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UN CAPÍTULO DE
LEXICOLOGÍA GASTRONÓMICA. PRECISIONES DIATÓPICAS
SOBRE LAS VOCES ALFAJOR
/ ALAJÚ
Francisco Gómez Ortín
(Universidad de
Murcia)
ABSTRACT
The
author’s focus has been put on actualizing or completing Alvar’s old articule
about the twin arabic words alajú /alfajor, still alive in
Tomo pie de un exhaustivo
trabajo de Manuel Alvar López sobre
geografía lingüística de los dobletes
alajú y alfajor (1) Mi modesto propósito se endereza a puntualizar ciertas oscuridades, de las que
adolece el artículo, no debidas al autor, sino a la información confusa o averiada, que en algún caso le fue remitida.
Ya en el siglo
XIV se constata la presencia de esta
pareja de vocablos (2), admitidos luego
como sinónimos en los grandes Diccionarios españoles, desde Covarrubias (3) y
Autoridades (4) hasta los modernos DHLE (5), DRAE (6) y DEA (7).
Ante todo, Alvar,
en su meticuloso artículo con mapa propio incluído, clarifica un texto ambiguo
de Mateo Alemán (Guzmán de Alfarache),
demostrando que alajú es castellanismo frente a alfajor, que sería andalucismo.
Hoy en día persisten tanto el doble vocablo como su referente, el dulce
tradicional, ambos de origen árabe. También queda asaz manifiesto que la forma
alajú es absolutamente desconocida en América, siendo la forma alfajor la única que pasó allá, donde echaría raíces
hasta el presente.
Con todo, choca
sobremanera la afirmación de Alvar: “En Canarias no encuentro ni alajú ni
alfajor”, frente al hecho de ser las islas puente obligado para las Indias.
Claro, que entre la amplísima bibliografía manejada no se halla el artículo, que
documenta la vigencia del término en Canarias (8). Cuesta creer que al
escrupuloso Alvar se le pasara esto, ni menos que no lo indagara el Atlas Lingüístico
de Canarias, que él dirigió. Pero, ahí
está, palmario, el Tesoro lexicográfico
del español de Canarias (1992), de Corrales, Corbella y Álvarez, donde el
vocablo alfajor tiene amplia cabida.
ALBACETE
Alvar afirma
tajante que sus materiales sobre el uso de alajú en muchos pueblos de Albacete,
entre ellos Munera, resultan negativos. Obra, sin embargo, en mi poder un
documento concretamente referido a
Munera, que prueba la extensión diacrónica de alajú: “
Respecto al uso
de alajú en Albacete, brindo otro pasaje del Marqués de Molins, Mariano Roca de
Togores, académico de la Lengua y natural de Albacete (1812-1887): “En la primavera
está el Carnaval con sus confites, San José reclama los buñuelos, huevos
hilados como enmarañado bosque, huevos rollados que confortan con su clavillo y
almendra picada, huevos moles en anchas fuentes con caprichosos arabescos de
canela y castillos de alajú y cimborrios y templetes de caramelo” (9)
Cabe colegir de
tales datos que alajú, en el pasado, tuvo mayor difusión en Albacete.
ALICANTE
A su vez, afirma Alvar
que “los alfajores se desconocen por tierras de Alicante”, en lo que acierta
plenamente, pese al lugar de Azorín, que
aduzco: “Esas deleznables mantecadas, esos retesados alfajores, esos
sequillos, esos mazapanes, esos pestiños, esos arropes” (Antonio Azorín. Barcelona, Bruguera, 1967, 117). Concedamos, en
efecto, que los alfajores no se hacen en la alicantina Petrel, a la que parece referirse
Azorín. Más bien éste los conocería por libros o por sus viajes por tierras
españolas, Andalucía en concreto, según esta cita: “Él (Francisco Delicado)
enumera complacido estos dulces, tan andaluces, tan sabrosos, que sólo podemos
comer en Osuna, en Cabra, en Lucena, en Jerez o en Utrera: los pestiños, las
rosquillas de alfajor, los tostones de cañamones y de ajonjolí.” (España. Madrid, Espasa-Calpe, 1972, 26).
El termino
alfajor es totalmente desconocido en Orihuela y Vega Baja, y por lo mismo,
falta en los Vocabularios de Orihuela (10), Torrevieja (11), Callosa (12) y
Almoradí (13). Casualmente, el HOrih menciona la palabra alfajor en “curruco.
‘especie de alfajor o turrón’, voz desconocida en Orihuela y copiada literalmente de Gª Soriano, Suplemento (14): “curruco. especie de alajú, alfajor o
turrón”. La comarca de Orihuela, aunque pertenece actualmente a la provincia de
Alicante, es territorio del dominio dialectal murciano. Dígase otro tanto de Villena (Alicante).
REGIÓN DE MURCIA
Analicemos los
datos que poseemos sobre los dos términos en el dominio murciano.
- En Murcia, el primer asiento lexicográfico
sobre los dobletes alajú y alfajor lo hizo mi VNOMu (15). Faltan en VDMu (16) y
VSMu (17), pero no en el moderno VHMu (18), que, a modo de Tesoro, recopila
todo el material lexicográfico anterior, y por ello recoge el alajú y alfajor
de mi VNOMu. Tampoco lo traen LJu (19), DYe (20), HVill (21), ni HHe (22). Desconocido
absolutamente en
- CARTAGENA. Ignorado
en Cartagena, falta en los tres
Vocabularios sobre su Habla (HCarC (23), DIcue (24) y HCarM (25)). – Sin embargo, en éste
último se escribe: “Rondallas de trovos en la Nochebuena se hacían: los
troveros se referían a la matanza reciente, a los morcones, a las morcillicas,
a los alfajores con anís” (p. 319). Pero, falta alfajor en el Indice final de
palabras.
- JUMILLA. José
María Lozano Pérez, canónigo de Murcia, recuerda que el alfajor lo hacía su
abuela, pero que hoy se ha perdido y ya no se hace en las casas.
- LORCA. El ParMu
(26) recoge sólo la forma rural debilitada: “afajor [alfajor]. Durce e Pascua e
almendricas, meli, matalahuva, güevos y otras munchas cosas mais.// “¡Qué
güenos eran los alfajores e mi maere¡”. Pero, en el ejemplo, pone alfajores inconscientemente, no
afajores. Afajor por pérdida de l
implosiva, como apargate. Pero, HLor (27)
no recoge ni afajor ni alfajor, aunque en
efecto sigan vivas actualmente.
- CARAVACA. José
Antonio Melgares Guerrero: “De 1778 es la noticia, procedente del testamento de
Juana Lozano Sánchez, en el que deja a su criada “unos yerros para hacer las
obleas del alfajor”. De estos hierros también da cuenta un inventario, de la
misma época, del convento de las monjas claras, lo que delata la producción de
obleas, quizás ya de esas obleas que exhiben en su blanca y redonda superficie
la Cruz de Caravaca” (“La Navidad en
Caravaca durante el siglo XVIII”, en Noroeste,
periódico quincenal, 22-12-2001 al 12-1-2002, p. 34).
- José Antonio
Melgares Guerrero: “Las calderas de cobre volvían a remover en su interior
miel, avellana redonda, almendra y esencia de bergamoto, ingredientes
indispensables del alfajor, al que luego se dotaba (y aún hoy) de blancas
obleas que exhibían en su centro la imagen de la Santísima Cruz” (“La Navidad a principios de siglo”, en La Verdad, de Murcia, 27-12-1987,
citando el semanario local El Siglo Nuevo,
de 1902).
- Cecilia Juárez:
“Caravaca. Alfajores: una artesanía navideña que aún pervive. La familia de El
Florete, Salvador García Sandoval, los fabrica a brazo desde hace varias
generaciones. Salvador nos empieza explicando que toda esta tradición les viene
ya de sus abuelos, cuando cogían una burra y posteriormente un carro y se
desplazaban desde Caravaca a todos los alrededores,
CEHEGÍN -El
Chancleta, seud.: “Salimos de Caravaca / y no es exageración, / empaquetados lo
mismo / que los cestos de carbón; / Me río de las sardinas / de cuba; del
alfajor,/ y de las prensas hidráulicas / y de las que no lo son” (“Toros en Cehegín”, en
- “De 17 cajas de
turron de casa i 21 de alfaxor...
- Mª Adela Díaz
Párraga: cita el alfajor de
MULA.- Juan
González Castaño, historiador muleño, confirma que se ha perdido casi el hacer
alfajol (alfajoles), con obleas, pero que todavía puede ser que se hagan en el campo
o huerta de Mula (informe, mayo 1989). Fernando Monreal (n. de Puebla de Mula,
65 años) cuenta que en
BULLAS - En
Bullas: receta del alfajor casero: Se pone la miel a hervir, se quita tres
veces la espuma que echa. Después se mezcla con almendra molida y pan tostado
rallado. Se añade raspadura de limón y naranja y canela. La masa repretada o
aplastada se pone entre dos obleas, hecho en navidad de 1986 por Concha,
sobrina del P. Fermín.
CARAVACA-ARCHIVEL
- En Archivel, se llama alfajor, según
encuesta hecha por mí, 7-8 diciembre 1986. Receta del alfajor casero: miel
cocida, almendra y nueces molidas, anís, rosquillas molidas, canela, raspaduras
de limón y espíritu de bergamoto de farmacia, dos gotas. Se pone en obleas de
molde.
- CALASPARRA.
Informe por teléfono de la dueña de Horno Matallana (1986). Receta casera de
alfajor o alfanjor: Se cuecen en el horno unos roscos o palillos de harina,
después se muelen, y con almendra molida se pone con miel a cocer, y cuando
está en su punto se le pone canela, anís y raspadura de limón. No se conoce el
nombre de alajú.
MORATALLA.
Vamos a
consagrarle minuciosa atención al caso de MORATALLA, y a su hijuela Férez
(Albacete), localidad cercana a aquélla.
Estampamos aquí
el prolijo texto de Alvar sobre el particular, que examinaremos detenidamente:
“Tengo muchísimos materiales de la Mancha albaceteña, de Alicante y de Murcia:
nadie conoce el alajú, mientras que los alfajores se comen en algunas comarcas
murcianas (Lorca, Aguilas, Cehegín, Bullas, Caravaca, Moratalla), mientras se
desconocen por tierras de Alicante, y es paupérrima la presencia albaceteña,
según expondré. Incluso la documentación afirmativa a la que he aludido, con
frecuencia, procede de elaboraciones industriales; de ahí que lo crean sinónimo
de los polvorones.
Debo hacer un
inciso sobre la provincia de Albacete; mis muchos materiales de Chinchilla,
Pozo-Cañada, Tarazona de la Mancha, San Pedro, La Gineta, Munera, Mahora, Yeste
y Corral Rubios fueron siempre negativos. Las profesoras Encarnación García de
León y Emilia Sánchez Nieves, miembros de la Sociedad Filológica de Albacete,
confirmaron estos informes y aún me añadieron otros: en Las Eras, pueblo de la
Manchuela (comarca de Casas Ibáñez), alajú “era una pasta que traían de fuera”.
Tampoco se encuentra el término en un estudio, inédito, de Rafael Palacios,
titulado Caracterización del habla de la
Sierra de Segura. Tan larga exposición era necesaria porque en un libro de
Carmina Useros, La Cocina de Albacete
(Albacete, 1987, 475) el alajú aparece como dulce de Férez (partido judicial de
Yeste), y, aunque se da la fórmula para su elaboración, no creo que tales
rosquillas sean tradicionales. Férez está junto a la zona murciana y muy cerca
de los pueblos andaluces de alfajor, por lo que no es creíble su carácter
arraigado. (Las encuestas que hicimos en Férez para el Atlas de España no nos
dieron alajú como dulce local). Por otra parte, los informes de las profesoras
García de León y Sánchez Nieves acreditan que alfajor tampoco es muy conocido
en la provincia de Albacete: sólo una alumna de Yeste, en la Sierra de Segura
albaceteña, sabía que alfajor era “mezcla de pan rallado sobre oblea” y en
Socovos (pueblo que está pegado a Férez), Rafael Palacios encontró, como era de
esperar, alfajor. Así, pues, creo que es válido
el alfajor de pan que, propio de Yeste, recogió Carmina Useros en el
libro aducido, pero no su alajú que será
–igual que sabemos de otros sitios y de otras recetas culinarias- una fórmula
doméstica importada, pero en modo alguno patrimonial, pues va contra todo lo
que nos enseña la geografía lingüística de la voz” (28).
Punto primero. Efectivamente,
en Moratalla se conoce, se come y se vende el alfajor a causa de la cercanía de
Caravaca y Calasparra, donde se confecciona tal dulce navideño. Aparte de la
información directa que tengo, véase esta antigua cita: “Turrones, dulces,
licor,/ colavis (por piscolabis), y hasta alfajor,/ cuanto el buen gusto
pretende,/ todo estos días se vende/ al por mayor y menor” (Altotas, seud.: Programa de Fiestas de Moratalla, 1885,
p. 13). En las Fiestas, como antaño, los vendedores de los pueblos cercanos, también hogaño siguen
montando sus puestos, donde ofrecen de
todo.
Punto segundo: La
afirmación “nadie conoce el alajú”, relativa a Moratalla, sería exactamente la
contraria, todos conocen allí el alajú, dulce navideño que contiene los mismos
ingredientes que el alfajor, aunque a veces varíe la forma de presentar el producto. La
cohesión de los distintos componentes se debe exclusivamente a la miel, no a la manteca, que nunca llevan ni el alajú ni
el alfajor murciano, a diferencia del
alfajor industrial andaluz, que sí la lleva. Mi VNOMu documentaba alajú con esta
cita: “En torno a la hoguera se canta, se baila, se come, se sacan los primeros
rollos, el primer alajú” (José Jesús Sánchez Martínez, corresponsal de
Moratalla: “Cuando
Punto tercero. Aquí
radica el quid de la cuestión. Alvar
recabó información sobre el uso de alfajor y alajú en Murcia al profesor de
Punto cuarto. A
tenor de estos datos, el principio de geografía lingüística al que apela Alvar puede
volverse contra su tesis en el caso del alajú en Férez, pues al existir alajú
en Moratalla, ya no sería tan difícil que se hubiera propagado al vecino y
pequeño Férez. Aunque en Socovos sólo existe el alfajor, en Férez se habla sólo
de alajú, según información directa, en 1988, del entonces Concejal de Cultura y
folclorista. Lo cual no tendría por qué extrañar, habida cuenta de que pueblos (como
Caravaca y Cehegín, distantes entre sí unos 6 kms.), usan a veces vocablos privativos distintos. Permítanme
un ejemplo en el paralelo campo folclórico. ¿Cómo se explica que los tambores
de Tobarra, Hellín, Moratalla y Mula, procedentes de pobladores de Calanda o
Puebla de Híjar, se salten lugares intermedios o próximos como Caravaca,
Cehegín, Bullas, Calasparra? Las migraciones de repobladores, desde el siglo
XIII hasta la expulsión de los moriscos, fueron irregulares y aleatorias. En
cuanto al léxico, puedo presentar el caso increíble (pero rigurosamente
documentado por mí), del término chepa ‘orujo de la oliva’, voz viva en
Tabernas y Níjar, pero discordante en el entorno, rodeada de los términos piñuelo,
sipia y orujo. Contra toda lógica
geolingüística, el vocablo arraigó en aquella población, llevado, a
final del siglo XVI, por la influyente familia repobladora Góngora desde
Moratalla, donde el término chepa ‘orujo
de la oliva’ sigue siendo el término usual hoy en día (29). En conclusión: Las levas
de repobladores causaron profundas alteraciones en el mapa lingüístico del
mediodía español, hasta el punto de fallar a veces las reglas de la geografía
lingüística, dándose excepciones inexplicables.
Abrigo serias
dudas de que el alfajor murciano provenga de Andalucía, lo que Alvar da por sentado
“parece obedecer a expansión andaluza”, “la penetración de alfajor desde
Andalucía en el occidente de Murcia”. El
lugar propio del alfajor andaluz parece ser
Su presencia en tierras
murcianas es bastante más amplia de lo que creía Alvar, y así se encuentra
también en Calasparra, e incluso Cieza y Mula (con
En cuanto a Granada y Jaén, el ALEA recoge
alfajor solamente en ambas capitales. Hallo también alfajor en pueblos de
Granada, colindantes con Murcia, como Huéscar, según información directa del
sacerdote Andrés Gea, nativo de la ciudad (1992), y asimismo Puebla de Don
Fadrique: “Como última fiesta del año,
Lógica conclusión
de todo lo que antecede es que no fue Andalucía la que introdujo en Murcia el
alfajor, sino que sería, al revés, Murcia la que llevó el alfajor a la zona
andaluza de influencia murciana (Almería, Granada).
ANDALUCÍA:
Amén de todos los
datos, que acabo de mencionar, referentes a Andalucía, he podido allegar los siguientes:
Sobre alajú
- Nebrija, en su
Vocabulario español-latino, registra alajú y alfajor a la par.
- Serafín
Estébanez Calderón, malagueño: “Al lado de los dulces laboriosamente
confeccionados se encuentra el acitrón, el alajú, los turrones y otros mil
azúcares todavía de raza mora” (Escenas
andaluzas. Madrid, Cátedra, 1985, p. 119). “La alcorza, el alajú y el
alfajor, entre pañizuelos blancos y en canastillos muy lindos, provocaban mucho
el gusto por su golosa apariencia, que cautivaba los ojos al dejarse ver entre
hostias blanquísimas de masa, tomando varia figura, como sierpes, ruedas
espirales y otros caprichos, objetos y baratijas” (O., c., p. 305).
Si añadimos a
esto que también el Dr. Thebussem, cuyo testimonio ponemos más adelante, usa
indistintamente alajú y alfajor, podemos deducir de esto que alajú, al menos en
el pasado, debió de estar mucho más extendido por Andalucía, si bien más tarde
prevalecería alfajor. Respecto a esta pareja de términos, téngase en cuenta la
opinión de un autorizado arabista, según el cual “en un principio no fueron
sinónimos, aunque luego se produjera la fácil confusión fonética y semántica”
(36)
Sobre alfajor, en
cambio, son abundantes los textos acumulados:
- M. Alvar:
“Pedro de Alcalá emplea andalucismos como ajonjolí (por alegría o sésamo),
alfaxor (por alajú), almoradux (por mejorana), alpechín (por morga), atarfe
(por taray), matalahuva (por anís), tamariz (por tamarisco)” (“Pedro de Alcalá, reelaborado”, recensión
en Blanco y Negro, del libro El Vocabulario de Pedro de Alcalá, de
Elena Pezzi. Almería, Edit. Cajal. noviembre 1969).
- R. Fernández de
Santaella, andaluz: “Pigmentum. Una confection de vino y miel y otras diversas
especias suaves y olorosas, como canela y clavos, que en vulgar llaman clarea,
o si es menos perfecto llamanlo alfaxor, que es nombre morisco” (Vocabularium
Ecclesiasticum. Methinae del Campo. Apud Guillermum de Milis, 1551 (1ª ed.
1499).
- ALEA. La voz
alfajor no aparece en ningún mapa del ALEA. Esa será, sin duda, la razón por la
que Garulo no mencione ese vocablo en su
obra (37). Pero, sí se encuentra alfajor en informaciones complementarias del
mismo Atlas. En la lámina 752, “Dulces caseros. Resumen estadístico”
encontramos “alfajores” en 9 puntos (H 402; Se 500, 503; Ca 102; J 308, 500; Gr
309; Al 201, 205), y la variante “alfajones” en 2 puntos (Se 603 y Ma 503).
Total, 11 puntos de los 230. Asimismo, en la siguiente lámina 753, “Dulces
típicos”, sólo se cita un punto: “Se 603, alfajores (se hacen con miel)”. Contrasta
esta mínima difusión del término alfajor por el territorio andaluz con el mapa
que el mismo Alvar ha compuesto a su antojo en el artículo que comentamos, mapa
que cubre enteramente el área regional, excepto una franja diminuta al norte de
Córdoba y una zona septentrional de
Jaén.
- En cambio,
VAnd. curiosamente no registra alfajor, pero sí alfajorero (en el Apéndice):
“Que hace o vende alfajor”, vocablo que, como derivado, presupone obviamente la
existencia del término primitivo
alfajor.
- J. M. Becerra Hiraldo: “alfahoh. pasta de
almendras, nueces y, a veces, piñones, pan rallado y tostado, canela y miel
bien cocida” (“Léxico de la cocina y
repostería granadina”, en Lenguas
especiales de Andalucía. Repertorios léxicos. Universidad de Granada, 1992,
140); “alfajolillo. alfajor casero (Jaén capital); los hay de dos tipos, según
entren en los ingredientes miel o azúcar” (“Cocina
y repostería en Jaén”, 143).
- Por lo que
atañe a Granada y Jaén, además de lo expresado anteriormente, agrego que el
hecho de haberse recogido alfajor solamente en las respectivas capitales
suscita gran perplejidad y casi invalida el testimonio, pues sabida es la
compleja movilidad de las gentes de las
capitales, cuya variada procedencia habría que examinar caso por caso.
- Juan Valera,
cordobés: “Mil chucherías, como, por ejemplo, un pipotillo con aguardiente de
doble anís, de orejones secos y de alfajores y piñonate” (Doña Luz. Madrid, Novelas y Cuentos, 1944, p. 6, col. 1ª).
- Fernán
Caballero, gaditano-sevillana: “Cuidando Marcela de las flores, tortas y
alfajores que llevaba de regalo” (La
familia de Alvareda. Salamanca, Anaya, 1971, p. 79, final del cap. 5, parte
1ª). La 1ª ed. de 1849 (escrita en 1829).
- Antonio Burgos,
gaditano: “Mi tierra habla un español tan rico que en sus raíces lleva la
cooficialidad del árabe. Usted sabe que a la hucha le digo alcancía, alhucema
al espliego...alfajor a la rosquilla...y almazara al molino. ¡A los andaluces
nos van a venir con oficialidades de la cooficialidad del árabe! Llegan ustedes
lo menos cinco siglos tarde. Eso ya lo hizo Elio Antonio de Nebrija, sin tanto
cuento del alfajor” (“Bájame la jaula,
Jaime (Campmany)”, en ABC, 7-11-2004).
- A título de curiosidad, consignemos que en Santiago de
- RECETAS DE
ALFAJOR: “Alfajor de Cacahuete: Es alfajor industrial, apenas conserva la forma
cilíndrica del alfajor casero de Lorca. Ingredientes: Harina de trigo, grasa
animal, azúcar, canela, cacahuete, cacao en polvo, aromas y antioxidantes”
(Confitería San Antonio, Estepa, Sevilla).
- “Alfajor.
Receta clásica. Ingredientes: Harina candeal, grasa animal, azúcar, almendras,
miel, canela, clavo, antioxidantes” (Estepa, Sevilla).
- “Alfajor.
Ingredientes: Almendra, azúcar, crema de batata, miel y canela” (La Estepeña.
Estepa, Sevilla).
- “Los Alfajores que nosotros fabricamos llevan
aproximadamente un 10% de manteca de cerdo. Esta misma manteca, pero en
cantidades mayores (aproximadamente un 25%), interviene en los Mantecados y
Polvorones. Como Vd. bien dice, también se puede fabricar el Alfajor con los
ingredientes Almendra, harina, azúcar, miel” (Carta de 17 de enero de 1989,
firmada por Manzano Gamito Hnos., en
respuesta a la mía de 13 de enero, preguntando la fórmula de fabricación
del Alfajor. Mantecados “El Santo”.
Fábrica de Mantecados, Polvorones, Alfajores y Roscos de Vino. (Estepa,
Sevilla)).
- A propósito del
asunto que nos ocupa, y especialmente referido a Andalucía, he dado con un
texto largo, pero muy sabroso y erudito,
no citado por Alvar (38). Habida cuenta de su valor, no nos resistimos a insertarlo íntegramente, aun a riesgo de dar en
prolijos:
“RECETARIO PRÁCTICO DE GUISADOS Y DULCES:
Medina Sidonia, año de 1786 (volumen en folio anónimo, manuscrito, 100 h. en
papel hilo, encuadernación en pergamino y cortes dorados). En p. 60: “Alfaxor
de primera calidad.- Para labrar el
alfaxor prepararás lo que voy a decir: Un azumbre de miel blanca. Tres medios
de avellanas y una libra de almendras, todo ello tostado y tronzado. Onza y
media de canela en polvo. Dos onzas de matalahuva, cuatro adarmes de clavo y
otros cuatro de cilantro, todo tostado y molido. Una libra de ajonjolí tostado.
Ocho libras de polvo de moler, sacado de rosquillos de pan sin sal ni levadura,
muy cocidos en el horno. Con media libra de azúcar harás almíbar: luego
agregarás la miel, y cuando esté subida de punto, le echas los avíos, tres
puñados de harina cernida y el polvo de moler. Muévelo para que todo quede bien
mezclado. Háganse los bollos en caliente; báñense en almíbar; cúbranse de
azúcar fina con alguna canela, y empapélense. En cada libra de bollos deben
entrar de ocho a doce para que sean lucidos. La dificultad y el secreto del
alfaxor está en el punto de la miel: para conocerlo dan las recetas muchas
reglas; pero como ninguna es cierta no las apunto, y digo que la práctica es
aquí la maestra, como en todo... Diferénciase el alfajor medinés del de otros
puntos de España en la forma, que de manera tan poderosa influye en el sabor de
los manjares. No son aquí tortas colocadas entre obleas; es un cilindro o
croqueta, de once centímetros de altura por dos de diámetro y cincuenta gramos
de peso, revestida de azúcar y canela, y cubierta con un papel, humilde o
vistoso, que la envuelve en espiral, plegándose con cierta elegancia en los
extremos. Tal es el clásico bollo de alfajor de Medina, conservado en toda la
pureza de su abolengo árabe y hermano carnal del que hoy se fabrica en Mazagan,
Fez y otros puntos de África”.
“Don Enrique de
Guzmán, II duque de Medina Sidonia, pide, en 2 de julio de 1487, al concejo de
dicha población, que envíen al real de Málaga 50 vacas, 50 bueyes, 200 carneros e proveimiento de alajú desa mi cibdad.
Doña Leonor de
Mendoza Ribera, mujer del citado magnate, dice desde Sanlúcar de Barrameda, en
8 de noviembre de 1489, que con motivo del casamiento de su hijo D. Juan con
doña Isabel de Velasco, le manden cuatro toros que sean muy bravos, y dos canastas d’alajú que sea muy bueno.
En abril de 1580
acordó el concejo que se regalasen a Marcio Colona, lugarteniente de su tío
Próspero Colona, y coronel de la coronelía de los 1.500 italianos que se
hallaban en Medina Sidonia, una carga de
alfajores e quarenta ducados para guantes, para que se contentase con los
alojamientos dados a su gente; e diez ducados
e media carga para el mismo efeto al capitán Ascanio Constantin.
Por escritura
otorgada en Medina, 9 febrero 1582, vende Simón de Cote a Sebastián
Sánchez de Cuéllar, vecino de Jerez de la Frontera, una esclava prieta,
nombrada Catalina, de 20 años poco más o menos. Advierte que no se verifica el
contrato como el de bestia en feria o quesos en costal; asegura, por el
contrario, que Catalina no es borracha, ni huidora, ni padece gota coral, ni
mal de corazón ni otra enfermedad, ni está endemoniada, y agrega que es guisandera de habilidad de muchas
cosas, y en especial de fruta de sartén, de huevos mexidos y de alfajor al uso
de acá.
Entre los gastos
hechos por el concejo de Medina en marzo de 1624 para hospedar y agasajar al
rey Felipe IV a su paso por dicha ciudad, se cuentan ocho ducados que se
abonaron a Juana la Espadera por la arqueta de alfajores con papeles dorados e
plateados, que presentó la justicia e rregimiento al licenciado D. Miguel
Cárdenas, alcalde de la jornada real, para que fuesen refacción de S. M. en su
viaje a Tarifa.
El secretario de
D. Fray Thomás del Valle, obispo de Cádiz, manifiesta a los curas y
beneficiados de Medina Sidonia, por medio de atenta carta fecha el 6 de enero
de 1739, la gratitud de su ilustrísimo y reverendísimo señor, por los pavos y
alfajores que le habían regalado en las últimas pascuas de navidad.
El mercado del
verdadero alfajor de Medina, que casi no traspasa los límites de la provincia
de Cádiz, tiene su natural asiento en las tabernas y ventorrillos de dicho
territorio. La difícil circunstancia de que la pasta conserve los grados convenientes
de elasticidad y dureza, es un secreto del arte que hoy radica en casa de las
Trejas, cuyos productos representan entre sus congéneres lo que una caja de
Partagás o una botella de Domecq, vienen a ser comparadas con los cigarros
vulgares de la Habana o con el caldo que se vende al menudeo en las tabernas de
Jerez de la Frontera.
Creo que por rica
y delicada que se juzgue la confitura de que hablamos; por gran duración que
tenga para ser conducida de un punto a otro sin descomponerse ni alterarse en
sus condiciones esenciales, y por mucho que se adorne su envase y parte
exterior, no puede convertirse en ramo importante del comercio. Las pasas de
Málaga, el chocolate de Astorga y el maimón de Zamora, por ejemplo, agradan
desde la primera vez que se saborean; pero el alfajor requiere la costumbre del
paladar, del mismo modo que la necesitan el morteruelo manchego, el vino manzanilla
o el queso de Roquefort”.
Aun cuando no
faltan personas a quienes les agrada el alajú desde la primera vez que lo
prueban, hay otras (el mayor número por cierto) para las cuales ni la mejor
salsa del mundo, que es el hambre, alcanza a dar atractivo al famoso dulce
medinés”.
La moda y el
progreso, refinando el paladar de las gentes, han cambiado ya el hipocrás, el
hidromel y la aloja, con el ponche, el café y el chocolate... La actividad del
comerciante, el anuncio de la imprenta y la prontitud del transporte se
presentan como enemigos invencibles ante los modestos productos culinarios que
habían imperado siglos y siglos en diversos rincones de España. Por dicha
causa, el diacitrón y el alfilete, la melcocha y la piñonata, los cuajados y
los alfeñiques, el arrope y los nuégados, y hasta las mil variedades de la
poética fruta de sartén, tan grata a los ojos como buena al paladar, tienen que
rendirse y humillarse ante la valiente mesnada que forman, con otros adalides,
el célebre turrón de Jijona, el sublime mazapán de Toledo, las famosas cascas
de Valencia, los deliciosos mantecados de Laujar, el rico polvorón de Sevilla y
las inimitables confituras de las nobles comendadoras de Granada. Todavía es
tiempo de inventariar y describir lo que
nos resta de la cocina y repostería de los árabes, y de tributar un recuerdo de
gratitud a los hombres a quienes se debieron en su tiempo los mejores aceites,
carnes, quesos, harinas y aguas potables de Europa, y a quienes España debe
todavía frutas, legumbres y hortalizas superiores y gustosas. Dentro de pocos
años, los opulentos industriales Prast, Roldán y Matías López, y sus delicados
productos cosmopolitas, presentados a la venta con todo el lujo y buen gusto de
refinamiento francés de nuestros días, aniquilarán los restos diversos y
quebrantados de aquellas golosinas moriscas, que fueron el encanto y el deleite
de la mesa de nuestros abuelos.
En resolución, el
alajú se halla herido de muerte y próximo a desaparecer de la repostería
moderna. La única semejanza con el pan de especias francés se reduce a que
ambos son humildes manjares, relegados ya de la mesa fina y distinguida de
estos tiempos. Dr. Thebussem, Huerta de Cigarra (Medina Sidonia), 5 noviembre
de
Apéndice. - Carta
del Sr. D. Adolfo de Castro: “Covarrubias, en su famoso Tesoro de la Lengua
Castellana, dice que alaxú es vocablo corrompido de alaxur o alfaxur, que todos
estos nombres significan una misma cosa y valen, tanto en la lengua arábiga
como en la nuestra, ‘conserva hecha de miel, especias y pan rallado’. Antonio
de Nebrija le da en latín un nombre griego, artomeli, esto es, ‘pan y miel’. El
árabe genuino la llama alhachou, por lo cual la ortografía más exacta etimológica
es alfaxu. Las otras formas de alaxur, alajú, alfaxu, alfaxur y alfajor no
pasan de ser alteraciones del uso. Los árabes argelinos llaman a lo que
nosotros alajú o alfajor al-hachoua”.
Comentemos este interesante
documento.
Primero: El autor
usa indistintamente alajú y alfajor. Ignoramos si tal empleo es un mero
capricho suyo, o refleja el uso normal en Cádiz o al menos en Medina Sidonia
durante el siglo XIX y antes.
Segundo: De los seis
documentos antiguos que aporta, los dos primeros (del siglo XV), traen sólo
alajú, mientras que los otros cuatro (dos del siglo XVI, y sendos del XVII y
XVIII) sólo mencionan alfajor. Se colige de aquí que el término alajú fue
también corriente en Andalucía, si bien después sería definitivamente
desplazado por alfajor.
Tercero: Hay un
dato muy curioso sobre la forma en que se presenta el alfajor en la tierra gaditana. “No son aquí tortas colocadas entre obleas;
es un cilindro o croqueta de 11 cms. de altura por dos de diámetro y 50 gramos
de peso, revestida de azúcar y canela, y cubierta con un papel, humilde o
vistoso, que la envuelve en espiral, plegándose con cierta elegancia en los
extremos. Tal es el clásico bollo de alfajor de Medina, conservado en toda la
pureza de su abolengo árabe, y hermano carnal
del que hoy se fabrica en Mazagan, Fez y otros lugares de Africa”.
Cuarto. Se nos da
una descripción exacta de las dos formas que se utilizan en Murcia para confeccionar el alfajor. La de
obleas es la que se emplea en el NO. murciano, e igualmente en Extremadura: “Confitura formada por una masa
de miel y nueces, emparedadas entre dos hojas de oblea blanca” (39). La otra
forma, que para Thebussem es la auténtica, se usa comúnmente en Lorca, con sus
papelillos de colores chillones. Este valioso testimonio certifica que el
alfajor murciano se mantiene genuino al igual que el andaluz localizado en
Medina Sidonia a finales del siglo XIX, sin que medie entre ambos la más mínima
relación.
AMÉRICA:
La voz alfajor
hizo fortuna en América, no así alajú. Al estar alfajor difundido incluso por Castilla en el pasado y
al presente, no se puede asegurar que fuera llevado únicamente por andaluces a
las Indias.
Juan A. Frago Gracia: “La criollización del
léxico hispanoamericano hizo que palabras que sólo tuvieron alcance regional en
La forma alfajor,
única trasplantada a Las Indias, se
mantiene allí vigente, con su significado básico, si bien con variantes
semánticas. Recogemos algunas de ellas:
“Alfajor ‘golosina formada con dos hojas de masa,
similar a la colación, de forma ligeramente cóncava, yuxtapuestas por sus
dorsos convexos por intermedio de una porción de dulce de fruta, de leche,
turrón, durazno, membrillo, manzana, etc. y cubierto el todo con vidriado’. Voz
cuya acepción es general en la Argentina. Segovia: “Alfajor.
‘golosina que consiste en dos piezas de masa generalmente circulares, adheridas
entre sí por medio de dulce de leche u otro cualquiera”; Coluccio: “En nuestro
país y Chile designa la golosina que consiste en dos pequeñas piezas de masa
más o menos circulares unidas entre sí con diferentes tipos de dulces; también
Selva: “Alfajor: golosina árabe (que es el alajú) ha pasado, en la Argentina y Chile,
a nombrar las tabletas de masa unidas con dulce y otras golosinas parecidas en
toda América...”.El Diccionario de la Academia dice al respecto: “alfajor.
Argent. y Chile. Golosina compuesta de dos piezas circulares de masa fina, adheridas una a otra con manjar blanco
u otra especie de dulce”. En otros países de América designa otro tipo de
dulce. En México, Rodríguez Rivera
consigna: “El alfajor es un dulce
típico: consiste en pan duro molido, miel de piloncillo, nata de leche, guayaba
y coco. Mezclado esto y cuando ya está en su debido punto se pone en obleas y
se adorna con piñones” (40).
Para Canarias,
contamos con una descripción minuciosa: “alfajor: su composición es la generalmente
conocida: una masa hecha con pan tostado y molido revuelto en miel de abejas,
hervida con canela en polvo, matalahuva y clavo. Únicamente parece presentar un
aspecto más característico su inalterable y tradicional forma de pequeño rombo.
En el habla popular es, por ello, frecuente término de comparación de cualquier
cosa que tenga esta figura. Es dulce obligado en Navidades” (41).
Otro lexicógrafo
corrobora el uso americano: “alfajor. Golosina que consiste en dos piezas de
masa circulares adheridas la una a la otra por medio de un dulce cualquiera.
Antiguamente, hasta hace pocos años, hacían las negras los alfajores, que
consistían en dos piezas de masa hojaldrada, de tres a cuatro pulgadas de
diámetro, juntas la una a la otra con dulce de leche. Hoy lleva el nombre de
alfajor cualquier golosina de igual forma, sea cual fuere la calidad de la masa
y del dulce que se empleen en ella” (42).
Volvemos a Alvar:
“Así, el alfajor sigue siendo un término
meridional. Los alfajores andaluces se llevarían a América y ahí siguen con su
denominación, aunque se hacen con otros productos (p. 334). El término alajú
deja restos en Castilla y en zonas
periféricas del castellano (sierras salmantinas, Ribera navarra, Cuenca,
Guadalajara), lo que es un principio de la geografía lingüística: arcaismo de las
zonas marginales (p. 335). Frente al castellanismo, la forma andaluza acredita
su vitalidad en todo el mediodía, aunque su vitalidad decrece hacia el norte
(Jaén) y, lógicamente, ya no llega ni a Ciudad Real ni a Albacete. La presencia
de alfajor en Murcia parece obedecer a expansión andaluza, restringida
geográficamente y no bien conocida la elaboración del dulce.
Ante estos hechos
y siempre con el mapa ante nuestros ojos, podemos concluir que alajú debió
tener un área de expansión por las zonas señaladas de Guadalajara y Cuenca,
donde aún pervive, y su difusión debió ser mayor por cuanto parece presentar
una homogeneidad antigua con esos núcleos toledanos que persisten todavía, y
desde ellos, alcanzaría la zona salmantina y cacereña donde todavía subsiste, y
para la que tenemos documentación del siglo XVIII. Por otra parte, alajú en el
Rincón de Ademuz parece una clara expansión del núcleo más compacto y vivo, si
es que en lo antiguo no estuvo vinculado con él. Que el alfajor andaluz no
aparezca hacia los Pedroches o al norte de Jaén no hace sino comprobar lo que
ya sabemos: estas zonas se vincularon hacia la Mancha, y en el caso de los
Pedroches, a la reconquista de la Orden de Calatrava. Digamos que presentan un
castellanismo léxico que resulta sorprendente. Como no lo es la penetración de
alfajor en el occidente de Murcia, unido a Granada y Almería. La irradiación de
esta forma hacia el norte señala la aparición eruptiva de rasgos andaluces que
unas veces con proximidad, otras sin ella, aparecen como resultado de una
expansión comercial de ciertos dulces meridionales” (p. 336).
Yerra Alvar al
negar la vigencia de los dobletes alajú y alfajor en Ciudad Real, contra lo que
evidencia un modernísimo Diccionario: “alajú. Dulce de Navidad formado por la
mezcla de almendras o nueces, miga de pan, azúcar o miel (Navas de Estena,
Retuerta)”. “alfajor. Dulce hecho con almendras, nueces, pan rallado y miel
(Viso del Marqués)”. “alfanjor. Turrón compuesto de almendra y pan (zona
Mancha)” (43).
Comento dos frases de Alvar: “El término alajú
deja restos en Castilla y sobre todo, en zonas periféricas del castellano, lo
que es un principio de geografía lingüística: arcaismo de las zonas
marginales”. Viene de molde a Moratalla, zona marginal y periférica, donde el
alajú pudo quedar arrinconado.
Asimismo escribe:
“No bien conocida la elaboración del dulce en Murcia”. Tamaña falsedad sería totalmente rechazada en Caravaca y
Lorca.
CASTILLA
Los dos textos
siguientes de sendos autores castellanos medievales corroboran el uso de
alfajor, más extenso o arcaico en Castilla:
- Alfonso Álvarez
de Villasandino: “Otrosí del alfaxor / bien puedo dezir poquillo/ vos embía, e
del pardillo/ que bevades por su amor” (Cancionero
de Baena. Madrid, Visor, 1993, p. 106). (natural de Villasandino, pueblo de
Burgos).
- Rodrigo de
Reynosa (final s. XV): “Su manceba del prior,/ también del capellán,/ lleva
roscas del alfajor/ e un cabrito muy mejor/ que por el mes de Sant Juan” (Coplas. “Aquí comienzan unas coplas de
las comadres”. Madrid, Taurus, 1970, p. 70. Las mujeres le llevan regalos a la
parida). (Reynosa, pueblo de Cantabria).
- Un reciente
dato lexicográfico (44), no conocido por Alvar, pone en tela de juicio su
afirmación de alfajor como andalucismo. Se registra alajor en Castrillo de
PANAMERICANISMO ALFAJOR
Tocante a la
difusión del arabismo alfajor por el continente americano, me atrevo a lanzar
una insólita teoría, bien fundada, a mi juicio. Está más que documentada la
presencia de moriscos en América, pese a la prohibición de que éstos pasaran a
Indias. En un Congreso lingüístico ya defendí con datos fehacientes cómo el
panamericanismo “pararse” ‘ponerse en pie’ (un calco árabe semántico) tuvo que
ser difundido en América por la población morisca (45). Las mismas razones que
aduje entonces, las esgrimo ahora para explicar la difusión del término alfajor
por aquellas latitudes. No se olvide que las moriscas, muchas de ellas en
calidad de esclavas, pasaban allá para ejercer de criadas, niñeras y cocineras,
al servicio de gente noble o hidalga. Lo mismo que harían después las negras
africanas deportadas. “Antiguamente, hasta hace pocos años, hacían las negras
los alfajores”, escribe el susodicho lexicógrafo (46). Entre esas negras, se
contaban las herederas de las moriscas, afamadas cocineras y reposteras.
Repárese en que también a las moriscas, en los documentos a menudo se las
calificaba de negras, pues o eran negras o morenas o atezadas. A mi tesis le viene pintiparado el valioso
testimonio de M. Alvar: “Sigo comentando estas páginas: el Portal de los Dulces
o los Porches de los Moriscos, donde venden alfeñiques, almojábanas y alfajores
de chirimoyo” (“Cartagena de Indias”,
en Blanco y Negro, 27-10-1991,
recensión del libro Cartagena de Indias,
textos de Germán Arciniegas y Carlos Villalba. Madrid 1990). Ese evocador nombre
vivo de Porche de los Moriscos en aquella ciudad colombiana vale él sólo por
toda una batería de pruebas documentales, reafirmadas aún más con esa lista de
dulces tradicionales arábigos, todavía vigentes allende y aquende el Atlántico,
tales los alfajores, presentes en varias comarcas de Murcia, como las almojábenas,
en
Pero hay más.
Incorporo, al respecto, un testimonio incontestable, que he hallado últimamente,
de un dominico, sin duda morador en América: “De esto tenemos buen ejemplo en
España, adonde podemos afirmar, que ai el Día de oi mixtura de todas las
Naciones que a ella vinieron, de que son testigos muchos i diversos Vocablos i
Costumbres de todos ellos, que oi Día perseveran. Mas donde mejor se echa de
ver lo que voi diciendo, es en nuestras Indias, donde ai Castellanos, Indios,
Portugueses, Gallegos, Vizcaínos, Catalanes, Valencianos, Franceses,
Italianos,, Griegos i Negros, i aun Moriscos i Gitanos disimulados, o que
tienen un girón i pedaço de esta casta, i no faltan descendientes de Judíos:
todos los quales, viviendo en unas mismas Provincias, forzosamente se han de
mezclar por via de casamiento o por via de ilicita conjuncion o copula” (47)
CONCLUSIÓN GENERAL, por supuesto no inconcusa. Pese al
ingente esfuerzo del perspicaz filólogo M. Alvar por allegar pruebas sólidas
que avalen su tesis, su argumentario se muestra un tanto movedizo, mayormente a
causa de factores metalingüísticos. A tenor del ALEA, no podemos aceptar que
alfajor esté tan difundido en Andalucía, ni queda demostrado que el alfajor
murciano provenga de Andalucía, ni que el término alajú se desconociera en
Andalucía ni en Albacete, ni tampoco al
presente en Moratalla (Murcia). Antes bien, propugnamos que la voz alfajor ha estado muy extendida por toda España
(recuérdese su presencia actual en la burgalesa Aranda de Duero) antes de
afincarse en Andalucía, y así pudo propagarse a América desde distintas zonas
de España, como asimismo desde el reino de Murcia pudo cundir a puntos
señalados de Almería y Granada, en el ámbito
de
NOTAS
(1) “Alaju(r) y alfajor en Mateo Alemán y su
reflejo en la geografía lingüística actual”, en La Corona de Aragón y las Lenguas Románicas. Miscelánea de homenaje
para Germán Colón. Publicado por Günther Holtus, Georges Lüdi, Michael
Metzeltin. Gunter Narr Verlag , Tübingen, 1989.
(2) Felipe
MAÍLLO: Los arabismos del castellano en
la Baja Edad Media. Salamanca, 1983.
(3) Sebastián
COVARRUBIAS: Tesoro de la Lengua Castellana
o Española (1611). Ed. de Martín de Riquer. Barcelona, Alta Fulla, 1987.
(4) R. Academia
Española: Diccionario de Autoridades
(1726). I. Ed. facs. Madrid, Gredos,
1964. (= DAut)
(5) R. Academia Española: Diccionario Histórico de
(6) R. Academia
Española: Diccionario de la Lengua
Española. Ed. 22ª. Madrid,
Espasa-Calpe, 2001. (= DRAE).
(7) Manuel SECO – Olimpia ANDRÉS – Gabino RAMOS: Diccionario
del Español Actual. Madrid, Aguilar, 1999. (=
DEA).
(8) José PÉREZ VIDAL: “Conservas y dulces de Canarias”, en RDTrP, t. III, 248.
(9) Obras del Marqués de Molins. t. III. La Manchega. Madrid, M. Tello, 1882, p.
425.
(10) José GUILLÉN GARCÍA: El Habla de Orihuela (1ª ed. 1974). 2ª ed. Estudio preliminar de
Mercedes Abad Merino. Orihuela, Caja Rural Central, 1999. (= HOr)
(11) José Luis PÉREZ MAESO: Diccionario Torrevejense. Torrevieja,
Ayuntamiento, 1990. (= DTo)
(12) José María RIVES GILABERT: Diccionario Costumbrista Callosino y de la Vega
Baja. Callosa de Segura, Ayuntamiento, 2007. (= DCa)
(13) Luis MARTÍNEZ RUFETE: El Habla de la Comarca del Bajo Segura. Almoradí, Ayuntamiento,
2006. (= DBSe)
(14) Justo GARCÍA SORIANO: Vocabulario del Dialecto Murciano. Madrid, R. Academia Española, 1932. (= VDMu).
(15) Francisco
GÓMEZ ORTÍN, ofm: Vocabulario del
Noroeste Murciano. Murcia, Editora
Regional de Murcia, 1991. (= VNOMu). El
material se recogió antes de 1990.
(16) J. GARCÍA SORIANO: Vocabulario del Dialecto Murciano. (=VDMu).
(17) Alberto SEVILLA: Vocabulario Murciano (1ª ed. Nogués, 1919). 2ª ed. Murcia, Novograf, 1990. (= VSMu)
(18) Diego RUIZ MARÍN: Vocabulario de las Hablas Murcianas. Murcia, Consejería de
Presidencia, 2000. (= VHMu).
(19) Emiliano
HERNÁNDEZ CARRIÓN: Palabra de Calle. El Léxico de Jumilla. Murcia, R. Academia Alfonso
X el Sabio, 2004. (= LJu).
(20) Miguel ORTUÑO PALAO – Carmen ORTÍN MARCO: Diccionario del Habla de Yecla. Murcia,
R. Academia Alfonso X el Sabio, 1999. (=
DYe)
(21) Máximo TORREBLANCA ESPINOSA: Estudio del Habla de Villena y su Comarca.
Alicante, Diputación Provincial, 1976.
(= HVill).
(22) Remedios LÓPEZ JIMÉNEZ: El Habla de Hellín y Tobarra. Tesis inédita. Universidad de Murcia,
1960. (= HHe).
(23) Emilia
GARCÍA COTORRUELO: Estudio del Habla de
Cartagena y su Comarca. Madrid, R. Academia Española, 1959. (= HCarC).
(24) Ángel
SERRANO BOTELLA: El Diccionario Icue.
Habla Popular de Cartagena. Murcia, Mediterráneo, 1986. (= DIcue).
(25) Ginés GARCÍA
MARTÍNEZ: El Habla de Cartagena. Palabras
y cosas. Murcia, Diputación Provincial, 1960. (= HCarM).
(26) Patricio
MOLINA FERNÁNDEZ: Parablero Murciano.
Murcia, Mediterráneo, 1991. (= ParMu).
(27) Antonia IBARRA LARIO: Materiales para el conocimiento del Habla de Lorca y su Comarca.
Murcia, Universidad, 1996. (= HLor).
(28) M. ALVAR,
“Alaju (r) y Alfajor,”, art.
cit., p. 332-333.
(29) Francisco GÓMEZ ORTÍN, ofm.: “El vocablo murciano-almeriense “chepa”
‘orujo de la oliva’”, en Las Hablas
Andaluzas ante el Siglo XXI. Ed. Antonio Martínez González. Almería,
Instituto de Estudios Almerienses, 2002, pp. 317-324.
(30) Manuel ALVAR
LÓPEZ – Antonio LLORENTE MALDONADO –
Gregorio SALVADOR CAJA: Atlas Lingüístico
y Etnográfico de Andalucía. 6 v. Granada, CSIC, 1960-1973. (= ALEA).
(31) Francisco GÓMEZ ORTÍN, ofm.: “Habla y Folclore de Baza y Comarca”, en Péndulo, Revista miscelánea de difusión
cultural. Papeles de Bastitania. Baza 2008, pp. 383-400.
(32) Gregorio SALVADOR CAJA: “El Habla de Cúllar-Baza”, en RFE,
XLI (1957) y XLII (1958-59), y RDTrP,
XIV (1958). (= HCúll).
(33) María Jesús GARCÍA DE CABAÑAS: Vocabulario de la Alta Alpujarra.
Madrid, R. Academia Española, 1967. (= VAlp).
(34) Alfredo LEYVA: Diccionario del Habla Granaína.
Granada, Almuzara, 2008.
(35) Alejandro Faustino IDÁÑEZ DE AGUILAR: Vocabulario del Nordeste Andaluz. El Habla
de las Sierras de Segura y de Cazorla. Jaén, Diputación, 2001. (= VNEAnd).
(36) Federico CORRIENTE: Diccionario de Arabismos y Voces Afines en Iberorromance. Madrid, Gredos, 1999, 152.
(37) Teresa GARULO: Los Arabismos en el Léxico Andaluz, según el Atlas Lingüístico de Andalucía. Madrid, Instituto
Hispano-Árabe de Cultura, 1983. (=ArGa).
(38) Dr. Thebussem (Anagrama de “Embustes”, seudónimo
de Mariano PARDO DE FIGUEROA): Los
alfajores de Medina Sidonia. Madrid, Imp. Aribau, 1882, pp. 11-20.
(39) Francisco SANTOS COCO: Vocabulario Extremeño, en Revista de Estudios Extremeños,
enero-abril 1941.
(40) Alicia MALANCO DE RODRÍGUEZ ROJAS, “Léxico rural cordobés. Palabras y cosas del
Valle de Punilla, Argentina”, en Boletín
de la Comisión Permanente de las Academias Americanas de la Lengua Española,
nº 19, 1974, 125-127.
(41) J. PÉREZ VIDAL: Conservas y dulces de Canarias, art. cit.
(42) Daniel GRANADA: Vocabulario Rioplatense razonado (1ª ed. 1889. Montevideo) Madrid,
Arcolibros, 1998, s/v.
(43) Pedro José
del REAL FRANCIA – Juan Manuel SÁNCHEZ MIGUEL: Diccionario del Habla de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real,
Diputación Provincial, 2007. (= DHCR).
(44) Arturo MARTÍN CRIADO: Vocabulario de la Ribera del Duero. Aranda de Duero, Ayuntamiento, 1999.
(45) Francisco GÓMEZ ORTÍN, ofm.: “El americanismo “pararse” ‘ponerse en pie’:
Su origen y difusión peninsular”, en Actas
del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, celebrado
en Sevilla (marzo 1990). Madrid 1992, pp. 363-373.
(46) D. GRANADA, o. c.
(47) Fr. Gregorio GARCÍA, op.: Origen de los Indios. Madrid 1729. 2ª
impresión, 316 (1ª ed. 1606).
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