REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


CERCAS, JUGAR CON LA REALIDAD

Lola Gracia

 

          Decían los amigos de Expediente X que la verdad está ahí fuera. Javier Cercas, al que tenemos más “cerca”, sostiene algo más inteligente. Incluso, si me permiten la redundancia, algo más verdadero. Algo como lo siguiente:

 

          “La verdad existe, existe en alguna parte –la verdad histórica, también, desde luego-- pero sólo podemos acercarnos a ella con grandes dosis de humildad”.

 

          Y aquí podríamos empezar a preguntarnos qué empuja a una persona a convertirse en creador literario. Quizá esa búsqueda de la verdad.

          Desentrañar el misterio que supone la literatura. Un misterio que el propio autor de “Soldados de Salamina” se confiesa incapaz de resolver.

          Añade Cercas que “la misión de la literatura” es explorar todas las posibilidades infinitas de lo humano, incluyendo por supuesto, las más monstruosas”. Aquí se acerca a Dostoyevski, quien tanto indagó en el alma humana, o a Flaubert, que según él mismo afirmaba, se travistió el alma para convertirse en esa mujer coqueta, sensual, superficial, que elegía de pena a los hombres.

 

          En la biografía de Javier Cercas leemos que su padre era veterinario en un pueblo. Y, como buena creadora, me aventuré a inventarme al Javier infante que escuchaba cuentos, leyendas, fábulas de esa guerra cruenta entre hermanos cuyos ecos nunca parecieran agotarse. Me aventuré a creer que esas habladurías de los pueblos, las confidencias que le hacían los dueños de los, por ejemplo, terneros a su padre veterinario, fue el germen para que Cercas escribiese después lo que ha escrito. Entre otras cosas, obras muy interesantes sobre la historia de España, que como él mismo dice, siempre acaba mal.

 

 

          Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres. Cuenta con varios premios de prestigio en su haber, entre ellos el último: El Premio Nacional de Narrativa 2010. Asimismo, ganó el premio Salambó, el ciudad de Cartagena, el ciutat de Barcelona, el Grinzane Cavour, el premio de la crítica de Chile, la medalla de Extremadura, entre otros.

          Pero un premio mayúsculo fue que “Soldados de Salamina” impactó tan positivamente al gran Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, como al millón de lectores sobrados que compró su libro.

 

          Cercas es trasunto de sí mismo en Soldados de Salamina y también en “La velocidad de la luz”, no sabemos si fruto de su pequeña vanidad o de su infinita humildad, pero también ha sabido ahondar en la verdadera naturaleza del héroe para crear un personaje como Miralles, que le cuenta al periodistilla de provincias con ínfulas de escritor una historia tan humana como “corriente”. Otra batallita de la guerra, de nuestra guerra cruenta y en ocasiones tan absurda. Miralles le explica:

 

          “A veces sueño con ellos (refiriéndose a sus camaradas muertos), y entonces me siento culpable; les veo a todos, intactos y saludándome entre bromas, igual de jóvenes que entonces y preguntándome porqué no estoy yo con ellos, como si los hubiese traicionado, porque mi verdadero lugar estaba allí; o como si yo estuviese usurpando el lugar de alguno de ellos; o como si en realidad yo hubiera muerto hace sesenta años en cualquier cuneta de España o de África o de Francia y estuviera soñando una vida futura con mujer e hijos, una vida que iba a acabar aquí, en esta habitación de un asilo, charlando con usted.”

 

          Miralles es muy grande, en contraste con la falta de pretensión de un periodista que se encuentra con una herida en carne viva. Que rescata momentos pasados, fugaces pero fundamentales en las vidas de sus protagonistas. Anotaciones a lápiz de un alto mando de la falange que acabará decepcionado del Franquismo. Declaraciones de vecinos, pequeños retazos que conforman un pasaje verídico, aún más, verdadero, pero con el aroma épico, ya olvidado, de otras “odiseas”. Cercas ha pretendido de una forma casi temeraria y heroica recuperar el sabor de la hazaña del l que calla para salvar la vida a otro, con el que no le une más lazo que, al igual que él, está sólo, bajo la lluvia, en una guerra inhóspita. En medio de esa inclemencia, nace la solidaridad humana de quien no se considera ni más grande, ni más feliz, ni más soldado.  Pero tampoco menos.

 

          Javier Cercas también ha sido ese autor que saboreó la gloria (no sabemos si la persiguió como Flaubert) y se dio cuenta de que el humo, ese humo que es la gloria no estaba tan mal, aunque era humo. Es decir, no era nada y que bien podría haber muerto de éxito, como tantos otros, siguiendo la lógica de la aniquilación… Pero no lo hizo, sólo pasó el bache de miel, ese bache que supone el hecho de que todo el mundo se ponga de acuerdo para ensalzarte, para buscarte y entrevistarte, como cuenta otro trasunto suyo en “La velocidad de la luz”:

           “justo un año después de la publicación de mi novela (...) hacía ya muchos meses que había dejado por completo de escribir”, saboreando “el tósigo jubiloso del triunfo”, pero acarreando también “las mentiras, las infidelidades y el alcohol”.

 

          Aunque él dice que no es exactamente sus personajes. Que sus personajes son superiores a él, porque “sólo los necios tienen un concepto muy elevado de sí mismos”.

 

          Javier Cercas crea deliciosos personajes femeninos, como su Conchi de Soldados, que le recrimina a su novio, el periodistilla, estar escribiendo un libro sobre un facha  “con la cantidad de buenísimos escritores rojos que debe haber por ahí! García Lorca, por ejemplo, era rojo ¿no?”.

          Conchi, que no lleva ropa interior “porque así es más sexy”.

 

 

          Por dar datos más objetivos diremos que Cercas ha publicado seis obras de narrativa, tres libros de crónicas, artículos y misceláneas; cuatro ensayos y  seis traducciones. Además de ser profesor de la Universidad de Gerona. Según él, la Universidad, no la de Gerona, si no todas, es el lugar don de van a parar los inadaptados a la vida real.

 

          El autor de Anatomía de un instante también confiesa que las cosas mejores que le han pasado, le han pasado cuando las ha leído; que cree y apuesta por la decencia moral, lo que nos muestra su talante de Quijote, su defensa a ultranza de los personajes con más de una lectura;     que para él la literatura es un misterio, añade que escribir es experimentar con uno mismo y así volvemos al inicio de este perfil para cerrar el círculo ¿Por qué escribe Cercas? Pues es un misterio que el propio Cercas se confiesa incapaz de resolver pero que nos ha proporcionado, proporciona y proporcionará, en futuro, muy buenos momentos.

 

 

Adaptación de la presentación oral de “Javier Cercas” para el ciclo “Escritores en su tinta”, celebrado el pasado 17 de febrero de 2010 en la Biblioteca Salvador García Aguilar de Molina de Segura (Murcia).