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Irene Starace
(Universidad Autónoma de Madrid)
Resumen
El tema de la culpa es central en la literatura y la
cultura de Occidente, pero examinar atentamente la literatura sobre esto puede
llevar a sorpresas: la culpa queda más o menos oculta y el culpable
difícilmente se siente tan responsable como para expiar con la vida. Sin
embargo, en Il cuore delle cose (en
su título italiano), la novela japonesa que analizo aquí, es exactamente eso lo
que pasa, por múltiples razones, algunas conectadas con las angustias
existenciales de su autor, otras con el cambio histórico que le tocó vivir,
otras, naturalmente, con la cultura japonesa.
Palabras clave
Culpa, traición, época Meiji, ambigüedad, confesión,
suicidio.
Summary
The
guilt of betrayal and the new epoch: Il cuore delle cose
by Natsume Sōseki
The theme of guilt is central in Western literature
and culture, but to analyze carefully the literature about this may surprise:
the guilt always is more or less hidden and the guilty rarely feels him/herself
responsible till the renounce to life. Nevertheless, in Il cuore delle cose (its Italian title), the Japanese novel I
analyze here, exactly this thing happens, for a lot of reasons: some of them
are related to its author's existential anguishes, others to the historic
moment he and his characters go through, others, of course, to Japanese
culture.
keywords
Guilt, betrayal, Meiji epoch, ambiguity, confession,
suicide.
1. Premisa
Este
artículo nace de un trabajo de fin del curso "La literatura y la condena:
Dante y Dostoievski", durante el cual me impactó mucho la cuestión de la
"decibilidad de la culpa" y el hecho de que en la cultura occidental
la culpa, en efecto, siempre quede ocultada y no se diga a fondo. Por el
contrario, en Il cuore delle cose, la
novela japonesa que he decidido analizar, el protagonista confiesa su culpa enteramente,
explicando su moviente en los menores detalles, e inmediatamente después se
suicida.
La
conclusión trágica de la vicisitud me llevó a pensar que en la literatura
occidental casi no existen personajes de culpables que se suiciden impulsados
por el remordimiento. Ni aunque limite el ámbito de la investigación a la
"culpa" del adulterio, la más cercana al tema de la novela de Sōseki,
logro encontrarlos: dos de las más célebres "culpables", Emma Bovary
y Anna Karenina, se suicidan por razones muy distintas a las del remordimiento:
una es disgustada por el vacío de su
vida, la otra agotada por las tensiones de la situación que le toca vivir.
Werther se suicida porque su amor no es correspondido, más que por un conflicto
de conciencia entre el amor y la amistad.
Viceversa, el protagonista de esta novela reflexiona intensamente sobre
el hecho de que el amor puede ser "culpable", no en el sentido
cristiano, incomprensible en el Japón de cada época, sino porque puede
destrozar la ética y la honestidad en las relaciones entre amigos.
Así pues, Il cuore delle cose presenta dos
características que la distinguen respeto a la literatura occidental sobre el
tema de la culpa: la confesión total y la expiación llevada al extremo del
suicidio. Naturalmente, estas características en parte tienen raíces en la
cultura japonesa, en parte en la personalidad del autor. A lo largo de este
trabajo intentaré poner en evidencia la relación entre todos estos elementos. Voy
a empezar presentando a Sōseki, que sigue siendo poco conocido en
Occidente.
2. La vida de Natsume Sōseki
Natsume Kinnosuke (posteriormente
adoptó el nombre artístico de Sōseki), uno de
los intérpretes y críticos más agudos de la transición japonesa a la occidentalización
y uno de los escritores más amados por los japoneses, nació en 1867, octavo y
último hijo de un funcionario local con problemas económicos. Él mismo contó de
su niñez infeliz por haber sido un hijo no deseado y peloteado entre su familia
de origen y otra adoptiva, tanto que no entendía que los ancianos cónyuges
donde fue llevado otra vez con nueve años eran sus padres. Probablemente hay
que rastrear en estas vicisitudes el origen de la desconfianza hacia los demás
que se agravó, convirtiéndose en una verdadera forma de paranoia, en los años
de la juventud, y le persiguieron de por vida con crisis intermitentes, que,
sin embargo, él mismo veía como el más importante estímulo de su creatividad[1].
El año posterior a su nacimiento
marca un momento importantísimo en la historia del Japón: es el inicio del
periodo Meiji (1868-1912), el periodo en
que el Japón comienza a abrirse al Occidente y a hacer la hazaña de
convertirse en un país moderno. En el campo de la instrucción y de la cultura,
eso significó que los jóvenes de su generación tuvieron la posibilidad de
recibir tanto una formación tradicional, en que el estudio de los clásicos
chinos tenía un papel protagónico, como una nueva, basada en el estudio de una
lengua y de una cultura extranjera. Cuando Sōseki empezó la escuela secundaria, escogió el currículum tradicional, en que
obtuvo muy buenos resultados. Sin embargo, al llegar a la universidad, cambió
completamente rumbo y eligió lengua y literatura inglesa. Ya antes de graduarse
escribió algunos ensayos críticos (sobre Walt Whitman como escritor igualitario
y sobre la naturaleza vista por los poetas ingleses) en los cuales se notaba
una capacidad de análisis y de crítica infrecuente entre los estudiantes
japoneses de la época, pese a los defectos debidos al excesivo estado de
dependencia de la crítica occidental[2].
En sus años de estudiante llegó a
ser gran amigo de Masaoka Shiki (1867-1902), poeta de haiku y waka (poesía
japonesa), crítico y, como él, importante innovador en el campo de la
literatura japonesa.
Se graduó en 1893 y aceptó un puesto de
profesor, aunque no amaba mucho ese trabajo, pero estando muy inseguro sobre lo
que deseaba y sobre sus capacidades[3]. Enseñó durante siete años
en escuelas secundarias lejanas de la capital, antes en Matsuyama y luego en
Kumamoto, hasta que recibió del Ministerio de
Después de volver a su país,
empezó a enseñar literatura inglesa en
La
propuesta que realmente cambiaría su vida le llegó dos años después del poeta
de haiku y escritor Takahama Kyoshi,
discípulo de Shiki y director de la revista literaria Hototogisu (El cuco), que le propuso escribir una novela de
episodios. Fue así cómo empezó su primera novela, Wagahai wa neko de aru (Yo soy un gato)[6], una
sátira del mundo intelectual del periodo Meiji visto con los ojos de un gato.
La novela tuvo gran éxito y desde entonces Sōseki comenzó a escribir a
ritmo continuado, aunque continuaba su trabajo en la universidad. Son de 1906 Yōkyoshū (Cuentos suspensos en el
vacío), Kusamakura (Almohada de
hierba)[7], Botchan (El señorito)[8], Nihyakutōka (El día doscientos). El año siguiente el periódico Asahi
shinbun le propuso escribir en exclusiva para sus lectores y Sōseki aceptó, abandonando por tanto el puesto en
launiversidad. Con esa decisión dio una prueba de gran independencia, porque la
mentalidad de la época consideraba prestigiosa la enseñanza universitaria
y frívola la ocupación de escritor. Por
eso Sōseki creyó necesario al menos justificarse por su opción[9].
En 1907 publicó Nowaki (El tifón) y Gubijinsō (La amapola), en 1908 Sanshirō (nombre del
protagonista)[10],
Kōfu (Los mineros) e Yume
jūya (Los sueños de diez noches).
Sanshirō es la primera novela de la llamada "primera
trilogía", seguida por Sore kara
(Y después) y Mon (El portal).
Después de terminar esta última novela, en 1910, se enfermó de una grave forma
de úlcera y durante la convalecencia, en la localidad termal de Shūzenji, tuvo una recaída que casi le mató. Fue obligado a
cuidarse y a descansar mucho rato, pero
la enfermedad volvió a presentarse varias veces, llevándole a menudo al borde
de la muerte. En los periodos de tregua que le concedía, llevó a cabo las
novelas de la "segunda trilogía": Higan
sugi made (Después del equinoccio, 1912), Kōjin (Transeúntes, 1913) y Kokoro
(Alma, 1914)[11]
y la novela autobiográfica Michikusa
(Hierba a lo largo de la calle, 1915). Murió el 9 de diciembre de1916 dejando
sin acabar su última novela, Meian
(Luz y sombra).
3.
La obra
En su obra, la primera
característica en llamar la atención es la variedad. Sōseki fue poeta en tres idiomas: en inglés (aunque con
escaso éxito), en japonés, de haiku, y en chino, de la mejor poesía en
este idioma del periodo Meiji[12]. Además, fue crítico, y
en el campo de la narrativa sus obras pertenecen a géneros distintísimos entre
sí, aunque fueron escritas a poquísima distancia una de la otra o incluso en el
mismo periodo. Esto es cierto sobre todo con respeto a los trabajos de los
primeros años: en particular, en 1906 encontramos una novela satírica (Io sono un gatto), una recopilación de
cuentos fantásticos (Yōkyoshū), una "novela-haiku" de sensaciones y
pensamientos expresados en un estilo muy lírico (Guanciale d'erba), y dos historias que podríamos definir "de
crítica social", por tener como protagonistas unos rebeldes (Il signorino y Nihyakutōka). Vamos a
examinar estas obras un poco más de cerca.
Io sono un gatto es una obra,
además de irónica, autoirónica: el profesor Kushami ("estornudo"),
que acoge de mala gana el gato en su casa, es un autorretrato del propio Sōseki, con sus neurosis, su indefensión frente a las prepotencias ajenas, pero
también con su dignidad y su rechazo a doblarse frente a la ley que asegura el
poder del dinero. Los estrafalarios intelectuales que concurren a la casa del
profesor, vanos y hambrientos de novedades, son una parodia del mundo de la
cultura de la época y de los encuentros (posiblemente muy diferentes) que había
en casa del escritor todos los jueves y reunían a muchos personajes afirmados y jóvenes prometedores
del entorno intelectual y artístico de entonces. La novela se hace
paulatinamente más melancólica y se
concluye con la muerte del gato, acogida casi con alegría, como una liberación
de un mundo de vanidad, por él mismo.
Guanciale d'erba es una novela
casi sin trama: es la historia de los viajes de un pintor en busca de
inspiración, de sus sensaciones, de la búsqueda de una serenidad ideal, de la
relación con una mujer misteriosa, Nami. Su belleza está en el flujo de
imágenes y sensaciones, el tema fundamental la importancia, antes bien la
necesidad del arte.
Yōkyoshū es la obra
más fantástica de Sōseki. Los cuentos están en parte basados en el ciclo del
rey Artù, en parte ambientados en Japón. Otra obra en que lo fantástico, o para
ser precisos el sueño, tendrá un rol fundamental, será Yume jūya, pero en este caso
habrá la intención de ir a fondo, hasta el descubrimiento de la verdad última
sobre sí mismos y del origen de la propia existencia[13], y con el trasfondo
filosófico del Zen. La novela Il signorino y los
cuentos Nihyakutōka y Nowaki, este último del año sucesivo,
son historias de hombres rebeldes contra una sociedad injiusta e hipócrita. El
más amado por el público japonés es Il
signorino, cuyo protagonista es el más ingenuo, rebelde por naturaleza,
mientras que los protagonistas de los dos cuentos posteriores son más
concientes y tienen objetivos mejor definidos. Nowaki se pone al lado de una suerte de folletín que quizá fue una
concesión a los gustos del público (Gubijinsō).
De 1908, además de Yume jūya y Sanshirō, es una novela
psicológica, Kōfu, basada en la narración de la experiencia de un joven
desconocido. En la novela el protagonista se aleja de Tōkyō, por
razones que no son explicadas claramente, y es convencido a trabajar como
minero. Declarado inhábil para el trabajo en la mina, es contratado como
cocinero y vuelve a casa después de juntar el dinero suficiente para pagarse el
viaje. La trama es evidentemente muy grácil, pero la técnica narrativa, muy
cercana al monólogo interior, hace la historia interesante. Keene nota que las
características de la narración son las mismas que las de la novela psicológica
europea: el lenguaje coloquial, la omisión de detalles que facilitarían la
comprensión del lector, la aparente falta de forma. El tema de los sufrimientos
de los mineros es abordado de manera
contraria a la "naturalista"[14].
Sanshirō es una novela más realista y de estilo más accesible, en que
empieza a formarse el mundo narrativo de la parte central de su obra. Es la
historia de un joven que se muda de la provincia a la capital para estudiar en
la universidad, descubre el mundo (y el mundo de la gran ciudad que se está
occidentalizzando muy rápido) y experimenta su primera decepción amorosa en la
relación con una chica del comportamiento enigmático.
Sanshirō es un joven entusiasta e ingenuo, pero en las dos
novelas posteriores, que componen la llamada "primera trilogía", la
atmósfera se vuelve sombría: Sore kara
es la historia de un hombre de unos treinta años, Daisuke, intelectual de
familia acomodada que menosprecia el mundo que le rodea, pero no hace nada para
cambiarlo. Lo que transforma su vida ociosa y solitaria es el amor por Michiyo,
la mujer de un amigo, de quien ambos habían estado enamorados, pero a quien
Daisuke había renunciado por amistad. Sin embargo, al darse cuenta de que su
amigo no es buen marido, se abandona a sus reales sentimientos, que son
correspondidos. Así pues, su vida es totalmente revolucionada: no sólo pierde a
su amigo, con quien la amistad, de todos modos, se estaba deteriorando, también
por profundas discrepancias de opiniones, sino también que el padre le
deshereda. La novela se concluye con Daisuke yendo a buscar empleo, obligado a
entrar en ese mundo que siempre ha mirado con menosprecio.
Sore kara, además de
ser extraordinariamente eficaz en la construcción del protagonista y de casi
todos los demás personajes, es importante por lo completo con que expresa la
visión del mundo de su autor: la sociedad japonesa es vista como oprimida por
la occidentalización, reducida a un estado de fragmentación que hace a cada uno
enemigo del otro. Sin embargo, estas características negativas son atribuidas
por el protagonista (y por el autor, que se identifica mucho con él) a todas
las civilizaciones humanas. Una vía de salida posible es la vuelta a la
naturaleza, concebida como pureza y espontaneidad[15].
Lo
que pasará "después" es contado en Mon: los protagonistas, Sōsuke y Oyone, son una pareja de edad
madura que vive aislada despuès de la opción de transgredir las normas de la
sociedad. El mundo que les rodea es gris, pero su amor, profundo más que
apasionado, logra sostenerles. Sōsuke es tormentado, más que por el sentimiento
de culpabilidad, por la búsqueda de un sentido de la vida. Intenta encontrarlo
en la religión, pero tambièn esta vía se le queda impedida: el portal del
templo Zen donde va a llamar queda inexorablemente cerrado y una voz le exhorta
a aprirlo solo. En este momento se da cuenta de no ser capaz y de que su
destino es quedarse de por vida en este estado.
Mientras
que la definición de "primera trilogía" es apta a estas tres novelas,
siendo cada una el séquito ideal de la otra, la de "segunda trilogía"
sólo lo es si nos fijamos en las características de los protagonistas, hombres
demasiado concientes de sí mismos y atormentados, como el protagonista de Mon, por la necesidad de encontrar un
sentido de la vida. Sunaga, el protagonista de Higan sugi made, lo logra después de un viaje a Kyōto en que
se encuentra sumido en la atmósfera del viejo Japón, probablemente una solución
demasiado fácil. En las dos otras novelas vuelve el tema del triángulo amoroso,
abordado de una manera nueva: mientras que en Sore kara la traición del amigo era justificada por las
circunstancias, ahora se convierte en el medio para comprobar la confianza en
los demás y en sí mismos. En Kōjin el protagonista, torturado por la duda de que la mujer le
traicione con el hermano, llega a una conclusión desesperada: "Davanti a
me ci sono solo tre strade: la morte, la pazzia oppure la fede. (...) Non vedo
nessuna possibilità di accettare una religione e credo di non essere abbastanza
coraggioso per morire. Mi resta solo la pazzia"[16].
Lo que está en juego en esta
novela es la confianza en los demás. En Il
cuore delle cose, en cambio, es la
confianza en sí mismos lo que falla y el protagonista, el Sensei (Maestro), sí
es "abbastanza coraggioso per morire". La novela está dividida en
tres partes: en las primeras dos habla un joven que ha encontrado al Sensei y
empieza una amistad en que le respeta como un "maestro" de vida, en
la última el Sensei cuenta su historia a través de una carta que deja al joven:
muchos años antes "robó" a su mejor amigo a la mujer que ambos
amaban, causando el suicidio de él, y desde entonces ha vivido en soledad,
también por el miedo a ser traicionado a su vez. El suicidio del general Nogi,
que se dio la muerte a morir el emperador Meiji para no sobrevivirle, siguiendo
una tradición desaparecida mucho antes de la modernización del país, añade a su
desaliento existencial la sensación de ser un sobreviviente de una época ya
terminada y le impulsa a hacer lo mismo. Sin embargo, la carta que deja al
joven es una señal de la esperanza que este último logre donde él fracasara.
Michikusa es la única novela autobiográfica
de Sōseki y la única en que renuncia a la reserva que hasta
entonces siempre había mantenido sobre su vida. Las vicisitudes del
protagonista (un padre adoptivo que sólo vuelve a buscarle cuando necesita
dinero, una vida conyugal infeliz) son muy parecidas a las suyas y crean un
mundo desolador, dominado por el interés y la desconfianza mutua. Sin embargo,
aquí también Sōseki mantiene una capacidad de distancia y de análisis que
evita de convertir la novela, por más cercana que sea a su sufrida historia
personal, en un simple desahogo y amplía su alcance.
Más o menos contemporánea, escrita
entre 1914 y 1915, es Garasudo no uchi
(Detrás de la puerta de vidrio)[17], una recopilación de
recuerdos, anécdotas y reflexiones que nos dice mucho sobre la vida del
escritor, particularmente sobre su
historia familiar, y sobre sus sentimientos más íntimos, a propósito de la
muerte y de la confianza en los demás, por ejemplo.
Su última novela, Meian, es completamente distinta, en el sentido de que no tiene
nada de autobiográfico. Sigue las vicisitudes de un grupo de personajes (Tsuda,
su esposa Onobu, Kiyoko, la mujer que Tsuda amaba antes de casarse, la señora
Yoshikawa, que trata de volver a acercarles, Kobayashi, un viejo amigo de
Tsuda), con una atención extrema al análisis psicológico y a su "orgoglio,
vanità, gelosia, invidia e odio"[18]. Es considerada una de
las obras maestras de la literatura japonesa. Como quedó sin acabar, se
hicieron varias hipótesis sobre su conclusión, hasta que en 1990 fue publicado
un final por la estudiosa Mizumura Minae[19].
Aun con este rápido resumen
podemos ver lo relevante que fue la obra de Sōseki y entender por qué
fue tan querido y respetado ya por sus contemporáneos. La originalidad,
el espesor cultural, la profundidad de su obra son indiscutibles. A estas
grandes calidades hay que añadir el sentido de responsabilidad que le animó
durante su actividad de escritor: aunque tenía una visión muy pesimista de la
naturaleza humana, consideraba la literatura un medio para admonir contra el
abandono a los instintos. Además, quiso ser intérprete y crítico de un momento
atormentado de su país, mirando más allá de sus sufrimientos personales, y lo
logró: las neurosis y las angustias de tantos personajes suyos no reflejan sólo
las suyas, sino las de una entera época. Otro gran mérito suyo fue la capacidad
de mantener sentido crítico tanto hacia su cultura como hacia la occidental,
antes bien, se puede decir sin miedo a equivocarse que utilizó lo mejor de
ambas para explorar la angustia de las personas sensibles frente a las feroces
contradicciones de una modernidad llegada con demasiada prisa.
4.
Il cuore delle cose
4.1 La trama
Esta novela, considerada una de las mejores, o
incluso la mejor, de Sōseki, está dividida en tres partes: El Maestro y yo, Mis padres y yo, El Maestro y
su testamento. En la primera parte el joven protagonista-narrador, que,
como el Sensei, no tiene nombre, narra el encuentro con el Sensei y su amistad.
El Sensei es un hombre siempre melancólico y
raro: no tiene otros amigos, vive de una pequeña renta, lo que le permite no
trabajar, y la única persona con quien mantiene un vínculo afectivo es su
mujer. No habla de su pasado y a veces hace discursos enigmáticos. Una vez el chico
le alcanza en el cementerio, donde la mujer le ha dicho que puede encontrarle,
y no quiere decir por quién se encuentra allí. Más de una vez le dice al joven
que sólo le busca por inquietud y que, cuando encuentre un tipo de relación
humana más satisfactoria, le olvidará o quedará decepcionado por él. Sin
embargo, el chico no deja de frecuentarle. Desde el inicio ha concebido un gran
cariño y una gran admiración por este hombre melancólico y nada de lo que le
dice le hace cambiar de idea. Más bien, sufre porque el Sensei tiene esta
opinión desfavorable de él. Encontrándose algunas veces solo con su mujer,
descubre que de joven era muy diferente y que cambió poco a poco a partir de la
muerte de un amigo, aunque para la mujer ésta es una explicación sólo parcial.
De todos modos, ella tampoco tiene idea de qué más puede haber detrás del
cambio de su marido.
Mientras tanto el joven se licencia y va a ver
a su familia, que vive en provincia, también porque su padre está enfermo.
Empieza así la segunda parte, Mis padres y yo. El joven se siente
distante de ellos y sufre por la angostura de la vida de provincia. Mientras
está ahí, la enfermedad de su padre, que parecía mejorada, se agrava y el joven
debe atenderle. Mientras tanto, muere el emperador Meiji, una noticia que hunde
a todo el país en el dolor. Poco tiempo después, el general Nogi, uno de los
hombres más importantes del ejército, se suicida, según la costumbre del junshi, el suicidio del vasallo a la
muerte de su señor. Sin embargo, ésta no es la única razón del acto de Nogi:
también lo hace para expiar la culpa, cometida treinta y cinco años antes,
durante la "revuelta de Satsuma" contra el emperador, de haber dejado
caer el confalón imperial en manos del enemigo.
Poco después llega a casa del joven una carta
del Sensei, que empieza diciendo que cuando la reciba él estará muerto. El
chico, estremecido, abandona a su padre, ya moribundo, y se precipita a la
estación para volver a Tōkyō
lo más rápido posible, esperando encontrar al amigo aún con vida. Durante el
viaje, lee la larga carta del Sensei, que constituye la última parte de la
novela. De su reacción a la lectura y de lo que pasará después no nos es dicho
nada.
En la carta, el Sensei
dice al joven que ha llegado a confiar en él porque es sincero y que lo
entendió después de una conversación en que el chico le dijera que quería
aprender de la vida. Por esta confianza, y para dejar un ejemplo, ha decidido
escribirle.
En su vida el Sensei fue
tanto víctima como culpable: víctima, porque un tío le robó buena parte de la
herencia de sus padres, muertos cuando él era un joven con menos de veinte
años, y culpable por haber causado la muerte de un amigo: ambos se habían
enamorado de la misma chica, pero ninguno de los dos lograba tomar la
iniciativa. Aunque conocía los sentimientos del amigo, el Sensei había decidido
actuar, impulsado por el miedo a perder a la chica, y había pedido casarse con
ella. Su pedido había sido aceptado, pero no había tenido valor para decírselo
al amigo, que se había enterado por la madre de la chica y se había suicidado.
En la carta que había dejado, no había dicho que la causa de su suicidio había
sido ésta, pero el Sensei había entendido que así era. A partir de entonces se
había encerrado cada vez más en sí mismo, por miedo tanto a sí mismo como a los
demás, y había guardado silencio sobre todo esto con su mujer, para no manchar
la honestidad de ella. Había meditado varias veces suicidarse él también, pero
lo que le había convencido había sido el acto del general Nogi, por dos
razones: porque la muerte del emperador
Meiji marcaba el fin de una época, de la cual él no sería nada más que un
anacrónico sobreviviente, y porque aguantar el sufrimiento durante muchos años
es mucho peor que aguantarlo los pocos momentos en los cuales uno se suicida.
4.2 La ideología y la
traición
Dos ideologías llegadas del continente
influyeron de maniera decisiva en la cultura japonesa: el budismo y el
confucianismo. En Il cuore delle cose
es este último el que forma el trasfondo ideológico.
Uno de sus conceptos fundamentales es la
teoría de las "cinco relaciones": soberano-súbdito, marido-mujer,
padre-hijo, hermano mayor-hermano menor, amigo-amigo. Relaciones, como podemos
ver, de tipo jerárquico (en el caso de la relación entre amigos, la
superioridad jerárquica es dada por la edad). En la novela todas están
presentes, y todas son demudadas por la traición, aunque en los casos del
general Nogi y del Sensei hacia la mujer la traición es difícil de considerar
como tal. También está presente la relación entre hermanos, porque el narrador
tiene un hermano mayor que nunca ha querido y que también es abandonado cuando
él deja al padre moribundo. La relación padre-hijo, como acabo de decir, es
traicionada, y de una manera terrible, y la relación entre amigos es
traicionada por el Sensei.
Según Sōseki, la traición era la culpa
peor: los malos de sus obras no son
asesinos ni criminales, sino personas mezquinas, apegadas al dinero,
aprovechadores, traidores de los amigos y de los familiares. El terror a ser traicionado
fue una constante en la vida del escritor, debido a las circustancias de su
vida, como hemos visto, y un entero capítulo de Garasudo no uchi es dedicado al análisis de los errores que se
pueden hacer al intentar entender a los demás y se concluye con el desesperado
deseo de pedir a divinidades omnipotentes la facultad de comprender a las
personas, como si ésta fuera la única solución posible[20]. Sin embargo, se sabe que
utilizar sólo las circunstancias biográficas para explicar la obra de un
escritor es restrictivo. La traición era vista por Sōseki como una parte constitutiva
de la nueva época, dominada por el dinero y por la búsqueda del provecho
personal y culpable de haber destrozado las viejas relaciones sin crear nuevas,
dando origen a un mundo de egoísmo y soledad, como también hemos visto en el
análisis de Sore kara.
¿Hay una salida de todo esto? Ni esta novela,
ni las pocas obras sucesivas de Sōseki, nos dan respuesta.
Un tema secundario, pero que también tiene su
importancia en el conjunto de la novela, es el apego al dinero, que siempre fue
uno de los blancos de Sōseki, aunque, naturalmente, no fue una novedad
del periodo Meiji. Lo que era nuevo era el descaro con que era declarada lícita
la búsqueda del provecho. Se comparan el padre y el tío del Sensei: el padre
era un caballero de campo, entendido y coleccionista de arte, con poco sentido
práctico pero muy honesto, y el tío que le engaña (una traición más, fuera de
las "cinco relaciones" confucianistas) es un hombre de negocios sin
escrúpulos. Es a partir de esto desde cuando el Sensei empieza a desconfiar en
los demás. Hablando de la posible muerte del padre del chico, le pone en
guardia contra sus parientes porque el interés puede impulsar a cualquier
bajeza y no se detiene frente a nada ni a nadie.
4.3 La confesión y el suicidio
4.3.1 La confesión
En Japón, la narrativa de confesión fue
limitada al ámbito budista durante varios siglos: en los zange monogatari (cuentos-confesión), los narradores contaban sus
culpas para que pudieran servir de ejemplo para los demás. La mayoría de esta
narrativa era oral. En la literatura escrita, hay excepciones insignes, como el
Sarashina nikki[21],
que una parte de la crítica considera como perteneciente al género. Es un texto
autobiográfico del siglo XII, de gran valor estético, cuya autora cuenta su
vida, quejándose varias veces por tener que transcurrir una vejez triste y
solitaria, debido a que tardó demasiado en el mundo de lo efímero.
Fue sólo en los primeros años del siglo XX
cuando nació un filón laico de literatura de confesión. El movimiento, conocido
como shizenshugi (naturalismo), era
formado por escritores que venían de familias de samurai decaídos de la provincia y que habían sido cristianos,
aunque casi todos acabaron renegando la nueva religión. Sin embargo, asimilaron
de ella la forma de la confesión como forma de exponer sus "pecados":
en sus obras aparecen las historias de sus amores adúlteros, transgresiones
sexuales, y así sucesivamente, narrados sin pudor y sin preocuparse demasiado
por crear la distancia que la elaboración artística necesita[22]. Sōseki
condenó siempre esta clase de literatura y de hecho podemos ver que no hay
ninguna relación entre las obras naturalistas y la confesión del Sensei, a
partir del hecho obvio de que el autor no se identifica con su personaje. Otra
importante diferencia es la gravedad de la culpa cometida, o, mejor dicho, de
sus consecuencias.
Sōseki también
conocía bien la literatura occidental de confesión: en la conclusión de Garasudo no uchi, cita las Confesiones
de Rousseau, de Agustín y las Confesiones
de un fumador de opio[23].
Sin embargo, si en este caso se puede reconocer una influencia de estas obras
en la elaboración formal de la confesión del Sensei (la culpa insertada en el
contexto de toda la vida del narrador, el uso de la introspección, el apelo al
lector) hay una enorme diferencia en la sustancia. El Sensei escribe desde una
soledad total. Ya no se reconoce en una religión ni en una filosofía, sino que
habla simplemente en nombre de su experiencia de vida, la única fuente de
sabiduría posible que haya quedado en un mundo derribado. Desear que esa poca
sabiduría le sirva al menos a otro ser humano es una manera muy humilde de
concebir la confesión de la propia culpa.
Me parece que esta humildad y esta soledad
son lo que distingue al Sensei y su confesión de la literatura occidental sobre
los mismos temas. Además, si podemos dudar de la sinceridad del arrepentimiento
de quien escribe sintiéndose un guía espiritual, como Agustín, o mintiendo por
vanidad, como Heine creía con respeto a Rousseau[24], no
podemos frente a la confesión de quien está por quitarse la vida.
Así hemos llegado al
segundo tema: el suicidio.
4.3.2 El suicidio
Del punto de vista religioso, en Occidente el
suicidio es una culpa, como sabemos, porque se trata de un acto de rebelión a
la voluntad divina. En el Oriente budista, por el contrario, puede ser justificado
por la necesidad de acelerar el proceso de liberación. En Japón, a partir de la
llamada "Edad Media" (fin del XII siglo - inicio del XVII), que fue
una época de guerras civiles, existieron formas socialmente aceptadas, o
incluso institucionalizadas, de suicidio, en relación con la elaboración de la
ética de los samurai. Existían
razones "públicas" para quitarse la vida (haberse manchado de una
deshonra, seguir al propio señor en la muerte) y razones "privadas":
las parejas de amantes irregulares se suicidaban, no sólo porque su amor no era
tolerado por la sociedad, sino para poderse encontrar juntos en la existencia
sucesiva. El suicidio es considerado, como también sabemos, con mucha mayor
indulgencia que en Occidente, porque el concepto de la transitoriedad de la
vida y la supervivencia de rastros de la ética guerrera lo hacen mucho más
aceptable.
También
algunos escritores del Japón moderno murieron suicidas: en Occidente son bien
conocidos los ejemplos de Kawabata (1899-1972) y Mishima (1925-1970). Éste no
fue, sin embargo, el caso de Sōseki, que, otra vez en Garasudo no uchi, nos habla de su punto de vista sobre la muerte: "Io, che seguo a passi vacillanti la strada di
una vita piena di infelicità, penso sempre al luogo chiamato "morte"
a cui prima o poi dovrò giungere. Sono convinto che la morte sia più serena
della vita. A volte mi capita anche di ritenerla la condizione più sublime a
cui si possa giungere come esseri umani.
'La morte è più preziosa della
vita'. Negli ultimi tempi queste parole hanno cominciato a passarmi senza
tregua nella mente.
Eppure in questo momento sono
vivo. Sono ancora attaccato alla vita perché non posso liberarmi in una
generazione di un'abitudine radicata portata avanti dai miei
genitori, dai miei nonni, dai miei antenati, e risalendo ancora la corrente del
tempo, per un periodo di cento, duecento, mille, diecimila anni[25]".
También en Occidente, tal y como existieron (y
existen) homicidios institucionalizados a través de los duelos, de la pena de
muerte, de las guerras, existieron suicidios que la sociedad considerara
necesarios: suicidios que podríamos definir "de honor", de mujeres
"deshonradas" o de hombres de buena familia arruinados
económicamente. Suicidios motivados por la "vergüenza", más que por
la "culpa", por citar a Ruth Benedict[26]. En Dostoevskij el
protagonista de El jugador no se
suicida, pero en varias obras suyas sí lo hacen chicas jovencísimas, víctimas
de violencia sexual o psicológica, estremecidas y completamente solas: así pasa
en Los demonios, en Crimen y castigo y en La mansa. Viceversa, nos cuesta imaginar
a un Raskolnikov suicida, porque sabemos que para Dostoevskij la culpa puede
ser promesa de una regeneración. Por el contrario, en Il cuore delle cose la culpa es el principio del fin de la vida del
protagonista: el fin de la confianza en los demás, de la confianza en sí mismo,
de la posibilidad de hacer algo útil y de aprender algo nuevo (en los últimos
años de su vida también ha dejado de leer). Tampoco es posible una regeneración
a través del castigo infligido por la sociedad, como en Crimen y castigo: su culpa no puede ser probada objetivamente y
sólo él la conoce. El suicidio es el único medio a su disposición para
expiarla. A esto hay que añadir el sentimiento de desolación y de angustia
provocado por la muerte del emperador Meiji y por la sensación de sentirse un
sobreviviente. La obra de Sōseki no se puede comprender sin tener claro el
momento de transición en que fue escrita.
Sin embargo, paradójicamente, la
culpa del Sensei se convierte en lo único que haya dado un sentido a su vida,
no sólo porque, al cabo de años de soledad, no tiene nada más, sino sobre todo
porque el culpable es capaz de sacar de ella una enseñanza, que podría servirle
al menos a otra persona. En el capítulo de Garasudo
no uchi que he citado, Sōseki no habla del inagotable impulso humano a dar un sentido a la propia
vida, aunque quizá lo alude diciendo: "Anche ora, immobile, scruto il mio
cuore, con occhi metà fiduciosi, metà dubbiosi[27]" . En el análisis de
sí mismos y en la escritura parece residir, según el escritor, la posibilidad
de comprender y trascender "questa vita piena di infelicità". Así hace también el Sensei, y así logra
encontrar una posibilidad de esperanza aún en la desesperación y en el vacío que
le rodean.
5. Conclusión: Il cuore delle cose y Memorias
del subsuelo
Una obra
de confesión ficcional, que podría constituir un buen término de comparación
con Il cuore delle cose para concluir
este análisis, es Memorias del subsuelo de Dostoevskij.
Ambos
protagonistas son hombres excesivamente conscientes de sí, y concientes de
esto; viven aislados del mundo y lo menosprecian, pero el Sensei mantiene
algunos vínculos con él: la relación con su mujer, que sigue amando y
apreciando, y la amistad con el joven. Ambos
conocieron el mal que llevan en sí, pero, a diferencia del protagonista
de las Memorias, el Sensei sigue
creyendo en una ética, por más que las vicisitudes de su vida y el cambio de
los tiempos la hayan sacudido, y su confesión final es el último intento de afirmarla.
Pese a la angustia de Sōseki y de tantos personajes suyos en el caos
de la vida moderna, su fuerte sentido de responsabilidad como escritor le
impidió concebir (o quizá no concebir, pero ciertamente representar) esa visión
ferozmente nihilista que está en la base del cuento de Dostoevskij, y mucho
menos el sadomasoquismo de su protagonista. (Por supuesto, con esto no quiero
dar un juicio negativo sobre Dostoevskij, sino sólo subrayar las diferencias
entre los dos escritores). Detrás del menosprecio del mundo del Sensei, y de otros
personajes de Sōseki, hay un criticismo amargo, desdeñoso, aristocrático; detrás del
menosprecio del protagonista de las Memorias
hay una carcajada vulgar. El protagonista de las Memorias no se suicida; el Sensei sí, y justamente porque el
sentido de la justicia no le ha abandonado.
Las Memorias del subsuelo son la historia de
una degradación que intenta justificarse; Il
cuore delle cose, en cambio, es una historia de culpa, confesión y
autopunición contada de una forma completa que no tiene parecidos en la
literatura occidental, en que la culpa nunca se logra decir a fondo[28]. A este propósito se
podría hacer una hipótesis inquietante: que la sinceridad en confesar una culpa
sólo sea posible a pacto de expiarla con el suicidio.
Bibliografía
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senza speranza di nuova luce–la società civile come "realtà
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vetri, traducción inédita de la autora.
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Rousseau, J. J., Las confesiones, Madrid, EDAF, 1980.
[1]Bungakuron (Teoría de la literatura), citado en Keene, D., Dawn to the West. Japanese Literature in the Modern Era. Fiction.
New York: Holt, Rinehart & Winston, 1984, p. 320-21.
[2]Keene cit., p. 304.
[3]Watakushi no kojinshugi
(Mi individualismo) en Rubin, J., Soseki on individualism, Monumenta Nipponica
34:1, 1979, p. 32.
[4]De una carta citada en
Keene cit., p. 310-11.
[5] Karatani, K., Origins of modern Japanese literature, Duke University Press, Durham and London,
1993, p. 11-22.
[6] Traducción italiana: Io sono un gatto, edición de Antonietta
Pastore, Vicenza, Neri Pozza, 2006.
[7]Traducción italiana: Guanciale d'erba, edición de Lydia
Origlia, Vicenza, Neri Pozza, 2001. El título se refiere al epíteto del viaje
en la poesía clásica: "el viaje en que se duerme en una almohada de
hierba".
[8] Traducción italiana
parcial: Il signorino, edición de
Atsuko Suga, en Narratori giapponesi
moderni, Milano, Bompiani, 1986 (1965).
[9] Natsume
Sōseki: la vita, le opere, en Sanshirō, edición de Maria Teresa
Orsi, Venezia, Marsilio, 1990, p. 317.
[10]Traducción italiana: Sanshirō cit.
[11] Traducción italiana: Il cuore delle cose, edición de
Nicoletta Spadavecchia, Vicenza, Neri Pozza, 2001.
[12] Algunos
poemas en chino de Sōseki están traducidos en:
Colleoni, G., Dalla polvere mondana alla
nuvola bianca: diciannove poesie in lingua cinese classica dell'ultimo Sōseki, Il Giappone, XXXIII [1993], p. 63-94. Una
selección de haiku en traducción
italiana se puede encontrar en: Il grande
libro degli haiku, edición de la autora, Roma, Castelvecchi, 2005.
[13] Keene cit., p.325.
[14] Ibídem, p. 324.
[15] Cfr. Colleoni, G., Il Giappone come "sventurata
nazione" oppressa dalle tenebre senza speranza di nuova luce–la società
civile come "realtà frammentata" : Natsume Sōseki guarda il "mondo polveroso" attraverso un
suo personaggio, Atti del convegno AISTUGIA 1998, ps. 111-154.
[16] Citado en: Natsume Sōseki: la vita, le opere cit., p. 324. "Frente a mí sólo hay tres vías: la muerte, la
locura o la fe. [...] No veo ninguna posibilidad de aceptar una religión y creo
no ser tan valiente como para morir. Sólo me queda la locura".
[17] Dietro la porta a vetri, traducción italiana inédita de la autora.
[18] Asai, T., Il proseguimento di Meian di Natsume Sōseki, Il Giappone, XXXI [1991], p.120.
[19] Ibidem, p.125.
[20] Dietro la porta a vetri, ps. 38-39.
[21] Traducción italiana: Le memorie della dama di Sarashina,
edición de Carolina Negri, Venezia, Marsilio, 2005.
[22]La tesis de Karatani es
que este tipo de novela nació porque existía la forma de la confesión, más que
algo que confesar. Cfr. Origins of modern
Japanese literature cit., ps.
40-65.
[23]Dietro la porta a vetri cit., p.46.
[24] En: Dostoevskij, F., Memorias del subsuelo, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1977, p.45.
[25]Dietro la porta a vetri, p.10. "Yo, que sigo a pasos
vacilantes la vía de una vida llena de infelicidad, pienso siempre en el lugar
llamado «muerte» al que tarde o temprano tendré que llegar. Estoy convencido de
que la muerte es más serena que la vida. A veces hasta la creo la condición más
sublime a que se pueda llegar como seres humanos.
«La muerte es más valiosa
que la vida». Recientemente estas palabras han empezado a pasarme sin tregua en
la mente.
Sin embargo, en este
momento estoy vivo. Sigo apegado a la vida porque no puedo liberarme en una
generación de una costumbre arraigada llevada adelante por mis padres, mis
abuelos, mis antepasados, y, remontando aún más la corriente del tiempo,
durante un periodo de cien, doscientos, mil, diez mil años".
[26] Cfr. Benedict, R., La espada y el crisantemo, Madrid,
Alianza Editorial, 2003, y la célebre distinción entre "civilización de la
culpa" (la occidental) y "civilización de la vergüenza" (la
japonesa).
[27] Garasudo no uchi, p. 9.
[28] Bartoli, L., Filología de la culpa: Dante y Dostoievski,
artículo inédito, 2008.
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