“ESTÉTICA DEL APARECER”, DE MARTIN SEEL
José Antonio Hernández Guerrero
(Universidad de
Cádiz)
Editorial:
Katz
Lugar:
Buenos Aires
Año:
2010
Traducido
por Sebastián Pereira Restrepo
Páginas:
310
Aunque
es cierto que la curiosidad por el enigmático mundo de la estética ha sido una
constante en nuestra milenaria tradición cultural y a pesar de que Baumgarten (1714-1762) -el primer autor que pronunció la
palabra “estética” y el primero que intentó separar la ciencia de lo bello de
las demás ramas de la
Filosofía- definió esta disciplina como “el conocimiento
sensitivo perfecto”, hemos de reconocer que, hasta ahora, no se ha tenido muy
en cuenta la dimensión sensorial de las manifestaciones artísticas considerada
como el rasgo esencial. Es posible que el hecho de que la interpretación y la
valoración de los datos sensibles hayan sido abordadas de una manera parcial –y
a veces superficial- se deba a la circunstancia de que
sus principales estudiosos han sido filósofos idealistas como Kant, Schiller,
Hegel y Schopenhauer.
En
esta obra, elaborada por el profesor de la Universidad de
Frankfurt, Martin Seel (Ludwigshafen, Alemania, 1954) se prolongan las reflexiones
elaboradas por los especialistas más acreditados de los siglos XIX y XX, y se
nos muestra cómo el “aparecer” es un elemento constitutivo de todas las formas
de percepción y de producción estéticas. El autor, apoyado en numerosos y en
minuciosos análisis, llega a la conclusión de que las obras de arte son
primordialmente unos acontecimientos genuinos del “aparecer estético”, y explica
de manera clara las diferencias que separan la “apariencia de la ilusión” de la
“apariencia de la imaginación”.
Tras
esquematizar las principales etapas de la estética moderna señalando las
diferentes visiones de Baumgarten, Kant, Hegel, Shopenhauer, Nietzsche, Valéry,
Heidegger y Adorno, dibuja con precisión el horizonte filosófico en el que se
ubica la Estética,
muestra cómo el aparecer constituye
un elemento constitutivo de todas las formas de percepción y de producción estética,
y concluye que todas las diferencias artísticas
relevantes están asociadas a peculiares rasgos estéticos que son
“diferencias del aparecer”: las obras de arte, por lo tanto, no son objetos del
aparecer con un contenido mental añadido sino, primordialmente, unos
acontecimientos genuinos del aparecer. Seel afirma que el centro de la percepción estética es un
modo especial de la percepción que se diferencia en virtud de un relieve
particular de la vista, del oído, del tacto, del gusto y del olfato, que no
posee una cualidad diferente de las demás percepciones, sino una intensidad –un
“acento”- peculiar: “es percibir algo en su aparecer por su aparecer mismo”.
Como afirma textualmente “La percepción humana se caracteriza precisamente por
la posibilidad de la experiencia consciente y conceptual. Y únicamente donde
hay una percepción proposicional, articulada mediante
conceptos, sólo allí donde se encuentra al menos en potencia una conciencia
semejante, surge una diferencia marcada entre la percepción estética y otras
formas de percibir (p. 47). Pero advierte que el aparecer estético de un objeto
es un juego de apariciones del objeto
y explica detalladamente cómo el concepto de un objeto de la percepción no es
escindible en tanto puede ser identificado, entre otras cosas, a partir de sus
apariciones.
En mi
opinión, son especialmente valiosas sus profundas reflexiones sobre el sentido
de la práctica estética, sus sugerentes propuestas que sirven de puntos de
partida para la apertura de nuevos horizontes epistemológicos y los sagaces
juicios que proporcionan una base sólida para la creación y una amplia serie de
ideas para la crítica y para el disfrute de las obras de arte. Su intuición y
su notable sensibilidad, aplicadas a hechos concretos, nos suministran un
amplio abanico de criterios utilizables para la contemplación de las obras de
arte y para la lectura de textos literarios. Nos ha resultado singularmente
atractiva su conclusión de que, precisamente por las “apariencias”, podemos no
sólo profundizar hasta el fondo íntimo de los objetos y de los episodios, sino
también, descubrir las entrañas de nuestras sensaciones más ocultas. La estética del aparecer es una obra,
sorprendente y rigurosa, que, posiblemente, romperá a los teóricos y a los
críticos muchos de nuestros esquemas convencionales.