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Pablo Zamora y Arianna
Alessandro
(Universidad de Murcia)
Resumen
En la enseñanza y
aprendizaje del italiano como segunda lengua sigue postergado el tratamiento en
el aula del coloquial conversacional. La mayor parte de los materiales
existentes en el mercado ni presentan ni abordan de forma sistemática los
rasgos morfológicos, sintácticos, léxicos, textuales y pragmáticos de este ‘superregistro’. Sin embargo, limitar el
aprendizaje del italiano a su variedad estándar-normativa, dando la espalda al
coloquial ± informal, significa ofrecer una enseñanza y un aprendizaje mutilados,
puesto que ni es completo ni satisface las necesidades comunicativas reales del
alumnado. Ante esta realidad, nos proponemos contribuir a cubrir esta laguna
mediante un planteamiento didáctico específico y su correspondiente realización
práctica en un manual innovador específicamente elaborado para tal fin.
Palabras claves:
registro coloquial; lingüística aplicada; didáctica de segundas lenguas; italiano
come segunda lengua.
Abstract
When learning and teaching Italian as a Second Language,
little importance is given to the informal/colloquial aspect of that language.
Most of the materials available in the market do not present neither deal with
the morphological, syntactic, lexical, textual and pragmatic characteristics of
this register. However, only teaching standard Italian means not learning
Italian in its full form, not meeting the real communication needs of the
students. Given this, we aim at bridging this gap by means of a specific
teaching approach and an innovative textbook for this purpose.
Keywords: colloquial
register; applied linguistic; foreign language didactics; Italian as a Second
Language.
Introducción
El presente artículo tiene como punto de partida la
consideración de que, si por un lado, la lingüística italiana lleva años centrándose
en el estudio del de las distintas variedades diafásicas que presenta la lengua
italiana, incluido el registro coloquial, por otro lado, si miramos a la
didáctica del italiano como lengua extranjera (I/LE) o lengua segunda (I/L2),
observamos que son escasos los materiales que reflejan esta pluralidad y,
especialmente, los que se plantean y abordan de forma sistemática la enseñanza
y el aprendizaje del coloquial en el aula.
Convencidos de la necesidad de ofrecer una
didáctica que abarque un abanico de recursos comunicativos lo más amplio
posible y, sobre todo, que intente garantizar la adecuación pragmática de la
producción lingüística de nuestro alumnado, nos proponemos reflexionar sobre la
oportunidad y necesidad de llevar al aula de italiano el tratamiento del
registro coloquial.
Para ello, en
primer lugar vamos a repasar brevemente qué se entiende por registro coloquial,
diferenciándolo de otras variedades más propiamente sociales o diastráticas
como el italiano popular y el lenguaje juvenil[1] o, incluso, de
un empleo de la lengua con matices vulgares o disfemísticos.
Asimismo destacaremos, por un lado, los recelos que
este registro despierta y, por otro lado, los aspectos que, desde nuestro punto
de vista, impulsan a fomentar su tratamiento en el aula. A continuación, nos
centraremos en algunas problemáticas concretas que este tratamiento plantea
para, finalmente, presentar nuestra propuesta de trabajo en el aula. Nos
referimos a L’italiano, a me mi piace (Zamora,
Alessandro y Hernández González 2010), un
manual específicamente destinado a la enseñanza y el aprendizaje del
italiano de registro coloquial y dirigido a alumnos de italiano como LE/L2.
Es importante aclarar que para esta reflexión vamos
a hacer referencia a algunos trabajos relacionados con la didáctica del
registro coloquial en la enseñanza y el aprendizaje del español como lengua
extranjera (E/LE) debido a que, en este idioma tipológica y culturalmente afín
al italiano, el tratamiento de este registro en el aula está mucho más
asentado, lo que posibilita poder contar con un número considerable de estudios
que nos pueden servir, con las debidas diferencias tanto lingüísticas como
histórico-culturales entre ambos idiomas, de modelo o ejemplo para ayudarnos a
plantear su didáctica en italiano.
1. ¿Qué es el
italiano coloquial?
Por italiano coloquial se entiende una variedad diafásica o situacional
y, más específicamente, la lengua cotidiana empleada en contextos o situaciones
familiares e informales para hablar de temas comunes. Representa, como apunta Berruto
(1987: 140), un “superregistro” que cubre una amplia gama de variación que va
de un extremo ligeramente informal a un extremo marcadamente informal y
descuidado –trascurato-, de empleo
transversal, es decir, usado por todos los estratos sociales, sobre todo por la
clase media. Su ámbito de acción preferente es la modalidad oral y, dentro de
esta, el discurso conversacional, donde se desenvuelve como ‘pez en el agua’,
aunque también se emplea en textos escritos informales -chat, blog, mail,
etc.-. Como indica el propio Berruto (1987: 139-140), el italiano coloquial
constituye el núcleo principal del llamado ‘italiano subestándar’ y comparte
parcialmente rasgos del neoestándar puesto que muchas de sus formas y
estructuras, las menos marcadas en términos de informalidad o coloquialidad,
han pasado y siguen pasando a formar parte de esta nueva variedad neoestándar, en
otras palabras, del caudal que Sabatini (1985), por su parte, denomina
‘italiano de uso medio’, más flexible y a medio camino entre la variedad más
formal-normativa y la informal-coloquial. No obstante, es preciso aclarar, como
indica Porroche (2009: 35) respecto al español coloquial, que en ocasiones no resulta
fácil determinar la pertenencia y el grado de exclusividad de un rasgo
lingüístico a una determinada variedad. De hecho, fenómenos que afectan al
italiano como la neutralización del futuro con el presente de indicativo ‑Quando finisci, mi telefoni-, o del
condicional compuesto con el imperfecto indicativo -E perché te lo dovevo dire!? / Se
non era per lui…- o, incluso, del imperativo con el futuro o el infinitivo ‑Oggi uscirai alle dieci! / Andare!- ya no se consideran informales
o ‘descuidados’ –trascurati-, sino
que cada día más se perciben como rasgos de la lengua cotidiana y común para la
mayor parte de los hablantes italianos.
El hecho de que del registro coloquial se emplee preferentemente en la
modalidad oral o hablada, ha dado lugar a una cierta confusión y no es inusual
que se consideren equivalentes dos realidades bien distintas: el coloquial y el
hablado. Es evidente que el primero es un registro de lengua ‑una variedad
diafásica-, mientras que el segundo es una modalidad de expresión -variedad
diamésica- cuya variante conversacional e interactiva está supeditada a la
necesidad que tiene el hablante de expresarse en tiempo real y sin
planificación previa, lo que origina la parcelación sintáctica, los solapamientos,
los anacolutos, las reformulaciones, el uso masivo de marcadores discursivos para
gestionar la interacción, etc.
[2]. Sin embargo, aunque es cierto que oral y coloquial no son dos términos
sinónimos, el discurso oral conversacional es el motor de las transformaciones
y neutralizaciones que se manifiestan en el italiano coloquial: los rasgos
morfológicos, sintácticos y léxicos que caracterizan esta variedad son, en
parte, el resultado de procesos de transformación y adaptación del italiano
estándar o normativo a las necesidades comunicativas reales y cotidianas de sus
hablantes[3].
Si nos remontamos a la historia de la lengua italiana y la analizamos en
perspectiva diacrónica, se puede observar que el italiano normativo de finales
del siglo XIX, cuyo empleo estaba restringido a un número limitado de regiones
italianas y en el resto de las mismas a las clases sociales altas y en contextos
formales y modalidad escrita, a raíz del proceso de normalización lingüística -podríamos
decir de ‘italianización’- se convierte a lo largo del siglo XX en una lengua
hablada y de consumo[4], lo que
origina que el anquilosado sistema lingüístico resulte en muchos de sus
aspectos obsoleto y se vea sujeto a un reajuste morfosintáctico con sus
correspondientes transformaciones.
La búsqueda de funcionalidad pragmática es el eje que ha generado el
proceso de ‘ristandardizzazione’ que
sufre y sigue sufriendo el italiano, dando lugar al neoestándar o ‘italiano dell’uso medio’ anteriormente
citados y, de ahí, al italiano de registro coloquial. La lengua italiana
normativa y estándar de uso escrito y literario, pasa a convertirse, después de
2. ¡Con los
puristas hemos topado!
En
Estas posiciones repercuten a nivel educativo, tanto por lo que se
refiere a la didáctica del italiano como L1 que como L2. De hecho, con estos
supuestos, no resulta sorprendente que en el sistema escolar italiano por lo
general siga prevaleciendo como única opción un modelo lingüístico normativo, rígido
y encorsetado, de tradición literaria. Como atestigua Fiorentino (2008: 1), se
adoptan gramáticas en las que se ignora casi por completo otras variedades y se
presenta una lengua centrada en la habilidad de la escritura, “trascurando
quella del parlare”.
Al este respecto, De Benedetti (2009: IX) en
Sarà anche vero, come si sente dire in giro, che l’italiano
si sta imbarbarendo, che gli incolti lo inquinano, che l’inglese lo corrompe,
che i giornali lo mortificano e che la televisione lo umilia, ma non c’è al
modo esercito più feroce e agguerrito di quello che ogni giorno –dalle cattedre
scolastiche, dalle rubriche della posta su giornali e riviste, e ultimamente
anche dai blog- presidia la frontiera la lingua ‘buona’ dalla lingua ‘cattiva’.
Una legione di insegnanti, vetero-puristi e neo-cruscanti impegnati a vario
titolo in battaglie quotidiane contro i tanti subdoli nemici che metterebbero a
repentaglio l’integrità della lingua di Dante: il «che» polivalente, «lui»
«lei» usati come soggetti, le «dislocazioni», gli anacoluti, la scomparsa del
congiuntivo, la punteggiatura approssimativa, l’eccesso di anglicismi, le repetizioni,
e molto altro ancora.
Por otro lado, nos encontramos con lingüistas que, desde una perspectiva
menos prescriptiva, reconocen estos cambios y no sólo los estudian sino que,
aun considerando que la educación lingüística debe garantizar el uso de las
normas vigentes de la lengua -posición que no está en contraposición ni reñida
con nuestra propuesta, ya que lo que defendemos es que se amplíe el abanico de
recursos expresivos enseñados en clase manteniendo como base el italiano
estándar- admiten que se deben tener en cuenta los cambios que en esta se
producen, como es el caso de Altieri Biagi (2002) quien precisa que tener
presente estos cambios no significa adherirse a los mismos, en palabras de la
autora, por “velleità anarchica o avanguardista”.
Posiblemente, ciertas propuestas lingüísticas conservadoras están
justificadas por la necesidad que hubo en el pasado, durante el denominado
proceso de normalización lingüística de finales del siglo XIX, de proponer y
salvaguardar un modelo de lengua común, que todos los italianos debían aprender
y emplear, frente a las fuertes presiones de los dialectos locales. Sin embargo,
seguir ignorando o intentando ocultar “el terremoto lingüístico” y “el proceso
de coloquialización” significa, hoy en día, un intento vano de poner diques al
mar y, de alguna forma, de condenar al italiano, por lo menos el que se enseña,
a la involución. A este respecto, es interesante observar que hace más de
veinte años Cortelazzo (1984) se cuestionaba el porqué en español se considera
correcto el uso de “a mi me gusta” y en cambio en italiano “a me mi piace” es incorrecto,
observando que esta reduplicación pronominal, cuyo empleo discursivo está
ligado a la expresividad y enfatización características del hablado, es muy común
en otras lenguas románicas ‑español, portugués y rumano- y en un buen
número de dialectos italianos. El lingüista llega a la conclusión, desde
nuestro punto de vista con gran acierto, de que con esa tradición escolar “preceptivo-represiva”
se corre el riesgo de condenar a la lengua italiana al ostracismo, frenando su
evolución espontánea.
A pesar de lo asombroso que podría parecer, no es inusual que algunos equiparen
la evolución natural de la lengua -el terremoto del sistema lingüístico
experimentado especialmente por el italiano- con el empobrecimiento cultural y
lingüístico actual, propio de una sociedad en la que, cada día más, se va
propagando una tendencia a la oralidad, fenómeno por, otra parte, afecta no
sólo al italiano sino a la mayoría de las lenguas. De hecho, como ya hemos
señalado, no son pocos los partidarios de defender un modelo de lengua depurado
y, en
la medida de lo más posible, resguardado de los rasgos
‘contaminantes’ propios del coloquial oral. D’Arcargelo (2004: 28), entre otros,
afirma que es obligación de un buen gobierno controlar y salvaguardar el
correcto uso de la lengua italiana, promover un modelo lingüístico
“relativamente omogeneo”, que responda a las necesidades comunicativas de los
hablantes pero sin “abbassare il livello puntando sulle strutture riduttive del
parlato” y no abandonar al italiano “ad un’oralità indigente ed anarchica
spacciata per popolare”. Una vez más se confunden, como ya indicamos en el
primer apartado, dos realidades o ejes de variación distintos: el coloquial
-variedad diafásica, dependiente de la situación de uso- y el popular -variedad
diastrática, vinculada con variables socioculturales. Asimismo, se equipara
erróneamente el coloquial con el hablado descuidado, es decir, se igualan el
proceso de ‘ristandardizzazione’ y de
‘coloquialización’ con los errores propios de la comunicación oral espontánea
sin planificación previa[5].
Esta equiparación errónea entre registro coloquial e italiano popular ha
contribuido a originar el rechazo por parte de lingüistas ‘puristas’ hacia el coloquial,
considerándolo como una variedad pobre y reducida en comparación con el ‘bel parlare’. Si a esto se añade que el
coloquial, en muchas ocasiones, se ha identificado desacertadamente con el empobrecimiento
o deterioro del nivel cultural de la sociedad actual, con el italiano vulgar y
disfemístico –‘la lingua degli insulti e delle parolacce’,
‘la lengua de las palabrotas’- o con el popular de los hablantes poco
instruidos y con ciertos rasgos regionales[6],
la repulsa está garantizada.
3. ¿Errores o formas
marcadas?
Con estos supuestos y con la intención de rebatirlos defendiendo el
papel clave que el registro coloquial juega en la evolución de la lengua
italiana y, por consiguiente, en su enseñanza y aprendizaje, lo primero que
queremos destacar, retomando cuanto ya afirmado en las páginas anteriores, es
que los rasgos que caracterizan el italiano coloquial no son el resultado de un
escasa competencia lingüística, sino que obedecen a razones funcionales y
pragmáticas. No deben por tanto interpretarse como formas gramaticalmente
erróneas, sino como estructuras marcadas, desviadas, diferentes a las
canónicas. El error o, más bien, lo inadecuado no es emplear las formas y
estructuras del coloquial, sino utilizar estas en una situación o contexto inoportuno,
es decir, en situaciones o contextos en los que no resulta aceptable ni
conveniente su empleo. Lo incorrecto reside, por tanto, en equivocarse de
registro, no en el empleo mismo de la variedad.
Actualmente está unánimemente aceptado por la comunidad científica el
reconocimiento de la imposibilidad de evaluar las formas y estructuras del
coloquial conversacional valiéndose de los parámetros de la gramática
tradicional. Como indica Sornicola (1994: 127), el estudio del hablado trasciende
las normas de la gramática tradicional y está sujeto a regularidades que
dependen de muchos otros factores distintos. Montolío (1996: 330-338), refiriéndose
al español, sostiene que la lengua coloquial conversacional posee sus propias
construcciones y secuencias, cuyo empleo está estrechamente relacionado con
numerosos factores y estrategias conversacionales y pragmáticas tales como la entonación,
la toma de turno, la dependencia contextual, el saber compartido, las
implicaturas, etc. Frente a esta situación, la lingüista aboga por la necesidad
de elaborar una gramática de la interacción, centrada en el análisis de las
construcciones estrictamente dialógicas y con las herramientas necesarias y
adecuadas para tal fin.
Como hemos indicado, muchos de los rasgos morfológicos y sintácticos del
italiano coloquial se pueden considerar como el resultado de las necesidades
funcionales y pragmáticas percibidas por los hablantes en la interacción
verbal, no siendo su empleo ni casual ni aleatorio. En el caso de la
dislocación a izquierda, por ejemplo, el hablante coloca en primer lugar el
elemento del enunciado que considera más importante frente al orden canónico no
marcado:
-
Il motorino non te lo compro (dislocación
a izquierda).
-
Non ti compro il motorino (orden sintáctico canónico
sujeto + verbo + complemento).
Si el constituyente dislocado aparece seguido de un pronombre es porque
sin el llamado ‘pronome clitico di ripresa’ el elemento dislocado a izquierda
quedaría aislado del resto del enunciado, no pudiendo considerarse este uso
pronominal como una repetición o pleonasmo, como se afirma desde la gramática
tradicional. Asimismo, como ya vimos anteriormente, si se reduplican los
pronombres complemento indirecto en sus distintas variantes es porque el
hablante quiere enfatizar, remarcar, su participación emotiva: A me mi piace Paola / Mi piace a me questa Paola.
Capítulo a parte merece el subjuntivo, modo verbal sobre el cual el
citado ‘bando purista’ ha focalizado su defensa de la lengua normativa,
equiparando en cierto sentido el buen estilo con la cantidad de subjuntivos
empleados. En el registro coloquial el modo indicativo neutraliza algunos usos
del subjuntivo, aunque sólo con determinados verbos y en ciertos contextos[7].
Contrariamente a la creencia generalizada que considera que el uso del
subjuntivo está en relación directa con el nivel cultural del hablante[8],
creemos que la neutralización indicativo/subjuntivo tiene su origen más bien en
la tendencia existente en el italiano coloquial a solapar modos y tiempos
verbales complejos por otros morfológicamente más sencillos y, por lo general, más
familiares y conocidos por el hablante: indicativo e infinitivo[9].
Este fenómeno está en relación, como indica Briz (1998: 87-88) para el español,
con el proceso de especialización o gramaticalización pragmática por el cual en
el coloquial conversacional “los tiempos verbales expresan, antes que valores
temporales, valores modales o modalizadores”.
Esta neutralización extensiva está propagando, en muchos casos, la lexicalización
de ciertos enunciados cuyo empleo resulta muy usual en la conversación
coloquial cotidiana. Se
trata de enunciados como È meglio che te
ne vai!, Basta che lo dici,
Mi sa che è meglio, Mi sembra che va bene, etc. Este tipo de secuencias se están cristalizando en el coloquial
conversacional y su análisis supera el plano morfosintáctico, pasando de la
gramática de la frase a la gramática del discurso (cfr. Sornicola 1994;
Montolío 1996; Briz 1998). Precisamente su amplia difusión en el coloquial ha generado
el solapamiento indicativo/subjuntivo. Si, como afirma Company (2003: 28) desde
la teoría de la gramaticalización, la alta frecuencia de uso es lo que fija la
difusión de una forma y favorece su cristalización, estas secuencias estables se
pueden considerar como la punta del iceberg, al menos en algunos registros
concretos como es el caso del coloquial, de la progresiva tendencia a suplantar
el subjuntivo con el indicativo.
A este respecto, merece la pena recordar que son numerosos los
lingüistas que constatan, en un amplio número de lenguas, la propensión
existente a la neutralización del subjuntivo. Más allá del grado de
neutralización, es evidente que, si comparamos el italiano y el español,
podemos observar una notable disparidad entre las dos lenguas, de hecho, en
español se mantiene mucho más consolidado el empleo del subjuntivo incluso en
el coloquial conversacional, por tanto este proceso neutralizador no resulta
tan acusado como en italiano. Es cierto que, por lo que se refiere a la lengua
española, se ha creado un debate al respecto y existe una cierta controversia
en cuanto a la disminución de uso de este modo verbal e, incluso, a su desaparición:
hay lingüistas que sostienen su progresiva reducción (Silva-Corvalán y Arias 2001:
146), mientras otros, por el contrario, consideran que su uso se mantiene vivo
e inalterado (Briz 1998: 90; Sterck 2001: 15; Laguna y Porroche 2007: 694;
Porroche 2009: 319: 324). A este respecto, Laguna y Porroche (2007: 694 y 699)
afirman que la dicotomía coloquial/estándar en español no es tajante y observan
que en el español de registro coloquial se mantiene la oposición sistemática
subyacente indicativo/subjuntivo[10].
En el español coloquial conversacional ciertos usos del indicativo/subjuntivo,
como indican las mismas autoras (2008: 699), están sujetos al grado de
objetividad/subjetividad, de aserción/hipótesis ‑“No sabía que
pintaras”/”No sabía que pintabas”-. Es probable que estos mismos matices
interpretativos en el coloquial italiano hubieran generado, en el caso de que
existieran, la pérdida del modo más complejo -el subjuntivo- y sin embargo en
español coloquial se mantiene[11].
Y decimos “en el caso que existieran” puesto que en el italiano coloquial el
indicativo neutraliza el subjuntivo en usos en los que en el italiano
neoestándar se considera aceptable sólo y únicamente el empleo del subjuntivo,
no estando sujeto a matices de significado, aunque hay lingüistas, como Durante
(1994: 272-273), que consideran que el subjuntivo en las subordinadas con verbo
de opinión introduce un matiz de duda o de posibilidad, matiz que no confiere
el indicativo.
Es evidente la estrecha relación que existe entre los rasgos del
registro coloquial con la lengua hablada conversacional. Un buen porcentaje de
uso de estos fenómenos se activa en estructuras automatizadas que son el
resultado de estrategias interactivas de comunicación. Por citar un ejemplo, es
muy común en italiano coloquial que se recurra a una dislocación a derecha tras
una frase-eco parcial en la que la parte repetida es un complemento objeto directo:
- Ci prendiamo una pizza?
- Pizza? Te la do io la pizza!
Asimismo, es frecuente el uso del acusativo preposicional en réplicas
con sujeto enfático y complemento dislocado a izquierda -Guarda che io a Luca lo conosco bene!- y también en turnos
de palabras constituidos sólo por un pronombre complemento directo tónico:
- Ti cerca il direttore.
- A me!?
Finalmente, resulta significativo que muchas
unidades fraseológicas pragmáticas, recurso por excelencia propio del hablado
conversacional, presenten rasgos morfosintácticos coloquiales: Te lo dico io cosa è!, Me lo dici te come…, Ma chi è che ti guarda!?, Ma chi ti molla a te!?.
4. Gramáticas,
manuales y otros materiales didácticos
La atención prestada por un buen número de lingüistas italianos al registro
coloquial en estas últimas décadas no ha tenido la misma repercusión en la
didáctica del italiano como LE o L2. A pesar de que, sobre todo gracias a
publicaciones aparecidas en los últimos años, no faltan aportaciones teóricas[12]
en las que se plantea dónde, cómo y cuándo enseñar y aprender esta variedad, su
aplicación práctica en cursos y manuales destinados a la enseñanza de I/LE o
I/L2 es muy escasa, por no decir prácticamente nula, si exceptuamos algunas
gramáticas descriptivas de referencia[13].
La mayoría de los cursos y manuales hoy en el mercado se limitan, en el mejor
de los casos, a dar ligeras pinceladas y presentar de forma aislada y poco
sistemática algunos de los rasgos más aceptados y estudiados del coloquial[14].
De ahí que podamos afirmar que, en líneas generales, estos materiales siguen
teniendo como paradigma único y exclusivo el modelo lingüístico escolar basado
en una variedad neoestándar muy próxima al italiano formal[15].
En estudios recientes de glotodidáctica se afirma que el alumno
extranjero puede manifestar un cierto recelo a la hora de aprender el registro coloquial
italiano por tratarse de una variedad proscrita[16],
presentada a menudo como un uso incorrecto e impropio de la lengua. Es evidente
que el miedo al error, a lo incorrecto y a la vulgaridad incrementa el pánico
en el estudiante; este temor es comprensible si se analiza el trato que ha
recibido el coloquial en algunos libros. A modo de ejemplo, citamos algunos
comentarios respecto a ciertos rasgos del coloquial que aparecen en un manual
de lengua italiana para extranjeros:
L’espressione “che casino!”
significa “che confusione!”. Si usa moltissimo nell’italiano moderno, ma solo
nel parlato. Per alcune persone suona un po’ volgare. Sicuramente lo è se usato
nella lingua scritta.
Verbi tipici del gallismo
all’italiana. (...) Rimorchiare: di significado simile ad abbordare, ma
decisamente meno educato.
Il ne si usa anche in espressioni fisse e a volte quando non è necesario.
È in questo uso tipico della lingua parlata: ‘Di studenti bravi ne ho visti
molti’.
No es de extrañar la desconfianza por parte del estudiante a la hora de
aprender y emplear el coloquial si se presenta acompañado por calificativos
como ‘vulgar’ y ‘menos educado’, sobre todo para referirse a palabras como ‘casino’ y ‘rimorchiare’, hoy en día de uso más bien común entre los hablantes
italianos. El mismo efecto desconcertante se produce, aunque esta vez a nivel
morfosintáctico, si en las dislocaciones a izquierda se considera el pronombre
‘clitico di ripresa’ como un elemento
pleonástico, es decir, innecesario, siendo por otra parte las dislocaciones a
izquierda estructuras que actualmente presentan una alta frecuencia de uso
incluso en el neoestándar.
Frente al papel clave que el registro coloquial juega en la interacción
verbal cotidiana, resulta sorprendente el vacío didáctico y el desfase
existente entre lingüística y didáctica. En otras lenguas afines, como el
español, la producción científica -el estudio teórico del registro coloquial-
ha ido al unísono con los planteamientos didácticos. Los motivos pueden ser
dos:
a) Los rasgos marcados del español coloquial están
relacionados con el hablado conversacional y afectan sobre todo al plano
textual, discursivo y léxico, pero por lo general no repercuten de forma
directa ni en el sistema morfológico ni en el sintáctico de la frase, como en
italiano.
b) La fijación o consolidación histórica de los
pilares de la lengua española ‑principalmente la morfología y la sintaxis
de la frase- elimina cualquier atisbo de temor respecto a la
enseñanza-aprendizaje del coloquial, sea por parte del docente como por parte
del alumno.
Los estudios sobre el español coloquial[17],
a diferencia de los que se ocupan de su homónimo en italiano, se centran
especialmente en el nivel léxico ‑palabras genéricas, aumentativos,
diminutivos, etc.-, en el textual y en el discursivo: los procedimientos
lingüísticos de realce, énfasis y atenuación, estructuras como las frases-eco,
las repeticiones, los enunciados suspendidos, etc., además de una serie de
enunciados fijos y esquemas sintácticos fraseológicos que constituyen actos de
habla y pertenecen al ámbito de la fraseología, siendo característicos de la
interacción verbal[18].
Aunque es cierto que se analizan rasgos morfosintácticos, su número es muy
reducido[19]
y la mayoría de los fenómenos marcados están en relación con estrategias
pragmáticas y discursivas, más que con la búsqueda una mayor funcionalidad, facilidad
y economía expresivas que conllevan una profunda transformación del sistema
lingüístico, como ocurre en el italiano. Sirva de ejemplo la disparidad de
tratamiento que recibe la ya citada reduplicación pronominal ‘a mi me’:
mientras que en los estudios italianos se polemiza y se discute sobre el grado
gramaticalidad, en español, como indican Fernández y Albelda (2008: 71), es un
rasgo gramatical aceptado en el sistema y del que se hace un uso especialmente
frecuente en el coloquial conversacional.
Si entre el español estándar y el español coloquial se aprecia un ligero
desvío, entre el italiano estándar y el italiano coloquial existe una
divergencia profunda que afecta a todos los niveles de la lengua[20]
y no sólo al léxico, al textual y al discursivo. Dos hechos resultan significativos:
a)
La mayor parte de los rasgos
morfológicos y sintácticos del coloquial conversacional español mencionados por
los hispanistas se deberían adscribir más bien al italiano de uso medio y no al
registro coloquial ±informal. Por otro lado, cabe señalar que un alto
porcentaje de los cambios morfológicos que tienen lugar en el italiano
coloquial ya están presentes históricamente en el estándar español: la
presencia del pronombre complemento indirecto junto al sintagma nominal -A Sonia le ho detto di venire / ‘A Sonia
le he dicho que venga’-, la reduplicación pronominal del complemento indirecto
átono y tónico -A me non me ne frega
niente! / ‘¡A mí no me importa nada!’- , el ‘che’ pronombre relativo -Non
conosco nessuno che gli faccia ridere le sue barzellette[21]
/ ‘No conozco a nadie que le hagan gracia sus chistes’-, el acusativo
preposicional -E chi ti molla a te!?
/ ‘¿¡Quién te va a dejar a ti!?’- etc. Estos últimos dos rasgos son propios de
un italiano coloquial muy informal y descuidado; el empleo del acusativo
preposicional, por su parte, está marcado en diatopía, siendo característico de
las variedades meridionales (cfr. Berretta 1990).
b) A la espera de poder contar con datos estadísticos concluyentes, salvo en
el caso de las dislocaciones a izquierda y a derecha que así lo demuestran
(Zamora 2002), avanzamos la hipótesis de que en el italiano coloquial, respecto
a su homólogo español, se observa una mayor frecuencia de uso de estructuras
sintácticas marcadas ‑dislocación a izquierda, dislocación a derecha,
frases escindidas y el llamado ‘c’è
presentativo’-. El índice más elevado de neutralizaciones demuestra el
grado superior de coloquialización que caracteriza al italiano cotidiano
respecto a otras lenguas tipológicamente cercanas. En el plano semántico,
también se observa en el coloquial italiano una mayor inclinación al empleo de
verbos idiomáticos -mandare giù, venire su, mandare avanti, etc.- y polifuncionales -fare, prendere, dare, capire, dire, etc. Quizá
estos usos radiquen en el hecho de que el italiano es una lengua especialmente proclive
a absorber formas y estructuras de otras lenguas y dialectos.
4. Propuestas
para la enseñanza-aprendizaje del italiano coloquial
4.1. La motivación y el temor
Volviendo a la perspectiva didáctica, consideramos esencial aprovechar
el interés y la motivación que, por lo general, manifiestan los alumnos a la
hora de aprender un uso real de la lengua. Como habrán podido comprobar a
menudo muchos estudiantes de italiano extranjeros, no es infrecuente que, tras años
de estudio en su país de origen con un manual o curso basado en un neoestándar muy
próximo al formal y escasamente conversacional, al llegar a Italia experimenten
cierta perplejidad e inquietud cuando escuchen preguntas como: Dov’è che abiti?, Lo prendi un caffè?, Cosa ci
fai qui!? Quizás su primera reflexión al oírlas sea “¿!Pero qué italiano me
han enseñado!?”.
Por otro lado, su inquietud se agudiza cuando, al emplear las formas y
estructuras del coloquial, se sientan decir: “así no se dice”, “eso es un
error”, comentarios que evidentemente generan inseguridad y propician el miedo
al error. Por ello, consideramos esencial evitar el pánico a lo incorrecto,
diferenciando y especificando los distintos registros de lengua. Asimismo, es
necesario recordarle al estudiante que se adentra en un terreno minado[22]
tanto por el carácter especialmente idiosincrásico que presenta el empleo de
este registro -lo que también, desde otro punto de vista, se debería quizá
considerar no como un obstáculo sino como un aliciente para fomentar su estudio
y, de esta forma, favorecer producciones lingüísticas más espontáneas y
cercanas a las de los hablantes nativos- como a causa del recelo que esta
variedad sigue generando, sobre todo en cierto ámbito académico.
4.2. ¿Qué lengua? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo?
Como ya hemos indicado con anterioridad, en la mayor parte de los
manuales y cursos existentes de I/LE e I/L2 se emplea un italiano neoestándar
en su vertiente más próxima al estándar formal, lo que implica, por lo general,
que no sólo los rasgos propios del coloquial ±informal sino que incluso las
formas, estructuras y estrategias características del conversacional espontáneo
brillen por su ausencia. Esto genera, desde nuestro punto de vista, una
enseñanza que podríamos calificar ‘mutilada’. Si, como afirma Muñoz (2009),
dominar una lengua implica ser capaz de adaptar su uso a la situación
contextual en la que se realiza la interacción verbal y, por tanto, saber
interactuar con otros hablantes con fluidez y espontaneidad, abordar el proceso
de enseñanza y aprendizaje del coloquial -sobre todo en el discurso
conversacional- se hace más que necesario, diríamos imprescindible, en la
formación en cualquier idioma, incluyendo el italiano.
Con estos supuestos, resulta esencial la elaboración de materiales
didácticos en los que se recojan, se expliquen de forma pormenorizada y se
ejerciten los rasgos lingüísticos del coloquial, combinados con otros fenómenos
léxicos, textuales y discursivos propios del intercambio conversacional. Como
es consabido y ya hemos destacado en las páginas anteriores, el coloquial no es
un registro bien delimitado y uniforme sino que se considera más bien como una especie
de ‘superregistro’, al abarcar un eje
de variación bastante amplio y variado, por tanto, es conveniente que su
enseñanza y aprendizaje se plantee de forma progresiva. Esto significa que
estimamos conveniente empezar por aquellos rasgos más cercanos al estándar –y,
en muchos aspectos, coincidentes con el neoestándar- para ir progresivamente
hacia el polo +informal y descuidado, obviamente siempre encuadrándolos en sus
correspondientes contextos y situaciones de uso, es decir, en los marcos
situacionales en los que su empleo resulta tanto lingüística como
pragmáticamente aceptable y adecuado.
Asimismo, como ya destacamos anteriormente, creemos un manual destinado
a la enseñanza y aprendizaje del italiano de registro coloquial se debe
concebir como un complemento al estudio de la gramática normativa, dado que, si
el objetivo último es el desarrollo de
una competencia comunicativa global, es necesario que dicho proceso abarque una
gama de variación lo más amplia posible, tal como queda reflejado en la figura
1, y se vaya avanzando de forma paralela y progresiva.
Figura 1. Variación y gradación del italiano
A nivel práctico, es decir, en el trabajo en el aula, este planteamiento
conlleva que, por ejemplo, a la hora de estudiar el subjuntivo con sus
correspondiente ejercicios estructurales, actividades comunicativas y síntesis
gramatical, también se vayan introduciendo las neutralizaciones que sufre este
modo verbal -según algunos, el más ‘impopular’ entre los italianos debido a su
complejidad morfológica- con los mismos tipos de ejercicios, actividades y
síntesis gramatical, pero en la ‘otra’ variedad, el coloquial. Y esto haciendo
hincapié en los registros y situaciones correspondientes.
Por lo que concierne a cuándo iniciar con el estudio del coloquial,
Fernández y Albelda (2008: 41-43), refiriéndose al español, consideran que se
puede empezar a introducir en el nivel B1, para seguir con mayor intensidad en
el B2 y en el C2. Sin embargo, hay otros estudiosos, como Laguna y Porroche
(2007: 694), que creen que es conveniente reservar el estudio del coloquial
español para niveles avanzados, así se evita la complejidad de entrecruzar las
dos variedades. Desde nuestro punto de vista, estimamos que la
enseñanza-aprendizaje del coloquial debe ser llevada a cabo de forma paulatina
pero progresiva, combinada con el estudio de los rasgos del estándar y
neoestándard y vinculada con las situaciones o contextos comunicativos en las
que se requieran y se exijan. Por tanto, coincidiendo en que es necesario que
el alumno haya adquirido las nociones básicas del idioma, fijamos este
conocimiento a partir de un nivel B1, dependiendo de los rasgos del coloquial
que se vayan abordar.
5. Un proyecto
para la enseñanza del italiano coloquial
Teniendo en cuenta lo afirmado hasta el momento, tanto por lo que se
refiere al papel clave que el registro coloquial juega en la interacción verbal
cotidiana como a la consiguiente necesidad de llevar su estudio al aula de I/LE e I/L2, frente a la
penuria de materiales didácticos que aborden el tema de forma sistemática, nos hemos
propuesto elaborar un manual dirigido a estudiantes extranjeros y destinado precisamente
a la enseñanza y aprendizaje del italiano de registro coloquial. Se trata de un
proyecto que se ha llevado a cabo siendo conscientes de que nos proponíamos una
tarea que era sumamente compleja y tortuosa, tanto por el carácter innovador
como por los aspectos lingüísticos a tratar que, como ya hemos visto en los
apartados anteriores, siguen generando controversia, de hecho, desde la óptica
purista, una gramática del coloquial equivaldría por lo general a ‘una
gramática de los errores’. No obstante, convencidos de la necesidad de contar
con un material de este tipo y animados por la respuesta positiva manifestada
en el aula por parte de nuestros alumnos, con los que hemos ido poniéndolo a
prueba durante la fase de su elaboración, hemos decidido correr el riesgo e
intentar dar una forma concreta a todas las ideas hasta aquí expuestas en el
manual L’italiano, a me mi piace! Corso
per l’apprendimento dell’italiano colloquiale como LS/L2 (Zamora,
Alessandro y Hernández González 2010). A continuación, indicamos a grandes
rasgos cómo está diseñado el manual, aportando algunos ejemplos concretos y
remitiendo para una explicación más detallada a las secciones del manual: Introduzione (p. 7-11) e Istruzioni per l’uso (p. 13-15).
5.1. La estructura del manual
El objetivo de L’italiano, a me mi
piace! es presentar y facilitar el aprendizaje, en las situaciones
adecuadas, de los rasgos morfológicos, sintácticos, léxicos, textuales y
pragmáticos principales del italiano de registro coloquial en su empleo conversacional,
variedad y tipo de discurso en los que el alumno del italiano como lengua
extranjera debe adquirir una satisfactoria competencia lingüística y
comunicativa. Con esta finalidad, el volumen está dividido en ocho unidades
agrupadas en cuatro secciones –que corresponden respectivamente a: Sezione 1.
Rasgos morfológicos; Sezione 2. Rasgos morfosintácticos; Sezione 3. Rasgos
léxicos y semánticos; Sezione 4. Rasgos discursivos y textuales- como se
detalla en la figura 2.
Esta división en secciones y unidades obedece únicamente a motivos
didácticos y no al funcionamiento real de la lengua, ya que, como es consabido,
cualquier fenómeno lingüístico se debe analizar desde una perspectiva global,
es decir, los rasgos morfológicos, sintácticos, léxicos, textuales, discursivos
y pragmáticos deben considerarse en su conjunto e interrelación (cfr. Narbona
1995). Esto significa, por ejemplo, que, cuando en la unidad 3 se analizan las
dislocaciones a derecha, es conveniente remarcar que: a) en éstas se rompe el
orden sintáctico canónico, puesto que un pronombre complemento antecede al
verbo; b) pragmáticamente manifiestan y reflejan una cierta familiaridad entre
los interlocutores y pueden desempeñar una función enfática; c) la alta
frecuencia de uso ha originado su lexicalización con ciertos verbos en los que
el pronombre va ‘pegado’ a este, constituyendo una única forma o unidad[23];
d) es un rasgo informal no descuidado, es decir, muy próximos al neoestándar, característico
de la conversación cotidiana, hasta el punto que es probable que el rasgo
coloquializador de relación de afinidad entre los interlocutores (cfr. Briz
1988: 41) sea el origen de este tipo de estructura sintáctica marcada.
5.2 La estructura de las unidades
El manual, obedeciendo a su planteamiento interactivo, se inspira en los
principios del método funcional-comunicativo y de las teorías constructivistas,
uno de cuyos fundamentos es impulsar la reflexión y participación activa del
estudiante en las actividades propuestas. En este sentido, y específicamente por
lo que se refiere a la introducción de los contenidos conceptuales, en lugar de
explicar de forma abstracta o limitarnos a dar las reglas gramaticales básicas,
lo que se pretende es fomentar la reflexión por parte del estudiante siguiendo
un recorrido deductivo a partir de la presentación de las formas y las
estructuras objeto de estudio insertadas en textos contextualizados, la mayoría
extraídos de la red o, en algunos casos, creados ad hoc por los autores, como
se muestra en la figura 3.
Este recorrido deductivo se basa en una reflexión guiada que se sirve de
una serie de preguntas con las que nos proponemos favorecer el razonamiento del
alumno (figura 4). Leyendo y analizando los textos coloquiales y contando con
su capacidad deductiva, el alumno, ayudado por el docente, podrá formular
hipótesis sobre el funcionamiento de los rasgos lingüísticos presentados y,
posteriormente, verificar estas hipótesis en cuadros teóricos ubicados tras las
preguntas (figura 5). En estos cuadros teóricos se explican de una forma sencilla
las características del fenómeno lingüístico tratado y su grado de
informalidad, evitando en medida de lo posible un metalenguaje técnico y
complicado para los alumnos. Con esta forma de proceder deductiva-inductiva se pretende
facilitar una primera toma de contacto con el fenómeno lingüístico estudiado en
la unidad, indicando los valores y las funciones que este cumple en el discurso
y poniendo de manifiesto sus contextos de uso.
A esta presentación y análisis, le sigue una batería de ejercicios cuya
finalidad es la comprensión, memorización y producción de los rasgos
estudiados. Un primer grupo -Completiamo,
Sostituiamo, Trasformiamo y Forma la
coppia, etc.- tiene como finalidad fijar las formas y estructuras objeto de
estudio. Un segundo grupo lo constituyen actividades comunicativas e
interactivas cuyo objetivo es la producción de enunciados y de réplicas por
parte de los alumnos en la interacción, de forma adecuada al contexto y al
registro de lengua pertinente. Dentro de este segundo grupo, señalamos dos
tipos de actividades productivas -Ora
tocca a te… y A te la parola!-
que detallamos a continuación.
a. ORA TOCCA A TE…:
En esta actividad, de producción guiada, se presentan a los alumnos una
serie de situaciones y personajes concretos y se les pide que, en función de la
situación y de la intención comunicativa indicada, formulen las réplicas adecuadas,
empleando los rasgos lingüísticos estudiados en la unidad y sirviéndose de las sugerencias
ofrecidas en el ejercicio, en particular, del léxico insertado en la
presentación de la situación comunicativa correspondiente. El objetivo es que
el alumno aprenda a interactuar dentro de un marco conversacional cotidiano.
b. A TE
Se trata de una actividad de producción oral libre, aunque acompañada
por pistas y sugerencias para facilitar la ejecución del trabajo, diseñada para
realizarse en pareja o en grupo y cuyo objetivo es promover la realización de
conversaciones en las que estén presentes los rasgos característicos de la
interacción prototípica del coloquial hablado, a medida de que se vayan
estudiando. Los alumnos, siguiendo unas directrices concretas, deben crear un
diálogo utilizando los rasgos del coloquial tratados en la sección,
combinándolos con otros ya vistos en unidades anteriores. Esta actividad cumple
los nueve parámetros comunicativos de la conversación prototípica que enumeran Briz
(1998: 42-43) y, posteriormente, González y Martínez (2002:76; cfr. Llamas):
espontaneidad, copresencia de los interlocutores, conocimiento mutuo de los
interlocutores y saber compartido, dialoguicidad, cooperación entre los
interlocutores, finalidad interpersonal, cotidianidad, relación de igualdad y
solidaridad entre los interlocutores. A modo de ejemplo, véase el
encabezamiento de una actividad concreta del tipo A te la parola!
Figura
7. Unità 6 – Verbi colloquiali. L’italiano,
a me mi piace (Zamora et al. 2010: 148)
La situación comunicativa que se presenta a los alumnos -dos antiguos
hippies se encuentran y rememoran viejas vivencias (figura 7)- es de carácter
informal, implica una relación de amistad entre los interlocutores y la
referencia a argumentos comunes y cotidianos. Es evidente que, con estos
supuestos, sería como mínimo extraño e incluso ridículo que dos personas que se
conocen de toda la vida, mientras hablan de amor libre, de lucha
anticapitalista o de drogas, empleasen un italiano estándar formal. Desde el
punto de vista cultural, este tipo de actividad resulta muy útil al permitir presentar
aspectos de la vida social italiana.
Una vez contextualizada la situación comunicativa, se les indica a los
estudiantes la tarea a desarrollar y se les presenta un ejemplo que sirva de
modelo a seguir (figura 8).
Figura
8. Unità 6 – Verbi colloquiali. L’italiano,
a me mi piace (Zamora et al. 2010: 148-149)
La posibilidad de que se aborden aspectos característicos de la vida cotidiana
y, en su caso, de la cultura e historia de Italia, que los alumnos pueden
desconocer o no haber experimentado en primera persona, hace aconsejable guiar
la conversación proporcionando unas sugerencias o pistas sobre los temas que se
pueden tratar en la conversación (figura 9). Esta guía cumple una doble
función: a) evita la ansiedad y el estrés del estudiante, que se va obligado a
enfrentarse a un argumento nuevo; b) facilita el control del tema de
conversación y por consiguiente posibilita una comunicación más fluida y
eficiente.
Por último, señalamos que al final de cada unidad se ofrece un nuevo
cuadro teórico general, a modo de resumen, en el que se presentan desde una
perspectiva contrastiva las formas o estructuras del estándar y del coloquial
(figura 10).
Conclusiones
Introducir la enseñanza y el aprendizaje del registro coloquial en el
aula de lengua extranjera permite presentar una lengua más próxima a su uso real
y, de esta forma, contribuir a alcanzar una mayor cobertura del abanico de las
competencias lingüísticas y comunicativas que el alumno debe adquirir en su
formación. En el caso del italiano, la disparidad que existe entre el registro
estándar y el coloquial hace aún más necesario su planteamiento.
Para la enseñanza-aprendizaje del coloquial se hace imprescindible
superar el rechazo purista, la mentalidad conservadora, el concepto de ‘incorrecto’
y los miedos que genera hacer uso de una variedad de lengua todavía hoy en
parte ‘mal vista’ por ser a menudo erróneamente equiparada a la variedad
popular o vulgar.
Los diferentes y variados rasgos lingüísticos del coloquial se
desenvuelven en una orquilla que va del ligeramente informal al muy informal y
descuidado, por lo que es aconsejable que, desde el punto de vista didáctico,
se explicite con la mayor exactitud posible el grado de informalidad de cada
uno de los fenómenos lingüísticos.
Introducir la enseñanza-aprendizaje del italiano iniciando con estudiantes
que posean un nivel de conocimiento de la lengua intermedio bajo (B1) para
seguir con un nivel intermedio alto (B2) y avanzado (C1-C2), condiciona
la estructura de L’italiano, a me mi
piace! y el tipo de actividades que en él se presentan. Esta premisa
requiere algunas aclaraciones al respecto:
a) Es conveniente adoptar un orden claro y estable, podríamos decir
‘tradicional’, del enfoque funcional-comunicativo, que coincide con las famosas
tres P: Presentar, Practicar y Producir. De hecho, consideramos que la complejidad
y el carácter innovador de los contenidos y fenómenos tratados lo requiere y lo
hace aconsejable. Manuales basados en la variedad estándar o neoestándar
posibilitan otros tipos de encuadre, más variados.
b) El nivel intermedio del usuario repercute en las actividades productivas
y condiciona su tipología. A mayor elaboración de las actividades por parte de los
autores, mayor facilidad productiva por parte del estudiante. En las
actividades de producción guiada del tipo Ora
tocca a te… el alumno debe replicar utilizando parte del léxico que se le
ofrece en la descripción de la situación comunicativa o en el turno de palabra anterior.
Asimismo, también en actividades de producción libre como A te la parola! también consideramos esenciales las sugerencias que
se le brindan al alumno, aunque este de motus
propio puede añadir cuantas quiera.
Por último, queremos señalar que el propio proceso de enseñanza y
aprendizaje del italiano coloquial requiere inevitablemente:
a) Unas explicaciones gramaticales claras y sencillas, huyendo, en la
medida de lo posible, de un metalenguaje teórico excesivamente técnico y
complejo. Lo más probable es que el estudiante, a la hora de emplear una
determinada forma o estructura en la interacción verbal, no se acuerde de la
regla, sino más bien de lo fijado mediante la práctica y consolidado a través
de la reflexión.
b) Contextualizar los rasgos lingüísticos marcados, recalcando el grado de
informalidad de las formas y estructuras coloquiales y confrontándolas con sus
homónimos formales o estándar.
c) Presentar todas las actividades en situaciones comunicativas informales,
en las ya citadas conversaciones coloquiales prototípicas.
d) Adoptar y emplear, dentro de lo posible, los rasgos propios de la
variedad coloquial conversacional en la elaboración del manual; lógicamente, esto
significa combinarlo con el neoestándar ya que no toda la lengua italiana está coloquialmente
marcada. Por otro lado, no hay que olvidar que estamos presentando de forma
escrita una variedad que, como hemos destacado desde el principio, está marcada
en el plano diamésico en la modalidad oral, con todas las limitaciones que esto
implica, pero también sin olvidar la necesidad de crear un material estable y
reproducible que se pueda presentar y emplear en el aula. Esto no quita sino
que anima a que, en proyectos futuros, se busque la forma de potenciar la
presentación y el trabajo sobre el registro coloquial a partir de material
oral.
Todo ello nos anima a continuar por este camino en el que son muchas las
cuestiones que necesitan investigarse en profundidad y a seguir buscando la
mejor forma de proporcionar a nuestro alumnado una enseñanza de calidad, variada
y flexible, capaz de responder a sus necesidades comunicativas reales.
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[1] Sin embargo, merece la pena recordar que, según la formulación de Alfonzetti (2001: 236), el lenguaje juvenil se puede considerar "una varietà di tipo sia diastratico che diafasico: diastratico perché connessa al fattore demografico dell'età dei parlanti, cioè giovani, soprattutto studenti, di età compresa tra gli undici e i diciannove anni circa, e diafasico perché adoperata soltanto o prevalentemente in contesti informali, nella comunicazione interna al gruppo per trattare argomenti riguardanti la condizione giovanile (sport, sesso, amore, scuola, musica, ecc.)". Corbucci (2007: 8), por su parte, observa que “Il linguaggio giovanile si situa in un continuum che va dalla diafasia alla diastratia, in quanto le manifestazioni linguistiche dei giovani hanno una dimensione diastratica che si riferisce all’appartenenza a un gruppo e una dimensione diafasica, che riguarda il parlare colloquiale”. Estas observaciones implican reflexionar sobre las relaciones que se establecen entre los distintos ejes de variación y las variedades correspondientes. Por otro lado, es evidente que aunque el empleo del registro coloquial se puede considerar especialmente relevante entre los jóvenes, debido a un más elevado número de situaciones informales en las que se encuentran a interactuar, no se puede considerar como exclusivo de este grupo social ya que su empleo es más bien transversal.
[2] Sobre los rasgos del registro coloquial véanse, entre otros,
Narbona (1985 y 1995), Berretta (1994) y Briz (1998).
[3] Para
Beccaria (1988: 121) el italiano hablado mediante la radio y la televisión ha
influido notablemente sobre el italiano medio, aunque muchos de sus rasgos no
sean exclusivos de la lengua hablada. D’Achille (2003: 221) indica al respecto
que el sistema lingüístico actual está fuertemente expuesto a las presiones del
hablado, motor del cambio lingüístico en curso.
[4] Véase De Mauro ([1963] 2008).
[5] Llamas (2005: 406) enumera las siguientes
incorrecciones: ausencia de conectores que articulan las partes de los
enunciados, cambios frecuentes de temas, anacolutos, reelaboraciones, rodeos
explicativos, autocorrecciones, redundancias, repeticiones literales, falta de
concordancias, ausencia de marcas gramaticales, simplicidad sintáctica y léxico
común poco intenso semánticamente, etc.
[6] Rasgos propios del popular son los usos por
analogía del subjuntivo de cortesía ‑venghi,
vadi, eschi-; el condicional en la apódosis: Se io avrei; ciertos sustantivos en los que se busca la
equiparación formal con las estructuras morfológicas más comunes: follità; adverbios empleados con función
adjetival: troppi belli, nel meglio negozio; los regionalismos
populares, entre los más difundidos los que proceden del dialecto romano: semo, famo, annamo, te credo.
[7] En el corpus de Bozzone (1991: 145) basado en la
grabación de intercambios conversacionales de estudiantes universitarios
septentrionales, sólo en el 25-30% de los casos el indicativo sustituye al
subjuntivo en construcciones en las que, normativamente, se requiere este
último modo verbal. La mayoría de las neutralizaciones tienen lugar en las
frases con verbos de opinión (credere,
pensare, essere convinto, etc.), seguido de las interrogativas indirectas y
de las de superlativo absoluto. El tiempo verbal que más a menudo se sustituye
es el presente.
[8] Como ocurre con las formas analógicas
incorrectas del popular; vadi, venghi, etc.
[9] El
italiano estándar es una lengua propensa al empleo de construcciones
explícitas, evitando las implícitas con el subjuntivo -las subordinadas con
verbos que expresan ruego, petición, mandato y las perífrasis causativas-.
Estas mismas estructuras en otras lenguas, como el español, rigen subjuntivo.
[10] Porroche (2009: 305-323) se señalan como
ejemplos más relevantes de “usos
dislocados o discursivos verbales” la neutralización pretérito
perfecto/pretérito indefinido, pretérito indefinido/presente indicativo, imperfecto
indicativo/condicional, futuro e infinitivo/imperativo.
[11] Para Briz (1998: 90) en el español coloquial
conversacional la oposición indicativo/subjuntivo obedece a la mayor carga real
e información objetiva del primero respecto al segundo: ‘Me fastidia que María
viene y José no está invitado’ / ‘Me
fastidia que María venga y José no esté invitado’.
[12] Podemos citar las
aportaciones de Manili (2007) y Corbucci
(2007). Sobre el español los estudios de Cascón (1997), Santos (1993), De Hériz
(1995), Albeada y José Fernández (2006 y 2008), Di Franco (2006) y Porroche
(2009).
[13] De las gramáticas descriptivas citamos especialmente L’italiano come prima o seconda lingua nelle sue varietà scritta e
parlata (1992) de Moretti y La grammatica di riferimento
della lingua italiana per stranieri (2003)
de Patota.
[14] Benucci (1994) lleva a cabo un profundo análisis
sobre la presencia de los rasgos del italiano de uso medio en los manuales de
italiano como lengua extranjera. Del estudio se desprende que predomina en líneas
generales el estándar, aunque se observa un notable aumento de los fenómenos
lingüísticos propios del italiano de uso medio. Sin embargo hay que puntualizar
que en el continuo gradual +/- informal, el italiano de uso medio abarca rasgos
del neoestándar y del coloquial, pero no comparte con este último las formas y
estructuras más informales y descuidadas del mismo.
[15] Sin existir esa diferencia tan abismal
estándar/coloquial en español como en italiano, García-Valle y Ricós (1996:
364-365) defiende la elaboración de una gramática del español coloquial para
extranjeros e indica que en los manuales existentes españoles se presenta
todavía una lengua formal escrita.
[16] Manili (2007: 55) cree
que el alumno que pretende aproximarse al italiano coloquial se siente por una
parte bloqueado por la insuficiencia de material a disposición y, por otra,
atemorizado por aprender una variedad proscrita.
[17] Citamos, entre muchos otros, Vigara (2002), Cascón
(1997), Briz (1998), Fernández y Albeada (2008) y Porroche (2009).
[18] Véanse al respecto
Cascón (1995), Briz (1998) y Porroche (2009). Para
la enseñanza-aprendizaje de los recursos fraseológicos en italiano remitimos a
Zamora, Alessandro, Ioppoli y Simone (2006).
[19] Vigara Tauste (1992: 191-238) se centra en rasgos
morfosintácticos cercanos al popular: el imperativo ‘no irse’, la forma ‘le’
como dativo plural, discordancias nominales y verbales ‘Son la una’, etc.
Porroche (2009: 271-319), por su parte, analiza, además de los usos verbales
desviados, una serie de rasgo morfológicos del español coloquial ligados a la
pragmática como los dativos superfluos –‘Lo que me come’, los pronombres
tónicos con adjetivos –‘Feillo él’-, los demostrativos con nombres propios
–‘Este Pepe…’-, etc.
[20] En el plano morfológico el sistema pronominal se
encuentra en un proceso de transformación, proceso que genera la desaparición
de ciertas formas pronominales y, en contraposición, la adquisición por parte de
otras formas de nuevas funciones que neutralizan a las ‘antiguas’: gli pronombre átono complemento
indirecto masculino neutra la forma del femenino “le”, “te” pronombre
complemento directo suplanta al “tu” sujeto, etc. En el plano sintáctico, la
expansión de las dislocaciones a derecha y a izquierda, de las frases
escindidas, del ‘c’è presentativo’,
la activas genéricas, las perífrasis causativas con fare, etc.
[21] Porroche (2009: 295) lo
denomina “que relativo universal”, es un rasgo del coloquial y consiste en la
supresión de la preposición y el artículo determinado.
[22] Soler-Espiauba (1999: 271)
considera una obligación moral presentarles a los estudiantes de español como
lengua extranjera la denominada “mala lengua”, haciéndoles participes de que se
están moviendo por “arenas movedizas e inseguras”.
[23] Confróntese al respecto Berretta (1989). Un buen
número de dislocaciones a derecha son secuencias fijas lexicalizadas; su grado
de fijación es tal que han suplantado por completo a las estructuras canónicas
no marcadas: Cosa ci fai qui!; Lo capisci che…!?; Dove lo trovo io…!?; La
conocí Martina?, Lo vedi che….
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