REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


 

[1]

REPRESÉNTASE LA BREVEDAD DE LO QUE

SE VIVE Y CUÁN NADA PARECE

LO QUE SE VIVIÓ

 

 

¡Ah de la vida…¿Nadie me responde?

¡Aquí de los antaños que he vivido!

La Fortuna mis tiempos ha mordido,

las horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde

la salud y la edad se hayan huido!

Falta la vida, asiste lo vivido,

y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue, mañana no ha llegado,

hoy se esta yendo sin parar un punto:

soy un fue y un será y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer junto

pañales y mortaja, y he quedado

presentes sucesiones de difunto.

 

 

 

A LA REVISTA TONOS, EN SU DÉCIMO ANIVERSARIO,

AGRADECIDA POR EL BUEN HOSPEDAJE QUE ME DISPENSA,

DESEANDO QUE VIVA TANTO, Y EN PARALELO, COMO SU HERMANA MAYOR MONTEAGUDO

 


 

 

CARMEN AGULLÓ VIVES

VIVA ME ENCUENTRO, ASISTE LO VIVIDO

Los cuadernos de CAVISUR

Nº 4

Albacete, 2010

 

Í N D I C E

 

  1. Réplica a don Francisco. Soneto
  2. Epístola laudatoria
  3. Otra vez Murcia
  4. El sofá de don José María
  5. Doble encuentro con Infantes
  6. Vuelven los Miralles de Imperial
  7. El frondoso árbol de mi madre
  8. Nuestros ancianos padres
  9. Mi Colegio
  10. Dos ciudades, dos mundos en mi vida
  11. Ecologista… y yo sin saberlo
  12.  El 855
  13.  Almuñécar
  14.  Autorretratos
  15.  La dama y el taxista
  16.  Resortes de las memoria
  17.  El amigo Mariano en tres tiempos
  18.  Romance del encierro
  19.  Villancico de los niños de la calle
  20.  Villancico de don Quijote y Sancho

 


 

 

1. Réplica a don Francisco. Soneto

 

Viva me encuentro, asiste lo vivido;

me acosan sin cesar tantas vivencias

propias y ajenas, con sus menudencias,

que me obligo a salvarlas del olvido.

 

El gozo y el dolor, si compartido,

ensancha el campo de las experiencias

y la palabra suple las ausencias

devolviendo al presente el tiempo ido.

 

La vuelta quiero darle a ese soneto,

no para superarlo, empeño vano,

sino para que vida venza a muerte.

 

Vivir, amar la vida, eterno reto

al que se enfrenta todo ser humano,

y esperar vida eterna su gran suerte.

 

                                      

Escrito en Albacete el 11 de abril de 2010, 2º Domingo de Pascua, Fiesta de la Divina Misericordia, después de haber visto en TV el rezo del Regina Coeli de Benedicto XVI en Castelgandolfo

 

 

2. Epístola laudatoria

 

          No se espante el lector, que no he pensado/escribir esta epístola en tercetos,/ ya lo hizo Quevedo en la Censoria/ y sería tremendo atrevimiento/ emularlo a tal punto que quedara/ yo por los suelos en merecimiento.

          Ay, Musas, que me la están jugando. No encadenados pero sí medidos van los endecasílabos primeros.

          Punto y aparte, señor don Francisco, Caballero de la Orden de Santiago y Señor de la Villa de la Torre de Juan Abad. Vayan por delante los títulos que ostentó al firmar sus obras y permita, con todo mi respeto, que me encuentre yo libre para apear el tratamiento y llamarle, si se tercia, don Paco, que para mí es nombre venerable y venerado, pues lo ostentó mi padre.

          Y lo nombro porque a él debo, desde mi tierna infancia, el acercamiento a sus obras que, con el tiempo y los estudios, se convertiría en auténtica devoción. ¿Me creerá si le digo que alternaba la lectura de los Cuentos de Saturnino Calleja, señor a quien vuestra señoría no pudo conocer, con la edición de sus Sueños, en Clásicos Castellanos, con aquella letra tan grande que daba gusto?

          Pues sí, me reía a carcajadas solo con leer los títulos; eso de “La visita de los chistes” o el “Sueño de las calaveras” y “El alguacil alguacilado” me divertía mucho, y leía de corrido sus Sueños, supongo que sin enterarme de gran cosa, pero no puedo olvidar aquella “primera toma de contacto”, en Santa Pola, con un gran escritor.

          No me detengo en alabanzas, basta decir que lo tengo en mi nómina de preferidos, memorizados y amados con pasión literaria.

          Aunque no puedo callar que su apasionada defensa del Patronazgo de España a favor del Señor Santiago -y escribo en Año Jacobeo, ahora lo llaman Xacobeo 2010- algo me incomoda por ir en detrimento de otro de mis  amores literarios, en este caso mujer -y no piense el moderno lector deshonestidades-, mi querida Santa Teresa. Comprenda que me inclino por la defensa del gremio, que no género, por favor.

          Sentados los principios, vayamos al asunto. En mí he experimentado una interesante evolución en cuanto al concepto del mundo, de la vida, del tiempo. Cuando se esperaría lo contrario puesto que ya tengo vividos en este pícaro mundo catorce años más de los que la Providencia le permitió a Su Señoría, el optimismo, la alegría, son notas dominantes en mi modo de ver los temas trascendentes.

          Le doy la vuelta a otro soneto suyo -endecasílabo de nuevo acecha- , me chifla el  DESDE LA TORRE, y sacrifico el cuarto verso tan hermoso, y escucho con mis ojos a los muertos, con lo que el cuarteto inicial quedaría así:

Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos

y conmigo reviven los ya muertos.

 

          ¿Cómo lo explicaría? Ahora que son tantos los deudos y amigos alejados de mí en la barca de Caronte, la memoria me los devuelve vivos con gran gozo. No siento nostalgia o amargura, más bien agradecimiento al recordar las horas felices o tristes que compartimos juntos. Recordar, volver a vivir, agradecer. Y mucho mejor escribir sobre lo vivido.

          Esas gentes, esos acontecimientos, son parte de mi vida, convierte la memoria el pasado en presente continuo. Aunque destroce la rima terminaría el Ah, de la vida… con un presentes sucesiones de vivencias.

          En esta miscelánea de textos que se siguen verá, mi querido don Paco, cómo evoco con amor los retazos de vida irrepetibles porque ya se fue esa segunda persona imprescindible en la comunicación. Pero, mientras escribo, la siento tan viva a mi lado que hasta su respiración percibo, un gesto, un ademán, una sonrisa o una lágrima, furtiva o no, qué importa, un vestido, un peinado, una calva, un sombrero.

          Revivir es vivir de nuevo intensamente, con sosiego, marcando el ritmo al tiempo, contemplado como en una pintura, intemporal paradoja. En el mismo cuadro mis abuelos, Tomás y Juana, con don José María que se marchó anteayer y ahora su hija está leyendo y ¿llora?

          Gracias, Quevedo, por haber existido. En Albacete, 10-09-2010

 

 

3. Otra vez Murcia  

 

 

          La Murcia sin tiempo, o con toda la vida en pie, al conjuro de una palabra, una imagen, unos versos.

          Siempre atento, el Decano de mi Facultad, y cuando escribo mi Facultad me refiero a la de Murcia en la que fui estudiante y sigo siéndolo, me envía la felicitación navideña 2007 editada con primor y buen gusto.

          No me canso de mirar la ilustración, bellísima Sagrada Familia destacando sobre fondo oscuro. He de volver la hoja para encontrar nueva sorpresa: un espléndido villancico firmado por…. ¡un hijo de Labaña!

          Labaña, nuestro querido Bedel. La moviola rebobina en un santiamén unos cincuenta años o más. Y sigue retrocediendo porque Labaña me conduce a Rafael, mi paisano, qué nombre de torero.

          Rafael no fue el primer Bedel con que me encontré al ingresar en la Universidad. Don Pedro con sus grandes bigotes me pareció un casi Ministro. Pero Rafael era el de nuestra Facultad y su impecable figura ascética no marcaba distancias. Pese a su adusta presencia era un hombre cercano. Mejor, nosotras nos acercábamos a él zalameras en cuanto lo veíamos cargado, a modo de bandeja, con una buena pila de folios para algún examen, mendigando una mínima porción de ellos, que apenas se va a notar la merma. Siempre haciendo equilibrios con el papel y los presupuestos estudiantiles. Los folios de Rafael eran todo un lujo al lado de aquellos papeles color de rosa que conseguíamos a tan buen precio en una imprenta muy próxima, callejas cruzadas cerca de San Lorenzo, no sé si sabría hoy localizar el sitio exacto. Imagino que la imprenta aquella estará clausurada. A otra situación concreta y repetida asocio la figura de Rafael. Cuando cada mañana, a las diez en punto, abría el aula donde don Adolfo daba clase, para anunciar LA HORA, siempre respondido tal anuncio con un GRACIAS, RAFAEL intercalado hábilmente en el discurso filosófico que el maestro lograba terminar en breve espacio de tiempo. Y ese gracias, Rafael, tenía eco alborozado en nuestras mentes. Ya dije que Rafael era paisano mío. Muchos lunes coincidíamos los estudiantes de Elche con él en la Estación de RENFE para viajar a Murcia en aquel condenado “Granadino”, -cuántas carreras dimos para no perderlo, pasaba a las seis de la mañana y no llegaba hasta casi las nueve-, pero no recuerdo que coincidiéramos dentro del tren en el mismo departamento, creo que era respeto por nuestra parte.

          Se jubiló Rafael hacia 1950 y llegó un joven Labaña, siempre sonriente, atento, andando rápido de un lugar a otro dentro de la Universidad, tenía el don de la omnipresencia. A Labaña se le veía en todas partes. Labaña por aquí, por acá, por acullá. Labaña, un uniforme y una sonrisa. Así lo recuerdo. En los cursos de la especialidad, en Románicas, éramos pocos alumnos, terminamos solo quince, y Labaña sabía nuestros nombres y apellidos. Yo tuve la suerte de seguir comunicando con él durante muchos años en mis idas y venidas de Albacete a Murcia mientras seguimos vinculados a la Universidad antes de lo de Castilla la Mancha y la segregación que tan a disgusto llevé. Presente estuvo ¡cómo no! en la peripecia de la lectura de mi Tesis Doctoral. Fue en el hemiciclo antiguo, el de la planta principal, y todavía estoy oyendo a Labaña comentar asombrado al ver al Rector Batlle que presidiría improvisada y accidentalmente el Tribunal: es la primera vez que veo a don Manuel entrar en el hemiciclo a presidir una Tesis de Letras.

          Eso ocurría en 1975. ¿Vive todavía Labaña? Desde aquí le mando un cariñoso saludo y agradezco a su hijo -no lo conozco pero Ana Luisa me hablaba de él y de lo que se preocupaba por conservar los objetos que tenían relación con don Mariano,- la oportunidad que me ha dado para viajar por el tiempo ido sin moverme del sillón. La magia de los nombres, de los versos, de las figuras.

 

 

Albacete, 11, enero, 2008

 

4. El sofá de don José María

 

In Memoriam, a don José María Martínez Cachero

 

          Aunque no suelo estar de acuerdo con el manido aserto una imagen vale más que mil palabras, hoy viene muy a propósito iniciar el artículo con las fotos que justifican su aparente extraño título. Pudo pensar el agudo lector que yo rendía homenaje a don José María con un cuento casi clariniano, que a él le cuadraría mucho.

          Nada menos cierto. No puedo “inventar” al escribir un artículo que nace del corazón y experiencias inolvidables. Como la que viví cuando se hicieron las fotos arriba mostradas. Al dorso la fecha: Oviedo, 24, marzo, 2000. Mi querida colega y amiga Mary (Pérez) Montero[2] me acompañó a casa de su compañero de promoción universitaria, el cual, con el profesor Baquero Goyanes y ella, formaba un trío del que salí muy beneficiada. De hecho, Mary, por su condición de colega mía en Escuelas de  Magisterio, fue el puente que me llevó al profesor Cachero, con quien he mantenido durante años una cordial relación dada su benevolencia para con quien se sentía discípula suya sin haber asistido a sus clases jamás. La prematura muerte de mi maestro en Murcia, don Mariano (13, junio, 1984), con quien mantuve comunicación permanente pese a haber salido de la Facultad en 1953, me dejó huérfana de maestro y, lo confieso, me agarré como a clavo ardiendo al amparo del insigne profesor ovetense usando y abusando de su tiempo (eso me parecía siempre) con la lectura de mis modestos trabajos literarios y de investigación.

          No cantaré sus méritos, de sobra conocidos y comentados en estos últimos días. Sí quiero agradecer públicamente su condición de caballero y su trato humano, cordial y muy medido. Todo en él era medido y meditado. Guardo las cartas de don Mariano, siempre manuscritas, con una letra para paleógrafos, que yo descifraba con amor. Don José María escribía a máquina y corregía escrupulosamente a mano el texto con el mismo sistema con que lo hacía ante las pruebas de imprenta de uno de sus libros. Ello me pasmaba porque era indicio de la importancia que daba a cualquier escrito suyo, fuera un trabajo de investigación o una epístola para persona como yo, un gusanico que diría Santa Teresa.

          La Providencia ha puesto en mi camino personas extraordinarias que forman parte de mi vida, y que tanto me han enriquecido. Una de ellas don José María cuya muerte me ha impresionado tanto. En su última tarjeta, fechada el 15-II-2010, -curiosamente no hay en ella   correcciones a mano, le salió perfecta de la máquina- casi como una premonición me escribía: “Gracias por sus elogios para mi libro Liras entre lanzas…., ciertamente muy trabajado y quién sabe si no será mi último libro….”

          Y ya que de libros escribía quiero transcribir íntegra una carta suya en la que aludía a  mi último libro también[3]:

 

Oviedo, a 24-III-2008

 

 

Doña Carmen Agulló Vives

ALBACETE

 

Estimada amiga y colega: 

Muchas gracias por su cariñoso recuerdo en el día de mi Santo, testimoniado con el envío de un nuevo libro, Piezas de mosaico, leído por mí atentamente y con no pequeño gusto. Enhorabuena, pues.

                        Si las palabras se enredan como las cerezas (afirma Vd. en la página 171), también lo hacen con destreza, en sus vigilantes manos y así podemos disfrutar en las páginas de Piezas… de una grata y abundante variedad de asuntos, muestra o prueba una vez más de que su autora sigue gozando -quiera Dios que por mucho tiempo y que nosotros lo veamos- de una pasmosa y envidiable vitalidad que, por ejemplo, le permite no arredrarse ante la práctica del viaje, ante la grata reunión y comunicación con amigos y colegas, ante el ejercicio de la escritura, etc.

                        Gracias por su atención al dedicarme el relato “Volver a Jerusalén” y por otras afectuosas menciones acá y allá. Me ha resultado placentero seguir la carrera de su existencia en tan diferentes etapas, todas ellas contadas con gracia y destreza.

                        María y yo seguimos bien, cada cual ocupado en sus cosas. Yo he vuelto a una colaboración periodística quincenal en el diario La Nueva España, aprovechando como materia argumental los cuatro siglos que este año cumple la Universidad de Oviedo.

                        Cordialmente la saluda su buen amigo y colega

 

          Y sigue su inconfundible firma encaramada sobre una línea.

          Perdone el lector mi inmodestia al copiar carta tan elogiosa, pero es que define a quien la escribió. De todos es sabida su insobornable ecuanimidad. Entiendo la carta casi como una carta familiar, puesto que su ámbito era el privado, y no el ejercicio de su labor crítica profesional. Algo así como el agradecimiento por haber pasado buenos ratos con la lectura de algo ajeno a sus obligaciones  de  Cátedra e Investigación.

          Volvamos al principio. Andaba yo un día preocupada porque debía entregar, como ahora se acostumbra, con trabajo mío para la Revista local Sóc per a Elig  2008, de la SOCIEDAD VENIDA DE LA VIRGEN A ELCHE, una fotografía mía tamaño carné. Soy reacia a fotografiarme porque no suelo salir favorecida, más bien lo contrario. De momento me vinieron a la memoria las fotos que hicimos en Oviedo, una yo y otra María, como recuerdo de aquella visita en el año 2000. Qué buena mano tuvo la hija de don José María para sacarme tan bien. Consulté en un Laboratorio si de esa fotografía se podía sacar una de carné en la que apareciera yo sola. Me contestó el señor que el único inconveniente era que no podía eliminar la parte del sofá que quedaba a mi espalda. Pero, hombre de Dios, si eso no molesta sino que enriquece la foto. Casi nada, el sofá de don José María, ni imaginar puede usted lo que significa para mí. Ocho ejemplares obtuve por un módico precio. Ya tengo fotos de reserva. Y ahora, el sofá de don José María dando la vuelta al mundo en TONOS.

         

 

5. Doble encuentro con Infantes

 

Fotos: CAVISUR

 

 

          En realidad fue triple mi encuentro con Infantes, el primero en la distancia, desde la ruta Albacete-Ciudad Real, a mano izquierda una indicación, y el pueblo entrevisto como un grupo de casas en torno a la torre Parroquial. Iba yo preocupada con el asunto de esa jubilación que la Universidad de Castilla-La Mancha se empeñaba en no concederme, por aquello de que era voluntaria y anticipada, aunque tenía todos los derechos.[4] Por un momento me olvidé del motivo de mi viaje para decirme Infantes, Quevedo ¿cuándo podré visitar ese lugar?  Me emocionaba tan solo la proximidad al mismo.

          Pasaron años y en la primavera de 1999 fui convocada al IX Coloquio de la Asociación de Cervantistas en la ciudad manchega. Me acompañó Manoli, colega de mi Escuela, con tan mala suerte que al segundo día tuvo una caída  desgraciada que nos hizo regresar a Albacete -y de allí ella quiso seguir a Madrid lamentando mucho haberme aguado el Coloquio-. Pero Dios es grande hasta en las cosas pequeñas y en agosto de ese mismo año volví a Infantes, ahora con mi querida y añorada Carmen Bautista, con motivo, esta vez sí, de un certamen poético literario convocado por la Orden de Quevedo, radicada en el pueblo donde acabó sus días el Caballero de Santiago.    

          Van en cabeza algunas fotos de mi álbum, no sé quién pudo hacer aquella en que aparezco, supongo que un señor del público el día de la fiesta literaria.

          Confluyen en Infantes dos genios, el de Alcalá por su obra y don Francisco por su vida-muerte. Es curioso. Los eruditos del lugar se empeñan en dar vida real a los entes de ficción cervantinos y muestran, certificado por placa oficial, el edificio donde moró don Diego de Miranda, el caballero del verde gabán, amueblado, se supone, con una abigarrada  colección de los más variados enseres, todos del siglo XVI y  ¡ay de aquel que lo dudare! Carmen Bautista, de espaldas, contempla el edificio que se da de bofetadas con el vehículo aparcado en la esquina.

          En cuanto a don Francisco, en la impresionante Parroquial de San Andrés, pude fotografiar la lápida conmemorativa ubicada en la capilla que fue su primer enterramiento.

          Con devoción nos hacen entrar en la casa donde pasó sus últimos días y allí también nos certifican la autenticidad del edificio, sus dependencias y enseres.

          He de confesar que me emocionó ver la mesa escritorio del polígrafo. Puse disimuladamente la mano sobre el tablero y le pedí al poeta que me trasmitiera algo, un cachito, de su ingenio para escribir. Y me costaba separar la mano de la mesa. Si alguien, en ese momento, me dice que no es auténtica, le retuerzo el pescuezo.

          Quevedo, el hombre, de carne y hueso un día, no como el siempre dudoso Caballero del Verde Gabán (cuánto debe reírse Cervantes desde el Parnaso con las adivinaciones de los cervantistas).

          Y he aquí que me viene a la memoria otro momento quevedesco, año 1980, mes diciembre, lugar, menudo lugar, Salamanca, Homenaje a Quevedo de la Academia Literaria Renacentista. Estoy viendo al profesor de la Sorbona Maurice Molho (q.e.p.d.) exponer brillantemente su Ponencia sobre “El Buscón don Pablos”. Y, en golpe de efecto, llega a decir, repito de memoria, tanto me importa la obra, que el autor es irrelevante, pudo no existir, ¿acaso existió Quevedo?  Yo, que aún no había estado en Infantes me quedé de una pieza. ¿Me está leyendo desde su Parnaso, mi señor don Francisco? Entonces, ¿a quién perteneció la mesa que acaricié con tanta emoción? ¿qué papelón representan en nuestros días esos señores que se visten a lo XVII, con sus capas blancas y las cruces rojas santiaguinas y soportan los calores, fuertes calores del agosto manchego, leyendo versos y más versos, buenos sí, pero que no llegan ni a la suela del zapato de Vuestra Señoría…de la Villa de la Torre de Juan Abad?

          Villanueva de los Infantes, siglos XV al XVII en pie, cal y piedra en los edificios, escudos nobiliarios, rejas de forja, jornadas inolvidables en aquel 99 con Carmen Bautista. Qué bien lo estamos pasando, me decía. Creo que ahora lo pasa mejor y me sigue acompañando.

 

Albacete en Feria, 14, septiembre, 2010

 

6. Vuelven los Miralles de Imperial

 

Elche, 19, septiembre, 1995

 

          Insinué en La tercera salida[5] : “no me extrañaría que en próximo cuaderno volvieran a aparecer estas gentes del marquesado de la Torre de Carrús”, y en efecto aquí están.

          Alguien ha dicho que nadie está oficialmente muerto si no aparece su esquela en ABC. A mi madre le gustaba leerlas, por si conocía al difunto y sobre todo por saber a qué edad había dejado este mundo. Yo le comentaba que eran muy pocos los que pasaban de noventa años mientras el número de los sesentones y setentones era más abundante. Con su lógica aplastante me contestó: natural, somos menos los que llegamos a edad tan avanzada. También advertíamos los ejemplos en los que, por propia voluntad o de los familiares, eso no se decía en la esquela, no se mencionaba la edad del fallecido.

          Es el caso que hace casi un año, noviembre, 1994, sería por la fecha, me preguntaba si vivirían mis parientes, los Miralles de Imperial, hijos de la Marquesa de la Torre de Carrús, Claudio, Luís y Jorge.

          El sábado, 16 de los corrientes, ha aparecido en ABC la esquela de doña Amanda Hornedo Correa. Va escaneada al final pero me permito desmenuzar los detalles de su redacción para sacar mis conclusiones, siempre hipotéticas. No se indica la edad pero debía ser avanzada puesto que se citan nietos y se la nombra, con letras de buen tamaño, viuda de don Luís Miralles de Imperial, Marquesa viuda de la Torre de Carrús, Hija de María del Sagrado Corazón. María de los Sagrarios. No le faltan títulos que exhibir. Falleció en Madrid el 14, 9, 1995. De los datos sobre la familia que aparecen se deduce que Claudio murió soltero y heredó el título el segundo, Luís, el gordo. Que el tal, pese a su aspecto de boxeador robusto, pasó a mejor vida antes que la esposa, y que de los tres hermanos solo queda Jorge, el menor, el galán de película, casado con Concepción Íñigo. La fallecida deja tres hijas y dos hijos, amén de un hermano (obispo, S.J.), una hermana religiosa y otros tres más. Como se ve la esquela está redactada con todo lujo de detalles. Yo, por mi cuenta pienso que la señora pertenecía a familia acomodada pero no perteneciente a la nobleza con lo cual el matrimonio fue de conveniencia para ambos cónyuges, don Luís encontraba acomodo para vivir holgadamente y la piadosa señora añadía a sus títulos devotos el de marquesa, marquesado cuya pervivencia parece asegurada en esta rama con tanto retoño vivo.

          -Me pregunto, hoy en 2010, si esa gente conservará la misteriosa finca cercana a Santa Pola, si los nietos de la difunta la mantendrán y habitarán en los veranos, quizá alguna mañana, en mi temprana hora de baño, me cruce en el mar con alguno de ellos, pueden salir parientes a la vuelta de la ola… qué sé yo.-

          Fallecida mi madre, no leo las esquelas de ABC, así que si algún día aparece la de Jorge ni me entero, aunque tengo la impresión de que su estilo sería distinto y que lo más probable es que haya muerto; si no, sería centenario.

          Adiós definitivo en mis papeles a esta familia, que ahora estoy pensando ya en nuestro traslado a Albacete y en la vacaciones que le doy a Nefertiti por una temporada…aunque tal vez antes de irme escriba un romance al dentista, fue cosa de ver la llegada del dentista con la enfermera, este Paco es un buenazo, -hermano por cierto de Alberto Miralles Grancha, el dramaturgo del que escribí en La tercera salida-, viene a casa, le extrae a mi madre el colmillo, la deja sin dolor, y como tiene claustrofobia se sube los casi cuatro pisos, tres más entresuelo, por la escalera y la enfermara sube en el ascensor tan descansada, cuánto tengo que agradecer al Cuerpo médico. Dios sea loado.

 

 

 

7. El frondoso árbol de mi madre

 

Albacete, septiembre, 2010

 

 

Fotografía publicada en la Revista FESTA D’ELIG, nº 14, agosto 1954

 

Gran gozo para mí escribir sobre mi familia materna, tan distinta a la de mi padre por posición social y sobre todo por la fecundidad de la misma. De la familia paterna escribo por referencias no por experiencia vital; mi padre fue hijo único y póstumo. Parientes pocos y de no mucho trato.

          Pero el árbol de mi madre requeriría un libro, no un artículo. Mucho quedará en el tintero (para otro número de TONOS).

          Mis abuelos maternos pertenecían al pueblo llano, gente  vinculada a la agricultura con pequeñas posesiones, un bancal de granados por aquí, otro de almendros por allá (por cierto que lo llamaban el higueral, indicio de anterior cultivo), otra parcela de viñedo en Matola (a nivel local, el vino del término de Matola era afamado), hermosa síntesis de los cultivos típicamente mediterráneos. Pero sobre todo mi abuelo Tomás era arrendatario de varios huertos de palmeras, el negocio del dátil su especialidad. Mi madre pasó su infancia en las casas de los huertos pegados casi al casco urbano hasta que mi abuelo compró casa en la ciudad, a un tiro de piedra de la Arciprestal de Santa María y pared medianera por el patio trasero con el convento de las Clarisas, el corazón de Elche entonces.

 

 

(Óleo de mi propiedad (34X26 cm.), obra del pintor ilicitano Eduardo Rodríguez Samper)

 

Los huertos pertenecían al Patrimonio de la Virgen de la Asunción, por sucesivos legados y con sus rentas se sufragaban los gastos del culto y Fiestas de Nuestra Señora ¿quién no ha oído hablar, si no visto,“El Misterio de Elche”? El Administrador de estos bienes, con quien trataba mi abuelo, unas veces era el Párroco y otras un seglar, mi madre hablaba mucho de un don Lorenzo, a cuyos hijos he conocido yo misma, familia extraordinaria.

          A la abuela Juana dediqué uno de mis más queridos artículos que reproduciré al final[6]. El abuelo Tomás era un hombre serio, de pocas palabras pero acertadas, honrado a carta cabal, reconocido como gran conocedor de la agricultura ilicitana. Cuentan que solicitaban su desinteresada colaboración para calcular el valor de las cosechas cuando se quería ajustar el precio con el fruto en el árbol. Si había discrepancias entre las partes, la palabra de Tomás Vives era la última.

          Siempre me impresionaron dos anécdotas que contaba mi madre, reveladoras del noble carácter del abuelo. Con frecuencia tenía que contratar jornaleros para la recogida de las cosechas, -la almendra en verano, los dátiles y granadas en otoño...- y cuando  volvía a casa se lamentaba de lo dura que había sido para él esta labor. Se me encoge el corazón al ver que no puedo contratar a todos los que me miran con tanta ansiedad. Malos tiempos estos. A mi memoria viene la parábola de los obreros de la viña (Mateo, 20) …porque nadie nos ha contratado. Y cuando se ponía en guardia ante el recado de la abuela, que dice doña Tula que don Manuel quiere hablar contigo. –“Ya sé yo para qué y se engaña. Le diré lo de siempre, que cuente con mi voto pero yo no digo a mis hombres a quién deben votar, el voto es personal y secreto”.  A  Doña Tula deben recordarla los lectores de La tercera salida, como la marquesita que no era marquesa, pariente lejana por parte de mi padre. Su marido era en Elche el jefe de un partido, no sé si el liberal o el conservador, y hacía su campaña personal con amigos y vecinos. Mis abuelos lo eran pues entre la casa de Gómez Valdivia y el huerto de la Virgen solo existía el Paseo de la Estación. Hubo siempre trato llano entre esos señores y mi familia, extendida a la prole de ambas, exigiría capítulo aparte.

          No se le conocieron vicios a Tomás Vives, “Maset”, vivió para su trabajo y su numerosa familia, cuatro muchachas y dos varones, sin contar los gemelos que murieron a los pocos días de nacer. ¡Qué alegre era la familia del huerto! mi madre y hermanas tuvieron fama de guapas y en la casa siempre había trajín de gentes entrando y saliendo, amigos, parientes -los había en cantidad por ambas partes- gentes que negociaban… y sobre todo, en los días de fiesta y paseo, era obligada la visita al huerto, mi madre y tías colocaban una larga fila de sillas en las portadas y siempre había que añadir alguna a última hora. En animada conversación se veía el ir y venir de los paseantes que saludaban según el grado de confianza con una simple inclinación de cabeza, un buenas tardes  sonriente, o un bue…nas  arrastrado para prolongar la inspección sobre los huéspedes accidentales del huerto. Qué salsa le daba mi madre al contar lo de los paseos.

Y no digamos el trato con tíos y primos de distintos grados, y la costumbre de mandarnos a casa de la tía Matilde, hermana de mi abuela,

que hace tiempo que no habéis ido, o a la tía Teresica, hermana de mi abuelo… otra hermana de este, al casarse, se marchó a Argelia y grande era el agasajo que se les hacía a “las francesas”, cuando llegaban en verano, a las fiestas de agosto.

          Tal vez en próximo cuaderno escriba sobre la prima Amparito, lo era de mi madre por el apellido Verdú, pero a su vez era sobrina de una hija de Blasco Ibáñez, casada con un hermano de la madre de Amparito. Es historia de dátiles ilicitanos vendidos en Valencia, nada más digo.

          El frondoso árbol de mi madre me hace sentirme vinculada a la Madre Tierra,  a la familia, casi en sentido bíblico, abierta en las dos direcciones, la horizontal (los contemporáneos) y la vertical (las generaciones sucesivas, que también conviven horizontalmente, dada la longevidad de algunos miembros). Me pronostican los amigos larga vida por estos antecedentes pero….. Hoy es el hombre y mañana….. Ya nos advierte Quevedo con insistencia.

 

Elche. Calahorra y Basílica de Santa María       Capilla Convento Clarisas. Fotos: CAVISUR

 

 

Sigue la semblanza de la abuela Juana publicada en “Vivos en mi palabra”

La  abuela  Juana

          Si en los Apuntes para una novela escribí sobre la locuacísima viajera del Talgo, abuela de una serie de nietos a quienes amaba vagamente debido a la condición de la mamá de las criaturas, hoy me siento obligada a dedicar unas páginas a mi abuela Juana. ¡Qué mujer! Fracasada me siento de antemano ante su figura. Me desarma su misma sencillez, no sus cualidades más o menos espectaculares.

          ¿Cómo era la abuela Juana? En primer lugar no era Juana sino Juanita o Juanica. Y no era abuela, era “la Mare” y con eso quedaba dicho todo. Yo, su enésima nieta, la llamaba mare como todo el mundo. Al principio lo encontraba tan natural que ni se me ocurría preguntar por qué la llamábamos así. Con los años y la curiosidad averigüé que todo vino por mi prima María. Ella, la primera nieta, frecuentaba mucho la casa de los abuelos y allí disputaba el cariño y atenciones de la mare con mi tío Salvador, pocos años mayor que su sobrina María. La niña oía al otro niño llamar mare -con todos los derechos- a la abuela y ella no iba a ser menos. El niño se enfurecía contra María diciéndole no es mare teua, es meua, meua, y la abuela abrazaba a la nieta diciéndole soc mare teua, sí, mare teua també. Entre el “mare” del hijo y de la nieta, la señora Juanica nunca se vio libre de niños a quienes atender. Así hasta el último de ellos. Y tuvo tiempo de oír la palabra “mare” en boca de biznietos, los hijos de aquella que le acuñó el nombre para siempre. Nunca abuela, la abuela Juana, nunca abuela. Siempre LA MARE, con mayúsculas.

          Piadosíssima mujer -no enmiendo el lapsus ortográfico que, en el presente caso, resulta casi connotativo-, la imagino ahora disputando con los ángeles confiteros -¿fue Alberti el que escribió sobre ellos?- el privilegio de confeccionar las mejores confituras para ofrecerlas a la Majestad Divina. Albaricoques, ciruelas, manzanas, peras o tomates, jamás le fallaban. El dulce de tomate era una de sus especialidades. También toda clase de dulces en cuya fórmula interviniera la leche como ingrediente principal. Incansable cocinera era una Santa Teresa de la vida conyugal. Rezando entre pucheros, hospitalaria como el que más, Marta y María vivían en ella. Bien chiquita yo, me llevaba con ella al mercado -veo ahora su enorme cesta y su bolsillo- no sin antes pasar por Santa María a oír su misa y comulgar. Regresaba a media mañana con su enorme carga de provisiones comestibles, todas tan apetitosas, y sin haberse desayunado todavía. Eran los tiempos del riguroso ayuno eucarístico que para la mare resultaba tan natural... Comentaba que en el mercado le daban todo lo mejor porque se quedaban prendados de la chiqueta, tan bonica que la acompañaba. Predilección de abuela que además era madrina de bautismo. Creo que de ella heredé la afición a la piedad, a la cocina, a los viajes….. y al mareo. Sí, ella disfrutaba muchísimo con los viajes, realizándolos y relatándolos después. ¡Cuántas veces le habré oído contar un viaje a Valencia con su padre, cuando todavía era soltera! De esa afición a los viajes se deriva otra, la de las compras.... Hay quien piensa  que la actual sociedad de consumo es la inventora -o al menos promotora- de la afición a las compras. Aseguro que mi abuela se anticipó a los tiempos. Los mercados al aire libre eran su debilidad. Ignoro si todavía se celebra en Orihuela mercado los martes, pero recuerdo mis viajes en tren a Orihuela con la mare, solo a comprar al mercado y, de camino, visitar a unas primas que tenía allí entre las que había una Juanita, nombre obligado en la familia desde tiempo inmemorial. Hoy se ha roto la tradición. La mare consiguió cuatro nietas Juanas y solo una biznieta, la última ya. Me encanta el nombre porque lo asocio con personas de la familia que me son muy gratas. Según la antigua costumbre debí llamarme Juana pero mis padres rompieron en parte con ella y, roto el juego de prioridades, me correspondió el nombre de la abuela paterna -que, en buena ley debió ostentar mi hermana mayor, la primogénita- y no el de la materna. Total, que Asunción debió llamarse Carmen, Carmen, Juana y Juana, Asunción, como nuestra madre. ¿Está claro? Para mí clarísimo.....

          Dejemos los nombres y volvamos a los hombres. Estábamos en el mercado de Orihuela ¡qué animación de mercado! Las verduras y las frutas tan frescas, los vendedores de aves y conejos, los de conservas y salazones, los cacharreros, caldereros, charlatanes de toda especie. Las primas de mi abuela vivían muy cerca del mercado. La hija de una de ellas era modista y le tomó medidas a mi tía, que había viajado con  nosotras, para hacerle un vestido, la tela era estampada, sobre fondo negro campaba un rebaño de cabritillos, el vestido de las cabritas se llamó siempre. Lo recuerdo todo muy bien y de esto hace.... ni contar quiero los años.

          Había que oír a la mare relatar sus viajes a Cartagena y a Torrevieja. Se trataba de viajes antiguos, algunos realizados antes de casarse, como el de Valencia, otros después, pero todos antes de la guerra y de que yo naciera. Se mareaba mucho en automóvil, al que llamaba “el vomitón”, pero no en tren, exactamente igual que yo. Jamás renunciaba a cualquier ofrecimiento con tal de viajar y tener oportunidad de traer a casa el producto de sus compras. Entre ellas hay que incluir las realizadas en las confiterías ya que su debilidad por los dulces no terminaba en la confección de los mismos. Mi tía Teresa, -la “comedianta mayor” según mi madre, y también “gobernanta”-, le echaba en cara su desmedido gusto por las golosinas y le propinaba algún “golpe bajo” aprovechando su preocupación por el aseo y la higiene, sobre todo en cuestiones culinarias, cuando le decía que en los obradores de las confiterías vaya usted a saber qué clase de limpieza habría y cómo era capaz de comer sin ascos cosas que vinieran de semejantes lugares. A mi abuela se le atravesaba el pastel  que estaba comiendo y le decía a su hija en tono suplicante ¡calla, Teresica, per favor!

          Jamás vi enfadada a mi abuela, ni levantando la voz. Su timbre era suave, claro. No reía a carcajadas pero siempre estaba sonriente. Había tenido ocho o diez hijos y le vivían seis. Cuentan que al nacer mi madre, la cuarta niña, un médico vecino, que acababa de ser padre del cuarto hijo varón, le propuso a  mi abuela, ente bromas y veras, hacer un canje de criaturas, por aquello de la variedad.... Le cambio mi Miguel por su Asunción.... Después llegaron mis dos tíos y todo quedó equilibrado por vía natural. No sé si el médico tuvo hijas....

          Gustaba la mare de sentarse en el patio por las tardes y hacer calceta. Entonces cantaba unas canciones muy antiguas, con la letra tan trastornada que no había quien las entendiera. Solo era fiel al texto en los cantos piadosos, tan de su agrado: a la Eucaristía, al Corazón de Jesús, los penitenciales o a la Virgen María.... Pero yo recuerdo con especial cariño, desde mi infancia, aquello que debía ser una interesante deformación de una tonadilla de principios de siglo:

          Mi amante es para ti / para ti lo mejor/

          aceite de “rochí” ¿? / agua de tocador/

          y un perrito faldero..../ si lo quieres mejor /

          lorí lolorilorí,  lolorialo lolí /

          lorí lolorilorí, lolorialo lolí ./

          Si conmigo venirte quisieras,     

          qué felices habiamos[7] de se...er,

          viviría feliz en el mundo,

          no sería con otra muje...er....

          “Mare, cante otra vez eso del lorí, lorí.” Y la mare volvía a su canción, sonriente. Cantaba otra canción que recuerdo menos pero no está del todo olvidada:

          Las mocitas de hoy en día / muy originales son

                    (.................................)

          No saben coser, / tampoco guisar,/  pero saben hacer cosas..../ gestos, guiños y algo más (..............................)

          ....y visten de cuerpo entero, / saben montar a caballo / y todo lo hacen al pelo.....

          Tan inocente era mi abuela que imagino suprimió los elementos “picantes” de las tonadillas con lo que quedaron, las pobres, casi sin sentido. Pero ¡qué bien las cantaba!

Escrito en julio de 1981

 

Tomás Vives Botella                               Juana Belso Verdú

(1865-1953)                                    (1867-1951)

 

8. Nuestros ancianos padres

 

El que teme al Señor honra a los padres

y sirve a sus padres como a señores.

Eclesiástico, 3, 7

 

          En otro lugar escribí sobre este asunto de la edad y las líneas divisorias entre las distintas etapas de la vida humana, con citas de Cela incluso.

          Nuestra sociedad, tan pragmática, parece remitir a la vida activa laboral y señala el momento de la jubilación como el comienzo de la que no sabe como llamarla y va oscilando de “la tercera edad”, la “vejez”, la “ancianidad” o, lo que ahora más prima, “nuestros mayores”.

          Alguna pista da el DRAE, considerando el valor que tienen las entradas según el lugar que ocupen en la definición del término.

Viejo. 1. Se dice de la persona de edad. Comúnmente puede entenderse que es vieja la que cumplió 70 años.

Anciano. 1. Dicho de una persona. De mucha edad.

Mayor. 2. Dicho de una persona: que excede en edad a otra. 3. Dicho de una persona: entrada en años, de edad avanzada.

          Ni me entretengo en lo de la “tercera edad” porque me parece la más desafortunada de las denominaciones. Algo han percibido los comunicadores, que hasta legislan en el DRAE, cuando se empeñan en imponer lo de “mayores”, que aparentemente, queda mejor; no caen en la cuenta de que por tratarse de término comparativo, queda relegada al tercer lugar la acepción “de edad avanzada”. Pienso ahora en los niños y en ese príncipe destronado que a los tres años de edad ya es “mayor” porque nació un hermanito…

          Lexicológicamente queda claro que el término más adecuado es el de anciano, con la salvedad de que en América, por las connotaciones afectivas que tiene el término viejo,  -vienen a la memoria los tangos- ambos términos serían intercambiables.

          Nuestros ancianos padres. Considero que somos personas privilegiadas las que hemos disfrutado de ellos, de uno o de ambos -es mi caso el segundo-.  Cuanto más se vive más se ama. No importa el estado de salud, ya sea envidiable a avanzada edad, ya sea disminuida o incluso muy deteriorada. Gozar y sufrir con ellos, sentirlos vivos en el grado que sea. ¿Acaso no cuidamos de las plantas? Me parece cruel cuando alguien alude al padre o madre, que solo tiene vida vegetativa, como si por ello ya no tuviera valor. El valor de la presencia no hay quien lo quite.

          Los amigos los elegimos por ciertas afinidades o circunstancias de la vida. Los colegas, impuestos por el ejercicio de una profesión, pueden convertirse en amigos o no, depende. He de confesar que siempre he establecido una corriente de simpatía con aquellos colegas de quienes he sabido que vivían sus padres ancianos, uno o ambos como dije. Y no digamos los amigos, amigos.

          Sé que me olvidaré de alguien, pero a riesgo de quedar mal con el olvidado, no me privo de citar nombres, unidos a una entrañable amistad. Creo que el diccionario debería suprimir lo de los 70 años en los viejos. Es muy relativo, depende de la misma persona, ella sabe más que nadie, tenga los años que tenga, si es vieja o no. Mi madre a los noventa comenzó a “sentirse vieja”. Una persona de sesenta y pocos puede sentirse vieja si no encuentra razones para vivir.

          Con qué mimo cuida Nati de su madre, que va camino de los 102, creo. Cómo presumía Arturo de los 103 de la suya. Qué pena sintió Carlos al ver que su madre, casi por unos días, no llegó a cumplir los cien. Tuve que consolarlo por teléfono: Así estamos los dos igual, que también mi madre se quedó a la puerta de los cien. Colette ha sentido la orfandad en lo más hondo con el fallecimiento de su madre que vivió muchos años soportando tremenda enfermedad, la que aísla de la comunicación con los seres queridos. Charo, como yo, perdió primero a su anciano padre -para ella fue un trauma terrible- y  con la muerte de la señora Benigna (la convertí en ente de ficción en PIEZAS DE MOSAICO) creyó que ya había terminado su misión en el mundo. Pero sigue en pie como un roble. ¿Qué decir de Ana, huérfana de padre desde la infancia, que concentró los dos amores en la madre, viva hasta los 86 y viva aún para la hija? Por eso hablamos tanto por teléfono....

          Pascualita, que vio morir joven a un hermano, fue el sostén de sus padres ancianos y suplió como pudo tan dura pérdida. Y pienso en Sara; a la tragedia de la muerte de su joven hijo unía la preocupación por su madre que perdía a un nieto muy querido, muy vinculado a la abuela. Me confesaba Carlos en un Congreso que, viviendo en Estados Unidos, recordaría siempre, como los mejores tiempos, los vividos en Inglaterra cerca de su abuela a la que adoraba. Y de Nueva York doy salto a Córdoba para que no se enfade otra Ana, que a su padre lo conocí y sé de lo unida que estaba a él, por hija única y otros motivos. Ahora cuida de la tía, esposa de su padre y hermana de su madre, una graciosa historia; casó con el cuñado viudo con una niña pequeña y, porque no se olvidase la memoria de su hermana, impuso a la niña que la llamase siempre tía.

          No olvido a Pepita, tantos años un solo corazón con su  querida madre…..ni a José Luís, a quien agradezco que, no solo mantenga vivo el recuerdo de sus padres sino que lo extienda a los míos y siempre me llama en los aniversarios.

          Van quedando vivos muy pocos padres de mis amigos, pero vaya mi recuerdo especial para Tere que, perdida la madre no hace mucho tiempo, centra sus cuidados en el padre que ya superó los noventa, es decir viejo, según la teoría de mi madre y no digamos la académica.

          Espero que siga viviendo la madre de Veronique, mi amiga francesa, con amistad cultivada desde la distancia por nuestra común afición a la música, aunque yo creo que el secreto está en el día que me mandó por Internet un retrato espléndido de su madre, con más de noventa,  muy bien llevados. En abril de este mismo año me escribió una larga carta de la que destaco:Il y a longtemps que je ne t’ai pas donné de mes nouvelles mais c’est que maman a été malade, un cancer de sein et finalement on a dû l’opérer. Je suis restée beaucoup chez elle pour la soutenir et l’emmener passer les différents examens et ensuite j’ai dormi avec elle à la clinique le temps de son hospitalisation. Hereusement que cette possibilité est offerte car elle permet un soutien moral et aussi pratique pour toutes ces choses dont on a besoin. L’opération s’est très bien passée et maintenant maman se repose dans une maison de repos. Elle en sortira lundi prochain. Elle y a fêté ses 96 ans le 30 mars! Un détail amusant: avant son opération les infirmières sont venues lui demander tour à tour si maman avait un dentier. Comme elle n’en a pas (tu imagines toutes les dents à son âge!) et qu’en fait personne ne la croyait vraiment, juste avant l’opération, le chirurgien lui dit: “ouvrez la bouche madame!” On a bien rigolé avec ça! En fait il croyait que maman perdait la tête ce qui n’est son cas! (….) J’ai oublié, je crois, de t’en parler, mais maman a gagné l’année dernière le 1er prix de poésie de la ville d’Hendaye, félicitations et bouquet de fleurs à l’appui! Je te scannerai ses poèmes, certains sont très beaux et très tristes. Quand je les lis je ne peux m’empêcher de pleurer.  No han llegado los prometidos poemas ni ha respondido a mi último correo de hace unos días. Eso no me extraña porque Veronique suele retrasar sus respuestas. Deseo que su madre siga recuperada y ¡con todos sus dientes!

          Y no digamos como me congratulo de poder comunicar telefónicamente con doña Marga que disfruta lo indecible cuando hablamos, como ella dice “de nuestros queridos muertos”. Cuesta recordar a don Manuel como un anciano por muy venerable que sea el término. Y si me apuran, más me cuesta asumir que soy vieja, viejísima según el DRAE, y anciana de todo derecho. Aunque, como el tema era de los “ancianos padres” quedo excluida de tal categoría, salvo que se me conceda, en cierta medida, la maternidad espiritual por los partos del cerebro vía teclado y tantos alumnos en quienes he podido dejar alguna impronta de mi ser.

          Maternidad espiritual, la de Madre Teresa de Calcuta, nacida en 1910. Buen final de capítulo rendirle merecido homenaje en su primer centenario.

 

En Albacete, 17, septiembre, día final de la Feria 2010.

               

9. Mi Colegio

[8]. A doña Maíta y doña  Mariate

 

          Desde que escribí el artículo La Universidad de Murcia y yo, estaba esperando este tema, que debió ser escrito antes, si a la cronología nos atenemos. Se llega a la Universidad tras un Bachillerato o después de cumplir 25 años y no es este segundo supuesto mi caso, que a los 25 ya estaba más que Licenciada.

          Mi Colegio. ¿Cómo definirlo? ¿Qué elementos básicos lo constituyen? Un edificio con sus dependencias adecuadas, una comunidad formada por docentes y discentes, un plan de estudios en acción.

En tres apartados divido el artículo. Y la cosa va a tener más miga de la esperable.

          En el año 1941, con diez años, entré por primera vez en el primer edificio sede del “Colegio de Enseñanza Media (Legalmente reconocido) “La Asunción de Nuestra Señora”, de Elche (Alicante), para pasar la prueba de Ingreso en el Bachillerato, Plan 1938. Hasta cinco sedes distintas tuvo el Colegio, edificios hoy totalmente desaparecidos, bien por exigencias de los planes urbanísticos o por demolición para levantar nueva casa en el mismo solar. Cinco edificios, hoy en mi mental retina, por los que estuve transitando desde 1941 hasta 1958, ya como alumna, ya como profesora; diez y siete años de vida discente-docente, casi los mismos de la vida del Centro que no habrá superado la veintena, más o menos. Aquí debía haber dicho con propiedad: Mi Colegio y yo.

          El primero estaba instalado en la llamada “Casa de Gómez” (por sus propietarios, gente de pro) donde antes había funcionado un Instituto de Enseñanza Media, fundado en la República y suprimido después de la guerra del 36-39. De ahí que, desde el principio, a nuestro Colegio se le llamara en Elche “el Instituto”. Cursé allí solo el primer año. En segundo, como el Colegio debía dividirse en dos secciones, la masculina y la femenina, las chicas pasamos, por muy poco tiempo, al nº 10, de la calle Puente Ortices ¿cómo voy a olvidar esta referencia si, años más tarde, viví en esa misma casa? Qué extraña y singular sensación la de recordar que el dormitorio de mis padres había estado lleno de pupitres bipersonales, esos del asiento abatible, y que yo, niña, me sentaba en uno de ellos, atenta a las dinámicas clases de don Gonzalo, que convirtió nuestros cerebros en computadoras “avant la lettre”, con el ejercicio del cálculo mental. O que nuestro cuarto de baño fue el “servicio” para cuyo uso había que pedir permiso….

          De Puente Ortices pasó la sección femenina a un enorme caserón ubicado frente al Mercado de Abastos en una plaza desde la cual se accedía a la Calle Mayor. En los bajos estaba instalado el Registro Civil y el Colegio en la Planta Principal. Siguiendo la calle Mayor se llegaba muy pronto a la sección masculina que, desalojada la “Casa de Gómez”, fue a parar a un edificio frente a la plaza de Santa María por su puerta principal. Esta era y fue la sede central del Colegio hasta su clausura.

          El quinto edificio surgió por traslado del de la Plaza de Abastos a otra casa en la Corredera, frente al Cine Coliseum, más o menos, a mano izquierda según se va desde la Glorieta hacia el Ayuntamiento.

          Yo, como alumna, “viví” en los tres primeros, como profesora, en los dos últimos.

          Ninguno de estos edificios se construyó para que fuera centro escolar; se trataba de casas grandes adaptadas con imaginación y buena voluntad…pero cuánta vida bullía entre aquellas paredes. Vivos siguen en mi mental retina como dije.

          Pasemos revista al personal docente. He de advertir que escribo sobre los diez y siete primeros años de mi vida académica y lo hago, remontándome hasta casi setenta años antes, sin más documentación que mi memoria y el reciente hallazgo de un libro en cuya cubierta figura impreso: Ministerio de Educación Nacional. Enseñanza Media. Libro de Calificación Escolar. En la parte superior una tirilla de papel pegada en la que se lee, mecanografiado en color malva, Carmen Agulló Vives. (Al dorso de la cubierta, ángulo inferior izquierdo, “Editorial García Enciso”)

          Desde la página 1 a la 20, van apareciendo los registros estampillados con el espacio en blanco para escribir datos personales, calificaciones, etc. Todo supervisado por el Instituto de Enseñanza Media de Alicante, al que estaba adscrito el Colegio. De la página 21 a la 26, veo asombrada, escritos a lápiz, con dictados, problemas, dibujos, supongo que obra de alguno de mis sobrinos que se apropió de mi libro.¡Vaya desfachatez!   En la parte superior de todas las páginas aparece impreso “Ministerio de Educación Nacional. El Ministro (manuscrito) José Ibáñez Martín. El Director General de Enseñanza Superior y Media (manuscrito) creo leer José Pemartín.

          Las calificaciones del Primer curso tienen un cajetín para cada asignatura con la firma del profesor correspondiente. A partir del 2º año cambia el formato y en una misma página se especifican, en vertical, todas las asignaturas con su correspondiente Puntuación, Conducta y Aplicación. Cierra con la nota media final y firman solo el Secretario con el VºBº del Director.

          Hago esta aclaración porque he de confiar a mi memoria la tarea de nombrar a todos los profesores responsables de mi formación en el Bachillerato. Y fueron muchos. Tengo el recuerdo de una serie de personas (pocas) que permanecieron en el Colegio todo el tiempo, e incluso siguieron en él durante mi etapa docente, y otras muchas que pasaban y desaparecían con lo que tal movilidad creo que me favoreció bastante. Distintos estilos siempre enriquecen. A riesgo de ser monótona, irá la relación de nombres, según dicte la memoria y con breves pinceladas sobre cada profesor.

          Es natural que aparezcan en primer lugar “las tres profesoras” llegadas de Madrid con don Gonzalo para fundar el Colegio. Dos de ellas, a quienes dedico el artículo, permanecieron hasta el final: Doña Carmen Sainz, la Directora[9] y doña Maria Teresa Vega,[10] la Secretaria desde que don Gonzalo se marchó. Qué agradable la señorita Susa, mi primera profesora de Francés que pronto volvió a sus madriles. Don Joaquín Vidal era  sabio, tímido y muy feo, le tenía yo lástima por las malas acciones de algunos alumnos, nada aficionados a las Ciencias Físicas, Químicas y Naturales. Con Don José Martínez nadie se estremecía en la clase de Religión; opositó a Canónigo y se fue a Alicante donde impartió enseñanza mucho tiempo en la Escuela del Magisterio; orador sagrado brillante y muy culto. Le sucedió don José Buigues, amigo de mi familia desde siempre, por paisano y porque fue Párroco en Santa Pola y luego en Elche. Don Vicente Valero, bonachón, con su enorme voz de bajo representó durante años en el “Misterio” el papel de San Pedro. Vuelvo a los científicos: don Gabriel Ruiz de Lope, muy activo, nos movía de puesto en la clase según la calidad de nuestras respuestas a sus preguntas; don José Oliver, hacía agradable la Química por su doble condición de Farmacéutico y Maestro Nacional; tuve la suerte de seguir aprendiendo Matemáticas con doña María Serrano que estuvo en el Colegio, recién licenciada en Exactas, hasta mi curso 7º, después ingresó en una Congregación religiosa de Enseñanza. El doctor Balcázar, médico de prestigio, echó una mano en mi formación, lo recuerdo haciendo pruebas de laboratorio elementales y fascinantes. Y don José Picó, tan alto y tan serio, su único hijo casó con Saritín, mi amiga desde la infancia santapolera, que quedó viuda muy joven. También don Balbino Barceló dio clases esporádicas; como aquel señor que iba desde Alicante y alguien dijo que se llamaba don Filiberto, con lo que le abreviamos el nombre y le llamábamos don Fili; él no se percataba pero un día oyó claramente lo de Fili y exclamó asombrado, pero sin enfadarse, ¡Pero si me llamo don José!. Don Antonio Pomares, pionero en el periodismo ilicitano de la época, después de la clase de Lengua siempre nos pedía noticias para los “Ecos de Sociedad”. Así salió la del nacimiento de mi hermana Juani. Dos buenos profesores de Dibujo fueron don Rafael Canales y don Álvaro, yo mediana alumna en tal materia. Mejor se me dieron las Labores con la primorosísima doña Mari Cruz que casó con don Juan Torregrosa, también Profesor un tiempo en el Cole. Y no olvido al simpático don Juan, profesor de Inglés; con él aprendí el Our Father de memoria. No sé de dónde conseguía unos folletos que nos regalaba, de unas 30 páginas, con historias, y no había dos iguales. El mío, lo estoy viendo, se titulaba The shop on the corner, creo que lo leí completo.  La Señorita Celia, después doña Celia, al casarse con el pintor Sixto Marco, tenor en la “Festa” interpretando a San Juan mucho tiempo y profesor de Estudio en el Colegio de los chicos, ella lo fue en el de las  chicas, controlando la firma de los profesores y dando alguna clase de Lengua. Mi remoto recuerdo, aunque después tuve mucho trato con ella y podría añadir mil detalles, es el de una voz inconfundible y un peinado especial, creo que se llamaba entonces “Arriba España”. Don Luís Chorro, directivo del Colegio y profesor de Filosofía, la amabilidad personificada, elegante y pulcro. He dejado para el final dos profesores cuya categoría sobrepasó los límites del ambiente cultural ilicitano. Y ello me congratula. A Don Vicente Ramos Pérez basta localizarlo por google si su nombre, de entrada, no permite al lector reconocerlo. Adelanto que se le considera una de las figuras más relevantes de la intelectualidad alicantina. Mi reciente consulta lo da como vivo todavía, debe andar por los noventa y fue mi jovencísimo profesor de Griego y Filosofía en 5º curso. Era muy guapo, alto, de mirada penetrante, claro en la exposición, puntual y ameno. Venía de Alicante. Y he tenido el placer de comprobar en Internet que, en sus datos biográficos, se hace constar que durante un tiempo fue profesor en el Colegio “La Asunción de Nuestra Señora” de Elche. Además en 1974 coincidimos presentando sendos trabajos en la IV Asamblea Comarcal de Escritores[11]. Lo saludé como antigua alumna y sonrió ¡qué tiempos aquellos! Ahora recuerdo una anécdota de don Vicente muy simpática. Explicaba él a alumnos de un curso superior al mío la diferencia entre concepto  y término con un ejemplo: si yo pronuncio “bilitri”, que acabo de inventar, no puedo llamarlo “palabra” porque no encierra ningún concepto. Y saltó la chispa en la clase: un alumno dijo ya tiene significación, es el nombre del periódico que vamos a fundar. Así nació BILITRI, publicación modesta en los primeros años de vida del Colegio. Desapareció cuando aquellos chicos terminaron el Bachiller ¿conservará alguien alguna de aquellas hojas multicopiadas con ilustraciones y todo? Y con los poemas de Pascual Micó (q.e.p.d.)

          De la fama del segundo me enteré mucho después. Don Julián fue el enigmático profesor que se encargó de la clase de Griego al marcharse don Vicente. Andaba con bastón, cojeaba ligeramente. Y hacíamos cábalas sobre el origen de este pequeño defecto: ¿será de nacimiento? ¿herido de guerra, tal vez? Lo que yo no podía imaginar entonces es que fue el causante de mi “regreso anticipado al Colegio” dos años después de haber terminado el Bachillerato. Dos años que fueron como el Ecuador que separó mi etapa discente de la docente. Siete años alumna, ocho profesora, tres de los cuales como Ayudante de doña Carmen que agregó a su Latín el Griego y me pidió por favor que diera las clases de esta última asignatura porque a don Julián se le ocurrió, a mitad de curso, aprobar unas Oposiciones de tipo Administrativo y dejó colgado el Colegio. Como en Tercero de Facultad yo había pasado a la Enseñanza Libre, recién establecida en 1950, estaba en Elche y fui literalmente “cazada” por mi Directora para enfrentarme ¡menudo bautismo docente! con estudiantes de Griego, algunos hasta mayores en edad que yo, que me conocían como compañera de solo dos cursos anteriores al suyo. Qué sofocos pasé para mantener con dignidad la clase pero sin altanería. De don Julián supe mucho más tarde; con la reciente democracia apareció su nombre en los medios, creo que llegó a ser Senador; de lo que estoy segura es de los homenajes póstumos recibidos como el gran poeta de Santomera. Murcia es tierra de poetas y don Julián era uno de ellos. ¡Quién lo pensara tiempo atrás! Nunca aludió a esta faceta suya en clase. Y teníamos frente a frente a un hijo de Apolo.

Ya Licenciada, seguí con el Griego y con Latín de los primeros Cursos y Lengua Española, que era lo mío. La Directora y la Secretaria no consiguieron que les apeara el usted pero sí pude llamarlas doña Maíta y doña Mariate. Los profesores, de los que pasé a ser colega, tal vez los recuerde menos; cada uno iba a dar sus clases a distintas horas y no se celebraban reuniones oficiales de todo el profesorado. Recuerdo, claro, a Tomás Martínez Blasco, matemático, porque nuestras familias se relacionaban desde tiempo antiguo; a Antoñita Gomis, química, que venía de Alicante, porque coincidí con ella en la Universidad; después vino otro químico cuyo nombre no recuerdo pero sí que era murciano y hermano de un tal Luís que se casó con Pili, compañera mía en el Colegio Mayor…Por cierto que este joven protestó un poco en broma porque el Colegio me despedía generosamente, cuando me fui a Córdoba, con una pulsera de oro de la que colgaba un trébol de cuatro hojas con mis iniciales y, al dorso, dos fechas: 1941-1958. Doña Carmen le contestó: Cuando lleves diez y siete años en el Colegio, algo te regalaremos.

          Un recuerdo cariñoso para Fernando, el Conserje, que vivía en el edificio de frente a Santa María, su esposa Cecilia, y la hermana de esta; y también para el niño, Fernandito, a quien no he visto de adulto, no lo reconocería, pero sé que destaca por su afición a la fotografía.

          Y mil perdones a quienes haya olvidado y deberían figurar en esta nómina.

          Prometí escribir sobre el elemento discente. Mal puede funcionar un Colegio sin alumnos. Pero seré breve. En primer curso comenzamos algo más de veinte alumnas, en el último éramos solo siete. Siempre me sentí algo descolocada por razón de edad, mis compañeras de curso, por el retraso de la guerra, no andaban con la edad justa como yo y por eso comunicaba más con alumnas de cursos inferiores al mío, creo que fui amiga de todos y de nadie, bastante independiente por la circunstancia especial de que mi padre había solicitado dispensa del tiempo  de estudio vigilado y entraba y salía a deshoras. Y si alguna vez me quedaba en el estudio no era extraño que la señorita Celia me mandara a la mesa del fondo, una mesa pegada a la pared y separada de las tres líneas de pupitres bipersonales, con sus dos pasillos centrales. Era yo algo habladora pero sola, en el fondo, me lo pasaba en grande haciendo pajaritas de papel. No procede aquí citar nombres propios. Pero sí dejar constancia de un detalle especial. Aunque oficialmente los alumnos en clase debían estar separados por sexos, los directivos, gente liberal, según el número de estudiantes adscritos al mismo curso, previa la separación de sexos, si los grupos quedaban algo desnivelados o eran poco numerosos, los fundían en uno. Por ejemplo, mi hermana mayor casi todo el bachillerato lo cursó en un grupo mixto: eran tres chicas y unos cuatro chicos. También se tenía la política de fundir en un solo grupo a los alumnos de séptimo para que hubiera más estímulo de cara a la preparación del temible Examen de Estado de ingreso en la Universidad. Ni en ese caso pude coincidir con muchachos en clase. Éramos siete chicas y muchos chicos y parecía que el grupo femenino tenía nivel más alto y  corría el riesgo de “ser absorbido” por la masa gris, con lo que nos preservaron separadas hasta el final. Confieso paladinamente que nunca estuve traumatizada por no haber disfrutado de la coeducación. Estoy convencida, y tengo larga experiencia por las Escuelas de Magisterio, que es absolutamente inocuo para la formación integral de los estudiantes, desde el jardín de infancia a la Universidad, el hecho de que en las clases haya o no separación de sexos. El día tiene 24 horas y no se pasan todas en el centro escolar, salvo en los internados, de los que no puedo opinar pues es nula mi experiencia en este campo.

          Hora es ya de ir terminando con una confesión que sorprenderá a muchos. Y han de creerme bajo palabra de honor. Los tres testigos que pudieran confirmar los datos han muerto. Ellos me acompañan ahora ante el teclado.

          En octubre de 1958 obtuve, por Oposición libre en Madrid, la plaza de Profesora Numeraria de Lengua y Literatura Española en la Escuela de Magisterio de Córdoba. Más tarde se cambió la denominación de la plaza y pasé a ser Catedrática. Tanto monta.

          Fui al Colegio a dar la noticia y despedirme. Pasados unos días doña Carmen me llamó. La estoy viendo en el despacho de dentro, muy solemne, ella siempre estaba en la secretaría con doña Mariate, acompañada por esta y diciéndome más o menos lo siguiente: Carmen, Mariate se quiere ir a Madrid con su familia y yo estoy cansada de ir y venir a Alicante donde pienso quedarme solo con mi plaza del Instituto; don Luís está muy ocupado y no quiere encargarse de la dirección del Colegio. Hemos pensado que, para no tenerte que marchar a Córdoba, te ofrecemos la dirección y propiedad del Colegio en las condiciones que quieras y no te será difícil encontrar dos profesores que nos sustituyan a nosotras, el resto quedará igual. Y para tu familia será una alegría tenerte en casa ya que estás tan vinculada a tus padres.

          Ante tan sorprendente e inesperada proposición solo pude balbucir que lo consultaría con mis padres y  les daría respuesta en breve.

          En casa la noticia fue motivo de análisis variados y jugosos, los más contundentes y documentados los de mi padre. Y como he tenido los padres más generosos del mundo volví al Colegio con esta respuesta. Tanto mis padres como yo agradecemos la oferta pero ellos opinan que si he aprobado unas Oposiciones tan duras y con tanto esfuerzo, no puedo dejar de seguir mi destino y ese destino se llama Córdoba.

          Lo que va de un SÍ a un NO. De haber sido afirmativa mi respuesta mi vida hubiera sido absolutamente distinta a la que he vivido y tal vez el Colegio de “La Asunción de Nuestra Señora” seguiría funcionando en el siglo XXI. De hecho se clausuró no mucho después de 1958. Ignoro la fecha exacta.

          Mi querido y admirado don Francisco. Asiste lo vivido, sigo poniendo en pie con gozo el tiempo ido.

 

Albacete, 5 de mayo, 2010

 

Sección femenina del Colegio de la Asunción

Foto fin de curso 1944-45.

En pie, a la derecha, la Directora, doña Carmen

A la izquierda, segunda fila, la señorita Celia

Sentada, en el centro, Carmen Agulló Vives

 

 

 

 

Carta  al  hijo  de  Maíta  (16-1-1985)

 

          No es difícil escribir una carta de pésame cuando sale del corazón. Así debió ser la que mandé a José Virgilio cuando murió su madre pues su respuesta provocó otra mía aclarando, comentando sus observaciones.

          Me ha sorprendido un poco y, por supuesto, de manera gratísima, que mi madre pudiera inspirar tanto cariño en alumnos como el que tú reflejas en tu carta. La creía yo más bien distante y a veces dura con sus alumnos, y no era extrovertida a la hora de demostrar afectos, aunque los tuviera, que sí los tenía por muchísimas personas....

          Ten en cuenta que yo fui alumna de tu madre en esa primera etapa, que llamo mágica, y después colega suya en el Colegio hasta que obtuve la Cátedra en Córdoba. En la etapa mágica, doña Carmen fue para mí un ser casi irreal de puro distinto a todo lo que me rodeaba. Ella venía de muy lejos, como en los cuentos de hadas, -casi nada, de Madrid, remota tierra para los niños provincianos de la periferia habituados solo a viajes de cercanías, a Santa Pola o Alicante- era delicada como una porcelana china o una flor exótica, la rigidez de su pierna un dato más para considerarla un ser aparte, envuelto en un misterioso halo, y, sobre todo, su sabiduría. Verla sumergida en Cicerón o Virgilio causaba asombro. A mí, niña aplicada aunque no repelente, porque a otros, la incapacidad para las lenguas clásicas podía alejarlos también de los profesores que las impartían. Así entiendo la distancia y dureza a las que aludes. Es muy importante, en la relación profesor-alumno, tener en cuenta la materia objeto de estudio. El Latín y las Matemáticas no gozan de excesivas simpatías entre los estudiantes. Recuerdo los días de traducción difícil y las artimañas empleadas en clase para dilatar la corrección de los ejercicios ¿Quién le dice hoy a doña Carmen que nos explique de nuevo el ablativo absoluto? Es infalible, se pasará el tiempo explicando y no pregunta...O tempora o mores...

(…….)

 La cercanía, desde otro plano, no derribó el ideal forjado en la infancia. Disfruté de su trato cordial más a fondo -grata su amable ironía, chispeantes sus comentarios, soy madrileña, más castiza que la Fuente de la Teja, diplomática en ocasiones y sabia en lenguas como cuando la conocí.- No creas, pues, que, por no haber aspirado a Cátedra -quedó como Agregada de Institutos-, su vida no ha tenido una proyección interesante. Dices que fue brillante en el Instituto Escuela como en la Universidad y luego, intelectualmente, rindió menos de lo que hubiera cabido esperar. Fueron los azares de la guerra y yo, egoístamente, como en el caso de don Ángel Valbuena en Murcia, me alegro. Tales circunstancias provocaron el traslado a Elche de tu madre y por eso estoy escribiendo una carta que ya reclama punto final no sin antes agradecer esa nota adicional en la que recuerdas aquellas tardes tórridas de verano en Elche en que me enseñaste griego, ¿te enseñé algo?, con lo que te debía dejar sin siesta o sin apacible lectura después de comer....

P. S.   Por si no lo conoces, te añado el soneto que escribí cuando tu madre se jubiló, jugando con los nombres de tu padre, el poeta latino y el tuyo propio. A ella no le agradó mucho, me lo dijo con su sinceridad habitual parece que me has colocado en un mundo ficticio, ¡qué le voy a hacer! Así salió

 “Arma virumque cano” repetías

en una y otra clase sin cansarte,

enamorada del difícil arte

de la lengua del Lacio. Parecías

estar viviendo en los felices días

de Virgilio o de César : buena parte

de tu vida fue así y, al jubilarte,

volviste al siglo al que pertenecías.

El pájaro de Lesbia ha muerto, amiga,

vive feliz en tu Madrid natal.

Aunque perdiste dos Virgilios queda

el tercero y su prole. Todo rueda

según el plan de Dios. Y no se diga

que perdiste tu humor habitual.

 

De mi libro  CRÓNICAS DE DOS SIGLOS, Albacete, 2003, págs. 123-26

 

10. Dos ciudades, dos mundos en mi vida

 

          Entre los inéditos conservados en el corazón de Nefertiti, encontré este verano, 2010, los versos que se siguen y, aunque no son muy buenos, les concedo el honor de la publicación porque en ellos se alude a mi casa-colegio de la que ha quedado escrito en el artículo anterior. La escritura del poema se inicia en el Talgo, a la vista de la ciudad destino del viaje y se termina en Albacete ese mismo día 1 de abril de 1997. Muy arraigada en los rincones de la memoria la vivencia infantil.

 

Regresar al origen, ver que todo

es igual y distinto;

ya no existe la casa

donde mi madre me dejó en el mundo,

ni tampoco la otra

en que viví joven adolescente,

fachada con escudo nobiliario,

grandes habitaciones y el recuerdo

de aulas en el Colegio,

primeros cursos del bachillerato.

 

Sobre aquellas ruinas

hay edificios tan impersonales….

Quedan en pie, testigos de mi vida,

La iglesia Arciprestal, grande Basílica

resistente al furor del treinta y seis,

y en la Plaza Mayor, remodelada,

aún el Ayuntamiento se conserva

con Calendura y el Calendureta

-mazo en mano, campanas entrañables-

aunque el viejo reloj del frontispicio

se haya perdido a cambio de otro nuevo

que contemplo sin horas concertadas.

 

Regresar al origen,

solo por breve tiempo, que me espera

otra casa, el solar que yo he fundado,

mirando hacia delante,

en esta tierra donde ya enterrada

queda gran parte de mi mejor vida.

 

Tierra para nacer, la de Levante,

Tierra para vivir, la de La Mancha,

Tierra para morir, donde Dios quiera.

 

11. Ecologista…y yo sin saberlo

 

          La legión de duendes plumíferos que conduce los Cuadernos de CAVISUR por las más extrañas veredas ha dejado sobre mi mesa de trabajo una antigua Revista de gran formato que, por ser la dedicada a las fiestas anuales asuncionistas de Elche, me he dedicado a hojearla.

          No había pasado muchas páginas cuando me encuentro con un artículo ¡firmado por mí! hace exactamente ¡cincuenta años!

          No he tenido más remedio que digitalizarlo e incluirlo a continuación para conocimiento de los lectores y, sobre todo, para rescatarlo del olvido. No es tan privilegiada mi memoria.

          Todavía me asombra más el contenido y el tono del artículo. Muy ponderadamente, pero se trata de una reivindicación ecologista en toda regla. Para que se vayan enterando los de las pancartas, que ya dijeron los clásicos Nihil novum….

          Y me congratula que, durante los últimos cincuenta años,  tanto los munícipes como los particulares hayan tomado en serio mis sugerencias. Porque ¿qué sería hoy del palmeral ilicitano si yo no hubiera escrito el artículo que sigue? 

 

PARQUES Y JARDINES ILICITANOS

 

CARMEN AGULLÓ

 

          Cuando se ve uno forzado a escribir sobre algo material, palpable, visible, pero que por la distancia resulta impalpable, invisible, hay que detenerse un poco a pensar.

          Hablar de los jardines de Elche desde Córdoba inevitablemente nos lleva a las comparaciones y más si se escribe en primavera. Las comparaciones siempre son odiosas; solo se pueden admitir cuando se hacen con mucha comprensión y sin ánimo de ofender.

          La ciudad de Córdoba tiene hermosos jardines; casi diría yo que cada casa, cada patio es un pequeño jardín. Y hasta hay alguna palmera. Personalmente me atrae el paseo de la Victoria porque tiene dos largas filas de palmeras que me recuerdan las de la tierra que me vio nacer. Sin embargo, estas palmeras no son como las de Elche; son…no sé; yo las veo menos graciosas, menos esbeltas, de una verticalidad uniforme que, al mirarlas, me hace añorar esas variadas y audaces posturas de las palmeras ilicitanas. Hace falta estar ausente de la tierra para saborear el encanto especial de la palmera como elemento decorativo.

          Y a la palmera, como a todo, hay que saberle sacar partido. Eso es lo que se hizo con nuestro Parque Municipal, continuamente renovado, o con el Huerto del Cura, que vienen a ser dos jardines excepcionales. (Sería muy buena cosa que iniciativas particulares convirtieran en auténticos jardines  los huertos que circundan la ciudad, con lo que esta quedaría muy embellecida. Si el número de jardines debiera aumentar en proporción razonable al crecimiento de la vivienda y la población, calcúlese…)

          El parque, el jardín, cumple una función importantísima en cada ciudad y sobre todo en los países meridionales donde el sol luce y calienta la mayor parte del año.

          Es más, en una ciudad industrial como Elche es una necesidad para el ciudadano, metido durante largas jornadas en el ambiente de una fábrica, el poder respirar un poco de aire libre y saneado de vez en cuando.

          Porque, aunque a ciertas horas del día parezca que los jardines están hechos solo para los niños, lo cierto es que tan necesarios son al niño como al adulto.

          El adulto, ese preocupado hombre de nuestros días que no ha reparado tal vez, porque no se ha tomado la molestia de pensarlo, en lo agradable que puede ser la contemplación de una rosa, o el correr del agua en una acequia, o el cimbrearse airoso de una palmera.

          Sirvan estas líneas de invitación al Municipio, en primer lugar, para que continúe el esfuerzo en pro de la conservación y ampliación de los jardines, y en segundo lugar, a todos los ciudadanos para que colaboren por una parte y disfruten por otra de ese maravilloso regalo de la Naturaleza -en último término de Dios- que son los jardines ilicitanos.

 

(Digitalización del artículo publicado en la Revista FESTA D’ELIG, Agosto, 1960, número 20, dirigida por D. Antonio Sánchez Pomares)

 

Albacete 15, septiembre, 2010

Palmeras. Foto, CAVISUR           Parque Municipal de Elche. Foto, Mariano Baquero Escudero

 

 

12. El 855

 

Albacete, 15, mayo, 2010

 

          Debería titular este artículo como la inolvidable película Sonrisas y lágrimas, que de todo hubo en torno al, de momento, enigmático número.

          Es el que me correspondió al matricularme en la Universidad de Murcia para el Examen de Estado, que daba paso al grado de Bachiller.

          La referencia a este acontecimiento queda reflejada en la estampilla de la página 20 en mi Libro de Calificación Escolar.

          Julio, 1948. Y parece hoy. Hay, es cierto, lagunas en la memoria pero queda tema suficiente para unas páginas.

          El tal Examen de Estado constaba de dos partes: ejercicio escrito y oral. Del resultado del primero se enteraba uno por la prensa en la que había una larga relación de números, ¡ay! no correlativos. Solo figuraban los admitidos a la parte oral.

          Noche toledana en Murcia, con calor y nervios, habitación en el Hotel Madrid, tan cercano a la Catedral que las campanadas de su reloj cada cuarto de hora perforaban los tímpanos. Fui acompañada por mi padre que se quedó en la puerta de la Universidad viendo la riada de jóvenes que se agolpaban esperando que don Pedro “cantara” su número e indicara con el brazo la dirección a seguir por el Claustro camino del aula correspondiente. No puedo recordar el texto de Latín que se propuso para la traducción ni los problemas de Matemáticas (¿uno o dos?) que debían ser resueltos. Pero sí recuerdo el tema de redacción: Las novelas de Cervantes a excepción del “Quijote”. Va por usted, Casasayas. ¿No cree que estaba predestinada a la Asociación de Cervantistas antes de su fundación? Me senté en el banco junto a un muchacho con cara de despistado que escribía poco. Yo, al amparo de cuatro estampitas  (San Antonio, Santa Gema Galgani, María Inmaculada y un Cristo Crucificado), me puse a escribir como una loca maldiciendo en mi interior al buenísimo de don José Loustau (entonces no sabía yo lo “bueno” que era) porque no dejaba de pasear por el aula a grandes zancadas al tiempo que repetía en alta voz una serie de consejos para “tranquilizarnos”; ¿cuándo se callará este señor?.

          Salió en el periódico el 855, como si fuera un número agraciado en la Lotería Nacional.

          Se convocaban para el oral cada día una serie de números. No sé por qué medio me enteré de que existía la posibilidad de anticipar el examen si te presentabas voluntario al terminar el examen de los convocados diariamente. Tampoco recuerdo cómo me fui a Murcia, sin mi padre esta vez, a la ventura, pero lo cierto es que fui porque no tenía paciencia para esperar hasta el 855.

          Se celebraba el oral en una enorme aula cuadrada con varias filas de bancos. El Tribunal, imponente, en el largo estrado con seis o siete señores que iban a su aire llamando por turno a los casi bachilleres. Me senté en un último banco junto a no sé quién; yo hablaba por los codos explicando mi situación de “voluntaria” y, de repente, don Juan Sancho, con potente voz me interpela ¡Aquella señorita del fondo!  Yo, ingenua, digo ¿Es a mí? Respuesta inmediata ¡Salga usted del aula!

          Me temblaban las piernas y, ya en el pasillo del claustro, rompí a llorar pensando ¿Qué hago yo ahora?  Dos jóvenes se me acercaron para saber qué me afligía. Bla, bla, bla, No te preocupes, mujer; nosotras, como somos de aquí y ya nos hemos examinado, venimos casi todos los días a ver el ambiente. Tú deja pasar un rato largo y luego entras y te sientas en un lugar alejado del anterior; don Juan ni se acuerda de tu cara, seguro. Cuando llegue la hora te presentas voluntaria y verás como no pasa nada.

          Y así sucedió. Ni imaginar podía que en la tarjeta de examen me estamparan un SOBRESALIENTE en el examen oral. El día de San Fermín.

          Al examen para Premio Extraordinario fui con mi padre que pronto entabló conversación con una señora viuda de Albacete que acompañaba a su hijo con quien yo simpaticé también. Era muy optimista y no se cansaba de repetir: Nos darán el Premio a todos porque somos solo siete y el cupo que corresponde según los matriculados es de diez. Quizá en 2010 la Ministra de Igualdad hubiera anulado aquel examen pues había seis varones y una sola mujer. Para compensar el desequilibrio el Tribunal estuvo atentísimo conmigo. Que saque las bolas la señorita. Había dos bolsas con tres bolas cada una. Se trataba de extraer una de cada (Ciencias o Letras) y dar a elegir entre esos dos temas. Recuerdo perfectamente los tres temas de Letras que fueron leídos antes de la elección: El tema de don Juan en la Literatura, La Filosofía en el siglo XIII y La historia política de España en el Siglo XIX. Y vine a sacar el tercero. De Ciencias no recuerdo nada pero José Antonio me dijo después que era el peor. Y yo, tan fresca, le digo a don Ángel Valbuena ¿Puedo sacar otra vez? No podían contener la risa aquellos señores venerables pero don Ángel y el otro Ángel, González Álvarez, el filósofo, me miraron con simpatía y hasta me preguntaron ¿Qué tema le hubiera gustado sacar?  Contesté con sinceridad que cualquiera de los dos menos el que había salido.

          Anduve como pude a vueltas con liberales y conservadores, revoluciones y guerras. Lo peor estaba por llegar. La lectura pública de lo escrito. Y se arrancó un chico de Albacete, no José Antonio, el hijo de la viuda, que iba para médico, con el siguiente enfático comienzo: Oigo, Patria, tu aflicción…etc. Tierra, trágame, me dije, yo no salgo a leer. Pero leí porque estaba allí mi padre, tan aficionado a la Historia, él si que hubiera hecho un escrito brillante, de auténtico Premio….

          Tras la lectura, unos minutos de espera. Vuelta a la clase y el Secretario del Tribunal que va leyendo, lentamente, los nombres de los premiados, según el número conseguido. Obtuve el 4 y después caí en la cuenta de que me habían colocado como si fuera la Reina de la Fiesta, con tres caballeros a cada lado, imaginé el orden en horizontal y no en vertical. Quedaba mejor.

          Al comenzar el curso 1948-49 (adiós al Bachillerato) tuve dos sorpresas. La primera, que las dos jóvenes que me consolaron en el examen oral estaban matriculadas en Filosofía y Letras, 1º de Comunes, como yo. No recuerdo si nos reconocimos al vernos y comentamos el caso, supongo que sí. La segunda, que en 1º de Derecho apareció el joven enfático y me dio saludos de parte de su paisano José Antonio que estaba en Madrid estudiando Medicina. Corta vida la suya. Supe que había muerto por un miembro del Tribunal de Grado en Alicante, cuando el Bachiller se dividía en Elemental y Superior. Yo acudía, como representante de Letras, para juzgar, con el Tribunal Permanente, a los alumnos de mi Colegio. Entonces ni soñar podía que iba a establecerme en Albacete para tanto tiempo. Y aquí estamos, don Francisco. Vos formando parte de mi Biblioteca y yo escribiendo en esta particular Torre de Juan Abad, casi a un tiro de piedra de la vuestra. Al menos estamos en la misma Comunidad Autónoma.

 

 

 

 

13. Almuñécar

 

In Memoriam, a Teresa Soubriet Cordero

 

Verano, 1949. Adiós, playa de china gorda, cañaverales de azúcar, pueblo marinero por donde Granada se asoma al Mediterráneo….

Adiós,-Motril a lo lejos-, endemoniada carretera entre las estribaciones de la Penibética, curvas, barrancos, recuerdos del viaje de ida entre náuseas y horribles mareos. ¡Qué raro! En el viaje de regreso a casa no nos hemos mareado. Debe haber sido por la “comodidad” del vehículo, uno de esos transportes para soldados, con asientos corridos en lateral, lujo evidente. A la ida viajamos en simples camiones de transporte… de mercancías.

Ahora, de regreso, cantamos mucho, nos aturdimos recordando las mil canciones aprendidas durante nuestro período de campamento porque, en el fondo, quienes regresamos a Granada vamos tristes. Tristes, sí, porque terminaron los días de alegre convivencia, porque nos vamos a despedir de tantas nuevas amigas, de Granada o de Valencia, a quienes tal vez no volvamos a ver, y…porque nosotras no hemos aprovechado la oportunidad que se nos brindaba de viajar al Norte de África…y en Granada el grupo quedará de nuevo mermado y pocas, muy pocas, embarcaremos otra vez en el histórico tren Granada-Alicante que cubre su recorrido en un tiempo “record” de ¡quince horas aproximadamente, salvo retrasos! En Murcia quedaré sola en el tren hasta Elche, o acompañada con una morenita de Alicante que estudiaba Químicas. No estoy segura. A la que recuerdo con seguridad es a Tere, que ahogaba sus nostalgias con aquel nuevo descubrimiento del peine y el papel de fumar, improvisada armónica que sonaba bastante bien. Se necesitaba arte para sacarle partido a tan rudimentario instrumento. Y Tere lo tenía. ¡Qué distinto este viaje al bullicioso de ida! Siempre los regresos tienen algo de reposado y melancólico. Y, si a los 18 años se acaba de renunciar a una aventura africana, no digamos.

Instaladas en nuestro “veloz Pegaso” dejábamos pasar las horas lentamente, sin impaciencias. Ya estábamos preparadas, después del viaje de ida, para olvidarnos de África y pensar en nuestras familias, en nuestra casa, en nuestra cama ¡ay, cómo se habían echado de menos en el campamento algunos pequeños detalles del hogar! Las colchonetas duras y plagadas de chinches, sí, chinches, a nuestra llegada, fueron un verdadero tormento. Las de piel más delicada nos vimos atacadas con tal furia por los viles insectos que daba verdadera lástima contemplarnos. Alguien hubiera pensado que éramos víctimas de un extraño sarampión.

Y aquellos infaustos días en los que, por azar, aparecía una mosca guisada en nuestro plato y debíamos seguir como si tal no ocurriese, por aquello de la disciplina y la caridad para con el resto de comensales. Ojos que no ven… Dicho quede, en descargo del personal de la cocina, que recuerdo con deleite unas soberbias fuentes de natillas con que nos obsequió la cocinera una tarde….

Las charlas del Padre Antiñolo, los fuegos de campamento, el ritual de izar y arriar banderas…el momento, emocionante siempre, en el que se desvelaba el enigma del cambio de pito. Jefe de día….fulanita de tal, Subjefe….menganita de cual. Una vez hice de menganita, léase Subjefe, papel poco importante. Debió ser por mis pocos méritos ante las jefes. Todo el tiempo estuve entre las negadas para el baile, es decir, el grupo de la sardana….¡Qué linda figura la de la profesora de baile! Andaluza era.

Calificaría de muy sabrosas las horas en que nos permitían acercarnos al pueblo. Yo siempre compraba botes de leche condensada ¡a cinco pesetas! Lo escribí a mi madre como noticia sensacional. En aquel pueblo todo debía estar baratísimo. Nosotras nos limitábamos a nuestro chocolate y la leche condensada que guardábamos en aquellas taquillas que había en el dormitorio para los útiles personales. El bote de leche se pinchaba en dos puntos diametralmente opuestos y…¡a chupar! Lástima que aquellas delicias quedaron malogradas por una plaga de hormigas que invadió nuestro campo y nos obligó a cambiar de táctica y sistema por aquello de ¡ver lo que se come antes de ingerirlo!

Y ahora me pregunto ¿por qué a pesar de tantas miserias me resultan tan gratos  los recuerdos de Almuñécar? Y eso que aún no he escrito -tal vez no debiera hacerlo- del sacrificio que fue para mí permanecer casi un mes frente al mar a todas horas, a un tiro de piedra de la playa y no poder zambullirme en sus aguas. Yo que me había criado en un puerto, que siento el mar como la sangre de mis venas, tuve que renunciar al baño aquel verano por no contrariar a mi madre que no me consideraba totalmente restablecida de la enfermedad que heredé con el Examen de Estado.

Mi mayor tormento en Almuñécar, más que las chinches o las hormigas, fue la hora del baño, lo confieso. Pero me valió aquello para pasar muchas horas contemplando el mar “desde fuera”, contra mi antigua costumbre de vivirlo “desde dentro”.

Por otra parte, poco hubieran importado unas cuantas zambullidas en la playa de china gorda. De nuestra estancia en el campamento lo que de verdad importaba era el trato humano, con gentes de las que ha quedado un perfume, un recuerdo, y en algún caso, como el de Consuelo, la sorpresa y la alegría de un reencuentro profesional en Málaga, muchos, muchísimos años después, colegas en Escuelas Normales, compartiendo la misma habitación en el Hotel y recordando…. La imagen imborrable de aquella sevillana, María Justa, que me escribió después varias veces, que me hizo la gran confidencia de declararse ¡carlista! Y enseñarme la fotografía de un real mozo, nunca mejor dicho, Carlos ….vayan ustedes a saber qué número entre los de su dinastía. La guardaba como un relicario en una misteriosa cajita. Yo creí que se trataba de algún familiar difunto….. Y la gordísima valenciana que cantaba aquello de Ahí va la peque, la peque… y todas nos caíamos de risa al verla tan enorme. Terminaré con una andaluza cuyo nombre no viene al caso porque todas la llamábamos “Algeciras”, por su lugar de origen. El nombre así no tiene gracia. Había que oírle a ella pronunciarlo, algo así como “h’esíra”. Ella fue la que cantó una noche en el dormitorio, sentada en su catre, después de haber tocado a silencio, no sé si por soleares o peteneras, aquello de Se tiene que respetar….

No quiero terminar sin aludir al digno papel de la representación murciana en aquel concierto de universitarias con buen humor. Como botón de muestra, en recuerdo emocionado, elijo la graciosa actuación de Tere en un fuego de campamento, cuando hizo de juglar en la escenificación del romance de la Cunegunda, la que llevaba cucurucho noche y día y, según el juglar le iba a molestar muy mucho / para coger el tranvía.

Albacete 2-10-1981

 

Nota en 2010. Una especie de línea ecuatorial queda trazada entre el tiempo narrado, la fecha de escritura y el momento presente, ese que se desliza entre las manos de Quevedo y que yo apreso deteniéndolo como en foto fija, no en vano tengo afición a la cámara.

Y crece el asombro. ¿Cómo pude recordar, treinta años pasados, aquello de Almuñécar? Y ¿cómo ahora, pasados otros treinta, confirmo los detalles en vivencia actualizada?

Para mayor seguridad, llamo a Barcelona y leo el texto a Ana, asistente a aquel campamento de verano granadino. Me dice que lo publique, que ella da fe de su autenticidad y que, además, le gusta. El mérito no es mío sino suyo, por la buena amistad que nos une. No iba yo a llamar a un enemigo. Quedo emplazada para escribir otra crónica de ese encuentro malagueño con Consuelo, muchísimos años después. He de situar en el tiempo lo de Málaga. No será difícil. 

 

 

14. Autorretratos

 

1

 

Esa soy yo, hecha de tierra y alma,

mujer extravagante y al tiempo muy sencilla,

paradoja viviente,

ya se mueve, ya busca

un lugar escondido

donde ocultar su bulto a los ojos curiosos.

No me gusta la gente arracimada,

pero estoy en mi clase como el pez en el agua.

Amo a la gente alegre

pero también adoro al triste don Antonio,

aquel de quien un día escribí viajando:

¡Qué bien

iba don Antonio

en tren!

Ya sabéis,

el de Juan de Mairena y Leonor, la amada.

(¿Para qué habré estudiado?

¿para vomitar versos

al final de mi vida como perro rabioso?)

Pensaréis que estoy loca

y es locura de versos, la mía, sin remedio.

Pero también cocino, lavo, plancho y acudo

como ama de casa a comprar al mercado.

¿Y qué voy a contaros de mi hacer artesano?:

Colchas de gancho tejo, en el tren, si viajo,

o en esa ingrata hora de la televisión.

También os reiríais

al verme por el campo buscar en las acequias

unas plantas silvestres de sabor algo amargo

-pero siempre sabrosas para un buen valenciano-;

tan solo en esa lengua sé pronunciar su nombre

¿quién me traduciría el llicsó  al español?[12]

Y dicen que es muy rico en vitamina C,

palabra de botánico.

¿Y sabéis en qué creo?:

En Dios, Padre amoroso, y en el hombre su hijo:

El Hijo con mayúscula y en el otro, el pequeño,

que al pasar por mi lado me sonríe indulgente.

¡Pobre loca! Se dice

tal vez mi amigo anónimo, de rostro innominado.

Hombre, dime tu nombre,

dime el tuyo, mujer.

Y seremos amigos.

 

Albacete, 26, febrero, 1981

 

 

….En su Autorretrato -que está muy bien-  he de señalar lo excesivo -e inadmisible- que resulta el que V. hable del final de su vida. Hay en V. tanto entusiasmo y vitalidad que resulta inimaginable el que tan siquiera en sus “bodas de oro” con la vida, quepa hablar de dicho final. Casi parece un comienzo. En un mundo aquejado de incomunicación -y así van las cosas- V. ha acertado a comunicarse consigo misma -y esto es ya importante- y con los demás también.

Afectuosos saludos de

Y aquí la inconfundible firma de don Mariano Baquero que así terminaba una carta fechada en Murcia el 12 de marzo de 1981. Transcrita hoy, 23, de abril, 2010, fecha mágica para la Literatura.

 

 

2

 

Mínimo cristal

 

Se rompió el espejo en mil fragmentos

e intenté ver mi rostro multiplicado hasta el infinito…

Solo os diré lo que leí en aquel minúsculo cristal;

es tan escaso lo que podemos contar sobre nosotros mismos..

He visto una mujer,

doblado el cabo ya del medio siglo,

fiel a un remoto compromiso con la Verdad, el Bien y

la Belleza

(adoro las mayúsculas aunque no están de moda,

y también las palabras solemnes, llenas de contenido)

que ama la vida gracias a los pequeños bienes,

verdades y bellezas que encuentra en su camino.

 

He visto una maestra

que aspira solamente

a dejar de su paso una mínima huella

el día que se encuentre cara a cara con Dios.

 

Albacete, mayo, 1986

 

(Escrito para la ORLA LITERARIA confeccionada por los alumnos del curso Tercero de Filología en el curso 1985-86. Cátedra de Literatura Española. Escuela de Magisterio de Albacete)

 

 

 

15. La dama y el taxista

 

Señora, ¿podemos adelantar una hora el viaje concertado? es que me ha salido otro a las siete y no quisiera perderlo. Además, si no tuviera tiempo de conectarle el aparato aquí en la playa, volvería después a hacerlo.

-         Sin problemas, cuanto antes vayamos, antes estaremos de vuelta (el muchacho me parece muy formal, veremos si me hace un buen servicio)

-         Esta carretera de la ciudad a la playa suele estar muy concurrida en verano pero hemos cogido buena hora, no hay mucho tráfico. Yo creo que sabré desconectarle la computadora; si no la veo, no puedo asegurarlo.

-         Confiemos en que sí; es antigua pero muy sencilla. Mi problema es que las clavijas son de agujas y cuesta encajarlas, hay que hacer mucha fuerza y yo no la tengo en las manos.

-         No se preocupe por nada.

-         Lo veo a usted tan joven ¿cómo conduce ya taxi? Yo tengo carné desde 1962, imagine.

-         Tengo veinte años y puedo ya hacer turnos con mi padre (¿cuántos años tendrá esta señora? Ni idea)

-         Me gusta mucho estar en la casa de la playa porque está en el centro del pueblo donde pasé mi infancia y todavía conozco a gente de entonces, con su padre converso mucho.

-         ¿Es usted viuda?

-         No, soltera y sin líos, que quede claro.

-         No me puedo creer que no se haya casado usted ninguna vez. Imposible.

-         Es que me casé con la literatura y viví con mis padres muchos años. Entre el trabajo y la familia ha pasado mi vida y no he tenido tiempo para casarme. Eso no es obligatorio, como decía yo a mis sobrinos.

-         A mí la literatura que más me gusta es la de aventuras: Salgari, Defoe y también Alejandro Dumas, aparte de lo que me mandaron leer en el Colegio, pero me gusta más ese tipo de novelas.

                                       (……)

-         ¡Ya hemos llegado! El problema será el aparcamiento en la puerta de casa.

-         Aquí puedo dejarlo porque se permite aparcar para carga y descarga y el  taxi se puede dejar estacionado.

-         No perdamos tiempo, yo vengo preparada. Llave de la casa, ascensor, entrada al piso, conectar la luz, adelante, al fondo derecha. Aquí están los aparatos.

-         Esta computadora la conozco. Ya es antigua, ya.

-         Tome una bolsa para el ratón, en esta otra ponga el teclado, en esta los cables con la regleta, levante la impresora a ver si le pesa mucho, después el ordenador que lleva el disco duro debajo de la pantalla ¿Cómo va?

-         Estupendamente. Oiga, qué capacidad de organización tiene usted, estoy asombrado. En nueve minutos lo hemos hecho todo (sigo preguntándome por la edad de esta mujer tan activa…y con carné de conducir desde no sé cuánto tiempo, increíble)

-         Pues, andando, que aún podrá conectarla en la otra casa al llegar ¿cabrá todo en el maletero? Yo llevo las bolsas que no pesan y, en dos viajes, usted el resto.

-         Vamos sobrados de tiempo, gracias a usted.

-         Y de novia, ¿cómo andamos?

-         Si le digo que tengo miedo de buscar chica, hay tantas infidelidades, pasan tantas cosas…

-         (Sensato es el joven)  También hay muchachas buenas, hombre. Yo he sido testigo del amor de mis padres. Mi madre siempre estuvo delicada y decía muchas veces que ella moriría primero. Contestaba mi padre: Me moriré yo primero porque no tendría valor para enterrarte.

-         Eso ahora no se lleva. Ahora entiendo que no haya tenido tiempo  para casarse como usted dijo. Todavía soy joven, ahora ni pienso en las chicas, ya le digo, tengo miedo.

-         (Parece mentira que mantengamos esta conversación tan relajada el muchacho y yo)  Cada cosa a su tiempo. Y no me pena no haberme casado porque a estas horas podía ser viuda lo menos cuatro veces, ya se han muerto los pretendientes que tuve…uno, bla, bla, bla, otro….

-         Si cuando yo lo decía; usted debe haber sido una rompecorazones. 

-         (¡En qué jardín me he metido! Avergonzada estoy ¿Qué fue de aquella promesa que me hice de no hablar nunca de estas cosas? en mi fuero interno me parecían ridículas las solteras que siempre estaban hablando de las oportunidades rechazadas de matrimonio; y ahora a la vejez, le salgo al chico con las historias viejas, lo de rompecorazones me ha hecho muchísima gracia) Dejemos el tema que ya estamos en la puerta de casa, ha habido suerte.

                                       (……..)

-         Todo sobre la mesa grande. Ahora pase el ordenador a la pequeña redonda, la impresora en esta cuadradita, cuidado con los cables, el teclado…

-         Ya está encendido el ordenador. Todo va bien. Funciona.

-         La regleta en esa repisa. El enchufe sobrante es para la radio.

-         Todo lo tenía pensado, hay que ver. Esa joven tan guapa del cuadro ¿quién es?

-         Mi madre, era una belleza. Bueno, joven, ¿qué le debo?

-         Pues… el viaje son veinticuatro euros, por lo demás no sé qué cobrarle, lo que usted quiera.

-         ¡Ah, eso no, no me traslade la pelota! Aquí tiene cincuenta euros, cóbrese.

-         No puedo cobrarle más de treinta euros.

-         (Cuando yo decía que el chico es un tesoro)  Me parece razonable. Hasta la próxima y que haya suerte en el trabajo. [13]

 

 

16. Resortes de la memoria

 

Albacete 22, mayo, 2010

 

 

          En esta primavera súbita, casi verano desde ayer, me ha conmocionado la noticia: hablo con Alejandro como suelo periódicamente para preguntarle cómo anda Ana María, tan deteriorada en su salud desde hace unos años. Ella, que fue un torbellino, soporta con auténtico espíritu cristiano su invalidez. Cuando su esposo le acerca el teléfono para que me diga algunas palabras siempre me dice Estoy regular, reza por mí. Hacía poco tiempo que conversamos y ella ya no me habló pero seguía lúcida a ratos, tiempo que aprovechaba su marido para leerle algo breve. Mira, ahora le estoy leyendo un ejemplar antiguo de “El Conde Lucanor” que he encontrado en nuestra casa de Córdoba; debe ser de su infancia. Quedé en mandarle mi relato de la perrita Nana y ayer le preguntaba si lo había recibido cuando me dijo, aturdido, que no sabía ni donde tenía la última correspondencia con esto del fallecimiento de Ana Mari. Sentí un escalofrío. “Pero ¿cuándo ha muerto?” El 17 de abril a las tres cuarenta de la tarde. Calculo que fue una semana después de nuestra anterior comunicación. No llegó a tiempo la perrita. Hoy es el hombre, mañana no parece.

          Nuestra conversación anduvo por terrenos casi teológicos comentando a San Pablo y la certeza de la resurrección de la carne, que ambos compartimos. Siempre desde la aceptación del misterio y la incapacidad de la mente humana para imaginar el mundo trascendente.

          Y gracias a Dios que así es.

          Es el caso que anoche mismo, en mi duermevela, veía yo a Ana María, joven, radiante, entrando en nuestra común Residencia de Los Dolores a medio día y casi gritando por el amplio corredor (nuestras habitaciones una frente a otra) Menchuíta, ¿estás ahí?. Pudo ser en 1960.

          Y acuden los versos de circunstancias pero cargados de emoción verdadera, lo aseguro.

 

 

Tú me pusiste un nombre,

diminutivo extraño, que en tu voz

aguda y cantarina resonaba

en viejos corredores como un eco

de vital juventud.

 

Ya vuelvo a casa, Menchuíta, dime

cómo te ha ido en clase esta mañana;

molida vengo de mover las piedras,

nunca termino de clasificarlas.

 

Nuestro común origen levantino

en Córdoba anudó profundos lazos

de amistad verdadera.

 

Atrapada quedaste en el Museo,

tu vida, tu pasión, tu entrega sabia.

Yo me traje conmigo Andalucía

y, con ella, tu ausencia fue presencia,

que un buen amigo, cual tesoro, debe

guardarse a buen recaudo de ladrones.

 

Desolada me deja la noticia

de tu partida, se marchó contigo

el nombre que me diste y que tú sola

utilizabas en nuestros encuentros.

 

Ana Mari, querida Ana María,

goza en la paz de Dios. Quedo a la espera

del día en que mi espíritu,

no sé cómo ni dónde,

ha de escuchar de nuevo Menchuíta.

 

 

 

 

17. El amigo Mariano en tres tiempos

 

I

 

Salesiano de Estrecho  (Datos para una biografía)

Elche, 3, 10, 1994

 

          Ya resulta gracioso que se apellide Rodríguez mi amigo Mariano cuando su veraneo no es precisamente el de un clásico Rodríguez sino todo lo contrario: dos meses de vacaciones le concede el Ministerio -¿qué harás allí, Dios mío, sin apenas poderte comunicar con la gente?-, julio y agosto, ahí es nada. Verdad es que a nadie deja en Madrid para que haga las veces de Rodríguez y eche sus canitas al aire en ausencia del cónyuge… No imagino a Mariano casado, imposible, es una especie de niño encantador, con el pelo gris y la sonrisa tierna, que todavía habla -casi en el siglo XXI- de ”chachas” y no de empleadas de hogar o asistentas.

          No dirá este año que nos hemos despedido a la francesa. Unas siete veces nos hemos besado y dicho adiós por si yo no volvía a la playa al día siguiente… y volví una y otra vez hasta fines de agosto. Adiós, hasta no sabemos cuándo. Este verano le correspondía ir a Gijón pero cambió sus planes atraído por las cálidas aguas del Mediterráneo. Nos alegramos mucho por lo inesperado del encuentro, al menos por mi parte, que él estaba pendiente de encontrarse conmigo  desde el primer día, es lo que me dio a entender con su poco explícito lenguaje....

          Menudo veranito me ha dado. He de confesar que para mí era un reto mantener la charla de las adivinaciones…. Y por lo visto me divertía sin darme cuenta porque las señoras de los gorritos, el blanco y el rojo, a fines de verano -debían estar rabiando por saber de nosotros- trabaron conversación conmigo y me confesaron que las intrigaba vernos  reír tanto en el mar, sobre todo a aquel señor que apenas hablaba con la gente, solo conmigo.

          Pues el tal señor, Nefertiti, mi amigo Mariano, está bastante mejor de su lesión cerebral o lo que sea, secuelas de una trombosis que le cortan el habla a cada paso. Debería yo atar cabos y reconstruir la gramática que tiene en su cerebro. Es un código del que ha desaparecido la flexión verbal y con ella las reglas de construcción. Pronuncia palabras sueltas y se ayuda mucho de las manos, con los dedos hace ademán de escribir o dibujar mientras me mira fijamente como si quisiera con los ojos trasmitirme el mensaje completo…¡qué expresión de triunfo la suya si consigo adivinarle la frase! Vale la pena, por eso nos ven reír tanto. Ahora pienso que en su gramática recibe los mensajes normales y los comprende, la dificultad está en la expresión no en el proceso descodificador.

          Voy a contarte, Néfer, una de mis charlas con Mariano, ahí te querría haber visto contestando a todo “No coincide”, “Error de expresión”  y cartelitos por el estilo, que eres una cuadriculada sin remedio. - No viniste ayer a la playa, Mariano .

 - Sí, pronto, teléfono.

 - ¿Esperabas una llamada, tenías que llamar tú, estaba estropeado el teléfono de tu casa?   

-  No, no, no, estropeado, teléfono -y marcaba con los dedos un  cuadrado pequeño -. Me costó adivinar el mensaje pero lo conseguí.

- ¡Ah, te refieres al teléfono con que se abre la puerta de la calle desde el piso, yo le llamo el telefonito; estaba estropeado y tú no podías llamar para que te abrieran y tuviste que hacer guardia en la calle hasta que llegó un vecino con llave, vaya plan. No lo dije pero pensé que ya podía darle su hermanita una llave del portal al pobre, que encima todos los días compra el pan y el periódico.

          Casi todas las mañanas comentábamos la llegada de los grupos de bañistas procedentes del interior, excursiones de jubilados en gran cantidad, señoras gordas de Almansa, Villena o Albacete. Un día lo encontré muy animado escuchando la charla de un señora -esta no era gorda- que se había instalado con mucho desparpajo junto a él para aprovecharse de su sombrilla. Me acompañó en el agua y solo me dijo Almansa, pensionistas, libros no. Con tales datos pude reconstruir fácilmente: “Este matrimonio ha venido de Almansa, son pensionistas y no saben leer”. - ¡Eso, eso!

          Lo que más me ha gustado ha sido conocer detalles de su vida pasada. Le pregunté un día por Rafael, el inválido que antes veraneaba en Santa Pola, -interesante sujeto, se rodeaba de gente que lo introducía en el agua hasta el nivel necesario para nadar él solo, con qué agilidad lo hacía, y con qué autoridad reclamaba la ayuda para volver a la arena y a su silla de ruedas, lo acompañaba su anciana madre- y me dijo que estaba “muy malísimo, con médicos y enfermeras, en su casa, pero muy malísimo, que iba a verlo Miguel, el del puro habano, amigo de ambos, Miguel, yo, salesiano de Estrecho, muy amigos. Con tales datos pude llegar a la conclusión de que Mariano había cursado estudios en un Colegio Salesiano ubicado en Madrid próximo a la estación de Metro de Estrecho, cerca de Cuatro Caminos, por esa zona he visto en un plano la Avenida de San Francisco de Sales, y de mis antiguos y frecuentes viajes a la Villa y Corte, cuando utilizaba mucho el Metro, recuerdo la sucesión de estaciones en la línea 1, Sol, José Antonio, Tribunal, Bilbao, Chamberí, Iglesia, Ríos Rosas, Alvarado, Estrecho, Tetuán…Plaza de Castilla.

          Por estas cosas Mariano se consideraba madrileño castizo aunque sus padres eran oriundos de Cantabria, ambos de Santander, instalados en Madrid desde tiempos de los abuelos por negocios relacionados con la pesca. Ni imaginar puedes, Nefertiti, cuánto tuve que hablar para llegar a tan simples conclusiones.

          Ahora ya no vive cerca de Cuatro Caminos, sino en la calle Galileo, veintitantos, con buena combinación de autobús para ir al Ministerio en la zona de los Ídem, prolongación de la Castellana. ¡Ah, he sabido también que maneja algo las computadoras porque puede escribir a máquina con una mano.  Lo imaginaré ante una Néfer anónima dando a la tecla… y en casa, datos confirmados, haciendo ejercicio con barras, pesas y bici. Está muy contento porque cada vez tiene más movilidad… en las extremidades porque la sin hueso poco ha progresado desde el verano 93. Aquí está doña Carmen para suplirla ¡Qué remedio!

          También me contó que un día su hermana, a la que no tengo el gusto de conocer, se fue a Cuenca. No era viaje de placer, visita a la familia, tal vez  por motivo de enfermedad, tuvo gracia cuando me dijo más, más  y tuve que entender que el enfermo ya era cadáver. El marido de su hermana es natural de Cuenca o sus alrededores. Todavía no sé cómo han venido a parar a Elche. Menos mal que por Tinita he averiguado por fin qué hace la hermana en el Ayuntamiento además de tener su propia Farmacia. Ocupa plaza de farmacéutica porque se dedica a analizar las aguas. ¿Qué quién es Tinita? Una compañera mía de bachillerato que adivinó, por los detalles que le di de Mariano, que era el hermano de Mª Ángeles la farmacéutica. Elche, como el mundo, es un pañuelo. Me faltó uno para agitarlo el día de nuestra última despedida. Mariano se puso en pie muy ceremonioso, inclinó la cabeza y dijo simplemente ADIÓS.

 

II

 

El último verano[14]

 

          El último en la  tierra, en la playa, incompleta la estancia, quitaron la tarjeta de tu sombrilla: Mariano Rodríguez, 13 de julio a 27 de agosto, consumida la mitad del tiempo estipulado, 3 de agosto, domingo, tuvo que ser domingo para ahorrarme la pena, el sobresalto.

          Tuvo que ser domingo después de haber celebrado el santo de tu hermana, ella se llama Ángeles, ese día te llevé la cajita con higos de mi huerta, cogidos por mis manos, a las siete de la mañana, frescos y con la lechecilla blanca en los pezones, no te vayas muy tarde de la playa para que no se calienten, los he dejado bajo la sombrilla, la que pocos días antes te habían trasladado a la primera fila ¿acaso presintiendo el desenlace?

          Ningún obstáculo entre el mar y tú, la orilla el proscenio, en el centro la hamaca verde, única en la playa, “la hamaca de Mariano”, inconfundible, lugar de tu reposo tantos días hasta el domingo, tres, el primero de agosto, con el mar tan azul y el agua transparente. Representaste tu muerte con toda dignidad, estoy segura, en silencio, ese silencio tuyo sonriente... y se oscureció el mar, también el sol, la ola quedó inmóvil, la gente se agolpaba y yo no pude verte porque era domingo.

          Poco a poco iré recordando nuestras conversaciones, me vas a permitir que invente tus respuestas, no podrás ya negar con esos ojos expresivos y, al tiempo, contrariados. Alguna solución daré a tantos acertijos. Fácil sería preguntar a tu hermana en qué se ocupa el novio de su hija. Más divertido interpretar aquel tu gesto, mano a la frente, marcial saludo. Negabas si lo creía militar, policía, agente de tráfico... y tuvo que aclararme Ángeles que lo del novio de su hija era la Arquitectura ¡quién lo hubiera adivinado!... te escribiré, Mariano, te escribiré otro día, en mi oración y en mi recuerdo, tú; a ritmo de habanera. Al dorso el soneto que escribí de repente, al volver de la playa el lunes, día 4. En  tu homenaje me di un breve remojón en el mar, qué amarga estuvo el agua......

A  Mariano  Rodríguez,  IN MEMORIAM

 

Tu único amor, la mar, mudo testigo

de tu apacible paso a la otra orilla.

La hamaca verde, bajo la sombrilla,

tu reposo final, Mariano amigo.

 

Estabas ya en sazón, igual que el trigo

que en verano se siega y agavilla.

Acabóse tu vida tan sencilla

y mil secretos mueren hoy contigo.

 

Mitigaré el dolor con el recuerdo

de tu mirada tierna, sonriente;

te gano más que nunca hoy que te pierdo.

 

Dios desató tu lengua tan trabada

y un efluvio me llega permanente

con tus respuestas por la mar salada.

Elche, agosto, 1997

 

 

 

 

III

Biografía inacabada

Santa Pola, agosto, 2010

 

          Cuando hace diez y seis años intenté esbozar el comienzo de una biografía, más elaborada con preguntas que con datos fidedignos, no pensé que solo tres años más tarde te quedarías mudo definitivamente, querido Mariano y que tu media lengua críptica me privaría del juego de las adivinaciones con el que tanto disfrutábamos en el mar.

          Sin embargo no sé si desde tu cielo has ido comprobando, durante los doce años siguientes a aquel 1997, (desde esa fecha te prometí una carta, la que ahora escribo a la región donde no existe el espacio/tiempo) cómo con frecuencia, en Elche o Santa Pola, he ido recogiendo datos gracias a tu hermana Ángeles con la que he consolidado una buena amistad siempre con tu presencia en el recuerdo de ambas.

          Ella sentía una constante preocupación por tu salud, por tu vida, tan solo en Madrid, yo le pedía siempre a la Virgen que, si Mariano moría antes que yo, fuera en Santa Pola, en el verano, en mi casa, y vaya si me lo ha concedido, pero tan repentinamente…..con mi hermana, que vive en Asturias, tenía acordado que se alternaran los veranos con ella y conmigo pero, como este mar es más tranquilo, muchas veces ha repetido verano en Santa Pola, huyendo del Cantábrico y eso me ha alegrado…el pobre lleva una vida tan desgraciada con sus limitaciones….todo fue por una lesión de corazón en la infancia que le trabó la lengua y limitó su movilidad, algo así como un mal cruce entre el corazón y el cerebro…él debe sufrir mucho al no poder expresarse porque todo lo entiende…mi tía, que vive en Madrid, siempre se ha ocupado mucho de él pero ahora ya está muy achacosa por los años…

          Recuerdo con precisión que el verano pasado me encontré con Ángeles en la Glorieta de Santa Pola el día 2 de agosto, la felicité por su santo y me contestó:”Mañana se cumplen doce años de la muerte de Mariano, doce años, y qué triste fue su vida, cuántos secretos se llevaría a la tumba, cuántos pensamientos inexpresados, cuántos deseos no cumplidos….”  Yo no estaba de acuerdo con esa visión tan pesimista, no puedo recordarte sin sonreír y verte riendo a carcajadas en el mar conmigo, y dando esos tus saltitos característicos con agua a la cintura, y aquellas hiperbólicas alabanzas cuando hablabas de Madrid: es…que Madrid…es mi pueblo. Porque, de repente, te cansabas de playa, de hamaca, de sombrilla, de periódico, de mar, de Santa Pola, y estabas deseando volver a los Madriles. No quiso Dios que volvieras aquel verano porque tu hermana le había hecho una petición a la Virgen y la Madre atiende las súplicas de sus devotos, si lo hacen con fe verdadera.

          Pero dime, Mariano ¿con quién hablaré de ti a partir de ahora? En este mismo agosto, trece años después del último tuyo, el día de su Santo, oigo en la Iglesia que la Misa se ofrece por Ángeles Rodríguez, difunta, y me estremezco. Mis vecinos de banco, paisanos y amigos, me confirman que sí, que es la farmacéutica, un cáncer fulminante en dos meses la ha llevado contigo. Ya estás acompañado y con la lengua libre para contarle tus más íntimos secretos.

          Emplazo a quien me lea para que escriba, no tu biografía real, sino un relato fantástico con estos retazos escritos desde el corazón.

          Mariano, amigo, eres parte de mi vida, nadie podrá quitarme el gozoso vivir de aquellos años.

 

18. Romance del encierro      

5, abril, 1997

 

          Ya sé que ni compararse puede este encierro con el que soportó don Francisco en San Marcos de León, pero encierro al cabo. 

                                      

Encierro, y no era de toros,

en el que ayer me he encontrado;

no se gana para sustos,

sorpresas y sobresaltos.

Fue culpa del ascensor

de esta casa que es muy falso

y cada lunes o martes

a alguno deja encerrado;

se arma un revuelo muy grande

hasta que logran sacarlo

pues el pobre prisionero

pide auxilio utilizando

los timbres que, a tal efecto,

colocaron en el lado

izquierdo para charlar

con gente del vecindario,

ya para pedir ayuda

o por dar algún recado.

Ayer tarde, como digo,

me encontraba yo en el caso,

no de socorrer a alguien

sino todo lo contrario

ya que era yo la encerrada

y del modo más extraño.

Llegamos mi madre y yo

de retozar en el campo

-lo del retozo es metáfora

que no estamos para saltos-

cargadas con siete bolsas

del fruto de los naranjos

-y que dejé en el vestíbulo

para luego hacerme cargo

de tales bultos yo sola-

y en el ascensor entramos.

Subimos sin contratiempos

y, después de haber dejado

a mi madre en la vivienda,

al ascensor vuelvo rápido

y pulso para bajar

en busca del fruto agrio

-por cierto que están muy dulces

las naranjas este año-.

Inmóvil el trasto queda

por más que, todos los mandos

a mi alcance, pulso y pulso

sin obtener resultado.

Por fin me van respondiendo

los vecinos alterados

y dicen que por teléfono

han avisado al mecánico.

Aunque llegó pronto el hombre

ya mi vecina de al lado

desde el cuarto de las máquinas

había movido el trasto.

Menos mal, pero fue el susto

de los  que dejan temblando

pues sola mi madre en casa

estaba, ignorando el caso,

a puerta cerrada…y yo

¡ con las llaves en la mano!

 

 

19.  Villancico de los niños de la calle

 

Hoy traigo una gran noticia

a los niños de la calle:

el día que murió Nico

desde el cielo es vuestro ángel.

 

Nico era como vosotros,

pobre, solo, abandonado,

víctima de la injusticia

en el suelo boliviano.

 

En las calles de La Paz

sufrió, robó, delinquió;

la sociedad egoísta

carece de corazón.

 

Pero un día venturoso

Nico ha encontrado una casa:

la Fundación ARCO IRIS

de su educación se encarga.

 

Allí ha sido muy feliz,

mas solo por poco tiempo,

tan solo con doce años

ha caído muy enfermo.

 

Se acerca la Nochebuena

y toda la Cristiandad

conmemora el Nacimiento

de Jesús. Es Navidad.

 

Padre José Neuenhofer

no se separa de Nico;

él lo salvó de la calle

y lo quiere como a un hijo.

 

Pide a la Virgen María,

suplica al Niño Jesús,

y a la Santa Trinidad

den a Nico la salud.

 

Pero Dios otro camino

le tenía preparado

a Nico: llevarlo al cielo

en un feliz intercambio:

 

En Nochebuena Jesús,

Dios-Niño bajó a la tierra

y Nico se subió al cielo

un día de Nochebuena.

 

Niños de la calle,

los del mundo entero,

Nico, vuestro ángel

os ve desde el cielo.

 

No perdáis jamás,

niños, la esperanza,

creed en Jesús,

único que salva.

 

Sin padre ni madre

andáis por la tierra.

Que Santa María

sea Madre vuestra.

 

La Madre de Dios,

con Jesús en brazos,

a todos los tiende

y con Nico al lado.

 

ALBACETE, NAVIDAD 2010

 

 

Villancico basado en un relato real oído al Padre José en el Programa,”Nuestra Fe en Vivo” de EWTN. En Internet se puede ver en la página www.ewtn.com y sobre la Fundación está la página www.arcoirisbolivia.org. Y en el nº 19 de TONOS, “El Tintero de Tonos”, La tercera salida, relaté la historia en un romance “El niño de la calle boliviano”, auténtico inspirador del Villancico 2010.

 

………………………………………..

 

 

 

N.B.   Esperaría el lector con fundamento que había llegado el Cuaderno a su final. Mas me permito añadir un villancico, publicado en pliego suelto en la Navidad, 2004, y posteriormente en libro[15], pero no en Internet.  Tengo mis razones: una, para que sirva de enlace con el Cuaderno de CAVISUR nº 3[16], de trasfondo cervantino, y, sobre todo, porque lo dediqué In Memoriam a don José María Casasayas, y ahora lo ofrezco con todo mi afecto a Françoise, esposa de Anthony Close, (1937-(17,9,2010)), otra gran pérdida para el cervantismo. Imagino a Close y Casasayas conversando en el Paraíso con el mismísimo Cervantes, sin dejar de sonreír.

 

 

20. Villancico de don Quijote y Sancho

 

 

Con esto del Centenario

del gran parto cervantino

Sancho Panza y don Quijote

van de nuevo de camino.

Pero su ruta ha cambiado

-y perdonen los manchegos-,

entes de ficción, caminan

por los túneles del tiempo.

Son, sí, señor y criado,

ambos bien se complementan,

el amo siempre en las nubes,

el criado a ras de tierra.

Desde mil seiscientos cinco,

año de la era cristiana,

caminan hacia el primero,

cuando la era comenzaba.

 

Qué buen salto, Sancho amigo;

gracias a mi Rocinante

en un lugar bien extraño

quedamos en un instante.

-Mi señor, no desvaríe

y no piense cosas raras.

Yo por aquí solo veo

pastores en sus cabañas.

¿Y no es por gran maravilla

Que nos hallemos aquí?

¿No perciben tus oídos

una música sin fin?

-Debe ser algún muchacho

aficionado al rabel,

vayamos a aquella choza

por si hay algo de comer.

Ni con diez y siete siglos

te olvidas de la pitanza;

yo oigo música celeste

y tú vas tras las viandas.

En esto, que llegan

donde los pastores

y allí se acomodan

a pasar la noche.

Aparece el Ángel,

da la Buena Nueva.

Con gran alborozo

y temblor se acercan.

Recibe María

a los visitantes,

el Niñito llora,

hay que consolarle.

 

Así hablaba don Quijote

haciendo una reverencia:

A fe, que el Niño es hermoso,

se lo diré a Dulcinea.

Sancho replica enojado:

-¿Pero no ve su merced

que este Niño está llorando

y necesita comer?

Traigo requesón y leche

y este corderillo manso

que aquellos buenos pastores

me prestaron de buen grado.

Pues no me quedaré atrás,

que el Niño también precisa

de cosas menos groseras

que le den aliento y vida.

 

Cuando todos esperaban

de don Quijote un discurso,

dos zapatetas al aire

dio y el Niño rió mucho.

 

A BELÉN, PASTORES,

A BELÉN VAYAMOS

QUE HASTA DON QUIJOTE

LLEGÓ ALLÍ CON SANCHO.

CELEBRÓ LA PASCUA

DE SU CENTENARIO.

 

…………………………..

 

Llega la hora de concluir  dando un último toque de atención a mi querido don Paco:[17]

 

Viva me encuentro, asiste lo vivido.

Converso con los vivos y los muertos,

mientras  tecla trasmita fiel latido

del corazón, con ojos siempre abiertos.

 

 



[1]  Retrato de Quevedo publicado en el Tomo I de sus OBRAS COMPLETAS, Aguilar, 1974

[2]  Hasta en los apellidos coincide Mary con don José María; ambos son identificados por el segundo con omisión del primero

[3] Último, en mi caso, porque con él he renunciado definitivamente a publicar en papel, dado el acomodo que tengo en TONOS.

[4] Cuántas veces pensé: Esto no me sucedería si siguiera perteneciendo a Murcia

[5]  Nº 19 de TONOS, “El Tintero”, Estampas galdosianas

[6] V. “Vivos en mi palabra”. Albacete, 2001, págs. 121-24

[7] Omito la tilde en la forma verbal porque la melodía hacía bisílaba la palabra desplazando el acento a la a

[8]  Agradezco a mi buen amigo Juan Rodenas Cerdá la fotografía del óleo del pintor ilicitano Eduardo Rodríguez Samper en el que se ve la Plaza de Santa María, un día 15 de agosto, con la procesión del entierro de la Virgen y, en el lado izquierdo del cuadro, la fachada del Colegio tal como estaría alrededor de 1950

[9] A su muerte le dediqué un artículo en mi libro “Crónicas de dos siglos”, Albacete, 2003, Carta al hijo de Maíta, págs. 123-26

[10] Va escaneada al final la necrológica que publiqué en la prensa ilicitana

[11] V. “LITERATURA ILICITANA (Ponencias y Comunicaciones), Elche, 1974”, Instituto de Estudios Alicantinos, Diputación Provincial de Alicante, 1977

[12]  Después de muchas indagaciones concluyo que el llicsó  es la “cerraja”.

[13]  Y así fue como ha quedado Nefertiti mirando al mar

[14]  Este capítulo lo publiqué en mi libro VIVOS EN MI PALABRA, Albacete, 2001, págs. 209-10, y aludí al soneto con que concluye en el “Cuaderno de ida y vuelta”, El Tintero de Tonos, TONOS, 17, julio, 2009. No se incluyó el texto en la versión digital. Hora es de que aparezca porque el soneto es de lo mejor que he escrito.(¡Cómo será lo peor!)

[15] V. “ESCRITO CON AMOR (Concierto plural), Albacete, 2005, págs. 228-30

[16]  La tercera salida, El Tintero de Tonos, TONOS, 19, julio, 2010

[17]  Y perdone, de nuevo, Su Señoría, la familiaridad