrota, su poesía no nos deja un sabor
amargo, pues lleva la envoltura de la ironía, un arma que, según él, es «una
manifestación de pudor que me permite tratar determinados asuntos dolorosos sin
dramatizarlos, distanciarme de ellos».
El poeta asturiano se remira y, como indica el título de su obra
completa, construye sus poemas palabra sobre palabra, procurando que, una vez seleccionada
y escogida dentro del caudal léxico del español, se coloque en el lugar justo,
en el verso preciso. En uno de sus poemas se define como «espía de palabras»,
pues investiga y sabe sacar el máximo jugo a las palabras, sin olvidar su
afición al juego de palabras, a los dobles sentidos, a la deformación irónica
de refranes, canciones o frases hechas. Un ejemplo viene a ser este juego con
el conocido refrán:
Deja para mañana lo que podrías haber hecho hoy
(y comenzaste ayer sin saber cómo)
En otras ocasiones esas travesuras tienen como base frases o episodios
de carácter religioso, siempre con la intención de desmitificar o, a veces,
ridiculizar, pues uno de los rasgos de la personalidad del poeta es su
increencia. En estos versos retuerce jocosamente una de las bienaventuranzas
evangélicas:
Malaventurados los que aman
porque de ellos será el reino de los celos.
Junto a esa ironía y la búsqueda incesante de la palabra justa, su obra
también se caracteriza por su conciencia crítica de la realidad que lo
circunda, por su resignación, su temporalismo, su tono en ocasiones narrativo y
por otros rasgos que la configuran como una obra que merece ser conocida y
reconocida aún más de lo que lo es actualmente.
Es una poesía para ser saboreada con fruición no sólo por los
especialistas, sino por cualquier alma sensible que, sin duda, no quedará
indiferente ante versos como:
Inesperadas ráfagas de lluvia
lavaban los colores de la tarde
El mar mordía los acantilados
con sus dientes de espuma verde y blanca.
Sale la luna y sigue siendo el día.
La luz que era de oro ahora es de plata.
Ojalá que este primer aniversario de su muerte sea una buena excusa para
que los que no la conozcan se acerquen a la obra del poeta asturiano y los que
la conocemos la difundamos y profundicemos en ella, porque seguramente
sentiremos lo que Saramago
confiesa tras la muerte de Ángel González:
«Ha sido un poeta al que yo leía con mucha frecuencia porque en muchos
casos sentía que me quitaba las telarañas de los ojos».
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