Antonio de
Hoyos con su hijo Antonio Pablo (años sesenta)
Antonio de Hoyos era, en la Murcia de los sesenta, para
los jóvenes estudiantes de su Facultad, Italia. La Italia de la Democracia Cristiana,
de Fanfani y de Aldo Moro, imposible entonces para nosotros, la Italia de las autostradas y
los velocísimos fiat y alfas romeos, la Italia del Gattopardo y de los Finzi Contini, la Italia de Pasolini y de
Antonioni, la Italia
de la Piazza
del Popolo y del Campidoglio en Roma, la del Albergo Assarotti y la familia
Viazzi de Génova, una Italia de libertad que Antonio transmitía sin problema
alguno, mientras en París surgía el mayo dd 68.
Y él daba por terminado el curso, recién empezada la primavera,
porque debía asistir a la
Mostra de Venecia. Y Antonio era la Dante Alighieri,
en cuyo «Comitato di Murcia» iba integrando a todos aquellos amigos que alguna
vez habían estado en Italia, a los bolonios y a los peregrinos, a los
estudiosos y a los pícaros asistentes a las universidades de verano italianas. La Dante Alighieri le
condecoraría al final de su vida cuando le otorgó su «Diploma di Benemerenza
con Medaglia d'Oro».
Después vinieron muchos años y muchos días. Antonio era
también maestro de gastronomía, rechazaba el marisco si estaba frío y exigía el
whisky de la mejor marca, al mismo tiempo que rábanos, cebollas y olivas de
Cieza eran por él considerados plato de la mesa del mejor gusto. Así como
apreciaba la cocina más castiza, por exquisita, era igual de exigente a la hora
de escribir un castellano perfecto y, más aún, a la hora de hablarlo. Perseguía
los anglicismos y los galicismos de tanto juvenil pedantón que quería lucirse
con lindezas idiomáticas reprensibles, tontucierías que ponía al descubierto en
misa mayor.
Jurado durante muchos años del Premio «Gabriel Miró», acudía a las reuniones de Alicante con las ideas muy
claras y desenmascaraba a los que intentaban premiar vulgaridades o
mediocridades sin reparo ninguno. Conocedor como pocos del cine y la cinematografía,
regentó durante muchos años una Cátedra de Cine en la Caja de Ahorros del Sureste
de España, a la que estuvo vinculado en diferentes empresas culturales. El
Premio «Miró» fue la última de ellas, ya que permaneció en el Jurado,
enriqueciéndolo con su ingenio, hasta su muerte. Salvador García Jiménez escribió
sobre él: «No he conocido a ningún otro amigo que hiciese tan buenas migas con
el niño travieso que lo habitaba, sobre todo cuando nos hablaba entusiasmado
del campo de Cagitán. La inocencia ha vencido finalmente al catedrático y
académico, yéndose tras la estrella de las estrellas. Él, que era el alma del
premio de cuentos Gabriel Miró, nos
ha dejado en el misterio de la vida y la literatura.»
Europeo de educación y de cultura, admiraba la cultura
francesa, y, sobre todo, la italiana, pero, al mismo tiempo, se entusiasmaba
ante el nuevo Berlín y soñaba con la Europa del siglo XXI en un café de la
imperial Viena. Su maestro de esta Europa profunda era nada menos que Ortega y Gasset,
en quien había aprendido muchos de sus comportamientos civilizados y la
capacidad de interesarse por todo. Si cuando era profesor de italiano en un
instituto de bachillerato comenzaba sus clases a las niñas de diez años
enseñándoles a conjugar el presente de indicativo de «buscar una mosca» («...
yo busco una mosca, tú buscas una mosca, él busca una mosca...» etc.), con el
fin de corregirles su fonética local, del mismo modo, y con la misma
originalidad, discutía, e incluso negaba, por considerarlo una ordinariez como
la copa de un pino, el origen árabe de Murcia, el espíritu barroco de la ciudad
o la existencia del Altiplano de Jumilla-Yecla, que él prefería llamar Tierras
del vino.
Para Antonio, nuestra cultura era el Mediterráneo, con su
luminosidad, con su elegante civilización milenaria, un mundo de creación, de
belleza y de valores imperecederos. Sobre estos y otros temas polemizó con
muchos y convenció a bastantes, y algunos de sus contertulios le recordaron en
su vitalidad y brillantez muchos años después. Así lo hizo Enrique Tierno
Galván, en sus Cabos sueltos en 1981,
cuando al recordar su vida en la lánguida Murcia de los cincuenta, muy pocos
nombres constituían la parte grata de esa memoria: el de Antonio de Hoyos
estaba entre ellos por su inteligencia, por su vitalidad y por su elegancia.
Jaime Campmany lo evoca ya en sus años de madurez frente
al Mediterráneo: «En las mañanas del verano, rondando ya la senectute de los setenta, Hoyos iba de La Ribera a Campoamor, en
bicicleta. Subía a mi terraza del décimo y tomábamos juntos un agua de whisky.
Respiraba el Mediterráneo, bebía con los ojos el azul increíble, miraba las
espumas donde se mecen columnas y espondeos, cánones y silogismos, y me soltaba
de repente: «Todo lo que no es Mediterráneo es tribu. Todo lo que no es
Mediterráneo es barbarie. ¡A formar!». Después, sin transición: «Oye, Jaime, ¿a
ti no te cabrea Esquilo?». «¿Cabrear, Esquilo? A mí no me cabrea Esquilo,
Antonio. ¿Y a ti?». Sí, a él lo cabreaba Esquilo, válgame Dios. «A mí me cabrea
Esquilo. Pero lo que a mí me cabrea de Esquilo es no haberlo leído antes. Hay
que leer a Esquilo antes, mucho antes. A Esquilo se le lee demasiado tarde».
«Pues, hombre, ahora que lo dices, tienes razón». Terminaba de sorber el
whisky, se subía a la bicicleta y se iba, a lo mejor con los tres gerundios de
don Pío Baroja, cantando, silbando, tarareando, bailándole en los labios. En la Atenas Clásica,
Hoyos habría sido un habitual de la aporía y un iniciado en la mayéutica,
desentendido del areópago tanto como de la lonja. Le hubiese preguntado
Alejandro: «¿Qué quieres, Antonio? Yo soy Alejandro y puedo darte todo lo que
me pidas», y él habría contestado igual que el filósofo: «Que te quites de en
medio, que me tapas el sol». El Mediterráneo, de vez en cuando, echa a la
orilla estos héroes de espuma, estos seres irrepetibles, angélicos,
fosforescentes, destelleantes, tan superfluos, tan necesarios, bendito sea.»
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Antonio
de Hoyos Ruiz nació en Cieza (Murcia), el 9 de enero de
1912 y murió en Murcia, el 6 de enero de 1994. Escritor, ensayista y profesor, estudió
Filosofía y Letras en Murcia y Granada. Fue catedrático de Italiano de
Institutos de Enseñanza Media y profesor titular de Lengua Árabe en la Universidad de Murcia,
aunque también impartió otras asignaturas, a lo largo de una incesante carrera
docente universitaria, desde el Griego de su primera vocación como filólogo
hasta la
Crítica Literaria. Realizó su tesis doctoral en la Universidad de Madrid,
en Filología Griega, sobre el vocablo ousía.
Por su obra de investigación literaria recibió el premio Edición de Textos en
1952 y el premio Baquero Almansa en 1958.
Desempeñó
también el puesto de Archivero-bibliotecario de la Diputación de
Murcia y dirigió la
Cátedra de Cine en la
Caja de Ahorros del Sureste de España, en Murcia. Fue Académico
de Número de la Academia Alfonso
X el Sabio, en la que ingresa en 1974 con un discurso sobre Murcia, Mursiya y otros topónimos de origen
indoeuropeo. De sólida formación humanística, se ocupó de otras áreas del
saber: arte, cine, gastronomía... Viajó por varios países de Europa, aunque su
simpatía por Italia y por la cultura mediterránea destacaba entre sus
predilecciones.
En su producción, destacan los ensayos
de carácter sociológico y costumbrista, como los reunidos en el volumen Murcia, pueblos y paisajes (1957), y
sobre todo los estudios literarios, entre ellos Yecla en Azorín (1954), Ocho
escritores actuales (1954), Unamuno
escritor (1959). Cultiva también con singulares cualidades la biografía,
como demuestra en Rodríguez Pérez,
histólogo (1977).
Paralelamente
a su obra sobre literatura, también cultiva
los ensayos sobre arte. En este sentido son importantes: Carpe (1957), El pintor Antonio H. Carpe y otros ensayos (1990) y Parmigianino, ensayo para una biografía
(1992). Sus artículos y monografías en prensa y revistas sobre diversas
materias se cuentan por centenares, entre los que destacan los dedicados a los
escritores D'Annunzio, Lampedusa, Giorgio Bassani, o el impresor Bodoni, que
revelan su dedicación y aprecio por la cultura italiana. Son curiosos e
interesantes también sus artículos sobre gastronomía.
Tras
su muerte, ya que nunca lo había consentido en vida, un grupo de amigos,
profesores, escritores e intelectuales españoles y extranjeros dedicaron un
volumen en su homenaje, que apareció en 1995, editado por la Real Academia
Alfonso X el Sabio, en el que figuran algunas semblanzas personales sobre su
figura y también sobre su obra destacadas. Entre ellas, sobresalen las de José
Bauzá, Jaime Campmany, Joaquín Cerdá, M.
Paola Commolli Viazzi, Juan García Abellán, Antonio Pablo de Hoyos Ortiz, Paola
Sebastián, Ornello Vaggi, etc.
Como escribió el profesor Juan Barceló Jiménez, «maestro
en diversas materias, hablaba con autoridad de lingüística, literatura, cine,
arte y hasta de gastronomía, pero no sólo hablaba, sino que escribía, incluso
finos y sugerentes ensayos. Solía ser rotundo y dogmático en sus afirmaciones,
sin perder jamás su talante liberal. A veces sus amigos, que siempre le
teníamos gran respeto por su cultura, su desparpajo, su categoría humana, la
defensa de sus ideas y puntos de vista sobre determinados problemas, éramos
sorprendidos con sus asertos y afirmaciones sobre los moros que habitaron la
región, sobre el barroco murciano, o sobre el folklore de la Huerta de Murcia,
de la que, por otra parte, admiraba sus más puras esencias.»
Obras de Antonio de Hoyos
Dos obras de crítica. La Republica
Literaria de Saavedra Fajardo y las Exequias de la Lengua Castellana de Juan
Pablo Forner, Murcia,
Publicaciones de la Universidad de Murcia, 1949.
Cervantes y el mar, Murcia,
Universidad de Murcia, 1950.
La política de los Reyes Católicos en
Rodríguez de Almela, Murcia, Diputación, 1952.
Yecla de Azorín, Murcia,
Diputación, 1954.
Ocho escritores actuales, Murcia, Aula de
Cultura, 1954.
Notas a la vida y obra de D. Gregorio
Mayans y Siscar, Murcia, Universidad de Murcia, 1956.
Murcia, pueblos y paisajes, Murcia,
Diputación Provincial, 1957.
Carpe, prólogo de Mariano Baquero
Goyanes, Murcia, Tip. Belmar, 1957.
Antología de la tabla redonda de la
poesía, Murcia, Colegio Mayor del S.E.U. «Julio Ruiz de Alda», 1957.
Unamuno escritor, Murcia,
Diputación Provincial, 1959.
Mitología en el teatro de G. D'Annunzio y
G. Lorca, Murcia, Suc. de Nogues, 1960.
Notas para una biografía de
Parmigianino (1503-1504), Murcia, Publicaciones de la
Sociedad Dante Alighieri, Comité de Murcia, 1970.
Murcia, Mursiya y otros topónimos de
origen indoeuropeo, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1974.
Rodríguez-Pérez, histólogo 1912-1964, Murcia,
Academia Alfonso X el Sabio, 1977.
Giambattista Bodoni, impresor de S.M.
Carlos III, Murcia, Sociedad Dante Alighieri, 1986.
Nueva clasicidad y teatro, Murcia, Escuela
Superior de Arte Dramático y danza, 1987.
El pintor Antonio H. Carpe y otros
ensayos, Murcia, Academia Alfonso X El Sabio, 1990.
Parmigianino, ensayo para una biografía, Murcia,
Universidad de Murcia, 1992.
Murcia, pueblos y paisajes, Murcia, Real
Academia Alfonso X el Sabio, 2000.