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Un momento de descanso, Antonio
Orejudo
(Tusquets, Barcelona, 2011)
Cifuentes iba a decirle algo sobre el placer de la lectura,
pero en ese momento le tendió la mano un muchacho corpulento, de barba poblada,
que se dirigió a él en inglés y no en español como los demás.
- Ovid Malvern. Bonito el
encontrarte.
-
Bonito el encontrarte también. ¿Eres tú un estudiante graduado?
-
Sí, yo lo soy. Yo estoy estudiando las relaciones homosexuales en
- Un
tema interesantísimo, Ovid.
-
Gracias.
(pág. 35)
-
Hola, cariño; hay hormigas.
-
¿Cómo que hay hormigas?
-
Sí, hormigas. Salen del boquete.
-
Claro, hace meses que deberías haberlo tapado.
- He
ido al armario que hay bajo el fregadero y he buscado un insecticida contra las
hormigas.
-
Tapa el boquete, será mejor.
- He
rociado toda la pared con el spray, manteniéndolo frente al boquete.
-
Arturo, estoy en una reunión.
- La
empatía guarda una relación directa con el tamaño y la morfología de las
criaturas. No es lo mismo ver morir un caballo que un mosquito, y no es lo
mismo ver morir un mono, con sus rasgos casi humanos, que una mofeta. Y eso que
una hormiga es un animal del infierno, la he visto aumentada de tamaño en un
reportaje de la televisión. Sus poderosas mandíbulas son capaces de levantar
cincuenta veces su peso.
-
Por favor, Arturo. Luego te llamo.
-
No, no hace falta. Sólo quería decirte que no verás hormigas cuando vengas;
pero que eso no significa que no haya
habido hormigas. Las ha habido.
Pero ya no las hay y esperemos que no
las haya en el futuro. ¡Qué gusto la
variedad de tiempos verbales que tenemos en español, Lib,
cariño! Los usamos poco, muy poco, sobre todo los subjuntivos; pero cuando los
necesitas están ahí, listos para expresar tu pensamiento. ¡Eso es lealtad!
Bueno, cariño, luego te veo. Te echo de menos.
(pp. 62-63)
Dice
hola, amigo.
Digo
hola.
Dice
¿hispánico?
Digo
español.
Entonces
cambio al inglés:
Dice
¿qué estás tú haciendo aquí?
El
cambio de idioma tenía connotaciones hostiles, como si dijera venga, vamos a
hablar en serio.
Digo
he venido a visitar a my friend,
pero está en una reunión.
Dice
¿esas flores son para él o ella?
Digo
sí, ellas son.
Dice
¿es hoy su cumpleaños de él o ella?
Digo
no, ello no es.
Dice
¿entonces?
Digo
se ha portado muy bien conmigo y quiero agradecérselo.
Los
policías se miraron y volvieron a cambiar al español:
Dice
¿dónde está tu carro, amigo?
Digo
yo no he venido en carro.
En
español debían de saber sólo fórmulas de diccionario, porque otra vez pasaron
al inglés.
Dice
¿has venido caminando en la noche?
Digo
he venido por tren. Vivo en Nueva York.
Los
policías volvieron a intercambiar miradas, como si ese dato me hiciera sospechoso
definitivamente.
Dice
hemos recibido una llamada. Al vecindario no le gusta que estés aquí
merodeando. Se siente amenazado. El ramo de flores le disturba. Es mejor que te
vayas. Deja el ramo en la puerta. Cuando él o ella llegue
lo encontrará.
Pensé
en dejarme de tonterías y marcharme. Yo era un extranjero y lo más prudente era
retirarse. Pero no lo hice. Había una injusticia intolerable en aquella
situación con los policías instándome a que me fuera de un lugar público, y no
me dio la gana.
Digo
preferiría darle el ramo de flores en persona, si no le importa, oficial.
Dice
el vecindario está inquieto. No se siente a salvo contigo merodeando por aquí.
Deja el ramo en la puerta y nosotros te llevaremos a la estación. Este barrio
no es seguro en la noche, ¿okay?
Digo
no, no está okay, oficial. Soy un ciudadano europeo. Esto es un país libre y yo
tengo mis derechos. Esperar a una persona en la calle para entregarle un ramo
de flores en agradecimiento a su trabajo está bajo la ley.
(pp. 129-131)
Un
mes después, Edgar volvió a quedar con Mel en la
cafetería del Holiday Inn.
-
Has hecho bien volviéndome a llamar –le dijo–. El
porno no conoce la crisis. Nosotros estamos siempre en la cresta de la ola
económica como los narcotraficantes. Occidente es un nido de adictos y pajilleros. Pero no puedes dormirte en los laureles. Este
sector es de un dinamismo brutal. Lo que vale para hoy ya no sirve para mañana.
Los adictos al sexo nos marcan un ritmo endiablado de innovación. Nos obligan a
estar en alerta perpetua. Al principio les basta con la fotografía de una
inocente penetración, pero pronto necesitan que la fotografía se convierta en
una imagen en movimiento. Una penetración ya no es suficiente, ahora quieren felaciones que a ser posible terminen en cum shot, algo que con el tiempo
también deja de interesarles, y empiezan a buscar escenas más fuertes. Ahora
por ejemplo ya no quieren actores, ahora quieren personas amateur, una MILF
protagonizando escenas de glory hole,
fisting, bondage, abuse o
una bukkake multitudinaria. No sé si sabes de qué
estoy hablando. En la industria hemos creado una jerigonza para entendidos que
resulta ininteligible para el común de los mortales. En eso el porno me
recuerda algunas veces a la crítica literaria. ¿Sabes qué es la crítica
literaria?
-
Más o menos.
(pp. 223-224)
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