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CARTA DE ANTONIO
RANZ ROMANILLOS A ÁNGEL SAAVEDRA, A PROPÓSITO DE
Antonio Arroyo Almaraz
(Universidad Complutense
de Madrid)
RESUMEN
Recogemos en este artículo una carta olvidada que escribió
Antonio Ranz Romanillos al joven escritor Ángel Saavedra, en la que le contesta
a la petición que le hizo el escritor respecto a su obra Doña Blanca de Castilla.
Este le había enviado una tragedia neoclásica que escribió cuya representación
no tuvo el éxito esperado y se la envía para que le dé su opinión como crítico
y erudito.
Palabras claves: Carta, tragedia, crítica teatral.
ABSTRACT
In
this article, we present a forgotten letter that Antonio Ranz Romanillos wrote
to the young writer Ángel Saavedra. In the letter he answers Ranz’s request to
give his opinion, both as a critic and a scholar, about Ranz’s neoclassical
tragedy, Doña Blanca of Castille,
which had been performed without much success.
Key words:
Letter, tragedy, dramatic criticism.
Además de la correspondencia de Ángel
Saavedra que se conserva en
Hay un problema sobre la fecha de creación
de la tragedia Doña Blanca de Castilla que la carta ayuda a concretar.
Si Saavedra envió dos de sus primeras tragedias para que le dé su opinión sobre
ellas es porque aún no las considera cerradas para su estreno o publicación, lo
que nos podría permitir deducir que Doña
Blanca no se escribió en 1815[9]
como fecha cerrada, o por lo menos no se terminó en esa fecha[10],
porque seguramente a partir de las aportaciones de Antonio Ranz modificara algo
de ella. Podemos entender entonces que se estrenara, como apuntó Gabriel
Boussagol[11],
el 28 de noviembre de 1817, pero que Ángel Saavedra no la dio por terminada,
posiblemente ante los resultados que observara en su estreno y siguiente
función del día 29. Al menos Antonio Ranz no da muestras de conocer tal
representación como podemos observar a lo largo de la epístola. Se podría
deducir que se acabó de forma apresurada, posiblemente en una fecha cercana a
su representación -1817-, se estrenó y ante el resultado hace una revisión de
la misma contando con el criterio de Antonio Ranz. Por otro lado, cuesta
entender que no se lo hubiese comentado y que este no hubiese hecho alguna
referencia a tal representación de la obra; desde luego el preceptista no tiene
conocimiento de tal estreno y en la fecha del mismo está en Córdoba. El
manuscrito de Doña Blanca se perdió[12]
en 1823, desapareciendo en el robo que padeció el equipaje de Ángel Saavedra en
el río de Sevilla, el día de San Antonio, 13 de junio, como consecuencia del
saqueo general que sufrieron los liberales por parte de los absolutistas.
Córdoba, 15 de
Marzo de 1819
Muy Sor mío[13]
y estimado amigo: vm. graduará de tardía esta contestacion, y amí tambien me lo
parece; pero ademas de haber sido estorvo para ella sucesos domesticos que han
llamado hacia sí indispensablemente mi atencion, ha concurrido tambien con
estos cierto miedo, ó de haber de engolfarme demasiado en una materia difícil,
si habia de satisfacer complidamente á lo que parecía haberseme preguntado; ó
de quedar escaso y diminuto, si me limitaba á hablar de las dos trajedias que
ha tenido vds. la bondad de querer sugetar a mi censura, manifestando solamente
el juicio que de sus bellezas ó defectos huviese formado. Realmente para llenar
del todo sus deseos de vds. parecía preciso hacer un completo tratado de la
trajedia, en el que se señalasen y explicasen con claridad las calidades
esenciales que constituyen perfecto este drama; diciendome vm. en su apreciable
carta que no solo desea saber los defectos de sus trajedias, sino tambien los
que tenga el sistema que se ha propuesto para escribirlas, el que me
manifiesta, para ver si es de mi aprobacion. Mas habiendo reflexionado despues,
que tanto en esta parte, como en el juicio de las dos trajedias, pueden bastar
indicaciones con quien ha leido cuanto hay que leer sobre este delicado ramo de
Desempeñado lo que vm. dice se propone para
la composicion de sus trajedias, en los cinco numeros en que explica el plan
que se ha formado, resultarán sin duda dramas acabados y perfectos, que
entretengan agradabilisimamente y sirvan de leccion y ejemplo para contener el
desarreglado ímpetu de las pasiones[14]:
¡objeto grande y magnifico, digno de un animo ilustrado y de un corazon recto!
Así el plan está muy bien concebido, y no dudo merezca los elogios de cuantos
de él se enteren. Tampoco dudo que graduarán la empresa de muy ardua; y vm. que
se ha puesto á vencer las dificultades de mil especies que la constituyen tal,
será el primero que lo reconozca. Con todo por lo que vm. lleva hecho hasta
aquí, se puede esperar que si no desmaya en la carrera, ha de llegar en ella
muy adelante, y conseguir que su nombre se coloque al lado del de aquellos que
hicieron ilustre el suyo con esta especie de trabajos.
Todo cuanto vm. expresa en los cinco
numeros, es muy conforme á lo que exije la constitucion de una buena trajedia y
muy ajustado á las reglas que nos han dejado los maestros del arte;pero también
pide todo, sobre las naturales disposiciones, que en vm. seguramente no se
echan menos, una atencion y un cuidado sumo, para no tropezar ni levemente, ni
subir ni bajar del tono con que se comienza. Mas si el trabajo y el esmero
pueden mucho en los objetos que abrazan los cuatro numeros ultimos; en el del
primero es un el que no pueden tanto; y aquí es donde está para mí lo sumo de
la dificultad. ¡Y en verdad cuanto vá en la feliz ó infeliz eleccion del
asunto! En el que de suyo es verdaderamente trajico, es decir de personas
elevadas y de caracteres verdaderamente grandes, y en cuyos sucesos iban
grandes intereses, cuyo exito en una y otra parte importaban mucho: en este
todo parece que ayuda al compositor: la imaginacion se fecunda de ideas
sublimes; el juicio presenta gran numero de sentencias provechosas; y el
lenguaje, proporcionado á esta disposicion del animo, es elevado sin hinchazon,
corriente y claro sin esfuerzo, y aun copioso sin redundancia; y sobre todo es
animado con un valor dulce que encanta y arrebata. Todo esto parece que se
viene naturalmte en pos de una eleccion hecha con acierto. Por el
contrario si en el asunto que se elije faltan aquellas calidades, hagase cuanto
se hiciere, el fin de inspirar interés no se logrará, y por mas que á costa de
grandes trabajos se consiga hacer algunos trozos brillantes y agradables, el
todo se necesitará de la aridez de la materia, y será quizá un no reprehensible
drama; mas no una trajedia. Ahora se ven frecuentemente sobre la escena muchos
de estos dramas mixtos, que no dejan de hacer muy buen efecto, excitando la
compasion, y aun el terror hasta cierto punto; aunque no hasta aquel que dá á
las trajedias, bien conducidas su mayor realze. Vm. quiere y es laudable su
querer, tomar los asuntos de sus trajedias en la historia nacional, porque
naturalmente nos han de interesar mas los sucesos de nuestros heroes, que los
de otros grandes personages, ó extrangeros o fabulosos. No le dire a vm. ni me
pasa por la imaginacion, que nuestro terreno haya sido esteril de heroes en los
tiempos antiguos, medios y modernos: los grandes hechos de estas edades autores
tuvieron sin duda, y autores que debieron serles proporcionados; pero el
defecto está en que sus caracteres nos son desconocidos enteramente. Dos
calidades solas se nos han dado á conocer de ellos, su valor en los combates, y
su religiosidad: peleó, se dice del mayor de nuestros grandes hombres, tantas
veces contra los moros, y los venció, y fundó tal iglesia y tal monasterio: muy
buenas cosas sin duda y dignas de loor; pero en las que el poeta trajico nada
encuentra que le pueda servir para sus fábulas. De las demas acciones de estos
hombres, celebres para su tiempo, nada sabemos; y si alguna tosca pincelada se
da de su caracter, mas es para rebajar su mérito, que para dar á conocer sus
virtudes ó sus vicios sociales y politicos, de donde dimanan las acciones
propias para las composiciones teatrales. Caracteres grandes por eminentes
calidades benéficas, sombreados con debilidades y flaqueza, y aun con el vicio
de la ambicion y los excesos á que esta arrastra son los que pide la escena
trajica; y a los escritores de cronicas se les pasaban estas cosas por alto, sin
llamar de ningun modo su atencion. Bajo este supuesto si queremo(s) sacar estos
personages al teatro, apenas podremos tomar de la historia mas que sus nombres
y los de algunos de sus contemporáneos: lo demas que queramos sea digno del
coturno[15],
lo hemos de excogitar[16] y
acomodar, como si se tratara de personages de pura invencion[17].
Mas diria para ponderar la dificultad de encontrar argumentos trajicos en
nuestra historia, y la de los demas pueblos de nuestra Europa desde los siglos
tenebrosos acá; pero aun lo dicho me temo que les ha de parecer a algunos
demasiado. En suma me inclino mucho mucho al dictamen de Alfieri, de quien vm.
disiente[18].
Los caracteres de los Griegos y Romanos tenian una esfera muy dilatada donde
diversificarse; así no eran todos de una forma monótona. Las pasiones
energicas, que en bien y en mal mueven á grandes cosas, no estaban en ellos
sofocadas, sino que todo ocurria á inflamarlos; pero veo que sin pensar vuelvo
á extenderme sobre un punto, en el que no tengo por necesario, ni aun por
conveniente, acumular mas pruebas de mi opinion: baste para un inteligente
haberlas indicado.
“Todo lo demás que vm. dice sobre el
sistema que ha adoptado para escribir trajedias que no sean calcadas sobre un
particular modelo, sino que lleven consigo cierta originalidad, guardando en
ellas escrupulosamente la verosimilitud, contrastando los caracteres,
observando las reglas de las unidades, acrecentando el interés en la proporcion
del progreso de la fábula, disponiendo un desenlace el menos artificioso
posible, tomando del teatro francés y del italiano lo que respectivamente es
laudable en cada uno, y cuidando de que el lenguaje sea puro, correcto y
adornado convenientemente según el genero de poesía que se cultiva[19]:
Todo esto repito a vm. que está maravillosamente pensado; y también vuelvo a
decir que hallo en vm. grandisima disposicion para ejecutarlo, hasta donde á
nuestra limitacion le es dado alcanzar. Por tanto lejos de aconsejar a vm. que
se contente con los ensayos hasta aquí hechos, le exhorto cuanto puedo, á que
prosiga sudando en esta arena con la esperanza de ser coronado.
“En las muestras que vm. ha dado, las
acciones estan bien conducidas; no hay escenas superfluas; el dialogo es
animado, fluido, y muy sostenido; y si hay descuidos, no son de los muy
reparables en que se falta á las reglas del arte; que ya es muchisimo. Del
principio transcendentalisimo de no perder de vista la verosimilitud, se
derivan las mas de ellas; y vm. es cuidadosisimo en guardarlas; lo que dará
siempre mucho valor á sus composiciones. Las reglas empero mas se ocupan en
precaver defectos, que en prescindir bellezas. Dicen cuando mas en la parte
positiva, que tales y tales lances, como los reconocimientos y mudanzas de
fortuna bien preparados y manejados hacen maravilloso efecto; pero no señalan
ni pueden señalar el momento oportuno de su uso; y en esto está toda la
dificultad. Así las reglas no abren ni despejan el buen sendero: notan sí muy
bien los malos pasos, donde ya se ha tropezado. Las bellezas las ha de sacar
cada uno de su propio fondo; y por esta razon se diversifican tanto en las
obras de ingenio los que trabajan en un mismo genero, y aun sobre un mismo
argumento.
Pasando ya á hablar, sobre este fundamento,
de las dos trajedias, en las que desea vm. sea yo su Aristarco, le aseguro con
toda verdad que á mí entender en la de D.ª Blanca ha sacado vm. del asunto todo
el partido que era posible. La historia es conocida, y vm. se ha valido con
maestría de todas sus circunstancias, haciéndolas servir para dar realze a la
acción: sobre todo la aparicion del pastor[20]
está muy bien trahida y manejada. Tales sucesos son muy propios para acrecer el
terror; y en este drama cuando la historia no le huviera ofrecido, era preciso
haberle inventado, porque faltan todos los medios teatrales de grande efecto.
Los caracteres que son los que la historia da a los principales personajes,
están bien pintados y sostenidos. Con todo,,en D.ª Blanca, dice vm. me
descontenta el que esta infeliz Reyna no interesa tanto como yo quisiera,,; y
no extraño que vm. se explique así, porque yo observo tambien que no interesa
segun mi deseo. Contribuye en alguna parte á disminuir el interés en esta
trajedia el que la protagonista no puede haberse mas que pasivamente en toda
ella, no pudiendo poner nada de su parte ni para mejorar, ni para empeorar su
suerte. Las situaciones apuradas de los personajes principales, sus
deliberaciones y sus acciones consiguientes a los riesgos que les amenazan, dán
mucho calor al drama, y ponen a los espectadores en una proporcional agitacion.
Aquí esta infeliz princesa nada tiene que hacer, y solo la consideramos como
una cordera inocente caida en las garras de un lobo; en cuyo favor se trabaja
para que este no acabe de despedazarla[21].
Reflexione vm. que estas situaciones, puramente pasivas de los principales
personages de suyo son poco trajicas, á no que con ellos hayan de padecer otros
que pueden tomar actitud (?) activa, como son los que tienen un dedo natural
muy inmediato; en el cual caso toman estos tambien la calidad de personages
principales: que es lo que sucede en el sacrificio de Higemia (?) con sus
padres.”
Otra causa mas principal hay todavia para
que parezca tibio el interés que se toma por Dª Blanca; mas en cuanto á esta
voy a ver si le consuelo a vm. con la siguiente consideración. Quizá Dª Blanca
interesará al auditorio más de lo que á nosotros nos parece, por la razon de
que el comun del pueblo, entrando en él aún las personas de una regular
instrucción, no conoce tan extensamente como nosotros la mala indole y las
acciones atrozes de su brutal marido. Para estos el trajico suceso de Dª
Blanca, sino en el exito, que es muy sabido, en lo demas lleva consigo el aire
y la expectacion de la novedad, con lo que el interés se aumenta, y los afectos
se conmueven alternativamente. Tengo pues esperanza de que puesta en accion ha
de interesar y mover mas que medianamente. Para los que llevamos ya
en el animo una aversion muy decidida contra la tirania de Dn Pedro,
y que nos anticipamos á todo cuanto malo execrable puede hacer; el odio hacia
tan detestable personage nos ocupa enteramente, y no deja lugar para ningun
otro afecto. El odio es de todas maneras la peor de las pasiones, porque seca y
esteriliza el corazon, y lo deja incapaz de los sentimientos suaves y
beneficos, como lo de ternura y compasion. Esta observacion es la que amí me
volvio, como suele decirse, el alma al cuerpo sobre el efecto de esta trajedia,
porque en su primera lectura me sucedio lo mismo que vm. dice que Dª Blanca me
interesó poco. El que esta Princesa y el Arzobispo sean tan credulos y faciles
de engañar, es muy propio de la sencillez y generosidad de uno y otro; así que
en sus caracteres nada hay llevado al extremo, nada que no sea muy natural, y
que no se crea que debieron hacerlo y decirlo, como lo hacen y lo dicen en las
circunstancias en que se les supone.
El caracter del Alcalde es muy hermoso: la
historia ya dá de él una idea muy ventajosa; pero sobre aquel fondo vm. ha
hecho primores, y ha dibujado un completo caballero castellano, modelo y
dechado de fidelidad y pundonor. Mas con todo temo no aparezca un poco
exagerado en la escena ult. del acto II. Zúñiga no esperaría de Hernando que
abogase por la infeliz Reina como buenamente se lo persuadia el Arzobispo; y no
es extraño, antes muy propio, que con facilidad se suscitase, entre dos
personas que no podían amarse, una contienda que viniese a parar en el termino
mismo que vm. le dá. Desdeñaría aquel las ofertas de un valido de mala opinión,
como lo era este; pero los términos en que desde luego lo ejecuta, son
demasiado fuertes para empezar; y mas en un momento en el que aunque Zuñiga
nada bueno se prometiese de aquella alma rea, habia de temer irritarle, no
fuese que lo pusiera todavía de mas mala fé en una causa en que él estaba tan
interesado. Por tanto la contienda está bien, y pertenece esencialmente á la
accion: conviene tambien que pase hasta el punto adonde llega; pero las
contestaciones, aunque nunca blandas, no han de ser ofensivas desde el primer
encuentro sino que amí parecer, han de ir mas gradualmente, siendo provocadas
por el orgullo del valido.
El caracter de este está asimismo muy bien
inventado y seguido. ¡Ha sido siempre tan facil encontrar Hernandos en los
palacios! pero por mas malo que se le suponga, me parece fuera de la
verosimilitud lo que anuncia proponerse al fin del soliloquio con que se dá
principio al Acto IV. Está muy bien que trate de engañar á la sencilla Dª
Blanca, y ver si puede hacerla aprobar el plan de una conspiracion, para que
este sea el pretexto de perderla; sin embargo de que habia de tener por muy
dificultoso recabar de la virtud de
Estos son mis escrupulos, o si vm. lo quiere
mas, mis advertencias sobre la de Dª Blanca. Los otros dos que vm. dice haberle
asaltado, el primero de los demasiados soliloquios del Acto V, y el segundo de
la introduccion del Page de
El lenguaje[22]
es acomodado, propio, y correcto; aunque en cuanto á esta ultima dote todavía
puede mejorarse. Algunas vozes estan empleadas con una repeticion reparable p.
e. el epiteto bondadoso se usa muchas veces, y alguna no muy propiamente. En
la primera escena exclama Zúñiga de esta manera:[23]----------------------------------------------
Por los mismo que esta trajedia es tan
bella, debe vm. detenerse mucho todavía en corregirla y limarla; porque se
resiente de la prisa con que, al parecer, se concluyó; sin que (?) por lo mismo
se huviese vuelto luego sobre ella. Hay alguna incorreccion en el lenguaje, y
bastantes versos que piden ser refundidos; y seria lastima que tan hermosa
composicion saliese al publico ni siquiera con lunares.
Creo que mi imparcialidad quedará bien demostrada
con haber censurado tan diversamente las dos piezas sometidas a mi juicio: esto
era lo que se me pedia, y lo que he hecho con la mejor voluntad, y con el mas
sincero deseo de ser de algun auxilio á un joven que con tan buenos auspicios
ha entrado en una carrera difícil, y que ya va tan adelante en ella. Si el
efecto fuere muy inferior, como realmente lo será á este deseo, imputese la
culpa á quien ha buscado luz clara donde no hay mas que escasos resplandores; y
aun esos amortiguados de mil maneras, y por mil causas. Mas vm. verá que no me
he negado á complacerle; como no se negará nunca hasta donde le sea dado, su
apasionado amigo i seguro servidor q. b. s. m.
Antº. Ranz
Romanillos
Sor Dn Angel de Saavedra Ramirez de Baquedano
BIBLIOGRAFÍA
BOUSSAGOL, G.: Ángel de Saavedra, duc de Rivas. Sa vie, son oeuvre poétique.
Toulouse: Impr. Édouard Privat, 1926.
BOUGASSOL, G.: Ángel Saavedra, Duc de Rivas. Essai de
bibliographie critique. Extrait du Bulletin Hispanique, tome XXIX, n.º 1,
Toulouse, 1927.
CALDERA, E.: «De “Aliatar” a “Don Álvaro”.
Sobre el aprendizaje clasicista del Duque de Rivas», en Cuadernos de Filología III, Literaturas, Análisis. Valencia:
Universidad de Valencia, 1983. También en http://www.cervantesvirtual.com
LUZÁN, I.: La poética o reglas de la poesía en general
y de sus principales especies. Tomo segundo. Madrid: Imprenta de Antonio
Sancha, 1789.
MARTÍNEZ TORRÓN, D.: Doña Blanca de
Castilla, tragedia inédita del Duque de
Rivas. Navarra: Eunsa, 2007.
PÉREZ-RIOJA, J. A.: “Nueva Aportación
Documental a la biografía del Helenista Soriano Ranz Romanillos” en Celtiberia,
n.º 52, Soria: 1976, pp. 297-304.
ROMERO TOBAR, L.: Panorama crítico del romanticismo español. Madrid: Castalia, 1994.
[1] Sobre este tema hemos expuesto una ponencia,
además de co-dirigir el Congreso Internacional Ángel Saavedra, Duque de
Rivas. V Encuentro de Literatura Romántica. Realizado en colaboración entre
el Museo Romántico y
[2] Editor de escritores como Manuel Bretón de los
Herreros, con quien mantuvo relación comercial hasta 1847, José Zorrilla,
Mariano J. de Larra, José Espronceda, Ángel Saavedra… Creó
[3] Luis M.ª Ramírez y Las Casas Deza (1802-1872).
Médico cordobés, gran aficionado a la historia. Acabó como Catedrático de
Geografía e Historia del Instituto provincial de Segunda Enseñanza de Córdoba.
Como historiador perteneció a
[4] Periodista, historiador y autor dramático español nacido en
Cádiz en 1820 y fallecido en Madrid en 1892.
[5] Antonio Ranz (1759-1830) no fue un tratadista de
poética como lo fueron Santos Díaz González, Leandro F. de Moratín, Pedro de
Estala o Agustín García de Arrieta, entre otros, pero contó con la amistad y la
confianza de Ángel Saavedra para que le censurara sus tragedias, en su
aprendizaje clasicista, siguiendo entre otras la preceptiva de Luzán. Destacado
traductor riguroso de las lenguas clásicas –Isócrates (Cartas y Oraciones) y de Plutarco Vidas paralelas, una de las mejores que se han hecho y por la que
mereció figurar en el Diccionario de
Autoridades de
[6] José Antonio Pérez-Rioja: Nueva Aportación Documental a la biografía del Helenista Soriano Ranz
Romanillos.
[7] Recientemente, 2007, D. Martínez Torrón acaba de publicar la
obra: Doña
Blanca de Castilla,
tragedia inédita del Duque de Rivas,
a partir de haber encontrado el manuscrito correspondiente a un personaje de la
obra, Zúñiga, hallado en el Palacio de Viana de Córdoba. La obra no está
completa y la carta de Antonio Ranz es un complemento a ella ya que permite
añadir más información sobre la misma.
[8] Como señaló Leonardo Romero (1994:279): “El género
[tragedia] canonizado en la tradición poética aristotélica se lucró de los
prestigios que le concedían una teoría literaria y una estimación estética
sustentadas por grupos socialmente privilegiados. De manera que la práctica del
teatro clasicista prosiguió su ejercicio en el curso del XIX, bien que, en
determinados casos de actualización de la tragedia, los modelos tenidos en
cuenta fueran directamente los textos griegos y latinos y, en alguno, los
modernos italianos como Alfieri…”.
[9] En las Obras
Completas (1854-55), que preparó Ángel Saavedra se menciona (vol. IV, p.
526, tras el índice): “ha escrito el autor, y no ha tenido á bien que formen
parte de esta colección, las siguientes: […] Doña Blanca, tragedia en cinco actos, escrita en Sevilla en 1815,
estrenada en aquella ciudad y hasta ahora inédita”. Así como tampoco incluía el
resto de sus tragedias.
[10] Gabriel Bougassol: Ángel Saavedra, Duc de Rivas. Essai de bibliographie critique, p.
18, comenta que si ignoramos la fecha que aparece en las Obras Completas, de
1815, es probable que fuese escrita un poco antes de su representación, es
decir, cercana a 1817.
[11] Boussagol,
op. cit., p. 18: “la ‘première’ eut lieu le 28 nov. 1817. Le ‘Diario de las ocurrencias públicas…’, dejà
cite, porte pour cette date: ‘Teatro: a beneficio del Snor. Galan. Dª. Blanca
de Castilla, tragª.’ (…) Le 29 novembre ou joue de nouveau cette píese.
Apéndice IV (pp. 87-88). “Affiche de a première de Doña Blanca. Teatro. Con
superior permiso: JOSE INFANTES, primer actor del Coliseo de esta ciudad,
deseoso de dar una constante prueba de su reconocimiento á un publico que tanta
indulgencia le ha dispensado; como igualmente aprecio en las continuas
demostraciones en que le ha prodigado su aceptación; no ha omitido medio alguno
para presentar en la escena el viernes 28 del corriente, destinado para su
BENEFICIO, después de una brillante sinfonia, la tragedia nueva original en
cinco actos, titulada DOÑA BLANCA DE CASTILLA. Composición del acreditado don
Angel Saavedra Remirez (sic) de Baquedano autor del ‘Aliatar’ que tanto agradó
el año pasado á este ilustrado pueblo Sevillano. Si el primer ensayo en el
difícil arte de la declamación mereció tan justos elogios, la emulación de
éstos, ¿qué no habrán adelantado en el conocido genio poético de tan
recomendable joven? El publico, juez imparcial de la escena, decidirá en el
examen de esta obra; por lo que, en la ejecución de ella se han comprometido
los actores en apurar sus conocimientos para acreditar a tan sabios
espectadores, sus deseos de complacerles; y al ingenio, que han sabido
satisfacer á la confianza que éste ha depositado en ellos. Seguirá un excelente
intermedio de música, por la señora Carolina Bossi. Después se baylaran una
boleras nuevas (sic), con el nombre de AFANDANGADAS. Dando fin con un chistoso
saynete, nominado: EL CAREO DE LOS MAJOS. A LAS
[12] Boussagol, op. cit., p. 18.
[13] Intentamos en todo momento reproducir el texto
siguiendo el original, sin actualizar la ortografía.
[14] Señala el objetivo de la tragedia
y su división en cinco actos, según la declaración clasicista de I. Luzán, el
gran preceptista del siglo XVIII, y siguiendo igualmente las fuentes italianas
y en menor medida las francesas, vigentes en la época. En Luzán -La poética o reglas de la poesía en general
y de sus principales especies, 1789, libro
III, cap. III, p. 76- podemos leer, citando a su vez a Aristóteles: “La
tragedia (…) es imitación de una acción grave (…) por medio de la compasión y
del terror, purgue los ánimos de ésta y otras pasiones”.
[15] Calzar el coturno: usar un estilo alto y sublime,
especialmente en la poesía. De alto coturno: de categoría elevada. (DRAE).
[16] Hallar o encontrar una cosa con el discurso y la
meditación. Excogitable: que se puede excogitar o discurrir. (DRAE).
[17] Este planteamiento que acabamos
de leer se encuentra igualmente en Luzán -op.
cit., cap. V, p. 86-: “en las fábulas trágicas por lo regular sean los nombres
verdaderos y los hechos sacados de la historia, no por eso deja de haber en
ellas aquella invención y ficción necesaria para el ser de fábula (…) De esta
suerte la fábula, aunque parezca copiada de la verdad histórica, es siempre un
discurso inventado o una ficción de un hecho”.
[18] La presencia de la influencia
italiana en la poética que defiende Antonio Ranz es notable, y él mismo
reconoce esa vinculado, principalmente al italiano Vittorio Alfieri cuya fama e
influencia comenzó en España a finales del siglo XVIII, alcanzando su máxima
popularidad en el primer tercio del siglo XIX. La influencia de Alfieri llegó a
los dramaturgos más significativos de comienzos del ochocientos, como por ejemplo
a Martínez de
[19] Como observamos a través de estas
palabras de Antonio Ranz, él sí es partidario de los principios básicos del
teatro neoclásico que acaba de resumir en el respeto a las tres unidades, junto
a la exigencia de verosimilitud y propiedad, en función de la finalidad
didáctica del arte, aunque Saavedra no está tan convencido de ello, sin embargo
las obras que le ha dado cumplen con esa preceptiva.
[20] Trata sobre los distintos
personajes de la tragedia todos ellos, por lo general, vinculados a doña
Blanca. A partir de estos comentarios se puede reconstruir buena parte de la obra
y completar más el sentido de la misma, según la publicación del profesor
Martínez Torrón que ya hemos citado, hasta que esta pueda estar completa en
alguna ocasión. La carta, por tanto, completa la obra y añade al texto otros
fragmentos que no están, aunque sea tan solo desde los comentarios de Antonio
Ranz, concretamente la escena última del Acto II, el principio del Acto IV y
una parte del Acto V. Destaca algunos personajes inventados que dan realce a la
acción, como es el caso del pastor. Pero principalmente destaca el estudio que
hace de los caracteres de algunos personajes y la verosimilitud de algunas
escenas.
[21] La obra cumple con las reglas
señaladas anteriormente: es una historia conocida y nacional, los nombres de
los principales personajes están tomados de la historia –Don Pedro, doña
Blanca…-, sin embargo otros no, como por ejemplo Zúñiga o Hernando, pertenecen
a la ficción. La fábula cumple igualmente con esa doble condición de estar
tomada de la historia pero, por otro lado, su discurso es ficticio. Es aquí
donde Diego Martínez ha señalado el sentido que le dio Saavedra al encarnar don
Pedro el prototipo de tirano como una reacción liberal contra la monarquía
absolutista de Fernando VII. Sin embargo, el interés de Saavedra es destacar a
doña Blanca dándole, en función de su adversidad, tintes de heroína romántica.
Saavedra creó una obra que sin dejar de lado la sensibilidad neoclásica, como
se observa, se acerca e inicia con estas obras a una sensibilidad más
romántica: doña Blanca cobra todo el interés de la tragedia como víctima del
tirano. No podemos ni pretendemos afirmar con ello que Saavedra ha absorbido la
sensibilidad romántica, pero sí que se está moviendo rumbo al romanticismo,
como señaló Ermanno Caldera -De “Aliatar”
a “Don Álvaro”. Sobre el aprendizaje clasicista del Duque de Rivas-. La
presencia de la heroína, doña Blanca, enamorada e infeliz, perseguida por un
destino adverso: Don Pedro. Podríamos recordar algunos versos del Don Álvaro
que se pueden asociar al destino de doña Blanca: “¡Qué carga tan insufrible/ es
el ambiente vital/ para el mezquino mortal/ que nace en sino terrible!”. Se une
la visión de don Pedro como un tirano, contraria a la visión áurea,
principalmente de Lope de Vega, donde don Pedro es un modelo de rey justiciero,
dentro de su gran poder.
[22] Sobre este tema es muy aconsejable el artículo de
Ermanno Caldera anteriormente citado.
[23] En el original aparece así, tachado, igual que el texto que está dentro del cuadro, está tachado.
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