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REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS
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I S S N     1577 - 6921

NÚMERO 2 - NOVIEMBRE 2001

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Reflexiones sobre la repetición en el discurso oral

María Matilde Camacho Adarve

 

(Grupo de Investigación ILSE, Universidad de Almería)

 

 

1. Introducción

         Con el objetivo de establecer las restricciones teóricas y metodológicas con que hemos de contar en nuestras reflexiones, hemos de determinar, inicialmente, qué entendemos por discurso. De todos es sabido que el término se encuentra generalmente  vinculado a la idea del «Análisis del discurso» europeo, que emplea principios teóricos sustentados en conceptos de base lingüística, junto a los actos de habla de Searle, ya desde sus primeras aplicaciones (Escuela de Birmingham -Sinclair, Coulthard, Lörscher...- o Escuela de Friburgo -Schwitalla, Schank, Berens...-), y en general, a lo largo de los últimos treinta años en Europa ( Escuela de Ginebra - Roulet, Moeschler..., Semiótica pragmático-estructural italiana  -Pozzato...-, Escuela de Lyon -Kerbrat Orecchioni...-, etc.). Por ello, y dada  la oposición terminológica que empezó a establecer Levinson (1983) entre «Análisis del discurso», más lingüístico, y «Análisis de la conversación[1], más volcado hacia aspectos sociológicos, no se sabe exactamente la delimitación de “discurso”, o, al menos, se encuentra divergentemente sobreentendido en los estudios de diferentes autores. Así las cosas, nos vemos obligados a especificar que entendemos por “discurso” una manera especulativa de denominar el posible conjunto de bloques lingüísticos específicos emitidos por los hablantes, considerados como conglomerados de elementos verbales y no verbales,  y referidos, tanto a la situación de la enunciación, como a la propia enunciación; así pues, ese conjunto de elementos amalgamados son, en gran parte, externos al objeto tradicional de la lingüística. La reflexión sobre el discurso, por una parte, no pierde la referencia del género, registro o modelo textual, desde el momento en que los referidos elementos verbales se utilizan para relacionarse con otros individuos, y están planeados con ciertas finalidades funcionales; esto, independientemente de que el fragmento discursivo sea escrito u oral, monológico o dialógico, etc.; por otra parte, su investigación es desplegada olvidando categorías gramaticales estructuradas en función del verbo.

         Bajo el anterior punto de vista, hay que indicar que digresiones y repeticiones no tendrían cabida en estudios lingüísticos tradicionales, sino como fenómenos normativamente execrables. Si se tiene, además, presente que ambas manifestaciones son mucho más frecuentes en el discurso oral que en el escrito, parece necesario centrarse en esa modalidad  discursiva.

 

1.1.         Los diferentes ámbitos en el discurso

 

         Por una parte, se puede investigar el discurso a partir de las emisiones lingüísticas de los hablantes, como un resultado o producto que refleja muchos mecanismos susceptibles de estudio. Éste es el ámbito de lo enunciado.  Así, se puede analizar lo que un emisor ha manifestado, basándose en  el contenido semántico de las palabras que lo conforman o recurriendo a procesos deductivos, en el caso de que haya que sobreentender enunciados no explícitos -debidos, por ejemplo, a los conocimientos compartidos entre hablantes o a la situación física en que se hallan- y comprobar que dicha emisión va teniendo congruencia gracias a que existen ciertos términos que actúan como “recordatorios” de lo que se está tratando a lo largo de todo el texto, y que no son sino palabras que repiten a sus antecesoras. El objeto de estudio sería aquí el conjunto de referentes encadenados del mensaje, lo más denotativamente posible hablando, relacionados con las operaciones de índole lógico-lingüística  que los hablantes realizan al hablar; el discurso narrativo-expositivo suele ser el más representativo de la función referencial del lenguaje, aunque también el argumentativo, siempre y cuando los razonamientos se ajusten a la lógica estricta y versen sobre entidades “objetivas”, en la medida en que esto sea posible; en este sentido, probablemente, los textos científicos se salvarían en mayor medida de la subjetividad del emisor, pero no olvidemos que la perspectiva  de estudio en que se sitúa el investigador no está exenta de tal subjetividad.

         También puede reparase en fragmentos discursivos en que los emisores tienen en cuenta el hecho de que están hablando o de que se les está hablando y así lo plasman en sus intervenciones; se trataría de una suerte de comentarios de índole metalingüística o metadiscursiva. Dependiendo de la dirección que tengan tales comentarios, el discurso será denotativo o no;  por ejemplo, si un emisor explica a otro el significado de una expresión que desconoce, esto constituye una información imparcial, con lo que coincidiría con la función metalingüística, referencial o fática del lenguaje; pero si un hablante se justifica ante otro por la dureza de sus palabras, ya habría que tener en cuenta las funciones expresiva o conativa, mucho más arbitrarias, pero mencionadas por “el hecho de hablar sobre lo que se dice”. También aquí las repeticiones tienen algo que decir, ya que se utilizan para esos fines, en todo tipo de textos. Este segundo alcance del discurso constituye el ámbito del hecho de enunciar o  ámbito de la enunciación.

         Pero, las mismas repeticiones pueden verse como “calcos” de las emociones, estimaciones y propósitos de los hablantes, sin tener que haber realizado ninguna referencia metadiscursiva explícita; aquí es la perspectiva individual y subjetiva lo que predomina y, sobre todo, las funciones expresiva y conativa del lenguaje, coincidentes con la fuerza ilocutiva o perlocutiva de las palabras. Y es que los textos van dirigidos a interlocutores, con toda una carga estratégica  subyacente, por ello se constituyen en auténticos  vehículos de los lazos interpersonales. Los textos expositivo-argumentativos (tratándose, claro está, de una argumentación sui generis, sobre todo cuando la materia de argumentación atienda aspectos interactivos) o narrativo-argumentativos (con la anteriormente referida “línea argumentativa”) suelen estar conformados por muchas repeticiones que indican fastidio, impaciencia, alegría, sorpresa, humor, inseguridad, etc. Y que  muestran qué relaciones están manteniendo los hablantes entre sí, mediante el uso del lenguaje, en general, y de las repeticiones, en particular. Esta tercera “zona” del discurso puede denominarse ámbito de la valoración.

 

1.2. Repetición, coherencia y unidad temática

 

         Abordar la digresión es meterse de lleno en conceptos como los de coherencia, cohesión y desarrollo temático. Aunque resulta del todo innecesario ahondar en estas cuestiones, por consabidas y manoseadas, sí parece oportuno establecer ciertos postulados, que pasamos a especificar.

         En primer lugar, es imposible la existencia de la coherencia sin la cohesión, dado que los hablantes, al utilizar el lenguaje, están haciendo un uso inevitable de ciertos procedimientos lingüísticos formales que conducen a asentar los referentes entre los interlocutores – es decir, el tema desarrollado mediante sus respectivos remas: sin proformas, elipsis, repeticiones o sustituciones anafóricas o catafóricas es imposible saber de qué se está hablando o si se está hablando de lo mismo. Otra cuestión es que emisor y receptor se comuniquen mediante presuposiciones contextuales[2] no siempre reflejadas en el texto explícitamente; en este caso, la noción de cohesión sigue intacta gracias a las propiedades exofóricas de las palabras[3] o a lo consabido –cohesivo también- entre oyente y hablante. Por otra parte, difícilmente se concibe el discurso repleto de mecanismos cohesivos, unificadores de los referentes, y falto de coherencia.

          Las repeticiones son cohesivas por naturaleza; efectivamente, cuando hablamos o escribimos, estamos construyendo “bloques” de comunicación con una unidad de sentido, tanto para nosotros, como para quien nos escucha o nos lee.  Hasta en la conversación coloquial, en contra de lo que se pudiera pensar, este hecho se tiene muy presente, por lo que es común una actitud negativa hacia las personas que se expresan de forma deshilvanada. Esto significa que en todo acto de comunicación lingüística intersubjetiva la clave del éxito tiene que empezar por la inteligibilidad del mensaje emitido, a partir del cual comenzará un despliegue de inferencias y suposiciones que “pondrá las cosas en su sitio”. Pero el primer paso es el intercambio, la transmisión eficiente de información, desde el emisor hasta el receptor, se trate de lo que se trate. La repetición hace preservar los referentes, mantiene el mismo grado de información y hace que los materiales lingüísticos implicados en dicho encadenamiento progresen temáticamente, en virtud de la conexión basada en relaciones  intraoracionales y supraoracionales cercanas o bien más alejadas entre sí, en  el seno de un contexto discursivo mayor.

          Si un fragmento de discurso se aprecia coherente, la asignación de significado se reconocerá cohesivo para la coherencia; por ejemplo, en un intercambio de pregunta-respuesta, si se usa la repetición, se establece simultáneamente coherencia y cohesión. La coherencia, entonces, no sería sino la congruencia común a una secuencia, con arreglo a una macroproposición o presuposición primaria que se ha de presuponer si un discurso es coherente, para lo cual, deben existir ciertas relaciones de tipo lógico-lingüístico entre sus segmentos (generalización, particularización, contraste, contradicción, etc.) que, a su vez, consiguen remitir al discurso como un todo; la cohesión supone que dichas relaciones se “materialicen” explícitamente en el texto.

Sin embargo, algunos autores (Morgan y Sellner, 1980; Green, 1989 o Tyler, 1993) discrepan sobre estas ideas arguyendo que existe una confusión entre la causa -cognitiva- y el efecto lingüístico -la cohesión-, ya que esta última es una consecuencia natural, un resultado automático del establecimiento del tema. A nuestro entender, éstas son aseveraciones irrelevantes, ya que lo verdaderamente importante es que el discurso tiene interrelacionadas, o las refleja, ambas propiedades aunque sean sólo una consecuencia del entendimiento y la pragmática.

Otros mantienen una postura intermedia, como Edmonson (1981), al afirmar que un texto coherente tiene cohesión necesariamente, aunque un texto con cohesión no tiene por qué ser coherente; añade que una serie de segmentos pueden estar vinculados, esto es, ser coherentes, en el nivel local (de proposición a proposición),  pero  que la coherencia de la secuencia como unidad puede estar ausente.  En la misma línea argumentativa se encuentra Portolés (1995), pero extendiendo esta aseveración a la posibilidad de ausencia total de cohesión en discursos coherentes. Pues bien, nosotros entendemos que no se trata de que el hablante tenga como objetivo que su aportación lingüística sea coherente y esté cohesionada, sino que el propio hecho de la intención comunicativa lo acarrea. Desligando ambas propiedades, y enlazando con lo que comentábamos más arriba sobre cohesión sin coherencia, Portolés (1995: 152) aporta el siguiente ejemplo, a propósito del tema y comentario, para demostrar que, de hecho, puede existir cohesión sin coherencia:

 

“Los niños juegan con un balón. Un balón puede estar hecho de cuero. El cuero es la piel curtida de algunos animales. Algunos animales vuelan y otros nadan. A mí me gustaría nadar en el mar” (pág. 152).

 

         Evidentemente, se trata de un texto - por llamarlo de alguna forma- que no tiene coherencia, pero tampoco cohesión. Aunque, efectivamente se trata de un fragmento aparentemente “bien” encadenado, tales ligazones - las repeticiones-  no tienen como función recuperar referentes; de hecho,  la segunda vez que aparecen los sintagmas, siguen siendo indeterminados y abstractos, incluso con el artículo el, con lo cual no se está estableciendo una verdadera predicación sobre el rema anterior; en el caso de “Los niños juegan con un balón. Un balón puede estar hecho de cuero” ni siquiera se pueden entender diferentes predicaciones sobre una misma entidad abstracta, dado que en la oración previa parece concretado, aunque no suficientemente descrito por parte del hablante, en una situación determinada; en consecuencia, esas recurrencias no se pueden tildar de procedimiento cohesivo, pues no consiguen unidad temática, y el rema nunca se va tematizando, al no existir una verdadera recuperación anafórica: las palabras en  cursiva no son sino nuestras “falsas repeticiones” -identidad de significante, con diferencia de significado discursivo- que, en la segunda aparición, constituyen nuevas instancias de referencia exofórica; el resultado es que un cúmulo de digresiones, por las que el oyente, a buen seguro, tendría serias dificultades para retener esa inexistente unidad temática: el supuesto texto da la impresión de tratarse de una enumeración más que de otra cosa porque nunca se vuelve al “hilo discursivo”. A la inversa, el mismo autor, intenta argumentar la existencia de coherencia sin cohesión con ejemplos, como:

 

Alicia no viene. Está enferma (pág. 152),

 

olvidando que el procedimiento cohesivo que relaciona ambas oraciones es la elipsis[4] (Halliday  y Hasan, 1976; Herranz y Brucart, 1987; Casado Velarde, 1993).

         A la luz de las reflexiones anteriores, quedamos obligados a pensar que sin cohesión no hay coherencia y viceversa,  por lo que trataremos la repetición como un importantísimo instrumento proveedor de cohesión que, a su vez, aportará inteligibilidad al discurso, en lo que a la progresión temática se refiere. Y hablar de progresión temática es hablar de “tema” y “rema”.

          Según Brown y Yule (1983:73), el tema es, sencillamente, “sobre lo que se habla”, definición en la que coinciden Heritage y Watson (1979):

 

 All conversations can be seen as organized around topics in that topics are massively available to members as loci around which descriptions of “what has been talked about thus far” can be organized (pág 149),

 

         Sin embargo, a la hora de llevar a la práctica una definición tan sencilla, existe el obstáculo de la variedad de temas digresivos que van apareciendo, los cuales, a veces vuelven al tema anterior, a veces no; por esta razón, hay que ir extrayendo el tema que engloba a los demás subtemas, o el que parece más sólido de entre las digresiones, suponiendo que alguna de dichas digresiones ha logrado imponerse y establecerse como tema diferente. Parece, pues, que el tema del discurso siempre es único: podrá haber  temas derivados o laterales, pero, en el fondo, siempre se podrá abstraer el contenido general  que se ha estado tratando; a pesar de las digresiones, los remas no dejan de ser el tema en desarrollo, y tal desarrollo habrá de evitar temas que  tengan escasa o nula relación con lo que se habla, máxime teniendo en cuenta que la memoria del oyente es limitada. Inevitablemente, habrá de discriminarse entre lo persistente y lo  variable-, entre la cuestión sobre la que se está hablando y los aspectos que amplían su conocimiento. Esto constituye un nivel en el que existe una jerarquía, llamémosle “de sentido común”, porque, indefectiblemente, cualquier emisor  tiene una idea intuitiva del tema y de sus límites; de tal manera que, si estamos charlando,  por ejemplo, sobre el tiempo, todo lo que sea sinónimo -en un sentido amplio- de meteorología, constituirá el tema, y todo lo que aporte contenidos parciales sobre ese tema, será cada vez un rema diferente.

     Considerando lo anteriormente expuesto, será “temática” toda aquella expresión que reproduzca el tema mediante bloques lingüísticos cuyo significado resulte sinonímico, hiperonímico, hiponímico o se incluya semánticamente en el mismo, y será “remática” la predicación acerca de esas expresiones repetidas o sustituidas; simultáneamente, los segmentos lingüísticos que supongan predicaciones se irán distribuyendo en principales y secundarias (sub), en función de lo que se alejen del hilo temático y al margen de que todas las ideas apunten al mismo desarrollo del tema. Los subtemas, siempre serán expansiones de remas, y, a su vez, también podrán contener su propio tema y sus propios remas: la estructura de la progresión temática, desde estos presupuestos, se puede diversificar mucho, pero nunca se complicará si se discrimina entre temas y subtemas. Justificado de una forma esquemática, el nivel jerárquico se desarrollaría según las siguientes posibilidades:

 

        

Como se puede advertir, las probabilidades de progreso que tiene el tema se resumen en:

-Desarrollo de un solo rema.

-Desarrollo de varios remas.

-Uno de los remas incluye varios subremas.

-Uno de los remas desarrolla un subtema con su propio tema y sus propios remas.

-La posibilidad V nos interesa especialmente porque un rema genera una digresión provisional suave, o definitiva, que no retomaría el tema primero.

-También la posibilidad VI es objeto de nuestro interés. La digresión que nosotros denominamos “brusca”, puede derivar en digresiones definitivas o provisionales, según vuelvan al tema primero o no; la diferencia respecto a V es la inexistencia de “ palabras puente”.

 

         Todo lo que no sea específicamente tema –global- hay que tacharlo de rema, de una forma general, aunque se haya constituido en subtema, sub-subtema, con tema de rema, etc. La diferencia estriba en que la predicación secundaria cuenta con dos partes significativas claras (su propio tema o “de lo que se habla” y su propio rema o “características sobre lo tratado”). Cada una de estas opciones es susceptible de combinación hasta que se logre una red temática determinada. Más tarde veremos ejemplos sobre esto.

         Con todo, ya Schank (1977)  había publicado ideas similares que apuntaban a la existencia de un “supertópico” -nuestro “hipertema”-, basado en los “tópicos locales” (de cada proposición) y de un “metatópico” que también se va abstrayendo a partir de los conceptos asociados al supertópico; aunque, realmente, parece más fácil distinguir entre tema y subtemas.

         Por su parte, los fragmentos repetidos pueden coincidir con el tema, con el rema, con algunos remas, con ciertos temas de subtemas y también, con varios remas de subtema. En resumen, las repeticiones, en general son imprescindibles en el discurso para el establecimiento, desarrollo y variación del tema. Veámoslo en un ejemplo extraído del Corpus sobre el Habla de Almería, elaborado por el grupo ILSE:

 

E: y la forma de hablar de Almería la consideras más próxima a la de Murcia o a la del resto de Andalucía /

I : no, a la del resto de Andalucía /

E:¿sí?

I :, (creo yo que creo yo que sí /

E: es que… (xxx) zona de Almería, mucha gente, la zona colindante con Murcia

I : pero colindante con Murcia, de Huércal, lo que tú dices es cierto de, que te diría yo, de Huércal, para allá, para allá toda esa zona sí es mucho más próxima a Murcia /

E: Velez-Rubio

I : sí, sí, …toda esa zona §

E: Velez-Blanco

I : (xxx)

E: yo soy de Vélez-Rubio (risas)

I : te voy a decir más, pasando de Níjar, Campohermoso, toda esa zona ya ahí sí se pega más y en el habla también, en el habla también, aunque Murcia y Almería ahí van, pero se nota, se nota, yo sé de gente de Zurgena, conozco y tienen entonaciones que tienen los murcianos /

E: que se parecen a§

I : sí, sí, sí to(d)a esa zona, ya te digo, a partir de Níjar-Campohermoso, para mí, bueno te digo porque conozco muchos transportistas, transportistas de

E: ¿de allí, de esa zona?

I : de aquella zona ¿no? Y sí, sí, (xxx) /

               (04b-2BH)

 

         El tema es la forma de hablar de Almería, Y se plasma lingüísticamente en sustituciones pronominales anafóricas (“la”), elipsis (“la Ø de Murcia”), proposiciones (“lo que tú dices”), sintagmas nominales que funcionan hiperonímicamente (“”el habla”) o hiponímicamente (“entonaciones”), independientemente de que también haya repeticiones (por ejemplo, “en el habla”). Los remas estarían conformados por las aseveraciones sobre la proximidad de las hablas de Almería y Murcia, que, a su vez se ramificarían en sub-temas de rema en lo relativo a la naturaleza del informante de Vélez Rubio, la especificación geográfica de los pueblos colindantes con Murcia y el conocimiento por parte del informante de personas de Zurgena y transportistas de la zona de Níjar-Campohermoso. Que las repeticiones -resaltadas en negrita- son indispensables para desarrollar el tema lo prueba la siguiente posibilidad:

 

    

Evidentemente, el diálogo sería así difícilmente inteligible, y en esa dificultad comunicativa tiene mucho que ver la ausencia de repeticiones.

        

1.3. Repetición y reformulación

 

         Al repetir, se recuperan elementos lingüísticos emitidos previamente, lo cual implica que existe un “enunciado fuente” y un “enunciado doblado”, es decir, comporta reformular –formular más de una vez lo mismo-; los elementos recuperados se reelaboran y se “lanzan” al oyente con una cierta novedad discursiva añadida al segmento primero. Entre un fragmento y su repetición con variación o sin ella, existe una relación significativa variable, y, por consiguiente, no predecible, aunque no por ello impracticable en su generalización teórica; lo que sucede es esa relación obedece a una amplia serie de circunstancias que habría que especificar.

       Las reformulaciones conllevan modificaciones, es decir, desplazamientos de sentido discursivo muy variados, que coincidirían, con los procesos que Gülich y Kotschi (1995) denominan “procedimientos de tratamiento”[5]; los autores, basándose en  la teoría de la formulación de Antos, entienden estos mecanismos como un conjunto de actividades encaminado a salvar obstáculos en la comunicación, porque es un hecho muy habitual el que el emisor considere insuficiente o inapropiado; por consiguiente, vuelve a formularlo. Estos procesos, a su vez, pueden resultar parafrásticos respecto a la modificación del enunciado fuente, si su sentido es equivalente, o bien no parafrásticos, en el caso de que tal sentido sea nuevo, resultado que se consigue mediante disociaciones o correcciones. Gülich y Kotschi, centrándose en el criterio de analogía, sitúan repeticiones y paráfrasis como dos fenómenos diferenciados de reformulación parafrástica. Sin embargo, nosotros incluimos todos los procesos reformuladores dentro de la repetición, tanto los  procedimientos parafrásticos (teniendo en cuenta el propio contenido de lo repetido), como los no parafrásticos (en donde la repetición es el  mecanismo que posibilita la disociación o la rectificación), y no sólo porque el emisor sea consciente de error o insuficiencia comunicativa, sino también como mecanismo automatizado, del mismo modo que el uso lingüístico en general; prueba de ello es que las repeticiones se multiplican en el registro coloquial respecto a otros más formalizados. Para aclarar lo expuesto, hemos adoptado y transformado los postulados de estos lingüistas:

  En suma, la repetición  es una reformulación, puesto que  implica un  “volver a formular” o un “formular dos veces”; la segunda vez que aparece “opera” sobre el original y da como resultado discursivo una modificación significativa pragmalingüística; así que, habría que tener en cuenta la expresión o segmento “matriz” como X, la  expresión repetida o “doblada” como X1, y la novedad discursiva producto del tratamiento  de lo repetido sobre el fragmento de discurso original à XY o Y:

 

         X/ X1--------------------------------------  XY   (REFORMULACIÓN PARAFRÁSTICA)

        

         Veamos un ejemplo de heterorrepetición[6] como reformulación parafrástica, mediante adyacentes (X/ X1+ ady............XY):

 

E: Y¿qué tipo de deporte al fútbol (X)? &/

            I: Sí sobre todofútbol(X1)-sala(ady)..............(.XY),(novedad discursiva parafrástica sobre qué tipo de fútbol se trata. La repetición se sitúa en el interior del mismo tema)/ es lo que le gusta aquí a los críos y [...]

            /(05c-3CM)

 

         X( X)1--------------------------------------  Y   (REFORMULACIÓN  NO PARAFRÁSTICA)

 

         Veamos, asimismo un ejemplo de heterorrepetición y autorrepetición, como reformulación no parafrástica:

 

 H1:[...] en fin, es que el mundo de la electricidad es tan sumamente COMPLEJO/ que nos movemos a un nivel tan RÁPIDO/ incluso concursillos(X)&

H2:&[¿qué cursillos(X1)]

H1:[que tenemos] sí, sí, tenemos que apoyarnos con cursillos(X1)

que nos obligan a hacer, aunque, aunque un montón de veces no aprendemos nada/ lo que pasa es que, como son obligatorios, no te puedes escaquear/ bueno, depende del tío que los dé, porque el año pasado/ bueno, el año pasado o hace dos años, no no lo sé bien, vino uno que que que que, vino uno que ese sí era bueno y sabía/ (Y), novedad discursiva en forma de digresión o subtema  que no supone una paráfrasis, al tener su propio tema y su propios remas

/ En fin, a lo que íbamos, pues [...] (Vuelta al tema)

            (Zona2, hombre-B)

 

         Si no existe la novedad discursiva (Y), no se puede entender la reformulación, ya que  el sentido de su existencia lo cobra por la compleción discursiva; veremos cómo siempre la repetición cohesiva es reformuladora, si bien la entrada y desarrollo temático se lleva a cabo en el  discurso de múltiples formas, de la que solamente concretaremos la digresión, como una de las formas de disociación.

         En conclusión, las digresiones, emparentadas con las repeticiones, son el resultado, como ya especificaremos, de procedimientos reformuladores no parafrásticos.

 

 

2.1.         2. el ámbito de lo enunciado: cohesión textual y mudanza de tema

2.1. La repetición de segmentos lingüísticos que devienen en marcadores digresivos de repetición

 

         Por repetición intertextual [7]entendemos un conjunto de expresiones que, a fuerza de haberse repetido, ya no pertenecen al acervo lingüístico individual, dado que han cristalizado como expresiones convencionales en el “depósito” colectivo de los usuarios de la lengua, con significados añadidos (o sentidos, pragmáticamente hablando) diferentes de los significados sumados de cada una de sus palabras, por lo que de añadido tienen; en este último sentido, también se englobaría bajo esta denominación  la sección discursiva repetida convertida en marcador, a pesar de que esa “conversión” se dé en un texto determinado, por las funciones lógico-lingüísticas que cumple, independientemente del valor de sistema de cada una de las palabras que constituyan el fragmento iterado. Y lo entendemos así porque esta variedad de repetición  intertextual funcionan casi obligatoriamente en la microestructura superficial como constituyentes cohesivos.                  

         Desde luego, no se trata de que exista la necesidad por parte del hablante  de marcar la progresión textual, sino de que las repeticiones, de hecho, la marcan, desde el punto de vista del analista, una vez observado el discurso. Cabría  pensar, para las repeticiones relacionadas con la digresión, en un marcador de discurso que, además de aludir a su significado conceptual, al mismo tiempo indica “atención, que esta repetición quiere decir que voy a cambiar de tema suavemente o que vuelvo al tema o subtema anterior”, porque, para que exista la digresión tiene que haber forzosamente un hilo temático que se quiebra transitoriamente. La digresión supone un paréntesis, en tanto que el conjunto de las relevancias temáticas asociadas al tema global son muy débiles o inexistentes; es, por tanto, un tema marginal cuya estructura sería:

a)    Suspensión provisional o definitiva de un tema o subtema,

b)    Introducción de otro tema o subtema,

c)     Cierre del  tema o subtema introducido -en las digresiones definitivas, se cambia totalmente el tema, sin retirarlo; es decir, que repetirían esta estructura sólo en (a) y (b)-.

d)     Reintroducción del tema primigenio.

         Pero, ¿de qué manera se distribuyen textualmente las repeticiones en las digresiones, como marcas formales? La respuesta es como marcador discursivo de ida y de vuelta, bien sea para la introducción del subtema o tema nuevo (b) à marcador de ida, como para la vuelta al tema  previo (d)à marcador de vuelta.

         A diferencia de lo que sucede en los procedimientos de reformulación parafrástica, ahora lo que se reitera es sólo una parte minúscula de la totalidad que remite a un asunto determinado, y tal parte no tiene ninguna relevancia en cuanto a significación, dado que se comporta como “correa trasmisora” del siguiente o anterior tema, según sea de “ida” o “de vuelta”; así, X( X)1--------------------------------------Y   (REFORMULACIÓN  NO PARAFRÁSTICA) se concretaría en dos posibilidades:

 

1. Tema A [expansión que incluye X]/ X1(marcador de ida).................... TEMA  B

            2.Tema B[expansión que incluye X]/ X1(marcador de vuelta)................ TEMA  A

        

         Evidentemente, han de caber las posibilidades de que el tema A o el B sean subtemas, en función del fragmento discursivo de que se trate; para la digresión  definitiva, no cabe la posibilidad segunda. Asimilamos “Y” a “tema A o B” porque no contiene en sí nada que lo relacione con el contenido del marcador o fragmento repetido.

 

2.1.1. Marcadores discursivos de repetición digresiva de ida

 

Como subrayábamos anteriormente, no es difícil constatar la existencia de cuestiones que nada o  poco tienen que ver, de forma más o menos inmediata, con el tema que se está desarrollando: son las digresiones en forma de subsecuencias laterales (rema, subrema o subtema, y así sucesivamente) o en forma de tema diferente; en ambos casos se da un desvío temático; pero, dependiendo de la vinculación que presente con el tema general, se tratará de remas o subremas, temas de remas o subtemas, o bien subtemas directamente. Al cambiar de asunto, es muy habitual reformular –en el sentido de formular dos o más veces- algún segmento ya expresado en el discurso para “no perder el hilo” y, si se ha pasado a “hablar de otra cosa”, es del todo inaceptable pensar en paráfrasis, pero si se ha utilizado la repetición sí es lícito entender “reformulación”; de ahí, como apuntábamos, que éstos sean conceptuados como mecanismos de reformulación no parafrásticos; el paso entre el tema o subtema antiguo y el nuevo se da mediante esta clase de repetición, convertida, por su función cohesiva, en marcador discursivo. Pasemos a exponer unos ejemplos concretos sobre ello:

 

(1) Heterorrepetición proveedora de digresión definitiva (marcador de ida):

 

H1: Que se llaman Jorge e Irene y  se lo han trabajado, pero eso no quiere decir que algún día no les toque la china. ¡Claro!, se lo han curra(d)o y todo eso. Yo no voy a decir ni pío de los méritos § (tema 1)

H2: § Se lo han trabajado los europeos, que han conseguido mojarles la oreja a los americanos con el euro. Lo que  pasa es que el mercado internacional es muy raro y uno no sabe por donde va a ir el dólar (tema 2)

 

(2) Autorrepetición proveedora de digresión (marcador de ida):

 

(Tema único) A mí me fastidian un mogollón de temas que me tienen putea(d)o/ mira, (subtema) la Junta directiva sí me paga porque es un pestiño. Me dan demasiado la lata... a veces seis u ocho días al mes  o por ahí. La última vez fue surrealista: la gente no se ponía de acuerdo/ ¡un follón!/ (subtema) Demasiada lata me da a mí también el niño con sus tonterías de la incomprensión y todo eso... .(07a-3AM)[8]  

 

¿No funciona la repetición en los fragmentos discursivos  anteriores marcadores  discursivos como “por cierto”, “hablando de...”, “a propósito”, “a todo esto”, etc.? Por supuesto, no es que se comporte igual, sino que ella misma se ha convertido en marcador del discurso. Aquí reside la clave de la diferencia entre repetición cohesiva en el establecimiento, desarrollo y reducción del tema respecto al cambio temático.

 

          2.1.1.1. La falsa repetición como marcador digresivo de ida

 

                  Las posibilidades semióticas que el fenómeno de la repetición  ofrece se pueden clasificar en:

 

i.                    Igual significante, igual significado o “repetición idéntica”. Es casi imposible, en cuanto a la forma; no obstante, si prescindimos de la fonética, podríamos encontrarla en sus funciones cohesivas, restringida a la identidad referencial, bien porque no se haya comprendido su sentido en el  contexto –equivaldría a algo parecido a “¿a qué cuento viene eso?”-, bien porque se utilice para “refrescar la memoria”, en el hilo discursivo, o porque haya habido problemas de comprensión del significante. A pesar de ello, esta clase de repetición sería idéntica únicamente en el fragmento iterado, ya que, en su co-texto y situación, se constituye en un bloque o unidad pragmáticamente diferente: tal y como comentábamos antes, cuando un hablante repite, están aconteciendo simultáneamente una serie de eventualidades; por ejemplo, se ha dejado constancia al interlocutor de la insistencia del hablante respecto a  lo reiterado, y esto ya es un síntoma de la actitud que el emisor tiene hacia ese segmento repetido y hacia la persona a quien se le repite, porque el emisor desea ostensiblemente que el que lo oye no lo pierda de vista;  por otra parte, si tal segmento no se había captado en su emisión originaria, tampoco cuenta como verdadera repetición para el receptor, sino como paréntesis de vacío comunicativo.  Lo cierto es que ese  segmento acarrea una “historia discursiva” más larga que la de su “matriz”, incluso tratándose de un marcador de discurso de una sola palabra. Concluiremos insistiendo en que la repetición idéntica es discursivamente imposible, como demostraremos a lo largo de todo este estudio.

ii.                   Igual significante, diferente significado pragmático: o “repetición pragmalingüística”. Ello, con las reservas necesarias respecto a la prosodia de las palabras. Sobre esta subclase se centran todas nuestras reflexiones. Prácticamente es la única repetición que existe, ya que, contra todo pronóstico, las repeticiones siempre incluyen modificaciones pragmáticas. Cabría el lema “repetición es igual a innovación”, incluidos los casos en que la  repetición sirve para ganar tiempo en la planificación de lo que se va a decir posteriormente. En este grupo quedaría clasificada la repetición con variación léxica o sin ella; el calificarla como de igual significante responde al hecho de que siempre habrá un segmento “doblado” con los mismos constituyentes –de sistema-  lingüísticos, si bien serán inevitables ciertos cambios en boca de uno u otro emisor (por ejemplo, modificaciones en los deícticos o expansiones posteriores):

 

      E: ¿dónde has estudia(d)o?

I :¿Dices que dónde he estudiado?, pues en Bruselas /

 

 

iii.                 Diferente significante, igual significado lingüístico: sinonimia, sustitución mediante proformas, algunas clases de paráfrasis y símiles

iv.                Igual significante, diferente  referente y, por ende, distinto significado léxico y discursivo: “falsa repetición”. Interesante de tener en cuenta porque desempeña funciones cohesivas –transición o delimitación entre  unidades discursivas del diálogo- e interactivas, relacionadas con la imagen de los hablantes-, como la atenuación de la brusquedad en el cambio de tema.

   

       Pues bien, esta última variedad de repetición se comporta también como otro mecanismo discursivo para mitigar o encubrir las digresiones bruscas, en virtud de la identidad de significante[9]. Aunque la palabra o palabras repetidas actúen como palabras polisémicas u homónimas -si cabe la comparación con el nivel léxico-, en el discurso, realmente proceden igalmente como auténticos marcadores discursivos de digresión porque conectan unidades de dicho discurso y mitigan textualmente el giro brusco que da la conversación:

 

H1: Pues sí, Santa Lucía es hoy. Patrona de los ciegos, para más seña §

H2: § Para ciegos, los  que se coge Diego. El otro día estaba dando el espectáculo... (04b-1A M)

 

 

         Respecto a esta particularidad, puede ser oportuno recordar que ya Halliday y Hasan (1976:283) habían reconocido, dentro de la referencialidad, esta relación entre dos segmentos repetidos como “exclusiva”; posteriormente, sostenía Stati (1983:120),: “L’iterazione di un elemento semantico non produce sempre e necesariamente una connessione lessicale”, y, diez años más tarde, fue denominada por Cruse (1986:87) “traslape”, dentro de la identidad referencial: las palabras original y repetida coinciden en parte, si bien no tienen el mismo  referente. Cabe, pues, pensar que si se comenta algo sobre varios referentes que se designan con el mismo nombre, aunque respondan a realidades distintas, éstos  aparecerán en el discurso tantas veces como referentes haya:

 

por: por la necesidad de la falta de mano de obra que se está produciendo tanto en la zona del poniente: como en la  zona del levante / porque ahora se está haciendo una labor en los invernaderos (02c-3BH)

 

/es decir, aquí se va a hacer un parque, aquí se va a hacer un edificio, aquí se va a   hacer  [...] (05c-1AM)

 

         Tanto en uno como en otro fragmento, es lícito hablar de identidad de significante, pero discursivamente la repetición tiene como función sólo recuperar parte del significado del segundo segmento para incrementar dicha parte con cargas semánticas diferentes; esto es, si se habla dos veces de zona, es para concretar que son dos zonas distintas, si se menciona tres veces aquí se va a hacer, cada deíctico se actualiza en una realidad espacial diversa, por ello, la rematización es introducida a partir de la reiteración de esos fragmentos.

         En conclusión, existen repeticiones que sólo cubren el significante, con lo cual, no son verdaderas repeticiones, pero sí son aprovechadas por los hablantes, por su “identidad” en el significante, para cambiar el tema o subtema, y, por ende, se convierten en marcadores discursivos metalingüísticos de repetición digresiva

 

2.2.         Repeticiones como marcadores de repetición digresiva de vuelta

 

         Esta clase de repeticiones, como ya hemos indicado, posibilita la vuelta al tema provisionalmente suspendido:

 

I: mi hija que tiene trece años les tiene (xxx)  hasta la matrícula, todos los días vienen a pincharse aquí vienen / y gente viene,  gente (xxx) no estamos hablando de (la intervención queda suspendida)

E: ¿detrás de la gasolinera?( El entrevistador ha interrumpido al entrevistado)

I : sí, sí, detrás de la gasolinera de esa callejilla que hay allí (el informante, a pesar de la interrupción, realiza cortésmente una heterorrepetición, para, posteriormente recuperar la primera intervención que quedó incompleta, efectuando una autorrepetición puente entre sus dos intervenciones)  y gente  no estamos hablando de de yonquis de esos que los ves tirados por ahí, no, gente con su coche, con su §. (nuevamente queda incompleta su intervención)

E: gente bien § (El entrevistador aprovecha una pausa para encadenar el turno e interrumpir al informante)

I : (El informante obvia la interrupción anterior, que se ha convertido, por ello, en un turno de pase)con su corbatilla, los ves ahí que se están (el tema sobre los drogadictos vistos por su hija ya se ha impuesto, y sigue, en adelante, desarrollándose) (xxx)

 (0 4 a –2BH)

 

                  

3. nivel de la enunciación     

 

También las repeticiones se conforman como procedimientos que se corresponden, en parte, con los “procesos de calificación” de Gülich y Kotschi (1995). Ya habíamos avanzado que este ángulo de análisis discursivo acoge todas las evidencias o “pistas” que los hablantes van dejando en el discurso acerca de su propia conciencia metadiscursiva. Vistas así repetición y digresión, habría que tratar ahora sobre los marcadores metalingüísticos digresivos que aún hacen referencia a verbos de habla o relacionados con el discurso –también repeticiones intertextuales-. Los motivos que mueven a los hablantes a hacer mención explícita del empleo del lenguaje pueden deberse al contenido  de la enunciación como referente de la realidad o como valoración para sí mismo, para los demás o para relaciones intersubjetivas.

Por razones de economía, sólo diremos que los marcadores “convencionales” o repeticiones intertextuales que conservan simultáneamente su contenido semántico y su significado de procesamiento son una prueba de que los hablantes no los emplean al azar; de hecho podrían utilizar otros recursos que no designaran explícitamente que están volviendo al tema o yéndose del mismo, sino por economía, ya que resultan bifuncionales: hacen mención a su uso metadiscursivo y predisponen al oyente a la mudanza del tema, suavizándola. Los siguientes son, en esquema, los referidos marcadores, de los que, en este epígrafe, interesan los metalingüísticos, que suelen formar un bloque de apoyo, junto con las propias repeticiones intertextuales digresivas:

-Marcadores digresivos de ida (además de las ya referidas repeticiones intertextuales):

 

  Metalingüísticos (te lo digo porque, hablando de, cambiando de tema,

ahora           que dices, esto quiere decir que ...).

  No metalingüísticos (a propósito, por cierto...).

 

 -Marcadores digresivos de vuelta (además de repeticiones intertextuales):

 

         Metalingüísticos  (volver + a lo que + decir antes, repetir + que, sobre lo que + decir antes, retomar + posesivo + palabras, insistir en que, como + decir antes...).

         No metalingüísticos (bueno, pues, ¡ah!, claro pero...).

 

         Las formas particulares de la aparición de esta clase de repeticiones, respecto a la introducción de un subtema o de vuelta al tema suponen una explicitud de la actividad metalingüística que se está realizando (se describe el discurso si, por ejemplo, se está traduciendo, explicando, resumiendo..., en definitiva, formulando la conversación; y también, si se hace referencia a las palabras que representan las entidades extralingüísticas); las distintas formas en que el nivel de la enunciación está presente en el discurso son:

-La insistencia de manera inmediata, tanto en forma de heterorrepeticiones, como de autorrepeticiones, en expresiones previas, para su explicación semántica o justificación estilística. Nótese en la siguiente autorrepetición dialógica, con el refuerzo añadido de otro marcador metalingüístico de repetición de vuelta de la digresión, usados como disculpa de su redundancia y que sirven para retomar el tema:

 

I: Pues por ejemplo/ mm/ bueno desde las ocho y media de la mañana hasta las dos de la tarde  hago funciones como conserje  / y luego por la tarde  le echo  una mano a mi  mujer en unas representaciones que ella lleva/

                                  

 

E: Mm (asentimiento) y, ¿dispones de mucho tiempo libre?/

I: Pues de lunes a viernes / prácticamente / todas las tardes /

E: Mm (asentimiento) / y, ¿en qué lo sueles emplear? /

I:[vuelta al tema ¡Huy!,  pues como te he comentado antes  / mi mujer lleva un, unas representaciones  / y nos dedicamos a la venta de mamparas de baño y  y artículos sanitarios /

 

         Los analistas de la conversación entienden la anterior como una “estructura de reparación” que se pueden hallar en el monólogo y en el diálogo, casi todas basadas en la “secuencia lateral” de Jefferson (1972), quien fijaba:

 

a)    Una fuente de problema en una secuencia errada, con elementos confusos o de contrariedad.

b)    Una “demostración” de que algo va mal, como por ejemplo un ruego de “reparación”.

c)     Un segmento lingüístico de aclaración.

d)    Un segmento de terminación, por parte de quien emitió (b), de agradecimiento.

 

    Los tres primeros puntos constituyen la secuencia básica; si ésta es de “autorreparación”, (b) puede darse como prevención explícita o no darse, y (d), no tendría sentido en un solo emisor; independientemente de ello, toda secuencia de reparación es susceptible de expansión con justificaciones, excusas, etc. que implican la inserción de presecuencias y postsecuencias.

         Respecto a la progresión temática referencial, Remler (1978: 391-402) observó que se producen secuencias de reparación cuando hablante y oyente comparten las identidades de los referentes, pero no acaba de conectar ciertas partes significativas con el resto de los temas y subtemas de la estructura general del sentido de la conversación. Y, aunque la casuística que desarrolla es más amplia, por su versión pragmática, recogemos el caso de digresión, o “secuencia de reparación de estructura informativa”, provocada por la ausencia de ligazón aparente entre el tema y la macroestructura, siempre y cuando esté realizada con verbos de habla explícitos. Pues bien, si vinculamos estas ideas con las de Jefferson, obtenemos que las repeticiones coincidirían con la demostración del “problema” de encaje en la estructura temática, o sea, con la exhibición de la necesidad de “reparación”. He aquí muestras de secuencias laterales provocadas por repeticiones de reparación:

 

A.     Autorreparaciones digresivas: prevén que el interlocutor pueda no entender algún referente:

 

Porque lo obligaban a eso todos los meses/ y/y yo, nosotros lo veíamos mogollón de veces con una CARA MÁS RARA, y, y le preguntábamos, pero, ¡como si no fuera con él! [Secuencia de reparación Lo único que decía era: “Es que voy un poco “tasaíllo”/ Fuente de posible           incomprensión        

            incomprensión

           “ir un poco tasaíllo” quiere decir que tienes poco tiempo, es que Eduardo se inventaba un montón de  palabras] digresión y reparación enlazada con repetición

 (04b-2AH).

 

    En este caso, no aparece la mostración del problema, sino que el emisor, pasa directamente a la “reparación”, repitiendo el segmento previsiblemente problemático y expandiendo una subsecuencia lateral de explicación o aclaración proveedora de la desambiguación y justificadora de su expresión.

 

Secuencia de reparación: A mí lo que me pasa es que no soporto a(Fuente de posible incomprensión) la gente hondilla, y (preventivo de reparación) cuando digo “gente hondilla”, (expresión del problema),à reparación   me refiero a los que se callan como “mujos” cuando tienen que dar la cara, que nunca han roto un plato y que  luego, le sienta mal un montón de cosas y tú ni te enteras/ te,te, te vienen con el rollo de la amistad [...](03b 2BH)

 

¡Ah!/ y en el Guadalete, lo mismo/ me faltó na(d)a má(s) que ser comandante/ todos los destinos me los llevé hasta que un día me arrestaron [y me pusieron (a) capitán de jardines//(c) capitán de jardines, que era para limpiar los retretes/// estuve de cocinero// y esto es verdad/ estando yo de cocinero (...)](03b 2CH)

 

 

B.     Heterorrepeticiones digresivas de reparación: se producen con repeticiones que denotan protesta ante la incomprensión del referente.

 

H1: Y entonces, coges la arandela y sólo le das un poquillo al martillo §à expresión problemática que contiene el segmento que se repetirá en  el turno siguiente.

H2: ¿Cómo  que cojo la  arandela y sólo le doy un poquillo al martillo? §àpregunta eco que repite elementos del turno anterior (petición de reparación)

H1: Sí, hombre, si le das fuerte, entonces el eje se queda demasiado dentroà reparación y digresión.

H1:¡Ah!à expresión de conformidad ante la reparación de H2, no de H1.

 

  Esta clase  de secuencia puede dar lugar a que, por un lado, la interrogación parcial formulada por el segundo hablante sustituya parte de la pregunta original ignorada, con lo que se trataría de una heterorrepetición en forma de pregunta eco parcial, que, a su vez, obliga a que el primer hablante reintroduzca el tema “autorrepitiéndose” en ese segmento; lingüísticamente habría que parafrasear la petición de reparación con verbos de habla: ¿Qué quieres decir con la expresión “coges la arandela y ....,?”.

 

                   O exigencia de reparación ante algún segmento que el hablante no ha enunciado correctamente, ya sea desde el punto de vista  normativo o de la adecuación discursiva:

 

H1: Entonces resulta de que me dio un mal rato que pa(ra) qué, porque a mí me parece que eso no es ser legal, y eso que va de legal

                   H2: No se dice “ resulta de que me dio”, sino “ resulta que me dio”, so cateto.

 H1: po(s) qué má(s) da, ¿es que porque diga eso no te vas a enterar?, ¡anda ya con la tontería/ Bueno, lo que te estaba contando, po(s) que va y se lo cuenta a la Vanesa!/ ¡como yo lo pille...!

 

 

 

4. ÁMBITO DE LA VALORACIÓN

 

         En este tercer ámbito de estudio, aparecen todos los elementos –muchos de los que ya hemos analizado con otras perspectivas- relacionados con la subjetividad de los usuarios de la lengua respecto a la planificación de lo que ellos mismos emiten, y a la interpretación de lo que se les dice. El discurso, entonces, puede constituirse en un indicio de las percepciones intrínsecas de los hablantes sobre los referentes, o, mejor dicho, sobre el uso que los emisores creen que sus interlocutores están haciendo sobre los referentes expresados.

         Si, como indicábamos, las digresiones no eran sino paréntesis conversacionales motivados por la señalización de actividades o realidades  simultáneas  al desarrollo de la temática del textoy provisionalmente ajenas a la misma, no es menos cierto que han sido ejecutadas con alguna finalidad pragmática[10]. La espontaneidad con que los individuos realizan sus digresiones, con el establecimiento del tema nuevo o subtema, implica una serie de actitudes por parte del digresor: por ejemplo, la importancia que para él adquiere, hasta el punto de que su expresión sea irreprimible; pues bien, dependiendo de su contenido  los interlocutores irán construyendo una cierta imagen de él, porque estarán valorando su posición  ante cualquier elemento de los niveles de lo enunciado o de la enunciación; este hecho no será intranscendente para las relaciones personales entre los participantes. La posible manipulación de la propia imagen es otro factor que se debe considerar, porque el hablante ha podido “dejarse ver” conscientemente, para que el oyente tenga una cierta imagen de él o, por el contrario, tal digresión haber sido un reflejo espontáneo de su personalidad.

         Estos asuntos  han tenido repercusión en los estudios pragmáticos de los últimos treinta años, a partir de Austin, Searle y, posteriormente, Grice, con su concepto de “implicatura”, como piedra angular de la emisión e interpretación pragmática de los textos, ligeramente distinta a la interpretación literal semántica. En esta línea, Winograd (1977: 69) piensa que la competencia del oyente hace posible inferir lo que se va pretendiendo del intercambio discursivo, manipulando los procesos de inferencia del otro, transmitiendo la información sobre lo consabido[11], creando nuevos elementos conceptuales, a partir de las informaciones que se van desarrollando. Para que haya correspondencia entre lo que se dice y lo que se comunica, cada hablante ha de tener en cuenta  lo que él mismo sabe, desea –objetivos pragmáticos- y cree, así como lo que su receptor sabe, desea y cree; es decir, ha de tener in mente el modelo del oyente, ya que es conditio sine qua non para que los actos de habla funcionen. Según Winograd, cualquier lista de los objetivos de un hablante  debe incluir el del mantenimiento de la coherencia local, como indispensable fuerza para el logro de sus fines, ya que  ésta hace posible volver a un tema previamente cerrado –o suspendido-[12]. De modo que la coherencia también se puede ver bajo la luz de la “valoración”, puesto que si lo que hablamos no tiene congruencia, difícilmente podremos mantener una conversación, ni hacernos una idea de lo que se espera de nosotros, como tampoco de lo que nos mueve a comunicarnos con los demás, además de que conseguiremos desconcertar a nuestros interlocutores. Según Clark y Havilland (1987), la ausencia –momentánea o no- de coherencia discursiva es consecuencia de violar el “contrato nuevo-viejo” (nuestra unidad temática desarrollada como tema y remas), la referida ausencia se puede lograr, digresivamente, de forma espontánea o voluntaria, como resultado de introducir implicaturas: el hablante provocaría en la mente del oyente un referente que no existía antes, de forma que puede manipular y confundir sus procesos de inferencia.

         Mediante el análisis pragmático, cuya base la establecemos en la valoración, el analista pretende desentrañar el misterio de la comunicación, pero esta empresa hay que abordarla con cautela: el mundo afectivo resulta, a veces, demasiado particular y, por ello, inexpugnable respecto al conocimiento de los objetivos reales e íntimos de cada individuo; de ahí que sean muchos los lingüistas que ajusten  sus investigaciones a  “actos de habla” (consejo, orden, demanda...), “actividades tópicas” (suspensión del tema, cierre de tema, digresión...), argumentos (inferencias que arrastran las palabras intrínsecamente, escalas argumentativas) o “máximas” (sea cortés, no diga cosas sobre las que no tenga pruebas, no dé más información de la que se le solicite....), entre un sinfín de variedades, sobre las que no es oportuno ahora profundizar.

         Relacionado con el mundo particular del hablante, Bublitz (1988) sostiene:

 

 The individual steps are paired with emotional, evaluative or attitudes which are more or less pronounced. A participant may, for instance, agree gladly and willingly at one time and reluctantly, unwillingly and angrily at another, (pág206).

 

         También los investigadores de la versión actualizada de la semiótica estructural de Greimas (Pozzato, 1999) se consideran competentes para aproximarse a este terreno subrepticio, aunque, desde luego, nunca científicamente, sino mediante intuiciones:

 

Le passioni, le intenzioni, le estrategie dei parlanti  sono il censo stesso della conversazione. La teoria semiotica della narratività nasce proprio allo scopo di dare una descrizione metodologicamente fondata a fenomeni che erano abbandonati come “psicologici” dalle scienze sociologiche o dalle scienze del linguaggio)  (págs. 130-131).

 

 

         Sin embargo, creemos que la correspondencia entre forma y función es una vieja y todavía no conseguida aspiración de los estudios pragmáticos: un individuo puede ser un perfecto hipócrita y manifestar a través de su discurso justamente lo contrario de su contenido literal, e incluso de su dirección ostensiva; sus palabras pueden no ajustarse a la verdad en lo que dicen pretender, sus “consejos”  pueden encerrar amenazas, sus interrogaciones ser órdenes, etc. Probablemente, se pueda realizar este tipo de análisis pragmático psicologista en fragmentos muy determinados, con hablantes muy conocidos y en contextos familiares, sin afanes universalistas, pero ello no puede ser extrapolable a la generalidad, aun teniendo en cuenta el contexto. De manera que, somos partidarios de las ideas de Stati (1987) al respecto:

 

  Il perché dell’enunciazione di una frase assertiva ci può portare alla necessità di dedurre lo scopo occulto [...] Ma anche se essenziale nella prassi della comunicazione interpersonale, l’individuazione di siffatta intenzione del mittente non dovrebbe interessare l’analissi pragmalinguistica. Ricordamo que, in linea di massima e sagerando un pó, è lecito sostenere che qualsiasi frase può mirare a qualsiasi scopo oculto. Pertanto [...] corriamo il rischio di entrare nel terreno insidioso degli scopi occulti (pág 139).

        

            Por consiguiente, y “para no correr el riesgo de entrar en el terreno insidioso de los objetivos ocultos”, abandonaremos las generalizaciones sobre lo que vamos a denominar la “estructura pragmática profunda” y tendremos en consideración solamente la “estructura superficial de la valoración”. ¿Qué podemos incluir en este nivel que tenga cierto grado de objetividad para su aplicación discursiva? Posiblemente, nuestras normas sociales, es decir, las formas de conducta que, por educación y convencionalismo, todos los miembros de la comunidad occidental tenemos adquiridas, y de las que el comportamiento lingüístico no es sino una más. Así, todas la teorías sobre cortesía, que complementan al «principio de cooperación», pueden resultar una herramienta útil para las interpretaciones de los hablantes y del analista; concretamente, la célebre modalidad “no se imponga” de la regla de Lakoff (1973) “sea cortés”, va a ser nuestro hilo conductor en la relación valoración, repetición y digresión.

Parece innegable que no conducirse como individuo dominante o coercitivo es una regla de conducta social y personal tácitamente aceptada por todos; de ello se deduce que el mejor procedimiento para desarrollar cualquier actividad será la adecuación de esa actividad al consenso general o la flexibilidad general en las actuaciones. Esto, obviamente, es extensible a la actividad lingüística y comunicativa; de hecho, la conducción y reconducción del tema en las conversaciones se puede valorar como un instrumento de poder, de ejercicio de control sobre los receptores:

 

H1: ¿Unas vacaciones ideales?, pue:s yo creo que  el Caribe, ¿no?/ unas vacaciones o(en) el Caribe, aunque a mí lo que me gusta es §[salir por las]

H2: §[¿Por qué] el Caribe?

H3:¡Hombre, pues, a lo lo mejor tiene que ver la publicidad con eso/ Yo, como veo tanto la tele y, de vez en cuando/ Bueno, ese sitio, pues [...]( 4B/1C).

 

En el diálogo anterior, el primer hablante es arrastrado por el segundo, interesado en el tema del Caribe, y emplea para ello la repetición digresiva de ida “el Caribe”, haciéndole descartar las posibles explicaciones sobre sus otras preferencias y provocando una ampliación temática no prevista por aquél. La conducción temática, en la que se incluye su mudanza, puede entenderse unilateralmente o no; esto depende del registro, género o modalidad: en la lección magistral o la conferencia, desarrollar el tema instala, de hecho, al hablante en situación de poder, ya que él puede establecerlo, desarrollarlo y variarlo digresivamente, sin interferencias; en una conversación entre amigos, sin jerarquía entre los hablantes - conversación  simétrica-, nunca dicho desarrollo debe ser exclusivo del que habla, o existirá el riesgo del rechazo, sino, por el contrario, un proceso cooperativo; las reglas de la conversación, marcadas por la actividad cooperativa, pretende alcanzar “acuerdos” mediante “negociaciones” que excluyen la unilateralidad.

Vinculado con lo anterior, hay que decir que la relación entre  digresión y consenso puede ser doble: ortodoxa con las reglas sociales y de la conversación, por una parte, u opuesta a ellas, por otra. Como la macroestructura temática, cuando existe más de un hablante, tiene que desarrollarse entre todos los hablantes, cuando surge u subtema o tema nuevo, existen dos posibilidades respecto a los oyentes:

 

1.     Que lo acepten, aplicando el Principio de Cooperación.

Como ya hemos demostrado, las repeticiones (marcadores digresivos de vuelta)  sirven como herramienta que facilita la readopción del tema y señala el final del subtema –o cierre de digresión-, así que, el hecho de efectuar digresiones que vuelvan al tema para conseguir unidad temática, es un procedimiento de colaboración entre el hablante que la realiza con el resto de los oyentes, debido a una especie de acuerdo tácito para acabar la conversación: repitiendo sus propias palabras, el hablante crea una conexión entre la interrupción del tema y su readopción. El consenso entre los interlocutores es obligatorio, contando con que existe divergencia de intereses en diferentes temas.

 

2.     Que lo rechacen porque los oyentes quebranten las máximas de la cortesía (y se comporten groseramente, expresando su desinterés o repulsión, por ejemplo,) o porque haya sido el autor de la digresión el que haya violado alguno de los dos (por ejemplo, interrumpiendo, sin escuchar al que poseía el turno de palabra, mencionando lo primero que se le ocurre sin ligazón con lo que los demás están tratando, etc.). Bublitz (1988) es muy explícito en esta cuestión:

 

However, occasionally one comes across the special case of a topic which is performed against the interlocutor’s interests […] The new topic is introduced against the interlocutor’s expectations and, as a rule, probably also against his wish for the continuation of the talk about this topic (pág. 128)

 

         Pero hay otros analistas, como Bange (1992) que no distinguen entre la observancia y transgresión del «principio de cooperación», ya que ven ambos ángulos como una sola cara de la moneda:

 

Toute interaction consiste à résoudre un problème de coordination. On pourrait aussi bien dire, et exactement dans le même sens: un problème de coopération […] la coordination comporte deux aspects: la dépendance réciproque des décisions et la convergence d’intérêts que les actions réciproquement orientées ont pour but de réaliser (pág. 104);

 

es más, la noción  de “convergencia de intereses” se puede extender a hostilidades manifiestas (ser puede entender una identidad de objetivos entre dos hablantes “contrincantes”, en la intención de agredir a su ponente).

         De cualquier forma que se plantee esta eventualidad, lo que resulta incontrovertible en algunas digresiones es la posibilidad de percepción de que existe algo superficialmente lesivo para los intereses de los interlocutores. La oposición  a los intereses de los hablantes se ubica  indistintamente en el contenido de las proposiciones –nivel de lo enunciado- o a la fuerza ilocutiva del discurso  -el propio nivel de la valoración-.

 

4.1.  Las secuencias laterales de reparación desde el punto de vista de la valoración     

 

Las acciones discursivas que se pueden percibir como consustancialmente perturbadoras para los interlocutores y que, como hemos señalado, se hayan en el nivel de lo enunciado, de la enunciación y en el de la valoración, pueden mitigarse utilizando los recursos disponibles en las normas de cortesía; uno de ellos es la ya mencionada secuencia lateral de reparación[13]. Nuevamente, en esta clase de digresiones, la repetición no deja de resultar cohesiva en su variación temática  porque sirve para justificar el giro de la materia que se trata en las secuencias o subsecuencias,  marcando que  se retoma algo ya expresado, aunque solo sea para pasar a otro punto. Los tres niveles discursivos se convierten ahora en uno solo: el de la valoración, puesto que se evalúa cualquier elemento verbal o extraverbal del circuito de la comunicación. Su realización se lleva a cabo igual en forma de heterorrepeticiones que de autorrepeticiones.

         En las situaciones en que el propio hablante que ostenta el turno de palabra prevé la molestia o desagrado de las palabras que pronunciará, son muy frecuentes las autorreparaciones, que dependen de los siguientes objetivos interactivos:

 

a)    Para que sus palabras resulten coherentes y conseguir, haciéndose entender fácilmente por los demás, ser un individuo considerado y atento con los demás que facilita las relaciones humanas, el hablante establece conexión con el tópico antiguo utilizando expresiones o marcadores digresivos de  ida que justifiquen su acción; también puede querer aclarar, explicar y describir los referentes con detenimiento, pero, al final, vuelve al tema previo a la digresión con marcadores de repetición digresivos de vuelta.

 

b)    Para que el contenido semántico de la unidad discursiva sea correcto, y, así cumplir la máxima de la cualidad griceana “intente que su contribución sea verdadera”, o  algunas  de las submáximas de la hipermáxima “sea claro”, si el error es de forma, (“evite la ambigüedad en la expresión”, “evite la oscuridad en la expresión”), el emisor se interrumpe más o menos bruscamente, se vuelve atrás –digresión- y  repite esa unidad íntegra o parcialmente modificado en la forma[14].

 

c)     Para que el contenido pragmático de la unidad discursiva sea eficaz y adecuada, también el propio hablante repite la posible unidad problemática en su interpretación y la justifica; en el siguiente ejemplo, aparece la secuencia digresiva y reparadora que vincula la expresión con la interacción: el hablante, que pronostica que pudiera generarse algún conflicto a propósito de sus diferentes puntos de vista situados en la contundencia del contenido de los adjetivos, fundamenta el su uso de los mismos ante su receptor:

 

  [...] está obsesiona(d)o y colga(d)o con el dinero y lo lo ha demostrado un montón de veces, [digresión suave mediante marcador de repetición digresivo metalingüístico reparador de posibles conflictos con el oyente] sí,  OBSESIONA(D)O Y COLGA(D)O, aunque creas que estoy de los nervios y desvarío, porque no hace nada más que hablar de documentos legales. Le digas lo que le digas acaba hablando de eso...¡anda ya y que se vaya por ahí! ...

 

         Sin embargo, son muchas las ocasiones en que la petición de reparación la formulan los demás hablantes, en las mismas direcciones que hemos especificado arriba. Ahora se trata de heterorreparaciones. En esta clase de secuencias laterales, son muy habituales las heterorrepeticiones como formas de la expresión de disgusto; es decir, como maneras explícitas cuya función pragmática es, si cabe la hipérbole, “el resarcimiento ante la ofensa” o petición de reparación ante las causas de la incoherencia; ello porque  el oyente:

 

a.     No capta el significante de alguna unidad discursiva anterior emitida por otro hablante:

 

H1: : sí, me gustan mucho los coches, soy muy amante de los vehículos y/ bueno, pues me gusta por ejemplo un día que no tenga(nada) que hacer pues cojo mi coche, lo limpio ,en fin, tengo un coche de reserva que no utilizo to(do)s los to(do)s los días un coche que es un caprichillo que me compré[y entonces pues sí me dedico cuando no tengo nada que hacer me dedico me dedico a él] /

H2: [un coche que es un caprichillo que ¿qué?]

         H1: No, nada, que me lo compré cdo tuve un poquillo de dinero y [...]

 

b.     No es capaz de descodificar el contenido semántico de la intervención dirigida a él:

 

H1: allí estábamos en una compañía de boyscouts, en/ en Bruselas y éramos la compañía de de las bicicletas y todo, íbamos a muchos sitios en bicicleta, íbamos a campamentos con bicicleta, y un día de esos (xxx) estábamos andando en bicicleta pues íbamos treinta o cuarenta, y me entraron unas ganas de echar §

H2: §¿Cómo ganas de echar?

H1: Pues, ya sabes, ganas de escupir, de eso que te sale después de haber fumado mucho, gargajos/ Vamos, no se me ocurre, en vez de girar la cabeza como cualquiera en su momento, pues, lo hace, pues yo lo hice delante de mí /

 

            (Valga ahora este ejemplo parecido a los que aportamos para el nivel de la enunciación, sólo que visto como “reparador” del “agravio” que supone la oscuridad expositiva del hablante según el oyente  y que las normas de cortesía se encargarán de resarcir de inmediato en boca del primero).

 

c.    No puede interpretar el alcance pragmático de las palabras del emisor anterior:

 

      H1: Cuando coges esas actitudes, en el fondo me tratas muy mal, lo que pasa es que ni            siquiera te das cuenta porque es muy muy inconsciente y te puedo poner muchísimos más      ejemplos.

      H2: ¿Que te trato muy mal?, ¡que te trato MUY MA:L!, yo alucino, pero ¿por qué?, eres más rara que un perro verde.

 

 

d.    No está de acuerdo con el contenido semántico de las palabras previas:

 

H1: El caso es que yo me acuerdo perfectamente que estaban aquí/ o, no sé, a lo mejor me las llevé a lo de Jesús/ creo que sí, ahora creo que sí, que me las llevé allí, pero, pero/ dicen que allí no, no están; dicen que han buscado hasta debajo delas piedras/ No, pero, si digo yo, si, pero ¡si es que tienen que estar allí POR NARICES!

H2:Al rata del Parra le pega mangar

H1:¿Que al Parra le pega mangar? Mujer, claro que no, ¡qué cosas tienes!

H2: ¡Sí, sí, tú fíate de é!l,¡cómetelo de vista!/ ¡tú no sabes qué clase de mezquino es!, te tiene, pero bien engañado, ese lo ha mangado seguro, seguro.

 

e.     Discrepa de las implicaturas pragmáticas de la intervención anterior:

 

H1: [...] como no hay ningún sitio donde guardarlo, pues lo meto donde pillo...

H2:¡donde pillo!, ¡donde pillo!...claro, como es del tonto, lo meto donde pillo... ¡si fuera tuyo, seguro que no era donde pillo, sino que estaba todo controlado y bien controlado...!

 

 

            En el anterior intercambio, el primer hablante justifica el extravío con el argumento de la escasez de muebles, pero el segundo rechaza ese extravío realizando una digresión  que se opone a dichas implicaturas; la novedad discursiva consiste en culpar al ahora oyente de desinterés ante de sus objetos y, por tanto, de menosprecio a su persona[15]. No resaltamos en negrita las otras dos heterorrepeticiones porque su función es cohesiva, pero no de exigencia de reparación motivada por el desacuerdo.

 

f.       Disiente de la forma (fónica, gramatical) de la emisión que antecede. Deja patente con su petición de reparación que su compañero ha cometido un error de tipo formal, lo cual se puede interpretar por el participante corregido, tal y como sucede en el ejemplo de abajo, como una mostración de superioridad innecesaria:

 

(1)  H1: Me he dado cuenta de que hay torpretas en la procesión.

H2: ¿Torpretas?      

         H3:¡Jo, no pasa ni una!, trompetas, trompetas, quiero decir trompetas.

 

            Aunque también se puede aceptar, adoptando un papel subordinado ante el corrector:

 

 

(2  )H1:Tú ya sabes que  yo, que §

            H2:§ tengo tu amistad para toda [la vida]

            H1:[¡No], joder

            H2:para toda TU vida

            H1:Para toda mi vida  porque cuando

            H2:La tuya, ¿ no?

            H1:Claro, porque cuando me muera ya [...]

 

 

5.    conclusiones

 

         Hemos intentado demostrar con algunos ejemplos extraídos del Corpus del Habla de Almería que el estudio de los elementos discursivos puede concentrar su interés  en tres marcos diferentes, pero complementarios; a saber, lo que se dice –nivel de lo enunciado-, cómo estiman los hablantes que se dice –nivel de la enunciación o metadiscursivo- y, por último, con qué propósitos interpretan los hablantes que se emite el discurso –nivel de la valoración-. Por ello hemos ido estudiando las mismas fenómenos con distintos prismas.

         El tema que hemos propuesto para la especulación ha sido el de las digresiones discursivas marcadas por repeticiones, y más concretamente, la coherencia que subyace a toda forma lingüística interpersonal, teniendo en cuenta la íntima vinculación entre pensamiento y lenguaje. Así, la coherencia se convierte en cohesión en el ámbito de lo enunciado, en marcador digresivo de repetición metalingüístico, en el ámbito de la enunciación y, finalmente, en indicio de actitudes humanas y sociales dentro del ámbito de la valoración. Todo ello, concibiendo la repetición como un reformulación que no implica paráfrasis, en el caso especifico de la digresión.

 


 

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[1]Escisión conceptual, por otra parte, errónea, si se tiene en cuenta que en el análisis del discurso, excepto en sus comienzos europeos, se ha ido apreciando progresivamente un acrecentamiento en la influencia de las orientaciones sociológicas en general y etnometodológicas en particular.

 

[2] Entendiendo “contexto” en un sentido lato, éste abarcaría las creencias, conocimientos e intenciones individuales y comunes, el marco físico de la comunicación, actividades simultáneas a la comunicación lingüística, competencia discursiva de cada hablante, sistemas comunicativos no verbales, etc..

[3] “Cohesión secuencial” (Moeschler, 1996; Koch, 1984,1988, 1990, 1993,1994;  Koch  y Pérez de Souza, 1996; Koch y Travaglia, 1989; Travaglia, 1996).

[4]  Son muy ilustrativas las especulaciones de Mederos (1988:177) en torno al contexto de fragmentos de discurso, que le hacen concluir que las oraciones contiguas,  antecedentes, generalmente, suelen actuar como contexto; de ahí que la sintaxis tenga en esos casos un carácter claramente cohesivo.

[5] Para Gülich y Kotschi  (1987, 1995), los procedimientos de tratamiento pueden ser reformuladores y no reformuladores. Además de los de “tratamiento”, se realiza por los hablantes los procesos de “verbalización”, que registrarían el procesamiento lingüístico en el texto  y los de “calificación”, que verterían la subjetividad del emisor respecto a sus usos metalingüísticos.

[6] “Heterorrepetición” o repetición realizada por un hablante distinto al que emitió las palabras originales, frente a “autorrepetición“, que sí la ejecuta el hablante sobre sus propia enunciación, son términos importados por nosotros de Norrick (1987).

[7]Para Andersen (1993:296-297) serían, además de los marcadores discursivos, refranes, unidades fraseológicas y, en general, cualquier expresión reconocible por su forma que tenga una función retórica más o menos estándar; en lo concerniente a  marcadores del discurso.

[8] Según Bublitz (1988: 95-100), el ejemplo (1) se correspondería con una estructura “encadenada” (looped) de digresión, en la que los temas se van conectando sucesivamente, y el ejemplo (2), con la estructura “en paréntesis” (bracketed), en la que la digresión se produciría para establecer lo que se presupone por parte de los interlocutores en cuanto a conocimientos compartidos, considerar, ejemplificar, discutir, yuxtaponer....

 [9] Kaplan (1990:104-106) demuestra que la identidad formal es imposible también.

[10] Incluso el “hablar por hablar” se hace con alguna intención.

[11] Y aquí entronca directamente con la unidad temática y la digresión.

[12] Para nosotros no se trata de un hecho volitivo, sino inherente a la comunicación verbal.

[13] Schegloff, Jefferson y Sacks (1977: 361-382) arguyen que las reparaciones siempre conllevan la percepción de transgresiones o errores de reglas gramaticales, semánticas, pragmáticas o sociales.

[14] Son los llamados “retracing repair”, de van Wijk y Kempen (1987: 403-440).

[15]   Sorjonen (1996) cita a Jefferson y Heritage, quienes hablan de pro-repetición como marcas de  novedades, como expresiones ritualizadas de incredulidad que transforman la emisión previa, mediante la coparticipación, no como mera información, sino como novedad discursiva.  


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NÚMERO 2 - NOVIEMBRE 2001