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“HÁGATE TEMEROSO EL CASO DE RAQUEL”: EL
MOTÍN CONTRA ESQUILACHE ESCENIFICADO EN LA RAQUEL DE
GARCÍA DE LA HUERTA.
Miguel
Soler Gallo
(Universidad de Cádiz)
RESUMEN: En este artículo se
analiza la relación de la sublevación popular del Madrid de 1766 con la Raquel
de Vicente García de la Huerta. Incluye algunas de las teorías que defienden
que el verdadero sentido de la tragedia de Huerta queda puesto en evidencia si
se la reinserta en las circunstancias que rodearon su nacimiento: los primeros
años del reinado de Carlos III.
PALABRAS CLAVES: Raquel, Judía,
Toledo, Tragedia Neoclásica, Motín, Esquilache.
ABSTRACT: This article discusses the relationship of the
popular uprising of
KEY
WORDS: Raquel, Jewish,
Los
tumultos acaecidos el 23 de marzo de 1766 en Madrid han sido analizados por el
grueso de la historiografía como la culminación de unas protestas populares en
oposición a las reformas emprendidas por el gabinete de Carlos III. Aunque no
se hayan encontrado ninguna fuente que pruebe de manera inequívoca la existencia
de alguna conspiración elitista, ha habido historiadores que defienden la tesis
de la planificación del movimiento para la destitución del ministro extranjero
Esquilache por ciertos sectores sociales, entre los cuales cabría destacar el
denominado partido ensenadista,
No
obstante, la crítica es unánime al considerar que el asidero en el que se apoya
el motín es fundamentalmente popular, que sufría, entre otros problemas, el fracaso
de España en
Durante
los meses precedentes a la sublevación, la situación se venía haciendo
insostenible, fundamentalmente por el hambre y la miseria que se cegaba
prácticamente con todo el pueblo llano. A este respecto, si a los pobres
censados añadimos los inmigrantes que todos los años llegaban a Madrid, una
buena parte de la población femenina e infantil y los trabajadores eventuales,
resultaría que en 1751 la mitad de sus vecinos ya no pagaban impuestos
directos, vivían –quienes podían– de un salario mínimo que rondaba la pobreza[1].
Las razones por las cuales unos venían a la corte y otros se quedaban en ella
eran muy similares: al ser el centro residencial por antonomasia de las clases
privilegiadas y la burocracia real, las expectativas de encontrar un trabajo
honrado eran muy superiores a las que podían tener en el resto de ciudades
castellanas[2]. Si
queremos realizar una interpretación más correcta de la evidencia histórica, no
sólo debemos conformarnos con la información que acerca del motín nos
suministran numerosas fuentes documentales, sino también requiere que
previamente analicemos la difícil coyuntura que a partir de 1760 iba a padecer
Madrid y el papel que en la misma desempeñaba el marqués de Esquilache.
En
diciembre de 1759, Carlos III regresaba a Madrid para tomar posesión del trono
que su hermano Fernando VI había dejado vacante al morir sin descendencia. Como
era costumbre en
Lo
hasta aquí expuesto, con ser irritante, habría tenido un calado social menor si
no se hubiese producido en medio de una de las peores crisis de subsistencia de
la centuria. Durante los primeros meses de 1766, el precio del pan se dobló y,
como quiera que en Madrid fueran muchos los trabajadores que ganaban cuatro
reales diarios, con dicho jornal solo podían adquirir tres panes. Éste sí era
un problema grave que no pudo ser mitigado importando trigo del Báltico,
Nápoles y Sicilia, ni a través de la liberalización del comercio de granos, debido
a que la entrada en vigor de dicha medida se pospuso en la capital por motivos
de seguridad pública, lo que de hecho acentuó la escasez y fomentó todavía más
la especulación.
En suma, Esquilache cometió el error de
promover una costosa política de modernización de la villa y Corte en un
momento inoportuno, pues el aumento de los tributos, que la misma ocasionó, fue
trasladado a unos contribuyentes sobre los cuales planeaba el fantasma del
hambre.
Es en
este delicado contexto donde debemos situar la conmoción popular que culminó
con el llamado “Motín contra Esquilache”. A mediados de 1765, el ministro
italiano tuvo un anuncio de posibles problemas cuando comenzaron a oírse quejas
en las calles y otros políticos se mantuvieron a distancia. En cierto sentido,
fue víctima de la política de guerra del monarca y del rearme de posguerra:
Como el precio del
pan se ha elevado considerablemente, se han dejado sentir clamores por parte
del pueblo de Madrid; y el día que la corte regresó aquí [desde El Escorial],
la multitud se arremolinó en torno al carruaje de la reina, con gritos de que
estaba hambrienta. Su Majestad comunicó esto al rey al día siguiente y éste
envió a buscar a Esquilache, reprochándole que en cierta medida era la causa de
ese disturbio; y me ha comunicado alguien que escuchó la conversación que
Esquilache replicó que era imposible conciliar la guerra con los ahorros que
exigía la situación económica […][6]
Finalmente,
la chispa que encendió el levantamiento lo originó el decreto de Esquilache del
20 de marzo de 1766 ordenando la observancia de una vieja ley que prohibía a
los hombres llevar sombreros redondos y capas largas, en razón de que
constituían un camuflaje para los posibles criminales[7].
El gobierno no prestó mucha atención a este levantamiento hasta el 23 de marzo,
Domingo de Ramos, con el estallido de un tumulto de unas 6.000 personas que
reunidas en
Al
día siguiente, 25 de marzo, las noticias de la huida del rey y del movimiento
de las tropas enfurecieron a los sublevados, que se movilizaron de nuevo, tomaron
armas y ocuparon las calles gritando: “¡Viva el Rey, muera Esquilache!”.
También las mujeres se unieron a la multitud, con antorchas encendidas.
Emisarios rebeldes fueron enviados a Aranjuez, añadiendo dos nuevas premisas a
las ya presentadas: que el rey regresara a Madrid y que se otorgara un perdón
general. Los ánimos se calmaron cuando volvieron con una carta del monarca, que
fue leída el 26 de marzo en
Una
vez superado el desconcierto inicial, que creó la victoria en toda regla del
pueblo llano, las autoridades emprendieron una serie de investigaciones
destinadas a esclarecer sus raíces y, poco tiempo después, éstas arrojaron unos
resultados contundentes: todo apuntaba hacia una autoría y organización popular.
Un análisis de la lista de heridos revela que el motín de Madrid estuvo
protagonizado por sujetos que constituían un excelente corte transversal de su
población trabajadora, algo que concuerda con la extracción social de quienes
protagonizaron las principales revueltas urbanas acaecidas en
Estos
hechos, como no podía ser de otra manera, se reflejaron en el ambiente cultural
del momento. Así se ve en
La
primera noticia de la conocida leyenda nos sitúa a finales del siglo XIII,
varios cronistas castellanos aluden por primera vez a un episodio de la vida de
Alfonso VIII, que había muerto setenta años antes. Según la leyenda (o
realidad), el rey pasó siete años retirado de la corte y de las tareas del
Estado, conviviendo con una judía que finalmente fue asesinada por los nobles
de Castilla. El episodio fue transmitido a través de romances, así, con nuevas
alusiones al tema, se recogió en las primeras Crónicas impresas. La historia de la judía de Toledo, o de Raquel,
pasó a ser más tarde uno de los temas predilectos del teatro y la poesía,
llegando, ya en el siglo XIX, a convertirse en uno de los motivos recurrentes
del “medievalismo” propugnado por los escritores románticos.
El
primer testimonio de la dramática historia de los amores de Alfonso VIII con
una judía aparece en los Castigos e
documentos para bien vivir de Sancho IV “El bravo” (1284-1295), en donde
advierte a su hijo que debe guardarse de los “pecados de fornicio”, para que no
le ocurra como al rey don Alfonso,
…que por siete annos que viscó
mala vida con una judía de Toledo, diole Dios grand llaga e grand majamiento en
la batalla de Alarcos en que fue vençido […][8]
De
allí pudo pasar a la Primera Crónica
General[9].
El mito crece y se perfecciona en
Entre
1426-1488 la leyenda aparece en un cuento popular de Diego Rodríguez de Almela,
Valerio de las Estorias Escolásticas e de
España, bajo el título de La judía de
Toledo.
En la llamada tercera Crónica
General, esto es, la edición de Florián de Ocampo (1541) es donde la
leyenda aparece ya redondeada: la historia amorosa dura de nuevo siete años y
la judía se le da el nombre de “Fermosa”. De aquí es tomado el argumento que le
sirve de perpetuo comentario histórico:
Pues el Rey, Don
Alonso oyo passados todos estos trabajos en el comienzo quando reynó, e fue
casado fuese para Toledo con su muger Doña Leonor; e estando y, pagóse mucho de
una Judía que avíe nombre Fermosa, e olvidó la muger, e encerrase con ella gran
tiempo en guisa que non se podíe partir de ella por ninguna manera, nin se
pagaba tanto de cosa ninguna; e estubo encerrado con ella poco menos de siete
años, que non se membraba de sí nin de su Reyno nin de otra cosa ninguna.
Estonce ovieron su acuerdo los omes buenos del Reyno cónto pusiesen algún
recaudo en aquel fecho tan malo, e tan desaguisado; e acordaron que la matasen,
e que así cobraríen a su Señor, que allá, e entraron al Rey diciendo que
querían labrar con él; e mientras los unos labraron con el Rey, entraron otros
donde estaba aquella Judía en muy nobles strados e degollárosla.
A
partir de la crónica de Ocampo la leyenda se difunde en la literatura áurea y
aparece por ejemplo en un breve romance titulado Del rey Alfonso y de la judía, recogido en el Cancionero de romances de Lorenzo de Sepúlveda. Más tarde también
el célebre predicador fray Hortensio Paravicino, con el pseudónimo de Félix de
Arteaga, escribiría un romance titulado “Muerte de la judía Raquel, manceba de
Alfonso VIII”.
Pero
será Lope de Vega el responsable de que
esta leyenda entre definitivamente en la literatura. En 1609, daba a la
imprenta
En
1617, sale a la luz Las paces de los Reyes
y judía de Toledo en
El
tema de la judía de Toledo se va repitiendo. De 1643 data la edición de
Por
último, la que comentamos, La Raquel
de García de la Huerta, que constituye la versión más acabada y conocida de la
leyenda, la cual seguirá utilizándose como argumento literario durante el siglo
XIX y XX.
Centrándonos
ya en
Raquel fue estrenada en Madrid en
diciembre de 1778, aunque se representó por primera vez en Orán el 22 de enero
de 1772. Ahora bien, el autor anónimo de un proyecto de reforma teatral
dirigido al corregidor Antonio de Armona unos años después del estreno de la
tragedia en Madrid, afirma que
“la Raquel de
nuestro García de la Huerta, cuio mérito hará en nuestra península eterna su
memoria, sabemos de su boca que le mereció seis años de incesante desvelo…”[13]
Si
estas palabras constituyen un testimonio fidedigno, la tragedia empezó a
redactarse en 1766, año del motín. Sea lo que fuere, la posible aunque incierta
anterioridad de Raquel con relación
al motín, no impide observar la correspondencia casi total que ofrecen las
ideas políticas expresadas por los ricoshombres de Toledo, con las que profesan
las proclamas de Madrid durante los disturbios de marzo del 66. Además, el
propio García de
En
“Tomen ejemplo en
mí los ambiciosos,
y en mis temores el
sobervio advierta
que quien se eleva
sobre su fortuna
por su desdicha y
por su mal se eleva”[17]
Estos versos ponen de manifiesto la incompatibilidad entre
el humilde origen y la elevación a un puesto de gobierno. Además, el clima que
predominó, en la época de Carlos III, fue un sentimiento xenófobo, explotado
por el pensamiento de que los males económicos, la ruina de la institución
monárquica, la suplantación del poder real y todo tipo de desgracia, son
consecuencia de la existencia de un gobierno regido por extranjeros. No se
acusa al rey, sino al advenedizo foráneo Leopoldo de Gregorio, marqués de
Squillace. En Raquel, el autor
presenta una monarquía arruinada y sin prestigio en donde el poder real ha sido
traspasado a una advenediza que no sólo es judía, sino que, además, actúa
despóticamente. Esto permitía la utilización demagógica de la xenofobia, es
decir, la oposición vasallo oprimido - extranjero colmado de favores, se
encuentra en el personaje de Raquel en la tragedia de Huerta.
Uno de los textos más difundidos durante el motín de
Esquilache es la siguiente décima:
Yo, el gran Leopoldo primero
marqués
de Esquilache augusto,
a
España rijo a mi gusto
y
a su rey Carlos tercero.
Entre
todos me prefiero,
ni
lo consulto ni lo informo,
al
que obra bien lo reformo,
a
los pueblos aniquilo,
y
el buen Carlos, mi pupilo,
dice
a todo: me conformo.
Esta sátira refleja la visión de la “opinión pública”
sobre la dejación del poder por parte del rey en manos de Esquilache. Se
insiste en que éste último ejerce un dominio absoluto sobre el monarca, lo cual
permite que la figura real quede absuelta de cualquier crítica directa. La
semejanza de esta situación histórica con lo sucedido en la tragedia es fácil
de establecer. Recordemos que Raquel, una advenediza judía, llega a ocupar el
trono a instancias del propio Alfonso VIII. Veámoslo en el siguiente fragmento:
Yo soy Raquel; Raquel, la que no
ha mucho
insultasteis soberbios y atrevidos.
Raquel soy, ¿qué
dudáis?, a quien Alfonso
substituye en un
mando, a quien él mismo
en su solio Real ha
colocado,
con quien ya sus
vasallos más leales
tributan los
obsequios más rendidos,
soy quien traidores
castigar pretende;
quien del rigor
esgrimirá los filos
en cuellos alevosos;
quien alfombras
hará a sus pies de
espíritus altivos
y será con asombros
y rigores,
de audacias
escarmiento y exterminio[18]
Durante los sucesos de 1766, existió una contraseña
invariable que bajo diversas formas contraponía lo español a lo extranjero, al
rey a Esquilache, el buen gobierno de
los españoles al malo de los italianos. Esto ocurre también en
Toda
júbilo es hoy la gran Toledo: |
el popular aplauso y alegría |
unidos al magnífico aparato |
las victorias de Alfonso solemnizan. |
Hoy se cumplen diez años que triunfante |
le vio volver el Tajo a sus orillas, |
después de haber las del Jordán bañado |
con la Persiana sangre y con la Egipcia, |
segundo Godofredo, cuya espada |
de celestial impulso dirigida, |
al cuello amenazó del Saladino, |
tirano pertinaz de Palestina, |
cuando el poder, y esfuerzo Castellano |
cobró en Jerusalén la joya rica |
del Sepulcro de Cristo, con desdoro |
del Francés Lusiñán antes perdida; |
y hoy también hace siete, que postrado |
el orgullo feroz de la Morisma, |
le aclamaron las Navas de Tolosa |
por sus proezas Marte de Castilla, |
y ofreciendo los bárbaros pendones |
por tapetes del Templo de María, |
perpetuó de la hazaña la memoria |
con la celebridad hoy repetida. |
En confuso tropel el Pueblo corre |
por volver a su Monarca, que este día |
dejándose gozar de sus Vasallos, |
hacer mayor la fiesta determina[19]. |
Por otra parte, las reivindicaciones de los rebeldes de la
tragedia concuerdan con las de los amotinados del 66. Las causas económicas de
la sublevación popular: escasez de las cosechas, alza del precio del pan y de
varios productos de primera necesidad, y el peso financiero de las innovaciones
urbanísticas de Madrid recayeron sobre el público de la villa. Pero Huerta no
alude a las reivindicaciones de los castellanos en la tragedia, sí del pueblo
toledano según se infiere por los versos que declaman al empezar la jornada 3ª:
“…
y pues se advierte tanta indiferencia
en
los nobles, la hazaña que a otros toca
de
la abatida plebe empresa sea”[20]
Otro
aspecto importante, que ocurrió en la monarquía española en tiempos del motín,
fue la quiebra de la alianza entre la monarquía y la nobleza a favor de un
advenedizo. Ésta parece ser la tesis que defienden algunos críticos como causa
de la sublevación popular, los amotinados madrileños, hábilmente manipulados
por determinados sectores de la nobleza y el clero, pusieron de manifiesto este
peligro para el rey. En
Otra similitud la encontramos en el momento de la
sublevación: los Castellanos de la tragedia se sublevan mientras Alfonso está entregado
al “placer de la caza”[22],
al igual que Carlos III, ocupado el día del motín en la misma diversión en la
Casa de Campo.
En
El desenlace de Raquel
es el triunfo de la monarquía tal y como lo concibe Hernán García (= el mismo
autor): una concepción de tipo aristocrático y antiabsolutista.
Es evidente, pues, que con lo apuntado se comprende que la
obra de Vicente García de
BIBLIOGRAFÍA
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representaciones de la Raquel de
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[1] Datos extraídos de LÓPEZ GARCÍA, J. M. (dir.): El impacto de la corte en Castilla. Madrid y
su territorio en la época moderna, EUROCIT/Siglo XXI, Madrid, 1998, pp.
436-439.
[2]LÓPEZ GARCÍA, J. M.: El motín contra Esquilache. Crisis y protesta popular en el Madrid del
siglo XVIII, Madrid, Alianza Editorial, 2006, pp. 69-79. El autor
desarrolla ampliamente la causa de la pobreza como consecuencia del
levantamiento popular, establece la década de 1730 como inicio de la crisis, no
sólo alimenticia, sino que, por extensión de esto, desembocó en enfermedades,
homicidios, robos…, que de manera laberíntica conllevaría a los levantamientos
que analizamos.
[3]Debido a la gran cantidad de fuentes que se pueden
consultar para resumir la llegada al trono de Carlos III, me he basado
fundamentalmente en los siguientes estudios para realizar estas anotaciones:
AGUILAR PIÑAL, F:
[4]No me detendré en resumir su biografía por
considerarlo que se alejaría de mi objetivo de estudio, pero una reconstrucción
detallada de sus orígenes y biografía se puede encontrar en ANDRÉS-GALLEGO, J.:
El motín de Esquilache, América y Europa,
Fundación MAPFRE Tavera /CSIC, Madrid, 2003, pp. 295-303 y 665-678.
[5]LÓPEZ GARCÍA, J. M.: El motín contra Esquilache. Crisis y protesta popular en el Madrid del
siglo XVIII, op. cit, p. 86.
[6]En este fragmento se aprecia muy bien como el pueblo se subleva contra
el gobierno al ver que los precios de los alimentos habían subido
considerablemente. El mismo está tomado de LYNCH, J., op. cit., p. 235.
[7]Para más información se puede consultar LYNCH, J., op.cit., pp. 235-241, y LÓPEZ GARCÍA, J.
M.: El motín contra Esquilache. Crisis y
protesta popular en el Madrid del siglo XVIII, op.cit., pp. 86- 95.
[8] GAYANGOS, P., Castigos e documentos del rey don Sancho, en Escritores
en prosa anteriores al siglo XV, Madrid, BAE, Tomo 51, 1860, pp. 79-228.
[9] Primera Crónica General de España, tomo II, ed. Ramón Menéndez Pidal, con un estudio
actualizador de Diego Catalán, Madrid, Seminario Menéndez Pidal, Gredos, 1977,
p.685.
[10] Estos datos los he recogido de Felipe B. PEDRAZA JIMÉNEZ, “la judía de
Toledo: génesis y cristianización de un mito literario”, en Marañón en Toledo (sobre “Elogio y nostalgia de Toledo”), Cuenca, Universidad
de Castilla-La Mancha, 1999, pp. 19-37.
[11]Lope de VEGA, Jerusalén
conquistada, ed. Joaquín de Entrambasaguas, 3 vols., Madrid CSIC, 1951-54.
[12]ANDIOC, R.: “
[13] Lo cito de la edición hecha para Castalia por René
ANDIOC de
[14]Cfr. RÍOS CARRATALÁ, J. A.: “Nuevos datos sobre el proceso de V. García
de
[15] Todas las alusiones que a partir de ahora expongo, que se refieren a
[16] Jorn. 1ª, v. 125.
[17] Jorn. 3ª, v. 298-301.
[18] Jorn. 2ª, v. 722-735.
[19] Jorn. 1ª, v. 1-34.
[20] V. 30-32. Asimismo, al oír los clamores de los
Castellanos en
[21] AGUILAR PIÑAL, F.: “Las primeras representaciones de
[22] Jorn. 3ª, v. 278.
[23]Recordemos que Raquel es asesinada pagando así su ascenso por encima
de lo que le correspondía, en el plano histórico Esquilache fue desterrado a
Nápoles, aunque unos años después se le rehabilitó. En 1772 fue nombrado
embajador en Venecia, cargo que ocupó hasta su muerte en esa ciudad, en 1785.
[24] Jorn. 3ª, v. 698.
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