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Revista de estudios filológicos
Nº23 Julio 2012 - ISSN 1577-6921
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HISTORIA DEL GÉNERO AUTOBIOGRÁFICO O EL GÉNERO AUTOBIOGRÁFICO EN LA HISTORIA. UNA APROXIMACIÓN

Jesús Fernando Cáseda Teresa

(I.E.S. Valle del Cidacos, Calahorra. La Rioja)

 

Resumen:

Este artículo intenta resumir la Historia del género autobiográfico a lo largo de la Historia, desde sus primeras manifestaciones literarias, hasta la actualidad. Género, por otra parte olvidado pero que contiene algunas obras muy importantes tanto en España como fuera de ella.

Palabras:  Autobiografía, Literatura, Historia.

Abstract:

          This article (esasay) means to sum up the History of Autobiographical genre along History, from its first literary expressions to present ones. This genre, sometimes condemned to obscurity, contains some very important works both in Spain and abroad.

Key Words:

     Autobiographical genre, Literature, History.

 

 

        Coincide gran parte de la crítica en afirmar que el origen del término autobiografía se sitúa en los finales del Siglo XVIII. Concretamente, en Alemania, en 1798, en algunos textos de Friedrich Schlegel [1]. El término ya existía, según Dominique Marie en su trabajo Création littéraire et autobiographie [2] en el alemán – autobiographen- en 1779, adoptándolo el inglés en 1809.

 

        El origen de la palabra es griego: la suma de autos, bios y graphos. El término autos designa el carácter personal del sujeto que cuenta. Bios marca la narración o relato en el curso histórico de una vida. Y graphos la plasmación escrita y el deseo de perdurar de aquellos hechos notables que pudieran, de otro modo, perderse. Porque, en último caso, la autobiografía, incluso a nivel etimológico, es el resultado de un camino que se acaba, ante la presencia, que se intuye no muy lejana, de la muerte. En definitiva, un supremo acto de rebeldía frente a la desmemoria y el olvido, consecuencias efectivas del paso del tiempo.

 

        Sin embargo, aunque el término es relativamente moderno, existen autobiografías desde mucho antes de que se acuñara la palabra. La crítica, otra vez, parece ser unánime al conceder a San Agustín el privilegio de haber escrito la primera autobiografía, sus Confesiones, catorce siglos antes de la invención del término.

 

        William C. Spengemann en su libro The forms of autobiography [3] establece una cronología del género marcando cuatro periodos en su desarrollo. El primero, que llama de “la auto-explicación histórica”, corresponde a la autobiografía que se escribió entre las Confesiones agustinianas y las ilustradas de la primera parte del Siglo XVIII. Durante este periodo de tiempo, el género tiene un carácter objetivo, histórico y busca, en las obras, mostrar la verdad de los hechos que se narran. A este primer periodo, según Spengemann, sucedería un segundo que él llama de “auto-investigación filosófica” que corresponde a la autobiografía puramente ilustrada, de John Stuart Mill o de Benjamín Franklin, por ejemplo. En estos textos, el autor añade al puro relato histórico una concepción del mundo, una conclusión ideológica que parte de su experiencia y de su vida dilatada. El tercer periodo, que él llama de “auto-expresión poética”, correspondería al periodo del Romanticismo y tendría como máximo exponente a Rousseau y sus Confesiones. La autobiografía, entonces, no es sólo un relato histórico o un reflejo destilado del pensamiento de su autor, sino que adquiere una dimensión mucho más subjetiva, individual, personal, donde caben los detalles más íntimos y escabrosos del autobiografiado. Una exacerbación o exageración de ello daría lugar a lo que Spengemann da en llamar el periodo de la “auto-invención poética”, o cuarto periodo, en que la autobiografía se llena de ficción acercándose al género novelístico y a otras especies literarias de las que, al menos en sus orígenes, parecía estar muy alejada. En todo caso, lo que subraya Spengemann es cómo la autobiografía va perdiendo mucho de la objetividad de sus orígenes y camina, con el tiempo, hacia lo subjetivo, perdiendo el carácter histórico inicial.

 

        Resulta así paradójico cómo el desarrollo del género va paralelo a la evolución del subjetivismo en dichas obras. Y no resulta ajeno al devenir de la autobiografía el propio devenir de la Historia. Si observamos la aparición del término en Europa, veremos cómo hay que situarse en todo caso en la primera mitad del XIX: “autobiografia en italiano en 1828; “autobiography” en inglés en 1809; “autobiographie” en francés en 1836. Y, para España, en el Diccionario nacional de Ramón Joaquín Domínguez [4] en 1846. Fechas, todas ellas, en torno al periodo del Romanticismo. Será este periodo el que marque el nacimiento de un nuevo concepto del género en la línea de lo apuntado por Spengemann. Y el que hará que surja un abundante número de autobiografías en nuestro país: Alcalá Galiano, José Zorrilla, Mesonero Romanos, Espoz y Mina, Fernández de Córdoba, el Marqués de Miraflores, etc.

 

        La explicación a la explosión repentina de tal número de obras del género autobiográfico en nuestro país la ha dado muy acertadamente Manuel Moreno Alonso en su obra Historiografía romántica española [5]:

 

        “A diferencia de otros países, Francia, por ejemplo, el género autobiográfico ha sido poco cultivado en España. Sin embargo, durante la época que nos ocupa [el Romanticismo] el número de escritores autobiográficos, publicados unos, editados otros, aumentó de manera espectacular. La explicación que ello puede tener radica en la importancia de los hechos históricos ocurridos en la época, la conciencia extraordinariamente historicista del hombre romántico de dar cuenta de la historia de su vida [...] y el deseo de justificación por parte de sus autores”.

        Es curioso, pues, cómo a la vez que se desarrolla, en el Romanticismo, dicha conciencia historicista – objetiva- se desarrolla en paralelo la autoconciencia subjetiva del individuo. Formando ambas parte de la identidad de aquel movimiento literario. Precisamente, los ingredientes que conforman el género de la autobiografía y los que hacen de él un género bifronte, en una lucha dialéctica por razón de esa doble naturaleza.

 

        Quizás la mejor definición del término la ha dado el que pasa por ser su mejor estudioso, Philippe Lejeune, en su libro Le pacte autobiographique cuando dice que es:

 

        “la narración retrospectiva en prosa que hace una persona real de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y principalmente en la historia de su personalidad” [6].

 

        Obsérvese que en ningún caso hace referencia a conceptos como “verdad” o “realidad”, y otros que pudieran vincular la narración autobiográfica con los hechos ciertos que ha vivido. Porque, a diferencia de otras subespecies, la autobiografía se centra en la individualidad y en la expresión de la propia personalidad: conceptos, ideas, experiencias y no sólo hechos.

 

        Tradicionalmente, ha existido una gran dificultad a la obra de aplicar el término de “autobiográfica” a una obra por la existencia de otros, incluso anteriores a éste, como “memoria”, “Noticia biográfica”, “autorretrato”, “apología” o el primero de todos, “confesión”. Conviene separar y diferenciar todos ellos para alcanzar mayor precisión en la clasificación.

 

        El término “confesión” alude a una historia personal que busca comunicar o expresar la naturaleza esencial, íntima, la verdad del yo. La “apología” pretende demostrar y reivindicar al propio individuo. La “memoria” suele tener dos subespecies: de quien busca el recuerdo de alguien para que no caiga en el olvido (es por tanto biografía y no autobiografía); o bien, cuando es autobiográfica, tiene un fin muy concreto: obtener una dádiva, lograr un premio o que se haga justicia a una pretensión.  

 

        La “Noticia biográfica” o el “autorretrato”  se diferencian porque la primera está escrita en tercera persona y el segundo en primera. El “autorretrato” suele, habitualmente, tomar la forma literaria y entonces resulta difícil distinguirlo (“autorretrato literario”) de la autobiografía. Juan Antonio Llorente, autor de la importante Noticia biográfica de Juan Antonio Llorente o memorias para la historia de su vida, escritas por él mismo (1818), sin embargo, realiza una fusión de ambos términos y crea una “noticia autobiográfica”, una suerte de híbrido que forzosamente camina entre dos formas diferentes de concebir lo biográfico: entre lo subjetivo y lo objetivo, aunque lo segundo trata en todo momento de superponerse y, burla burlando, convencer al lector de la verdad de lo contado.

 

        Juan Valera se refiere, despectivamente, a la “manía autobiográfica del Siglo XIX”. En realidad, fue el Romanticismo el que puso de moda el género, porque todo él es, en un sentido profundo, autobiografía. Esto es: pura desnudez, confesión íntima de los sentimientos. Pero ese romanticismo intimista es el mismo que desarrolla los conceptos historicistas como nunca antes y probablemente, con tanta intensidad, como nunca después. De esa mezcla de deseo de contar y revelar o descubrir (impulso historicista) y de tono confesional (retrato íntimo y subjetivo) forzosamente tuvo un impulso importante el género autobiográfico.

 

        Según María Antonia Álvarez [7], toda autobiografía ha de tener en cuenta tres elementos básicos: el carácter, la técnica y el tema.

 

        El primero – el carácter- expresa el motivo que impulsa a escribir la autobiografía. Hay que valorar la diferencia que hay entre el narrador y el protagonista, pues aunque comparten el mismo nombre, sin embargo el narrador sabe más que aquél. De algún modo el protagonista marca una distancia con el narrador – y éste a su vez- de tal modo que el lector puede valorar esa distancia, que no es otra que la que puede existir entre lo subjetivo y lo objetivo, entre los hechos que aparecen en la obra y la interpretación que de ellos hace el narrador, no siempre necesariamente coincidente con la del lector.

 

        El segundo- la técnica- resulta fundamental para entender el alcance de la autobiografía. Especialmente la elección que hace el autor de tiempo – presente, pasado más o menos remoto- y persona – primera o tercera-. Y las técnicas narrativas que utiliza. Además de los efectos que consigue con el tono, la metáfora, etc.

 

        El tercero – el tema- es resultados de diversos condicionantes. El primero y más importante –el personal-, pero sin duda no es el único. También el agregado histórico, el marco temporal o cronológico, encuadra de forma determinante la obra, al punto de que lo que cuenta el narrador y sucede al protagonista forzosamente está situado en unas coordenadas temporales. Y también espaciales. Sin dejar de darse cita, también, todo el corolario de personas a las que se refiere el texto. Muchas veces el interés de muchos textos autobiográficos está más en las revelaciones que el autor hace de intimidades de otros personajes conocidos de la época, más incluso que las suyas. Muchos historiadores escarban en los textos autobiográficos a la búsqueda de interesantes revelaciones de personajes notables de la historia contemporánea, que, en algunos casos, han dado luz y noticia sobre hechos o personas.

 

        Sin embargo, en cuanto a los temas, la autobiografía es inclusiva, “ya que sus escritores constantemente echan mano del amor, el recuerdo y la muerte, lo que atrae a un gran  número de lectores”. Y ahí radica el éxito de estos textos mucho después de que el autor haya muerto e, incluso, haya quedado en el olvido. Su vida, ofrecida como un supremo acto de generosidad y de desnudez ante la mirada curiosa del lector, aparece así como un objeto apetecible.

 

        Pero temáticamente, la mayor diferencia entre la biografía y la autobiografía es la muerte. Según María Antonia Álvarez,

 

        “la esencia de cualquier autobiografía es que jamás puede llegar hasta el fin, que nunca puede decir la última palabra, como hace el biógrafo oficial. Si uno de los móviles fundamentales del escritor es triunfar sobre la muerte, nunca llega a conocer si podrá alcanzar este fin. Por el contrario, el biógrafo, desde el momento en que comienza a escribir, sabe que la memoria de su personaje ya se ha perpetuado más allá de la  muerte. La ausencia de la muerte en la narración es una de las condiciones inherentes a la autobiografía”. [8]

 

        Según Wintraub, la autobiografía se puede definir como un

 

“fluir en el cual la propia consciencia se abre paso suavemente a través de la experiencia interrelacionada. Puede tener funciones tan diversas como la explicación, el descubrimiento, la clasificación, la formación, la presentación o la justificación del yo. Todas estas funciones se interpenetran fácilmente, pero todas están centradas en un yo consciente: consciente de su relación y de sus experiencias” [9].

 

        ¿Qué relación mantienen, y paralelamente, qué diferencia a la autobiografía de la memoria? En principio, la memoria hace referencia más directamente a los acontecimientos públicos, mientras que la autobiografía lo hace a las relaciones privadas. Sin embargo, en cuanto a la forma, no hay sustanciales diferencias entre ambas No existe la memoria sin autobiografía, ni autobiografía sin memoria. Ambas parten de tres puntos iguales: la experiencia, la cronología y la reflexión. La mayor diferencia es que la autobiografía centra su atención en el yo; mientras que la memoria se centra en los otros. En palabras de María Antonia Álvarez:

 

        “La auténtica autobiografía implica la reconstrucción del movimiento de una vida, en las circunstancias reales en que vivió. Su centro de interés es el yo, no el mundo exterior, aunque necesariamente el mundo exterior debe aparecer, de forma que en el intercambio producido con su entorno, la personalidad encuentre su forma peculiar”. [10]

 

La autobiografía de Juan Antonio Llorente (Noticia biográfica de Juan Antonio Llorente o memorias para la historia de su vida, escritas por él mismo, 1818, una de las más interesantes para el análisis del género,  es también, por tanto, una memoria, como indica su propio título. Lo cual no deja de ser la norma en su época. Muchas son así llamadas por sus autores. Por ejemplo, la famosa obra de Benjamin Franklin se publicó como Vida o Memorias, pero luego en Nueva York se reimprimió en 1849 como Autobiography, nombre con que se reedita actualmente. La tradición anglosajona ha sido más dada a titular con el término o marbete de Autobiografía, pero no tanto la literatura inglesa o la española, que siempre ha preferido el de “memoria”  o “memorias”. Juan Antonio Llorente es, a este respecto, cumplidor de una norma no escrita.

 

        Sin embargo, en España, los primeros escritos del género autobiográfico son las apologías, descritas por Georges May como “una intención autobiográfica movida por la necesidad de escribir con el fin de justificar en público las acciones que se ejecutaron o las ideas que se profesaron” [11]. Sin duda, es lo que predomina en nuestro país antes de la llegada de la moda romántica. El género de la apología o la “defensa” – y su contraria, la “contradefensa” - fue muy utilizado en el Siglo XVIII, pero también antes. Multitud de memoriales se escribieron, con claro carácter apologético en los siglos XVI y XVII y especialmente durante el XVIII. Entre sus cultivadores encontramos antiguos políticos, funcionarios o cortesanos al servicio del poder y especialmente escritores de la República de las Letras que toman como modelo a Quevedo y más tarde a Diego de Torres Villarroel, el autor de una obra fundamental en su época, su Vida. Quizás uno de los textos apologéticos que mayor difusión tuvo en España, especialmente entre nuestros escritores del XVIII fue un texto escrito por un francés que involucraba a todo un país, el de Masson de Morvillers, titulado “¿Qué debemos a España?”. Podría decirse que se trataba de una contra-apología colectiva, resultado del espíritu crítico de su Siglo. En la misma línea, otros muchos textos se sirvieron del espíritu crítico de entonces para no sólo defenderse o reivindicarse, sino para hacer de la memoria o de  la apología un ataque duro y directo contra muchos, como último acto de desagravio.

 

          Cuando Juan Antonio Llorente, fuera ya de su país – 1818-, decide escribir su Noticia biográfica, tiene muy claros los modelos que toma como referentes para su obra. De hecho, el título del texto, (Noticia biográfica de Juan Antonio Llorente o memorias para la historia de su vida, escritas por él mismo) contiene perfectamente delimitados los tres subgéneros a que me vengo refiriendo: la biografía literaria (Noticia biográfica), la memoria (memorias para la historia de su vida) y la autobiografía (escritas por él mismo).

 

NOTAS

 

[1] LEJEUNE, Philippe Le pacte autobiographique, París: Éditions du Seuil,1996, p. 1

2 París, Pierre Bordas et fils, 1994, p.5.

3 The Forms of Autobiography: Episodes in the History of a Literary Genre, New Haven, Yale University Press, 1980

4 Madrid, Establecimiento Tipográfico de Mellado, 1846.

5 Sevilla, Universidad de Sevilla, 1979, p. 401

6 Le pacte autohiographique, París Ed. du Seuil, 1975, p. 2

7 “La autobiografía y sus géneros afines”, Epos: Revista de Filología, Nº 5, (1989), pp. 439-450 (p. 443)

8 Ibidem, p. 445.

9 K. J. WEINTRAUB, «Autobiografía y conciencia histórica», en VV. AA., La autobiografía y sus problemas teóricos. Estudios e investigación documental, en Anthropos, N. 125, Octubre 1991 (p. 824).

10 La autobiografía y sus géneros afines”, Epos: Revista de Filología, Nº 5, (1989) , pp. 439-450 (pp. 446-447).

11  La autobiografía (traducción de Danubio Torres Fierro), México, Breviarios del Fondo de Cultura Económica, 1982.