Fausto, Johann Wolfgang von Goethe
(Cátedra, Madrid, 2005, 11ª ed.)
Mas
¡ay! pese a la mejor voluntad, no siento ya el contento brotar de mi pecho.
Pero ¿por qué ha de agotarse tan presto el manantial dejándonos sedientos otra
vez? ¡De ello tengo yo tanta experiencia…! Esta falta, empero, permite ser
compensada, pues aprendemos a apreciar lo que está más alto que la tierra,
suspiramos por una Revelación, que en ninguna parte brilla más augusta y bella
que en el Nuevo Testamento. Siéntome impulsado a consultar el texto primitivo, a verter
con fiel sentido el original sagrada a mi amada lengua alemana.
(Abre un
libro y se dispone a trabajar.)
Escrito
está: «En el principio era la
Palabra»… Aquí me detengo ya perplejo. ¿Quién me ayuda a
proseguir? No puedo en manera alguna dar un valor tan elevado a la palabra;
debo traducir esto de otro modo si estoy bien iluminado por el Espíritu.
–Escrito está: «En el principio era el sentido»… Medita bien la primera línea;
que tu pluma no se precipite. ¿Es el pensamiento el que todo lo obra y crea?...
Debiera estar así: «En el principio era la Fuerza»… Pero también esta vez, en tanto que esto
consigno por escrito, algo me advierte ya que no atenga a ello. El Espíritu
acude en mi auxilio. De improviso veo la solución, y escribo confiado: «En el
principio era la Acción».
(pp. 141-142)