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EL
PERSONAJE DE OLVIA EN NUMANCIA DESTRUIDA, DE I. LÓPEZ DE AYALA
María-Dolores Alonso-Rey
(Universidad de Angers. Francia)
Resumen
El
objetivo de este trabajo es clarificar la significación del personaje de Olvia
leyendo la tragedia desde la perspectiva del pensamiento ilustrado republicano.
Para ello lo comparamos con los demás personajes, analizamos su papel político
y su valor desde el análisis de la finalidad de la tragedia. La identificación
positiva sin más entre Olvia, España y Numancia
plantea problemas. Políticamente, Olvia es el contraejemplo del buen gobernante:
no se somete a la ley, actúa a escondidas y de forma inmoral, pese a sus buenas
intenciones patrióticas. Hacer de Olvia, con sus luces y sus sombras, símbolo
de Numancia supone la exaltación de valores contrarios al republicanismo.
Palabras claves: Numancia destruida, tragedia
neoclásica, pensamiento ilustrado, republicanismo, Olvia.
Abstract
The
aim of this work is to clarify the significance of ‘Olvia’ character
from the enlightened republican thinking point of view. With this in mind, we
compare her to the other characters, we analyze her political role and her
worth through the analysis of the tragedy purpose. The sole positive
identification between Olvia, España and Numancia raises problems. Politically,
Olvia is the counterexample of a good leader: she does not abide by the law,
she is secretive and acts immorally, despite her good patriotic intentions. To
compare Olvia to Numancia implies the exaltation of values contrary to the
republican ideology.
Keyword: Numancia destruida, Neoclassic tragedy,
enlightenment ideas, republicanism, Olvia.
En
su introducción a Numancia destruida de López de Ayala, P. Sebold lamenta el escaso número de trabajos dedicados a la obra del ilustrado de
Grazalema. Los existentes contribuyen a
su comprensión e incitan a reflexionar sobre ella para clarificar ciertos
aspectos polémicos. Uno de ellos lo
constituye el personaje de Olvia. Para Sebold la
característica fundamental de esta tragedia es el unanimismo que se manifiesta
en la elección voluntaria del pueblo numantino. Este elige morir antes que
vivir sometido al poder de Roma (Sebold, 2005, 38). Las unidades de tiempo y de espacio junto con
la de acción contribuyen a reforzar el unanimismo. Este estudioso pone de
manifiesto que Olvia es una heroína trágica que destaca sobre el protagonista
colectivo, el pueblo numantino concebido como héroe trágico, y que se establece
una trinidad sagrada compuesta por Olvia-Numancia-España (40). Magallón insiste
en esta idea considerando que Olvia representa una mise en abîme de la
ciudad (Magallón, 2001, 243). Por su parte, Oostendorp rebate la idea de unanimismo afirmando que Olvia es la
antagonista involuntaria de la acción principal de la tragedia y que sus
desventuras constituyen una intriga secundaria ; frente a ella, los otros
numantinos serían los protagonistas (Oostendorp, 1978, 538). Olvia es, pues, un
personaje de particular riqueza sobre cuya significación es necesario volver
a interrogarse.
Intentaremos clarificar la significación de este personaje comparándolo,
en primer lugar, con los demás personajes, en segundo lugar, analizaremos su
papel político y, por último, lo abordaremos desde el análisis de la finalidad
de la tregedia.
Los
personajes de Numancia destruida se encuentran en una situación política
y vital en la que deben elegir entre esclavitud y libertad, es decir, se les
plantea una alternativa compuesta de una opción positiva y otra negativa. Dentro de este marco general, algunos
personajes se enfrentan a conflictos personales en los que deben elegir entre opciones
positivas ambas para favorecer la elección política positiva : la
resistencia a la tiranía de Roma. (Onaindía, 2002, 188).
La insistencia en los afectos de los
personajes se debe a la antropología sentimental que el pensamiento ilustrado
promueve y que tiene su origen en la filosofía sensista de John Locke. El
teatro ilustrado y la tragedia, en particular, presentan al hombre movido por
sentimientos con el objetivo de desarrollar la sensibilidad del espectador
(Sánchez-Blanco, 1999, 321). Todos estos conflictos se expresan en
nuestra tragedia mediante numerosas disyuntivas, oraciones que denotan “exclusión, alternancia o contraposición entre dos o más personas,
cosas o ideas ”, según el diccionario de
Todos los
personajes usan disyuntivas con diferentes funciones e intenciones. Yugurta la
emplea para declarar su amor a Olvia usando una antítesis muy del gusto
renacentista : “vine […] a que mi vida/ o mi muerte decretes
(vv.1254-1255)”. Dulcidio, portavoz de todo el pueblo, explica a Megara su
plegaria al dios Endovélico - “pedimos […] / […] muerte generosa/ o una
paz gloriosa” (vv.56-58)- y fija con ella los valores
inquebrantables de la comunidad. Terma impele a Megara a la acción con una
disyuntiva : “Busca ansioso /la libertad, o de una vez
muramos” (vv.109-110). Dulcidio, en misión de salvador de la patria,
debe convencer a Olvia de abandonar sus planes de venganza. La técnica
persuasiva que utiliza es proponerle disyuntivas para forzarla a
determinarse : “ o ha de ser tu esposo/o va a acabar Numancia” ; “o tu venganza o
el fatal estrago/ de tu patria” (, actoIV,9). Olvia utiliza el mismo
sistema de presión y de persuasión mediante disyuntivas para obtener el
consentimiento de Aluro : “¿salvo a la patria/ o desprecio a
Yugurta? ; ¿correspondo a su amor o
he de olvidarle ? ; O la patria o
mi mano” (Acto III, 1). En cambio cuando Olvia se enfrenta al
conflicto que le causa su amor a la patria y su pasión personal -la venganza de
Olón- desea resolverlo mediante la unión de las dos opciones: “Deseo
libertarla, /y a Yugurta no puedo perdonarlo”(vv.1374-1375). Las disyuntivas
sirven en el texto para persuadir y para impulsar la acción. Con respecto a los
otros personajes, Olvia es distinta por la resistencia que opone en elegir
entre su pasión personal y la patria. Esa resistencia se expresa mediante una
oración copulativa. Quizá, por esa resistencia, Oosterdorp la distinga de los
demás personajes por su ‘amor por la honra personal’ en su análisis estructural
sobre los personajes de la tragedia (Oosterdorp, 1978, 533). Pero,
pensamos que lo que distingue realmente
a Olvia de los demás no son sólo sus sentimientos, sino el hecho de ignorar
voluntariamente una parte del oráculo. Lo menosprecia en dos ocasiones. La
primera, antes de declarar a Aluro sus planes de matrimonio con Yugurta. Le
ordena: “olvida vaticinios,/causas de zozobra”(vv.276-277). La segunda, cuando,
yendo de camino al encuentro con Yugurta,
se enfrenta a su hermana. Olvia
la acusa de servirse del oráculo para manipular al pueblo: “ya que el
pueblo / con fatales presagios amedrantas /su libertad no impidas”
(vv.1485-1487). Su transgresión radica en desafiar al destino y en enamorarse
de un bárbaro extranjero en palabras de Aluro (v.753). Pero su acción
de salvar a Numancia mediante el matrimonio con Yugurta es aceptada por quienes
conocen su propósito : Aluro y Dulcidio.
Estos no sólo no se oponen al matrimonio, sino que lo defienden de la pasión vengativa de la guerrera. Si el
yerro de Olvia es doble, primero, por recurrir a un extranjero y, después, por
no haber elegido al buen extranjero -no asesino de su hermano Olón-, éste es
asumido y convertido en esperanza de salvación : "Yugurta
fundamento/daba a mis esperanzas"(vv.1661-1662), lamenta Dulcidio. Aluro
no sólo renuncia a Olvia, sino que recurre a su padre para que la convenza de
abandonar la idea de venganza. Cuando Yugurta se quiere pasar a Numancia tras
la muerte de Olvia, Terma se lo impide y este hecho se convierte a su vez en la
causa de la destrucción de los lucianos. De esta manera todos se pueden
considerar implicados en el curso y concatenación de los acontecimientos y
pueden utilizar la primera persona del plural para expresar también el
unanimismo en el error: "Faltamos a su voz/ tu auxilio nos destruye
"(vv. 1634-1636), "Faltamos al oráculo, fiamos en ajeno valor"
(vv. 1688-1689) clama Terma. De esta forma se consigue la unidad de acción, tal
y como Luzán señala " todas las dichas partes o las varias acciones que
componen el todo de la fábula, han de ser (según Aristóteles) tan esenciales,
tan coherentes y eslabonadas unas de otras que, quitada cualquiera de ellas,
quede imperfecta y mutilada la fábula."(Luzán, 1977, 458). Pero analicemos
el yerro. Ayala precisa lo siguiente : “la fábula no debe
ser de necesidad impleja. No obstante,
ésta lo es por causa del oráculo y de su inteligencia.” Estamos ante una fábula
impleja en la que se produce la mudanza de fortuna con agnición (Luzán, 1977, 469)
a consecuencia de la interpretación errónea del oráculo de Hércules : “si
en su pena/la espada elige y huye la cadena”. Los numantinos interpretan la
cadena como símbolo de la esclavitud y la espada como símbolo de la libertad
tras una lucha que lleva a la victoria. La espada es para ellos, en
principio, instrumento con el que
combatir al enemigo y no instrumento de
la propia muerte. Así lo ha sido durante los catorce años que concluyen en el
día presente, tiempo de la acción
dramática, y así lo será hasta que Cipión les presente la disyuntiva de elegir
entre la cadena o la espada sin batalla.
Los numantinos, a pesar de su desánimo, cometen este error
interpretativo y siguen afanándose en la lucha y en la resistencia. A este
error se suma el de malinterpretar el llanto de Hércules como aflicción del
dios por los sufrimientos del pasado -“tal vez los infortunios padecidos”
(v.206) - en vez de como aflicción por los del futuro y como presagio de la
destrucción de Numancia. Tras la reproducción literal del oráculo, Dulcidio
expone los deseos del dios o los interpreta : “que España reunida a los
tiranos/invasores resista. Será libre,/ si en sí sola confía” (vv.189-191). Terma
es la única que conecta estas palabras referidas a España a la proposición de
ayuda de Yugurta e identifica la acción de Olvia y las esperanzas de Dulcidio y
Aluro en ella como incumplimiento de los mandatos divinos. Pero, en todo caso,
es una parte del yerro, no es el yerro, aunque Megara culpe a Olvia
posteriormente del final de Numancia. Pues, como hemos indicado, la
interpretación errónea y colectiva es la del binomio espada-cadena, por ello
Dulcidio reinterpreta el oráculo a la vista de los dos objetos (vv.1735-1745) y
así se produce la agnición. Cuando Megara da a elegir a los numantinos entre espada
y cadena, responden todos: “En libertad muramos”. Esta respuesta hay que ponerla en relación con la
adversativa de Terma dirigida a Megara - “Busca ansioso /la libertad, o de una vez
muramos”-. En esta oración se contraponen la muerte y la
libertad, el tú y el nosotros y su función es perlocutiva. En cambio en la
respuesta de los numantinos, tras el recto entendimiento del oráculo, libertad
y muerte no sólo no se oponen sino que la muerte es una decisión libre y
liberadora del yugo de la esclavitud. Por tanto, existen, a nuestro juicio,
una interpretación colectiva errónea del
oráculo, sobre el sentido del binomio espada-cadena, y una transgresión del
mismo al recurrir a la ayuda exterior. Olvia
permanece fiel a la interpretación colectiva de “espada” en tanto que lucha y
resistencia, que ella entiende como acción individual, y no presta
atención al resto del oráculo. Lo incumple
voluntariamente.
Otros
elementos que integran a Olvia en el
marco unanimista de la obra es precisamente
lo que la singulariza: su deseo de venganza. Dos son los motores de la
actuación de Olvia: el amor a la patria y la promesa de venganza de su hermano
Olón. Esos dos motores son idénticos a los de los otros personajes. Podemos
asistir a una progresión por lo que respecta a la idea de muerte en Numancia.
En un primer momento, la muerte aparece como una súplica, un deseo dirigido al
dios Endovélico, acto seguido, Terma informa a Megara de los estragos del
asedio que incita a los numantinos a sustentarse de “ cadáveres horribles
de contrarios’’ (v.88) y de propios para seguir viviendo, posteriormente, se
decide sortear vidas de numantinos para alimentar a los que resistirán a Roma y,
por último, cuando las esperanzas estén agotadas, se decide unánimemente el
suicido colectivo. Ahora bien, la idea de morir luchando y resistiendo está
unida a la idea de venganza. En la escena III del cuarto acto, Dulcidio aparece como el depositario de la
historia y de la tradición. Refiere cómo la generación anterior pereció
fiándose de la palabra de Galba quien, tras haber convocado a los numantinos
desarmados a pactar, cargó contra ellos y los exterminó. La narración de estos
sucesos tiene tres objetivos: el primero es presentar a los romanos como
traidores, el segundo es establecer un paralelismo entre ese el episodio y la
situación presente: rendirse a Cipión no
garantizaría la vida como no la garantizó el pacto con Galba; el tercer
objetivo es presentar la resistencia como deber de venganza a los antepasados.
Los sepulcros del decorado son tanto el símbolo del pasado de la patria como el
de la traición de los romanos, así “con
muda voz a su venganza incitan” (v.1154). Aluro acaba la escena resumiendo el pro
patria mori en la batalla: “muramos por vengar a nuestros
padres ;/por defender la libertad muramos ” (vv.1234-1235). El suicidio
colectivo va unido también a la idea de venganza. Megara, como Aluro, Dulcido y
Olvia, se enfrenta al conflicto entre el amor a la patria y el amor a un
familiar. Lo resuelve, en primer lugar,
dejando vivo a su hijo con el proyecto de que sea éste instrumento de la
venganza de la patria “Tú, juramento/has de hacer de vengar esta ruina”. La disyuntiva “¿Te he de dar muerte, o has de
ser trofeo/ de Cipión altivo ? Muere, acaba…” (vv. 1935-1936) culmina el
desgarrador forjeceo entre el amor paternal y el amor a la patria del jefe
numantino. La herida fallida al hijo deja a éste la libertad de inmolarse
voluntariamente como los mayores. Este
hecho provoca que sea Megara el último en morir y que sea su propio espíritu el
que se encargue de pedir venganza en el futuro: “furia será que vaga por
los pueblos/de España, los impela a la venganza” (vv. 1965).
Olvia se caracteriza, pues, como los otros
numantinos por su amor a la patria a la que todo sacrifica, por sufrir los
conflictos que éste genera de forma desgarradora y por estar regida por la
honra concretada en el deseo de venganza. Se distingue de los demás personajes
por su desprecio de una parte del oráculo y por su acción política.
La
intencionalidad política de las tragedias neoclásicas ha sido señalada por la
crítica. Mario Ondainía sostiene que las tragedias ilustradas del siglo XVIII vehiculan el
pensamiento republicano que preconiza un gobierno mixto, el control del poder
por sí mismo, la libertad concebida como ausencia de servidumbre, el
patriotismo como defensa de la libertad
común garantizada por la ley y las instituciones y la tiranía como la ausencia
de ley (Ondainía, 2002, 83). Ahondaremos
en el examen de los elementos republicanos de la tragedia con el objetivo de
analizar el funcionamiento del poder, del gobierno, para mostrar así la
particularidad del personaje de Olvia.
Megara es el jefe
militar y político de Numancia y es presentado desde el principio como un
gobernante electo : “Megara ilustre, cuyo invicto brazo,/ más que
nuestra elección, digno te aclama/ de gobernar tu patria ”(vv.19-21). Roma
encarna la tiranía y la injusticia no por su superioridad militar, sino por el
incumplimiento de los pactos o de la palabra dada. Como hemos visto, en el acto IV escena III,
Dulcidio refiere la traición de Galba en el pasado con el objetivo de presentar
a Roma como traidora. Lo que motivó la
visita de Dulcidio a Cádiz, catorce años antes, fue también la violación de lo
pactado: “el infiel Senado/ con torpe menosprecio de las leyes/ intentaba
violento sojuzgarnos” (v.165). El relato de Cipión en la escena VI del acto III
informa del porqué de tal ruptura : “porque disteis asilo en vuestra
patria/ al seguedano (vv.922-923)[…] no quisisteis privaros de las armas
(v.936)”. En el presente, Roma vuelve a romper lo pactado cuando entrega a
Mancino: “reconocerla independiente,/ pues Pompeyo y Mancino así lo hicieron /en
nombre del senado”(vv.1062-1064). La exigencia de Numancia a Roma es
exclusivamente el respeto de lo consensuado. Megara lo expresa mediante la
siguiente disyuntiva cuando devuelve el cónsul a Yugurta: “O admita el
pacto, o vuelva las legiones” (v.484). La disyuntiva sirve para expresar que
políticamente Numancia se coloca al mismo nivel que Roma al formular sus
exigencias, exigencias que son inaceptables para Roma. Frente a Numancia, Roma
desecha lo pactado y sólo contempla lo que ella decide unilateralmente: “
escucha /el mandato de Roma, no el convenio” (vv.920-921). El no respeto de la ley, de lo pactado, en
las relaciones exteriores, motiva la justa resistencia de Numancia y
prueba la tiranía de Roma.
Megara
no sólo es un jefe que exige lo pactado, es un jefe íntegro que no se deja
corromper por Roma y que antepone el bien colectivo al personal: “Quizá el
senado por tu grande esfuerzo/libertad te dará. Déla a mi patria”
(vv.1057-1058), es un gobernante que además no toma decisiones en solitario. El
ejemplo más representativo es la consulta a su pueblo ante la disyuntiva de
Cipión: “Aquí está la cadena, ésta es la espada./ Soldados, elegid” (v.1768). Disyuntiva
reformulada en su discurso - “Lograd un nombre eterno […] o si es posible/ que
seais esclavos, humillad el cuello ” (vv. 1787-1789)- en la que se oponen los
términos fama y esclavitud. Este último choca con los valores de la comunidad,
pero el jefe no impone su elección
personal a los demás, sino que privilegia la función ejemplarizante del buen
gobernante: “Megara/ en su muerte os dará más noble ejemplo”(vv.1792-1793). Cuando
pretende actuar en solitario esgrimiendo métodos y valores contrarios a los de
la comunidad -“logremos con los ruegos,/con súplicas humildes al romano”
(vv.1701-1702) – encuentra la oposición de los suyos, convertidos en
reguladores de su poder: “¿Tú ruegos ?/ ¿tú súplicas ? ¿así infamas
tu nombre ?”(vv.1709-10). También mostrará que el gobernante no debe gozar
de trato especial ante la ley, sino que la igualdad de todos los miembros del
cuerpo social ante ella debe ser el
fundamento de la comunidad. Por ello, cuando se sortean las vidas, Megara
rechaza un trato distinto: “no oiga yo que mis nobles numantinos/ rinden el
cuello a la feroz cuchilla/ sin que a Megara envuelva igual peligro”(vv.701-703).
Esto es así porque los ilustrados concebían la igualdad ante la ley como
premisa de la libertad. (Sánchez-Blanco, 1997, 48)
Olvia, al igual
que Megara, es incorruptible y rechaza el pacto que le propone Dulcidio para
esquivar el juramento sagrado de su venganza: “no lo debes cumplir; o da tu
mano,/ que otro podría vengarte”(vv.1415-1416). La guerrera asimila la conducta y proposición del sacerdote a la estrategia política de
Roma y a su inmoralidad: “¿Intentas temerario /que por mi honor vengase, aun en
Aluro,/la muerte de un esposo? A los romanos/permite esas perfidias”
(vv.1417-1420).
En cambio, la
actuación en solitario de Olvia contrasta con el gobierno consultivo que
practica su hermano. Para recurrir a la ayuda extranjera se apoya en una teoría
propia sobre el secreto en la esfera de la actuación política: “y muchas veces
quien impera, quiere/se ejecuten acciones que avisado/ antes de ejecutarlas
estorba/y las aprueba hechas” (vv.1456-1459). La falta de comunicación y el
secretismo imbrican los sucesos de tal manera lleva al desastre. De hecho Terma lo censura: “ No siempre
acierta/ quien resuelve por sí” (vv.1492-1493). La escena 2 del acto V es
clave. Olvia miente a Terma haciéndole creer que está allí para vengarse de
Yugurta, pero a su hermana le cuesta creerla y llega a considerarla como
traidora: “aquí intento matarle/ Engañosa, pues, ¿cómo sin acero/ pretendes
darle muerte ?” (vv.1502-1503), “Y
aun tus venganzas son viles pretextos” (v.1529). Olvia miente para esconder su
transgresión: el recurrir a la ayuda de un
extranjero, pese al oráculo. Terma, guardiana de la ortodoxia de éste,
es quien rechaza la ayuda del africano -“retira tus guerreros/ Tu auxilio nos
destruye; por contrarios / nos declara los dioses” (vv1635-1637) - para
preservar la felicidad de Numancia: “Felices, nos decía, si Numancia/en sí
fiase, y no en valor ajeno”(vv.1632-33). Con esta acción Terma posibilita que
se produzca lo que se ha buscado evitar. No deja de ser significativo que,
entre la confusión, Dulcidio apruebe la muerte de Olvia, confundiéndola con
Yugurta, y lo haga como castigo a una traición. Además Olvia es la única
privada de elegir libre y voluntariamente su muerte como sacrificio por
Numancia.
Esta escena es
clave porque muestra las relaciones entre libertad y moralidad bajo el gobierno
de las leyes. Montesquieu y algunos españoles del XVIII como Enrique Ramos o
José Agustín Ibáñez de
La ley, que
organiza la vida de la comunidad, paradójicamente [1] en Numancia es la que
organiza la muerte en esta situación límite. Pero la ley que está vinculada a
la tradición no es simplemente una repetición de ésta, sino fruto de la
discusión y del consenso como lo prueba la escena VI del acto II. Aluro propone
ante el pueblo, siempre presente en los momentos políticamente claves, que se
sorteen las vidas de quienes van a servir de alimento a los vivos. Frente a
Aluro y a los soldados, que unánimente lo aceptan, Dulcidio invoca la ley de la tradición que sacrifica a los inservibles
para la batalla: “restablezcamos los antiguos /usos de nuestra gente”
(vv.627-628). Megara se presenta como mediador en esta particular lucha de
generaciones y de la concepción del principio pro patria mori: “Pero
Megara llega; él lo resuelva”. El gobernante no va contra lo unánimemente
aceptado, sino que lo asume. La tradición ancestral no será retenida como
solución por el mero hecho de serlo. Se le solicitará como mediador en una
segunda ocasión ante el conflicto, ya de orden personal, que se le plantea a
Dulcidio cuando su hijo sea el elegido para morir. El padre propone morir en lugar
del hijo, éste morir juntos: “vive o seré en tu muerte compañero”(v. 861).
Megara deberá decidir, pero, por razones de estado, suspende el resultado del
sorteo y no tiene en cuenta la petición de Dulcidio. La suspensión de la ley se
hace una vez más en presencia de los soldados (escena III, acto III). Las
decisiones políticas se toman, pues, a la vista y en presencia de los gobernados.
Este tipo de escenas y de sociedad política se parece bastante al “gobierno
tumultuario” de los municipios españoles, aislados en el norte tras la invasión
musulmana, que Enrique Ramos, teorizador de las reformas arandinas, describe,
desde una óptica republicana, en su Discurso sobre economía política de
1769:
“los riesgos comunes que estrechaban los vínculos de la
sociedad, el nombre de la patria, que sin cesar sonaba en las bocas de todos y
era el punto en que se reunían en cualquier desavenencia, todo conspiró a
hermanar la felicidad interior y el poder de la nación con las pocas leyes y
ésas por la mayor parte militares” (Ramos, 1769,6)
La ley, la justicia y la tradición se enlazan
y se simbolizan mediante el árbol sagrado [2] donde se reúne el pueblo. El
hambre ha respetado el símbolo: “bajo sus ramas congregados/ sencillos ritos y
prudentes leyes/ celosos nuestro padres promulgaron” (vv.132-137). Bajo ese
mismo árbol y emulando a los antepasados se recibe a Cipión con el mismo designio de elegir entre
términos que se excluyen : “Pues aquí llega convocado el pueblo;/bajo
este árbol venerable, donde/ solían nuestros ínclitos abuelos/ dictar la paz o
fulminar la guerra ”(vv.871-874). El árbol no es el único elemento sacralizado,
lo es también la patria -“Numancia, aunque desierto,/ es nuestro dios; su
gloria , su defensa/ es nuestra religión” (vv.1045-1047) , “mi patria/ diosa de
mi dolor ”(vv.1224-1225) - cuya
divinización lleva aparejada el sacrificio: “moriré antes de verte esclava, ¡Oh
patria !,/ y mi vida será vuestro holocausto.”(vv.1216-1217). Onaindía al
analizar los lazos entre política y religión, tan unidos en el pensamiento
republicano clásico, llega a hablar de forma laica de comunión (Onaindía, 2002,
193) con motivo del sorteo de las vidas.
Creemos que esa idea de comunión aparece más claramente al final del acto III,
tras la entrevista de Cipión y Megara. La mención del cuerpo y de la sangre,
tras el anuncio del envenenamiento del Duero, es una clara
alusión crística y sacrificial: “Cipión,
carne humana nos mantiene/la sangre de los cuerpos beberemos”(vv.1108-1109). De
la misma manera que en
Los
numantinos se presentan como españoles, sus antepasados son: “residuos
venerables de españoles” (v.1152), “la flor de España” (v. 1186). Pero existe
una relación de vaivén entre Numancia y España, entre lo local y lo general.
Esta relación es compleja y oscila entre la crítica a España y su defensa. La
patria se identifica únicamente con Numancia en numerosas ocasiones: “vente a
mi patria … si ella sirves/ este consuelo llevaré muriendo” (vv.1618-1620),
suplica Olvia ; “¿más que tu patria /puede en ti tu furor ?”(vv.
1382-1383) pregunta el sacerdote. España y Numancia aparecen opuestas en varias
ocasiones. En el oráculo de Hércules, se diferencian claramente: “de vuestra
patria/ inmortal será el nombre” (v.185). Se supone que la patria es Numancia y se opone a España,
sujeto de la oración : “será libre/ si en sí sola confía”(vv.190-191). En
la escena II del acto IV, Dulcidio acusa a España de aliarse con los enemigos de Numancia: “Convoque
Italia incógnitas naciones;/ el Africa, elefantes y caballos / únase a
Roma la engañada España;/ muertos nos mirarán, mas no humillados”
(vv.1134-1137). Y también le reprocha el
provocar, a causa de la desunión, un conflicto fratricida : “¿qué
furor es, discordes españoles/ audaces destruir vuestros hermanos/ por ensalzar
vuestro enemigo?” (vv.1144-1146). Contrariamente a España, Numancia se mantiene
fiel a su deber de solidaridad fraterna en el episodio del seguedano: “¿por
qué abomináis que aqueste pueblo/ defienda a sus hermanos”(vv.1003-1004). Como
argumento para la rendición de Numancia, Cipión esgrime la oposición entre la
ciudad y España mediante la enumeración de los pueblos sometidos a Roma, desde
Finisterre hasta Gata (vv.950-59). Su argumentación se corona con una
disyuntiva seguida de dos imperativos con los que se identifica la vida con la
pérdida de la libertad : “Vuestros males /sólo acabarlos puede el
cautiverio /o la muerte. Vivid. Rendid”(vv.962-64).
En cambio, Megara en su respuesta presenta la nación, en una identificación total
entre España y Numancia, como un conjunto de valores de los que la ciudad se
siente depositaria: “Donde halles/ amor de gloria y libertad, desprecio/ del
riesgo y de la muerte, allí está España./ En aqueste recinto, en este suelo/
habita la nación, aquí domina./ para vencer a España has de
vencernos.”(vv.1020-1025). Todo esto no impide que la defensa que Megara hace
de España ante el extranjero Cipión sea también una acusación. Así el numantino
niega la victoria militar romana y la presenta como consecuencia de la previa
derrota moral del ocupado a causa de su debilidad y desunión: “no los
vencisteis, se vencieron ellos”(v.1043). Este verso tiene como eco la
afirmación de Cipión cuando entra en Numancia: “Numancia a sí se vence. Su
ruina/gloria da a España, a Roma vituperio” (vv. 1998-1999). Así describe
precisamente la situación inversa: la victoria moral del numantino que priva al
romano de su victoria militar. Numancia sola se singulariza de la actuación de
España, se desmarca de la totalidad y se presenta como moralmente superior.
Frente a la sumisión del resto de pueblos españoles, se alza su deber moral de
resistir a la tiranía. Pero al mismo tiempo esta oposición sirve para presentar
la nación no sólo como lugar de nacimiento sino como un hecho cívico.
El análisis de los
elementos republicanos de la tragedia nos lleva a la conclusión de que existe
un claro contraste [3] entre la actuación política de Megara y la de Olvia.
Megara se caracteriza por su respeto a la ley y a la palabra dada, por su
gobierno ante el control de la comunidad. Olvia se singulariza por el
incumplimiento del oráculo y por su actuación solitaria a espaldas del poder y
de la comunidad. Llevada de su libertad, no se somete a la ley del oráculo. A
causa de ello vive un conflicto entre
libertad y moralidad que le resultará fatal. La singularidad de Olvia se ha
puesto en paralelo con la de Numancia. Para determinar hasta qué punto es
pertinente este paralelismo analizaremos la dedicatoria del dramaturgo y la
pondremos en relación con la finalidad de la tragedia.
Ayala le
dedica al conde de Aranda [4], embajador en París ya desde 1773, la historia de
los numantinos. Lo hace para agradecerle sus acciones de gobierno, para honrar
la memoria de Numancia, “o por complacerse en un héroe quien reconoce el mismo
celo por la patria que a ella la animaba” (p.69). La causa de la dedicatoria es
porque “sabrá
apreciar la memoria de los numantinos quien sabe imitar y mejorar con la
prudencia sus hazañas” (69). La historia aparece, pues, como maestra del
presente tal y como la concebía Cicerón. Numancia enseña que su sacrificio
particular por no ser esclavos se hace para dar ejemplo a la posteridad, en
concreto al presente de la lectura y representación de la obra. El autor ve en
Aranda un imitador de las hazañas de los numantinos. Para Luzán, la utilidad de la tragedia radica en que puede
moderar las pasiones de los espectadores y con ello educarlos. Se declara de
acuerdo con Jusepe Antonio González de Salas, en su Ilustración
de
Si nos cuestionamos sobre qué debe mejorarse con la prudencia,
qué violenta pasión o pasiones deben
moderarse con esta tragedia. Probablemente tengamos que focalizarnos sobre la
heroïna trágica Olvia. En lo político, su actuación en solitario y el
secretismo es origen de desgracias. En la medida en que la heroïna reproduce en
el interior de Numancia la desunión y discordia que se reprochan a España, como
bien muestran las cuatro primeras escenas del acto V, puede verse un
paralelismo simbólico entre Olvia y España, más que en el hecho de moverse sola
con los ojos puestos en un plus ultra personal (Sebold, 2005, 43). En la
economía de la obra parece ser un
contraejemplo, como le es exigido a todo héore trágico, del buen gobernante.
Así pues, parece que la pasión que debe
ser moderada es la del gobierno en solitario, la de anteponer la acción personal a la colectiva, la de infringir las
leyes. En lo personal, Olvia antepone la patria a su pasión de venganza, pero,
en lo político, privilegia la acción individual y descordinada a la colectiva y
consensuada. Esta ambivalencia responde
a la naturaleza del personaje idóneo para sufrir la metabolé en la tragedia con
vistas a provocar los sentimientos de
terror y compasión en el público. Se trata de los personajes que Luzán califica
de indiferentes: “que no declinan del todo al vicio ni a la virtud no siendo
por extremo buenos ni por extremos malos” (Luzán, 1977, 471).
Dada la ambigüedad de este personaje, se ha podido hacer de ella
tanto un símbolo de España como de Numancia. Como actúa llevada por su libertad
personal sin respetar el oráculo, como toma decisiones en solitario, puede ser
asimilada a Numancia que no cede en su deseo de libertad y que se singulariza
de los pueblos de España, como muere a manos de un numantino, se asimila a la
autodestrucción de la ciudad…. Quizá habría que ir más allá de estos
paralelismos superficiales. Hacer de Olvia símbolo de Numancia sin matizaciones
equivale a dentificarlas a las dos como singulares frente a los demás
personajes y pueblos españoles respectivamente. Y significaría también que las dos
singularidades son moralmente aceptables y positivas : la defensa de la
libertad y la resistencia a la tiranía, por parte de Numancia, y el
incumplimiento de una parte del oráculo, por parte de Olvia. Ya hemos visto que el sometimiento a la ley
es una de las bases del pensamiento republicano. El respeto a la ley es el
garante de la moralidad y de la libertad.
Olvia,
al infringir el mandato político del oráculo,se resiste a respetar el
aislacionismo.
La insistencia en la discordia interna ha
llevado a los críticos a explicar el sentido de la tragedia como una defensa de
la política uniformizadora de los borbones (Andioc, 1976), como la exaltación
de una conciencia de unidad (Pérez Magallón, 2001, 135-136). Es indudable, para nosotros, que la
idea de unidad nacional y de patriotismo son claves en esta tragedia. Son los
elementos de cohesión social que vertebran la nueva sociedad ilustrada sobre la
que reflexionaban en
Notas
1. No
es la única paradoja que existe el pro patria mori se convierte en pro
patria vivere cuando Aluro vive, a
pesar de su deseo de morir, para ser útil a la patria : “ Es verdad ;
suyo soy ; viva muriendo” (v. 773)
2. En las civilizaciones
pre-cristianas “A la sombra de un árbol
se ofrecieron sacrificios y se buscaron oráculos. Así, el árbol adquirió el
estatus de un lugar sagrado e incluso se convirtió en símbolo de la divinidad.”
(Lurker,1994, 24)
3. Sobre este aspecto
véase el estudio de Reyes Narciso Garcia-Plata. Nueva aproximación al estudio del recurso
del contraste en la tagedia neoclásica: los personajes. Anuario de estudios
Filológicos, 2002, Vol XXV, p.327-343.
4. Sobre el
sentido de las reformas impulsadas por Aranda, su significado, planteamientos
ideológicos y conexión con el pensamiento republicano, véase Onaindia, 2002.
Bibliografía
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