REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Reseña del poemario En la línea del horizonte, de Daisy López

por Ana-María Nieto del Villar

(Universidad Técnica Particular de Loja. Ecuador)

 

Daisy López, En la línea del horizonte, Sevilla, Arcibel, 2009, págs. 91.

 

El poemario En la línea del horizonte, primera obra poética de la académica filipina Daisy López, abre una nueva iniciativa editorial de la casa editora sevillana ArCiBel (www.arcibel.es): se trata de la recién nacida colección “Oriente”, una serie cuya finalidad es – en la intención declarada por su director, el hispanista italiano Andrea Gallo – editar la literatura hispanofilipina contemporánea.

 

No obstante el castellano en Filipinas haya decaído desde hace décadas y su peso cultural, en la vida real del país, ya no sea como en los años 50, sigue siendo, sin embargo, la lengua materna de una minoría selecta que en ella reconoce su origen cultural. Y, además, se añaden aquellos que, habiéndolo estudiado, se expresan literariamente en español, después de haberlo reconocido como parte del propio patrimonio nacional.

 

López que, como todo filipino culto suele ser por lo menos perfectamente bilingüe cuando no trilingüe, pertenece al segundo grupo de autores mencionados, que en el castellano – a ella “familiar” por ser el chabacano ermiteño uno de sus idiomas hogareños – reconoce un legado propiamente filipino.

          

            Y el español, un español refinado y castizo, ha elegido Daisy López para cantar su hondo sentimiento religioso, su vínculo amoroso con un Dios que declara ser entrañablemente parte y centro de su vida.

 

         El libro tiene el privilegio de un precioso prólogo escrito por la fina poetisa salvadoreña y eminente académica de la lengua Irma Lanzas, la cual observa que: “Sin darle importancia al viento huracanado de un milenio que despunta lleno de zozobra, pesimismo y ansiedad” desde Filipinas “emerge una voz con una resonancia clara y luminosa. Es la voz de Daisy López”.

        

            Lanzas reconoce en la escritura de López la voluntad de que el lector comparta con ella su propio “itinerario íntimo” en la contemplación de aquella línea del horizonte que “es la que vemos con los ojos del alma” y cuyo “horizonte está dentro de cada universo personal”.

 

         El poemario recoge una treintena de poemas escritos en verso libre, y divididos en cuatro secciones no homogéneas por número de versos. Cada sección (Incipit, Fluir del tiempo, Salir del anonimato y Epílogo) está introducida por una cita poética significativa para la autora: una cita dantesca abre el libro; mencionando un terceto del Paradiso, la poetisa nos avisa de que no hay lenguaje que pueda adecuadamente relatar la experiencia – objeto de esta obra – del encuentro del alma con Dios; sigue el poema A la Virgen de Antipolo, invocación pidiendo ayuda para poetizar sobre una materia tan compleja. A este poema corresponde de forma especular el soneto Stella Maris Orientis en la sección Epílogo al final del poemario que es introducido por un verso de la canción a la Virgen de Petrarca.

        

Prólogo y Epílogo, como límites indistintos de la línea del horizonte, delimitan ese espacio ignoto y lejano del camino interior de un alma que está descrito en el corpus del texto, corpus agrupado en dos núcleos: en la primera sección, Fluir del tiempo, compuesta por seis poemas e introducida por una extensa cita poética de Irma Lanzas, López reflexiona sobre el pasar del tiempo, la caducidad del tiempo humano; en la segunda y principal sección, Salir del anonimato, encabezada por una cita de Adelina Gurrea Monasterio, López desarrolla su itinerario íntimo.

 

En la aguda y amplia Nota crítica, escrita por el académico mexicano Mario Roger Quijano Axle, es donde pormenorizadamente se analiza la escritura de nuestra poetisa, que “de su archipiélago oriental” trae “la íntima expresión lírica que revela las mociones más recónditas del alma”. El poemario “presenta una forma cíclica”: abre y cierra con la invocación mariana, realiza una pequeña escala en una primera sección breve – metáfora formal de la colección – sobre el vanitas vanitatum, el paso del tiempo y de las cosas humanas” y enfoca la sección central “en un diálogo-monólogo”.

 

Siguiendo brevemente el itinerario que Quijano propone, podemos decir que esta voz filipina suena clara, dinámica y sugerente; siempre – a pesar de algunos versos que podrían dar la impresión de momentos de pesimismo – todo poema cierra con una idea de consolación espiritual y entrega confiada a Dios.

        

            Esta poesía es una escritura intimista y concentrada en el yo poético: la lozana tierra filipina no protagoniza esta poesía porque toda la escritura remite a un aspecto íntimo e interior que revela su deuda con la ilustre tradición poética mística, aquel vínculo literario que se rehace al Cantar de los Cantares y a la poesía mística española.

 

Acerca del itinerario artístico interior de la autora, escribe Quijano que la sección de Salir del anonimato:

 

Transcurre por un itinerario personal, cercano y humano de su sentir creyente. De una manera linear, la autora va llevando al lector por sombras y luces de su mundo introspectivo y de recogimiento al cual tal vez se deba esa ausencia del paisaje y del mundo externo, esa ausencia de sonidos, colores o perfumes; ausencia que está en concordancia con un cierto ascetismo donde lo único que importa es la propia voz y el silencio para poder entablar un diálogo con ese Tú amado; en el mismo Amado está encerrado el entero mundo exterior, por lo cual no es necesario recurrir al paisaje. El ritmo de la visión linear de esta sección es guiar al lector hacia la plenitud, hacia un fin en donde el acto de fe intenta sublimarse en ese camino o proceso hacia la totalidad del Amor en Dios.

 

         Y Quijano individua en la poesía de López un “constante ejercicio de contrapunto”, que explica de esta forma: “Ya por el empleo de una alteridad, está incluyendo un juego de voces, voces a las cuales permite interpelar. Habla por pares, el monólogo no es vacuo, sino siempre en referencia ‘al Otro’ y recrea comparaciones que al contraponerlas, adquieren contención y exactitud”.

 

Como escribe Lanzas, al leer estos versos se percibe “la sensación de estar entrando en un recinto en donde alguien ora con devoción y hace que uno camine con sigilo para no perturbar”. Todo es un canto a aquella divina Presencia que está en cada uno de nosotros, a veces de forma manifiesta, otras veces de manera más bien inadvertida, pero siempre realizándose como “fundamento del ser humano” en espera de revelar su “esplendorosa realidad”.

 

En la línea del horizonte es un poemario interesante y original, que nos brinda una nueva y talentosa voz poética rica de sensibilidad humana y artística.

 

Expresamos también nuestros mejores deseos para que esta colección Oriente pueda ser una oportunidad para todo filipino, hispanohablante e “hispanoescribiente” de dar a conocer su tradición, su cultura y su propia interior visión del mundo y de la vida.