estudios
Antonio
Daniel Juan Rubio
(IES
Dos Mares (San Pedro del Pinatar) / Centro Universitario de
Resumen
Esta
contribución pretender esclarecer un poco la oscura figura de Zelda Fitzgerald en su faceta de escritora y novelista más
allá de la sombra de su famoso marido, el célebre novelista Francis Scott
Fitzgerald. Fue precisamente en sus diferentes estancias europeas por diversos
países (Inglaterra, Francia, Suiza, Italia…) donde se fraguó su lucha por
obtener un reconocimiento a su valor como escritora y novelista mientras
convivía a la sombra de un marido celoso y misógino.
Probablemente,
Zelda Fitzgerald sea uno de los personajes femeninos
más desconocidos e infravalorados del siglo veinte. Si por algo fue conocida
mundialmente fue por el hecho de convertirse en la mujer de, no por su labor
profesional como autora de magníficas novelas e historias cortas en un mundo
claramente dominado por los autores masculinos.
La
lucha por conseguir su reconocimiento profesional condujo posteriormente a la
destrucción total tanto del matrimonio Fitzgerald como de sus carreras
artísticas y profesionales con súbitas e inesperadas muertes. La tarea de Zelda en obtener dicha remembranza no puede ser considerada
más que como “hercúlea”.
Lo
que intentaremos analizar en este artículo es el reconocimiento de Zelda Fitzgerald como artista por sus innumerables talentos
y producciones artísticas, antes que como símbolo femenino de liberación en una
época dorada del siglo veinte.
Palabras clave:
Reconocimiento – símbolo
femenino – labor profesional – artista total
Abstract
This paper aims at presenting an overall picture of a
quasi-unknown woman in all her personal and professional facets: Zelda
Fitzgerald. But do we really know and appreciate who Zelda was? And, do we
really know what she was and what she became in? The answer to these questions
is no. Zelda is probably one of the most misunderstood female characters along
the 20th century. But what the majority of us do know about her is
that she became the wife, and hence the supporter, of the world-famous writer
F. Scott Fitzgerald.
Being born a woman in a traditional Southern
background at the beginning of the 20th century in
I therefore intend to explain that taking all these
circumstances into consideration, we partly have the explanation, but not the
justification, of knowing Zelda both as a symbol of the splendorous epoch of
the Roaring Twenties in the USA known as “The Jazz Age”, and as the wife of the
eminent writer Scott Fitzgerald, rather than letting us acknowledge all her
talents and artistic production as a total artist.
Keywords:
Recognition – feminine symbol – professional labour – total artist
1.
Introducción
Zelda
Sayre Fitzgerald nació en los albores del siglo veinte y estuvo destinada a ser
una celebridad como la mitad de los dos personajes más infaustos del mundo literario
de la época del jazz. Una belleza sureña de Montgomery (Alabama), Zelda simbolizaba a la nueva mujer de la
época moderna en los Estados Unidos y en Europa.
Zelda
es, sin duda, una de las mujeres más intrigantes e idiosincráticas del siglo
veinte: bailarina, escritora, mujer y esposa. Zelda fue el producto de una
época y un lugar determinado. También demostró al mundo cómo el abuso del
alcohol, por ambas partes, frustró su matrimonio con el archifamoso escritor
Scott Fitzgerald.
Empezar
tu propia carrera creativa siendo la mujer de un famoso escritor, con
frecuencia presenta problemas al comparar a la parte menos prolífica. Pero en
el caso de Zelda fue aún más complicado. Ser la mujer de Scott le ofrecía a
Zelda oportunidades artísticas que de otra forma en solitario no se le habrían
presentado. Pero ser la mujer de Scott hizo difícil que el público valorara su
propio talento artístico.
Pero
lo que es realmente extraordinario es que los años más prolíficos de Zelda,
como escritora, bailarina y pintora, coincidieron con los años en los que fue
hospitalizada por primera vez y posteriormente diagnosticada como
esquizofrénica.
Los
distintos desafíos que los Fitzgerald tuvieron que acometer ilustran la época
en la que vivieron. Aunque los esfuerzos de Zelda se correspondían con los de
muchas mujeres a principios del siglo veinte, además intentar encontrar su
propia identidad artística bajo la presión del mantenerse dentro de un papel
doméstico femenino fue, sin duda, agotador para ella.
Después
de su primera novela, Scott prohibió a Zelda que escribiera más novelas que
implicaran incidentes autobiográficos. Scott sentía que tenía todo el derecho
artístico de silenciar la voz de Zelda porque él era el profesional y Zelda la
amateur.
Pero
que Zelda fue una artista prolífica queda reflejado en la lista de trabajos que
nos ha legado: dos novelas, una docena de historias cortas, un sinfín de bosquejos, ensayos, y artículos para
revistas, una obra dramática, fragmentos autobiográficos, y un archivo
monumental de cartas personales.
2.
Las
estancias europeas de Zelda
Cuando
los Fitzgerald se mudaron a París con el claro propósito de permitir a Scott
completar su mejor novela, Zelda también contempló la ciudad parisina como el escenario perfecto
donde desarrollar su talento en la narrativa y el baile.
Scott
alababa la narrativa de Zelda porque parcialmente estaba basada en su habilidad
para conseguir darle una voz natural a su ficción. La posibilidad de que una
chica, ni cultivada ni sofisticada, se convirtiera en una estrella seguramente
atraería la atención de las revistas femeninas.
En
su novela “Our Own Movie Queen”,
Zelda critica innumerables incidentes sobre el perjuicio de clases.
Probablemente en la misma época, Zelda preparó el borrador de su historia “Nanny, A British Nurse” establecida en
París y en
La
crisis marital se produjo poco después de conocer a un grupo de aviadores
franceses. Para ellos, Zelda era la belleza brillante y Scott el intelectual
consagrado. Pero para Zelda uno de ellos, Edouard Joan, era especial: “El oficial de vuelo que tenía la
apariencia de un dios griego”[1].
Le
causó tal impacto que incluso lo convirtió en el protagonista de sus novelas “Save Me the Waltz” y “Caesar’s Things”, escritas con
dieciséis años de diferencia. Posteriormente
decidió tomar las primeras clases de pintura y baile en París. A estas
actividades, junto con la escritura obsesiva, se le atribuirían posteriormente
las causas de sus crisis nerviosas.
Desde
finales de 1924 a principios de 1925, los Fitzgerald se mudaron a vivir a Italia
donde la salud de Zelda se resintió aunque fue sorprendentemente beneficioso
para su espíritu creativo. Sus cartas a su mentor literario, Max Perkins,
sugerían ácidamente que las ruinas romanas estaban mejor en Francia. Su
antipatía hacia Roma se intensificaba conforme se iba sintiendo indispuesta.
Después
de año nuevo viajaron a Capri donde actuó como la “flapper” arrogante de las
novelas de Scott, y como esposa orgullosa. Ella radiaba seguridad pero Scott
rebosaba autoridad. Si pretendía conseguir la paridad artística, ésta debía
venir de un área que le interesara profundamente. Y esta área vino en la forma
de la pintura.
Zelda,
con su bagaje sureño, escribía ficción que con frecuencia probaba las pasiones
y los resentimientos sureños a través de sus descripciones. Durante el verano
de 1925, Zelda vio publicada su novela “Our
Own Movie Queen” aunque ésta apareciera bajo el nombre de Scott.
Conforme
más les gustaba Capri a los Fitzgerald, Zelda comenzaba a pintar de forma
decidida. Con un creciente interés por el arte que les rodeaba en Europa, y con
la pista de sus dibujos previos, halló de esta forma que podía ocupar su tiempo
pintando.
Y
fue precisamente en Capri donde conoció por primera vez al talentoso pintor
Romaine Brooks, quien estaba en el centro de la élite intelectual artística, y
quien se convirtió en amigo personal de Zelda. En el ambiente imponente de
Capri, mientras Scott abusaba de la bebida, ella se dedicaba a pintar tomando
las primeras clases formales y serias en pintura.
Las
pruebas que relatan la cualidad obsesiva y febril con la que Zelda trabajaba,
nos demuestran que pintaba casi a diario. Por desgracia, ninguno de sus cuadros
de Capri ha sobrevivido aunque algunos lienzos de tela nos proporcionan
suficientes pistas del trabajo que le inspiró allí.
Es
en Capri donde probablemente comenzó sus primeros cuadros formales de flores,
los cuales se convirtieron en unos de los dos temas más recurrentes de Zelda.
El otro lo constituía las figuras bailarinas. Aunque pintó varias composiciones
florales bajo el tórrido sol de Italia, su influencia consistente y
sorprendente proviene del profundo sur.
Tras
su estancia en Capri, los Fitzgerald regresaron a Francia vía Marsella. Por
esta época, Zelda con frecuencia acompañaba a una pareja de amigos al ballet, a
recitales de poesía, o a muestras de arte vanguardista.
Tanto
las cartas personales de Zelda como su propia ficción nos muestran claramente
que, al menos como escritora, no estaba celosa de los logros de Scott aunque
estaba cada vez más resentida por no reconocérsele ni valorársele su parte de
mérito: “El señor Fitzgerald parece creer
que el plagio comienza en casa”[2].
Sus intentos de escribir de forma independiente se veían incluidos bajo el
nombre de Scott mientras que a sus pinturas se las consideraba frívolas.
Por
esta época, Zelda pintaba con regularidad y se reunía con artistas y escritoras
femeninas. Zelda halló estimulante la camarería artística del grupo y su
voluntad de tomar en serio su arte, lo que suponía un significativo cambio con
respecto a la actitud de Scott hacia ella. Éste vacilaba por un lado en
sugerirle que hiciese algo por ella misma, mientras por otro le otorgaba poco
crédito a lo que hacía.
Durante
1925 comenzó un auto-retrato en el que trabajó durante un año. Usaba pinturas a
color y acuarelas, una forma de trabajar que se adecuaba a sus constantes
viajes por Europa. Zelda fechó muy pocos de sus retratos así que es difícil
precisar aquellos en los que trabajó en esa época.
Ya
pintando y escribiendo, Zelda retomó, poco después de un paréntesis de siete
años, su viejo amor por el ballet. En aquel entonces, los Fitzgerald conocieron
a Lubor Egorova en París, quien se convertiría en la influencia artística
solitaria más significativa de Zelda.
3.
La
faceta creativa de Zelda
Por
entonces, Zelda combinaba ya sus tres facetas artísticas: la escritura, la
pintura, y el baile. Durante dos años, Zelda pintó una serie de pantallas
extraordinarias, algunas de ellas describiendo fielmente a miembros de la
familia o a amigos, y otros ilustrando cuentos de hadas.
Asistió
de forma regular a clases de pintura. Contemplaba el arte no ya como una
diversión sino como una profesión, aunque sus periodos en los que sufría de
vista cansada se intensificaban. Por tanto, una carrera profesional en la
pintura parecía al menos cuestionable para ella.
Después
de un periodo de no haber escrito en tres años, a lo largo de 1927 escribió
cuatro artículos a los cuales les dio Scott su supervisión editorial. De esos
cuatro artículos, tres de ellos fueron publicados al año siguiente.
El
primer artículo “The Changing Beauty of
Park Avenue” se le atribuyó a Scott y Zelda, aunque lo había escrito ella
en solitario. Su estilo único y sensual con sus abundantes descripciones
físicas y referencias a los cuentos de hadas atraparon la elegancia de la casa
de publicaciones ‘Harper’.
El
segundo artículo “Looking Back Eight
Years” contempla con nostalgia el periodo de posguerra y mira hacia las
generaciones más jóvenes. Aunque atribuido tanto a Scott como a Zelda, fue
nuevamente escrito por ella en
solitario. En este artículo, Zelda disemina los sentimientos de
frustración que sus compañeras habían sufrido, y de cómo sobrevivir a la
adolescencia y alcanzar un cierto grado de sabiduría.
El
tercer artículo “Who Can Fall in Love
After Thirty?” se publicó en la revista ‘College Humor’. Este artículo es
una muestra cínica del realismo romántico, la voz de la comprensiva aunque a la
par cínica esposa para la que estar
enamorada se ha convertido en un hábito.
El
cuarto artículo “Paint and Powder” se publicó en `Smart Set’. Es una divertida invectiva
en contra de los botes de colorete y del maravilloso hierro, escrito únicamente
por Zelda pero atribuido a Scott. En el mismo Zelda afirma que la presencia de
chicas guapas es un signo de bienestar cultural.
Una
de las cualidades más notorias de su prosa es su sonoridad, y la otra es la
longitud de las oraciones. Transformando sus descripciones en metáforas, Zelda
consigue el éxito de dar el efecto de un poema en prosa. Zelda escribe un
estudio sobre las clases sociales de forma acertada a través de la inclusión de
elementos relacionados con el dinero.
Como
otro periodo de fatiga visual le apartó temporalmente, tanto de la escritura
como de la pintura, Zelda estaba decidida a hacer del baile su carrera
profesional. Hacia el verano ya se había apuntado a clases de ballet y
hacia noviembre ya estaba bailando tres veces por semana: “Sentía
que sería capaz, por medio del baile, de ordenar mis emociones, reunir fuerzas
para amar, o llorar, siempre que poseyera un canal adecuado por el
que fluyeran dichos sentimientos”[3]
. Scott creía que el baile era perjudicial para su salud y bienestar y estaba
convencido de que simplemente lo hacía como un acto de venganza contra él.
Aunque
Scott permanecía como su amigo más cercano, le fallaba diariamente. Le usurpó
su narrativa, se atribuyó varios artículos suyos, y ahora también rechazaba su
dedicación al ballet. A la vez que le necesitaba, así también necesitaba
alejarse de él.
Su
válvula de escape la encontraba en el ballet, que lo practicaba de forma
obsesiva. Cuando no estaba bailando, continuaba pintando aunque a un ritmo
menor. A requerimiento de Zelda,
continuó las clases de ballet bajo la tutela de Lugor Egorova en París.
Con
su cuerpo en la mejor forma que había estado jamás, Zelda era
capaz de seguir el ritmo y los pasos de fácil ejecución que las chicas
jóvenes del estudio de Egorova practicaban. Admiraba tanto a Egorova que Zelda
se sentía una privilegiada por estudiar con ella. Zelda trabajaba bajo el
exigente horario de Egorova de ocho a diez horas diarias con absoluta entrega y
seriedad.
Los
cercanos vínculos entre el arte visual de Zelda
y el verbal se demuestran claramente en el campo del baile. Los
amigos de Zelda pensaban que era bueno
para ella tener una
ocupación propia, aunque se lo tomara demasiado en serio.
Varios
años después de haber comenzado a estudiar con Egorova, Zelda intentó escribir
la historia de su apasionado estudio por el ballet. La segunda mitad de la
novela “Save Me the Waltz” describe a la perfección los días y semanas de su práctica mejor que cualquier
otra obra de ficción sobre el ballet.
En la mente de Zelda planeaba la intención de
juntar todas sus historias cortas en un libro. Sabía bien que no había ninguna
razón por la que no pudiera ser una escritora famosa y conocida. Así que se
tomó algo de tiempo para pensar detalladamente en esas historias.
En
las navidades de 1928, Zelda continuaba pintando y bailando, pero para entonces
protestaba que su arte era demasiado personal como para ser mostrado en
público. Sin embargo, durante los siguientes tres años, se interesó en
diferentes exposiciones de sus cuadros tanto como se preocupaba en publicar.
Es
entonces cuando Zelda comenzó a colapsarse mientras pintaba hora tras hora.
Perdió peso y sus nervios se tensaban. No obstante, a pesar de encontrarse
exhausta de bailar y pintar, retomó la escritura con ferocidad en el invierno
de 1928-29, comenzando una serie de seis historias sobre la vida de seis
mujeres jóvenes americanas diferentes.
Estas
historias se vieron acompañadas por nuevos bosquejos y nuevas rutinas en el
ballet. Lo que más sorprende de las tres artes que Zelda cultivaba (escritura,
pintura, baile) es que coincidían en su periodo más productivo de 1929 a 1934,
con el inicio de sus crisis mentales y su primera hospitalización en un manicomio.
La
primera historia “The Original Follies
Girl” le llevó tres meses escribirla. En ella, Zelda subraya la necesidad de hacer notoria y
pública la necesidad de la mujer por trabajar profesionalmente fuera del ámbito
doméstico si quería sobrevivir.
En
la segunda historia, “Poor Working Girl”,
la protagonista vive en una comunidad industrializada de nueva creación con la
que no se siente identificada al tener sólidos valores sureños mientras anhela
despreciar una carrera profesional en Broadway.
Hay
incluso una tercera historia escrita como si fuera parte del grupo anterior, “The Girl with Talent”. En ella, Zelda
subraya que lo importante del talento es que, a pesar de su vida romántica, la
protagonista siempre retorna a su amor y pasión por el baile.
En
la cuarta historia, “Southern Girl”,
la heroína originaria de Jeffersonville, es única en tanto que compagina dos
trabajos auténticos remunerados. Aunque todavía soltera, la protagonista tiene
una valoración más realista de los compromisos necesarios para el
matrimonio.
La
heroína de la quinta historia, “The Girl
the Prince Liked”, tiene la ambición de su padre, ojos místicos y ocho millones de dólares.
Esto le permite dominar a su marido y a sus dos hijos. Sólo al final de la
historia se nos menciona la presencia del príncipe de Gales con el que tiene un
romance.
Por
último, en la sexta historia, “The
Millionaire’s Girl”, la protagonista está situada socialmente en un nivel
inferior al de su prometido pero con el que termina casándose de todas formas a
pesar de las diferencias de estrato social.
Zelda
argumentó que escribió estas seis historias para poder sufragar sus clases de
ballet y no depender económicamente de Scott. Aunque la revista ‘College Humor’
ya había comprado dos de sus artículos y la consideraba dotada de un gran
talento, cinco de las seis historias fueron publicadas bajo ambos nombres,
Scott y Zelda.
Zelda necesitaba estar en
Por
ésta época, Zelda continuó ejercitándose y practicando por su cuenta aunque
intentaba tomar clases en Niza. Durante el verano de 1929, los Fitzgerald se
alojaron en Canes. En esta ocasión, Zelda se mostró menos entusiasta por nadar
y bucear que en anteriores ocasiones y por el contrario volcaba toda su
atención y progreso en el baile.
A
pesar de que la propia Zelda obtenía satisfacción personal de la creación de
sus personajes femeninos americanos en las seis historias que había completado
ya, estaba no obstante siguiendo una peligrosa ruta psicológicamente hablando.
A través de los distintos perfiles de sus protagonistas, Zelda estaba
retratando su propia adolescencia y madurez.
Hay
pocas dudas de que Zelda reconocía, en muchos aspectos, que era una narradora
herida, así que el propio acto de poner voz
a su historia perdió algo de su mágico poder. El papel terapéutico de
las palabras iba a llegar algo más tarde para ella.
Que
Zelda contara su propia historia, la caracterizara y la narrara, la obligaba a
asumir una posición de tomar prestado lo que aparecía en la historia de su
marido. A causa de su matrimonio, y de que renunciara a su historia en común con
Scott, se vio apartada de la historia que mejor conocía, la de su propia vida.
No
sólo había perdido su propia historia sino también cualquier poder que una vez
pudo haber tenido en la relación de pareja. Seguía practicando el baile, un
arte que su marido no compartía, y ella ocasionalmente desafiaba a Scott en
concursos de belleza.
En
la sociedad de los años treinta, donde a Scott se le consideraba el profesional
y a Zelda la amateur, la superioridad artística de éste se vería ampliamente
validada tanto por la profesión médica como por la élite literaria. Por tanto,
las respuestas resentidas de Zelda se verían como inapropiadas, o incluso alocadas.
La
resistencia de Zelda era, no obstante, extraordinaria así que instantáneamente
reemplazó la narrativa al baile como su ambición primaria, escribiendo
historias de forma compulsiva. Scott, quizás para compensar a Zelda la pérdida
del ballet, le ofreció las tres historias de Zelda a Harold Ober para la
revista ‘Scribner’.
Confiado
en la calidad del trabajo de Zelda, Ober siguió promocionando sus obras.
Jugando de nuevo con los temas del matrimonio, la pobreza y la salud,
Zelda insufla más humor del habitual en
las nuevas historias. Zelda estaba convencida de que si las revistas comprasen
sus historias, éstas se venderían masivamente.
Zelda
revisó rápidamente “A Couple of Nuts”
y Max Perkins alabó la frescura metafórica y la forma en que la carrera de las
artistas de cabaret americanas representaba la época y su punto de vista. Se
publicó en agosto de 1932 en la revista ‘Scribner’ y fue considerada por la
crítica como una de las novelas más logradas.
La
pérdida y la devastación del tipo imaginable sólo en el profundo sur también es
el tema favorito de “Miss Ella”, una
solterona victoriana cuya narrativa es una historia de amor en el pasado. Los
suicidios y la sexualidad firme constituyeron el telón de fondo de la juventud
de Zelda. Lo que hace que esta novela tenga éxito es el sentido apasionado de
la simpatía.
En
ella se narra la trágica historia de una mujer sureña que rompió un compromiso
de matrimonio porque había encontrado otro hombre al que realmente amaba. En su
dramática conclusión, la séptima historia de Zelda sobre las mujeres en la
época moderna nos abre el abanico de variedades en las elecciones en la vida de
una mujer, su visión del romance y de su carrera, sus decisiones independientes
y sus éxitos ocasionales.
4.
El periodo creativo de Zelda
Curiosamente,
es en el periodo en el que Zelda estaba ingresada en diversos manicomios
europeos en el que se le permitió escribir de forma regular cada día. La
ansiedad que sentía se eliminaba por el hecho de que se sentía cuidada y
protegida, especialmente por el doctor Squires en la clínica Phipps, a quien
Zelda dedicó su novela “Save Me the Waltz”.
Zelda
trabajaba en esta novela todas las mañanas. Aparentemente liberada de toda
atadura, Zelda podía dejar que su sub-consciente contara la historia que
llevaba tiempo querido escribir. La narrativa emergía fácilmente conforme
escribía, página tras página, y se encontraba emocionada por los avances.
Zelda
leyó numerosos libros de arte y empezó a usar una variedad de estilos visuales.
Hambrienta de experimentar, su estética artística se hizo más sofisticada. Su
desarrollo artístico también se vio estimulado por la terapia de arte con el
doctor Frederick Wertham, un especialista al que se le consultó para tratar a
Zelda.
Entonces
poco después de llevar un mes en la clínica, Zelda no sólo había terminado la
novela sino que también le envió una copia a Max Perkins. También le escribió
una carta a Scott en la que le contaba que le había enviado el libro a Perkins
porque no quería molestarle o interrumpir su trabajo.
Cuando
Zelda terminó la novela “Save Me the
Waltz” eligió llevar al frente escenas de pérdida en yuxtaposición. Al
final de la novela, Zelda creó una representación cruda de la vida de los
artistas de lo imposible, gente que erróneamente creyeron que hallarían el
equilibrio y la lógica en Europa pero que por el contrario no encontraron nada.
Esta
novela es un retrato intenso de la búsqueda de una mujer en pos de su identidad
dentro de un matrimonio complicado. En
sus propios términos, esta novela tiene todos los trazos de los mejores y
peores puntos estilísticos de Zelda.
En
ella encontramos su característico ingenio, su habilidad en hacer conexiones
inesperadas entre ideas, y sus idiosincráticas descripciones metafóricas con su
iluminación sensual de los pequeños detalles que describe.
La
trama organizada en cuatro secciones tiene sorprendentes semejanzas con la vida
de Zelda. En la primera sección, captura de forma fidedigna el hogar familiar
sureño de Alabama. En la segunda sección, cuenta la temprana celebridad del
personaje masculino en Nueva York, el nacimiento de su hija y el viaje por
La
novela apareció con poca atención mediática a pesar de que entrevistaron a
Zelda. La novela vendió menos de 1.400 copias a pesar de los elogios de Max
Perkins sobre el libro. El fracaso comercial del libro sumergió de nuevo a
Zelda en una espiral depresiva.
Descorazonada
por su recepción, Zelda les envió a Ober y a Perkins su obra teatral “Scandalabra”, pero lamentablemente
Broadway estaba en una situación financiera desastrosa y nadie la compró, a
pesar de que Zelda era una buena satírica y una comentadora astuta del
comportamiento social. Sin embargo, lo que no tenía cuando escribió la obra era el sentido de cuánto debía durar
cada acto o escena. Se escribió, como todas las comedias sociales, para
divertirse de la fábrica de convenciones sociales que rodean a las clases
adineradas.
Ante
tan pobre acogida, Zelda se encerró en su cuarto decidida a escribir una novela
basada en sus propias experiencias en los manicomios con el tema principal de la demencia. Pretendía crear un
punto de vista sobre la locura tan cercano a la normalidad que los lectores no
notarían la diferencia. La trama nos
muestra a una pareja casada que son conducidos a una clínica mental por su
hija, pero no es hasta el final de la novela
que los lectores descubren que ya
son pacientes dentro del manicomio.
Sin
el apoyo de Scott por sus novelas, Zelda
pareció perder todo el interés que había mostrado en los cuatro ó cinco años
anteriores. Pero lo que permanecía como prueba palpable de sus múltiples
talentos, y aún con la benevolencia y la aprobación de Scott, era la pintura.
A
Scott parecía agradarle que Zelda pasara
las tardes pintando en los jardines del manicomio. De cualquier forma, la pintura y el dibujo
parecieron ser las únicas aficiones que le dejaron a Zelda, la mujer de muchos
y variados talentos.
Zelda
quería vivir de su narrativa, no porque Scott le hubiese reprochado todos los
años en los que según él se aprovechó de sus recursos, sino porque estaba
decidida a escribir sobre sus experiencias en los diferentes manicomios ya que
éstos la habían consumido en su opinión.
El
doctor Rennie le confesó a Zelda que si ella no podía escribir obras maestras,
sus ambiciones entonces continuarían deprimiéndola. Ella intentaba explicarle
que simplemente no quería depender de Scott, que ésa era la gran humillación de
su vida, y que necesitaba cierta independencia: “Tenía que trabajar porque no
podría existir en el mundo sin ello”[4].
A
comienzos de junio, la obra de Zelda “Scandalabra”
se llevó a escena por parte de la compañía teatral de Baltimore ‘Vagabond
Junior Players’. Con la ayuda de Scott, la obra se desarrollaba en un espacio
de tiempo razonable. En dicha obra, el héroe heredará la fortuna de su tío
mientras vive una vida de perverso libertinaje.
Como
si intentara resarcir su vida con algo de atención a Zelda, Scott consiguió una
exhibición de sus cuadros en la galería de arte de un amigo. Pero en lugar de sentirse halagada,
Zelda estaba furiosa con Scott porque decía que sus cuadros eran demasiado
personales como para exhibirse en una exposición. También estaba resentida con
él porque una vez más estaba manipulando su vida.
Por
otro lado, Zelda se encontraba ante otro desafío ya que necesitaba su pintura
para hacer portadas para la revista ‘Post’. El doctor Slocum le permitió que se
recreara en sus cuadros de flores porque argumentaba que estos le ayudaban a
relajarse.
Para
animar a Zelda, durante su primer mes de estancia en la clínica ‘Craig House’,
Scott organizó una exposición de sus
mejores cuadros. Animada por esta exposición, y a pesar de hallarse
extremadamente enferma, Zelda pintaba con cierta asiduidad. Mientras, Scott pensaba
que Zelda se obsesionaba con la pintura y esto era un motivo más de disputa.
A
pesar de algunas críticas positivas, Zelda sentía que los críticos no se
tomaban muy en serio su trabajo. Aparte de una breve reseña de sus cuadros, los
críticos de ‘Time Magazine’ y del ‘New York Post’ se centraron más en la figura
de Zelda como una antigua belleza sureña representativa de la época del jazz y
por ser la mujer del escritor Scott Fitzgerald.
Por
mayo de 1934, su estado se había vuelto crítico. Zelda no respondía a la
medicación o a los requerimientos de los médicos. En sus mejores días, Zelda
había intentando mejorar su situación económica escribiendo dos artículos autobiográficos
para la revista ‘Esquire’. Esos artículos constituyeron una especie de despedida
a su vida en común con Scott.
“Show Mr. And Mrs. F. to Number –” era un
documental sobre viajes nostálgico sobre las habitaciones de los hoteles que
habían compartidos juntos desde 1920 hasta 1933. Scott lo editó y su arreglo
más significativo fue eliminar el uso del pronombre singular ‘yo’ por el plural
‘nosotros’.
Zelda
pidió que le permitieran escribir otra novela. Scott, mientras, intentaba
persuadir a Perkins para que aceptara una propuesta para compilar un libro con
las historietas y ensayos de Zelda.
Cuando Zelda se hallaba inmersa en dicha compilación, y sin previo
aviso, sufrió otro colapso y se hizo inescrutable e inaccesible para todos, en
ocasiones violenta, y se negaba a cooperar. Por tanto, ya no hubo lugar para
ninguna novela más.
5.
Conclusiones
Ambos
personajes, Scott y Zelda, eran personas orgullosas de su capacidad intelectual.
Ahora está claro que ambos trabajaban para labrarse una carrera profesional
literaria y afrontar su propio dilema. Lo que también está claro es que
ninguno de ellos tenía mucha paciencia.
Para
la creativa e imaginativa Zelda, la pérdida de muchas de sus memorias como
resultado principal de su tratamiento de shock, iba a constituir la pérdida
irreparable e irremediable de la parte más esencial y significativa de su vida.
Inmortalizada en la
ficción por su marido Scott, y famosa por su belleza, estilo e inteligencia,
Zelda se convirtió en un icono de la época del jazz en los Estados Unidos. No obstante,
el mito de la pareja dorada que los Fitzgerald crearon y que algunos biógrafos
han sostenido durante mucho tiempo, escondía tras esa fachada una realidad de
rivalidad y celos profesionales y personales.
Zelda
fue la chica americana que vivió el
sueño americano y se convirtió en una víctima de ese sueño. Bailarina,
escritora, pintora, madre, y esposa, Zelda fue el producto de un lugar y un
momento determinados. Zelda aspiraba a todo en la vida, pero lamentablemente
fue una mujer que no supo ocupar su lugar y por ello pagó un tremendo precio. Y
gran parte de su labor artística se desarrolló en sus diversas estancias
europeas en lugar de en su país natal.
La
figura de Zelda nos ha llegado como una artista
total, no sólo como la consorte de Scott, un papel para el que no estaba
preparada. Los medios de comunicación de la época centraron su atención en el
estilo estrambótico de vida que ambos llevaban.
Zelda
fue una artista total por meritos propios a pesar de los denodados esfuerzos
por parte de Scott de controlarla o menoscabarla. Quizás si Zelda se hubiese
centrado en una sola forma de expresión artística, habría encontrado su propio
éxito y fama con independencia de su matrimonio con Scott.
Zelda
se convirtió en un icono femenino, retratada como una víctima de su celoso
marido. Como icono de su época, se reveló contra el entorno tradicional sureño
en el que nació y se crió y contra las restricciones sociales por crear una
nueva identidad personal independiente no sólo para ella misma, sino también
para todas las mujeres americanas.
Una
desafortunada muerte terminó con su vida mucho antes de que hallara un genuino
y total reconocimiento artístico. Lo que permanece sobre Zelda representa el
trabajo de una mujer talentosa y
visionaria que se enfrentó a todas las adversidades para poder crear
unos trabajos fascinantes en varios campos artísticos. Su trabajo es lo que
realmente nos inspira para celebrar la existencia de una mujer sobre lo que
pudo haber sido y nunca llegó a ser.
6. Referencias
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Bruccoli, M., Zelda Fitzgerald: The Collected Writings,
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Stromberg, K., Zelda y Francis Scott Fitzgerald,
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Wagner-Martin, L., Zelda: An American Woman’s Life,