REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Claudio Guillén: Literatura Comparada y Española

 

Francisco Javier Díez de Revenga

(Universidad de Murcia)

 

          La muerte de Claudio Guillén (París, 1924-Madrid, 2007) supuso para España y para el hispanismo la pérdida irreparable de uno de los más prestigiosos estudiosos de la literatura española y de la literatura comparada del amplio ámbito del hispanismo internacional. Formado en las universidades norteamericanas, junto a las figuras más relevantes de la teoría y de la crítica literaria del siglo XX, acompañó a su padre, a su familia, en el largo exilio que les tocó vivir a partir de 1939, lejos ya de los días infantiles, que Claudio, hijo del poeta Jorge Guillén, vivió en la ciudad de Murcia, entre 1926 y 1929, y, posteriormente, en Sevilla hasta su partida de España con motivo de la Guerra.

          Tras sus estudios secundarios y universitarios en París y Estados Unidos, se alistó como voluntario en las fuerzas del General De Gaulle durante la Segunda Guerra Mundial, y, posteriormente, después de impartir docencia en Colonia (Alemania), profesó en varias universidades norteamericanas, como la Universidad de California, en San Diego, (1965-1976), Princeton (1976-1977) o Harvard (1978-1982). En ésta última dirigió durante seis años el departamento de Literatura Comparada. Volvió a España en 1983 como catedrático de Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Barcelona y luego, ya Emérito, de la Universidad Pompeu Fabra. Ha sido profesor visitante en Alemania, Italia, Puerto Rico, Brasil, Sudáfrica y otros países. En un centenar largo de artículos y desde el libro Literature as System (1971) hasta Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la Literatura Comparada (1985, 2ª ed., 2005), El primer Siglo de Oro (1988), Teorías de la Historia Literaria (1989), El sol de los desterrados: literatura y exilio (1995), Europa: ciencia e inconsciencia (1997),  Múltiples moradas (1998), Entre el saber y el conocer. Moradas del estudio literario (2001) y Desde el asombro (2004), De leyendas y lecciones. Siglos XIX, XX y XXI (2005), sus temas principales han sido la novela picaresca europea, la novela y poesía españolas del siglo XVI, la poesía del siglo XX, la teoría de los géneros y la teoría de la historia literaria. Recibe el Premio Nacional de Ensayo del año 1999 por Múltiples moradas; y en 2006 el Premio Caballero Bonald de Ensayo por la segunda edición de Entre lo uno y lo diverso. Coordinó los “Clásicos Alfaguara” y la “Biblioteca de Literatura Universal”. El 2 de febrero de 2003 leyó su discurso de ingreso en la Real Academia Española. En los últimos años formó parte del Consejo Consultivo del Centro Cultural de la Generación del 27, de la Diputación Provincial de Málaga.

          La obra ensayística de Claudio Guillén ha ofrecido, a lo largo de una sostenida trayectoria crítica, excelentes volúmenes en los que ha mostrado su excepcional capacidad como estudioso de la literatura española, la literatura europea, la literatura comparada y la teoría de la literatura. Los títulos antes reseñados han puesto de relieve su condición de ensayista indispensable para un conocimiento crítico de nuestra literatura.

          Últimamente, Claudio Guillén había unido su actividad de estudioso de la literatura a la de memorialista de toda una época del hispanismo, ya que, como es sabido, por razones vitales, fue compañero de viaje, desde muy joven, de tantos españoles que ejercieron su magisterio en América, comenzando por su padre, el poeta Jorge Guillén, con quien compartió la oportunidad de coincidir con nombres fundamentales en la historia literaria española, tal como se recoge en el ensayo “De lecturas y maestros y otras admiraciones”, integrado en el volumen antes citado del año 2004, Desde el asombro: Pedro Salinas, Amado Alonso, Francisco García Lorca, Ángel del Río,  Joaquín Casalduero y tantos otros. Al mismo tiempo, su discurso de ingreso en la Real Academia Española, titulado De la continuidad: tiempos de historia y de cultura (2003), estuvo dedicado a la imprescindible figura de Vicente Llorens, como ejemplo de otra promoción de españoles que hicieron su obra en el exilio, entre los que deben recordarse a Ramón Xirau, Roberto Ruiz, Manuel Durán, Carlos Blanco Aguinaga, José Miguel García Ascot y Tomás Segovia.

          Vida y literatura, memoria y existencia nutren de recuerdos y experiencias personales, reflexiones que van desde lo estrictamente literario a lo personal, ya que los escritores tratados estuvieron muy próximos a su transcurrir vital. Todo ello concede a estos estudios un componente entrañable que, en ningún modo resta rigor y objetividad a quien se ha distinguido entre los críticos de nuestro tiempo, por decir las cosas tal como las piensa con una claridad absolutamente meridiana.

          Debemos destacar en esta ocasión, y por las razones memorialísticas aludidas, su libro Desde el asombro. Sobre los Albertis. Tres poemas de Lorca, en el que figuran una interesantísima “nota preliminar” de Claudio Guillén y los estudios “Rafael Alberti ante la literatura”, “La fuerza mítica del 27: amistad y vocación poética” y “Tres poemas de García Lorca”. Interesante nos parece, en efecto, la nota preliminar porque pone de manifiesto la vinculación de los ensayos que forman parte del libro al propio devenir vital del ensayista. Del mismo modo que tuve la oportunidad de asistir a su evocación de Vicente Llorens en la Real Academia Española en febrero de 2003, he sido testigo, en efecto, de la emoción con que Claudio Guillén, tanto en La UIMP de Santander o en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando evocó al poeta, pero también al amigo, Rafael Alberti. O de cómo en 1998, en El Cairo, ante numerosos hispanistas árabes (y algunos lorquistas españoles como Andrés Soria, Agustín Sánchez Vidal, Mario Hernández o María Clementa Millán), hizo un magnífico análisis crítico de la “Casida de las palomas oscuras” de Federico García Lorca, dedicada a “Claudio Guillén, niño en Sevilla”, considerando que ya era hora de que el niño en Sevilla devolviese al amigo entrañable “este mínimo signo de agradecimiento”. Del mismo modo, en 1992, en Murcia y en San Juan de Puerto Rico, tuve oportunidad de oír sus recuerdos personales de otro de sus maestros: Pedro Salinas.

          Son y lo serán siempre influyentes las opiniones de Claudio Guillén a la hora de hablar de “generación” y de “27”, etiqueta o marbete que, para bien o para mal, involuntariamente o de buen grado, todos hemos venido a utilizar en alguna ocasión. A “una verdadera confusión terminológica” se refiere el ensayista al iniciar el abordaje a este asunto tan complejo y “dificilillo” como le gusta decir al autor. Marketing, bendita generación, aprovechamiento, inautenticidad e incluso vulgaridad son términos que con justa severidad utiliza Guillén al tratar de poner orden, con conocimientos más que sobrados de personas y obras, en el “maremágnum” terminológico, en el caos estructural que la etiqueta de marras ha provocado en la historiografía literaria del siglo XX. Pero hay verdades también en todo este conflicto. Y Guillén las centra en dos: amistad y vocación poética, que son los signos que definen a ese grupo de amigos que quisieron (y lograron) renovar la poesía española de las primeras décadas del siglo pasado. Pero hay en este precioso ensayo muchas más cosas que planteamientos generales. Guillén desciende al detalle y ajusta las cuentas a más de un estudioso que impelido por la fama del grupo propone inconsecuencias, tal como prueba con documentos de primera mano nuestro ensayista. El nombre de Gerardo Diego es evocado como artífice, a través de su Antología de 1932, de ese grupo de amistad y vocación poética. No se equivocó Gerardo Diego, como bien reconoce Guillén, pero es muy cierto que la selección de poetas no la hizo sólo Gerardo Diego: la hicieron entre todos. No fue la opinión de uno sólo, sino de un grupo de amigos presidido por una misma afinidad y coherencia intelectual. Apartarse de este principio básico lleva al error, a la inautenticidad, a la vulgaridad, y el testimonio de Claudio Guillén en este punto es clave y sienta jurisprudencia.

          La publicación del volumen De leyendas y lecciones. Siglos XIX, XX y XXI, muy pocas semanas antes de la muerte de Claudio Guillén, puso de manifiesto una vez más las sobresalientes capacidades del excelente crítico, que ahora otorgaba a los estudios reunidos en el nuevo libro un interesante tono autobiográfico, lógico si advertimos que en sus páginas se recogen numerosos artículos en los que aparecen personas vinculadas a su propia existencia, desde Pedro Salinas, el amigo, a su cuñado el no menos respetado hispanista Stephen Gilman, entre otros muchos.

          Reúne, en efecto, Claudio Guillén en el volumen los artículos y ensayos que vino dedicando a lo largo de los últimos treinta años a obras, figu­ras y personalidades hispánicas modernas, que ofrece a sus lectores no como un compendio de historia literaria sino como “críticas, sencilla­mente, calas individuales, lecturas e interpretaciones detenidas, no los hitos de un intento de historiar una sucesión de épocas”. En realidad, lo que le interesa mostrar es su proximidad vital a los treinta autores que aparecen en este libro, a los que asegura que ha co­nocido o tratado personalmente, salvo los cuatro primeros, por razones cronológicas: Galdós, Clarín, Pardo Bazán o Antonio Machado. Como el propio Guillén indica en el espléndido prólogo al libro, son autores entrevistos “desde la curva de nuestra propia existencia y experiencia critico-teórica”. “Claro que esta curva, para una persona nacida como yo en el primer ter­cio del siglo XX, ha sido histórica, es más, intensamente histórica”, por lo que anuncia y proclama “la raíz autobiográfica de esta escritura, sobre todo a través de la diferencia entre las piezas escritas en el exilio, rodeado yo de grandes maestros españoles y de compañeros desterrados que compartían una visión esperanzada y bastante idealizada de su país de origen, y lo pen­sado y sentido luego en España”, de manera que “el artículo crítico, sobre todo desde el mo­mento en que pasa a ser un ensayo, puede entonces verse como una versión de la “escritura del yo”, junto a la autobiografía y el diario”.

          Desde el planteamiento autobiográfico que dejan sentir estos trabajos, desde el tono de memoria de toda una generación, múltiples son las perspectivas, diversos los autores, variados los planteamientos críticos, pero siempre unidos por un hilo conductor común: el acierto de la crítica basada en tres procedimientos inseparables y complementarios, inexcusables para entender la obra literaria, tal como el maestro dejó escrito en el prefacio al volumen: “la lectura aten­ta de los textos, su justa situación en la historia de la literatura y el uso apropiado de términos teóricos. Crítica, historia y teoría, pues, como bases no suficientes pero sí imprescindibles del trabajo por realizar.”