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Carmen M. Pujante Segura
(Universidad de Murcia)
Resumen
La literatura francesa y la
española no han dejado de contagiarse de manera recíproca mediante corrientes y
traducciones literarias, intermediarios a los que se pueden sumar, entre otros,
las revistas y las colecciones donde tuvieron salida tantos relatos breves y
semibreves en diversos formatos. Intermediarios contagiados entre ellos mismos,
contribuyen también al contagio entre las literaturas: las mismas colecciones y
revistas, huéspedes de traducciones y de tendencias literarias, impulsan las
relaciones literarias supranacionales y son impulsadas a su vez por la prensa y
su masificación desde el siglo XIX en Francia y España, como en el resto de la
cultura escrita. Sin embargo, por su vinculación con ese medio periodístico,
que tan excelente alojamiento y servicio presta a lo literario breve, las
narrativas breves varias así como las colecciones y las revistas literarias se
han visto asociadas con lo paraliterario.
Palabras clave: Literatura
comparada. Literatura española. Literatura francesa. Teoría de la literatura. Supranacionalidad.
Revistas literarias.
Short
stories published in magazines or journals: Other literary mediations between
Abstract
French
and Spanish literatures have not ceased to mutually influence each other
through literary trends and translations. These are intermediaries together
with the magazines and collections, among others, that opened the market to
short stories in different formats. The intermediaries affect each other and
also contribute to the reciprocal influence among literatures: the same
collections and magazines, which shelter translations and literary trends,
foster supranational literary relationships at the same time as they are
promoted by the press and their growth, like it was the case of the rest of the
written culture, since the nineteenth century in France and Spain.
Nevertheless, the various brief narratives as well as the collections and
literary magazines have been associated with the paraliterary and other topics
on account of their connection with the media, which in turn offer to
literature an excellent shelter and service.
Keywords:
Comparative literature. Spanish literature. French literature. Literary theory.
Literary magazines or journals.
0. Introducción
La literatura francesa y la
literatura española no han dejado de contagiarse de manera recíproca mediante
corrientes y traducciones literarias, intermediarios a los que se pueden sumar,
entre otros, las revistas y las colecciones donde tuvieron salida tantísimos
relatos breves y semibreves en diversos formatos. Intermediarios contagiados
entre ellos mismos, contribuyen también al contagio entre las literaturas: las
mismas colecciones y revistas, huéspedes de traducciones y de tendencias,
impulsan las relaciones literarias supranacionales y son impulsadas a su vez
por la prensa y su masificación desde el siglo XIX en Francia y España, como en
el resto de la cultura escrita. Sin embargo, por su vinculación con ese medio
periodístico, que tan excelente alojamiento y servicio presta a lo literario
breve, esto y aquello, las narrativas breves varias así como las colecciones y
las revistas literarias, se han visto asociadas con lo paraliterario y con
otras cuestiones como la relacionada con la mujer, lectora, escritora y
personaje-tema de esa literatura.
La prensa daba a conocer las noticias/nouvelles cotidianas de un país en el
país vecino, igual que las noticias artísticas o literarias, por medio de un
trasiego de intelectuales en los siglos XIX y XX entre España y Francia,
intelectuales de distintos perfiles pero relacionados habitualmente de una u
otra manera con ese medio periodístico y, las más de las veces, con la
literatura publicada en él: medios colectivos y figuras individuales que
vuelven a contagiar los medios y a ser contagiados por ellos como lectores y
como escritores. Esa relación de prensa y plumas, de periodismo y literatura,
especialmente en el siglo XIX, reclaman actualmente la atención de no pocos
estudios, como los recopilados por Thérenty y Vaillant (2004), llegando a
reclamar una historia literaria de la prensa. Destacan la incidencia sobre el
libro y la lectura, igual que hace Botrel para el caso español del XIX (1993).
Con la prensa periódica del nuevo tiempo emergía un nuevo sistema de escritura
y también de lectura, en España y fuera de ella:
Y es que aquí, como en Francia, en
Italia, Inglaterra o los Países Bajos, la prensa nace a impulsos de una cultura
de renovación y de cambio para dar respuesta a una progresiva exigencia de
conocimientos útiles e intercambios culturales, de curiosidad por lo inmediato,
gusto por la crítica, afán de novedades, pragmatismo, espíritu reformista,
didactismo y, también, de sociabilidad, ya que frecuentemente se leen y
comentan en grupo. Con independencia de su mayor o menor grado de calidad o
incluso del mayor o menor peso que haya tenido en el desarrollo cultural de la
época, ella es expresión y signo de un tiempo nuevo, como lo son también las
Sociedades Económicas, los gabinetes de ciencias, las academias y tertulias,
los cafés o las bibliotecas públicas.
Pocas instituciones culturales hay
que vayan asociadas a la modernidad tan directamente como el periódico.
(Urzainqui, 2003, p. 379)
Aunque en España el periódico hace su aparición en plena
época barroca, será en el XVIII cuando se consolide, pero a la zaga de los
países europeos como Francia. Su historia corre paralela a la de la literatura
a la que deja espacio entre sus páginas, por ejemplo, la publicada por entregas
o por folletines, a imitación de los feuilletons
franceses, que contagiarían la literatura de la prensa de toda Europa. Por fin,
a finales del siglo XIX y principios del XX, la época estudiada, con ofertas
literarias propias la prensa española deja de permanecer en la sombra para
independizarse sin “des-cosmopolitizarse”. Nombres franceses de todos los
campos de la sociedad inundan la prensa española a finales del siglo XIX, y
también algunos españoles en la prensa francesa. En esa prensa extranjera los
españoles colaboran importando y exportando noticias, no sólo literarias, al
mismo tiempo que también van ganando en presencia en ella, como en la prensa
del país vecino francés. No podía ser sino E. Pardo Bazán quien figurara con su
colaboración, junto a otros renombrados españoles como Pérez Galdós, Núñez de
Arce o Canalejas, en L’Espagne (politique, littérature,
armée et marine, justice, enseignement, économie, finances, ethnographie,
colonies, beaux-arts, la cour, la société, etc.), que, con un prefacio titulado “
En ese medio se cuenta, pues, con la presencia de los
grandes nombres de la gran literatura española y francesa del momento,
influyendo sobre ella al mismo tiempo que contribuyen a que ambas literaturas
se influyan también por esa mediación de la prensa, llegando a ser la prensa
hispano-francesa objeto de estudio comparatista.[1]
Aunque se sientan influencias recíprocas y aunque nunca se borren las huellas
cervantinas, cierto es que en esos años resultan más notables las fuerzas
ejercidas por la literatura europea en general, y la francesa en especial,
sobre la española, considerablemente más intensas que las desplegadas a la
inversa. Pero la literatura relacionada con ese medio, que tiene como destino
los más variados públicos lectores y las más variadas obras, abraza desde
folletines y revistas literarias –que invaden la literatura europea– hasta el
romancero –nacido al calor de
Malgré
de notables références à la tradition littéraire hispanique, en particulier
cervantine, l’influence française est remarquable. En effet, idéologiquement,
la différence n’est pas importante avec les courants et les modes de pensée et
d’écriture des nouvellistes français du XIXe siècle finissant ou de ceux des
premières années du XXe. Les thèmes, la structure narrative rappellent la
nouvelle érotique ou galante, le roman naturaliste ou psychologique de la
période de Maupassant ou de Prévost, mais les sujets se diversifient et se
multiplient à l’envi selon la personnalité des auteurs sollicités. (Urrutia, 1977, p. 139)
Dentro de ese contexto europeo entre el XIX y el XX de
proliferación de una literatura “dosificada”, como los relatos breves en
colecciones y revistas literarias, se pueden tratar las relaciones
franco-españolas desde sus antecedentes decimonónicos con algunas problemáticas
paralelas: la influencia de ese medio periódico-periodístico sobre temas o
tratamientos a través de los relatos cortos albergados, o el propio grado de
influencia entre España y Francia por medio de estas colecciones y revistas en
la época delimitada. Por este campo pasan transversalmente otros debates
relativos a lo “popular” o “infra” de esta literatura y es completado por otros
como el relativo a las traducciones y a las corrientes literarias.
El relevo de las
publicaciones por entregas y del relato corto de la prensa de todo el siglo XIX
es tomado por revistas literarias y colecciones de tirada periódica que se
dedican en las primeras décadas del XX, algunas exclusivamente, a publicar nouvelles/novelas cortas y que, por sus
irrepetibles características hasta la fecha, contribuirían a cerrar un capítulo
de la historia de la edición. Para la historia española de la edición y de la
lectura, cuya trayectoria había dependido estrechamente de la francesa desde
finales del XVIII, se podría clausurar ese capítulo en el año 1914 (Botrel,
Infantes & López, 2003), un año significativo pues marca una suerte de
ecuador del arco temporal de este estudio que, con todo, obliga a no desestimar
las secuelas o las resacas del fenómeno, fenómeno que en España, de hecho, da
lugar al inmediato ascenso-descenso del éxito de esas colecciones semanales
herederas de publicaciones antecedentes.
Para esas lecturas
literarias de cada día, cada semana o cada mes, cuyo soporte no es otro que la
prensa, se publican folletines y artículos de costumbres –géneros de gran
impacto en la prensa europea; en la española lo tuvieron hasta 1868, marcada
por las influencias venidas desde Francia–, así como cuentos y crónicas –sobre
todo a partir de
Además del artículo
costumbrista –escenario privilegiado para marcar contraste con el otro, el
extranjero, el francés, respecto al español o lo español–, arraiga el folletín,
especialmente a partir de 1838 y 1839 y hasta mediados del siglo, siguiendo los
modelos parisienses –rivales– de
Pero a lo largo de la segunda mitad
del siglo XIX, la innovación española vendrá del lado de otros géneros como la
crónica y el cuento de la prensa, y de otros aires extranjeros, como los rusos.
El mismo Clarín en uno de sus “paliques” daría fe de la mejora en el gusto
estético de lectores y lectoras gracias a la sustitución del folletín por el
cuento, cultivado entonces por los autores españoles más fecundos como Pardo
Bazán o Blasco Ibáñez, además del propio Clarín. Serán principalmente estos
escritores, igualmente conocidos ya entonces más allá de sus fronteras, los que
traigan esos aires, también a la narrativa breve, aunque en la inmensa mayoría
de los casos no deje de ser por filtración o intermediación francesa.
A principios del siglo siguiente, con
la creciente competencia de las colecciones o revistas de novelas cortas y de
la nueva crónica, el cuento periodístico cede en la prensa, aunque su
volatilidad continúe produciendo hibridaciones como, por ejemplo, la de
crónica-cuento. Esta ola de relatos cortos en la prensa y en general de
literatura dosificada impulsará lo que se acaba convirtiendo en todo un
fenómeno literario, la publicación de aquellas colecciones semanales, que en
realidad “no fueron sino una reactivación de fórmulas anteriores adaptadas a
una sociedad distinta” (Baulo, 2003, p. 584). Como no nacen ex nihilo, Baulo se remonta a revistas
como Vida Galante (1899) de Zamacois,
o a novelas seriadas como
El pistoletazo lo da efectivamente El Cuento Semanal, que buscará aclimatar
además el Lisez-moi (1905) o “Les
Romans de l’Illustration” (Magnien,
1986, p. 23), para, como sus estudiosos reconocen, lograr desmarcarse y
convertirse en un fenómeno con características propias dentro de España.
Impulsadas por El Cuento Semanal
desde 1907 y por tantos cuentos leídos antes y ahora en la prensa, dentro del
mundo del consumo de libros en
Por medio de las revistas se puede medir la temperatura
de las relaciones interpersonales pero también supranacionales, en este caso
entre España y Francia. En revistas y también propiamente en colecciones
“noveleras” tuvo salida y cauce un río de relatos breves en ambos países. Osuna
(2004, p. 19) ratifica el potencial investigador de las revistas dentro,
además, de
Cuentos y novelas cortas tienen salida en España en
revistas y en colecciones ad hoc,
especialmente en esas revistas noveleras de la estirpe de El Cuento Semanal desde 1907, aunque después tuvieran la
posibilidad de ser recogidas o rescatadas en volúmenes; sin embargo, en
particular la novela corta española del primer tercio del XX, raramente sería
publicada exenta, hasta el punto de determinar su indeterminación incluso
propiamente genérica, que podría ser utilizada no obstante como escenario de
intergenericidad.[5] La
misma recurrencia hay a la nouvelle
en revistas francesas como Œuvres Libres,
publicada entre julio de 1921 y mayo de 1940 (de los números 1 al 226) y entre
1944 y 1964 (de los números 227 al 356, retomándose otra numeración desde abril
de 1957), revista mensual que constituiría una auténtica antología con el Musée de la nouvelle, a decir de Godenne
(1993), quien también estudia otras revistas francesas de nouvelles de
entre 1911 y 2000 (Godenne, 2002). Como revista de nouvelles, tanto de
creación como de reflexión, Godenne data su nacimiento en el año 1976. Antes
del XIX sólo habría recueil, y durante ese siglo, las nouvelles
serían publicadas en revistas de literatura en general, en volúmenes colectivos
o en periódicos. Suele representar una etapa de prepublicación, previa al
volumen, la de las revistas, la de las grandes revistas literarias, de
cualquier inclinación, en el siglo XX. Pero señala dos momentos en los que
“nouvelle” se convierte en el mot-titre para ciertas revistas: en Mille
Nouvelles Nouvelles entre 1910 y 1911, o en Nouvelles entre
1957-1960 y 1961-1963. Pero se habría de relativizar: la primera de éstas es
francesa, pero constituye sólo una pequeña parte en comparación con todo el
fenómeno francófono, y en cuanto a la segunda, su objetivo primero no sería,
como reacción al Nouveau Roman, sino apostar por una literatura narrativa. La
efervescencia se vivirá en los años ochenta y noventa, también gracias a las
revistas (ofrece un listado, el de su trabajo de conjunto), aunque no dejen de
sobrevivir en los márgenes de los circuitos comerciales y dedicadas a un
público concreto.
Œuvres Libres se dedica a publicar
mensualmente obras variadas como novelas, obras de teatro, variétés, y también nouvelles
reclamando su carácter inédito, interesantes no tanto por el muestrario
literario escogido como por los comentarios o consejos relativos a la práctica
del género a manos de la generación coetánea. Con parca representación femenina
(como la de Irène Némirovsky, aunque de origen ucraniano, o Lucienne Ercole),
de los 425 textos, 91 pertenecen a escritores extranjeros, entre los que
destacaría privilegiadamente (Blasco) Ibáñez con once textos (traducidos por la
periodista izquierdista Renée Lafont, J. Cassou, J. y M. Carayon o F.
Ménétrier). El autor español vendría seguido por otros escritores extranjeros
publicados en Francia como Jack London con cuatro textos, Gorki con tres, o
Kipling, Lawrence y Chéjov con dos. En total, después de los treinta y uno
traducidos del inglés y los veintidós del ruso, la literatura española estaría
representada en esa revista por diecisiete textos, seguida de la alemana, la
italiana, la rumana, la griega y, por último, la polaca. Tal muestrario,
proporcionalmente, se aproximaría de forma considerable a los de muchas revistas
noveleras españolas coetáneas con una diferencia salvada: en las españolas
destacan las traducciones francesas seguidas de las inglesas o las rusas,
mientras que en las francesas se seguiría un orden similar, por cuanto,
exceptuando las obras propias, las inglesas y las rusas seguirían siendo las
más publicadas, y tras ellas, inmediatamente, las españolas. Así pues, la
literatura rusa y anglosajona serían las más traducidas e introducidas por la
prensa tanto en la literatura francesa como en la española, aunque, cierto es,
en ésta última esas traducciones sean precedidas por las francesas, y en la
francesa, seguidas después de las españolas.
Por otra parte, con esta representativa revista, se
volvería a dar prueba de una “terminologie hésitante” al primar la referencia a
una “(grande) nouvelle inédite”, a pesar de la larga extensión de algunos
textos que, con todo, suelen oscilar entre las treinta y las cincuenta páginas;
pero también se daría prueba de toda una tradición, pues habitual es que esos relatos
cuenten una historia ficticia pero verosímil, una historia que, entre aventura
y anécdota, suele ser contada por un narrador-actor o un narrador-testigo,
primordialmente desde una tercera persona del singular, esto es, siguiendo
pautas muy decimonónicas, a lo Mérimée o Maupassant. Entre estos ya
tradicionalismos literarios se entrevén, no obstante, algunas tímidas
innovaciones que anunciarían la nouvelle
posterior, la que comienza a rechazar esa historia o argumento en favor de la
evocación de instantes de vida. Temáticamente no destacarían por novedosas,
puesto que no se despegan de las tres claves según Godenne: lo burgués, lo dramático
y lo sentimental (1993, p. 116); ni tampoco serían innovadoras por sus
personajes, unos personajes-tipo detentadores de la aventura, compuesta ésta de
situaciones prácticamente inevitables en ese mundo del escritor burgués,
superficial, material o anestesiante. De ello, Godenne deduciría la
preeminencia de un público burgués, en el horizonte de los propios editores. Aunque
no sobresalga, pues, ni la audacia ni la originalidad en la muestra de esta
revista, no excluiría esas excepciones representadas por algunos cuadros
exóticos, alguna historia trágica o cómica, o incluso algún autor que ya ha
despuntado, como Brion, Giono o Duvernois, más allá de las segundas y terceras
filas.
De manera
similar se refería Ezama Gil en general al relato breve finisecular de la
prensa. Lo realista, verosímil, aleccionador, urbano y burgués, con predominio
de una estructura cerrada y evolución argumental, con temas nacionales y
contemporáneos, con personajes estereotipados, con un tiempo o lugar precisados
o con un narrador extradiegético, contrastaría con la minoría moderna, de final
abierto, sin evolución argumental o del personaje, de tema universal, o de
tiempo y espacio imprecisados. Tal diferencia se apreciaría en los propios
autores que, más adheridos a lo ideológico y actual propio del medio
periodístico, los unos, y más atrevidos en el manejo estilístico, los otros,
coincidirían en la literatura breve de la prensa. Además, en líneas generales,
vendría a coincidir con los ejemplos franceses: quienes apuestan por lo
indeterminado y lo fragmentario lo hacen en principio en diarios marginales y
radicales o en revistas culturales[6] de escasa
tirada, sean las vanguardistas españolas como Vltra o la francesa Revue
Blanche, mientras que las colecciones, como las propiamente españolas
siguiendo El Cuento Semanal y como
otras francesas del tipo Œuvres Libres,
coincidirían por su tendencia quizás aún “decimonónica”.
Alcanzan, pues, todo su esplendor en
la misma década en la que nace Œuvres
Libres las colecciones o revistas noveleras españolas destinadas a la
publicación de novelas cortas/nouvelles,
que han sido tratadas por estudios expresos que se podrían considerar en gran
parte responsables de promover en las últimas décadas este campo y que muchos
proceden de un foco crítico francés, como los de R. Mogin-Martin, Botrel o
Salaun, enmarcados ellos normalmente dentro del campo al que da nombre la obra
de conjunto Les Productions populaires en
Espagne (1850-1920) (1986). Dentro del dominio de la literatura popular o
de la infraliteratura española de los siglos XIX y XX, aunque también de la
francesa, junto a folletines y romanceros, fueron estudiadas las colecciones
como la de
Para este mundo de las revistas noveleras, también, el
aire de inspiración parece provenir eminentemente desde Francia hacia España en
el quicio entre el XIX y el XX. De inspiración francesa sería, desde la propia
elección a la hora de darle nombre,
La de El
Cuento Semanal se vería contagiada por las revistas literarias gráficas de
Francia como Illustration, revistas
con suplementos literarios que le sirven de modelo tanto en su forma y
presentación en cuanto volumen libresco como en la creación de un hábito en los
lectores del momento, aun con todas las connotaciones negativas asociadas en
general con lo venido de aquel país: “en aquellos holgados formatos, en la
tersura del couché, en la grata
promiscuidad de los magazines al modo
francés, es donde El Cuento Semanal
quiere aliar la “nueva literatura” y aquel ambiente de boudoir sahumado que transpira la época” (Mainer, 1986, p. 211).
Entonces casi siempre provenientes de Francia, las últimas tendencias
literarias en temas y tratamientos entrarían, pues, por esta vía y, con ella
irremediablemente, los estereotipos sobre y entre los países vecinos, también los
referidos a su literatura. Esa asociación con lo “promiscuo” o lo erótico respecto a lo francés y su imitación la padecería, de hecho, Felipe Trigo,
controvertido colaborador de El Cuento
Semanal.[8] En
la presentación de “Nuestro propósito”, en el número inaugural de esa colección
de El Cuento Semanal, del 4 de enero
de 1907,
El empeño que nos trae á la vida, apenas iniciado
conquistó las simpatías de nuestro elemento intelectual (…). EL CUENTO SEMANAL
publicará en cada número una “obra de arte” inédita y completa, y aceptará no
sólo las formas ya consagradas de los maestros (…). Las ventajas de nuestra
Revista son notorias (…). Todas las tendencias y también todas las formas
literarias caben en esta Revista.
La mayoría de esas firmas serán españolas, aunque se
codeen sobre todo con autores franceses; ello no desmerece el sello
eminentemente personal o particular buscado por la colección que, aunque
inspirado en modelos de edición franceses y en temas literarios traspasados por
éste y otros medios, es ansiado deliberadamente por su promotor, detonando toda
la oleada de colecciones posteriores. Éstas beberán directamente de ese modelo
español, sin por ello dejar de trasladar de manera simultánea otras corrientes
o inspiraciones extranjeras. Más tarde, en su número 57, el de diciembre de
1907, esto es, al final del primer año de existencia, se hace balance y se
lanza una pregunta:
¿Conseguiremos que entre nosotros prevalezca la nouvelle, esa lindísima forma literaria
de la que son maestros los autores franceses y que tan a maravilla responde al
frívolo y sobresaltado vivir de la sociedad contemporánea?
Por tanto, el modelo de género literario también se
encuentra entre las expectativas de los editores, que desean adaptarlo al
devenir de la inmediata contemporaneidad. Es la nouvelle, en este caso francesa, la que se toma como modelo para
los relatos breves que van a salir en una colección denominada El Cuento Semanal, madre de otras
colecciones cuyos nombres irán encabezados sobre todo por la referencia a
“novela”, seguida, entre cuantiosas ofertas terminológicas, de adjetivos
referentes a la poca extensión, como “corta”, o a esa actualidad, como Los Contemporáneos o
Yo había soñado con El Cuento Semanal y Los Contemporáneos, y era un niño casi cuando habría dado años de
mi vida por ver editada en aquellas brillantes publicaciones alguna novelita
mía. Con aquella obsesión quise hacer una Revista modesta, de corta tirada, a
base de una novela semanal.
Es lo que confiesa Artemio Precioso sobre la fundación de
su colección (Martínez Arnaldos, 1997, p. 57). Otro ejemplo, pues, de
asociación de una colección con su promotor es la de
Prueba enésima pero definitiva del
extraordinario eco de esas revistas francesas y de los relatos cortos es su
irradiación incluso sobre casos provincianos como el de una revista publicada
en Cartagena en 1907,
Entre tanta influencia francesa en el
campo de las revistas y colecciones españolas, sin embargo, también se cuelan
ecos en dirección inversa, como el producido gracias a un “rebrote tardío”
(tardío aunque se trate de la década de los cincuenta) de
Pero también reluce otro caso de
colección española, anterior de hecho a
La literatura española publicada por estos medios a lo
largo del XIX sigue siendo dependiente de la francesa, tomando el ejemplo de
suplementos como el de Illustration,
de revistas como Revue Blanche, o de
colecciones como la de Lisez-moi,
para luego independizarse literariamente llegando ya al siglo XX, cuando el
batallón de cuentos publicados en prensa, aun sobreviviendo, ceda el éxito
entre el público a las colecciones dedicadas propiamente a la novela corta en
España. Las líneas temáticas, estilísticas y hasta ideológicas brillan por su
gran variedad.
No por ello dejarán de latir influencias y contactos
entre las literaturas española y francesa, subsumidos en estos relatos y en el
trasiego favorecido por estos medios de publicación, contando igualmente con
las traducciones. Por ello, más que de dependencias, para ese estadio de la
historia de la literatura cabe hablar de influencias y mediaciones, sobrevoladas
a su vez por el predominio paulatino de otras procedentes de Rusia, por
ejemplo, también en el dominio de la narrativa breve. Además, esas influencias
se sienten en ambas direcciones, no sólo en temas o personajes, sino también en
el propio trasiego de colecciones literarias. De publicaciones francesas se
alimenta El Cuento Semanal, pero
crece forjándose su propia personalidad marcada por el sello de un auténtico
fenómeno literario español imitado por “hermanas menores” como las colecciones
de
Éste sería un capítulo digno de ser reseñado y
profundizado dentro de la historia de la literatura española y francesa y de la
historia de la relación entre ambas, adentrándose en más temas, tratamientos,
personajes, tramas o títulos, de revistas y relatos. Con todo, éste no es el
lugar de un estudio comparativo entre colecciones y revistas, españolas y
francesas, publicadoras de narrativa breve, especialmente de novelas cortas,
pero con el estudio comparativo en esta dirección se han podido dar algunas
pinceladas y comprobar que la influencia entre la literatura española y
francesa también viene y se manifiesta por esta vía.
Tampoco todas esas colecciones populares reservan su
espacio para las novelas cortas ni para las escritoras en exclusividad, pero lo
cierto es que se aprecia el aumento de su presencia en estos medios literarios
también, por ejemplo, en la evolución de tal porcentaje de El Cuento Semanal a
Al margen de estos contactos personales puntuales pero
cuantiosos dentro del contexto franco-español (además de Blasco Ibáñez o Pardo
Bazán, baste pensar en Felipe Trigo, Eduardo Zamacois o Artemio Precioso), la
influencia se mediría más en términos generales desde la narrativa breve
publicada en medios populares relacionados con la prensa, medio globalizado a
la altura del siglo XX. Sus colaboradores no pueden deshacerse de los
esponsales tipográficos, temáticos y hasta ideológicos que vienen pautados por
ese medio en general y por esas colecciones en particular, pues entre todas
ellas se mueven.
Un repaso por las relaciones interpersonales y
supranacionales por medio de colecciones y revistas donde se publican relatos
breves y semibreves (cuentos y novelas cortas en general) parece llevar a
ratificar el binomio o la convivencia de tradición y modernidad sentidas en la
narrativa breve, la tradición de ese relato breve propiamente decimonónico con
la modernidad ensalzada con el siglo XX. En la primera mitad del siglo XX raro
es el autor de novelas cortas/nouvelles
español o franceé, que no opta alguna vez por una de esas vías de publicación.
Del siglo XIX europeo y muy francés viene esta tendencia o tradición o este
hábito adquirido, cuando la prensa cede parte de su espacio misceláneo para lo
breve y lo narrativo, así como para una flota
femenina cada vez más numerosa gracias a escritoras y lectoras. No toda la prensa
deja espacio a lo literario, pero lo cierto es que la prensa en general, y en
la publicadora de literatura breve y/o fraccionada, irradia su influencia desde
Francia hacia España, tanto en forma como en fondo.
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de la edición y de la lectura en España (1472-1914). Madrid: Fundación
Germán Sánchez Ruipérez, 2003, p. 378-389.
[1] La prensa
ha sido objeto de comparatismo hispano-francés justamente para el siglo XIX,
estudiándose la presencia de literatura francesa en la prensa madrileña, los
referentes franceses en el debate de la prensa sobre el Romanticismo, una
revista parisina como El Orbe Literario
para los españoles de ambos mundos, y, como suele ser habitual en relación con
nuestro tema, la literatura popular en esa crítica periodística, así como el
valor de la prensa como intermediaria cultural con un autor como Clarín o como
Azorín. Véase MEDINA ARJONA, E.
[2] “(…) se resolvió con la progresiva
sustitución del primero por el segundo, conforme el gusto lector evolucionaba
hacia la recepción de formas narrativas más complejas, y los tipos genéricos se
fueron convirtiendo en personajes realistas autónomos” (Rubio Cremades, 1996,
p. 215).
[3] Comparaciones muy costumbristas haría Mesonero Romanos de
las librerías españolas con las lujosas de Londres y París. Desde este prisma
podrían ser estudiados los artículos de costumbres, esos espejos del tiempo
reflejados eminentemente por Larra o Mesonero Romanos, por ejemplo, en el Semanario Pintoresco: “Aunque siempre
hubo en lontananza modelos franceses o británicos, el artículo de costumbres
tuvo un marcado carácter nacional” (Alonso, 2003, p. 573).
[4] La prensa ha venido ejerciendo esa función de soporte de
la literatura periódica desde el siglo XIX. En la primera mitad de ese siglo,
si bien no todos los periódicos incluyeron literatura entre su oferta de
lectura, otros reservaron un espacio para los folletines desde los años
cuarenta para, en la segunda mitad del XIX, convertirse en un género en boga,
como “Los Lunes de El Imparcial”
desde 1874, cuya estructura y organización fue adoptada como modelo por tantos
otros medios periodísticos para sus suplementos. En principio esos suplementos
saldrían el primer día de la semana como para compensar la menor actividad
dominical en las imprentas, siguiendo el precedente de Las Novedades que, hacia 1852, publicaba los lunes caricaturas de
grandes dimensiones, impresas con plancha de importación del diario parisiense Charivari, y las hay firmadas por Daumier
y Nadar (Baulo, 2003).
[5] “Se crea en torno a la novela corta exenta un estado de
inconcreción que afecta tanto a la propia esencia del género como a la
formulación del discurso narrativo por parte del autor. Es tal grado de
latencia e indefinición el que subsume al género que en cierta medida, me
atrevería a afirmar, influye en el propio nivel artístico y estético de la
narración, al margen de la mayor o menor valía literaria del autor. A la vez
que se propicia, literaria y sociológicamente, una mezcolanza de formas con muy
difusos límites de género (…). Y a este respecto, desde un punto de vista
estrictamente sociológico, conviene destacar el dato cuantitativo y cronológico
de la escasez de publicaciones, de novelas cortas exentas, en el periodo de máximo
apogeo de las revistas literarias” (Martínez Arnaldos, 1993, p. 282).
[6] Entre esas revistas, será mencionada El Nuevo Mercurio, una revista de tirada
mensual a lo largo de 1907 con E. Gómez Carrillo como director, que vivía en
París, donde se encontraba domiciliada la revista, que, sin embargo, era
impresa en
[7] Algunos a
destacar son:
[8] El
controvertido colaborador de El Cuento
Semanal, Felipe Trigo, conoce de cerca el país francés, su lengua y su
literatura. No sólo toma como modelo e inspiración las colecciones literarias
francesas que a su manera exporta, sino que es dado a conocer en el país
francés por medio de reseñas escritas por contemporáneos, reseñas aparecidas
entre 1901 y 1916 en el Mercure de
France,
[9] Igualmente colaborador en diarios y revistas también
hispanoamericanas, promotor de otras empresas editoriales y periódicas,
traductor de Belle de jour de J.
Kessel, de P. de Bourdielles, de S. Zweig o de F. Carco, además de escritor de
cuentos y de “escandalosas” novelas cortas, algunas ambientadas en Francia o
centradas en el divorcio, dentro de sus dos colecciones, su relación con
Francia se deberá principalmente al exilio vivido por la dictadura de Primo de
Rivera en París, desde donde trabaja como corresponsal y miembro sindicalista,
y donde son traducidas al francés algunas de sus obras (Vivir dos veces como La
double vie de Antonio Pérez). Tanta frenética actividad también se debió a
cuestiones financieras, las mismas que le moverían a volver a España como
gobernador civil en Toledo, hasta la siguiente dictadura, tesitura por la cual
sería marginado y olvidado por ambas partes políticas -y literarias-
posteriormente.
[10] La colección estaría conservada, salvo
algunos números, en el Institut Français
d’Histoire Sociale, en los Archivos Nacionales, de París, y ofrecería un
dignísimo objeto de estudio. Con todo, por otras vías, no hemos encontrado ni
rastro de ella.
[11] Tras su nombre, aparece la lista de colaboradores, en el
mismo reverso de la contraportada: Mario Aguilar, Víctor Alba, Domènec de
Bellmunt, Juan B. Bergua, Alfonso Camin, Luis Capdevila, Alejandro Casona,
Mercedes Comaposada, Ezequiel Endériz, Antonio Espina, Ángel Ferrán, Ramón J.
Sender, Roberto Madrid, Dr. Félix Martí Ibáñez, Álvaro de Orriols, José María
Puyol, Mateo Santos, Arturo Serrano Plaja, y Eduardo Zamacois, además de un nombre
para el dibujante, Antonio Argüello. En el pie de la página aparece:
“Suscripciones, correspondencia y giros (…) al Administrador: D. Torres, 10,
Rue de Languedoc. Toulouse (Hte-Gne)”. En la primera página, dedicada
especialmente al nombre del autor y del relato, que es subtitulado como “novela
corta”, aparece la marca de Librairie des Éditions Espagnoles (LEE), con
dirección en París y en Toulouse. Llega a las treinta páginas, a doble columna,
en pequeño formato. Pero más información se nos dispensa en las dos últimas
páginas. De hecho, “accediendo a la demanda de la mayoría, APARECERÁ
QUINCENALMENTE desde 1º de enero de
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