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REVISIÓN
CRÍTICA DEL ARGUMENTARIO DE
Estanislao Ramón Trives
(Universidad de Murcia)
RESUMEN
La espontaneidad que se percibe en los
hispanohablantes respecto de enunciados como Los españoles nos sentimos europeos, nos pone en guardia sobre una
probable petitio principii que
pueda ser cometida en las decisiones metalingüísticas mediante las cuales se
identifican como discordantes tales
construcciones. En efecto, sobre la base de paradigmas
metalingüístico-operativos del tipo{{{Los
españoles nos sentimos europeos ≡ Nosotros, (los) españoles, nos sentimos
europeos} / {Los españoles os sentís
europeos ≡
Vosotros, (los) españoles, os sentís europeos}} ≠ {Los españoles se sienten europeos ≡ Ellos, ((los) españoles)), se sienten
europeos}}}, proponemos dar cuenta de estas construcciones en el marco
lingüístico-textual, y no en el meramente sistemático-lingüístico, puesto que
lo que resulta del condicionamiento del marco dialógico,
caracterizado personal y espacio-temporalmente, no puede ser resuelto al margen
de dicho marco dialógico
ABSTRACT
The spontaneity that is perceived in the
Spanish speakers on utterances as Los españoles nos sentimos
europeos, puts us on guard on a likely petitio principii
that can be committed in the metalinguistic decisions
through which are identified as discordant such constructions. In fact, on the
base of meta-operating paradigms as {{{Los españoles
nos sentimos europeos ≡ Nosotros, (los) españoles, nos sentimos europeos}
/ {Los españoles os sentís europeos ≡ Vosotros, (los) españoles, os sentís
europeos}} ≠ {Los españoles
se sienten europeos
≡ Ellos, (los) españoles, se sienten europeos}}}, we propose to account for these utterances in
the textual linguistic framework, and not in the merely systematic-linguistic
one, since what is the conditionated by the
dialogic framework, characterized from the speaker and his spacial and temporal context, cannot be resolved on the margin
of the dialogic framework.
El comportamiento verbal descansa sobre unos
sólidos pilares y, en cierto modo, inconmovibles. Son los deícticos propios de la enunciación, el responsable de la
enunciación, el espacio de la enunciación y el tiempo de la enunciación. En
torno a esos pivotes seguros, firmes, siempre presupuestos, pueden darse toda
clase de virtualidades o vaivenes en lo que atañe a la realidad, lo “de suyo”,
y a lo que, en términos zubirianos (2006:71), es cada cosa-sentido,
cada palabra.
De
la amplia casuística de construcciones análogas, a las que se pasa,
minuciosamente, revista en
Quiero
hacer hincapié en cómo la aproximación integrada a los comportamientos verbales
de este tipo nos pone ante los comportamientos verbales en los que el yo o hablante responsable de la
enunciación de los diversos enunciados proferidos con esa factura tipológico-latente, se afirma proposicionalmente integrado en
el sintagma plural concomitante al tiempo que lo domina arrostrando la
responsabilidad plena del contenido fundamental de su enunciado. Queremos
proponer una tercera vía, si se
quiere zubiriana –de añejos ecos en las aulas de este
Congreso- entre las diversas propuestas de aproximación explicativa a este tipo
de enunciados.
En
efecto, tomando en consideración la tan ajustada y, a mi juicio, valiosa
distinción entre las diversas afirmaciones propias del comportamiento de la
inteligencia sentiente que preside el comportamiento
humano y que, según Zubiri muestra en su trilogía, Inteligencia sentiente
(1980, 1982 y 1983), y, muy concretamente, en su Inteligencia y realidad ((1980) 2006:273), donde se nos dice, y
proponemos que se aplique al comportamiento verbal, que «las cosas-sentido, que
no son pura y simple realidad, son sin embargo momentos del constructo
de cada cosa con mi vida personal. Toda cosa-sentido es un momento constructo de la actualidad campal en que mi personalidad
consiste <…>. Por esto yo soy siempre el mismo (personeidad) –entiéndase en
cuanto ‘pura y simple realidad’, en cuanto que ‘yo soy persona’-, aunque nunca
soy lo mismo (personalidad) –en la
medida en que ‘se actualiza mi propia realidad en el campo de las demás
realidades y de mi propia realidad’-.». La ‘cosa-sentido’ a la que nos
referimos aquí, obviamente, no es otra cosa que los enunciados o proferencias resultantes del comportamiento verbal.
Veamos
cuál es la estructura de las tres formas de juicio o afirmación que propone Xavier Zubiri ((1982) 2008:151-171), como plataforma de la tercera vía de explicación que proponemos
en este lugar para comprender y analizar el alcance de los roles de los
segmentos más relevantes de los enunciados que nos hemos propuesto para esta
reflexión. Distingue Zubiri la afirmación posicional, la proposicional y
la predicativa. ‘Cada una de
estas tres formas, nos dice Zubiri, o.c.:151-152, se apoya en la
anterior: la afirmación proposicional se apoya en la
afirmación posicional, y a su vez la afirmación
predicativa se apoya en la afirmación proposicional’.
1º. El juicio es
ante todo, nos dice en la pág.152, lo que llamo una afirmación posicional. Comencemos por
poner algunos ejemplos. Abro la ventana y exclamo: «¡Fuego!»,
o bien digo simplemente, «lluvia, sol», etc. Aquí hay algo aprehendido en
aprehensión primordial de realidad: lo que aprehendo al abrir la ventana. Y lo
aprehendo en todas sus notas. Esto ya aprehendido, lo aprehendo como impresión
primordial, como algo real, en toda su riqueza y variedad de notas, pero sin inteligir lo que es «en realidad». Inteligirlo
como fuego, lluvia, etc., es justo la afirmación propia del juicio, a saber, lo
que es en realidad lo aprehendido. Estos nombres, como meros nombres, son
simples aprehensiones (perceptos, fictos, o
conceptos). Pero en connotación afirmativa expresan que lo simplemente aprehendido
se realiza en lo que he aprehendido primordialmente, y es lo que éste es en
realidad. Si no tuviera esas simples aprehensiones no habría juicio, no podría
decir «¡Fuego!»; no tendría sino la aprehensión
primordial de esta realidad ígnea, que, sin saber lo que es en realidad,
aprehendo primordialmente al abrir la ventana. En este sentido digo que esta
afirmación es posicional. Porque la cosa de que se
juzga no está previamente aprehendida a su vez en una simple aprehensión que la
califica, como acontece con otras formas de juicio. Si digo que el fuego quema,
el sujeto está ya calificado como fuego en una simple aprehensión previa. Pero
cuando exclamo «¡Fuego!», lo que aprehendo no está inteligido previamente como fuego. Precisamente por esto,
lo que veo al abrir la ventana no está designado por ninguna denominación previa. Porque toda denominación lo es
de algo ya simplemente aprehendido, y aquí lo aprehendido al abrir la ventana
es término de aprehensión primordial de realidad, pero sin calificación, sin
denominación previa. En todo juicio la aprehensión primordial de aquello de que
se juzga es anterior al juzgar mismo. Pero esto no significa que eso real esté
ya previamente calificado en función de una simple aprehensión anterior. En el juicio posicional
lo real no está ya calificado por una simple aprehensión, sino que hay una sola
simple aprehensión, la del fuego, que forma parte no del sujeto sino del
predicado, y cuya realización se afirma, por así decirlo, en bloque,
globalmente. Por esto es un juicio posicional.
Tengo en él de un lado, la aprehensión primordial de realidad sin denominación.
Tengo por otro lado, la denominación. Su identificación en lo que es en
realidad lo que he aprehendido primordialmente, es justamente el juicio posicional. <…>Repito, que no digo «esto es fuego»,
sino que digo simplemente «¡Fuego!»…<…>. La
aprehensión primordial de realidad es inmediata y por esto es más que juicio:
es aprehensión de la cosa real en y por sí misma como real, sin necesidad de
afirmar, sin necesidad de juzgar. En
cambio, en el juicio posicional, lo real es inteligido como realización del fuego o de la lluvia. En
esta intelección lo que se afirma es justamente lo que es en realidad aquello que hemos aprehendido como real al abrir la
ventana. En esta «posición» se «pone» lo real aprehendido entero como
realización. <…> El juicio posicional es, pues, ante-predicativo, pero es también…
ante-proposicional: lo real aprehendido no es sujeto
de juicio pero tampoco está propuesto al juicio: está simplemente «puesto».
2º. Hay una segunda forma de
juicio: es el juicio proposicional. En él lo real ya aprehendido no está
aprehendido sólo como real, sino que está ya aprehendido como algo que por su
parte está ya calificado desde una simple aprehensión. Aquello de que se juzga
es, por ejemplo, A.
Pongamos algunos ejemplos…: «La
corrupción del mejor, la peor» («corruptio optimi, pessima»); «Todo lo excelente, escaso» («omnia praeclara, rara» ); «Los hombres, todos iguales»; «La mujer, siempre voluble» («varium et mutabile semper femina»); «genio y figura, hasta la sepultura», «para verdades, el tiempo»; «éste, mi papel»;
«Tú, el único Santo, el único Señor»; «Tú, Dios mío»; «Tú, Señor»
En todas estas afirmaciones hay
algo, A, que está puesto ya como real, pero no simplemente como real sino como
algo real ya calificado en simple aprehensión previa: la corrupción del mejor,
lo excelente, la mujer, Tú, etc. Pero la
afirmación se constituye en B, o si se quiere en
En esta afirmación lo afirmado
tiene claramente dos momentos. Uno, el momento pro-puesto, A. Este momento no
es sólo real, sino que su realidad está ya calificada y propuesta como término
de una ulterior posición. Hay, además, que de esta cosa real se afirma B. En sí
misma B no es algo real, sino que por lo pronto es una aprehensión irreal. Pero
al ser la determinación del algo ya real, de A, resulta que B es realizado en y
por A. <...>
Desde luego, no es una
posición «posicional»
en el sentido explicado más arriba, pues si lo fuera, lo afirmado serían dos
realidades, la realidad de A «y» la realidad
de B, pero no «una» realidad, a saber, la realidad de A como B.
Pero tampoco es una posición
«atributiva»: no afirmo que A
«es» B. El juicio proposicional es ante-predicativo. La fuerza de la
afirmación no recae sobre algo que se atribuye a A. Ciertamente,
A y B no son idénticos. Pero:
a)
B «se funda» en A,
no se atribuye B a A desde fuera, sino que B
pertenece a A de un modo, por así decirlo, intrínseco
a A.
b)
Este fundamento es formal: es la «índole misma de A, su índole constitucional,
por así decirlo, lo que funda a B. <…>
De ahí las dos partes de esta afirmación. Ante
todo, hay aquello que se afirma. Lo que se afirma aquí no es una cosa, es
decir, no se afirman ni A ni B (no se afirma A sino que está presupuesta
calificativamente) sino la unidad complexiva «AB». La segunda parte es la afirmación
misma. Como afirmación consiste en poner en
«la» realidad la unidad complexiva. Es esta
unidad la que se afirma ser real, mejor dicho, es esta unidad aquello en que A
consiste en realidad: A es en realidad no sólo
«A» sino «AB» <…>
La expresión del juicio proposicional o complexivo es la frase nominal. Basta volver a los
ejemplos citados, para descubrir en ellos dos aspectos esenciales. La frase
nominal, ante todo, carece de verbo. Es una afirmación a-verbal; no tiene más
que nombres. No se trata de una elipsis verbal, sino de un modo propio originario de frase «averbal». Pero a
diferencia de la afirmación posicional, que sólo
tiene un nombre, la frase nominal tiene cuando menos dos nombres. Estos dos nombres no designan un sujeto y
un predicado, sino una sola realidad complexiva. La
frase nominal es proposicional, pero es
ante-predicativa. Por otro lado, esta frase expresa el momento afirmativo de un
modo que le es propio: en la «pausa» entre los dos nombres. La pausa es la
expresión de la afirmación complexiva en cuanto tal.
No es mera posición, pero tampoco es atribución copulativa. Este aspecto es
lo que expresa la pausa.
3º. La tercera forma del juicio
es el juicio predicativo. Es el
juicio cuyo esquema es «A es B» <…>. Los lingüistas llaman predicado a
todo lo que se dice de algo: el predicado sería «es B», y
Desde luego, no es una posición posicional ni de
En el juicio proposicional se piensa más en la índole de A que en la
realidad de «otra cosa», B. En el juicio predicativo hay la realidad de A y la
realización de B en A, pero en un A que como tal tiene su índole independiente
de B; por esto es por lo que hay
conexión. Ya no es «AB» sino «A-B». Es la afirmación conectiva o copulativa.<…>
El sujeto es realidad y el
predicado es realización. <…>
El logos
nace de la impresión de realidad y vuelve a ella en estas tres formas, fundadas
en las tres formas determinadas por lo real aprehendido primordialmente.
<…>
Inteligir lo que algo es en realidad es inteligir la
unidad del momento campal y del momento
individual de lo real. <…> En
esta unidad se patentiza algo que podemos llamar la fuerza de la realidad, no
en el sentido de la fuerza de imposición de lo real, sino en el sentido de fuerza
de la unidad del momento campal y del momento individual, esto es fuerza de realización. La unidad más
fuerte es la forma posicional; es la forma suprema de
inteligir con el logos lo
que algo es en realidad. Menos fuerte es la forma proposicional
o complexiva: se afirma la unidad como complexión.
Finalmente, en la afirmación predicativa se afirma la unidad de lo real como
conexión: es la afirmación menos fuerte de la realidad.
Cuando
hablamos, sentimos intelectivamente, experimentamos en suma, que no somos nada
aislado o extraño a la realidad envolvente no humana y, sobre todo, humana, al
estar inmersos en un múltiple campo de realidades y, sobre todo, de
realidades-sentido, las que tienen su principio y fin en el hombre y sus
intereses. En función de todo ello, nos sentimos el “yo responsable”, y no mero estimúlico
respondiente, como le ocurre al animal en medio de las realidades estimúlicas que le tientan y, en cierto modo, le guían en
sus diversas respuestas estimúlico-instintivas.
El
hombre se siente intelectivamente responsable y protagonista de realidades
respectivas complejas quintaesenciadas en palabras, las cosas-sentido por
excelencia, más allá de los artefactos de los que culturalmente se dota en el
marco de las distintas culturas y civilizaciones para subvenir a las
deficiencias de cuanto es “de suyo” en diálogo permanente y radical con la
realidad “en préstamo” que siente intelectivamente o “experimenta” desde su “yo
íntimo” en cada uno de sus comportamientos auténticamente humanos o responsables.
Desde su “necesaria apertura” a los demás en diálogo permanente, el ser humano
subviene a sus deficiencias “de suyo” o “de prestado”.
Por
eso, cuando hablamos, nos afirmamos dentro y por entre la realidad envolvente y
nos abrimos responsablemente en diálogo permanente a través de las otras
realidades-sentido o constructos verbales-sentido que
sellan o signan al hombre con su circunstancia o entorno y lo abren a otras
realidades-sentido o experienciales, desde la
palabra, nuestras palabras, siempre en busca del eslabón perdido, el que
subyace a cualquier enunciado verbal, que siempre hay que tomarlo en su
impresión sensorio-explicativa –sonido, grafía, gesto,…-, en cuanto a lo que es
“de suyo” como realidad impresiva, y allende la
realidad de su impresión sensorio-expresiva –sonido, grafía, gesto,…- como
sentido último subyacente a la palabra, que es nuestra cosa-sentido, parte de
nuestro constructo humano con la realidad envolvente
en función de nuestros intereses, siempre en busca de otros sentidos, de otras
cosas-sentido, de otros constructos
humano-extrahumanos, es decir, en busca de otras palabras.
“Yo”,
por caso, como europeo, puedo sentirme solidario con los europeos y puedo creer
que cada vez más los españoles nos sentimos y sabemos europeos. En tales
enunciados experienciales, en los que se muestra
nuestra realidad íntima en contacto con la realidad de nuestro entorno europeo,
no puede haber discordancia alguna, ni distanciamiento alguno entre quien habla
y se hace responsable de lo que dice y el ejercicio del dominio sobre el resto
de implicados e implicantes en su dominio de responsabilidad enunciativa,
puesto que “soy yo en solidaridad con el mundo al que me siento pertenecer” el
que sirve de plataforma a estas proferencias
supuestamente “discordantes”, como si “los españoles”, como colectivo,
hablaran, y no “yo” en solidaridad con el resto de los españoles a los que
represento y, en cierto modo, doy voz, puesto que yo como participante de la
clase “españoles” doy voz a todos sin necesidad de señalar, en especial fórmula
hispanista frente a otros idiomas, que yo pertenezco a ese grupo, puesto que
hablo desde la experiencia de mi identidad con todos los españoles. Para mí,
más que hablar de “constructions typologically
speaking quite rare”, como
propone, en un muy bien documentado y excelente trabajo,
La
deíxis (<deíknumi) nos recuerda que toda afirmación se hace desde lo
seguro, desde lo firme y duradero, desde lo que está y sigue estando. Y es que
las características que notifican o dan cuenta, no dan cuenta en el vacío, ex vacuo, sino que dan cuenta de lo real
allende la percepción de la realidad que verdadea, para decirlo al modo zubiriano, en mi
“yo” enunciativo, en cualquier operación verbal, que no es de un fantasma, sino
de una realidad entre realidades, como es mi “yo” y mis circunstantes “los
otros”, los distintos no yo
envolventes. Por eso, por caso, la
construcción asertivo-interdependiente o meramente intraverbal
se convierte en asertivo-independiente; <<los olivos que hemos plantado tienen muchas aceitunas>>/deíxis particularizadora---->
Esos olivos que hemos plantado tienen
muchas aceitunas, como hicimos ver en 1982:87-101. La deíxis
es ya una afirmación (<ab+firmeza) de la realidad en cuanto real:
esos datos de los que no cabe duda.
Es
razonable pensar, en consonancia con lo que propone Zubiri,
((1998) 2006:245-246), que el logos más que la
casa del ser, como proponía M.Heidegger, es
el cobijo allende el campo de la realidad, siendo la realidad misma, ‘en
cuanto formalidad del de suyo’, la casa permanente desde la que se encamina el
hombre mediante su ‘intelección como aventura en la realidad’, aun a riesgo de ‘dejar de lado
grandes riquezas de las cosas, pero es a cambio de lograr lo seguro de ellas,
su «qué». Corre tras lo firme, tras lo cierto como «lo verdadero».’
A
mi juicio, tenemos claro lo que queremos decir cuando empleamos las llamadas
"construcciones discordantes", que, por otra parte, suenan tanto o
mejor que los contrapuntos musicales, dada la frecuencia y espontaneidad con
que las empleamos. Pero tras reconocer el trabajo ya realizado, propongo abrir
las ventanas a los presupuestos de la operación verbal en su conjunto.
En
cualquier caso, me da la impresión de que nuestras discrepancias con otros
planteamientos como los tan magistrales de Emilio Alarcos
((1994:267) o, más recientemente, 2010, la excelente tesis de Barbara De Cock, dirigida por Nicole Delbecque, son discrepancias de enfoque, según se implique o no a los hablantes,
dentro de la gran deíxis que entraña el
comportamiento verbal, que es algo así como el hablante en persona, con su voz
y con su voto. Es obvio que si se desconectan las palabras de un enunciado del enunciante, estamos en otra cosa, y ahí no cabe ni jurar, ni prometer, ni tan siquiera decir,
en los términos de responsabilidad que quería Ortega.
Propongo
reflexionar sobre el comportamiento verbal "in medias res", si se
quiere, para ver cómo el hablante que es una realidad entre el resto de
realidades se deja impregnar de realidad, se impregna de experiencias y las
actualiza en su comportamiento verbal, pero no las anula, y deja en la
trastienda una serie de implicitaciones,
presupuestos, etc., mucho más compleja que la mera expresión verbal, en su pura
linealidad, que hay que tomar en profundidad, etc., para entender cabalmente el
comportamiento verbal en su integridad.
Para
incidir en un memorable pasaje del Cantar
de Mio Cid, podemos ver cómo el hablante se sirve
de los “sujetos gramaticales”, alternando o dominando sobre los léxicos, con
una serie de matices discursivos que la visión del comportamiento verbal en su
conjunto debe poner de manifiesto:
¡Ya, Campeador, en
buena hora ceñisteis espada!
El Rey lo ha
vedado, anoche de él entró
su carta
Con gran recaudo y
fuertemente sellada.
No os osaríamos
abrir ni acoger por
nada;
Si no, perderíamos los haberes y las casas,
Y, además, los ojos
de las caras.
Cid, en el nuestro mal vos no ganáis nada;
Mas el Criador os
valga con todas sus
virtudes santas.
La
niña se hace, como quien no quiere, portavoz de los burgaleses en su conjunto.
La fragilidad y bondad de sus palabras de niña son la correa de transmisión de
la fría y dura decisión de la prohibición del monarca. Su plural es un gesto de
modesta portavocía colectiva. Los planteamientos
lingüístico-textuales, que intentan incidir en la operación verbal "in
medias res", nos permiten profundizar en los entresijos de la operación
verbal en su integridad.
Podemos
recurrir a los test o pruebas de equivalencia
significativa o de equifuncionalidad, aunque bien
sabemos que la metalengua no domina sobre la lengua,
sino al revés. Pero pueden servirnos de pistas en el horizonte de la valoración
explicativa integrada que buscamos. En efecto, podemos someter nuestro
enunciado, Los españoles nos sentimos
europeos, a una serie de cuestiones:
a. ¿Quiénes
se sienten europeos?
a.1. Yo y
(todos) los españoles entre quienes me cuento.
a.2. Nosotros,
(los) españoles.
a.3.Nosotros.
b.1.Pero
¿quién ha dicho que los españoles se sientan europeos?
b.1.1. No he
hablado de los españoles, en general, con independencia de mí mismo, sino que
he hablado de mí mismo en cuanto integrado en el conjunto de los españoles al
que pertenezco, y me da la impresión de que, en general, todos nos sentimos
europeos.
Cabe
pensar que la extrañeza, cuando no denuncia de ‘construcción discordante’, ante
tales construcciones procede no de los hablantes, sino de los gramáticos y, en
especial, de aquellos que intentan explicar el complejo proceso de la operación
verbal desde el mero resultado lineal al margen del proceso enunciativo o
lingüístico-discursivo en su integridad.
Es
verdad que otras lenguas dejan huellas distintas del proceso enunciativo, y hay
que entender que en esto nuestros idiomas pueden incidir en esa realidad ya
planteada por Mario Wandruszka, ((1969) 1976), en su célebre Nuestros idiomas: comparables e
incomparables. En efecto, la famosa frase de Bismark,
Wir Deutschen fürchten Gott, sonst niemand in der Welt, puede dar pie a
traducciones en español como a.1.Los
alemanes tememos a Dios, y a nadie más en el mundo / a.2. Nosotros, (los) alemanes, tememos a Dios, y
a nadie más en el mundo, etc., con gradiente de fidelidad al original, a
favor de a.1., pues no cabe pensar que ninguna de las lenguas, sin más,
adopte la modalidad enfática -que podemos identificar en a.2.- con
esas construcciones, sea cual sea el tipo sintagmático habitual adoptado. Según
las lenguas, son formas distintas de dar cauce a un esquema mental determinado.
Volviendo
al procedimiento español, podemos observar que entre el adyacente al sujeto
gramatical y el sujeto gramatical mismo cabe pensar en el signema integrador o marca del sujeto gramatical,
que es el que domina sobre el conjunto e impide que el enunciado hable de los
otros, los españoles u otros, los que no están en el campo o ámbito del yo enunciador y destaque al yo enunciador
como responsable e implicado en el predicado en cuanto sintagma proposicional, que forma con el sujeto gramatical o
desinencial una unidad complexiva, que afecta al yo enunciador
englobado en el conjunto del enunciado.
Lo
que en otras lenguas se hace patente en la dimensión lineal de los enunciados,
en español queda entrañado o implicitado en la forma proposicional
o complexiva
en la que el sujeto enunciador se funde complexivamente
con su alter ego lexemático,
que participa de la adyacencia tanto como del protagonismo o autonomía actancial del sujeto
explícito o lexemático propiamente dicho, a
caballo entre los dos.
En
mi opinión, un paradigma analítico-explicativo que excluya al “yo enunciativo”
no puede dar cuenta cabal de un enunciado en cuya construcción intervienen las
características del yo enunciativo.
Y, en la medida en que
Entendemos
que igual que la fotosíntesis no se puede explicar sin los elementos intervinientes, sin energía solar y sin plantas, del mismo
modo los enunciados no se pueden explicar sin hablantes, sin circunstancias y
sin lengua. Su prescindencia puede admitir grados de implicitación,
pero no su exclusión. Cierto que para hablar de algo, previamente lo
clasificamos, pero la clasificación o tipologización
de un componente no coincide con su exclusión o eliminación. En cierto modo,
toda lingüística que se precie de tal, en menor o mayor grado, tiende a ser
textual. La complejidad del objeto no excluye su explicación-tipo e incluso la
particular, según grados explicativos.
Un
sencillo silogismo por modus ponens puede
dar cuenta de lo que aquí nos concierne: A. Los
españoles se sienten europeos. B. Y
como yo me precio de ser tan español como
el resto// C. Yo puedo decir con toda
coherencia y responsabilidad que los
españoles nos sentimos europeos, y ya se sabe que en el fondo el que se
siente europeo soy yo, pero presupongo la implicación del resto. Pero esta
vía, metalingüísticamente siempre posible, pese a su inferencia abductiva, sería equivocada, por logicista, con
respecto a lo que “el hablante hace” con tales construcciones, en las
que se pone en juego la responsabilidad del hablante, en cuanto intrínsecamente
incardinado en el resto de “españoles”, los otros, con los que constituye
colectivo social humano, que es previo y
fundamento de cualquier desarrollo “lógico” ulterior.
La
interiorización de la realidad, la visión de una pared, la interiorización del
«yo» de las demás personas y de mí mismo, como ocurre con otro tipo de
actualizaciones es, nos dice Xavier Zubiri ((1980)
2006:143), «algo anterior a toda relación. Es una actualidad, repito, en la
visión misma, puesto que es en ella «en» la que estoy viendo la pared. Y esta
visión en cuanto tal es actualización: actualidad es más que relación: es el
establecimiento mismo de los relatos.»
Análogamente,
sabemos que la enunciación es presupuesta y entitativamente
previa a lo enunciado, y «desde» ella
y «en» ella hay que establecer los relatos que intervienen en el proceso
enunciativo de modo integrado. La operación sintagmática de tematizar, focalizar u organizar el contenido de la enunciación depende de
las condiciones del proceso enunciativo mismo, donde está en juego la
responsabilidad del hablante, que se hace
presente siempre al hablar.
El
hablante lo es por ser actual a su actividad hablante. Sólo «estando actual» es
«percibido» por los interlocutores. De ahí que el plural de «nos
sentimos» es deíctico con respecto a la implicación del hablante en lo
que habla, en su enunciado, pero es, si se quiere, un enunciado atenuado, como
en ajustada comunicación verbal me comentaba Antonio Briz,
en la medida en que se busca el escudo o complicidad de la colectividad a la
que pertenezco, «los españoles». Por eso no hay, en mi opinión, discordancia, porque no es sentida como
tal, y el sentir, como señala Zubiri, es impresión
primordial de realidad, que demanda explicación o comprensión, no supresión.
La
aprehensión primordial de realidad significante o macro significante de la
operación verbal inherente a cualquier enunciado o macro enunciado reclama por
parte del hablante respectivo postular o e-videnciar los
elementos significantes aquende la impresión primordial de realidad significante o macro significante, al tiempo
que exige de la inteligencia sentiente de cualquier hablante, en cuanto receptor de
un enunciado dado, ir más allá del
parecer del significante o macro significante, que está(n) en los enunciados,
y preguntarse por el ser de esos
enunciados, es decir, su significado o sentido, como horizonte inexorable
allende la percepción de la realidad
significante de cualquier enunciado:
lo cual no deja de ser un cierto descanso y, al mismo tiempo, vivo
estímulo para ulteriores indagaciones, como leemos en las reflexiones de
grandes artistas como Magritte, por ejemplo, ya que
no nos es dado sin contradicción, el pensamiento único.
Para terminar, digamos que «los
españoles»:
A.- No es «sujeto», puesto que sujeto es el que
se e-videncia por las marcas deíctico-personales de la desinencia verbal o
núcleo del predicado «nos
sentimos», es decir «yo+los
demás», que tal como se nos pro-pone
en el enunciado que venimos comentando, esos otros, los demás, son los españoles,
que per se son «los otros», los
españoles, en este caso, pero que por la fuerza de proferencia en
forma de pro-posición sintagmático-enunciativa junto al «yo enunciador», se convierte en «nosotros».
B.- Tampoco «los españoles» es «mero adyacente especificativo del sujeto»,
puesto que está entrañado complexivamente con el «sujeto enunciador», convertido en «nosotros», por su complicidad o deíxis globalizadota.
C.- El sintagma «los españoles»,
finalmente, está a caballo entre el auténtico sujeto (-os ®nosotros) y el mero adyacente
del «sujeto
auténtico», en cuanto globalizador o
integrador del mismo, por la fuerza de la complejidad enunciativa pro-puesta entre «yo» y «el
resto de los españoles entre quienes me cuento».
Es
la tercera
vía que proponemos para aproximarnos a la explicación de la espontaneidad
y, por lo mismo, de la gramaticalidad
de las construcciones que venimos analizando, que, según proponemos, no son «raras» ni «discordantes»,
sino «distintas», desde el punto de
vista tipológico-lingüístico contrastivo respecto
de otras lenguas. Son construcciones distintas
con la distinción de nuestra extraordinaria pareja estar y ser, con la distinción, si se quiere, del genio decidor
hispánico entre la percepción de lo que está ahí, «los españoles y -os», y lo que «es
realmente allende dicha percepción», que se resuelve en su ser complexivo, «nosotros enunciativo», que, por lo mismo, no puede sino ser
meramente, y para los adentros de cada cual, siempre presupuesto.
Lo que está puesto o pro-puesto en un enunciado predicativo apunta –y el hablante lo sabe por su competencia operativa- hacia su presupuesto enunciativo, si no queremos
quedar prisioneros de la mera aprehensión primaria de su realidad. Muy al
contrario, somos instados, por ser inteligencias sentientes,
para decirlo al modo integrador zubiriano, somos
empujados a ir allende la aprehensión primordial de la realidad significante,
resultante del comportamiento verbal, con la simple aquiescencia del hablante
normal, del hispanohablante, en nuestro caso.
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