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EL ÁNGEL DEL HOGAR Y
M. Ángeles Cantero Rosales
(Universidad
de Granada)
RESUMEN
Este trabajo se plantea como objetivo profundizar en torno a algunas
de las propuestas presentes en la narrativa de la escritora Pardo Bazán,
fundamentalmente en aquellas referidas a los problemas vitales de sus
personajes: la pugna entre los estereotipos sexistas impuestos socialmente y la
ruptura de estos, el debate interior en torno a los valores éticos y morales
transmitidos al género femenino por la sociedad decimonónica, el rechazo social
a que la mujer trabajara y alcanzara su independencia … Propuestas realmente
cruciales para la escritora si se tiene en cuenta que la propia Pardo Bazán
padeció el rechazo y la crítica moral y social de un sector de la sociedad,
toda vez que se negó a adoptar un comportamiento fiel al modelo ideológico y a
las formas de vida que las instituciones y los discursos de la época proponían:
la sublimación de la mujer como “ángel del hogar”.
ABSTRACT
The objective of this article is to look in
depth at some issues present in the novels of the writer Pardo Bazán,
especially in reference to the personal problems of her characters: the
struggle between the sexual stereotypes imposed by society and breaking with
these, the internal debate regarding ethical and moral values conferred upon
women by 19th century society, the social rejection of the woman as
a worker and independent. Crucial issues for the writer given that Pardo Bazán
herself suffered rejection and moral and social criticism from a sector of
society for not adapting her behavior to the ideological model and way of life
that the institutions and the thinking of the age proposed: the sublimation of
the woman as “angel
INTRODUCCIÓN
La gran virtud, entre otras, de toda obra literaria, reside en su
capacidad para mostrar las formas de pensamiento del momento histórico en que
dicha obra se produjo, filtrados dichos pensamientos –ideología, en definitiva-
a través de la interpretación personal del escritor o escritora. Por ello, la
obra literaria, aun inconscientemente, contribuye a explicar las relaciones del
ser humano con la sociedad de su tiempo.
La finalidad de nuestro estudio es observar qué visión de la sociedad
española decimonónica nos propone Pardo Bazán a través de sus novelas: ¿Cuáles
son los problemas vitales de sus personajes? ¿Qué valores éticos y morales se
proyectan en su narrativa? ¿Qué desigualdades de sexo/género denuncia la
escritora? A través de la literatura y gracias al poder que la palabra proyecta
en ella, la narrativa de Pardo Bazán tiene la capacidad de presentarnos el
discurrir cotidiano de la existencia humana de algunos personajes femeninos y
masculinos pertenecientes a la sociedad española decimonónica.
Como hemos referido en otra parte,[2] el S.
XIX estuvo presidido por un modelo ideológico y formas de vida específicos que
la sociedad, a través de sus instituciones y el conjunto de discursos de la
época, impuso a mujeres y hombres para que los incorporaran en sus propias
vidas. De la misma forma, la sublimación de la mujer hasta elevarla a “ángel
del hogar” fue un fenómeno que irradió en la mayoría de los países occidentales
a lo largo del XIX. Aquellas mujeres que no adaptaron su comportamiento a dicho
modelo, merecieron el rechazo y la crítica moral de la sociedad. Es el caso de
Pardo Bazán.
El “ángel del hogar”, invento del capitalismo liberal burgués, ponderó
“la familia” como principio fundamental de organización social burguesa. El
modelo de familia que fue evolucionando a lo largo de los siglos, acorde con el
grupo social que protagonizó cultural y económicamente cada momento histórico,
ahora en el XIX, con la burguesía como protagonista, demanda una mujer que sea
decente, pura, casta, controladora de sus pasiones, abnegada, sacrificada… De
esclava, la mujer pasa a ser conceptualizada como “reina del hogar”, y
exaltadas sus cualidades de sensibilidad, entrega, emotividad y afecto,
emanadas de su supuesta naturaleza angelical: especie de ángel descendiente del
cielo, carente de deseo físico (Savater, 1842: 115).
Pero en la sociedad española de aquel momento se van a manifestar
voces femeninas discrepantes como la de Concepción Arenal; también en el campo
de la literatura: Rosalía de Castro, Carolina Coronado, Gertrudis Gómez de
Avellaneda, Emilia Pardo Bazán y muchas otras van a abogar por el derecho de
instrucción para las niñas, por el derecho de las mujeres a estudiar, a un
trabajo y sueldos dignos, en definitiva, por una equiparación con el hombre en
derechos básicos y fundamentales.
En este estudio, profundizaremos en los personajes de Emilia Pardo
Bazán para comprobar si estos aceptan o rechazan el modelo socialmente
establecido del “ángel del hogar”. Se trata, por tanto, no solo de valorar el
proyecto estético que su obra literaria respalda, sino también de ahondar en su
narrativa como fuente de documentación de las formas de pensamiento y modos de
vida de las mujeres y hombres del XIX.
1. DEUDA ESTÉTICO-LITERARIA CON PARDO BAZÁN
A pesar de ser una figura clave de la literatura española, hasta hace
pocos años Emilia Pardo Bazán apenas ha sido tenida en cuenta en los volúmenes
de Historia de
Al igual que Concepción Arenal, la preocupación de Pardo Bazán porque
las mujeres recibieran instrucción la convierte en su faceta más progresista.
Con mayor valentía que otras defensoras de su tiempo, argumenta en contra de
quienes defienden la instrucción femenina como mejora de la función de madre o
esposa, y no como necesidad de realización personal. Subraya así mismo el error
relativo al papel de maternidad, al cual se le había otorgado tal prioridad y
esencialidad que había llegado a anular las restantes posibilidades de
realización femenina:
Aspiro, señores, a que reconozcáis que la mujer tiene
destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no
relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá
constituir o no constituir; que su felicidad y dignidad personal tienen que ser
el fin esencial de su cultura, y que por consecuencia de ese modo de ser de la
mujer, está investida del mismo derecho a la educación que el hombre entendiéndose
la palabra educación en el sentido más amplio de cuantos puedan
atribuírsele (Gómez Ferrer, 1999: 169).
¿Quién contribuye a formar esta conciencia de género, esta conciencia
feminista en la escritora? Sin duda, su padre será una persona clave en este
proceso, dado que no compartía los prejuicios de la época en relación al papel
que la sociedad determinaba que debía cumplir la mujer, y desde pequeña le
facilitó los mejores profesores, la animó para que estudiara y defendió la
igualdad intelectual y moral de ambos sexos: “Mira, hija mía, -le decía su
padre-, los hombres somos egoístas, y si te dicen alguna vez que hay cosas que
pueden hacer los hombres y las mujeres no, di que es mentira, porque no puede
haber dos morales para dos sexos” (Pardo Bazán en Gómez Ferrer, 2006, 143).
La joven Pardo Bazán, nada tímida, ni callada, ni sumisa, participará
en las conversaciones de los varones opinando sobre temas que en nada se
ceñirán al molde establecido por la sociedad para las damas, y argumentará y
rebatirá cuanto crea necesario.
Pardo Bazán, nacida en 1851, se forja como mujer y novelista entre los
setenta y ochenta. Ella había comenzado interesándose por la política, y más
tarde, establecerá una estrecha conexión entre esta y la literatura. Su interés
por las vindicaciones de las mujeres tendrá un peso fundamental, aunque no el
único, en su decisión de escribir novelas. Desde muy joven, nuestra escritora
va a ser muy consciente de las innumerables trabas que una sociedad, anclada en
el sistema androcéntrico, interpone a toda mujer con inquietudes:
Apenas pueden formarse los hombres idea de lo difícil que es para una
mujer adquirir cultura autodidáctica y llenar los claros de educación. Los
varones, desde que pueden andar y hablar, corren a las escuelas de instrucción
primaria; luego al Instituto, a
Sin embargo, las dificultades no lograrán frenar ni sus ansias de
saber ni tampoco su compromiso con la causa feminista. Su inmejorable salud y
su alegría vital destacan sobre todo y hacen exclamar a los contemporáneos:
“Mujer de muchas almas”. “Gran gozadora de la vida no es
Esta actitud ante la vida explica su apuesta por el Naturalismo,
corriente literaria, cuyos rasgos son llevados por la escritora a la novela de
forma ecléctica, descartando el cientifismo y el determinismo, y
compatibilizándolo, por otra parte, con sus convicciones cristianas (Clemessy,
1981). Su apuesta por el naturalismo va a suscitar el reproche de conservadores
y liberales, de la prensa, de la sociedad y
Como hemos remarcado, su pluma va a denunciar las desigualdades que,
no por la ley ni por la ortodoxia religiosa sino por la fuerza de la costumbre,
imperan en la sociedad. Desde Europa, enviará crónicas a la prensa madrileña en
donde reflexionará sobre la lamentable situación por la que atravesaba la mujer
española: el discurso sexista de los varones, la existencia para los sexos de
la doble moral, la enseñanza tan deficiente recibida por las niñas en su
infancia, la injusta discriminación sufrida por las mujeres instruidas en los
espacios ilustrados.
A pesar de todos los obstáculos que tendrá que librar, finalmente
alcanzará el reconocimiento como escritora, aunque se le vetará su ingreso en
Siendo consecuente con sus convicciones feministas, se propone, por
una parte, labrarse su propia autonomía económica, a fin de no depender del
padre o del marido, haciendo uso de aquello saberes que la capacitaban para
ganarse la vida, y desechando los prejuicios y convencionalismos sociales, y,
por otra parte, se propone difundir la discriminación que padecían las mujeres,
no solo a través de artículos periodísticos y conferencias, también en su
propia narrativa. Critica los discursos masculinos sobre la mujer,
enfrentándose para ello a periodistas e intelectuales del momento, entre otros,
a Galdós y González Serrano. Así mismo, aprovecha su narrativa para denunciar
esta discriminación injusta: en Insolación,
la doble moral social, el deseo como motor vital de las mujeres; en Una cristiana-La prueba, con una
propuesta de actitudes deseables que deberían ser potenciadas en la “mujer
nueva”, la mujer del futuro; modelo de feminidad que quedará mucho mejor
perfilado en el personaje de Feíta, protagonista femenina de Doña Milagros y Memorias de un sesentón.
En su última etapa como narradora, coincidiendo con los comienzos del
nuevo siglo, fluctuará su proyecto de mujer, debido al período de desengaño por
el que atravesó, muy condicionado asimismo por las circunstancias concretas del
momento histórico. Con todo, ello no resta para reconocer su lucidez anterior
en las vindicaciones de género que en su momento demandó; muchas de ellas,
afortunadamente, asumidas socialmente hoy (derecho de las mujeres a una
formación intelectual; erradicación de aquellas leyes y normas sociales que
exigían a las mujeres la tutela de un varón, incluso para estar en un
determinado espacio público; derecho a las relaciones prematrimoniales, al
divorcio…), otras muchas, recién admitidas o sin conseguir satisfactoriamente
(derecho de las mujeres al ingreso en
En suma, como valora una parte de la crítica (Juan Paredes, 1992), si
bien es cierto que su perspectiva en torno a los sexos adoleció de una falta de
concreción social -en la medida en que esta debería haber estado insertada
dentro de un análisis social y político del país en aquel período histórico-,
no obstante, nadie puede negarle a Pardo Bazán la lucha emprendida en defensa
de los derechos de las mujeres y las reivindicaciones de que fue portadora,
como mujer y escritora extraordinariamente avanzada.
2. INSOLACIÓN
Si ciertamente en la actualidad hemos asistido a una revalorización de
esta novela por parte de la crítica, la reacción fue muy contraria cuando se
publicó por primera vez (1888). Sufrió un rechazo absoluto de los expertos literarios,
que recurrieron para ello a argumentos sexistas relacionados con la falta de
decoro de la protagonista, una dama que, además, pertenecía a la aristocracia.
Hoy, en cambio, su discurso es interpretado como un juego irónico, cuajado de
frescura, delicioso, de una mujer cuyo ser despierta a la pasión y cuyos deseos
sexuales han de luchar contra las convenciones sociales y culturales de su
medio, en donde primaba una doble moral. Sin duda, esta novela constituye un
alegato a favor del reconocimiento y justificación de la sexualidad femenina,
así como de la legitimidad de los deseos sexuales.
Dos escritores altamente valorados en su época, Pereda y Clarín,
critican tanto la novela como a su autora. En la crítica de este último existe
una profunda carga moral y sexista que, cuanto menos, sorprende que proceda de
un escritor tan anticlerical. Así, con su inigualable ironía, sostiene que Insolación ocupa un lugar intermedio
entre la obra pornográfica y la artística (1889), y que esta novela es “un
episodio de amor vulgar, prosaico, es decir, de amor carnal no disfrazado de
poesía, sino de galanteo pecaminoso y ordinario; es la pintura de la
sensualidad más pedestre” (1890a: 75, 79-80).
Hoy la crítica ha tendido a valorarla no solo desde la vertiente
estético-literaria, sino también y sobre todo por el análisis psicológico que
ofrece y la tesis vindicativa de género que plantea. Marina Mayoral la define
como una novela de amor, pues el tema fundamental es la evolución íntima de
Asís, el nacimiento de su pasión amorosa, que a su vez tiene su origen en la
atracción física que siente la protagonista hacia Diego Pacheco (Mayoral en
Pardo Bazán, 1987). Pese a los comentarios censurables de la voz narrativa, el
desarrollo de la acción viene a confirmar el derecho de Asís a hacer lo que le
dicta su deseo, sin dejarse someter por las convenciones sociales, así como su
derecho a equivocarse también. Pues el final abierto no deja entrever si Diego
finalmente se casará, si resultará un buen o mal esposo y padre… Un final inconcluso
muy acorde con el modelo de novela rupturista que se propuso crear la escritora.
Es interesante señalar una de las escenas más destacadas por la
crítica desde la perspectiva de género, quizá por ser la más atrevida de toda
la novela. Tiene lugar al final, cuando Asís exhibe ante el mundo las
relaciones prematrimoniales mantenidas con su amante Diego Pacheco. Escena que
supone un enfrentamiento frontal con los prejuicios sociales. El atrevimiento
de Asís y de la autora, sus posturas rupturistas son un desafío social en pro
de la liberación y la autonomía. Y sus desacatos, una valentía de ambas como
mujeres:
Asís, despeinada, alegre, más fresca que el amanecer, abre de par en
par, sin recelo o más bien con orgullo. […] los dos se asoman [a la ventana],
juntos, casi enlazados, como si quisiesen quitar todo sabor clandestino a la
entrevista, dar a su amor un baño de claridad solar y a la vecindad entera
parte de boda… (Insolación: 171)
3. SEGUNDA ÉPOCA EN
Con anterioridad al escándalo provocado por la publicación de Insolación, la escritora había tomado
decisiones que alcanzaban a su vida familiar, pues la sociedad coruñesa, a
través del púlpito y del casino la había tachado de mala madre, mala esposa y
hasta mala mujer. Finalmente optaría por la separación matrimonial y su marcha
a Madrid antes que abandonar la literatura y retractarse públicamente de lo
escrito en La cuestión palpitante,
condición exigida por todos, incluido su marido. Su crítica inteligente la
convertiría, como sabemos, en representante del Naturalismo en España.
De este modo, a los cuarenta años, doña Emilia es una escritora famosa
en España, que despierta pasiones a su alrededor. Su carácter complejo y
contradictorio la lleva a defender ideas feministas y, al mismo tiempo,
conjugarlo con una política conservadora que la imposibilita para englobar su
feminismo en un marco social más amplio.
Es un lugar común en la crítica pardobazaniana considerar que a partir
de 1890 se inicia una segunda etapa, denominada espiritualista. Dejando a un
lado las razones autobiográficas con que la crítica ha querido justificar tal
inflexión, y considerando factores estéticos-literarios, subrayemos su
admiración en estos momentos por los escritores rusos, el auge del psicologismo
en la narrativa, la pérdida de expectativas del naturalismo y sus deseos por
recomponer la imagen de sí como autora cuyos últimos relatos habían resultado
harto escandalosos.
Es entonces cuando decide escribir una narración cuya protagonista femenina
se desmarca en cierto sentido de sus últimas novelas. El argumento de Una cristiana y la segunda parte de esta
novela, La prueba, se centra en una
joven esposa cristiana, casada por conveniencias sociales con un hombre mucho
mayor que ella, que es sometida a una espantosa prueba, tras la cual emerge la
virtud y la abnegación sublimadas. En una carta a Galdós, Pardo Bazán le
subraya: “Es la historia de una señora virtuosa e intachable: hay que variar la
nota, no se canse el público de tanta cascabera”, en evidente alusión a la
marquesa de Insolación.
Estudiosos de la obra de doña Emilia,
Nelly Clemessy (1981, Vol I: 245) y Mario López (1978: 67-68), entre
otros críticos, subrayan el cambio de tendencia que está anunciando Una cristiana-La prueba. La protagonista
de esta novela, que es publicada en dos partes, Carmiña Aldao, constituye un
dechado de virtudes cristianas, ejemplar esposa e hija, la cual se casa con un
hombre que le dobla la edad, por el que no siente amor alguno, sino repugnancia.
Sin embargo, Carmiña espera que su fe cristiana junto con la gracia del
sacramento matrimonial actúen a fin de cumplir con los mandamientos cristianos.
Y en efecto, la protagonista logrará resistir la tentación de Salustio, su sobrino.
El modelo intachable de mujer trazado por Pardo Bazán cumple el perfil
perfecto de “ángel del hogar” en su variante de mujer espiritual; papel muy
cercano al que más tarde cumplirá, entre otras, Lina Mascareñas, la
protagonista de Dulce dueño. Escrito
en primera persona, Una cristina-La
prueba, es un relato que obedece a una nueva orientación psicologista, al
tiempo que acentúa la vertiente espiritualista-cristiana que estaba solo
esbozada en los relatos de la primera etapa de Pardo Bazán.
En Una
cristina-La prueba aparecen
varios modelos de feminidad: uno, el mesocrático, lo conforman las
hijas de la familia clásica española, que no trabajan y que sólo hablan de
amor, mujeres de las que hay que huir, según señalan al comienzo de la novela
dos de los personajes masculinos más destacados. Frente a este, se nos muestra
de forma más escueta el modelo de la ‘mujer del porvenir’, representado por una
inglesita que sabe hablar de literatura, ciencia y religión, y que trabaja
dando clases. El tercer tipo lo personifica Carmen, ideal de mujer cristiana,
de auténtica belleza y fortaleza moral, así como prototipo de perfección
femenina.
Uno de los personajes masculinos, Luis Portal, le adelanta a su amigo:
“Nosotros, para ser felices, necesitamos mujeres ilustradas, que piensen como
nosotros y que nos entiendan” (Una
cristiana: 172). Tanto Luis Portal como su amigo Salustio Meléndez
concebían así a “la mujer del porvenir”:
El ideal para nosotros debiera ser la mujer contemporánea, o mejor
dicho, la futura: una hembra que nos comprendiese y comulgase en aspiraciones
con nosotros. Dirás que existe. Pues a tratar de fabricarla. Nunca existirá si
la condenamos antes de nacer. (Una
cristiana: 154)
Pero si esto es lo que racionalmente pensaban y creían que les convenía
como hijos de su tiempo, paralelamente y de modo contradictorio, Portal va a
adelantarle un trasnochado diagnóstico a su amigo Salustio, un mal que –aseguraba-
padecía la población masculina de su tiempo –y del cual no se iba a librar ni
él mismo, como comprobamos en la segunda parte de la novela, en La prueba, hecho que el personaje y los
lectores ignoramos en estos primeros momentos de su lectura:
Lo que te sucede a ti […] es un fenómeno muy común entre nosotros los
españoles, que creyendo de buena fe preparar y desear el porvenir, vivimos
enamorados del pasado, y somos siempre, en el fondo, tradicionalistas
acérrimos, aunque nos llamemos republicanos. Me sales con que la señorita Aldao
realiza el ideal de la mujer cristiana. Patarata, chacho. ¿Me quieres tú decir
qué encontramos nosotros de bonito en ese ideal, si lo examinamos
detenidamente? (Una cristiana: 154)
Estos dos amigos, finalmente, van a rechazar para sí este modelo
femenino que inicialmente aplaudían. Se cumplirán los pronósticos de Portal, y
será esta mujer _modelo alternativo al de la mujer “ángel del hogar”- la
condenada por ellos también antes de nacer. De tal forma que Salicio confesará
abiertamente:
No prefiero tal clase de mujer, sino que estoy por la otra, la del
pasado, la que por espacio de diecinueve siglos ha venido siendo el ideal de la
humanidad; la que en cierto modo ya lo era antes, pues los rasgos esenciales
difieren poco de los que traza Salomón en un bosquejo que no se ha borrado de
la memoria humana (La prueba: 69).
¿Qué significado y sentido hemos de darle a estas palabras? ¿Cuál es
la posición de Pardo Bazán? ¿Se identifica con lo propugnado por Salustio o
bien lo rechaza? Luis Portal, tras su experiencia de enamoramiento con Mó, reconocerá su claudicación en torno
a “la mujer del porvenir”:
No cabe duda; la vida no puede teorizarse; gracias si la vamos
teorizando a tropezones…; y la teoría es el reverso de la práctica. Estas cosas
vienen así…, rodadas: no porque uno las busque, ni las prepare, ni las arregle;
y así como no puede prepararlas… ¡corcho!, tampoco las puede regir.
Y continúa justificándose: “Acaso no es tiempo aún de que esa hembra
excepcional aparezca en nuestra sociedad y la modifique…” Curiosamente, lo que
añade a continuación nos da luz acerca de su cambio de planteamiento: “Entretanto,
Mó es una real mujer, que me tiene
ley, que dejaría por mí la proporción más brillante…, y eso supone algo,
compadrito” (La prueba: 184) Esto
significa que Luis Portal decide renunciar a esa “mujer del porvenir” que se
había forjado como ideal teórico escudándose en que esa mujer aún no existía;
en tanto que aplaude de su Mó la actitud de subordinar, de limitar su destino
individual como mujer, como persona, a la de él, su marido.
Sin duda, una amplísima mayoría de lectoras y lectores compartirían
esta conclusión del personaje, sobre todo si tenemos en cuenta que uno de los
libros más leídos en tales momentos en la sociedad española, La mujer de Severo Catalina, propugnaba
que “la mujer se debe toda a la felicidad de un solo hombre”, y ensalzaba la
bondad, la estimación y la fidelidad como virtudes primordiales [de la mujer]
para asegurar la felicidad del matrimonio” (1954: 90-93).
Por su parte, Pardo Bazán -lo hemos señalado al comienzo de este
trabajo-, respondiendo a los prejuicios de la época que rechazaban y
menospreciaban a las mujeres inteligentes, negaba que el papel de las mujeres
fuese, en exclusiva, el relativo a las
funciones reproductivas de la especie, puesto que tal rol asignado determinaba
y limitaba su actividad humana, quitaba a su destino toda significación
individual, y situaba a las mujeres a merced del destino que el varón quisiera
imponerle. En su opinión, ello convertía el destino de las mujeres en un
“destino relativo”, cuyo eje de sus vidas no era la dignidad y la felicidad propias,
sino la ajena: la del esposo, hijos, padre, hermano o la de la entidad
abstracta del género masculino (1892).
Una de las conclusiones que podemos extraer, en relación a la
narrativa de Pardo Bazán y a su propuesta de modelos de “mujer nueva” es que la
escritora, tanto en su estilo de vida como en sus artículos, cuando se trata de
elaborar un perfil teórico, va mucho más allá y logra mayor concreción para
definir a la mujer del futuro que el proyecto que nos perfila a través de sus
personajes femeninos. Con todo, existen en su narrativa ejemplos de modelos
radicalmente rupturistas con el “ángel del hogar”. Es el caso de Asís, la
protagonista de Insolación, y
posteriormente, el encarnado por Feíta en Memorias
de un solterón.
¿Cuál es el punto de vista de Doña Emilia en relación a los diferentes
roles de feminidad que nos presenta a través de sus personajes femeninos? Lo
que queda patente en Una cristiana-La
prueba es la inviabilidad de “la mujer del porvenir” en la sociedad
española de su tiempo, la imposibilidad de su existencia, impedimento
propiciado fundamentalmente por la clase intelectual avanzada -la única que
podía en aquellos momentos comprender racionalmente tales reivindicaciones-; una
intelectualidad que viene representada en la narración por Luis Portal y
Salicio. Por tanto, en nuestra opinión, doña Emilia no hace sino denunciar el
contrasentido de una mayoría de varones españoles que contraen matrimonio, y
que tanto da que sean racionalistas, devotos o ateos, dado que finalmente se
decantan por la mujer devota que sacrifica su proyecto personal en aras del
marido. El vestigio semita de la tradición española, según la autora, lleva a
los hombres a preferir una mujer cristiana antes que peligren sus privilegios
dentro de la jerarquía familiar.
Otras dos novelas esbozan el posible modelo de “la mujer nueva”, la
mujer del futuro. Las más destacadas y en las que se refleja esta evolución son
Doña Milagros (1894) y Memorias de un solterón (1896). A lo
largo de sus páginas, la autora nos ofrece una interesante muestra de tipos
femeninos, que había iniciado con Carmen Aldao y Mo.
4. DOÑA MILAGROS Y MEMORIAS
DE UN SOLTERÓN
Su modelo de “mujer del futuro” viene encarnada en el personaje de
Feíta, hija de don Benicio Neira, un hidalgo venido a menos, situado en la
clase media, cuya hija alberga unos inmensos deseos de instrucción, de
autonomía personal, de trabajo para independizarse… que la alejan de las
“señoritas” de su clase y del resto de sus hermanas. Dichas inquietudes se
asemejan a las experimentadas por doña Emilia en su adolescencia y juventud; al
igual que ella, el personaje de Feíta es muy inteligente, posee grandes deseos
de saber y una gran curiosidad.
Las carencias económicas en el hogar de los Neira originan que Feíta,
que quiere formarse para poder trabajar y conseguir autonomía, le pida a su
padre que le dé estudios universitarios -los mismos que los ofertados a su
hermano Froilán y que este desaprovecha. Pero el padre se niega rotundamente.
El viudo, a pesar de apoyarse en su hija para desahogarse y comentar la marcha
de la familia, penalidades económicas y otras preocupaciones, critica que Feíta
quiera romper con los estereotipos asignados socialmente a su sexo.
Porque, en definitiva, el fantasma de la mujer reivindicativa es un
anatema social, la más funesta acusación que se les puede conferir a las
jóvenes, como subrayaban otras voces decimonónicas a través de sus propias
narraciones (Rosalía de Castro en El
caballero de las Botas azules.[3]).
Es lo que le ocurre a Benicio
Neira, quien se escandaliza de la opción tomada por su hija:
Feíta es listísima, demasiado lo sé; cuando discurre, discurre mejor
que nadie… pero no está en caja. Ésa sí que me dará guerra. Las otras tienen
sus adoradores, como es natural que los tenga a su edad una muchacha; se
despepitan por galas, por diversiones, por lo que alborota a todas las chicas
del mundo: están dentro de su edad, dentro de su sexo, se ajustan a las leyes
de la sociedad y de la naturaleza… Feíta…, con dolor lo declaro… es un
monstruo, un fenómeno aflictivo y ridículo, y si Dios no lo remedia… Ha hecho
cuanto cabe para salir de su esfera y del lugar que Dios le ha señalado; como
si fuese un hombre, ha leído los libros más perniciosos; ha desgarrado velos
que conviene a toda señorita respetar, y por efecto de sus disparatadas
lecturas y de sus atrevidos estudios, piensa, habla y quiere proceder como
procedería una mujer emancipada, y temo que por ella, ¡por ella, sí, y no por
las otras criaturas! Vamos a ser la fábula de la población” (Memorias de un solterón: 838).
Para la sociedad de Marineda (Cantabria), lugar en el que vive la
familia Neira, lo más sagrado es la categoría social, la cual no debe ser
cuestionada ni rebajada. Las trampas o desfalcos económicos a otros vecinos,
los devaneos sentimentales, los engaños a mujeres por parte de pretendientes
ricos que las dejan embarazadas y no cumplen con su promesa de matrimonio, el
no reconocimiento de los hijos tenidos fuera del matrimonio por parte de esta
clase social bien situada… serán conductas murmuradas y enjuiciadas en sordina
en los diferentes círculos sociales, pero en nada comparables al auténtico
escándalo que produciría y resultaría irreparable si una “señorita” se pusiera
a trabajar para ganarse un sueldo.
Recordemos en este sentido los artículos de “La mujer española”, que
la autora publicó en
En este mismo orden, el narrador testigo, Mauro Pareja, muestra el
escándalo que la conducta de la protagonista, Feíta, produce en sus vecinos:
Su conducta se calificaba, si no de liviana y
criminal, por lo menos de chocante e inconveniente, y se hablaba harto de la
vergüenza que sufrían su padre y hermanas mirando convertida en “maestra de
primeras letras” a toda una señorita de Neira, con su correspondiente aguilucho
en el blasón. Porque nada rebajaba tanto la categoría social de la familia como
el hecho de ver a Feíta dando clase y cobrando su modesta retribución. (Memorias de un solterón: 889)
Feíta se rebela ante el hecho de que las normas sociales sean tan
radicalmente diferentes para hombres y para mujeres que a ella se le
imposibilite trabajar para ganar autonomía e independencia. Crítica de la que
también se hacen eco otras escritoras del momento tales como Rosalía de Castro,
quien pone en boca de jóvenes, que no son nobles ni ricas, lo denigrante de
cualquier actividad.[4]
Feíta, así mismo, es una mujer que rechaza la idea de
“protección del hombre a la mujer, como prerrogativa del fuerte al débil”,
modelo patriarcal inculcado hasta entonces a las mujeres y que, en estos
momentos, escritoras, juristas, pedagogas…, mujeres de diferentes ámbitos
comienzan a cuestionar y denunciar con mayor fuerza.
En un tono
fuertemente irónico, empleado por el narrador y personaje Mauro Pareja a lo
largo de toda su narración, Pardo Bazán subraya la ruptura de estereotipos de
género que las mujeres han de acometer:
Si Neira me inspiraba conmiseración, en cambio su
hija alejaba toda idea protectora, de esas que suele infundir la debilidad del
sexo: hasta creo que me exasperaba por su fortaleza. Feíta era improtegible, y
cuando las gentes ni necesitan si quieren nuestro apoyo, cuando comprendemos
que al ofrecérselo nos pagarían con una rabotada o una burla, se nos quitan las
ganas de meternos a caballeros andantes, amparadores de viudas y huérfanas.
Feíta era un ser vigoroso, armado para la vida, sin sentimentalismos, sin
temores pueriles de ninguna especie, y yo aparecería soberanamente ridículo si
quisiese representar con ella el papel de Oliverio de Jalin. (Memorias de un solterón: 887)
Feíta esboza el programa que desea hacer suyo como
representante de la mujer nueva:
“Tengo veintidós años no cumplidos, he leído y
estudiado con furia, pero desconozco el mundo; sólo aspiro a gozar de la
libertad…, no para abusar de ella en cuestiones de amorucos… ¡que en ese
terreno, bien libres andan en cualquier situación que ocupen las mujeres y los hombres!;
sino para descifrarme, para ver de lo que soy capaz, para completar, en lo
posible, mi educación, para atesorar experiencia, para… en fin, para ser algún
tiempo y ¡quien sabe hasta cuándo!, alguien, una persona, un ser humano en el
pleno goce de sí mismo”. (Memorias de un
solterón: 923)
La protagonista ha dado un paso más.
Si en otras narrativas encontramos esta misma denuncia, la de los límites
dentro de los que las mujeres se han visto confinadas únicamente por razón de
su sexo (“La sociedad que los hombres han hecho a su gusto hasta nos prohíbe
pensar… […] de modo, Casimira, que en vano nos llamamos las independientes”. [Castro, 1995: 161]),
ahora, a través de la escritura, a la vez que se denuncia la injusticia de que
es objeto el género femenino, y arriesgo de la propia felicidad, la
protagonista –y con ella, la autora- concreta la forma en que va a conseguir su
autonomía, su independencia respecto del hombre, su libertad. La apuesta
conlleva un peligro, por ello, Mauro Pareja le advierte que esa independencia
le va a costar un alto precio, grandes sufrimientos:
Usted lo conseguirá; pero, pobre criatura; ¡a costa
de cuántas penas, de cuántos sufrimientos, de cuántos desengaños, de cuántas
privaciones y humillaciones! La sociedad, al presente, es completamente
refractaria a las ideas que inspiran los actos de usted. La mujer que pretenda
emanciparse, como usted lo pretende, sólo encontrará en su camino piedras y
abrojos que le ensangrienten los pies y la desgarren la ropa y el corazón. (Memorias de un solterón: 923-924)
Un sector de la crítica ha vislumbrado en estas
palabras la constatación de lo vivido, de lo experimentado por la propia
autora, quien se vio acosada por la sociedad y por sus compañeros en multitud
de ocasiones. Doña Emilia, quien criticó a Galdós acerca del final ideado para Tristana, sabe con certeza que el camino
de la emancipación no tiene retroceso y que acabará triunfando en el siglo XX,
aunque en esos momentos tal horizonte pareciera utópico:
Cuando las ideas no están maduras […] [le replica
Mauro Pareja] los que la predican son crucificados… ¡Y esto sería lo de
menos!... Además son encarnizados. Todavía no es lo peor la burla. Lo peor es
cuando ni les crucifican, ni les encarnecen, pero les dejan pasar encogiéndose
benignamente de hombros, como se hace con los maniáticos inofensivos… […] Ahí
tiene usted lo que le espera, Feíta. No logrará usted ser útil a las otras
mujeres; pero usted se prepara un porvenir bien amargo y bien cruel…[…] La sociedad actual no la reconocerá a usted
esos derechos que usted cree tener. Sólo puede usted esperar justicia… ¿de
quién? Nunca de la sociedad. (Memorias de
un solterón: 924)
Tanto en la presentación de los personajes como en el tratamiento de
los mismos, Memorias de un solterón
supera a Doña Milagros; ambos relatos
forman parte de un mismo argumento; sus personajes, con algunas variaciones,
están centrados en la familia Neira. Si en Doña
Milagros se nos presentan dos prototipos de la mujer tradicional, en Memorias de un solterón la complejidad y
coherencia de los personajes son superiores, como subrayan algunos críticos
(Villanueva y González Herrán en Pardo Bazán, 1999: XXIV). Destacan de forma
excelente la caracterización del personaje solterón, narrador de la historia,
así como resultan muy sugerentes los caracteres personificados a través de las
hermanas, fundamentalmente Rosa y Argos, tan diferentes de la propia Feíta, quienes
cifran su única aspiración en el matrimonio y en la pasión amorosa,
respectivamente.
En definitiva, a través de estas novelas, Pardo Bazán logra esbozar de
forma nítida su ideal de mujer nueva:
una mujer emancipada por la instrucción y el trabajo, que no solo desarrolla y
evoluciona en consonancia con el progreso sino que también contribuye al mismo
por medio de su aportación personal.
A MODO DE CONCLUSIÓN
La narrativa de Pardo Bazán sigue diferentes esquemas, paralelos a los
discursos de la sociedad decimonónica y en conjunción con el pensamiento
cristiano de nuestra escritora. Recordemos, por ejemplo, a la protagonista de Un viaje de novios, Lucía, modelo de
ángel del hogar, que renuncia al hombre-ideal, quien personifica su deseo
amoroso y cumple las expectativas de felicidad con las que ella siempre había
soñado. En este caso, son sus creencias religiosas las que le impiden romper el
compromiso matrimonial, efectuado a través del sacramento católico, con un
hombre, impuesto por su padre, que le dobla la edad y que finalmente la
abandona, a sabiendas de que se encuentra embarazada. Esta infelicidad se hace
patente igualmente en las dos novelas más célebres de la autora: Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza. Nucha repite el
modelo de feminidad impuesto socialmente, no así Manuela, si bien, el final de
ambas es de absoluta desdicha.
Como contraste, resulta interesante subrayar las notables diferencias
entre la escritora gallega y aquellas que en esta misma época representan en su
narrativa el modelo del “ángel del hogar”, acorde con el ideal preconizado por
los moralistas y los discursos institucionales. Es el caso de la gaditana
Fernán Caballero.
En suma, nadie le puede negar a nuestra escritora el enorme interés
mostrado en la causa de las mujeres, su combatividad y brillantez para defender
los derechos de estas; igualmente, su modernidad en el estilo de vida que se
forjó, la ruptura de estereotipos que propició, y las vindicaciones de que fue
portadora, convirtiéndose, por ello, en vanguardia tanto del cambio que
experimentarían las mujeres en sus vidas como de los nuevos rumbos literarios.
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[1] Este estudio se incluye dentro del trabajo que está
llevando a cabo el Grupo de Investigaciones Filológicas y de Cultura Hispánica
(HUM-837), el Proyecto de Investigación de Excelencia de
[2] Para una profundización en este tema puede
consultarse: CANTERO ROSALES, M. Ángeles, “De ‘perfecta casada’ a ‘ángel del
hogar’ o la construcción del arquetipo femenino en el XIX”, en TONOS DIGITAL. Revista electrónica de
estudios filológicos, Universidad de Murcia, 2007, Nº 14:
http://www.um.es/tonosdigital/znum14/secciones/estudios-2-casada.htm.
[3] -¡Perteneces a la compañía de las independientes!
Lo veo bien claro. A ese género aborrecible que los hombres detestan, que
anatematizan los buenos y que demuestra
mejor que ninguno el cáncer que devora la moderna sociedad… ¡Dios mío!...
¡Laura! No debiera hablarte jamás aun cuando tal resolución me costara la
vida”. CASTRO, Rosalía de, El caballero
de las botas azules, Madrid: Cátedra, Letras Hispánicas, 1995, p. 158.
[4] -¡Jesús… qué
horror!... ¡Nosotras calcetar gorros! ¡Trabajar por dinero como si fuéramos
miserables obreras! […]
- […] No necesitamos trabajar
para comer. (Castro, 1995: 272-273)
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