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EL SUSTRATO
FILOSÓFICO DE
LOS SIMPSON Y
Juan Antonio
López Ribera
(Universidad de Murcia)
Los Simpson y la filosofía, William Irwin, Mark T. Conard y Aeon J. Skoble
(eds.).
Blackie Books,
Barcelona, 2009. 415 páginas. Traducción de Diana Hernández.
Los
Simpson y la filosofía, publicado originalmente en 2001 (The Simpsons and Philosophy: The D’Oh! of
Homer, Open Court Publishing), ha llegado por fin a las librerías españolas
gracias a la traducción de Diana Hernández y a la iniciativa de la joven
editorial catalana Blackie Books, que se ha decidido a publicarla dentro de su
heterodoxo catálogo. La edición original norteamericana formaba parte de una
serie de tomos dedicados a examinar las relaciones entre la filosofía y la
cultura popular; no en vano, William Irwin, uno de los editores de la presente
obra, se había ocupado anteriormente de un título del mismo corte: Seinfeld and Philosophy: A book about
everything and nothing.
No será muy atrevido decir que Los Simpson es el mayor hito de la
cultura popular televisiva de finales del siglo XX y principios del XXI. Buena
prueba de ello son sus recién cumplidos veinte años de emisión, que la
convierten en la serie de animación más longeva de la historia de la
televisión. Ahora bien, ¿Los Simpson
son un fenómeno de “puro entretenimiento estúpido para pasar el rato”, como
diría Homer Simpson, o algo tiene el agua cuando la bendicen?
Los dieciocho académicos
estadounidenses que firman los artículos de este libro aseguran que cada
capítulo de la serie creada por Matt Groening, al contrario de lo que mucha
gente puede pensar (y de hecho piensa), ofrece mucho más que risas
descerebradas y argumentos triviales: «la serie es lo bastante profunda e
inteligente para garantizar cierto nivel de discusión filosófica, y al tratarse
de un programa popular, resulta útil como vehículo para explorar una variedad
de cuestiones filosóficas en favor de un público no especializado» (pág. 18).
Es decir, Los Simpson, entre
carcajada y carcajada, se ha convertido en una llave perfecta para,
subrepticiamente, reflexionar sobre multitud de temas de indudable calado filosófico,
ético y moral.
Por supuesto, esta afirmación, como ya
hemos apuntado, no es compartida por todo el mundo. Los Simpson, como toda buena manifestación artística, ha sabido
generar tanto entusiasmo como controversia. De entrada, es denostada por muchos
simplemente por ser una serie animada y de gran popularidad. Los que van más
allá la califican de antipedagógica y altamente corrosiva. El caso es que,
contra viento y marea, Los Simpson
sobreviven en el implacable panorama televisivo, tanto con los nuevos episodios
como con las incansables reposiciones (véase el caso español). El secreto
parece estar en una conocida frase de Matt Groening: “Los Simpson es una serie que te recompensa si prestas suficiente atención”.
De ahí que las aventuras de esta familia de Springfield resistan tantos
visionados. O, como sostienen los editores de Los Simpson y la filosofía, «la observación atenta de Los Simpson revela niveles cómicos que
van mucho más allá de la simple farsa» (pág. 18).
Los
Simpson y la filosofía está compuesto por dieciocho ensayos, distribuidos
en cuatro secciones. La primera de ellas se titula “Los personajes”, y contiene
cinco ensayos, cada uno dedicado a un miembro de la familia Simpson. Raja
Halwani se ocupa de Homer, analizándolo desde un punto de vista aristotélico,
con el fin de dilucidar qué tipo de carácter es el suyo y, en última instancia,
responder a la siguiente pregunta: ¿qué tiene de admirable Homer Simpson,
siendo como es un tipo moralmente reprobable? Aeon J. Skoble ve en Lisa una
representación del amor-odio del pueblo norteamericano hacia los intelectuales.
Eric Bronson se centra en Maggie, el bebé de la familia Simpson, y examina el
porqué de su silencio y el valor de éste a la luz de algunas teorías
filosóficas orientales. Gerald J. Erion y Joseph A. Zeccardi consideran que
Marge es la figura que «equilibra los extremos morales de Springfield» (pág.
73), por lo que se convierte en un perfecto ejemplo de moderación aristotélica.
Y por último, Mark T. Conard se ocupa de Bart, quien, a su juicio, personifica
en cierta manera el ideal nietzscheano del “superhombre”.
La segunda sección del libro se titula
“Temas simpsonianos”. Abren el fuego William Irwin y J. R. Lombardo con un
ensayo sobre las alusiones en la serie; dichas alusiones toman como base tanto
la alta cultura como la cultura popular, y son un instrumento infalible de
acercamiento entre los guionistas y el espectador. Les sigue Deborah Knight,
que analiza a fondo el capítulo titulado “Bart, el asesino”, claro ejemplo de
parodia del cine de gángsters. Carl Matheson examina el uso de la hiperironía, un tipo de humor que
«depende en gran medida de un sentido compartido de humanidad y es más propio
del carácter resabido de quien está de vuelta de todo» (pág. 152), para dar
respuesta a una pregunta muy concreta: ¿se dan lecciones morales en Los Simpson? El último ensayo de la
sección viene firmado por Dale E. Snow y James J. Snow; en él realizan una
crítica en clave feminista de la política sexual de la serie, y llegan a la
conclusión de que es un aspecto en el que Los
Simpson se muestra claramente conservadora, dando un papel preponderante a
lo masculino sobre lo femenino.
La tercera sección, titulada “La ética
y Los Simpson”, está dedicada a la
reflexión sobre diversas cuestiones éticas que tienen un papel importante
dentro de la serie. Comienza James Lawler, que se ocupa de la moralidad de la
familia Simpson desde una perspectiva kantiana. Paul A. Cantor analiza la gran
variedad de temas políticos tratados en Los
Simpson y cómo estos son tratados desde el núcleo familiar. Jason Holt se
ocupa de los distintos estratos sociales y profesionales de Springfield, en los
que encuentra un denominador común: la hipocresía. Daniel Barwick focaliza su
atención en el señor Burns, dueño de la central nuclear de Springfield, y se
pregunta cómo un hombre que lo tiene todo nunca llega a ser feliz. David Vessey
también centra su mirada en un vecino ilustre de Springfield, Ned Flanders, y,
tomando como referencia el lema de la ética cristiana, “Ama al prójimo como a ti
mismo”, se pregunta: ¿hasta qué punto se puede amar al otro sin torpedear sus
creencias? Para acabar con este apartado, Jennifer L. MacMahon reflexiona sobre
«el valor heurístico de Homer», es decir, sobre la capacidad de la ficción para
enseñar a aprender.
La cuarta y última sección del libro
se titula “Los Simpson y los
filósofos” y está dedicada a analizar ciertos aspectos de la serie a la luz de
las teorías de importantes filósofos. James M. Wallace considera, desde una
óptica marxista, que Los Simpson es
una serie subversiva mediante el humor, instrumento que se erige como potente
crítica del poder establecido. David L. G. Arnold realiza un análisis semiótico
de Los Simpson, siguiendo las teorías
estructuralistas de Roland Barthes. Y para acabar la función, Kelly Dean Jolley
se propone demostrar en su ensayo que Bart podría ser «un pensador
heideggeriano».
Además, encontramos en el libro tres
apéndices. El primero, bastante valioso, es un listado de todos los episodios
de Los Simpson, distribuidos por
temporadas (desde la primera hasta la decimonovena). El segundo recoge una
serie de aforismos de filósofos y pensadores que han servido de inspiración a
los autores de los ensayos del libro. El tercero nos ofrece una breve reseña
bio-bibliográfica de cada uno de estos autores.
En definitiva, nos encontramos ante
una obra que, al igual que la propia serie de la que se ocupa, puede generar
suspicacias en un primer momento. Pero no nos engañemos: Los Simpson y la filosofía es un trabajo riguroso, pleno de
espíritu analítico y crítico, pero sin afán de barnizar sus ideas con
pretenciosos y áridos academicismos. Ya
lo indican los editores en la introducción: este libro se vale de una serie muy
popular –quizá la más popular del mundo– para reflexionar sobre variadas
cuestiones filosóficas con la vista siempre puesta en un público
previsiblemente profano en la materia. Por tanto, el esfuerzo es doble, y el
resultado final es doblemente valioso. Sobre todo, porque nos da un sinfín de
razones para responder afirmativamente a la eterna pregunta de si Los Simpson realmente merecen todos los
reconocimientos y alabanzas recibidos durante las dos últimas décadas.
Si algo queda claro al término de la
lectura de Los Simpson y la filosofía,
es que este excéntrico grupo de personajes de piel amarilla, ojos saltones y
barriga prominente ha hecho subir varios escalones a lo que tradicionalmente
conocemos como “cultura popular”, reafirmándola en su extraordinaria capacidad
para entretener, pero también dotándola de una inteligencia poco común que
disecciona sin piedad, capítulo tras capítulo, las complejidades de la
existencia humana.
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