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PRIMEROS CONTACTOS DEL ESPAÑOL CON LAS LENGUAS INDÍGENAS DE AMÉRICA
(IES. Marqués de
Villena de Marcilla. Navarra)
Resumen: es lógico pensar que el español de América se configuró plenamente en sus líneas fundamentales durante el curso del siglo XVI por todos los pobladores españoles que fueron al nuevo continente porque fue en este siglo cuando comenzó la repoblación española en tan vasto territorio.
Es lícito pensar, también, que en el español de América se ha producido un proceso de normalización de las diferentes variedades dialectales en la primera mitad del siglo XVI en la zona antillana, Centroamérica y región andina norte y en la segunda mitad de la decimosexta centuria en la zona del cono sur del continente, zona del río de la Plata, Asunción, Chile y Tucumán, y que ese mismo proceso de normalización coincidió con el que se produjo en los mismos años en las islas Canarias y en el reino de Granada.
Una aproximación a los primeros contactos lingüísticos entre ambos mundos ayudará a comprender el devenir lingüístico de América.
Palabras clave: normalización del español de América; koné del español de América; español de América; conquista de América; colonización de América; traductores; misioneros; historia del español.
FIRST CONTACTS OF THE SPANISH LANGUAGE WITH THE INDIGENOUS LANGUAGES OF AMERICA
Summary: it is logical to think that the basic shape of the American Spanish was completely created during the 16th century by all the Spanish settlers who went to the New World because it was during this century when it started the repopulation of such a vast territory.
At the same time, it is reasonably to think as well that American Spanish suffered a process of standardization of the different dialectal varieties during the first half of the 16th century in the West Indies, Central America and in the Northern Andean Region. A similar process took place during the second half of the century in areas such as the cone zone southern hemisphere, Rio de la Plata, Asuncion, Chile and Tucuman. This process of standardization coincides in time with a similar one that was taking place in the Canary Islands and the Kingdom of Granada.
An approach to the first linguistic contact of both worlds will help to understand the linguistic becoming of America.
Key words: Standardization of American Spanish; Koiné of American Spanish; American Spanish; Conquest of America; Colonization of America; translators; missionaries; history of the Spanish language.
2) Normalización del español en América
3) Primeras consecuencias sociolingüísticas
Colón arribó a las costas de la isla que llamaría
Hay escritores, como Wagner y Zamora Vicente que dijeron que
el idioma llevado a América con la conquista fue el español preclásico o medieval,
es decir, el español del siglo XV:
Lo spagnolo importato in
America fu naturalmente quello dell´ epoca della conquista, cioè il cosidetto
spagnolo preclásico o español anteclásico come dicono gli spagnolo (...) I
grandi scrittori della nazione spagnola, Cervantes, Lope de Vega, Tirso de
Molina, Alarcón, Quevedo, Calderón, Gracián, ecc. i quali, per l’azione delle
loro grandiose opere, contribuirono non poco al consolidamento e
all’unifcazione dell’uso letterario spagnolo, appartengono al secolo seguente.
Non mancarono, è vero, eximí scrittori neppuere nei scoli addiritura
contadinesca, e non è ancora unificata
(Wagner, 1949, p. 11).
El fundamento del español
americano está, naturalmente, en el llevado al Nuevo Mundo por los
conquistadores. Ese castellano es el preclásico, la lengua de fines del siglo
XV, la usada por Mena, Manrique y
Amado Alonso en 1953 fue el primero en alzarse contra estas
ideas y demestró que el transplante del español a América se realizó a lo largo
del siglo XVI:
Lo he leído en varios filólogos que se han
ocupado del tema: que el español de América tiene por base el español
anteclásico. Dos errores o confusiones son los responsables: el primero es de
orden teórico-lingüístico, la confusión tan general entre “lengua” y “lengua
literaria”, confusión combatida y cometida con todas armas desde hace medio
siglo, pero que al parecer es inmortal. Lengua clásica es solamente la de las
obras literarias que tengamos por clásicas, la cual, como todo lenguaje
literario, es especial, una elevación del idioma por elaboración artística. El
idioma hablado por la gente por los aguadores, por los obispos, por los oidores
y los soldados, por los catedráticos y bedeles, no es ni puede ser nunca
clásico, y, por tanto, nunca puede ser anteclásico ni posclásico. El segundo
error es de orden histórico-lingüístico, y es pensar (¡qué maravilla
precisión!) que el español que hoy se habla en la extensa América es un
derivado concretamente del idioma que en 1492 trajeron los compañeros de
Cristóbal Colón en
Hoy en día, con los datos que actualmente dispone el
investigador no sería aceptable seguir apoyando las teorías enunciadas por
Wagner y Zamora.
Durante la etapa de colonización, las sucesivas oleadas de
pobladores españoles fueron llevando consigo al continente americano las
tendencias lingüísticas que habían triunfado o que estaban gestionándose en la
metrópoli, es decir, que lo que era nuevo en la península ibérica era llevado a
los nuevos territorios: libros, comedias de teatro, modas de vestir...etc.[2]
Además los indios hispanizados, indios nobles por lo general, se vestían a la
española y adoptaban las costumbres de los colonizadores, a muchos de los
cuales superaron intelectualmente porque dominaban la lectura y la escritura
del español. Ellos se reconocían vasallos del rey español como si fueran
españoles de Castilla[3].
El proceso de castellanización fue progresando merced a los
mestizos bilingües o a los indígenas que se habían aproximado a los
colonizadores europeos y fue una expansión lenta que incluso aún perdura en
nuestros días (Rosenblat, 1964, p. 190, cf. Montes 1992, p. 2; Lope, 1999, p. 91).
Patiño Rosseli dijo:
Los idiomas aborígenes
sucumbieron allí donde la política hispanizadora y el mestizaje racial y
cultural impusieron al español, o sea, en las áreas interiores del país; se
conservaron -aunque no completamente- en zonas exteriores, a las cuales
difícilmente podía llegar la ola aculturadora y donde las etnias pudieron
mantener sus culturas y hablas vernáculas. (Rosseli, 1964, p. 163)
Cuando llegaron los primeros españoles a América se
encontraron con una gran diversidad de lenguas porque, posiblemente, Sudamérica
era el territorio de mayor diversidad lingüística del mundo, siendo las lenguas
nativas innumerables. Se llegó a indicar unas ciento setenta grandes familias
de idioma con la particularidad de que cada uno de esos grupos lingüísticos,
que venía a ser como el indoeuropeo, comprendía numerosas lenguas y éstas a su
vez, un buen número de dialectos que con frecuencia se hallaban muy
distanciados entre sí, cuyo número sólo para
Más tarde, el mismo almirante tuvo que reconocer que la
realidad era muy diferente: «Es verdad
que como esta gente platican poco los de la una isla con los de la otra, en las
lenguas ay alguna diferencia entre ellos»(Colón, Relaciones, 30 de enero de 1494, 1892, p. 212).
Ante
el panorama babélico precolombino, es lógico pensar que los españoles tuvieron
que recurrir en primer lugar a gestos y señas para poder comunicarse con los
indios:
Otro día los indios de aquel pueblo vinieron a nosotros, y aunque nos
hablaron, como nosotros no teníamos lengua, no los entendíamos; mas hacíannos
muchas señas y amenazas, y nos pareció que nos decían que nos fuésemos de la
tierra. (Cabeza de Vaca, Naufragios,
III, 1951, p. 20).
En los viajes de los descubrimientos atlánticos de los
siglos XIV y del XV, se venía practicando con naturalidad un sistema de señas.
En 1415, cuando la armada portuguesa tomó Ceuta, el príncipe Enrique recogió
información sobre tierras del interior de las que procedían los tesoros de
Ceuta y oyó hablar del llamado comercio silencioso, pensado para los pueblos
que no conocían la lengua de sus interlocutores.
Cuando el interés comercial se superpuso a la curiosidad
geográfica y la especulación sobre una posible incorporación política de los
pueblos indígenas, que suponía la convivencia de las dos culturas, se tuvo que
pensar en un contacto idiomático de mayor alcance. Se contaba con el precedente
portugués en las costas africanas: mandar indígenas a la metrópoli (en 1444
Eannes trasladó a doscientos africanos a Portugal). Y esa fue la intención de
Colón desde un principio: «le avía
parecido que fuera bien tomar algunas personas de las de aquel río para llevar
a los Reyes porque aprendieran nuestra lengua, para saber lo que ay en la tierra
y porque bolviendo sean lenguas de los cristianos y tomen costumbres y cosas de
la fe.»(Colón, Diario, 12 de
noviembre de 1492, 1892, p. 120).
De hecho, Colón llevó, para entrar en contacto con las gentes
nuevas, dos intérpretes; Rodrigo de Jerez, que había andado al parecer por
tierras de Guinea, y Luis de Torres, un judío converso que sabía, según él,
hebreo, caldeo y algo de árabe (Rosenblat, 1964, p. 190, cf. Montes, 1992, p.
502).
Lo que no hay duda es
que los intérpretes jugaron un papel muy importante para el entendimiento de
los miembros de diferentes culturas por razones religiosas, políticas,
comerciales y sociales, tanto es así que gran parte de los resultados obtenidos
se deben a la competencia del intérprete (Martinell, 1988, p. 62):
Aunque los indios
venían a tratar de paz y amistad con los españoles, los intérpretes que tenían
eran torpes y bozales en la lengua castellana, que ni a los españoles daban ni
podían dar a entender lo que los naturales y principales d la tierra decían,
ni, por lo contrario, entendían de todo punto lo quel general pretendía dalles
a entender acerca de su venida y entrada en la tierra y de otras muchas cosas
que para la conservación y dilatación de la paz general por toda la provincia
era menester. (Pedro de Aguado, Historia de Santa Marta,
1916, p. 167).
Pero los españoles también tuvieron que aprender las lenguas indígenas
como por ejemplo en la expedición en la que participó Núñez Cabeza de Vaca
donde los supervivientes, tras ocho años viviendo entre los indios como
esclavo, vendedor, médico etc., tuvieron que aprender su lengua:
Dijísmoles en
la lengua de mareames que íbamos a buscallos, y ellos se mostraron que se
holgaban con nuestra compañía. (Cabeza de
Vaca, Naufragios, XX, 1951, p. 64).
Hay que destacar en este proceso de expansión lingüística
a los misioneros que con su afán evangelizador consiguieron que el español se
implantara entre la población indígena más rápido.
De hecho,
Los monarcas españoles, como buenos soldados de la fe
católica, evidenciaron un desvelo apostólico muy claro. Así, una real provisión
dada en Granada en 1526 ordenó:
Los señores reyes nuestros progenitores, desde
el descubrimiento de Nuestras Indias Occidentales, Isla y Tierra Firme del mar
Océano, ordenaron y mandaron a nuestros oficiales, descubridores, pobladores y
otras cualesquier persona, que en llegando a aquellas provincias procurasen dar
a entender por medio de los intérpretes, a los indios y moradores, cómo los
enviaron a enseñarles buenas costumbres, apartarlos de los vicios y comer carne humana, instruirlos en nuestra
santa fe católica y predicársela para su salvación y atraerlos a nuestro
señorío porque fuesen tratados, favorecidos y defendidos como los otros nuestros súbditos y vasallos, y que los
clérigos y religiosos les declarasen los misterios de nuestra santa fe
católica, la cual se ha ejecutado con grande fruto y aprovechamiento espiritual
de los naturales. En nuestra voluntad que lo susodicho se guarde, se cumpla y
se ejecute en todas las reducciones que de aquí adelante se hicieren[5].
Generalmente los conquistadores y frailes actuaron
mancomunados, acentuándose la actividad religiosa después de la conquista y
figurando siempre en las huestes un sacerdote que hacía las funciones de
capellán, asesor y evangelizador.
Por tanto, evangelizar e inyectar la cultura occidental a
los indios fue misión de
Los que son y han sido
necesarios para la pacificación de estas nuevas gentes, según lo que yo he
conocido de su condición y realidad, son conventos o monasterios de frailes,
porque con su doctrina y enseñanza los tienen más domésticos que palomas..., y
más vale un soldado de estos espirituales ... que todas las lanzas y demás que
con los castellanos entraron a rendir a esta tierra. (Padrón, 1974, p. 68)
En el proceso colonizador americano, la expansión territorial
se hizo a la par que la lingüística, pues la lengua jugó un papel de cohesión.
Así, la idea inicial que se abrió en España fue hacer lo que hicieron los
imperios azteca e inca, o sea, enseñar a los indios la lengua del vencedor,
pero se tardó poco en reconocer esta idea como imposible (Sierra, 1944, p. 274, cf. Martinell, 1988,
p. 118-119). Durante este proceso histórico hubo tres posturas: la primera de
ellas es la que pretendió conservar el idioma de los indios y que éstos
aprendieran a su vez la lengua general. La segunda postura fue la idea de que
era obligatorio que los indios aprendieran el castellano y que olvidaran sus
lenguas maternas. La tercera postura es intermedia entre las otras dos
anteriores y consistió en la necesidad en que los indios conservasen sus lenguas
vernáculas a la vez que aprendían español como segunda lengua.
De este modo, se buscó una lengua general india que
sirviese como vehículo comercial o de relación entre los indígenas de un área
geográfica. El quechua de los incas del Perú, el aimara de las regiones
andinas, el tupi-guaraní del gran Paraguay, de las regiones del amazonas y de
la costa brasileña, el náhuatl de
Ya en 1512 las Leyes de Burgos[6],
parcialmente reformadas en Valladolid en 1513, vieron la necesidad de respetar
las lenguas vernáculas: «aleccionar a
muchachos indígenas en la lectura y escritura para que instruyan a los demás y
que los caciques y personas principales entreguen a sus hijos menores de trece
años a los franciscanos para que éstos les enseñen a leer y a escribir y los
adoctrinen durante cuatro años, después de lo cual los reintegrarán a sus
tierras para que instruyeran a otros indios».
En 1535, Carlos I dispuso que los misioneros fueran los
encargados de enseñar a los indios “cristiandad, buenas costumbres, policía
y lengua castellana”.
En 1538 se fundó la universidad de Santo Domingo y en 1551
se fundaron las universidades de México y Lima, creándose las cátedras de las
lenguas generales de la zona correspondiente con el fin de enseñarlas y
difundirlas[7].
Algunos autores
de la época reconocieron a la lengua general el mismo carácter que la latina:
Esta lengua
mexicana es la general que corre por todas las provincias de esta Nueva España,
puesto que en ella hay muchas y diferentes lenguas particulares de cada
provincia, y en partes de cada pueblo, porque son innumerables. Mas en todas
hay intérpretes que entienden y hablan la mexicana, porque ésta es la que por
todas partes corre, como la latina por todos los reinos de Europa.(Mendieta, Historia, 1983,
p. 119).
En 1558 el virrey de la Nueva España,[8] Luis
de Velasco, propuso a Felipe II que se fundara un colegio en Guadalajara como
centro de enseñanza del idioma náhuatl a jóvenes hablantes de otras lenguas, a
los cuales les sería más fácil aprender el idioma de los aztecas que el
castellano, con el propósito de que, posteriormente, ellos volvieran a sus
comunidades respectivas para difundir el náhuatl en todas ellas.
De este modo, las lenguas generales se convierten en
lenguas de prestigio:
(Los indios) cuando alcanzaban a saber la
lengua del Cuzco, parece que echan de sí la rudeza y torpeza que tenían. (Inca, Comentarios, 1962,
p. 520).
El recurso preferido por los franciscanos de utilizar la
lengua general a la hora de cristianizar a los indios no fue del gusto de los
jesuitas posteriormente quienes preferían aprender los diversos idiomas usados en los
territorios a su cargo. El objetivo de éstos no fue sólo la evangelización sino
también la aculturación enseñándoles «las
técnicas de la carpintería, el hilado, la construcción de canales de regadío, y
la plantación y recolección de cosechas nuevas tales como el trigo» (Herat,
1970, p. 61, cf. Lope, 1999, p. 97).
El rey Felipe II, por Cédula Real del 19 de septiembre de 1580, «ordenaba que las universidades de Lima y
México y en las ciudades donde hubiera audiencias reales (como Quito), se
establecieran cátedras de la lengua general de los indios».
En 1583, el Concilio Límense mandó que se enseñase a los
indios del virreinato de Perú las oraciones y se les catequizara en su lengua,
sin obligarles a que aprendieran la lengua castellana a no ser que algunos lo
quisieran hacer por su propia voluntad.
Unos años más tarde, en 1596, el Consejo de Indias solicitó
a Felipe II que firmase una minuta en pro de la castellanización obligatoria de
los indios, a lo que el monarca español respondió: «No me parece conveniente apremiallos (a los indios) a que deseen su
lengua natural, se podrían poner maestros para los que voluntariamente
quisieran aprender
Este interés de los colonizadores se debió a la
unificación de la población que suponía la existencia de unas pocas lenguas
comunes, a la consiguiente debilitación de los rasgos individualizadores, que
redundaba en una hispanización más rápida (el objetivo primordial) y a una
predicación única.
Ello significó bilingüismo extendido por amplias zonas
conquistadas y a grupos no tan extensos, pero socialmente importantes, de
conquistadores. Se dio la paradoja de que bajo la dominación española estas
lenguas alcanzaron una expansión que no habían tenido en la época de máximo
esplendor de los imperios prehispánicos. Sobre ellas estaban las lengua
peninsulares -portugués y español- que, como el latín en el occidente de
Europa, iban imponiéndose de modo incontrastable en ese laberinto babélico de
lenguas primitivas y a las mismas lenguas generales, aunque en su lucha con
ellas numerosas palabras pasaron al castellano.
Por otro lado, sobre el prestigio del español como factor
de la desaparición de las lenguas indígenas, Alvar en 1977 dijo:
Las lenguas indígenas (...) se van
perdiendo poco a poco, porque los indios abandonas sus costumbres, sus modos de
vida, su alimentación tradicional para imitar las maneras del hombre blanco.(213).
Entonces se proyecta sobre
la lengua de prestigio con que aparecen nombrados sus hablantes (clérigos,
maestros, pudientes), y la lengua de las clases rectoras y de una utilidad tan
evidente es un instrumento de prestigio (...) y que prestigian a quienes la
poseen. El indio intenta ser, también él, dueño del maravilloso talismán,
exornado con el exotismo que tiene aquel remoto país los instruidos llaman
España (251-252).
Sin embargo, es probable que los indios no quisieran
aprender el español, temiendo perder su lengua e identidad, aunque muchos
indios debían de tener un conocimiento pasivo de la lengua española por
necesidades de trabajo, superexplotación e incluso esclavitud, por lo que no es
de extrañar que se negaran a evitar el uso de la lengua de sus dominadores.
Es por ello por lo que se adoptaron medidas para obligar a
los eclesiásticos a aprender la lengua americana para promulgar la religión
cristiana. Así, el virrey del Perú, Francisco de Toledo, dispuso en 1585 que «al sacerdote que no supiese la lengua
general (el quechua) se le quitasen 100 pesos ensayados de su salario (de 800)
por darles ocasión a que lo aprendiesen»[10].
Provechosas fueron también la codificación de lenguas
amerindias mediante la redacción y publicación de Artes y Vocabularios
hechos por misioneros convertidos a gramáticos (muchos de los cuales
aprendieron dos o tres lenguas amerindias) en un admirable ejercicio de
filología por su celo evangelista.
En verdad, el español no conocía la lengua indígena más
allá de los rudimentos que necesitara para sus intereses. Así lo vemos cuando
el padre Blas Valera dice:
Si los
españoles que son de ingenio muy grande y muy sabios en ciencias no pueden,
como ellos dicen, aprender la lengua general del Cuzco, ¿cómo se podrá hacer
que los indios no cultivados ni enseñados en letras aprendan lengua castellana[11].
Zamora Salamanca (1994, p. 199) llegó a la conclusión,
tras su estudio de un pleito en la isla de
Las ideas generales de Rivarola (1987, p. 137-164 y 1990,
p. 153-163)[12]
nos convencen de que las situaciones de bilingüismo repercutían en alteraciones
fonéticas, en transgresiones morfológicas y sintácticas de la norma peninsular
establecida. Sin duda que proliferaron las confusiones y malinterpretaciones.
Prueba de ello fue la explotación del tópico del error cómico por la dificultad
de expresarse en español y que sirvió de burla y desprecio del europeo hacia
los del nuevo continente. Quiere esto decir que el indio no dominaba su
expresión en español y la salpicaba de particularidades autóctonas: su habla
era tenida por rústica y ridícula. (Martinell, 1994, p. 123)[13].
Monarcas posteriores al “Rey Prudente” subordinaron
el interés religioso a los objetivos políticos para el mejor gobierno y la más
firme unidad del imperio, pretendiendo enseñar la lengua española a todos los
indoamericanos.
Como ejemplo, en Real Cédula de 1636, Felipe IV insiste
que los curas y doctrineros enseñen la lengua castellana y en ella adoctrinen.
En 1688, Carlos II pide a los obispos de Nueva España,
Guadalajara, Guatemala, Filipinas e islas Boarlovento que a los sacristanes y
fiscales que nombren sepan enseñar lengua española a los que “voluntariamente
la quisieren aprender como les sea de menos molestia y sin costa” (Cedulario americano: 319, cf. Hernández,
1994, p. 109).
Esta actitud castellanista de los monarcas españoles de
los siglos XVII y XVIII se culminó en 1770 cuando Carlos III expidió una cédula
en que ordenaba «a todas las autoridades
reales y eclesiásticas de sus dominios de América y Filipinas, observasen
cuanto en ella mandaba para que de una vez se llegue a conseguir el que se
extingan los diferentes idiomas que se usa en los mismos dominios y sólo se
hable el castellano». (Torre Revello, 1962, p. 524, cf. Lope, 1999, p. 98).
Esto consiguió que se suprimieran las cátedras de las lenguas generales que se
habían fundado en el siglo XVI.
Así, el monarca español excedió a las recomendaciones del
arzobispo de Nueva España, Antonio Lorenzana, que veía «la necesidad de crear escuelas para enseñar español a los indios, de
modo que pudieran pretender a una plena participación política, cultural y
económica en la colonia» (Herat, 1970, p. 81, cf. Lope, 1999, p. 94).
Estas leyes centralizadoras probablemente tengan su
explicación política, ya que a finales de siglo XVII y en el siglo XVIII, el
espíritu independentista de los criollos fue en aumento, produciéndose
sublevaciones y conspiraciones en diferentes lugares como Chile, Perú,
Pero esta política de difusión del español mantenida por
Carlos III se aplicó también al territorio peninsular, en donde en 1768 se
decretó que se enseñaran primeras letras, latinidad y retórica en castellano.
En Cataluña se prohibió el catalán en actos oficiales.
El periodo colonial de América fue una época donde las
capas sociales más altas miraban de reojo a todo lo que sucedía en la
península. Un ambiente casticista envolvía a aquella sociedad criolla y se
intentaba hablar un castellano puro, quizás para demostrar su descendencia
peninsular o quizás para diferenciarse del habla vulgar de los mestizos e
indios[14].
Este espíritu culminará en el siglo XVIII, cuando, por ejemplo, en 1728 los
descendientes de los caciques indios solicitaron a Felipe V la reapertura del
imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco y de San Pablo, ambos para indios,
para la enseñanza de la doctrina católica, las buenas costumbres, latín, griego
y de la lengua castellana, porque la diversidad de idiomas amerindios
obstaculizaba el cumplimiento del progreso religioso, social y el porvenir de
la nación.
Bajo este ambiente de casticismo de la lengua española del
siglo XVIII proliferaron en Cuba las llamadas escuelitas de amigas que en los barrios intramuros y extramuros
enseñaban catecismo, algo de cuentas, de escritura y de lectura castellana. Los
maestros eran mulatos libres que unían a sus rudimentarias clases a niños
blancos y negros. La lengua que se enseñaba aquí era una variedad de lengua
eminentemente popular que contrastaba con el espíritu casticista predominante
en los criollos.
Aunque el ideal de lengua única es el que ha prevalecido
hasta nuestros días, no hay quien proclamara la conveniencia de castellanizar
pausadamente a los naturales sin obligarlos por ello a abandonar sus idiomas
maternos. Tal fue la postura de fray Pedro Joseph Parras, quien sin negar la conveniencia
de que los indígenas americanos aprendieran español, consideraba que no debía
inducirles a la pérdida de la lengua materna (Zavala, 1996, p. 51, cf. Lope,
1999, p. 99).
El mexicano Lope Blanch (1999, p. 99) recuerda
acertadamente que no fue muy diferente la situación lingüística en España «donde la lengua general castellana -enseñada
por doquier en las escuelas- convive con las de los gallegos, vizcaínos,
catalanes, valencianos, sirviendo como vínculo lingüístico de todos los
españoles; de igual manera que en Francia se permite un idioma distinto a los
viarneses, provenzanos, bretones y habitantes de otras provincias, a todos los
cuales se les unifica hermana la lengua común francesa»[15].
Para finalizar este punto, es interesante la cita de
Rivarola (1995, p. 157) que dice:
Sobre todo
subiste la necesidad de que tanto la incorporación de los predios idiomáticos
hispánicos de cientos de miles de personas hablantes aún monolingües de lenguas
indígena, cuanto el mejoramiento de la competencia en español de millones de
bilingües, sean eficaces pero también respetuosos de la identidad
étnico-lingüística. Eficaces, porque el monolingüismo indígena y el bilingüismo
subordinado son sinónimos de marginación y atraso; respetuosos, porque al cabo
de tantos siglos es deseable que el español sea para esas gentes no una forma
de autonegación y del desarraigo sino una acogedora patriaespiritual sin
ciudadanos de segunda clase.
Ante la pregunta de ¿cómo aprendieron español los indígenas?,
Rojas (1978, p. 108, cf. Martinell, 1988, p. 72) la respondió «sin profesores de segunda lengua, los
primeros traductores tuvieron que aprender Castellano, fuera de contexto
lingüístico natural, sin una enseñanza sistemática y metodológicamente idónea».
En verdad, el aprendizaje del español por parte de los
hablantes de las lenguas indígenas fue, por lo general, un proceso espontáneo y
no incluido, ya que los contextos de enseñanza formal como por ejemplo los
colegios para indios principales, abarcaron a poca gente. No hay duda de que
cada etapa de la colonización europea tiene como colaborador al conocedor de
los idiomas aborígenes protagonistas y gran parte de los resultados obtenidos
se debían a la competencia del intérprete.
La falta de entendimiento entre los nativos y españoles
era desesperante principalmente para los misioneros:
Era doctrina de
muy poco fruto, pues ni los indios entendían lo que se decía en latín, ni
cesaban sus idolatrías, ni podían los frailes reprendérselas, ni poner los
medios que convenía para quitárselas, por no saber su lengua (Mendieta , Historia, II,
1983, p. 133).
Es por ello que los traductores cobraron vital importancia
en el proceso de colonización. Así, las lenguas o los farautes o los lenguaraces
o los lenguatarios, que de igual manera pueden aparecer en las crónicas de
Indias cuando se habla de intérpretes, eran bilingües incipientes o
subordinados en el mejor de los casos que habían aprendido, unos más, otros
menos, un castellano de emergencia, un pidgin primario, que probablemente sería
eficaz en contextos comunicativos elementales y en situaciones que precisaban
una intermediación poco elaboradas[16].
Junto al término intérprete existe el de lengua y el de
ladino, Rosenblat (1964, p. 212-213, cf. Martinell, 1988, p. 61) define al
antigua término ladino como palabra que se refería a los moros ladinizados o
ladinos que sabían latín. En América ya se aplicó a los indios que habían
aprendido latín, luego a los mestizaos hispanizados, finalmente a los negros y
mulatos que sabían español frente al negro bozal. La figura de ladino está en
estrecha conexión con el proceso de mestizaje e hispanización y el intérprete,
al mismo tiempo, sirve de puente entre ambas culturas.
También hubo intérpretes españoles que aprendieron la
lengua de los indios bien por intereses misioneros, como ya hemos visto, o bien
por otro camino muy diferente, como puede ser los naufragios, el cautiverio o
desertores[17].
Como anécdota cuenta cómo tras un naufragio en 1512 sólo hubo dos
supervivientes, Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar. El primero, totalmente
indianizado se negó a volver, Jerónimo se unió a las tropas de Cortés en 1519.
La diferencia de lenguas era una barrera deseada, ya que conocer el castellano era un paso para emanciparse, como así lo ha demostrado el devenir histórico de los acontecimientos. Así, el indio hispanizado alcanzó una posición privilegiada frente a los demás, porque el hispanismo cultural expresaba la orientación socioeconómica de una nueve élite india para la cual la adquisición de propiedad privada, la búsqueda de prosperidad comercial y las relaciones sociales tendían a diferenciarlos del campesino y asimilarla a una clase explotadora de empresarios aristócratas, lo que para los españoles suponía un peligro, por cuanto podía provocar un deseo de independencia.
Sabemos que tras unos años de mestizaje biológico, fruto
de una organización social inexistente o vacilante, permisiva por necesidad o
por indiferencia que establecía que los medio hermanos vivieran en las
familias, no fue fácil distinguir entre el criollo del mestizo y resultaba
mucho más arduo todavía identificar una manifestación lingüística superpuesta
(Martinell, 1994, p. 128). Los mestizos crecidos en asentamientos permanentes
eran reconocidos por sus padres españoles y, a menudo, separados de sus madres,
unidos a la familia formada por una mujer española y nuevos hijos y, a veces,
llevados a España para ser educados y recibir estudios[18].
Los mestizos nacidos en zonas de población indígena nómada
se indianizaban, al permanecer en el ámbito cultural y lingüístico materno. El
criollo del primer tipo alimentó un sentimiento de hidalguía. Mucho más tarde,
cuando el criollo se sublevó contra la metrópoli, era ya un criollo nacido en
América; mejor dicho, difícilmente era todavía criollo y con más facilidad era
mestizo. Hay que contar además con las zonas en las que la emigración europea
cesó pronto: mestizos iniciales y criollos eran los españoles y aparte quedaban los naturales.
Lo común es citar el año 1574[19] como
fecha de aparición del término criollo, cuando apareció la obra de Jun López
Velasco, Geografía y descripción
universal de las indias (19-20), donde se puede recoger la siguiente cita:
Los españoles
que pasan á aquellas partes y están en ellas mucho tiempo, con la mutación del
cielo y del temperamento de las regiones aun no dejan de recibir alguna
diferencia en el color y calidad de sus personas; pero los que nacen dellos,
que llaman criollos, que en todos son tenidos y habidos por españoles,
conocidamente salen ya diferenciaos en la color y tamaño, (...) y no solamente
en las calidades de cuerpo se mudan, pero las del ánimo suelen seguir a las del
cuerpo, y mudando él se alteran también, ó por haber pasado á aquellas
provincias tantos espíritus inquietos y perdido, el trato y conversación
ordinaria se ha depravado[20].
Para otros, la condición de criollos implicaba o bien ser
descendientes de unos españoles poco recomendables o bien, con mucha
probabilidad, contar con un antepasado indígena. Asimismo, el término criollo
como adjetivo valió como equivalente a oriundo de, originariamente de, de modo
que podía hablarse de un mestizo criollo (Martinell, 1994, p. 128).
También hubo denominaciones para los recién llegados de la
península (chapetón y gachupín) y para los más expertos en las Indias, el
baquiano: “que no ay hombre, por ignorante que sea, que luego no eche de ver
cuál sea cachupín y cuál nacido en indias”. Según esta afirmación existiría
un modo diferente de expresarse propio de Hispanoamérica que contrastaría de
forma notable con la lengua española de los recién llegados a las colonias.
Parece que la denominación mestizo sustituyó a la
perífrasis hijo de español habido en
Muchos mestizos que son
hijos de españoles y de indias, ó por el contrario, y cada día se van
acrecentando más de todas partes; los cuales, todos salen por la mayor parte
bien dispuestos, ágiles y de buenas fuerzas, é industria y maña para cualquier
cosa, pero mal inclinados á la virtud, y por la mayor parte muy dados a vicios.
(López Velasco, Geografía, 1574, p.
22).
En el siglo XVII, los mestizos, a los ojos de Vázquez de
Espinosa, son valientes soldados y
fieles servidores de Su Majestad, pero Huaman Poma de Ayala opone a los
españoles, sean criollos o mestizos, los españoles
castillanos, y recuerda que a los segundos se les permitía recogerse una
hora más tarde. Según puede leerse en
Jerónimo de Mendieta (Historia,
II, 1983, p. 119-120) expuso que la lengua española estaba corrompida debido a
la mezcla de razas y extranjeros y a la incorporación de voces tomadas de
lenguas indias, africanas y otros extranjerismos:
(...) el común habla se da cada
día mas corrompiendo. Porque los españoles comúnmente hablamos como los negros
y otros extranjeros bozales hablan la nuestra. Y de nuestro modo de hablar
toman los mesmos indios, y olvidan que usaron sus padres y abuelos y
antepasados. Y lo mesmo pasa por acá de nuestra lengua española, que la tenemos
medio corruptas con vocablos que a los nuestros se les pegaron en las islas
cuando se conquistaron, y otros que acá se han tomado de la lengua mexicana. Y
así podemos decir que de lenguas y costumbres y personas de diversas naciones
se ha hecho en esta tierra una mixtura o quimera que no ha sido pequeño
impedimento para la cristiandad de esta nueva gente.
El mestizaje fue aconsejado y oficializado. Ya, el gobernador
Ovando recomendó en 1503 que «algunos
cristianos se casen con algunas mujeres indias, e las mujeres cristianas con
algunos indios, para que los unos e los otros se comuniquen e enseñen» (cf.
Hernández 1994, p. 114).
Obviamente, el impulsar el mestizaje favorecía la
hispanización del nuevo continente. Se proponía un mestizaje selectivo, es
decir, la unión de los indios nobles con la más sencilla clase de los
emigrantes:
Sería acertada
que V.A. mandase enviar algunos labradores, gente llana, baja, simple, de los
de Sayago y otras partes semejantes, que no desdeñasen poblar entre éstos ni
habitar con ellos, conversar entre ellos y trabar matrimonio con las hijas de
éstos y aun enviar algunas mozas de esta suerte y condición y casarlas con
algunos de estos caciques en especial y otra gente de más entonación entre
ellos, para que, entre ellos, se plantasen y comunicasen más los ejercicios y
labores de nuestra España y aprovecharía también para trabar el amistad y la
caridad que entre nosotros y éstos es menester. (López Medel, 1980, p. 56, cf. Hernández, 1994, p. 114)[21].
Probablemente, la actitud abierta al mestizaje entre los
pobladores colonos españoles se debió a la costumbre de convivencia racial
entre los habitantes de la península ibérica. Esta actitud contrasta con la de
Inglaterra, que siempre rechazó y reprobó a los mestizos.
En resumen, sea cual fuera la política lingüística de los
monarcas españoles indigenista, (monarcas
del siglo XVI, especialmente, Felipe II) o castellanista,
es obvio que la española no era la lengua más hablada entre los habitantes de
América, sino que lo era el de una minoría elitista de origen peninsular
(mestizos, criollos y nuevos pobladores). El resto de la población continuaban
usando sus lenguas vernáculas[22].
Algo diferente puede decirse que sucede en el siglo XIX,
pues la política de las nuevas repúblicas americanas ya independientes, tras la
revolución separatista criolla (1819-1825), que fueron apoyados por los
mestizos y por los indios en algunos casos, impulsaron el uso del español entre
sus habitantes, como lengua nacional, tratando de imponer las variedades
peculiares de cada país como algo distintivo. Se crearon academias de la
lengua, en conexión con la española, pero con autonomía propia a partir de
1870. La norma peninsular (la madrileña) dejó de ser el centro de imitación a
seguir y los rasgos criollos y populares son plasmados en la literatura.
A
partir del siglo XX, existe una conciencia de comunidad hispana en donde la
lengua española es el lazo de unión de todos los países hispanos y como
vehículo de transculturación. Se produce un desarrollo demográfico sin
precedentes en los países de habla hispana y la consiguiente extensión de la
lengua tanto si nos tenemos al número de hablantes como territorialmente.
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[1] Lima fue fundada en 1535, la primera fundación de
Buenos Aires 1536, la fundación de Asunción en 1537, la fundación de Santa Fe
de Bogotá se dio en el año 1538, la de Santiago de Chile en 1541, la de la
ecuatoriana ciudad de Cuenca en 1546, la fundación de Caracas se produjo en
1562 y la real colonización del Paraguay la iniciaron los jesuitas en 1602.
Claro está por tanto que la lengua de esos colonizadores no es la del siglo XV.
Además de estas ciudades, las
fechas de las fundaciones urbes más importantes de América agrupadas por los
países según los entendemos actualmente son:
ARGENTINA: (desde la
península ibérica y después desde Asunción) Santa Fe 1573, la segunda fundación
de Buenos Aires (1580), Corrientes (1587); Noroeste y centro del país (desde el
Perú y alto Perú-Bolivia- y desde algunos núcleos de Chile) Santiago de
Estero(1553), San Miguel de Tucumán (1565),
BOLIVIA: Sucre fue fundada
con el nombre de villa de
EE.UU.: San Agustín de
PARAGUAY: Ciudad Real 1557,
Santa Cruz de
PERÚ: en la costa: San miguel
de Piura 1534, Lima y Trujillo en 1535; en sierra y ceja de la selva: Quito y
Cuzco en 1534, Arequipa 1540, Huamanga 1539, Chachapoyas 1538, Moyobamba y
Huanuco 1539.
[2] a) El comercio de libros estuvo limitado y
sometido a rígidas prohibiciones, que vedaban el envío de libros de caballerías
y de textos de creación fantasiosa. La imprenta
de Juan Cromberger se estableció en la ciudad de México en 1535, y ese
año editó La escala espiritual para
llegar al cielo. Al margen de las necesarias cartillas de lectura y
catecismo, se imprimían cedularios, tratados de medicina, salterios,
antifonarios, vidas de santos. Con todo, los emigrantes conseguían burlar no
sólo el control de licencia del Consejo de Indias, sino también las
pesquisas de los agentes del Santo
Oficio que subían a bordo. Así llegaron el
Amadís, Orlando el furioso,
b) La imprenta no llegó a
todos las regiones tempranamente, sino que a zonas descuidadas políticamente
tardó mas en ser llevada. Por ejemplo, en Cuba, la imprenta llegó en 1707,
aunque ello no quiere decir que los miembros de las familias pudientes e
ilustradas no sintieran inquietudes intelectuales, porque los libros corrían
con sorprendente rapidez entre la gente culta de la isla y sus hijos estudiaban
en México, Santo Domingo, Venezuela y España.
[3] El judeoespañol, por el contrario, tras la
expulsión de los judíos en 1492 de España, sí tiene la base del castellano del
siglo XV, porque la lengua de los sefardíes quedó desconectada totalmente de la
peninsular.
[4] De las más de 300 lenguas existentes al comienzo
de la conquista en el territorio del actual Colombia sólo quedan hoy sesenta o
setenta. (Montes, 1992, p. 501-519).
[5] Recopilación,
lib. I, tít I, ley II de Granada, 17 de noviembre de 1526.
[6] Se dictan medidas importantes con la difusión del
castellano, respeto por las lenguas indígenas, difusión de la religión católica
y la expansión del imperio.
[7] Nótese que la universidad anglosajona más antigua
de América es la de Harvard que se fundó en 1636.
[8] El virreinato de Perú y el de México fueron
creados en 1542. Para el primero abarcar la circunscripción sureña del nuevo
continente y el segundo para los territorios del norte y Centroamérica. El
virreinato del Perú se desmembró en el siglo XVIII. Los nuevos virreinatos de
Nueva Granada y de Buenos Aires,
[9] «Todavía
dentro del siglo XVI, el absolutista monarca español, -el Demonio del Mediodía-
se oponía a violentar la naturaleza lingüística de sus súbditos americanos; en
tanto que, el siglo XX, el democrático presidente de los Estados Unidos -el
país impulsor de la democracia-, Franklin D. Roosevelt, hacía suya la tesis de
la enseñanza obligatoria de la lengua inglesa a los hablantes de español del
Estado Libre Asociado de Puerto Rico» (Zavala, 1996, p. 18-19).
[10] En la cédula real de Felipe II fechada en junio de
1586 se dispone que «todos los indios enseñados
y obligados a saber la lengua española dentro del término que les pareciere
bastante», sin que se entienda que por esto lo que hubieren de ser curas
dejen de saber y aprender las lenguas de ellos, sino que se den curatos ni
doctrinas de indios o clérigos ni frailes que no fueran primero examinados que
sean muy suficientes en la lengua de los indios. (Zavala, 1996, p. 51).
[11] Gimeno, «El Consejo de Indias y la difusión del
castellano», en Ramos y otros, Consejo de
Indias en el siglo XVI, Universidad de Valladolid, 1970, p. 200, cf.
Hernández 1994, p. 102.
[12] Rivarola, J. L., «Para la historia del español de
América: parodias de la lengua de los indios en el Perú (XVII-XIX)», Leixis, 11, 2, 1987, p. 137-164 y
Rivarola J. L. «Bilingüismo histórico y español andino», en Neumeister,
Sebastián (ed.) Actas del IX Congreso de
[13] «No
advierten los españoles sino que los pronuncian con la corrupción de letras y
sílabas que se les antoja, que donde los indios dicen “pampa” que es plaza,
dicen los españoles “bamba” y por “Inca” dicen “Inga, y por “ro-ro” dicen
“locro” y otros semejantes, que casi no dejan vocablo sin corrupción».(Inca,
Comentarios, 1962, p. 521-522).
[14] «Oyremos al
español nacido en las Indias hablar tan pulido, cortesano y curioso, y con
tantos preámbulos, delicadeza y estilo retórico, no enseñado ni artificial,
sino natural, que parece he sido criado toda la vida en la corte, y en compañía
de gente muy hablada y discreta; al contrario verán al chapetón, como no se aya criado entre gente
ciudadana, que no ay palo con corteza que más bronco sea».(Juan de
Cárdenas, Problemas y secretos
maravillosos de las Indias, México, 1591, lib. III, cap. 2: 176 ss. , cf. Lope, 1992, p. 611).
[15] Justo Sierra, el fundador de la nueva universidad
de México, proclamó la necesidad de castellanizar a todos los amerindios,
sofocando incluso a las lenguas vernáculas
por ser éstos una barrera formidable opuesta a la unificación del pueblo
mexicano, tanto cultural, social como políticamente. Pretendía tomar la lengua
castellana por tradición histórica y por herencia española como lengua escolar
y porque siendo así, se llegará a atrofiar y destruir los idiomas locales.
[16] Los indios no sólo aprendieron la lengua española
o latina, sino que con ella aprendieron los principios culturales, artísticos y
sociales de Europa. El caso más significativo corresponde al Inca Garcilaso, un
mestizo que tuvo que reconocer que no recordaba algunas palabras en su lengua:
«Cómo se llame el tigre en l lengua
general del Perú se me ha olvidado, con ser nombre del animal más fiero que hay
en mi tierra...Creo que el tigre se llama “uturuncu”» (el Inca,Comentarios,
1962, p. 652).
Otros mestizos ilustres son
F. De Alva Ixtlilxochitl, Muñoz Camargo en el siglo XVI, Huaman Poma de Ayala
en el XVII, Rodríguez Freile y Fernández de Piedrahita en siglos posteriores.
[17] En Real Cédula de 1530 se ordenó que dos muchachos
españoles hagan vida con los indios para que puedan aprender la lengua de
éstos.
[18] De indias aristócratas (coyas, ñustas, pallas) y
conquistadores nacieron mestizos relativamente honrados. Lavalle (tesis de
1978, p. 801) cita a Diego de Almagro,
hijo de Almagro; doña francisca, hija de Pizarro; y a los hijos de Antonio
Altaminaro, de Diego Maldonado, de Diego García, de Pedro del Barco...
[19] Lavalle (1978,
cf. Martinell, 1994, p. 128) en su tesis ha documentado el uso de criollo en 1563 y en 1567. En 1563 lo
uso un obispo de Guatemala en una carta dirigida al rey. En 1567 lo usan un
licenciado y un oidor en una carta dirigida al Consejo de Indias.
[20] Veinte años después, cerca ya de finales del siglo
XVI, Diego de Ocaña describe a las criollas como graciosas, desenfadadas y
amigas de las novedades del saber. Calancha, en 1639, describe a los criollos
como personas de agudo entendimiento y dotados de buena memoria.
[21] López Medel (1980, p. 56), Dos cartas del Oidor Tomás López Medel, introducción y notas de
González Licero, Guadalajara.
[22] Hernández (1994, p. 116), que se basó en
Rosenblat, calculó que a mediados del siglo XVII, había en
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