REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Edición: 1687, London , The History of the most renowned Don Quixote of Mancha (Thomas Hodgkin, a costa de John Newton & William Whitwood). Episodio: Frontispicio. Don Quijote y Sancho en busca de aventuras. [1]

A  ANA  LUISA   BAQUERO  ESCUDERO, CATEDRÁTICA [2]

CARMEN AGULLÓ VIVES

LA TERCERA SALIDA

Los cuadernos de CAVISUR

 nº 3

Albacete, 2010

Í N D I C E

1.   Travesuras de las Musas

2.   La tercera salida

3.   De Jerusalén a Burgos por los caminos de la memoria

4.   El Lunar

5.   Cursos de Doctorado

6. ¡Cómo está el servicio!

               7. El pájaro se alzó en vuelo

                 8. CAPICÚA, 101

                 9. El niño de la calle boliviano

              10. Imprevisto en el Banco

                11. Alemania

        12. Ganar amigos, aclarando equívocos

               13. Feria de Albacete

                14. Hogar, dulce hogar

                15. Rosas de invierno (con permiso de don Jacinto)

                16. El Latín y Catalina

                17. Estampas galdosianas

                18. El Acta

                19. Apresurado epílogo

1

Travesuras de las Musas

        Siempre recuerdo la frase de la ínclita Dionisia, ya sabes, Carmen, que el poema llega cuando quiere. Se la repetía hace bien poco tiempo a mi amiga y tocaya Carmen cuando tímidamente me pedía un poema con tema forzado. En prosa exponía lo que yo debía poner en verso ya que tengo facilidad para octosilabear. Que conste que me encantan los versos de circunstancias y bastantes tengo escritos. Pero los escribo cuando algo me llama la atención y, sobre todo, me apetece. Eso de que alguien te diga escribe un poema sobre tal o cual, para tal o cual me suena al ordeno y mando del sargento de turno. Tuvo que morir de accidente la pobre perrita aquella para que le escribiera el poema que tantas veces me había solicitado Pascui. Lamentable pero cierto.

          En este caso el asunto iba de flores y la idea, esquemáticamente, era hacer hablar a las flores de un jardín que se habían quedado sin cortar, mientras otras, sus vecinas, estaban en la capilla, muy cerca del Sagrario, rindiendo honores a Jesús Sacramentado.

          Le contesté francamente que así, en frío, aunque mi abuela Juana era devotísima y María de los Sagrarios, no se me ocurriría escribir nada. Tal vez añadí: posiblemente en primavera lo escriba pero a nada me comprometo.

          Así las cosas y olvidado el encargo, me escriben las monjas de Gradefes -qué Monasterio el de Santa María la Real , ya ha salido en alguno de mis libros, a la Abadesa la llamo cariñosamente Sor Internet- que cuatro de ellas irán a Roma a la Canonización del Hermano Rafael y el resto intentarán ver algo por Televisión. Y me pide el favor de que grabe en vídeo la ceremonia y se la mande para tener el recuerdo. Lo hace porque en otra ocasión les mandé grabada la visita del Papa a Montecassino.

          Escribo hoy, día 10, por la tarde, mañana ya tengo ocupación para unas horas. Y a las señoras Musas se les ocurre dictarme, de corrido, el romance adjunto, con el que, sin darme cuenta, he matado varios pájaros de un tiro.

          Me viene de antiguo el conocimiento del trapense que mañana será Santo declarado por la Iglesia y he de confesar que siempre me pareció una figura fascinante. Tal vez él se haya confabulado con las susodichas para hacerme escribir, cuando tenía que estar pensando en mi próxima, y tan próxima, a diez días vista, operación de cataratas.

          Aprovecho la ocasión para implicar al Beato Rafael en el asunto, -anto, -unto, qué horror de aliteraciones, pero ahí quedan, escritores galardonados escriben peor, palabra de catedrática jubilada.

          Abro nueva carpeta para un posible tercer Cuaderno de Cavisur, el segundo ya está en Murcia.

          Como no podía ser de otro modo tendrá título con sabor a Cervantes, hoy mismo llega correo del Presidente de la AC dando cuenta del Congreso celebrado en Münster que me he perdido. Te extrañaré en Alemania me escribía cariñosamente desde México María Rosa ¿Qué os parece LA TERCERA SALIDA ? Vale, de momento. Si la carpeta que ahora abro para este primer artículo se va abultando a lo largo de 2010, no me extrañaría que el nombre de la misma cambiara una y mil veces. El tiempo lo dirá.

Romance para el 11 de octubre de 2009

La vida no es triste cuando se posee a Dios, el sol brilla,

me gustan las flores, los pájaros y los niños,

todo es un motivo de alabanza al Criador,

las estrellas, la noche y los campos llenos de luz;

y en una Trapa se goza de todo eso,

porque todo eso le lleva a uno a Dios.

Hermano Rafael Arnáiz Barón

El Hermano jardinero

allá en la Trapa de Dueñas

anda cortando unas flores,

entre todas las más bellas,

para adornar el altar

y, del Sagrario muy cerca,

su hermosura y su perfume

ofrecer a Dios, en esta

jornada tan memorable

de octubre. Once es la fecha

que el Santo Padre de Roma

eligió para que fuera

el Hermano Rafael

canonizado en la inmensa

Plaza de San Pedro, centro

de la Cristiandad entera.

Todos los monjes y monjas

del Císter allí quisieran

estar, pero no es posible

dejar las casas desiertas.

Cada Monasterio debe

unirse en alma a la fiesta

y hacer que todo reluzca

y brille como patena.

En el jardín han quedado

flores: las que abren apenas,

las que se están marchitando,

las humildes y pequeñas.

Todas a coro están tristes

y del Hermano se quejan

porque no las ha cortado

y al Sagrario no las lleva.

Rafael desde su gloria

la situación considera

y un ruego particular

a las milicias angélicas

lanza, humilde y confiado:

“Vayan ángeles a Dueñas

a cortar todas las flores

y llévenlas a la Iglesia ,

que mi Trapa ha de estar hoy

cual si el mismo Cielo fuera.”

El Hermano jardinero

Se quedó como una piedra

al ver aquella invasión

y que en el jardín, afuera,

ya apuntaban nuevos brotes….

Auténtica primavera

en este otoño especial,

cuando las campanas suenan

a Gloria porque el Beato

es ya Santo de una pieza.

Bendita la Trinidad

y la Virgen Madre , excelsa.

Que San Rafael Arnáiz

nos acompañe y proteja.

AMÉN

2

La tercera salida

A lo que dijo don Quijote:

- Caballero andante he de morir, y baje o suba el Turco

cuando él quisiere y cuan poderosamente pudiere,

que otra vez digo que Dios me entiende.

CERVANTES, “Quijote”, II, Cap. I

…según es opinión verdadera, el poeta nace: quieren decir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta, y con aquella inclinación que le dio el cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo: “Est Deus in nobis”, etc. También digo que el natural poeta que se ayudare del arte será mucho mejor y se aventajará al poeta que sólo por saber el arte quisiere serlo: la razón es porque el arte no aventaja a la naturaleza, sino perficiónala; así que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el arte con la naturaleza, sacarán un perfetísimo poeta.                                                    Id. Id., Cap. XVI

          Cuatro meses pasados desde que escribí el artículo anterior, se consolida el título del tercer “Cuaderno”. Cervantes lo avala. A posteriori, caigo en la cuenta de que el título del primer cuaderno tuvo que ver con el teatro de Jardiel, el del segundo con la poesía de Miguel Hernández, mi casi paisano, y era de justicia que en el tercero la narrativa estuviera presente.

          Lo malo es que la tercera salida de don Quijote ya sabemos que fue sin continuación posible porque el prudentísimo Cide Hamete colgó la péñola para in aeternum, cosa que me compromete y no estoy por la labor de renunciar a un cuarto “Cuaderno” cuando la generosidad del profesor Jiménez Cano me suplica que “no se agote la tinta del tintero”.

          ¿Quién le diría a CAVISUR hace quince o veinte años que iba a tener tan buen acomodo en www.tonosdigital.com? Escribir para ver.

          Y ¿de qué escribiremos, si hemos de morir caballeros andantes, sino de nuestras andanzas y las gentes que nos salgan al paso?

          El patrón “miscelánea” es muy agradecido, estira y encoge sin protestas, deja las alas libres al vuelo a ras de tierra y al del halcón que busca siempre alturas ¡quién fuera Juan de la Cruz , Dios mío, quién lo fuera para dar a la caza alcance!

          No sé si soy poeta natural, artificial, perfetísimo poeta o mentecatísimo; ¿sabrá don Miguel desde su Parnaso cuánta tinta se ha vertido comentando la disertación de don Quijote sobre la Poesía que tan convencido dejó a don Diego Miranda? no te obligo a seguir leyendo, desconocido amigo, nada me debes ni te debo, allá  van mis prosas y algún que otro verso, de momento al corazón de Juana Teresa que todo lo admite y quizás al ciberespacio en un futuro.

          Cuando contemplo los cinco tomos de folios mecanografiados con tanto material inédito -solo una mínima parte ha merecido el honor de la publicación- y pienso en los mil temas que me acosan desde la cercanía del vivir cotidiano, no tengo más remedio que escribir y escribir mientras la péñola resista. Perdón, la tecla.

          Observo que no he de forzar la marcha para que los “Cuadernos” se vayan enlazando enmarañadamente, ellos lo piden, yo ejecuto.

          Habrá, pues, en esta tercera salida, alguna que otra respuesta a cuestiones planteadas por los lectores de Palabra que no cesa. Agradecida quedo a observadores atentos.

          El avance del índice en zig-zag me permitirá jugar con los tiempos y rescatar textos antiguos que me suelen dejar sorprendida de tan olvidados. ¿Esto escribí?

          Esta misma mañana he vivido ante el cajero de un Banco un imprevisto que daría mucho de sí en artículo futuro. Espero no olvidar el percance ni el aspecto de la señora con la que he hablado. Llevaba una bufanda multicolor que no le iba al avellanado rostro. Para mi gusto.

          Nada más digo. Avance el índice. Descargue la memoria.

                                       Albacete, febrero, 2010

“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha ”, Madrid, 1819.Imprenta Real a costa de la Real Academia Española.Grabado. Vol.III, pág. 160, Sancho besa los pies al caballero del Verde Gabán

3

De Jerusalén a Burgos por los caminos de la memoria

Albacete, febrero, 2010

          ¿Por qué no volvemos a Jerusalén? Anímate, Carmen, yo volvería contigo….

          Esta Nieves, siempre me tienta, desde su condición de viajera incansable con eso de tener hijos repartidos por el mundo. Viene de México D.F. donde ha pasado dos meses y pronto irá a Bruselas para recalar en Valencia y de allí al campo de Lorca, hacienda, tu amo te vea…. Y volver a Madrid no se sabe cuándo.

          Jerusalén, Jerusalén…me siento allá con frecuencia gracias a la incansable actividad de Ruthie al frente del Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos de la Universidad Hebrea en la Ciudad Santa. Me informa de todos los Coloquios y Congresos que organizan, a cual más atractivo. Especialmente lo ha sido para mí el Coloquio Internacional “ La Biblia en la Literatura del Siglo de Oro” co-dirigido por Ruth Fine (Universidad Hebrea) e Ignacio Arellano (Universidad de Navarra), celebrado en diciembre de 2007.

       Mi querido Juan Manuel Villanueva participó en él y me manda el programa completo con el texto de su comunicación: “Los cuatro sentidos bíblicos y los autos”. Entre los comunicantes, nombres conocidos: Alicia Parodi, Gustavo Illanes, Lola Esteva, David A. Boruchoff, Ofelia Salgado, el omnipresente Carlos Mata Induráin….todos asiduos en lo de los cervantistas. No quiero ni citar los títulos de sus trabajos porque me veo en la Sala de Conferencias escuchando. Me concentro en el texto de Juan Manuel que me lleva al auto calderoniano Primer y segundo Isaac y casi sin darme cuenta me veo recitando las citas: ¿Qué mujer es esta, cielos,/ a quien todo el valle aclama,/ por su gracia y su hermosura, / llena de hermosura y gracia?....

       Don Ángel me acompaña desde su cielo. Cómo nos hizo amar a los clásicos, qué entusiasmo el suyo en las clases, con las gafas de quita y pon para leer y mirarnos de vez en cuando. Estaba en lo suyo y en lo nuestro; aunque no llegó a decirlo bien podía escribir, como lo hizo don Manuel en aquella celebración aniversaria de nuestro curso, me enamoré de todas vosotras … y nosotras nos enamoramos de la Literatura.

       Calderón, Calderón, Córdoba de mis entrañas, la aventura de Los encantos de la Culpa , qué buenos colaboradores Sergio y don Domingo. Y los alumnos ¿cómo se llamaba el que hizo de Ulises? ¿cómo se llamaba? Me dijeron que de Córdoba marchó a la Universidad de Sevilla, era chico listo, si recordara su nombre lo buscaría en google a ver qué ha sido de su vida académica. Por alguna parte estará la carpeta con la Memoria de la representación y supongo que habrá un programa del acto.

       Me armo de valor y entro en la desorganización organizada del estudio -o la organización desorganizada del mismo-, palabras de Muñoz Cortés, cuánto se me pegó de los maestros. Nada por aquí, nada por allá, ni en este armario, ni en el otro estante… pues no he de darme por vencida. Porfía mata venado, que no montero cansado era el lema escrito en la cubierta de uno de mis textos de Bachillerato.

       Este papelín habrá que escanearlo y guardarlo en tus entrañas, Juana Teresa, antes de que se desintegre, qué pobreza de medios y cuánto entusiasmo derrochado. Ahora comprendo la inquietud que me trasmitía Carmen Hernández-Pinzón como responsable de los herederos de Juan Ramón Jiménez; se sentía agobiada ante la ingente cantidad de papeles inéditos del poeta que había que escanear y digitalizar antes de que se perdieran para siempre.

 Aquí está EL HOMBRE, Alfonso Navarro Jurado. Veamos qué nos cuenta google. Rápida y sencilla la búsqueda. Lo encuentro como Director de Departamento en la Universidad de Burgos. Una duda ¿será él o se tratará de un homónimo? Con escribir preguntando nada se pierde.

Llegó la respuesta rápida y generosa. Menos mal que acerté.

….Te recuerdo muy joven, magnífica profesora, entrañable…Eran los tiempos en que había distancia-acercamiento al profesor. Para nosotros fuiste acogida, acercamiento, enamoramiento para algunos. Ya sabes, siempre que se tiene a alguien adornado de valores humanos tendemos a mimetizarlo, incluso ensamblarnos en su modo de ser y estar en el mundo. Para un gran grupo de tus estudiantes, tú representabas eso.

No se me olvidará aquella representación de “Los Encantos de la Culpaque tú dirigiste y se expuso en el “Círculo de la Amistad ” de Córdoba. Echando la vista atrás, hoy es, leyendo tu mensaje, un día, ya atardecido, del mes de mayo del año 59.

Carmen, quiero mostrarte mi cordial reconocimiento y mi gozo al saber de ti, porque tú has querido mantener un recuerdo en uno de tus alumnos…. Y sigue contando de su peripecia académica y vida familiar.

Dejemos la anécdota particular. Y pensemos en que la educación, desde los más remotos tiempos, ha debido ser eso que Alfonso tan exactamente concreta. La relación profesor-alumno ha de mantenerse en sus justos términos. Me viene a la mente, en lo visual, La Escuela de Atenas del Vaticano, contemplada en mis viajes a Roma. Y el entrañable librito de la Colección Austral , hecho polvo de tan usado en mis clases, número 128, Diálogos  de Luís Vives. Una le tiene querencia al apellido y sueña con descender de tal estirpe. Valencianos somos y en cierta ocasión me dijo don Ángel no en vano se apellida usted Vives.

Y me digo ¿por qué no han de ser así las cosas por los siglos de los siglos? Me sale a relucir el quijotismo que llevo dentro, don Miguel.

Nos hemos trasladado cincuenta años atrás en el tiempo. La versátil memoria, por aquello de Burgos y el teatro, dando un salto adelante, me lleva a 1980 y a Burgos in situ, no por el ciberespacio o la línea telefónica. Esta vez la carpeta correspondiente ha sido hallada de inmediato, menos mal, que amenazaba ciática.

¡Qué bien archivados todos los papeles del VII Congreso Nacional de Teatro Infantil y Juvenil, 19-23 marzo 1980, en Burgos! Compruebo que está mi nombre y dirección en la lista de asistentes, por orden de inscripción, no alfabético, y la última Pascui, pero a tiempo. No en la carpeta, en lugar aparte encuentro unas fotografías, a la entrada de Las Huelgas, las agujas de la catedral, San Pedro de Cardeña, nunca salgo, soy la autora. Pero ahí están Pascui con treinta años menos y Vicenta (q.e.p.d.) acompañadas por nuestros anfitriones, profesores de aquella Escuela de Magisterio. Lo pasamos bien y tuve un encuentro sorprendente. En uno de los tiempos libres, esos de los corrillos tan sabrosos, se me acerca un señor muy bien vestido, abrigo azul marino de buen paño y factura, media sonrisa, casi calvo, me saluda cordial y me reconoce como “su profesora de Lengua” en el “Colegio de la Asunción ”, Elche…1953-54 ¡Alberto Miralles Grancha!  Con pantalón corto lo recuerdo. He sabido de sus andanzas por los paisanos pero creo que no lo había visto desde el Colegio. Hoy me asombro al ver su página en Internet, la Biblioteca Virtual Cervantes le tiene sitio de honor ¿fama póstuma? No ha sido larga su vida (1940-2004) pero sí fecunda. Hizo lo que quería. Hacia los años 60 estaba ya metido en el mundo de la farándula, según supe, en contra de la voluntad paterna que lo mandó a Barcelona a estudiar una Ingeniería técnica. Uno de sus hermanos es dentista. En 1980, a la vista estaba, había superado con creces la etapa bohemia y consolidado su posición. Me dijo que se había casado, que su mujer tenía un buen trabajo en Madrid y que abandonó Barcelona asfixiado por el catalán. Escribía en español. No figura en la lista de inscritos en lo de Burgos, ¿iba de visitante ilustre? Invito al lector a que siga en google su fascinante trayectoria. Pero yo aportaré datos que no encontrará en Internet. Y son de fiar. Me cabe el honor de “haber descubierto su talento literario”. Cursaría él tercero o cuarto de Bachiller cuando fue mi alumno en Elche. Un día lo llamé aparte: Alberto, tienes conmigo la posibilidad de conseguir un Sobresaliente con más facilidad que tus compañeros. Redactas muy bien y yo concedo gran importancia al aspecto práctico en el uso de la lengua. Eso lo tienes conseguido sin esfuerzo porque tienes el don, pero…amigo, hay que estudiar también la Gramática y no te veo muy aplicado al estudio. No sé si oyó mis palabras como quien oye llover, era un muchacho inquieto, avispado, sonreía mucho… y no pude darle Sobresaliente. Imagino que habrá tenido que leer y estudiar bastante a la hora de componer sus obras en serio. Tuve la impresión en Burgos de que se alegraba  al verme.

Habrá que terminar antes que la memoria siga retrocediendo en el tiempo. Me veo con diez añitos recién cumplidos ante un serio Tribunal examinándome de Ingreso de Bachillerato en el mismo Colegio ilicitano de la Asunción. Alberto acababa de cumplir un año.  

Finalizada la representación, Ulises muestra a la Directora el puñal con que amenazó a Circe.

Mis fotos de Burgos

Alberto Miralles Grancha

4

El lunar

A Carlos Romero Muñoz

          Iba en autobús de Santa Pola a Alicante y mi vecino de asiento, buen conversador, se lamentaba del poco interés por la lengua española que observaba en los estudiantes, sus compañeros de estudios. Él, colombiano de nacimiento, asentado en Pola de Lena (sus antepasados eran asturianos) y accidentalmente en Alicante donde cursaba unas asignaturas en la Universidad de cierta carrera técnica, me contaba cómo en sus estudios primarios y secundarios en Colombia había recibido una formación muy exigente en lengua materna. Tuve un profesor que nos hacía estudiar el diccionario de la A a la Z. Cada día teníamos tarea de varias páginas y así aprendimos las distintas acepciones de los vocablos que usábamos con precisión y riqueza. Le seguí el aire y quedé meditando sobre tan singular método.

          Hoy, para no caer en imprecisión, consulto la edición digital reciente del DRAE y encuentro cuatro acepciones del término lunar 1.: 1. m .  Pequeña mancha en el rostro u otra parte del cuerpo, producida por una acumulación de pigmento en la piel.

2. m . Cada uno de los dibujos de forma redondeada en telas, papel o en otras superficies.

3. m . Nota o mancha que resulta a alguien de haber hecho algo vituperable.

4. m . Defecto o tacha de poca entidad en comparación con la bondad de la cosa en que se nota.

          Se preguntará el lector en qué categoría se coloca el lunar que da título al artículo. Yo me congratulo al ver que una de las cuatro acepciones le viene como anillo al dedo ¿cuál? Parece que los académicos quisieron conceder un cincuenta por ciento al sentido positivo y otro tanto al negativo. Porque ¿quién no recuerda la universal canción mexicana Cielito lindo con el lunar definido en primer término? ¿O el refrán La dama lunarosa es hermosa? ¿Los lunares de Santa Teresa o Montserrat Caballé, signos de identidad de tan grandes mujeres? En alguna parte escribí sobre los lunares “pintados” de la hija de doña Inés, célebres en Córdoba… Si, sí, se podrán aducir ejemplos en contra, que afean a quien posee tales manchas, pero lo positivo está ahí. La segunda aceptación podemos considerarla neutra o quizá relativa a la creación artística, por tanto positiva.

          No hay duda sobre el sentido más o menos peyorativo de las acepciones 3 y 4, una  aplicada a personas, la otra a cosas.

          Caliente, caliente, amigo lector. En la 4 nos quedamos. Gracias, queridos académicos, por destacar la bondad  de ese todo en el que aparece el lunar.         Vayamos al todo.  

          Mi amigo cervantista, gran erudito, inteligente y agudo si los hay, estuvo dando vueltas al tema antes de abordarlo para no ofenderme. Jamás me molesta la verdad y su argumento era una verdad del tamaño de un pino por no decir un Everest.

          No quiero que pienses que me detengo en una minucia y no valoro el conjunto del romance; [3] supongo que otras personas ya te lo habrán dicho pero no me quedo con las ganas de hacerlo yo también ¿no crees que cuando dices que el zorro acecha al ganado para aniquilar a las ovejas debiste escribir lobo? No estoy seguro pero yo creo que un zorro no es capaz de destrozar una oveja…y la métrica no sufre por tratarse de dos palabras bisílabas y hasta con la misma asonancia….

          ¡Válgame Dios! Y qué razón tienes, el zorro va en busca de las gallinas, menudo desliz el mío, cómo me voy a molestar, te lo agradezco en el alma; eso sí, solo tu agudeza ha captado el lunar, o si otros lo han pensado, nadie me lo dijo. Qué bien me hubiera venido, cuando escribía, recordar a Rubén y al lobo de Gubbia, el que “cruel, ha deshecho todos los rebaños; / devoró corderos, devoró pastores,/ y son incontables sus muertes y daños”. El cuento musical de Prokofiev no me hubiera servido porque, gracias a Pedro, el lobo termina en el zoológico y no creo que existiera en el Belén de hace dos mil años semejante institución. Pero que el zorro es el lunar de mi romance queda fuera de duda; mantengo la teoría de que toda obra humana, al menos las mías, ha de ser imperfecta, y así me consuelo.

          Terminó nuestra conversación a carcajadas con el chiste que yo desconocía: Va un zorro al cine y pide …. una entrada de gallinero. Natural.

Albacete, 30, enero, 2010

Lobos en invierno

Ejemplar de zorro

5

Cursos de Doctorado

       Si bien es cierto que hasta hoy, por diversas causas, no he dejado de mantener el contacto con la Universidad de Murcia desde que me licencié -y no digo el año porque ya lo he escrito en otras ocasiones-, tienen un especial significado los años que van de 1980 a 1984, tiempo en el que mantuve periódica correspondencia con don Mariano Baquero. Cuando releo alguna de sus cartas, el tiempo se detiene. Y compruebo que existe cierta correlación entre ellas y mis visitas a la Universidad solo por el placer de saludar al maestro y aprovechar sus cursos de Doctorado para sentarme en un banco y sentirme siempre alumna, pese haber alcanzado el grado de Doctor.

          La asistencia a tales clases desataba la escritura al regresar a Albacete. Buen momento para desempolvar alguno de los escritos inéditos de aquella época.

          El 31 de marzo de 1981 está fechado el

Pasado en presente

            Un día feliz en la clase de Doctorado. Fundido de imágenes. Don Mariano hablaba, hablaba…yo tomaba notas. Su imagen iba y venía del pasado al presente, profesor joven, cabello gris, don Mariano, don Ángel (rumba, rumba, danza no macabra), 1950, -70,-81, bancos color caoba, amplio asiento corrido de varillas, cómodo para dos, estrechos bancos de algo que parece haya, incómodos, no todo progresa con el tiempo, jóvenes desconocidos…¿dónde los viejos compañeros jóvenes?. Y la novela romántica de Espronceda.

          Esa voz…relaciones, paralelismo, huella cervantina en “Sancho Saldaña”. La novela se publicó en seis entregas, escrita en un solo verano(¿cuántas entregas las de estas interminables memorias?¿cuánto tiempo para redactarlas?- Vamos por el 2010-) La descripción del bandolero, el Velludo, recuerda la del villano del Danubio de Fray Antonio (es ahora don Ángel quien ríe al tiempo que lee el texto de Guevara con todo el énfasis que el barroco anticipado requiere), esa voz, es don Mariano, ese cabello ¡no puede ser! Y su encantadora hija ahí, delante del banco que yo ocupo. La memoria sinestésica actualiza nuevas imágenes. Iba yo o venía de AULA. De espaldas, reconozco a don Mariano que pasea por la Gran Vía con su novia; he aquí los versos -bastante mediocres, 2010-, nacidos en Elche, contra mi costumbre de escribir en Albacete, como una impaciencia:

Sonrisa clara, pañuelito al cuello,

esta es la imagen que de ti has dejado

en mi mental retina, aquella tarde,

señorita Baquero.

El oscuro cabello desconcierta

mi esquema previo de no visto rostro.

La novia rubia de profesor joven

(vestido gris, paseo por Gran Vía,

camino de las huertas)

suplanta realidad tras muchos años.

Junto a ti don Mariano

(nieve en la cumbre ya desvanecida)

sonríe como siempre, y es tu misma

imagen duplicada la que veo.

Muchacha encantadora, tu sonrisa

quedará en mi memoria,

fusión de tiempos idos y presente.

          (Ese día te ví por primera vez, Ana, aunque sabía de tu existencia y vida académica por tus padres).

          No sé decir si don Mariano ha evolucionado mucho en su estilo profesoral desde los primeros años hasta hoy. Supongo que tanto como yo, siempre alumna, pero de distinto modo. El otro día yo era capaz de escribir, observar y soñar a un tiempo; en la época pasada todo se me iba en escribir sin perder palabra que oía al profesor, sin tiempo para levantar la cabeza. Por eso en esta clase de Doctorado se me fundían don Ángel-don Mariano, cinematográficamente, al ver sobre la mesa la cartera enorme y el trasiego de libros para la lectura de las citas. Con dos Ángel era inevitable ver y oír más que escribir. Con don Mariano se escribía muy bien en clase. El pasado jueves pude hacerlo todo. Algo he madurado como alumna.

          De la hermosa lección del jueves volví a mi cátedra con el propósito de reanudar la tarea con una “clase seria” y no con una de esas heterodoxas a las que tan aficionada soy. Confieso que de las dos horas seguidas que tuve con 2º, la primera, la teórica, funcionó con absoluta seriedad. Y no porque la dedicara a la Ortografía de Nebrija, sino por mi decidido propósito (me cuesta poco hacer reír a los alumnos, aunque sea con Nebrija, varón venerable). Mea culpa, en la segunda hora, la práctica; la cosa volvió a despeñarse por culpa de un cuento leonés que los alumnos quisieron grabar, mientras yo leía. Con lo de “rugativa”, el “pedriscu” y el Santo con los “sesus” machacados, me dio tal ataque de risa, contagiada a toda la clase, que fue un verdadero desastre. Y, para colmo, una hora después, estaba cayendo sobre Albacete un real y auténtico “pedriscu”. Lunes, 30 de marzo, 6,30 tarde. Una nueva e inesperada manifestación de mis poderes telepáticos…hasta los fenómenos atmosféricos obedecen.

          Volvamos al fundido. Antes de la clase estuve unos minutos en su despacho con el maestro. Aquella entrevista me ha recordado las muchas visitas que hice al Rector Batlle, cuando era Directora. Entonces acudía con mis cuitas de gobierno, ahora con las literarias. Don Manuel, humano y humanista, salpicaba la charla con sentencias latinas que me obligaban a seguir el hilo de la conversación con cierto esfuerzo. Don Mariano trajo a colación oportunamente a Azorín y a Goethe (gracias a Dios que no en alemán). Una delicia de charla. Visita más grata (estoy en lo mío), no ya por la persona (ambas dignísimas y muy cerca de mi corazón) sino por el tema (he repetido muchas veces que hice oposiciones a cátedra, no a dirección de empresas). He de reconocer, en honor a la verdad, que en las visitas al Rector siempre se producía una feliz transformación: entraba abatida y salía del despacho feliz. ¡Sursum corda, Carmen! solía ser su despedida. Y ese latín sí que lo traducía sin dificultad.

          Perdone, don Mariano, lo de los fundidos. Su definida personalidad la tengo clara. Es el deseo de tener presentes a los maestros idos. (Lejos estaba aquel día de pensar que él mismo se marcharía a los tres años).

          Solo un año después me escribía don Mariano desde Murcia: 

          “Querida Carmen: Cuando en la mesa de mi despacho universitario veo alguno de sus grandes sobres, sin necesidad de abrirlo ni de mirar el remite, sé que se trata de uno de sus envíos: tan inconfundibles ya, tan personalizados y, por supuesto, tan bien recibidos siempre (…) Ojalá pueda usted venir a Murcia el 11 de marzo. En principio, nada parece haber que me impida estar aquí ese día; pues, si no me he equivocado en mi consulta al calendario, creo que es jueves. Y, al igual que en el curso pasado, los jueves tengo las clases de Doctorado. Por cierto que como he vuelto a ocuparme de la narrativa romántica -antes de pasar a la realista- al hablar, nuevamente, de Miguel de los Santos Álvarez, me acordé mucho de usted y de cuanto le sugirió la cuestión de su nombre y apellido. (…) Hasta pronto. Muy afectuosamente…”

          Era primavera de 1982. Seguí escribiendo algo que solo resumo: en aquel momento tenía totalmente olvidado lo que escribí el año anterior. Y hoy, 2010, me asombra y halaga el recuerdo del maestro. Vale la pena recuperar el artículo que esta vez se titula

Curso de Doctorado

 (No tiene fecha pero sí el artículo anterior, 11,5,81, y el siguiente, 16,5,81, entre ambas se sitúa, vaya etapa de producción al por mayor, estando en activo; es que lo mío no tiene arreglo. Comento otra clase de don Mariano a la que pude asistir mes y medio después de la que arriba se menciona)

          Me siento ahora, como alumna de la Universidad , bastante mejorada. ¡Qué capacidad para ir relacionando, sobre la marcha, la información recibida con otras mil experiencias personales! Curiosas notas las que traigo de Murcia. Y es que don Mariano también sabe comunicarse con sus alumnos en clase. Y él sabe por qué digo lo de también, comentario enigmático para mí en 2010. Ayer aprendí una lección de elegante paciencia ante los estudiantes (graduados en este caso) que llegan tarde. Yo suelo crisparme bastante cuando ocurre en mi clase. Esta situación obligaba al profesor a repetir la introducción de la clase, cosa que acrecentó el agradable efecto que en mí producía el hecho de retrasar la alusión directa a los dos escritores olvidados con quienes se iba a cerrar el curso. En aquello había un “suspense” elevado a la enésima potencia en mi caso, ya que solo conocía del programa desarrollado anteriormente el tema de “Sancho Saldaña”. ¿De qué escritores se trataría? Al ver el positivo efecto de tal introducción en mí, me tranquilizaba un tanto puesto que es recurso que utilizo a menudo en clase y a veces dudo sobre su valor pedagógico. Ahora me hago la siguiente reflexión: si mi maestro lo utiliza y en mí hace buen efecto en cuanto a disposición activa para oír, creo que ya no debo preocuparme. Tal tipo de introducción es válido. Y lo sentimos por quienes sean incapaces de “dejarse llevar en volandas” por el maestro. Es el eterno problema de la clase colectiva: cada cual es cada cual y el profesor se siente impotente ante el auditorio heterogéneo de turno.

          No sé si me habré perdido algo (el tema era demasiado tentador) cuando, al leer don Mariano aquella página de Miguel de los Santos en la que se dirige a sus lectores, he pensado automáticamente en los míos y he escrito “¡pobre de mí que tan pocos tengo! Menos mal que, en mi caso, la calidad está garantizada “de facto”, mientras que Miguel de los Santos actúa en hipótesis. Claro que él también ha tenido la suerte de que lo lea don Mariano”...sigo oyendo y escribiendo, “dice que escribe al buen tun tun…total, que soy una romántica menorcísima  empecinada”.

          Algo después, cuando don Mariano seguía leyendo aquello de los ratones, veo que una chica se sale de la clase, miro el reloj, las siete menos cinco, y pienso: esta chica me recuerda a Mariquita, cuando tenía que coger el coche de su pueblo y salía disparada de la Universidad , o llegaba tarde a la clase de Filosofía por las mañanas; en tal caso se quedaba uno en la puerta y no interrumpía al profesor. Cuando ya eran las siete, salió otra y pensé que iría a Churra. No sé por qué. De hecho ahora estoy ampliando el pensamiento y en la clase la digresión mental no pasó de lo escrito hasta ahora.

          La asociación más divertida fue motivada por los nombres propios. Eran tan graciosas las quejas de Miguel de los Santos Álvarez contra quienes no habían captado la línea divisoria entre su nombre compuesto y su apellido que me hicieron recordar uno de los temas previstos para estas memorias. Este es el cuento.

          Hará unas tres o cuatro semanas, un sábado por la tarde, en Santa María de Elche,  asistía yo a una Misa en la que se celebraban bodas. De improviso, un señor desconocido se me acerca y pregunta “¿Ha oído usted bien los nombres que ha pronunciado el sacerdote? ¿Ha llamado al novio que está en el centro Francisco Elías?” Creo que sí, le respondí. El caballero adoptó un misterioso aire confidencial y me dijo: “¡Pues se ha equivocado!, no se llama Francisco Elías, sino Francisco Maciá Segarra. ¡Si lo sabré yo que soy su tío!” (Esto lo decía con mucho énfasis). Hombre, es que el sacerdote requiere a los contrayentes solo por su nombre de pila y no por los apellidos…. “Pero es que no es Elías, sino Maciá”, insistió. Yo pienso, le dije, que a su sobrino lo inscribirían al nacer como Francisco Elías, aunque este segundo nombre no lo haya usado (tal vez pensaba en el Francisco José Ruperto de mi padre, que siempre ha atendido por Paco o Paquito), pero eso nada tiene que ver con el apellido. Mi interlocutor se sintió algo desencantado. Se veía dispuesto a interrumpir la ceremonia y enmendar la plana al Arcipreste. Visto que su propósito no tenía objeto, me dijo que iba a saludar al señor Pepe, a quien yo debía conocer, el que tenía antes el Economato allá abajo, aquel del pelo blanco, las gafas y el bastón…. Yo estaba molesta con tanta historia y para mi desgracia tenía que responder que, en efecto, sí conocía al señor del Economato. Con el “Bendito seas, por siempre, Señor” se acabó la charla. Mi desconocido amigo, aburrido, se marchó a otro lugar. Aleluya.

          Y no era por lo relatado por lo que yo quería contar lo ocurrido en aquella Misa, sino por lo que se sigue.

          En el Altar Mayor estaban preparados los lugares para que se instalaran tres parejas de novios con sus respectivos padrinos. Ya se ha hecho costumbre que, en la Misa de las seis y media, los sábados, las bodas sean a pares, cuando menos. Hoy eran tres. Y lo de siempre. Carreras del sacristán, puerta mayor abierta, acordes de órgano, vista a la derecha (o a la izquierda según estén ubicados los mirones), primera pareja, pausa, (la primera pareja siempre se coloca en el centro), nuevos acordes, nuevas miradas oblicuas, segunda pareja, más altos, más bajos, más feos o guapos que los anteriores, gasas, tules, flores, sonrisas…instalación ante los reclinatorios de la derecha. Los acompañantes, invitados a estas bodas,(yo no lo era) avanzan en riada por el pasillo central con sus mejores galas y se van desparramando por las naves de la iglesia. Muy pegadas a la segunda pareja entran dos señoronas, colgadas del brazo de otros tantos caballeros, que pretenden instalarse cómodamente ante los reclinatorios de la izquierda y son rechazadas por el sacristán que les indica un lugar vacante en los bancos de los fieles.. Aquellas dos parejas, un tanto mohínas, se sientan en un banco. Breve pausa, el celebrante, en las gradas, espera la entrada triunfal de la tercera pareja, que no llega, y decide dar comienzo a la Misa.”En el nombre del Padre…primera lectura…salmo responsorial… y el inquieto sacristán que acude en busca de quienes antes habían sido rechazados y los invita a colocarse en el lugar reservado a la tercera pareja de novios. El tío de Francisco Elías, el que se apellidaba Maciá Segarra, no lo olviden, me comentó:”Esta pareja de la izquierda parece algo mayor, así como si fueran viudo y viuda ¿no cree?”

          A la salida de la iglesia todo eran comentarios. La verdad es que aquella novia hubiera despistado al más sagaz sacristán: entrada en carnes y en años, de un rubio artificial detonante, pelo en coliflor peinado, traje negro, enorme escote, collar de perlas que, de ser auténticas, valdrían un Potosí por su cantidad y tamaño (nudo incluido a la altura del pecho), colgantes hasta la cintura. El novio, más discreto, no disimulaba sus canas y amor maduro. Los padrinos no llamaban tanto la atención.

          Y que Dios me perdone si ironizo a costa de estos novios desconocidos, rechazados por el sacristán de mi pueblo cuando intentaban ocupar el sitial a ellos reservado, y que sugirieron el título para este relato, que se ha convertido en segunda parte del capítulo que dedico a los cursos de Doctorado. De la clase me ha quedado una gran simpatía por el señor Álvarez a quien diría, si pudiera, que él se tuvo la culpa en lo de la confusión nombre-apellido ¿por qué tuvo tan olvidado y poco aireado el apellido materno? De haberlo usado tras el paterno otro gallo le cantara. A mí que no me quiten el Vives que me siento mutilada. Inevitable la rima y el final romanceado…

…y que atendí bien en clase /comprobará don Mariano.

Por una extraña manera / el CURSO DE DOCTORADO

ha venido a terminar / con LOS NOVIOS RECHAZADOS.

P.S. Después de lo escrito, procede que don Mariano me nombre su cronista particular. Con Ana Luisa, hija, ya mi amiga (dicen que las amistades se fraguan en la mesa común y nosotras compartimos una científica) he de hacer trato para que me informe sobre nuevos cursos programados por su padre. Con la crónica de esta clase cierro el primer ciclo de los “Anales ineditables de la Universidad de Murcia” iniciados con “Aquella Universidad…” (quién me dijera entonces que acabaría en Internet) y cerrados con “Esta Universidad”, casi en el año 2000 (qué imprecisión la mía, aún faltaban diez y nueve años). Tal vez ese día se rompa el último hilo que me ata a institución tan venerable ¿o acaso entonces tendremos a la hija recogiendo la antorcha de manos de su padre? Esto supuesto, es de prever que seguiré asistiendo a clase con bastón y audífono.

Escrito en Albacete entre el 11 y el 16 de mayo de 1981.

Hoy, 25 de febrero, 2010, me ha estremecido transcribir el P.S. final. Ana Catedrática en la misma Facultad donde existe la Cátedra Mariano Baquero Goyanes desde hace más años de los que hubiéramos deseado. No solo este capítulo. Todo el cuaderno va para ella. Por tantas razones…..

6

¡Cómo está el servicio!

A Pascualita Morote Magán

          No sé qué está pasando hoy que me estoy muriendo de frío y ni aparece la muchacha ni mis dilectos Berganza y Cipión que tanto me entretienen con su cortejo. Yo les sigo la corriente, pero nada me interesan; con mi pedigrí voy a cruzarme con semejantes sujetos. Hasta aquí podía llegar la broma. Eso sí, me divierten, sobre todo Berganza con sus historias, que la vida de Cipión no hay manera de saberla, siempre lo deja para otro día y yo quedo intrigada. Es un tanto soso este sujeto. Bien es verdad que tampoco yo les cuento cosas de mi casa, sobre todo de mi señora doña Ana a la que tanto quiero. La pobrecita ya no me puede sacar a pasear, se le enreda el bastón con mis evoluciones y teme caer.

          Siento pena por doña Ana. Mala suerte tiene con el servicio. He perdido la cuenta de las chicas que desfilan por la casa. Ni dos meses duran. Unas por lentas, otras por inútiles, otras por sospechosas de hurto, a veces creo que son figuraciones de mi ama, pero así es. Y todas de países lejanísimos. No he podido encaramarme sobre el mapamundi para localizarlos. Tuvimos una boliviana, delgadilla, morena, insignificante, no me trataba bien. La ecuatoriana era rubia, alta, muy dengosa, la señora tuvo que despedirla porque ninguna comida le gustaba y era un tormento; eso que doña Ana le permitía elegir las viandas cuando la mandaba a la compra, pero ni así. Y cuando vino de Italia la señorita Isabel ¡la que se armó! Ay, mamá, pareces tonta, te toman el pelo las chicas estas y todo anda manga por hombro en la casa. Tendré que regresa a mi Nápoles a todo correr.

 En resumen, nueva sirvienta, o asistenta como las llaman también, porque lo de cuidadora, que también lo oigo, no le encaja a mi ama. Ella se viste y se asea sola, es una gran señora y debió ser muy hermosa en otro tiempo. Me gusta que me mime y me siente a su lado en el sofá a ver la televisión….

 Y esta Leticia que ni asoma, ya ha pasado mucho tiempo, nunca se entretiene tanto cuando entra en la confitería. Y como no me permiten entrar, aquí me quedo atada al poste. Y los otros sin aparecer. Vaya vida perruna…..

Menos mal que no hemos coincidido con esa joven que siempre lleva una chaqueta roja y deja a mi lado a su Chuchi; menuda antipática, se coloca de espaldas y ni me saluda, qué se habrá creído. Y Leticia sin aparecer. Si pudiera entenderme ya le daría una buena reprimenda. Ufff, vaya frío, este Albacete es una Siberia, y, cuando sopla el viento, no digamos. No puede ser ¿me habrá abandonado? Imposible, eso le costaría carísimo, doña Ana la despediría y también me da pena porque la chica no tiene donde ir, ni amigos, ni parientes, que yo sepa….

¡Por fin! Pero, qué raro, no sale de la confitería sino que viene corriendo calle arriba y me desata a toda prisa y hasta me acaricia, cosa nada frecuente.

A la vuelta de la esquina asoma Berganza, a buenas horas, tunante, nos vamos a toda prisa, mañana nos veremos.

Qué caliente la casa y el sofá y la señora que hoy está de buen humor…aunque no creo que me regale con golosinas, aquí el régimen es siempre el mismo. Doña Ana dice que hay que respetar la disciplina a la que se acostumbró con su esposo que era militar. Yo siempre la he conocido viuda y en la casa no hay más hombre que su hijo que aparece y desaparece cuando menos se espera. Es un señor muy fuerte, alto, con bigote rubio y siempre apesta a tabaco, para mí mejor cuando no está…

No fue testigo Nana de la conversación que mantuvo la señora del quinto con Leticia en el ascensor.

-¿ Ha dejado usted la perrita en casa ya?

- No señora, hoy todavía no la he sacado.

- No me diga, pero si hace una hora salía yo de casa y usted iba con la perrita delante de mi por la calle.

- ¡Ay,Virgencita de Guadalupe, que quedó atada a la puerta de la confitería y no la he recogido! Gracias, señora, que si se entera mi ama…  

Albacete, 28 febrero, 2010

 7

 El pájaro se alzó en vuelo

Albacete, marzo, 2010

          En mi libro PIEZAS DE MOSAICO [4] tuve el honor de incluir lo que llamé “Un relato prestado” y di cuenta de su autora, Pilar Obaya Vázquez-Prada, antigua alumna en la Escuela de Magisterio de Córdoba. Su “madera de escritora” era evidente en el delicioso El jersey azul y blanco de Santiago que tanto gustó a mis lectores.

          Mantengo periódica comunicación con Pilar y tenía noticia de que estaba trabajando en un libro y también en un cuaderno en el que iba plasmando sus aventuras de abuela “primeriza” con la esperanza de ofrecerlo como legado a esa Leire (o Fabina) que aparece con ella retratada en el mencionado “relato prestado”.

          A pesar de lo dicho me ha sorprendido la recepción de su libro LOS OBAYA DE “LOS VIÑONES” 1907-2007 editado por la autora este mismo año, opera prima, elaborada y madurada con verdadero esmero. Son 239 páginas cuya lectura nunca decae por la alternancia de prosa y verso y la distribución de las secciones que, con solo enumerarlas, dan cuenta cumplida del contenido: La familia Obaya Peón, Retazos de nuestras vidas, El paso de las estaciones, Las andanzas de los neños, La Llosa de la Abadía , Cien años después.

          Pilar canta con entusiasmo a la tierra, su tierra asturiana concretada en la casería de la que fueran arrendatarios sus abuelos paternos y sucesores durante cien años y en la que ella disfrutó su infancia y juventud. Es la tierra habitada y habitable gracias a los esfuerzos de quien la trabaja. Es la familia unida por un proyecto común. Y todo hecho con amor. Con gran precisión nos describe “Los Viñones”, finca ubicada a poca distancia de Villaviciosa, y la transformación de la misma a lo largo de esos cien años, parte de los cuales ha vivido la autora. Su inquieto espíritu, a medida que se iba gestando la obra -es lo que imagino- ha querido ir más allá de sus propias vivencias y las de sus parientes; muestra de ello es la investigación llevada a cabo sobre la iglesia de San Salvador de Fuentes, rigurosa y documentada, al tiempo que le da vida con los versos alusivos a las romerías salpicados de nombres propios, la gente conocida suya. Como si quisiera unir pasado remoto con presente vivido.

          Hay referencias a costumbres y también a los cambios sociales, no exentas de ironía en algunos casos como cuando opina sobre “Los amos” de la finca -¿desde el siglo XXI o el XX de su infancia?- : Vivían en Amandi en una hermosa mansión con jardín, situada entre el río y el prado donde se celebraba la romería cada 24 de junio.(….) En el mejor lugar de Los Viñones edificaron su casa de verano que rodearon con un jardín ¡Qué paradoja! dejar una aldea para ir a veranear a otra, en la ladera del monte Cubera, a un kilómetro de distancia en línea recta. Los caprichos de los ricos. [5]                   

        De particular interés la parte dedicada a las labores del campo a lo largo de las estaciones, algunas ya en desuso, descritas con verdadera minuciosidad con la certeza de que se está trasmitiendo un legado a las generaciones futuras. La lectura de estos capítulos me ha llevado a recordar a Virgilio en sus GEÓRGICAS. Solo un botón de muestra.

          En el Libro III de las Geórgicas leemos:

            “Las mejores vacas son las que tienen mirada torva, la cabeza grande, la cerviz muy gruesa, papadas que cuelgan desde el morro hasta las rodillas y el lomo muy largo; han de tener además todos los miembros grandes y también la pezuña, y orejas muy velludas bajo los enroscados cuernos. Ni me desagradan tampoco las que tienen la piel manchada de hermosas pintas blancas ni las que se resisten al yugo y embisten a veces con bravura  y ademán de toro, y recias y corpulentas, van barriendo con la cola, al andar, sus propias pisadas. La edad de ser madres acaba antes de los diez años y empieza después de los cuatro; fuera de este término, ni sirven para la cría ni tienen fuerzas para la labranza” [6]

            No tiene desperdicio el capítulo Como hay diez pesebres, compraremos vacas [7]. Al citar los nombres propios dados a las lecheras con sus características el eco de Virgilio se evidencia:

          Yo conocí la cuadra llena de vacas que ocupaban todos los pesebres disponibles (…) Esa parte era la destinada a las lecheras: Navarra, Muralla, Artillera, Morica, Gallarda, Pinta, Estrella, Nevada, Ratina. Los nombres se iban sucediendo a medida que se vendían y ascendían de categoría las más jóvenes. La Navarra era un ejemplar grande, pesado, cachazudo. No servía para ser uncida, pero era una buena lechera. La Pinta tenía la mirada retorcida, no era de fiar y en cualquier momento podía embestir. La Gallarda hacía honor a su nombre. Era una señora vaca si a una vaca se la puede llamar señora. La Artillera era potente y una de las que mejores condiciones reunía para uncirla al carro. Con la Muralla formaba una gran pareja.

          Y sigue con anécdotas y recuerdos, cuando los niños bajábamos a la cuadra desde la cocina con un vaso en la mano para que, directamente de la vaca nos lo llenaran de leche tan espumosa, tan calentita, tan buena (…) la merienda terminaba y todos lucíamos un bigote blanco de la espuma (….) mis tías compraron una ordeñadora eléctrica y un tanque de frío para conservar la leche (….) la modernización llegó a la cuadra….Virgilio no la pudo imaginar.

          Sigue el capítulo Yerba no nos falta para alimentarlas con la descripción de las distintas etapas por las que pasa la siega, que la autora llama Actos y en ellos se siente actriz, por haberlo sido, en efecto.

          Todo un acierto la selección y distribución de las ilustraciones, desde las antiguas fotos en blanco y negro a las de color, más actuales. Y el breve diccionario bable con que se cierra la obra, de gran utilidad para lectores ayunos de voces autóctonas.

          Bien le cuadra a este libro el título que di a uno de los míos: ESCRITO CON AMOR [8].

          Como también lo es, curiosa coincidencia, el libro recibido casi al mismo tiempo que el comentado, EL CANTO DE LAS ESTRELLAS, del que es autora Mª Luisa Picado Amandi, Abadesa del Monasterio de Monjas Clarisas en Villaviciosa de Asturias, amiga mía y también de Pilar Obaya. Esta relata en su libro cómo, camino de Los Viñones, con sus amigos, la primera parada solía producirse en el mismo pueblo, en la puerta del Monasterio de las Clarisas si estaba abierta (….) una vocecita suave decía:”Ave María Purísima”.Al unísono respondíamos-Sin pecado concebida-.A continuación le llegaba nuestra petición de recortes que sobraban de las obleas para la Misa. Nos sabían a gloria. [9]  

          El libro de Mª Luisa Picado es un hermoso poemario, ella ya es veterana escritora, amén de música excelente y religiosa ejemplar, publicado para conseguir fondos con que seguir realizando las obras de restauración del Monasterio afectado por la carcoma y otros males.

          Los primeros poemas están dedicados a su lugar de origen y el entorno familiar en que vivió. Conecta, en visión lírica, con el objetivo de Obaya. Abundan los temas religiosos como no podía ser de otro modo, pero también dedica una parte con el significativo título: “Un tesoro: la Amistad ” , con hermosos poemas como Nostalgia de un amigo, Griselda, Centenario de Angelita, Soneto a Luís David , Dos ríos…. De los agrupados en el apartado INTIMIDAD, destacaría Aquella guitarra, Poesía eres tú (que nada tiene que ver con Gustavo Adolfo), Encuentro, Ofrenda de amor que transcribo por su breve intensidad:

La luz,

 en un torbellino de colores,

envuelve la blancura

de tu cuerpo,

que pende sobre el mundo

en una ofrenda de amor.

          Sor Mª Luisa se ejercita en el acróstico dedicado a su madre, MARINA AMANDI CRESPO; o vuela libre en la serie final de Villancicos, tan rítmicos, tan personales:

Esta noche

Que esta noche, en el valle,

un clavel santo

ha florecido rojo

de amor y llanto.

Porque Niña azucena

ha regalado

la mejor flor al mundo

para salvarlo.

          Gracias, Pilar, gracias María Luisa, por vuestros libros, viva presencia asturiana en mi hogar manchego-ilicitano.

8

 CAPICÚA, 101

A Pepita Dimas Salinas y Ana García Navarro

          Fue en agosto, el veintitrés; / ya los calores amainan. / Murcia nos fue muy benigna, / que hasta se puso la capa / gris perla del nubladillo / que al paseo convidaba / lento, desde la Estación / a lo de Floridablanca. / Allí la Iglesia del Carmen / desde siempre nos aguarda, / testigo de nuestras idas / y venidas desde casa / hacia la Universidad , / bien en galera montadas / o corriendo a toda prisa / para llegar a las aulas / al tiempo en que don Adolfo, / tan puntual, se encerraba / en la suya a cal y canto: / las nueve de la mañana. / ¿Es año noventa y cinco / o las cifras nos engañan / y a un fin de siglo futuro / se anticipan y trasladan / desde este cuarenta y nueve / que el medio siglo reclama? / No sé, dímelo tú, Pepa, / o que me lo diga Ana, / que yo estoy hecha un buen lío / porque tampoco me encaja / en las fechas Nefertiti / que debe estar muy pasmada / recibiendo información / que no va con sus programas. / ¡Qué sabe ella de galeras, / vulgo llamadas tartanas! / Ni quien fuera don Adolfo / que ya está criando malvas…/ Y con permiso de ustedes, / mis queridas Pepa y Ana, / voy a pasar a la prosa / que resultará más apta / para seguir comentando / nuestra entrevista murciana / sin el corsé de la rima, / que diría la alemana…./  …Y sigo con el romance, / se pega como una lapa.

          Doble espacio, punto y aparte y a justificar el título: Capicúa, 101.

          Estos señores de la RENFE tienen la manía de programar los horarios con unas cifras un tanto raras dando la impresión de que los trenes circulan con tal puntualidad que hasta los segundos cuentan, al menos los minutos. No tengo mucha queja del trenecito que une Alicante con Murcia cada hora y es cosa de agradecer. A las 10,29 llegaba a la perla del Segura ¡vaya cursilada! el que nos condujo ese día 23 de agosto a Ana y a quien esto escribe con el propósito de pasar un rato con Pepita, la tercera en discordia y principal causante del encuentro. Más de cuarenta años sin verse con Ana y la natural curiosidad por ver qué había hecho el tiempo con ambas. A mí me tenían ya vista, iba de testigo con el compromiso notarial de dar fe del encuentro. No podía demorar mi estancia hasta más allá de las 12,10, hora de salida en el trenecito de regreso. Visto que el tiempo, en horas, no alcanzaba ni a las dos completas, lo calculé en minutos y salió una bonita cifra, capicúa. Así, sí. CIENTO UN MINUTOS, seis mil sesenta segundos, cuánto latido de corazón… Acelerado estuvo el de mis amigas, condiscípulas en la Facultad de Letras. Las dejé solas, fingiendo no haber llegado, aparecí después del fuerte abrazo, la anagnórisis y toda la pesca. Todo muy bien. Perfecto. El tiempo detenido…aunque mis indiscretas canas aguaban un poco la fiesta. Se empeñó Pepita en que había que hacerlas desaparecer; ellas tan rubias y felices, lo de Ana, pura continuidad, en la otra, un ligero toque de camomila como el que allá en la infancia remota santapolera mi madre usaba para conservar el rubio natural, casi platino, qué lindos tirabuzones me hacía con el palillero de la pluma, auténtico, no exagero: nací muy rubia, volvíme morena en la adolescencia y encanecí en plena juventud, si así se puede hablar de los treinta. A los cuarenta, a instancias de mi madre, me aficioné a los tintes y hasta a las pelucas -¿las habéis usado?, tengo una a vuestra disposición-, supongo que hacía aquello por razón del cargo, no sé, ahora me parece extrañísimo. Es el caso que, a partir de mis bodas de oro con la vida, dije adiós a la cosmética capilar y no estoy por la labor de ocultar el ornato de mi casi vejez, recuerden que todavía no he llegado a la edad reglamentaria de la estúpidamente llamada tercera, pero poco falta. En mi ayuda viene Juan Rufo, Jurado de Córdoba, que en 1596 tuvo la ocurrencia de publicar en Toledo “Las seiscientas apotegmas y otras obras en verso”, libro con cuya lectura me estoy solazando, siempre mis clásicos. Particularmente Rufo aficionado a defender las canas me ha regalado, como argumento, un ramillete que transcribo [10] - y no todas las dedicadas al tema, solo una muestra:

          23. Díjole un hombre viejo que no sabía para qué la Naturaleza daba canas a los hombres más que a todos los animales. Respondió: “Por bandera de paz entre el ardor de la juventud y la prudencia”.

          24. Preguntóle otro de sesenta años si se teñiría las canas, y respondió: “No borréis en una hora lo que Dios ha escrito en sesenta años”.

          87. Sentía ásperamente un gentil hombre el hacerse viejo, y corríase de verse algo cano, como si fuera delito vergonzoso. Y como fuese su amigo, y le viese que en cierta conversación daba señales desto, le dijo para consuelo y reprehensión los versos que se siguen:

“Si cuando el seso florece

vemos que el hombre encanece,

las canas deben de ser

flores que brota el saber

en quien no las aborrece”.

          400. De la manera que el oro fino sufre esmalte y otros metales no, decía “que las canas son esmalte del tiempo, y que sientan bien sobre el oro de la prudencia”.

          Como “lo poco gusta, lo mucho enfada”, es aforismo de mi madre, dejo tranquilo al cordobés y vuelvo a Murcia, mejor, vuelvo de Murcia donde quedaron Ana y Pepita, sin prisas, sosegadas, y me encuentro -¡vaya día!- con un revisor, viejo amigo, que al punto me reconoce y comenta ¡cuánto tiempo sin verla!  Es agradable que ocurran estas cosas. Mientras nuestras amigas seguían recordando otros tiempos yo, en el tren, me remontaba a los años en los que, también por razón del cargo, hacía con frecuencia el triángulo ALBACETE-MURCIA-ELCHE, con regreso al lugar de origen vía ALICANTE. Tal combinación enfurecía al revisor amigo pues, cuando usaba CHEQUETRÉN, me aprovechaba de todas las ventajas, incluida la de IDA Y VUELTA, y él decía que aquello no era legal porque el IYV (¿acabo de inventar las siglas?) solo era válido si se hacía por la misma ruta. En fin, que era un andaluz cascarrabias cuyo carácter se ha dulcificado con los años… y las canas. Avisa Nefertiti, aquí queda la historia. Adiós.

Elche, 24, agosto, 1995

P.S. Marzo, 2010. Pasados quince años del relato digitalizado ahora, seguimos vivas las protagonistas del mismo, la peluca la regalé, con su cabeza roja y todo, las siglas IYV aparecen ahora en los billetes de cercanías ALICANTE-MURCIA. Ignoro su fecha de adopción por RENFE. Queda en el aire si me adelanté o no. VALE

9

  El niño de la calle boliviano

I

Madruga el Padre José   

y marcha cada mañana

por las calles de La Paz , 

la gran urbe boliviana,

por ver si encuentra algún niño

que su caridad reclama.

Dura y difícil tarea

es ganar la confianza

de quien al desconocido

como enemigo proclama.

Pobres seres marginados

los que carecen de casa,

de familia y alimentos,

trabajo y justa soldada.

Son los niños de la calle

multitud; nadie se encarga

de hacer el censo, que temen

ver cifras muy abultadas.

Pero el buen Padre José

entrega su vida y alma

para remediar siquiera

un poco tan triste lacra.

II

No puede olvidar el día

que la Providencia Santa

le llevó cerca de un niño

solo en la dura calzada,

acurrucado en el suelo

como si no respirara.

Se acerca muy diligente

y le acaricia la espalda.

Da la vuelta el niño, mira,

cierra los ojos y calla.

Insiste el padre y le ofrece

con su mano una manzana

que el chaval con ligereza

ávido recoge y masca.

-“¿Cómo te llamas, muchacho?”

El otro no dice nada

pensando que es algún  “poli”

que por algo lo reclama.

-       “Come sin prisas, mastica,

mira a ver si te atragantas.

Yo soy el padre José,

de mí no has de temer nada;

la Fundación ARCO IRIS,

si quieres, será tu casa.

La sonrisa bondadosa

del padre al niño desarma;

con desparpajo contesta:

-Los de la calle me llaman

Nico, porque Nicolás

es palabrita muy larga.

Ya caminan de la mano,

atraviesan calle y plazas

en conversación amena

aunque, en Nico, reservada.

III

Por fin llegan al Albergue

donde Nico encuentra casa,

comida y ropa decente

que le hacía buena falta.

-“Puedes entrar y salir,

esto no es ninguna jaula,

respetarás los horarios

porque es cosa necesaria”.

Los chicos más veteranos

le ofrecen amistad franca

y nadie le pide cuentas

de sus pasadas andanzas,

cosa que a Nico sorprende

porque nunca tuvo tanta

atención por quienes luego

a cambio no piden nada.

IV

-“Padre, yo quiero contarle

toda mi vida pasada,

que no dormiré tranquilo

si no sabe con quién trata.

No sé cuántos años tengo,

mi madre fue violada

y nací en la mera calle.

Ella murió y una mala

mujer me llevó consigo

y me mantuvo en su casa

a fuerza de hambre y de golpes,

con lo que hice la escapada

en cuanto pude correr.

Entonces caí en las garras

de un pandilla de chulos,

todos con barbas y gafas

para que nadie pudiera

verles completas las caras.

Me enseñaron a robar

y lo robado les daba;

de las drogas que tomé

siempre enfermo me encontraba

y más de una paliza

marcó mi pecho y espaldas….”

-“No sigas, Nico, no sigas,

que con lo dicho me basta”.

-“Padre, yo quiero ser bueno

pero temo, si me cazan

otra vez para que robe,

que es cosa que se me daba

muy bien y cierta afición

me queda, ¿es cosa tan mala?

Lo de robar es un arte

y disfruta quien engaña”.

Al pillo de Nicolás

sus vivos ojos le bailan….

V

El Padre, buen misionero,

sin que sea cosa obligada,

les enseña la doctrina

católica a los de casa.

Nico acude voluntario

y su mente espabilada

asimila cuanto escucha

y lo conserva en el alma.

Oye las palabra Madre

y se le saltan las lágrimas;

la Virgen ríe en el Cielo

si Nico Madre la llama.

“Ay, mi niño de la calle,

no sabes qué bien te aguarda”.

Nico aprende que Jesús

es amigo que no falla;

con Él conversa ya a solas

cuando se encuentra en la cama….

VI

Gran fiesta en la Fundación

ARCO IRIS se prepara:

que han sido hasta doce chicos

los que el Bautismo reclaman

libres, conscientes, alegres,

para la Fiesta de Pascua.

Y Nico al Padre pregunta

si es de veras que su alma

queda libre de pecados

con las bautismales aguas.

-“Claro que sí, Nicolás”.

-Entonces, ¿hasta mañana

puedo hacer mi último robo?

Como lo lavan las aguas…

-“Nico, Nico, Nicolás,

no le hagas a Jesús trampas

porque ¿a tu Madre María

no querrás ver enfadada?”

Mentarle la Mamá al niño

ha sido Santa Palabra;

a lo del robo renuncia

con una gran carcajada.

VII

Calcula el Padre que Nico

por los doce años anda

y su salud se resiente

por las penurias pasadas.

Los riñones no funcionan

y diálisis le mandan;

soporta la enfermedad

con alegría cristiana,

a todos tiene asombrados,

preces al cielo levantan

pidiendo su curación…

Nico es la perla de casa.

Mas los caminos de Dios

por otras veredas andan,

que el día de Nochebuena

se ha de dar un “sube y baja”

milagroso: Nicolás

deja la tierra y se alza

a la Eternidad sin fin

mientras que el Hijo se encarna

en Jesús, Hijo de Dios,

en Naturaleza Humana.

Al unísono dos niños

A María Madre llaman.

La Virgen , como es tan buena,

una sorpresa prepara

a Nico: Esta es la madre

que te llevó en las entrañas.

Aquí tienes dos mamás,

por si una no te basta.

El Padre José en La Paz

llora y ríe, las campanas

tocan a Gloria dos veces:

a Nico y Jesús aclaman.

Albacete, 11, marzo, 2010

          El precedente romance se basa en una historia real que escuché al Padre José María Neuenhofer (he tomado su foto de la página www.arcoirisbolivia.org y, en efecto, lo he reconocido) en una entrevista que le hizo Pepe Alonso en su programa “NUESTRA FE EN VIVO” del canal televisivo EWTN (se puede ver también este canal por Internet en la web  www.ewtn.com).

          No tengo constancia escrita, pues vi en directo el programa, pero retuve en la memoria los datos fundamentales de la historia de Nico, que el Padre relató al pedirle el entrevistador alguna anécdota que recordara con especial cariño de los muchos jóvenes que habían sido atendidos en la Fundación. El Padre José lo hizo de modo conmovedor y gran sencillez. Aún recuerdo algún detalle más que he omitido por no alargar demasiado la historia. Quiero dejar constancia de que a mí solo es atribuible la “forma”, no el contenido. Historia real y estremecedora pero llena de esperanza. Y reconozco que Nico, como personaje literario tiene vida, la de la fama que dijera Manrique, además de la eterna. Los interesados en conocer la vida y obra del Padre Neuenhofer pueden entrar en la web arriba citada. Vale la pena. 

10

Imprevisto en el Banco

          Prometí escribir sobre la señora de la bufanda multicolor y ha llegado el momento.

          Entro en una oficina bancaria para actualizar mi cartilla de ahorro en la máquina instalada al efecto en el vestíbulo. El aparato, obediente, se traga mi libreta. Aparece una pantalla de formato algo distinto a los que me son familiares, demasiadas opciones en el monitor, pincho creyendo haberlo hecho en la opción deseada y aparece un mensaje: Introduzca su número de identificación personal. ¡Qué leo! Jamás me ocurrió algo así, quedo perpleja e inmóvil ante la pantalla. La señora de la bufanda, solícita, pregunta: “¿Es que no funciona la máquina?”. - Creo que sí pero me pide un número que yo no tengo, tendré que sacar la cartilla. “Imposible, todos tenemos ese número, pregunte a uno de sus hijos y se lo aclararán”. (Qué cara de madre debo tener, esta señora está segura de que tengo hijos por la contundencia con que habla). -Oiga, es que esto me ocurre por primera vez y siempre he actualizado la cartilla sin necesidad de número. “No, no, siempre lo piden, vaya a buscarlo que lo tendrá”.

          Le dejé paso y me fui a otra sucursal, la oficina en la que tengo la cuenta y allí, la cajera, muy amable, me dice que no necesito el numerito dichoso para actualizar la libreta pero que han cambiado las pantallas al sistema digital y hay que llevar mucho cuidado al poner el dedo en el recuadro correspondiente pues con facilidad un pequeño desvío nos lleva a otra de las opciones que pueden requerir el PIN.

          Actualizo mi cartilla sin problemas y, de regreso a casa, voy meditando sobre el PIN. No había caído en la cuenta de la significación de las siglas hasta ahora. Y está más claro que el agua. El inglés lo invade todo y gracias que las nuevas pantallas traducen al español, por el orden de nuestra lengua, el Personal Identification Number  como Número de Identificación Personal. Y me pregunto ¿por qué no decir NIP en lugar de PIN? Y me vuelvo a preguntar ¿por qué llaman PIN a esos pequeños objetos de bisutería con su clavo para prenderlos en solapas o cualquier zona apropiada de la ropa? ¿quizá porque identifican a alguna asociación, club, país, etc.? No cuadra entonces lo de personal.

          Ríanse ustedes de mi propuesta acerca del NIP. Torres más altas cayeron. Recuerdo perfectamente, privilegios de la edad, cuando a ese organismo internacional que aún no sabemos para qué sirve llamado hoy en España la ONU (Organización de Naciones Unidas), se le llamaba siempre a la inglesa UNO, así se leía en titulares de prensa y se oía por radio y hasta se hacían chistes con los UNOS y los OTROS.

          Y, pobre de mí, sigo sin tener mi número de identificación personal para operaciones bancarias ¿será porque no tengo hijos que me lo resuelvan? No será fácil que olvide la actitud protectora de la señora aquella de la bufanda multicolor. Si ella supiera….

Albacete, 14, marzo, 2010

11

Alemania

A doña Marga Zielinski de Muñoz Cortés

-       Ring….ring….ring….Dígame

-       ¿Es usted bla, bla, bla? La llamo desde …oon…

-       ¿Desde dónde?

-       Desde Bonn, la capital de la República Federal de Alemania

-       ¡Ah!

-       Usted no me conoce pero soy bla, bla, bla…

-       Oiga, es que estoy pendiente de la lectura de mi Tesis Doctoral, cuya fecha debe señalar el ponente para muy pronto…

-       No se preocupe, el Doctor Muñoz Cortés está también invitado a participar en este cursillo y por lo tanto no habrá incompatibilidad de fechas. Cuento con su presencia aquí, bla, bla, bla…

Ese fue mi primer vuelo internacional, marzo, 1975. Antes había visitado Francia e Italia pero por tierra. Por el territorio nacional sí había viajado en avión ya (podré llamarlo nacional, incluidas las Islas Canarias de momento, que nunca se sabe….)

Cierta novedad supuso, pues, este viaje con los trámites en el aeropuerto de salida y la llegada al país del silencio, en expresión de mis acompañantes, una vez que tomamos tierra en el aeropuerto alemán.

Por primera vez me encontré con el largo y hermético corredor que conducía directamente desde el avión a la Aduana. También por primera vez (y última hasta el momento) veía tanques patrullando pacíficamente por las calles de Bonn, vehículos ordinarios de la policía allí. Estos alemanes, que todo lo aprovechan, pensaron que no iban a dejar morirse de risa -o de asco- a los tanques supervivientes de la segunda mundial….

De mi rápida visita a Colonia y a Bonn, antes de encerrarme en la pequeña ciudad de Bottrop, tengo que destacar dos elementos: las palomas y las campanas.

¿Por qué la paloma urbana tiene que dar ese toque tan especial siempre? Iguales en género y especie, yo diría que en cada lugar, cada plaza tiene sus palomas, distintas a las de otros lugares. También las palomas son ellas mismas y su circunstancia. Las colombe de la plaza de San Marcos nada tienen que ver con las palomas del Palacio de Comunicaciones de Madrid (creo que allí quedan ya pocas o será que hace muchísimo tiempo que no me detengo a contemplarlas. Lejos quedan las obligadas citas con los amigos, en las escapadas a Madrid, “como siempre, ante los buzones de Correos”). Y, por supuesto, distintas son las Tauben  que encontré en aquella severa y armónica plaza -Iglesia con puerta ojival a la derecha, edificio de Correos, monumento a Beethoven en el centro, calle peatonal con Ayuntamiento al fondo- en Bonn. [11] Tauben en los parques, abundantes en césped y frondosos árboles, de la zona residencial próxima al Rhin, ese río tan grande de que me habló la camarera gallega del hotel, al que hacía responsable de la mucha humedad en la capital alemana…

          Palomas germánicas con un no sé qué de disciplinado, distintas en verdad a las meridionales.

          Y las campanas. Jamás olvidaré su tañido en Colonia. Pienso, por contraste, en esas campanitas de los conventos españoles a las que Azorín dedicó hermosas páginas. Si se me permite una comparación musical -no sé hasta qué punto pertinente y feliz- las campanas en Alemania hacen pensar en Beethoven o tal vez en Wagner, las campanitas de Azorín me llevan a Albéniz, Granados …¿Falla?

          Se reían los maestros españoles, maestros para hijos de emigrantes que asistían al cursillo, cuando les dije que me gustaba, en las iglesias, durante la celebración de la Misa , escuchar la música del alemán. Sí señor, cada lengua tiene su música. Y no digamos cuánto disfrutaba yo cantando, con la música, música, unida a aquellos filarmónicos y devotos católicos alemanes. En Bottrop, en día no festivo, fui a Misa muy temprano y me encontré la iglesia llena de niños, acompañados por sus maestros, cargados con sus carteras y enseres escolares y cantando que daba gloria oírlos. Confieso que lloré emocionada. Luego supe que era costumbre llevar a los niños a Misa, antes de la clase, un día a la semana. La asistencia a este acto es voluntaria y la iglesia, que era muy grande, estaba llena. [12] 

El cursillo aquel ha sido una de las experiencias profesionales más interesante que he vivido. España entera estaba bullendo en aquel grupo de sesenta maestros, un tanto aventureros algunos, consortes otros de ciudadanos alemanes -ellas más bien-, gente inquieta en general y entregada a su profesión. Andalucía, Murcia, Valencia, Extremadura, Vascongadas, Galicia, las dos Castillas, Aragón y no sé si Cataluña estaban representadas. Lo más divertido fue comprobar que con cada una de aquellas personas pude hablar de algún conocido común. En cuanto corrió la voz, en los ratos libres, que eran pocos, siempre acudía alguien a preguntarme si conocía a….recuerdo a una guapa valenciana, casada con un alemán, que había sido alumna de mi colega y maestro Aranda, a un filósofo puro, amén de maestro, que lo fue en Badajoz de Rosi, compañera mía de oposición, aquella madrileña que conocía muchísimo al profesor de Religión de la Normal de Toledo y yo a un hermano suyo, Notario de Albacete por entonces…y así hasta el infinito.

          En la Clausura escenificaron con mucha gracia el poema de Gloria Fuertes Las tres tontas  y también hicieron una parodia de mi actuación, con lo que me reí un buen rato. Alguien se asombró de mi reacción. ¿Acaso no lo hicieron con todo cariño? Si no fue así, peor para ellos. Me regalaron una vela cuadrada, azul, sobre un soporte de madera, muy bonita. Eso por su cuenta y fuera de programa, al margen de la organización. Hablando de organización he de citar a una Frau rubia, guapísima, secretaria eficiente, que se esmeró mucho mecanografiando y multicopiando los trabajos que hicimos sobre la marcha.

          ¿Y qué decir de las señoras del sombrerito? Más tarde he sabido que los alemanes llaman al de la jubilación el dulce dinero. Como es dulce, se lo gastan tomando café con pasteles a todas horas. Es muy frecuente ver los bares ocupados -además de los empedernidos bebedores de cerveza- por gente mayor, jubilada, que pasa la tarde de tertulia merendando. Pero el más divertido espectáculo es el que ofrecen las señoras del sombrerito cuando se encuentran por la calle. Así me lo explicaba una maestra madrileña, casada con un ingeniero alemán: alternativamente la señora A habla al oído derecho de la señora B, bsbsbsbsbs… y la señora B habla al de la A , bsbsbsbsbs…. Y aunque la persona de oído más agudo pase junto a ellas no logrará captar ni una sola palabra de lo que dicen. Más o menos, igualito que en España, sobre todo en Levante y Andalucía. Que me lo digan a mí,¡y olé!

Albacete, 5, 9, 1981

Nota en 2010. No comprendo cómo no escribí nada en el artículo sobre don Manuel y lo acompañada que me sentí desde su llegada, como un torbellino, genio y figura. Vale.

 12

Ganar amigos, aclarando equívocos

A Enrique Miralles García

         Remito al curioso lector al nº 10, Filólogos de agua dulce, del anterior “Cuaderno de CAVISUR”, Palabra que no cesa.

          Atribuía yo, es verdad que como hipótesis, al profesor Miralles García dos aficiones, ajenas a la Literatura , descubiertas navegando por Internet con la ayuda de google.com: una a los pájaros y otra a las carreras y caminatas de montaña. Bien podría aplicar a google el dicho popular No te fíes del agua mansa. La Red se renueva al segundo con informaciones que damos por seguras cuando, como en el caso que nos ocupa, son meras coincidencias formales y, a veces, ni eso siquiera. Mucho puedo escribir acerca del “siquiera”, quédese para otra ocasión. A lo que vamos.

          Me pareció de obligada cortesía ponerme en comunicación, vía Internet, con le profesor Miralles para darle cuenta del artículo citado que tanto le concernía. Confieso que me inquietaba la posibilidad de que no fuera de su agrado, tanto respeto me inspiraba su trayectoria académica, pero había que correr el riesgo.

          Me emocionó su atenta y cordial respuesta y la sencillez con que deshizo el equívoco de la ornitología y el atletismo. Con respecto a los pájaros, solo tuvo un canario que se le murió y ya no quiso repetir la experiencia. ¡Oiga, lo mismito que yo! Olvidado tenía al canario tan amarillo y cantarín que me regaló una maestra hace mucho tiempo. La verdad es que estaba un poco harta de él. Coloqué la jaula pegada a la pared y el tunante la salpicaba toda de alpiste. No recuerdo las circunstancias de su desaparición. Ya sabe, querido Enrique, otra coincidencia.  Por tanto hay que admitir la existencia de otro Enrique Miralles García, al menos uno, aficionado a los pájaros, en especial a las “fotos misteriosas” de los mismos.

          El asunto del atletismo tiene otras connotaciones, muy interesantes. Basada en la información sobre la 17ª Cursa i Caminada Popular de Muntanya a Collserola del 28-10-2007, anoté la marca conseguida por un tal Enrique Miralles García, por si se trataba del profesor. Al confirmarme él que tampoco era adicto a tal deporte, volví a Internet y, ¡oh, sorpresa!, me costó Dios y ayuda localizar la referencia del año 2007, llegué dudar de mi capacidad investigadora, lo conseguí, sí, pero antes se había incorporado gran cantidad de noticias sobre el mismo asunto referidas a los años 2008 y 2009. Y ¡segunda sorpresa! El corredor-caminante Miralles García había catalanizado su nombre de pila y se inscribe como  Enric. Ya me costó localizarlo. Lo que va de ayer a hoy…. Este señor es Fisioterapeuta Colegiado y ofrece sus servicios aconsejando el ejercicio físico, teórica…y prácticamente. Ya está claro.

          Más que el agua, y doy gracias a Dios por ello, que, aclarados los equívocos, queda como muy segura la amistad con que me honra don Enrique y a la que correspondo en igual medida. A estos amigos en la distancia, sin que haya mediado presentación personal, les tengo un especial afecto porque me abren al mundo, no imponen condicionantes en lo de “tal día, a tal hora, en tal lugar” y sabe una que siempre están ahí, sobre todo si acostumbran a contestar a las cartas, que por los invisibles átomos del aire corren que vuelan. Aunque el correo postal cumple funciones imprescindibles también. Lo escribe una que presume de “ser hija del Cuerpo” como decía mi padre. Le debo un artículo en este Cuaderno, a mi padre, no al “Cuerpo”.

            Tuve ayer una experiencia doble de este tipo. Mandé dos c.e., qué mal me sienta lo de “mail”, a ver si de una vez por todas imponemos siglas en español, y obtuve respuesta a ambos en menos de media hora, ayer día de San José, pasadas las siete de la tarde y uno de mis comunicantes se llama José María. Ya es tener afición a las LETRAS, lo escribo con mayúsculas porque el caso lo requiere.   Vuelvo al correo postal y compruebo que con el profesor Miralles voy a tener dos vías de comunicación, una gratuita -no acabo de entender como es gratis total lo de Internet, aunque ya nos cobran la  cuota por el servicio- y otra a precio módico que todavía podemos asumir desde nuestra condición de pertenecientes a las Clases Pasivas del Estado; en nuestro caso lo de Pasivas no cuadra mucho; ya quisieran trabajar como nosotros muchos altos cargos “Activos” del Estado. Mejor, ni por asomo lo quieren.

          Ironías aparte, no sabe el profesor Miralles hasta qué punto ha llegado en el momento oportuno a mi vida académica. Don Enrique, más joven que yo, ocupará por largo tiempo, así lo deseo, el lugar de don Mariano pues intuyo en él la misma paciencia y cordialidad en la recepción y lectura de lo que simplemente llamo  “mis papeles”.

          Y se agradece mucho la valoración, aunque sea excesiva, por parte de los maestros. Y no digamos  el envío de separatas que guardaré con las de los Baquero, padre e hija.

13

Feria de Albacete

          Este pueblo, que tan pocas fiestas celebra a lo largo del año, (comparado con mi levantina tierra) enloquece en la primera quincena de septiembre con su tradicional Feria.

          La ciudad queda desierta cada tarde en aquellas zonas que no forman parte del circuito ferial. El contraste que se produce al pasar de una zona a otra es impresionante. Si pasamos de la calle Cervantes a la de la Feria , camino del recinto, experimentamos la sensación de no estar en el mismo pueblo.

          En la plaza de la Catedral , cada mañana, se huele a Feria con las interminables colas ante las taquillas que despachan entradas para los toros. Y desde las cuatro de la tarde el río humano hacia la plaza no deja de fluir. No hablemos del ensordecedor estruendo de carruseles, teatros más o menos chinos, circos de todas las procedencias y pregones de mercancías. O los efluvios musicales de la llamada Caseta de los Jardinillos a la que acuden los cantantes más afamados del momento.

          Pero la feria, feria, para mí es el recinto, los redondeles como los llaman. El río humano circula por ellos como en una noria, se detiene, observa las mercancías, compra o no compra, sigue marchando. Y Pedro saluda a Juan, compadre del vecino pueblo, que, como él, ha venido a pasar el día en la feria y asistir a la corrida de turno. María comenta con Antonia que los chorizos de su pueblo saben mejor que las morcillas del vecino. Un niño llora porque no le compraron el juguete aquel…otro se empeña en vano inflando un globo roto…la pequeña sonríe feliz desde el caballo que sube y baja al tiempo que da vueltas. Y el gamberro de Luisito, experto conductor en los coches de choque, es el terror de la pista persiguiendo a las asustadizas muchachas.

          Y las tómbolas. Confieso que el recuerdo más enternecedor que guardo de la feria es el de las tómbolas. Poco agraciada suelo ser en los juegos de azar -también es cierto que doy pocas oportunidades a la suerte, salvo en la tradicional Lotería de Navidad-, pero un año, en la Feria de Albacete ¡me tocó una manta de matrimonio en la tómbola de Cáritas! Todavía recuerdo la caminata de regreso a casa, no tenía el coche por allí, cargada con tan voluminoso regalo. Y no crea el lector que la manta, debido a sus medidas, no me ha sido de utilidad. Tengo imaginación suficiente para destinar los objetos a fines distintos para los que fueron proyectados. Doy fe de que ni un centímetro de tan suave tejido quedó sin ser aprovechado.

          Pero la Feria para mí no son los carruseles, ni la caseta, ni los toros -recuerdo el gesto de asombro de mi peluquera cuando le dije que jamás había asistido a una corrida-, ni el redondel, ni el circo, ni los chorizos, ni las navajas, ni las muñecas, ni la dichosa manta que me tocó en la tómbola.

          La Feria es la invasión de mi pacífico hogar, tan silencioso de ordinario, tan ordenado, tan limpio, tan acogedor. 

          El chupete de un niño debajo de la cama, un peine en el armario de la cocina, un reloj trastornado, ninguna silla en su lugar, un pijama en el rincón más inverosímil, bolígrafos por todas partes, caramelos de goma pegados en los muebles, ropa, mucha ropa que lavar, entradas y salidas a altas horas de la madrugada, niños que lloran y que ven la televisión, algún que otro maniático de la radio y su frecuencia modulada…¡Qué suerte que este año estuve en Jarandilla de la Vera siguiendo los pasos del Emperador y solo he llegado a recoger los trofeos del paso del ejército de Levante!

          Anoche me decía una amiga por teléfono que en la corrida de aquella tarde se había lanzado un espontáneo y fue muerto en el acto por el toro. He pasado una mala noche pensando en el infeliz joven, de madrugada he tenido que sentarme a escribir:

                       Y desde ayer me vengo preguntando

                    por qué la muerte acecha

                    por los tendidos y los callejones,

                    en las plazas de toros

                    de los pueblos en feria enloquecidos.

                      Es la muerte sin gloria,

                    la que no cantaría Federico,

                    porque el joven sin nombre,

                    y sin traje de luces,

                    no morirá a las cinco de la tarde.

                      Ha sido el quinto toro,

                    presagio ya del fin de la corrida,

                    el cruel matador, contraria suerte,

                    que ha teñido la arena

                    con la sangre inocente del iluso. 

                      Irracional astado,

                    te vengas sin razón de quien te quiere       

                    no para el sacrificio

                    (¿cómo comprar espada sin dinero?)

                    sino para ensayar su innato arte.

                      Y el público protesta

                    por una muerte fuera de programa,

                    fantasma anunciador de la que un día

                    ha de cobrar sin gloria

                    el tributo de todos los presentes.

          En Albacete a 15 de septiembre de 1981, fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Y me pregunto ¿quién consolará a la madre del joven espontáneo muerto?

          Perdón, ilustre Julián Marías, por este empecinamiento mío de seguir escribiendo versos después de los veinte años. ¿Servirá en mi descargo el no haberlos escrito antes de la florida edad? [13]

          Una, que ha sido precoz en algunas cosas, en el asunto de los versos lleva un retraso impresionante. ¡Qué colorada me puse cuando aquel profesor de Cáceres me dijo que les prometiera un recital de mis versos para el próximo encuentro! Con la sensibilidad que has demostrado en tu intervención debes tener un acervo de poesía tremendo…Lo del acervo me llegó al alma y me hizo recordar aquello que cantábamos en el Septenario a los Dolores de la Virgen [14]

                                Por tan acerbo dolor,

                              ¡Oh, Virgen! cuando expiremos,

                              haced que el alma entreguemos

                              en los brazos del Señor.

          Aquello eran los Dolores de Nuestra Señora en la semana de Pasión. Lo de los Dolores Gloriosos, la fiesta de septiembre [15], lo aprendí en Córdoba con las Religiosas Servitas, las de la superiora portuguesa, Madre Camila, políglota e inteligente, la que vino de Bélgica a modernizar el Convento. Siempre al acecho los recuerdos cordobeses. A Nuestra Madre le ponemos el manto “asul”, el de las palomas, para la fiesta de los Dolores Gloriosos, y en Semana Santa la “plasuela” se pone que no cabe ni un alfiler, todos a ver salir a la Virgen , y le cantan saetas hasta “jartarse” y no la dejan andar, y las andas con sus varales de plata “relusen” que da gloria… [16]

          ¿Hablábamos de la feria de Albacete? Todo ha sido por los versos -tiene razón Julián Marías- y por lo del acervo y el acerbo. Esto segundo era en Elche, cuando yo estudiaba bachillerato y acudía con mi hermana a cantar en la iglesia. No vayan a creer que se trataba de un coro parroquial de tres al cuarto. Era un coro mixto a cuatro voces con orquesta, coro extraordinario que actuaba en las citadas fechas. Los varones casi todos procedían de la Capilla del “Misterio de Elche”, voces selectas. Con ese mismo coro cantábamos un Miserere que, en los solos tenía aire de ópera. Aún recuerdo el cor mundum crea  o el amplius lava me, estremecedores. Yo jamás hice un solo pero el director, don Pascual, decía que nuestras voces, la de mi hermana y la mía, eran importantes porque sabíamos de música y no desentonábamos.

Nota en 2010. Con respecto a la feria, he de hacer constar que hoy no se percibe ese desierto de que hablé al principio. La ciudad queda toda invadida, al menos por donde yo vivo, algo lejos del recinto ferial. Mi casa ya no sirve de albergue a quienes hoy son padres y madres de familia y siguen otros derroteros.

Sigo intrigada con lo de Julián Marías. Sería cosa de andar por hemerotecas en google. Mejor dejar la incógnita en el aire.

En 2010 se está celebrando el Tercer Centenario de la Confirmación de la Feria albacetense con lo que es de esperar en septiembre una Feria de lujo, pese a la crisis.

Cartas: 2,75 x 1,34 m .
Fotografía: F. de Silva (Cadiz)
Autor: Gherssi, A.

0,95 x 0,65 m .
Imprenta: Junquera (Albacete)
Roberto Campos Rosa

"Feria de Día y Noche"

14

Hogar, dulce hogar

          Una casa -paredes, suelo, techo, puertas, ventanas, balcones, cristales- se convierte en hogar no solo cuando está habitada sino cuando sus habitantes han ido depositando en ella esos mil y un objetos, imprescindibles unos,  superfluos otros, capaces de definir a sus dueños, incluso en ausencia de los mismos y sin que necesariamente los conozcamos. Recordemos la técnica cinematográfica que, en algunas películas, comienza mostrando minuciosamente el interior de una casa para así presentar, sin palabras, a los protagonistas. Agradecí mucho el cumplido de Tere -bien lo recuerdo- cuando visitó por primera vez mi segunda casa de Albacete: Este piso la define a usted muy bien.

          El pasado día 1 comimos en el campo y mi madre, al regreso, me dijo: He estado mirando la cama de la abuelita -se trata de mi abuela paterna, no se la confunda con la abuela Juana, ella fue siempre “ la Mare ”- y hay que medir si cabe en mi cuarto porque quiero traerla; ya sabes que los barrotes me sirven para dar la vuelta mejor que el tablero y además es una cama que ha estado tanto tiempo en casa que la echo de menos; en Elche estamos más tiempo que en el campo y la quiero disfrutar. Maravilla la capacidad de iniciativa de mi madre; toca mi fibra sensible pues me encanta cambiar muebles de sitio, así que, sin dilación, comencé a programar la maniobra “intercambio de lechos”, suena un poco raro la expresión pero ahí queda. En un periquete organicé el traslado y la antevíspera de Reyes ya durmió mi madre en la cama de la abuelita. Debe tener el mueble casi los cien años, si no los sobrepasa, creo que es de roble por su color; el cabezal y pies tienen forma de barandilla con finos barrotes torneados. Si tuviera barandillas laterales parecería una cuna gigante. Muy apropiada para esta niña casi centenaria que tengo a mi cuidado..

          Como el ancho de la cama-cuna es de 120 centímetros , he tenido que revolver armarios hasta poner en circulación las sábanas adecuadas…y la colcha. ¡Qué gusto sacar ropas largo tiempo guardadas! Huelen de modo especial, muy agradable. La colcha elegida es una blanca, bordada a mano en tonos de azul. Tenemos otra igual en Albacete y ambas fueron confeccionadas en casa y bordadas por esta servidora y su hermana mayor. Las hicimos para el dormitorio nuevo nuestro, obra de unos artesanos de Santa Pola. Recuerdo cuando mi madre iba -yo con ella- al taller, frente al CINE CHAPÍ, para comprobar cómo marchaba el trabajo. Eran dos los carpinteros y parecían el gordo y el flaco. El gordo era el que hablaba con mi madre, era de Torrevieja y el socio santapolero, se apodaba mosquit. Quede usted tranquila, señora, esta madera es roble, lo mejor que hay ahora -tiempos lejanos de la posguerra, quizá el 42- . No hay imprecisión en las fechas; si bien es cierto que en el 42 acababa de cumplir once años, no necesariamente estaríamos bordando las colchas antes de que el dormitorio estuviera en casa. Pero a los doce seguro que emprendimos la labor. Está claro en mi memoria -y el traslado de camas lo ha puesto en primer plano- que me pasé el bachillerato estudiando, bordando y cosiendo amén de otros trabajos domésticos. Y eso que teníamos asistenta, entonces criada, a diario. Me salieron los dientes acompañando a mi madre a la plaza con mi cestita de mimbre en la que siempre caía algo de poco peso. Lo que puede dar de sí el tiempo cuando se tiene -yo lo tenía- el “estudio libre” y no existe la televisión. Mi padre consiguió de la Dirección del Colegio esa excepción del “estudio libre” porque las niñas tienen que ayudar a su madre que está delicada…Eso decía hace más de cincuenta años y ella va camino de los cien.

          En resumen, que yo tenía mi horario de clases y bastantes horas libres durante la jornada escolar, entonces de lunes a  sábado, mañana y tarde. Reconozco no haber sido tan “buena Juanita” como para no caer en la tentación de aprovechar algunas de esas horas libres para ir al Parque “de visita” y jugar con los compañeros que habían hecho novillos. Recuerdo…son tantas las travesuras… Un día se jugaba a saltar de una orilla a otra por el lugar más estrecho de la acequia mayor, un punto en el que sobresalía una piedra redonda de unos treinta centímetros de diámetro. Si no se ponía el pie sobre la piedra, joven al agua. El ancho normal de la acequia debe de ser de unos dos metros, puede comprobarse, hoy circula el agua por el mismo cauce y sus orillas están muy pobladas de vegetación, más que entonces. [17] Lo curioso es que no recuerdo si llegué a caer o no, solo que salté muchas veces, pienso que si hubiera caído recordaría la reprimenda de mi madre al verme llegar como una sopa.

          Otro día estaba un tal Pepito sentado a caballo en el muro que separaba la parte alta del Parque del llamado Hort de Baix, hoy unidos ambos por artísticas escalinatas. De repente volteó la pierna quedando sentado de cara al Hort de Baix y dijo desafiante: A ver si alguna chica se atreve a empujarme. Desde su incómodo asiento hasta el suelo habría dos o más metros, no sé, para nuestra estatura aquello estaba muy hondo. Solo le pregunté si el desafío iba en serio y sin pensarlo le di un empujón que lo precipitó en el suelo. Cuando ahora, ya abuelo, me saluda por la calle pienso si recordará el incidente. Como si me encuentro con otro, llamado Ángel, creo, -cómo envejecen los hombres- pienso en aquel día que me acompañó desde el Parque al Colegio de las chicas porque no creía eso de que yo “no me fumaba” la clase sino que aprovechaba las horas de estudio vigilado si no me necesitaba mi madre. Se quedó en la puerta esperando verme salir de inmediato y yo estaba feliz en mi clase de inglés con aquel don Juan que lo había aprendido en un barco con los americanos; tenía un acento muy poco británico.

          Como tantas veces en clase tendría que repetir ahora ¡vaya desastre de artículo! ¿qué tendrán que ver mis recuerdos escolares con el tema propuesto?

          Todo vino por la colcha. Siempre que paso cerca de la cama -tengo abierta la habitación para verla- me siento trasladada a los lejanos tiempos de la adolescencia. Muy proustiana, en efecto…

          Cuando por la mañana  ayudo a mi madre a levantarse,  siento como si yo misma saltara de la cama para ir al Colegio. Ella, ahora mi niña, se han invertido los papeles, siempre dice qué cama tan buena, estoy en la gloria. Por muchos años hasta que se le ocurra otra cosa, vaya usted a saber.

          Es el caso que, al ver la cama montada en Elche, exclamé parece que la han traído los Reyes Magos. Y caí en la cuenta de que ni tiempo había tenido para comprar algún regalo. Menos mal que suplí el olvido con un romance muy del gusto de mi madre. Esto es lo que se dice la vida en verso.

Elche, 9, enero, 1996

Nota en 2010  Procede transcribir el romance citado arriba aunque más bien tendría que hacer una recopilación de los muchos que tengo escritos, casi siempre de circunstancias, y por tanto perecederos, flor de un día. Con permiso de don Ramón y mi querido don Manuel, podría titularse Flor vieja de romances nuevos. Vaya como primicia el

ROMANCE DE REYES

A mi madre.

Elche, 6, enero, 1996

   He mirado el calendario

y he reparado en la fecha

que sus cifras me señalan

como la de una gran fiesta:

en culto, la Epifanía ,

y en popular, el “que llegan

los Reyes Magos de Oriente”

y, además de las ofrendas

que ante Jesús depositan,

a niños y grandes dejan

en los zapatos regalos

que sus semblantes alegran

en el momento sublime

de hallarse con la sorpresa.

¡Cuántos años, madre mía,

disfrutamos de tal fiesta!

Yo más de sesenta y tú

aún me aventajas en treinta…

¿Y qué ha ocurrido este año?

Al no haber dejado puestas

en el lugar adecuado

las zapatillas, se alejan

los lacayos de los Reyes

sin dejarnos ni siquiera

una barra de turrón

o tortitas de manteca.

Será que una pajarita

habrá contado, indiscreta,

que no convienen los dulces

ahora en nuestra despensa,

pues por culpa del turrón

te he mantenido a dieta

desde que comenzó el año…

Además con la tarea

del intercambio de camas

hemos tenido sorpresa

suficiente en estos días

en vísperas de la fiesta.

Tu dormitorio de dulce

está y tú tan contenta

que no hay regalo mejor

que ver cómo lo celebras.

Este año la novedad

está en la naturaleza

del regalo intercambiado:

él carece de materia

que se perciba por tacto

y que pueda ser envuelta

en papeles de colores.

El regalo está en la entrega

recíproca de la vida

de manera tan intensa

que tú disfrutas con verme

y yo con que estés contenta.

¡NADA MÁS Y NADA MENOS!

¡LOS REYES NOS HACEN REINAS!

15

Rosas de invierno (Con permiso de don Jacinto)

          Comprendo que, en ocasiones, traiciono las memorias que se convierten en diario sin previo aviso ¡qué se le va a hacer! Cada día trae su afán y con él la urgencia de poner por escrito una anécdota, un rasgo, un gesto inesperado e imprevisto que desplaza el plan de los recuerdos.

          Responsable en buena parte esta tremenda capacidad de invención mía que lleva a mal traer a mis pobrecitos alumnos.

          Ayer, 15 de febrero, acudo a la clase con mis fichas ordenaditas…relativamente (no me libro de darles mil vueltas hasta encontrar la que busco en cada momento). Hablamos de un tema típico y tópico del Renacimiento, el del Carpe diem. Disfruto leyendo en francés, italiano, español…El joven lector de inglés, tan puntual, me sonríe  complacido (al terminar la clase me dirá que la rosa es el símbolo de Inglaterra y que su literatura posee un caudal abundante de poemas líricos con este tema, que, para ellos adquiere una nueva dimensión simbólica).

          Del Renacimiento paso, en breve alusión, al Barroco, y me centro en la poesía contemporánea para que los alumnos comprueben hasta qué punto la literatura es tradición y originalidad a un tiempo, cosa evidente en los poetas del 27. Les leo de Pedro Salinas el poema “La rosa pura” que gusta mucho al auditorio. La hora, se acabó la clase; antes de salir se me ocurre ¿no creen ustedes, jóvenes, que ahora, como aplicación práctica de la clase cada uno podría escribir su poema a la rosa?

          Con esta táctica de ataque a quemarropa dejo a los chicos sin respuesta, de momento. Reacción en las graderías del fondo. Un muchacho pide amplio plazo de ejecución. Vacilo y contesto ¿les parece bien hasta la primavera? Es la época de las rosas, veremos si florecen en esta clase.

          No bien llego a casa tengo que hacerme un reproche ¿para qué habré mandado que escriban sobre la rosa?, ahora tengo que hacerlo yo primero y nunca se me había ocurrido dedicar versos a tema tan tópico.

          Lo siento, pero aquí está el inevitable soneto de circunstancias. Merecida tengo la cárcel de papel una y mil veces  por semejantes desacatos a la auténtica poesía…pero ¡me divierto tanto! Siempre está autorizado el lector a leer entre líneas o a pasar por alto la página impertinente

Lejos nos ha llevado Ausonio

                                 Anticipada primavera espero

con los versos escritos a la rosa

por mis alumnos. Si no en verso, en prosa,

¿quién de vosotros se alzará el primero?

Ejemplo, como siempre, daros quiero

con mi pobre primicia: poca cosa,

pero soneto al fin. A la olorosa

vaya mi endecasílabo en febrero.

Rosa en la nieve, rosas de Castilla,

milagro de las rosas en Juan Diego

-belleza para el alma más sencilla-,

rosa en el aire, la que aspira el ciego,

rosa en la tierra, sangre en la semilla,

rosas que se consumen en el fuego.

          Esta mañanita acudo a la clase tan feliz con el soneto, a la espera de una reacción positiva en mis oyentes, el deseo urgente de emular mi trabajo y ponerse a escribir. De nuevo la incógnita ante mí. ¡Son tan inexpresivos los rostros! ¡Tan herméticos! ¿Qué pensarán? De momento me he visto obligada a explicar las alusiones de los tercetos. ¡No iba a consentir que me confundieran al indito mexicano con el actual actor dramático del mismo nombre! Y por algo lo digo. El día que leí unos fragmentos del Diario de Zenobia, como en determinadas páginas cita a su esposo solo por las iniciales, J.R., al leerlas así, una brutal carcajada me interrumpió. ¡Oh, Dios! Los malditos seriales televisivos norteamericanos. ¡Reniego de ellos con todas mis fuerzas! El clima poético que se había creado en la clase se vino abajo (¿o lo vivía yo en soledad?, un recuerdo cordialísimo para don Ángel Valbuena que casi lloraba un día diciendo ¿es que estoy hablando solo a las paredes?) La carcajada vino a cuento porque se cruzó con el serial que debía andar por el capítulo 725…Tiempo al tiempo. Día le llegará a la serie DALLAS en que ni memoria quede de ella. Y tal vez las mías sigan su curso infinito…

Albacete 16, febrero, 1982

Nota en 2010. Si hoy se hiciera una encuesta sobre el conocimiento de la serie DALLAS, imagino que la recordarán solo quienes hayan pasado de los 70. Lo malo será comprobar que los jóvenes sigan ignorando quién fue el hoy San Juan Diego. Salvo los mexicanos de toda edad y condición que son cien por cien guadalupanos. Tengo muy metida esa tierra en mi corazón desde mi visita en 1980, solo dos años antes de la experiencia contada. Por cierto, digitalizada en primavera, hoy 21, marzo.

16

El Latín y Catalina

          Menuda, pizpireta, habladora hasta con los ojos, Catalina había dejado sus olivares en tierras de Jaén, Úbeda por más señas, y se había matriculado en la Facultad de Letras de Murcia. Pensaba permanecer en esta Universidad solamente los cursos de Comunes pues quería cursar la especialidad de Pedagogía en Madrid. No sé qué sería de ella más tarde ni si realmente se licenció en Pedagogía. Digo esto porque yo también pensaba estudiar Pedagogía cuando comencé la carrera y en esa Murcia inolvidable mis maestros de Lengua y Literatura se encargaron de que cambiara de opinión. No me pesa en absoluto. Después mi acceso a cátedra de Escuelas Normales ha hecho que tenga que vérmelas con la Pedagogía a la vuelta de cada esquina docente.

          Volvamos a nuestra simpática Catalina, la de Úbeda, enamorada de mi paisano, el donjuanesco Antonio, estudiante de Derecho, que se las llevaba de calle por su buena planta y buen decir, más tarde fue novio de una Antoñita de Alicante que estudiaba Químicas. Tampoco llegó a buen puerto aquel noviazgo, él se hizo Jurídico de la Armada y no lo he vuelto a ver por Elche, ni sé si vive. Digo que Catalina estudiaba segundo curso cuando yo estaba en primero pero ella, que además residía en el mismo Colegio Mayor, asistía conmigo a las clases de primero de Latín, pues lo tenía pendiente. Su empeño en aprobar los dos cursos de Latín aquel año era enorme debido a los antedichos proyectos de traslado a Madrid. Hubiera sido engorroso el traslado de Distrito con asignaturas pendientes.

          Más que entendérselas con Horacio y Ovidio pensó hacerlo con don Andrés con el cual intentaba congraciarse por todos los medios. Acudía puntualmente a clase todos los días, solía ocupar uno de los primeros bancos, en lugar visible, manejaba libros y cuadernos con gran interés…

          No es este lugar para describir a nuestro profesor de Latín, Francés y demás Ciencias Humanas, don Andrés Sobejano. Su imagen está en la mente de todos mis compañeros y, por si fuera poco, después de la semblanza que de él ha escrito el pintor Garay en su agradable libro de recuerdos murcianos [18] nada interesante podríamos añadir [19]. Pero sí, hay algo que Garay no ha escrito porque lo ignoraría. Me refiero al inmenso terror que se sembraba en la Biblioteca cuando aparecía don Andrés imponiendo silencio. No me explico como hombre tan bondadoso podía infundirnos pánico semejante. Creo que para los estudiantes de entonces el “¡que viene don Andrés!” equivalía a lo del coco para los niños…

          También eran temidas y famosas entre los estudiantes provincianos las “listas negras” que don Andrés confeccionaba en su cuadernillo de hule y tapas negras en los días clave como eran los lunes o los días de puente no autorizado. Asegurado teníamos el interrogatorio pertinente en cuanto aparecíamos por clase. Y también el tener que dar cuenta de la traducción del día. La cosa no tenía mayores complicaciones si se cumplía con el poeta de turno: Cum subit illius tristissima noctis imago…

          Clase de Latín, día X. Daba don Andrés instrucciones para un examen próximo. Nos recomendaba el repaso de la sintaxis latina en un libro, no, por elemental, carente de rigor. La Sintaxis de don Enrique Barrigón González. A mí, que lo había estudiado en el Bachillerato, se me alegró el corazón. Se trataría de un repaso no muy dificultoso. Tan enfrascada andaba pensando en un examen, que se me prometía feliz, que tardé mucho en comprender por qué mis compañeros soltaron la carcajada a todo trapo cuando Catalina, muy airosa, acercándose al estrado del profesor decía con voz aduladora: Don Andrés, yo tengo un Barrigón, ¿lo quiere usted ver?...

          Ahora mismo pienso que tal vez solo don Andrés y yo quedamos perplejos ante la inoportuna reacción de los alumnos. Y es que las mayúsculas no pueden reproducirse fonéticamente. Para que después hablen de la limitación de la lengua escrita frente a la oral.

          Se me olvidaba. Tampoco Catalina supo, de momento, por qué se reía la gente. La muchacha, muy de buena fe, acudía con su Sintaxis latina, obra de don Enrique Barrigón González, a demostrarle una vez más al profesor cuán al día llevaba sus estudios.

Escrito el 18, enero, 1981, sobre un suceso acaecido en el curso 1948-49. Aún resuenan las carcajadas en aquella aula prestada por la Facultad de Derecho a la de Filosofía en el edificio central de la Universidad , el del patio con el pozo, calle Santo Cristo, 1. Sigue en pie en 2010. Deo gratias.

17

Estampas galdosianas

A mi bisabuelo Paco, abuelo paterno de mi padre.

          Eso que vagamente llamamos decimonónico puede afectar a muchos aspectos de la vida. Me quiero referir a uno bastante significativo, el de la estratificación social. Nuestra generación marcada por la conmoción de las guerras mundiales y la española entre ambas, se ha formado ya en un ambiente bastante igualitario, sobre todo en la Universidad. Nuestro interés común se centraba en el estudio, en labrarnos un porvenir por nuestros propios medios, sin tener en cuenta el estrato social al que cada cual perteneciera, cosa que no nos preocupaba, hablo por mí y creo que también por mis amigos.

          Este mi modo de pensar, he de reconocerlo, se lo debo a mi padre que, desde niñas nos inculcó la idea de que uno debe hacerse a sí mismo con su esfuerzo y su trabajo. En eso difería algo de mi madre que gustaba de recordar el origen, la familia, la “clase”, la categoría. Ella tenía conciencia de que al casarse con mi padre había “ascendido” de clase, no en el orden económico, que era el que iba prevaleciendo desde la posguerra, -incluso antes de la guerra, cuando mi madre se casó, su familia vivía con más desahogo que la de mi padre-, sino en el tiempo anterior a la Revolución Francesa , cuando la nobleza era rango importante. Tal cuestión era motivo de discusiones pacíficas entre mis padres pues mi padre no quería que nos creyéramos pertenecientes a una antigua nobleza empobrecida, sino hijas de un funcionario que  forjó su propio destino gracias a su trabajo personal, además mis antepasados no eran nobles, simples hidalgos venidos a menos, aunque estuvieran emparentados con gente de título, con mi abuelo se vino todo al traste y ya mi padre y el tío Luís tuvieron que trabajar con gran sentimiento del abuelo que consideraba indigno que sus hijos fueran funcionarios. Han tenido que pasar más de cincuenta años para que yo oyera de labios de mi tío Carlos, primo de mi padre e hijo de ese tío Luís, que él, su padre, estudió el Bachiller a escondidas del abuelo, a base de luz de quinqué y velas, por las noches, cuando su padre no lo veía, ¡es genial!. Cuando los miro en los retratos, el abuelo Agulló Miralles de Imperial tiene empaque de caballero decimonónico, el tío Luís ya parece un buen burgués de mirada socarrona, dicen que lo era. Puede que escriba más adelante sobre la marquesa de la Torre de Carrús y sus tres hijos, recuerdos de infancia en Santa Pola, ya está aquí el pesado del primo Claudio, Dios me asista, se lamentaba mi padre.

          Volvamos a mi madre que, a sus noventa y cinco años me regaló con el siguiente relato:

          Dices que ese chico tiene un abuelo que vivía en la calle de la Alpujarra , Dios mío, si en esa calle vivía la gente más pobre de Elche. Yo tenía una amiga que vivía en la Alpujarra , era amiga porque iba al mismo colegio que yo, enfrente de Santa María, la escuela de doña Paca. Y lo que pasa, las chiquillas todas éramos amigas, esa que vivía en la Alpujarra se llamaba María Pascual, era una niña muy pobre, no tenía padres y vivía con su abuelo…

          Como yo me metía en todas partes, iba también con ella a casa de su abuelo. Era una casa con un portalón muy grande, al entrar había un zaguán muy oscuro y al fondo una cocina. El abuelo era un hombre muy serio que me infundía cierto temor. Del zaguán partía una escalera de caracol toda de madera con su barandilla que debía conducir a las habitaciones superiores. Yo sentía una gran curiosidad y unos deseos enormes de subir por aquella escalera pero nunca me atreví a hacerlo por miedo al abuelo, es como si la estuviera viendo aquella escalera tan tentadora…nunca, nunca subí….

          Dejemos a mi madre y su visita al Cuarto Estado y volvamos a los personajes de alcurnia. Galdosianos son estos parientes lejanos de mi padre. Si don Benito hubiera tenido la oportunidad de encontrarse con ellos en Madrid hubiera urdido una buena novela de costumbres o al menos los hubiera hecho transitar por entre los mundos que creó. Lo terrible es que no soy capaz de inventar una historia, falsa vida para unos seres de carne y hueso que me fascinaron en la infancia. He de escribir sobre ellos porque son como fantasmas que se me aparecen con frecuencia buscando un hueco en las memorias, con afán de ser perpetuados en estos papeles [20] antes de que yo muera. ¿Vivirán ellos ahora? Naturalmente la madre no estará, pero los hijos… El mayor tal vez aventajara en edad a mi padre pero a los otros dos yo los veía más jóvenes, sobre todo a Jorge, el auténtico príncipe azul de mis cuentos.       

          Me gustaría poder hacer una película para presentar a los personajes. Los veríamos llegar puntualmente cada verano a Santa Pola, transitar por las calles, acercarse a mi casa para hacer la obligada visita de cumplido, la madre acompañada de los tres hijos, Claudio, Luís y Jorge; es curioso, no recuerdo el nombre de ella si es que alguna vez lo supe. Es natural, a mis diez años la señora me importaba un pimiento, era una viejecita pequeña de estatura, vestida de negro, cabello blanco levemente entrevisto pues jamás se quitaba la mantilla de blonda negra, muy hermosa,-la mantilla, apenas recuerdo el rostro, solo lo blanco de la tez-.

Los hijos eran otro cantar, me tenían fascinada. Eran tres señores tan hermanos y tan distintos…¿cómo trazar sus siluetas sobre esta pantalla? Claudio, por su estatura y complexión me recuerda a Fred Astaire pero con el pelo menos planchado, algo entrecano, poco abundante. Comparado con Luís era un Sansón antes de ser rasurado. Pensando en Luís me viene a la mente la imagen de Laurel y Hardy, él sería el gordo y Claudio el flaco, pero no acaba de convencerme la comparación pues Luís era corpulento y calvo total, como don Manuel Batlle, nada barrigón, su silueta era la de un boxeador peso pesado. El semblante absolutamente serio, me asustaba un poco, pero era solo la primera impresión pues la indumentaria veraniega de estos personajes invitaba a la placidez, la simpatía. Iban pulcramente vestidos, con trajes blancos y sombrero de verano, como en las películas de los años veinte, recuerdo que me llamaban mucho la atención sus trajes por el contraste que hacían con las vestiduras negras de la madre. Claudio era el hablador, los demás figuras decorativas, casi de cera, Luís tremendamente serio, Jorge sonriente y atractivo, misterioso, el benjamín, el guapo de la familia, el que aparecía al comienzo del verano y desaparecía rápidamente, parece que era el único “normal”, quiero decir que tendría un trabajo en algún Ministerio. Claudio, el primogénito no tenía otro oficio que el de averiguar parentescos entre nobles y hacer la genealogía de todo bicho viviente. De él no se libraba mi padre en todo el verano porque, una vez hecha la primera visita de cumplido, el resto de la familia ya no aparecía por casa mientras que Claudio tomaba la Oficina de Correos como el Café Gijón  y a diario le daba a mi padre la murga con lo de los Miralles de Imperial y los Albornoz, los Soler de Cornellá o los Escrivá de Romaní.

          Mi padre le temía por lo prolongado de sus tertulias y porque no lo dejaba trabajar, así que no estaba de humor para contestar a nuestras preguntas, las de mi hermana y las mías papá cuenta qué te ha dicho el primo Claudio ¿es que nosotros también podemos ser marqueses?. –“Qué marqueses ni qué gaitas, esta gente está arruinada y vive de la fantasía. A ver, a ver ¿en qué trabajan?, ¿qué rentas les puede proporcionar esa finca misteriosa que nadie ha visto?, deben estar pasando hambre, ¿no veis que apenas compran nada, siempre con una pequeña bolsa, qué llevarán ahí?

          Ese era otro de los motivos de mi fascinación. No se les conocía la residencia, venían a Santa Pola todos los días impecablemente vestidos, no tenían carruaje que los condujera ¿cómo y desde dónde se trasladaban a pie y parecía que salían del Hotel Miramar de darse un baño? Hablaban vagamente de “la finca” tal vez por miedo a verse obligados a invitar a mis padres a “devolver la visita”, eran las costumbres…

          Jorge parecía un galán de cine, alto, buen tipo, pelo castaño, algo rizado, rostro de finas facciones, no sé con qué actor podría compararlo, quizá con su homónimo Jorge Mistral, pero mi pariente más guapo. Me encantaban sus pantalones blancos tan bien planchados, debían cuidar ellos mismos de su ropa porque la madre era muy anciana y pequeñita. Y las chaquetas aquellas de algodón tan ligeras, de fil a fil. Yo estoy viendo a mi madre plancharlas, todo un arte. Y me preguntaba quién plancharía la ropa a nuestros parientes madrileños…esa era otra, venían de Madrid, palabra mayor.

          Recuerdo que a veces asomaba yo la nariz por la oficina -nuestra vivienda se comunicaba por el patio y Micalet, el cartero, nos dejaba “colarnos” sin que mi padre lo advirtiera- y escuchaba, medio escondida, la interminable charla de Claudio que hablaba de la Biblioteca Nacional y de sus investigaciones. También nombraba al marqués de Lendínez, de ese sabía yo que era el padre de doña Tula, la marquesita, que no era marquesa y eso ya no lo entendía bien a mi edad. Doña Tula era una señora a la que yo veía charlar con mis padres y cuando pasaba por delante de casa, si estaba abierta la ventana desde la que se veía la cómoda negra sobre la que reposaba el grupo escultórico de nuestro arcángel (Anónimo, siglo XVIII, posible escuela de Salzillo), ella siempre decía ahí está el ángel del tío Paco  (mi bisabuelo), cosa que me hacía pensar en el posible parentesco con aquella marquesa que no era marquesa, cosas raras. O sea, más o menos como nosotros que “de marqueses ni hablar”, papá dixit.

Elche, 3, noviembre, 1994

Nota en 2010. He considerado oportuno rescatar el texto precedente al caer en la cuenta de que este año es el centenario de la muerte de mi bisabuelo. Y no me extrañaría que en próximo cuaderno volvieran a aparecer estas gentes del marquesado de la Torre de Carrús, ellos sí conservaban el título.

18

El Acta

          Han transcurrido casi setenta años. Estoy en Santa Pola, julio, 2009. No recuerdo en este momento a los Miralles de Imperial, regreso de la playa, baño mañanero, y me detengo ante la Capilla de la Virgen del Carmen, a la entrada del Puerto, lo hacen muchos bañistas al pasar. La imagen está ya colocada en las andas para la Procesión del día 16. Una señora, a mi lado, reza y llora, es que ayer operaron a un hijo mío ¿sabe?

Aparece la encargada de la capilla, Carmen, y la señora le pregunta ¿tienen ustedes algún programa de las fiestas, la hora de la Misa , la Procesión …? – “¿Cómo no? Tomen.” Y me alarga un ejemplar a mí también.

          Llego a casa y, relajada, doy un vistazo al programa editado por el Cabildo de la Cofradía de Pescadores. Hermosa la cubierta con fotografía de una marina no sé si óleo o acuarela. En la primera página, imagen de la Patrona , texto de la Salve   marinera y unos trovos a la Virgen firmados por un tal Francisco Montiel. Página 2, sendos Saludos del Alcalde y el Patrón Mayor de la Cofradía. Página 3. “Recordando la historia de la Cofradía ”. Se reproducen dos páginas manuscritas con la indicación: Corresponde al folio nº 67 (del 68 se ve la cifra en el mismo folio) del Libro de Actas del período de 1942 al 1950. En el ángulo inferior derecho la fotografía de un señor. El pie dice “Manuel Sempere Guilabert. Patrón Mayor- 1945”

          Esta letra…. esta letra me es familiar ¡ay, que es la letra de mi padre! No tengo palabras para explicar la emoción que sentí. Su letra, tan cursada, tan legible, tan igual…su firma al pie destacando entre las de los asistentes, la misma de su DNI, el “yo como Secretario certifico” final, la lista al margen de asistentes, por el orden establecido, reconozco en primer lugar a don Andrés Cabrera, el Ayudante de Marina, a don José Salinas (debía ser Alcalde entonces, era farmacéutico, vivía con su esposa y una hermana de esta, no tenían hijos, y recuerdo que en el buen tiempo, las dos señoras se sentaban en unos sillones de mimbre preciosos, una frente a otra, a la puerta de la farmacia que estaba en la Glorieta , mirando al castillo, hoy hay un Banco, no la confundan con la actual, posterior, y situada en la fachada sur, don José entraba y salía, saludaba a la gente, era muy agradable) los siete nombres siguientes no me recuerdan a nadie en particular, salvo el del señor fotografiado en la página que asumía el cargo de Patrón Mayor en virtud de la reunión celebrada el “doce de Febrero de mil novecientos cuarenta y cuatro y a sus 18 horas” según consta en el acta. Reconozco, eso sí, el nombre de mi padre que figura el último como secretario. Hasta seis puntos distintos se trataron en aquella reunión. Me permito transcribir el cuarto por su interés acerca del coste de la vida y su comparación con el actual. Dice así: “4º. Aumento de sueldos, a propuesta del Sr. Ayudante, se acuerda conceder aumento de sueldo de 250 pesetas mensuales al Secretario  Sr. Agulló, ascender a Jefe de Sección con el sueldo de 500 pts . al Oficial 1º Sr. Alba (ay, de Antonio Alba también me acuerdo, era hijo de Micalet, el cartero, mi padre lo promocionó, le enseñó contabilidad, lo colocó en el Pósito -así se llamaba entonces la Cofradía- y fue quien sustituyó a mi padre en la Secretaría cuando nos fuimos a vivir a Elche, la familia Alba, tan querida. Ya han muerto todos, Teresita la última, hermana de Antonio, qué abrazos me daba cuando me veía últimamente en el castillo, “ eres la filla de don Paco”, quedarán descendientes desconocidos para mí, vuelvo al Acta), y aumento hasta 150 pesetas mensuales al meritorio Mariano Grau, incluyendo a este último en el cobro de la dieta por vida cara de 2 pts .” Creo recordar que este Grau era hijo de un Guardia Civil, mi padre también le dio clases y se dedicó después al negocio de las Gestorías.

          Llamé a mis hermanas, hice fotocopias de la cubierta y la página del Acta que se reproducen a continuación. La letra de mi padre, dando la vuelta al mundo por Internet. Gracias, gracias, TONOS. La pescadilla se muerde la cola, nunca mejor dicho en un puerto pesquero, ¿no serán los fantasmas de los Miralles de Imperial los que me han hecho volver a la querida infancia? Don Andrés Cabrera, el Ayudante de Marina era de Cádiz, señor corpulento y jovial, recuerdo un piropillo que me dijo, “crece esta niña como las palmeras de su pueblo”; su señora, doña Lucía, era fina, morena de pelo y muy blanca de tez, siempre estaba hablando de su Cádiz de su alma, “la tacita de plata”, cuando iba con su marido hacían pareja desigual, el le salvaba más de medio metro, pero ella, tan menuda, era una figura gentil y bien proporcionada. No tenían hijos como el farmacéutico.

          Todavía no me he repuesto de la impresión. Ni sé qué conjunción de astros ha hecho posible que llegara a mis manos el programa en el que he visto un Acta escrita por mi padre y estampada su firma al final del documento. Y haber podido relatarlo yo, su hija, pasados exactamente sesenta y seis años. No cambiaría este artículo por la mejor obra de invención que pudiera escribir.

Edición: 1747, Dublín, The life and exploits of the ingenious gentleman Don Quixote de la Mancha (Peter Wilson) Episodio: Muerte de Alonso Quijano. Grabado 121x82

19

Apresurado Epílogo

Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda priesa: déjense burlas aparte y tráiganme un confesor que me confiese y un escribano que haga mi testamento, que en tales trances como éste no se ha de burlar el hombre con el alma; y, así, suplico que en tanto que el señor cura me confiesa vayan por el escribano (…..)

Hallose el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió.

CERVANTES, “Quijote”, II, Cap. LXXIIII

          Llega la hora, querida Ana, de cerrar este Cuaderno que te dedico, lo sabes, porque sí, sin más explicaciones. Por ociosas no me las permitiría Cervantes -entre cervantistas anda el juego-.

          Al finalizar este primer curso en la Universidad como catedrática te deseo larga y fecunda vida académica, maestro has tenido en tu padre en lo de fecunda, esperemos que suplas ausencias prematuras y veas a los hijos de tus hijos el día de tu jubilación.

          Ahora tengo un problema, apuntado ya en el artículo número 2.

¿Podré, una vez muerto don Quijote, continuar con mis aventuras literario-memorísticas?

          Menos mal que desde Asturias, esa tierra a la que estuvo tan vinculado tu padre, me ha llegado la solución.

          ¡Cómo se enfureció Charo, al otro lado del hilo telefónico, al oírme decir que La tercera salida, en buena ley, debería ser el último “Cuaderno de CAVISUR”! A gritos replicaba: Eso nunca, nunca, ¿tú dejar de escribir? Ni lo sueñes. Además, no es válido tu argumento. Don Quijote es inmortal, ni ha muerto, ni puede morir.

          Y me ha convencido.

Murió Alonso Quijano, vive don Quijote.

Morirá Carmen Agulló Vives, ¿qué será de CAVISUR?

Edición: 1782, Madrid, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (Joaquín Ibarra, a costa de la Real Academia Española. Episodio: Muerte de Alonso Quijano, II, cap. 74. Grabado, 128x74 mm.

F I N



[1] Todas las ilustraciones del Quijote recogidas en este Cuaderno proceden del Banco de imágenes elaborado en el Centro de Estudios Cervantinos bajo la dirección del profesor José Manuel Lucía Megías y publicado, con actualizaciones periódicas, en www.qbi2005.com

[2] En carta fechada en Oviedo el 15-II-2010, me escribía don José María Martínez Cachero: Vd. fue la primera persona en darme la feliz noticia de la cátedra de Ana Luisa Baquero, a quien felicité muy efusivamente, con el pensamiento puesto en sus difuntos padres, tan excelentes amigos míos. Valga también esta dedicatoria como felicitación efusiva.

[3]  Alude a mi “Romance del pastor sordo que se encontró con Jesús” publicado en “Palabra que no cesa”, TONOS, 18.

[4] Albacete, 2008. Vid. Págs. 207-13.

[5] O.C. pág. 119.

[6] Cita tomada de la Traducción de Eugenio de Ochoa en Internet, portal Wikisource.org.

[7] O.C. págs. 137-39.

[8] CARMEN AGULLÓ VIVES, “Escrito con amor (Concierto plural)” Albacete, 2005.

[9] Obaya, O.C. pág. 168.

[10] Es curioso. El DRAE digital marca como masculino,”apotegma”, cuando Rufo en el siglo XVI se adelantó al actual “feminismo”. Yo sigo al clásico, por clásico.

[11] Según digitalizo artículo escrito en 1981 no soy capaz de recordar si acierto en la descripción de la plaza pero creo que sí, conservo el recuerdo de una película en Super8 y veo, de espaldas, a una señora que se dirige a una Iglesia cuya puerta ha enmarcado muy bien mi cámara.

[12] No olvidemos que esto ocurría en 1975.Ignoro si se mantiene la costumbre en 2010.

[13] Ni idea tengo, en 2010, de qué leí de Marías relacionado con la edad idónea para escribir versos. Sería alguna de sus terceras de ABC. Imagino.

[14] He aquí un ejemplo palpable de la utilidad de la ortografía como rasgo pertinente en nuestra lengua.

[15] Curiosamente esta fecha de septiembre es la celebrada hoy en la Liturgia de la Iglesia Católica , aunque mis amigas Lolas siguen celebrando su Santo en Cuaresma.

[16] Jamás vi el espectáculo. En vacaciones salía disparada para Elche.

[17] Imagino que en 2010 la acequia está cubierta, hace mucho tiempo que no paso por esa zona del Parque.

[18] LUÍS GARAY, “Una época de Murcia (Mi vida hasta los 58 años y otros escritos)” Edición y prólogo de Francisco Alemán Sainz, Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1977.

[19] Nota en 2010: Justo treinta años después de publicado el libro de Garay, Fco. Javier Díez de Revenga en su habitual sección de TONOS, “Perfiles”, nº 13 de julio, 2007, publica “Andrés Sobejano Alcayna, Humanista y Escritor”. Perfil muy interesante.

[20] Ni soñar podía yo en 1994 que andarían por los aires atrapados en la RED.