estudios
EL CUENTO DE LA VERDAD EN “EL CUARTO DE ATRÁS” Y “EL
LÁPIZ DEL CARPINTERO”
Óscar Bazán Rodríguez
(Universidad de Valladolid)
RESUMEN
Uno
de los puntos claves que se ha venido trabajando en la literatura española
contemporánea es el tratamiento de la memoria, y dentro de este tema, cómo se
afronta un concepto tan inasible como el del “la verdad” desde un punto de
vista narrativo. En este artículo nos aproximamos a la visión de “la verdad” a
través de dos de las novelas más importantes que tocan la Guerra Civil
española: “El cuarto de atrás”, de Carmen Martín Gaite;
y “El lápiz del carpintero”, de Manuel Rivas. Se contemplan aquí dos modos
diferentes de aproximación a una utópica verdad objetiva. Seguimos la crítica
de autores como Hayden White y Maurice Hallwatch
sobre el funcionamiento de la memoria y de la historia, con el propósito de
exponer la imposibilidad de una memoria desprovista de subjetividad, y de los
esfuerzos de su exploración literaria.
Palabras clave: memoria; novela contemporánea española; Guerra civil
española; El lápiz del carpintero; Carmen Martín Gaite;
Manuel Rivas.
ABSTRACT
One of the key
aspects explored in the Spanish contemporary novel is the use of the concept of
“memory”, specially how it is possible to deal with an elusive figure like “the
truth” from a narrative point of view. In this article I study the particular
vision of this “truth” in two of the most important novels that feature the
topic of the Spanih Civil War: El cuarto
de atrás, de Carmen Martin Gaite;
and El Lapiz del Carpintero,
de Manuel Rivas. We have here two different ways of seeking an utopic truth, completely objective. I follow the critic of
authors like Hayden White or Maurice Halwatch on the mechanisims of memory and History, with the purpose of
evidencing that memory cannot be freed from subjetivity
and the efforts of its literary exploration.
Key words: memory; Spanish contemporary novel; Spanish Civil
War; Carmen Martín Gaite;
Manuel Rivas.
Mucho se ha
escrito sobre el tema de la verdad dentro del recuerdo, si ésta funciona de
forma individual o colectiva, si es
posible llevarla al discurso desde un único punto de vista, si es posible
reducirla a algo homogéneo y comprensible y, lo que es más importante, quién es
esa figura que recuerda y narra la historia, ¿podemos confiar en lo que dice?,
¿es aceptable una sola verdad? Se trata de algo muy complejo que en este
trabajo no podemos tratar de forma profunda; su objetivo es el estudio de la
memoria a través de dos novelas significativas que comparten la escena de la
guerra civil española, o mejor, de la historia dentro de esa memoria, de los
mecanismos que acercan o alejan al lector de la sensación de “verdad”, de
“autenticidad” de la narración.
Sueño y memoria, aislamiento y
sociedad en El cuarto de atrás
El cuarto de
atrás, de Carmen Martín Gaite, es un indudable
estudio de la memoria, de cómo ésta se presenta ante nosotros en un momento
dado como algo que siempre ha estado dentro, guardado, retenido por el
inconsciente, y que ocasionalmente surge dentro del mundo consciente. El
presente trabajo tiene como finalidad primera la observación del desarrollo de
esa memoria oculta dentro de la obra, y cómo aquella se confunde con
manifestaciones oníricas imposibilitando el trazo de una línea clara divisoria
entre recuerdo y ensoñación. En El cuarto de atrás parece darse un continuo
tira y afloja entre realidad y fantasía, y la narración apoya ambas opciones a
través de diferentes recursos, como el ambiente uncanny, del que hablaremos más
adelante, o el uso del elementos autobiográficos como fondo de la novela, que
potencian la sensación de veracidad en el receptor, y que permiten establecer
un puente de unión entre la protagonista C y la autora Carmen Gaite. Si atendemos a Maurice Halbwachs,
y su libro On Collective Memory, sobre la reconstrucción del pasado y la memoria
colectiva, tenemos que los recuerdos llegan al consciente cuando se produce una
recolección de los mismos: “it would
seem that there is no alternative
to admirring that memories as psychis states subsist in the mind in an unconscious
state and that they can become
consciuos again when recollected” (Halbwachs, 1992). En la novela de Gaite,
la protagonista C realiza tal recolecta de recuerdos, lo cual es un proceso
desordenado y fragmentario, como veremos a continuación. Los postulados del
artículo citado sugieren que no tenemos un desvanecimiento de la memoria en
ningún caso, de modo que podemos suponer que los recuerdos de C aguardaban de
modo latente el ser redescubiertos y llevados de nuevo a la conciencia, pero
¿son estos recuerdos verídicos?
El marco de
los recuerdos, el framework
al que alude Halbwatchs es necesariamente colectivo y
representa la suma de las memorias individuales; vemos que el contexto en el
que se ubica la C del pasado es un contexto de imágenes colectivas que la gran
parte de españoles puede reconocer e identificar, de ahí el ingente y llamativo
uso de la cultura popular, para crear un encuadre reconocible para la mayoría
de la gente; los que comparten esa visión general del pasado, así, nombres como
Clark Gable, Shirley Temple, Claudette Colbert, Greta
Garbo, Carmencita Franco o Diana Durbin pueblan las
páginas de la obra. Además, la descripción que nos hace de la sociedad en la
que se mueve, de su pertenencia a la sección femenina a la que rechaza, y de su
infancia despreocupada, obedece a una necesidad de delimitación; C se incluye
en diversos grupos cuando se recuerda,
se enmarca de alguna manera en la sociedad al tiempo que señala su necesidad de
eludirla, de escaparse; busca alejarse de ese grupo; sigue el enunciado de Halbwatchs cuando apunta que: “It
is necessary to place oneself in the perspective of the group
or groups” ( Halbwachs, 1992). Primero es indispensable estar dentro del
grupo para querer salir de él: “Bajo el machaconeo de aquella propaganda ñoña y
optimista de los años cuarenta, se perfiló mi desconfianza hacia los seres
decididos y seguros, crecieron mis ansias de libertad y se afianzó mi alianza
con el desorden” (Gaite, 2000).
La relación
entre memoria y sueño es importarte en la obra de Gaite,
especialmente a la hora de comprender la fragmentación de los recuerdos, y la
manera en que éstos se presentan a la narradora, como Halbwachs
dice: “our dreams are composed of fragments
of memory” (Halbwachs, 1992)). La ambigüedad presentada en la obra, el
juego con el insomnio, la imposibilidad de resolver si la experiencia vivida ha
sido real o ficticia, todo esto favorece a emborronar la línea que separa los
sueños de la memoria. No podemos garantizar que C no esté soñando, y que sea en
ese sueño donde los fragmentos de su memoria se estén reconstruyendo, ya que
tanto el sueño como la memoria llegan de forma fragmentaria. El propio inicio
de la novela, desconcertante e in media res, contribuye a la fragmentación de
la misma: “…Y, sin embargo, yo juraría que la postura era la misma, creo que
siempre he dormido así, con el brazo derecho debajo de la almohada” (Gaite, 2000)
Halbwachs apunta que para que se produzca el recuerdo es
necesario constatarlo con otras personas para asegurar su veracidad.: “in order to remenber,
one must be capable of reasoning
and comparing and of feeling
in contact with a human society” (Halbwachs, 1992). El
hombre de negro actuaría, en este sentido, como ese elemento de la sociedad que
tiene que aprobar el pasado de C para convertirlo en auténtico; sin su
presencia, los recuerdos de la protagonista se quedarían en cábalas, más
cercanos al sueño. Es necesario especialmente para nosotros, los lectores, ya
que el discurso tiene lugar gracias al diálogo y a la confrontación. No
obstante, tal personaje misterioso también fomenta el hilo fantástico de la
novela, y por ello su irrealidad.
El
aislamiento en el que se encuentra C, la idea propia de la soledad, del
recogimiento del yo; el insomnio es en cierto sentido un alejamiento de la
sociedad y contribuye a la ambigüedad del texto, pues ese desligamiento social
que la C del pasado ya buscaba desde antes se relaciona con la aparición de los
sueños. ¿Está C soñando, entonces?: “it is not in memory but in the dream that the
mind is most removed from society” (Halbswachs,
1992). Aún
más, tal distanciamiento tiene lugar casi siempre
durante la noche: “If
purely individual psychology looks for an area where consciousness is isolated
and turned upon itself, it is in nocturnal life, and only there, that it will
be most be found” (Halbwatchs, 1992).
C está encerrada dentro de la casa, en vigilia, volcada
en sí misma, y los lugares que busca para evadirse[1]-Bergai, Cúnigan, el cuarto de
atrás, etc…-son lugares de reposo, refugios ante la
sociedad en donde conservar un mundo propio y distinto que mana de sí misma: “The dream is
based only upon itself” (Halbwatchs,
1992). En contraposición, el hombre de negro viene a confrontarla con su
pasado, a abrir espacios en ese último refugio que es la casa de C. Los lugares
de evasión que tenemos en la obra, por lo tanto, son espacios para el sueño,
para la utopía, pero también para la creación de sociedades marginales e
independientes: en el cuarto de atrás dominada por la libertad, el juego, la
infancia; en Bergai creada por C y su amiga a través
del lenguaje : “la isla de Bergai se fue perfilando
como una tierra marginal, existía mucho más que las cosas que veíamos de
verdad” ( Gaite, 2000), lenguaje que, como Halbwatchs dirá, es el principal marco bajo el que se
construye la memoria: “verbal conventions constitute what is at the same
time the most elementary and the most stable
framework of collective memory” (Halbwachs, 1992)
Las personas
que se alejan del presente son más propensas a reconstruir un pasado verídico,
de modo que el mismo impulso que insta a C a sumergirse en refugios que
propician la ruptura con la colectividad social, le facilita el recuerdo: “These men and
women turn away from the
present so that they are in a most favorable position to evoke
events of the past as they
really appeared” (Halbwatchs 1992). También el insomnio ayuda a desligar a C
de una realidad presente. Sin embargo, aquí volvemos a encontrarnos con que la
barrera que separa ese recuerdo propiciado por la huida del presente, y los
sueños, se vuelve difusa; el hombre que sueña es muy semejante a aquel que
siendo adulto se deja llevar hacia el pasado de su infancia, precisamente por
esa oposición que se crea entre su presente y el giro que le pone de espaldas a
él:
The adult that is relaxed and allows itself to follow the slope leading
back to his first days, he resembles a man who dreams, because there is in
effect a lively contrast between his habitual preoccupations and these images
with no relation to what animates his activities in the present ( Halbwatchs, 1992).
Como ya mencionamos anteriormente, los elementos de
novela fantástica contribuyen enormemente a ensombrecer lo verídico, al desatar
la inseguridad en el lector quien, por naturaleza se incomoda ante algo que no
comprende del todo. Sin embargo, el hombre de negro es el primero que nos dice
que no es necesario entenderlo todo, él es el más importante de todos esos
elementos que propician lo extraño, como diría Freud, un sentimiento de que
algo no sigue los principios de la lógica. Es el hombre de negro quien, dentro
de su propio discurso, acerca esa extrañeza a los sueños; si no comprendemos lo
que ocurre, ¿es, quizás, un sueño?: “-¿Y le pide explicación lógica a las cosas
que ve en los sueños? ¿Por ejemplo, a que un lugar se convierta en otro, o una
persona en otra?” (Gaite, 2000). La naturaleza
indescifrable del hombre de negro es el mayor aporte a la sensación de
extrañeza que despliega la obra en algunos momentos, ese continuo misterio que
envuelve su figura y que nunca se resuelve nos hace pensar, como lectores, que
todo lo que ocurre puede forma parte de un proceso inconsciente. En su ensayo
sobre lo uncanny,
Freud apunta que tal mecanismo narrativo asegura el afloramiento de lo
misterioso, y es la raíz de lo fantástico:
In telling a story, one of the most successful devices
for easily creating uncanny effects is to leave the reader in uncertainly
whether a particular figure in the story is a human being or an automaton; and
to do it in such a way that his attention is nor directly focused upon his
uncertainty, so that he may not be urged to go into the matter and clear it up
immediately, since that, as we have said, would quickly dissipate the peculiar
emotional effect of the think. (Freud, 2003)
De modo que,
el hecho de no dirigir nunca la atención de la novela al trato de la cuestión
de quién es ese hombre de negro, propicia que esa cuestión surja desde el
propio interior del que lee, y no llega a contestarse. El propio hombre de negro apoya la teoría desde sus
argumentos: “- La ambigüedad es la clave de la literatura de misterio- dice el
hombre de negro-, no saber si aquello que se ha visto es verdad o mentira, no
saberlo nunca. Por esa cuerda floja tendría que haberse atrevido a avanzar
hasta el final del relato” (Gaite, 2000). Y por esa
cuerda floja avanza El cuarto de atrás, lo que le añade ese perfil de novela de
misterio que la envuelve de brumas y desconcierta al lector. Semejante
impresión despierta el juego de los dobles, o el desdoblamiento del personaje
que tenemos en la obra: la C que escribe las cartas de amor a Alejandro, como
una C expelida de la C protagonista que escribe literatura de folletín. ¿Quién
es esa otra C? , ¿entra en el mundo del ensueño, forma parte de su entramado?,
¿o quizás es ese “double dividing
and interchanging the self"( Freud, 2003) al
que alude Freud?. No conocemos las respuestas a estas preguntas, y ésta la
clave, como ya hemos dicho, para hacer presente la sensación onírica que
transmite El cuarto de atrás. De este modo, podríamos pensar que la balanza se
inclina ligeramente hacia lo fantástico en este dilema entre verdad y sueño que
estamos tratando aquí, pero de nuevo, encontramos un doble filo en la teoría de
lo uncanny. Si tenemos en cuenta que el proceso
por el que se trae a la luz la memoria de C consiste en una especie de
recuperación de lo reprimido, a través
del diálogo, eso mismo que emerge desde la profundidad del olvido es la esencia
de lo extraño, y por lo tanto es razonable pensar que el mismo hecho de
recordar, el dar a luz los recuerdos, es de por sí, o al menos es presentado,
como algo uncanny
por naturaleza; y podemos aceptarlo sin dudar de su realidad: “It may be true the the uncanny
is nothing else than a hidden,
familiar thing that has undergone repression and then emerged from it” (Freud, 2003). De
igual forma el conflicto
entre realidad y ficción queda explicado por la naturaleza de lo uncanny, y sería
resultado de la misma:
“that feeling cannot arise unless there is a conflict of judgment whether
things which have been “surmounted” and are regarded as incredible are not,
after all, possible: and this problem is excluded from the beginning by the
setting of the story.” (Freud, 2003).
La entrada
del inconsciente, por lo tanto, facilita la recolección de la memoria, pero a
la vez aleja a la persona del presente y desata sus lazos de la sociedad, los
cuales son indispensables para confrontar esa memoria, verificarla, y
distinguirla de los sueños. La novela de Martín Gaite
mantiene la ambigüedad. No resulta fácil llegar a una conclusión razonable y
definitiva sobre qué es sueño y memoria en El cuarto de atrás, qué forma parte
de la realidad y qué no. Por un lado, los recuerdos de la infancia pueden
emerger durante un estado de inconsciencia una vez llegado a la adultez: “old images, buried
in the unconscious since childhood, regain the power
to cross the threshold of consciousness
only in the state of old
age” (Halbwachs, 1992),
pero por otro, es ese mismo estado el que lleva esos recuerdos al terreno de lo
dudoso, y su función principal ya no sería la remembranza de hechos pasados,
sino el apoyo a la huida de C: “Dreamlike memory helps us
to scape society” (Halbwatchs, 2000). El
ansia de escapar de la sociedad que recorre las páginas de la obra, habrá, de
este modo, traspasado la infancia de C para adentrarse en una época adulta en
la que se refugia del presente recorriendo los refugios de su pasado. ¿Podemos
llegar a una conclusión respecto al tema que nos ocupa?, tal vez la cuestión
principal sea si es realmente importante dilucidar la neblina de los sueños,
pues nosotros, como lectores, nos dejamos llevar por las palabras y aceptamos,
tal vez con cierta reticencia, no saber con claridad qué es lo que está
pasando, ya que contamos con la pronta advertencia de la protagonista, y que
sirve de guía de lectura: “-No se puede entender todo”, nos revela la
protagonista C ( Gaite, 2000). No podemos conocer
todos los perfiles de la realidad, y aquellos que nos están vedados bien
podrían estar llenos de sueños.
La narración de la verdad en El
lápiz del carpintero: la búsqueda de un testigo
Cuando nos
enfrentamos a narraciones que tratan de una época real en el pasado, en el
lector siempre surgen diferentes preguntas acerca de la supuesta realidad que
hay en la obra, o cuál es la medida de verdad que el narrador intenta hacernos
llegar a través de diversos mecanismos y formas, como la metáfora y la
retórica, de las cuales el género histórico carece. La novela de Rivas es
especialmente interesante para trabajar este tema, ya que la distancia de su
autor respecto al conflicto es notoria, y por lo tanto, esa visión espaciada le
otorga un supuesto objetivismo que no encontramos en novelas anteriores, cuya
denuncia es mucho más clara.
Hayden White
apunta algunas de las inquietudes que debemos tener en cuenta al plantearnos
cómo se representa el género-la Guerra Civil- en El lápiz del carpintero. White
se pregunta si el discurso de ciertos eventos van siempre ligados a un
determinado género expositivo, o si más bien el punto de vista del que cuenta
la historia es lo predominante:
can it be said that sets of real events are
intrinsically tragic, comic, or epic, such that the representation of those
events are tragic, comic, or epic story can be asseeed
as to its factual accuracy?. Or does it all have to do with the perspective
from which the events are viewed? (39).
En la novela
de Rivas, una de las claves es, precisamente, el punto, o los puntos de vista
narrativos, ya que éstos se sitúan en el interior de los personajes, es decir,
que lejos de limitarse a contar la historia desde una perspectiva del conflicto
y sus consecuencias, como han hecho tantas novelas españolas del siglo XX, se
enfatizan las visiones particulares de los que participaron en ese conflicto;
El lápiz del carpintero sigue la tendencia iniciada por Julio Llamazares, con
Luna de Lobos, y habla desde el interior de los combatientes. Rivas pertenece a
una serie de narradores jóvenes que empiezan a hablar de la guerra sin haberla
experimentado, y por eso mismo no adoptan ninguna postura radical; sus obras estás desprovistas de maniqueísmos
y de posicionamientos ideológicos. Así, la novela que nos ocupa no se presenta
como una tragedia, ni adopta un género específico, sino que deja al lector esa
parte y simplemente trata de preguntarse qué pasó durante esos años en la vida
de ciertas personas comunes. El propio Da Barca apuesta con una mezcla de
actitudes y de bandos porque “Todos soltamos un hilo, como los gusanos de seda.
Roemos y nos disputamos las hojas de morera pero ese hilo, si se entrecruza con
otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso tapiz, una tela inolvidable”
(14). Se habla a favor de la heterogeneidad.
Tal falta de
maniqueísmo es un acicate para que el lector tenga la impresión de estar siendo
testigo de una experiencia verdadera, ya que el discurso objetivo tiende a
buscar la objetividad en la medida de lo posible, en el sentido de no juzgar lo
que se cuenta. Como apuntó
White: “Thus for traditional historical discourse there is presumed to be a
crucial difference between an “interpretation” of “the facts” and a “story”
told about them” (39). En El lápiz del
carpintero no se juzga lo que ocurre más allá de los juicios que cualquier
persona, los personajes en este caso, pueda realizar de forma individual de un
hecho, pero es este humanismo el que subjetiviza al
tiempo el discurso, aunque no de una forma general con el uso de lo que Carlo Ginzburg llamó historiographical
tropos[2],
sino con la incisión particular del lenguaje en el interior de los personajes protagonsita. Ginzburg
se pregunta: “is it up to the historian to take into
account not only the damages, but also the wrong?” (96). White, como ya hemos visto, contesta que no. La
obra de Rivas refleja los daños del desastre en unos pocos personajes que lo
vivieron, y sirven de espejo de los demás, pero se deja al margen el juicio de
qué bando, o qué personaje, actuó movido por ideales más justos. El hecho del
que en el capítulo dos la historia pase a ser contada por el guardia de prisión
Herbal, cuando todo hacía pensar que iba a ser relatada por el prisionero Da
Barca, ejemplifica el deseo de no inmiscuirse ideológicamente por parte del
autor, y de expresar que ambos discursos: el del carcelero y el del
encarcelado, el del dominador y el del dominado, están repletos de dudas y de
dolor. ¿Habría contado Da Barca la historia de una forma distinta?
Indudablemente, pero nosotros, como lectores, hemos sido testigos de su vida a
través de los ojos de su opuesto, y tal vez por eso mismo le hemos conocido
mejor. Herbal nos cuenta su historia, y la verdad de la misma, de lo que
representa para él, como personaje, es algo de lo que no podemos dudar: “For unless a historical
story is presented as a literal representation
of real events, we cannot criticize
it as being either true or
untrue to the facts of
the matter” (White, 40)
Tal vez la
pregunta principal que podemos hacernos a la hora de tratar con la verdad, es
sí es posible contarla, llevarla al discurso, pues es evidente que no es
unilateral ni homogénea; en el acto de narrar se escoge una voz, un
protagonista un punto de vista, y en ocasiones un juicio; esa parcialidad a la
que parece condenada la realidad discursiva se palia o bien con el tono neutro
propio de la historia- a pesar que seguiríamos teniendo una única visión- o con
los multiplicidad de voces narrativas, como es el caso de El lápiz del
carpintero, en donde ejercen tal posición, en uno y otro momento, Herbal, Da
Barca, el Pintor, entre otros, los dos últimos como máximos representantes de
los perdedores en la guerra: los que murieron, y los que se salvaron. La heteroglosia podría considerarse como un intento de
aproximarse a la ilusión de estar contando un hecho verídico, el contemplar
algo desde diferentes ángulos, bajo la supervisión de varias voces. Ésta sería
una manera de abrir algunas de las perspectivas que quedarían cerradas al
llevar al discurso una sola voz:
Figuration produces stylization, which directs
attention to the autor and his or her creative
talent. Next, figuration produces a “perspective” on the referent of the
utterance, but in featuring one particular perspective it necessarily closes
off others. Thus it reduces or
obscures certain aspects of events
(44)
Otro de los
problemas a los que se enfrenta la verdad discursiva es la selección de los
hechos específicos que se narran, ya que tal selección es, por fuerza
excluyente, y lo que no se cuenta, tal vez, puede cambiar por completo el
enfoque de lo que sí forma parte de la narración. El hecho de contar una
historia es un ejercicio de elección, lo que produce numerosos blank spaces, como
dirá Geraldine Nichols hablando sobre la historia de la literatura española:
What is silenced or erased when one speaks or writes
about “Spanish Literature” as if it were an unequivocally unitary discipline,
without divisions or interruptions? The answer is at once obvious and
enormously complicated. The conventional manner of labeling or conceiving of
“Spanish literature” erases all of the literatures written in Spain´s other languages, producing some of the blank spaces
of this paper´s title. (256)
El paso
siguiente ahora es preguntarnos quien realiza esa elección de material, y por
qué. La respuesta rápida es el narrador quien, en última instancia es el máximo
filtro de la historia que narra, ya que por él pasan todas las voces, sin
embargo, en El lápiz del carpintero partimos del propósito de silencio del
autor; él quiere dejar hablar a sus personajes sin realizar por su parte ningún
juicio de valor. Por eso, el problema de tener un solo testigo en la historia,
a través del cual recibimos el mensaje, queda mitigado por la auto-anulación
del mismo, y su disposición de ceder la palabra a otros, por lo que, en
principio, la responsabilidad de la interpretación recae en los lectores. Carlo
Ginzburg, en su ensayo acerca de este tema, plantea
el problema de una única voz testimonial; ¿dónde tenemos entonces la pluralidad
de significados propia de la verdad?, ¿en la historia verídica que se nos
cuenta a través de la voz ficcional, o en la
interpretación de los que reciben esa historia, y que pueden darle diferentes
significados?: “a different reading
of the available
evidence inmediately affects the resulting
narrative. A similar although
usually less visible relationship can be assumed on a general level. An
unlimited skeptical attitude toward historical narratives is therefore
groundless” (Ginzburg, 96)
Con El lápiz del carpintero, continuando con el tema del
testigo, tenemos presentes los tres niveles testimoniales a los que se refiere Dori Laub en su excelente
artículo. Para empezar distinguimos a los personajes de
la obra como pertenecientes al primer nivel:
“the level of being a witness to oneself within the experience” (75); al autor como representante
del segundo nivel: “the
level of being a witness to the testimonies of others” (75); y a los lectores como miembros
del tercero: “the level of being a witness to the
process of witnessing itself” (75). Por
lo tanto, al ser el autor testigo de otros testimonios, en una primera etapa se
produce una asimilación de esa memoria colectiva de la que hablaba Maurice Halbwachs, pero la distancia desde la que escucha los
hechos le hace ir más allá: “also become
part of the
struggle to go beyond the
event and not be submerged and lost in it”
(76), y finalmente tiene lugar un desplazamiento de responsabilidad hacia el
lector, en el sentido de que es él, como ya hemos mencionado con anterioridad,
quien debe dar la interpretación última y la “assimilation
into present-day life” (76).
Uno de los problemas
fundamentales que señala Laub es la imposibilidad de
contar la historia, cuando se ha producido un hecho terrible y traumatizante: “Some have hardly
spoken of it, bute ven those
who have talked incesantly feel that they
managed to say very little
that was heard. None find pace in silence,
even when it is their choice to remain silent” (79). La conclusión que podemos sacar es que las víctimas
supervivientes aún se encuentran incapacitadas para narrar su historia, su
verdad particular y humana- en España tenemos el llamado pacto de silencio ante la Transición, y el silencio es,
precisamente, otro de los elementos decisivos a los que alude Laub-: “Survivors often claim that
they experience the feeling of
belonging to a “secret order” that
is sworn to silence” (82). La manera en
que Rivas supera esto es dando la palabra a los que normalmente no la tienen,
como cuando Da barca habla a favor de Dombodán; los
derrotados: el pintor asesinado, el prisionero Da Barca, los presos, y un
carcelero nada habitual, torturado de igual modo por la guerra; uno de los que
formaron parte del poder pero que, como Rivas nos dice: “no hablaba casi nunca”
(19).
Relacionado
con lo anterior, tenemos que los dominadores, los que portan el poder, en su
proceso de imposición no sólo inculcan una visión homogénea de las cosas a
través de la violencia, sino que al tiempo traspasan una ideología determinada
de lo que hay detrás, y someten la realidad que se está viviendo a ella, de
modo que tal realidad se convulsiona, los esquemas propios de los que es
“normal”, y tal desfiguración tiene como consecuencia que aún los
supervivientes del conflicto no puedan narrar lo que ha pasado. Hablando sobre el Holocausto, Laub señala que:
during its historical occurrence, the event produced no
witnesses. Not only, in effect, did the Nazis try to exterminate the physical
witnesses of their crime; but the inherently incomprehensible and deceptive
psychological structure of the event precluded its own witnessing, even by its
very victims (80)
Un aspecto fundamental, atendiendo a lo dicho
anteriormente, es la necesidad de un punto de referencia para poder narrar, o
poner en discurso, un acontecimiento traumático. Para contar que algo es
blanco, es necesario saber qué no es blanco, es decir, para contar que algo es
violento, o cruel, o injusto, se debe, antes, tener una conciencia clara de lo
que no es violento, cruel, y es junto. Como ya hemos dicho antes, la ideología
que transmiten los que poseen el poder desbarajustan los esquemas de ese
conocimiento, por lo que la realidad pasa a ser guiada por valores distintos, e
imposibilita que la historia narrada por las víctimas de esa realidad tenga
validez en una realidad diferente:
The perpetrators, in their attempt to rationalize the unprecedented
scope of the destructiveness, brutally imposed upon their victims a delusional
ideology whose grandiose coercive pressure totally excluded and eliminated the
possibility of an unviolated, unencumbered, and thus
sane, point of reference in the witness (Laub 81)
En El lápiz del carpintero vemos que el narrador
principal de la historia, Herbal, es en el presente cuando se decide a contar
el pasado a María da Visitaciao, necesita el paso del
tiempo, el punto de referencia en la actualidad, para que su interlocutor tenga
una sensación mayor de verdad, de que lo que está escuchando se filtra a través
del mismo contexto social y político en que él está viviendo. No se puede
contar un hecho terrible en el momento en que está sucediendo por sus propios
protagonistas, es necesario el paso del tiempo, la única opción restante
durante el conflicto, como señala Laub, sería
encontrar a alguien capaz de salir momentáneamente de aquello que está viviendo
para narrar con perspectiva lo que ve. ¿Y acaso no es Da Barca un personaje que
se mantiene al margen de su propia condición de víctima?; su comportamiento lo
eleva, en cierto modo, y lo distingue de los demás presos; cae sobre él un halo
místico por esa capacidad asombrosa de negarse a ser un preso, mantiene sus
hábitos y su comportamiento de hombre libre. Inconscientemente, los receptores
de los mensajes tanto de Herbal como de Da barca, aceptamos lo que dicen con
pocas dudas, debido en parte a su alejamiento, temporal o anímico, de lo que
cuentan.
Por último, es conveniente señalar que la
motivación de Herbal al contar la historia a María no tiene finalidad
ideológica; Herbal no tiene por qué mentir, cuenta su verdad y difícilmente
podemos poner en tela de juicio que auténticamente representa para él la
realidad de lo que pasó. Su motivación tal vez obedezca a esa necesidad que
sienten los que han llevado sobre sus hombros una ardua carga de traspasar el
peso de su memoria: “To a certain
extent, the interview-listener takes on the
responsibility for wearing witness that previously the narrator felt
he bore alone, and therefore could
not carry out” (Laub, 85). Después de todo, nada más significativo que las
palabras del Herbal al final de la novela, cuando ha terminado de contar su
historia, y percibe que ha perdido algo que todavía le duele: “¿Qué haces aquí
fuera como un perro?” “El dolor fantasma, murmuró él entre dientes”. “¿Qué
dices, herbal?” “Nada”. (189) El guardia de prisión ha perdido el lápiz del
carpintero, la conciencia que desde el presente reconstruye un pasado
tormentoso pero, más aún todavía, ha transferido su voz a otra persona. El
recuerdo, la sensación de lo vivido persiste en quienes han experimentado la
tragedia; el alivio de Herbal no es completo porque tanto guardias como prisioneros,
nos dice Manuel Rivas en su obra, comparten un sufrimiento semejante que los
hermana de alguna manera, los convierte en lo mismo, esto es, en víctimas.
A través de
las dos novelas analizadas en este trabajo hemos visto que la elección del
autor, en ambos casos, a la hora de aproximarse a la verdad, es hacerlo de
forma indirecta. Tal vez, esa barrera que todos ponemos ante las indiscutibles
verdades que otros nos cuentan sean más fáciles de sortear a través de la duda;
no partir de la certidumbre sino de la imposibilidad de la misma. Tanto Carmen
Martín Gaite como Manuel Rivas parecen apoyar esta
visión, de modo que sitúan ante sus discursos de la verdad la esencia de los
cuentos: Gaite con ese aura de novela onírica y
ensoñada, y Rivas con dos personajes que, como dos caras de un mismo papel, se
complementan uno a otro y comparten, entre lo real y lo místico, el mismo
dolor.
Obras citadas
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