tintero
MUJER-MADRE: DINÁMICA FAMILIAR DESDE SU POTENCIALIDAD Y
CAPACIDAD DE AGENCIAMIENTO
Irma Betty Silva Sierra[1]
Paola Andrea Mina Gómez[2]
(Universidad
Libre-Cali. Colombia)
“Todo aquel que tiene una razón para vivir,
puede soportar
cualquier forma de hacerlo”.
Friedrich
Nietzsche
Resumen: Intentamos desplegarnos en lenguaje a
través de la apertura del pensamiento en un contexto micrológico
hacia la objetividad de la realidad en movimiento permanente; entendiendo el
concepto de realidad no como un conjunto de cosas, no como una apropiación
cognitiva, sino como el reconocimiento del espacio de desarrollo del sujeto
(acto de ser mujer, de ser madre) que da cuenta de esas existencias. De lo que
se trata es de reconocer las transformaciones que vive la Mujer-Madre Jefa de
Hogar y los cambios que se producen en la identidad femenina, en el trabajo
productivo y reproductivo, en el acceso y control de los recursos, así como en
la toma de decisiones, en efecto, de ese ser corpóreo, vivo, humano, universal
y que ha acontecido desde su singularidad y se hace vital reconocerle como
múltiple.
Palabras clave: Mujer-Madre,
Identidad Femenina, Jefe de Familia, Transformación, Ser Humano.
Summary: Language attempting to deploy through the opening in a context of
thought toward objectivity micrological reality in
constant movement; understanding the concept of reality rather than a set of
things, not as a cognitive appropriation, but as recognition of the development
area of the subject (act of being female, being a mother) that accounts for
these stocks. What is at issue is to recognize the changes living Mother-Women
heads of household and changes that occur in female identity in the productive
and reproductive work, access and control over resources and in the decision making,
in effect, that being bodily alive, human, universal and has happened since its
uniqueness and is vital to recognize as multiple.
Key words: Woman-Mother, Female Identity, Head of Household,
Transformation, Human Being.
Introducción
Si volcamos una mirada de conjunto
sobre la historia de la mujer, veremos que de ella se desglosan varias
impresiones, pero la más fuerte esta dotada de un solo problema, que la
historia de la mujer ha sido hecha por los hombres, es decir que, el problema
de la mujer ha sido siempre un problema de hombres. Siempre han sido ellos
quienes han tenido entre sus manos la suerte de la mujer, y no han decidido de
ella en función de su interés, sino considerando sus propios proyectos, sus
temores y necesidades.
La historia nos muestra que los
hombres han tenido siempre todos los poderes concretos; desde los comienzos del
patriarcado, han juzgado útil mente a la mujer en un estado de dependencia; sus
códigos han sido establecidos contra ella, y de ese modo ha sido convertida concretamente
en el Otro. “Esa condición servía a los intereses económicos de los machos,
pero convenía también a sus pretensiones ontológicas y morales” (De
Beauvoir, 1972, p 187)[3].
Es decir que, no hay presencia del otro sino cuando el otro está presente ante
sí mismo; con eso queda dicho, que la verdadera alteridad es la de una
conciencia separada e idéntica a sí misma. Pero este drama se puede superar por
el libre reconocimiento de cada individuo en el otro, planteando cada cual, a
sí mismo y al otro, al mismo tiempo, como objeto y sujeto en movimiento
recíproco. “Ser mujer –dice Kierkegaard (Citado por De
Beauvoir, 1972)- es algo tan
extraño, complicado y confuso que ningún predicado llega a expresarlo, y los
múltiples predicados que se quisiese emplear se contradicen de tal modo que
sólo una mujer lo podría soportar” (p.191). Por ella, y a través de lo mejor y peor
que hay en ella, el hombre hace el aprendizaje de la dicha, del sufrimiento, de
la devoción y de la tiranía, es decir, el aprendizaje de sí mismo.
Mujer-Madre en travesía de la
vida civil
Hay todo un
mundo de significados que solo existen por la mujer; ella es la sustancia de
las acciones y de los sentimientos de los hombres, la encarnación de todos los
valores que solicitan su libertad. Por lo tanto, la identidad de las mujeres
podríamos fundamentarla desde todo un conjunto de características sociales,
corporales y subjetivas que las definen de manera real y simbólica de acuerdo
con la vida vivida. La experiencia particular está determinada por las
condiciones de vida que incluyen, además, la perspectiva ideológica a partir de
la cual cada mujer tiene conciencia de sí y del mundo, de los límites de su
persona y de los límites de su conocimiento, de su sabiduría, y de los confines
de su universo. Todos ellos son hechos a partir de los cuales y en los cuales
las mujeres existen, devienen.
He aquí el compartir con Zemelman (1998), “el hombre piensa y construye discursos
como dos alas para sobrevolar sus incertidumbres.” (p. 17). Ser mujer, ser
madre, es una abstracción de las condiciones de vida de las mujeres, por eso,
hemos tratado de definir la condición de la mujer constituyéndola desde las
características genéricas que comparte, teóricamente, todas las mujeres.
Pero, sobre todo, el contenido de
la condición de la mujer es el conjunto de circunstancias, cualidades y
características esenciales que definen a la mujer como ser social y cultural
genérico, como ser-para y de-los-otros. El deseo femenino organizador de la
identidad es el deseo por los otros.
En la realidad concreta las
mujeres se manifiestan bajo aspectos diversos, pero cada contexto pretende
resumirla en su totalidad y la consecuencia de ello es que existe una
pluralidad que proyecta encerrar una sola verdad y no es la realidad, evidentemente,
la que dicta a la sociedad o a los individuos; en cada caso y en cada época la
sociedad y el individuo deciden de acuerdo con sus necesidades.
Por pensar en la necesidad de
realidad es que todavía no se reconoce el trabajo doméstico ni las actividades
reproductivas como factores de la economía mundial. ¿Por qué la mujer sigue
siendo ese oscuro objeto de deseo? ¿Por qué sigue siendo invisible, pese a su
presencia irrefutable?, ¿por qué debe seguir rindiendo examen de ingreso a lo
humano?, ¿por qué debe seguir demostrando que tiene alma? ¿Hay acaso una
malicia intrínseca en la cultura, que le deniega el acceso o es quizás, y
(esperamos que así sea), lo que el filósofo Edgar Morin, llama Imbecilidad
Cognitiva?
Lo cierto es que hoy día, les es
muy difícil a las mujeres asumir a la vez su condición de individuo autónomo y
su destino femenino, y ése es el origen de las torpezas y malestares que las
hacen considerar a veces como un “sexo perdido”[4].
De todos modos, no es posible ni deseable un retorno al pasado. Entonces, será
plenamente un ser humano, cuando sea destruida la infinita servidumbre de la
mujer, cuando viva por ella y para ella, una vez que el hombre le haya devuelto
su libertad.
La
Mujer-Madre, donde estamos inmersas, tiene sus propias premisas de acción, lo
cual constituye la principal acción poiética en la
lucha diaria, como participantes del intelecto general, construyendo en lo
cotidiano aquellos espacios públicos por fuera del Estado que dan vida dinámica
a la multitud, de donde lo múltiple, obra. Sus acciones éticas apuntan
directamente al corazón de la vida, y le marcan el ritmo, por lo que, la mujer,
desde la multiplicidad, es una forma más de la aplicación del derecho de
resistencia, de composición, de metáforas, y creadora de formas de contrapoder.
Si
de la fábrica social se despliega este Biopoder
(Mujer-Madre, constructora de vida), de ella misma explota su resistencia. De
acuerdo con Negri y Hardt (2000), el trabajo de Foucault permite reconocer
el pasaje histórico de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control
(p. 65), donde el comando social gira en torno a dispositivos que producen y
regulan costumbres y prácticas productivas. Lo que conlleva una a puesta en
marcha, asegurando la obediencia de las reglas y sus mecanismos de inclusión
y/o exclusión, y logrando por medio de instituciones disciplinarias, tales como
la prisión, la fábrica, el asilo, la escuela, entre otras, gobernar. Gobierna
pues, estructurando los parámetros y los límites del pensamiento y la práctica,
sancionando lo que esté fuera de la norma.
No
hablamos de genealogías de vanguardia, sino de la historia concreta de
multitudes de singularidades; de monstruosidades antropológicas (Negri, 2003).
Este trayecto que hace parte de nuestra historia, nos lleva tal vez dentro de
bosques oscuros y nuestra capacidad de orientación se confunde, pero no podemos
ahorrarnos esta marcha en forma de interrogación, esta ausencia de origen
ordenado y medido. Hay ahí una tensión que desarraiga todos los prejuicios y
todas las prefiguraciones; y más allá de las prefiguraciones, toda matriz
unitaria, espacial o temporal. Y es aquí, en medio del ser, donde se abre una
creatividad convulsa.
Es
que en los tiempos anteriores a ésta, el patriarcado asumía otras modalidades
de dominación. Con el surgimiento del capitalismo, el patriarcado adoptó
maneras invisibles de dominio sobre la mujer y la familia. Con el surgimiento
de la modernidad, la familia dejó de ser la que contenía a varias generaciones,
la que se relacionaba comunitariamente en las zonas de producción de materias
primas, la que se dedicaba a la manufactura, a las artesanías, la que
comunicaba sus conocimientos y saberes por parte de los ancianos a los más
jóvenes.
Un
nuevo modelo familiar surgía, la familia nuclear, apenas compuesta por dos
generaciones, padres e hijos (a predominio de lazo sanguíneo). Estos núcleos
familiares dejaban el campo para radicarse en las nacientes ciudades donde
proliferaban los talleres y las nuevas industrias que convocaban laboralmente a
los hombres. Estos accedían así a los espacios públicos, mientras que las
mujeres eran confinadas al espacio de lo privado, a la tutela del
esposo, nueva e invisible manifestación patriarcal de dominación.
El
mundo productivo era el espacio público de los varones hegemónicos, de los
sujetos negociantes, que acuerdan o contratan con igual singularidad y
reconocen sus intereses. El mundo privado es reservado para la mujer y
adquiere un carácter reproductivo, ligado a los afectos, a la crianza de
sujetos útiles al sistema imperante. Estas familias respondían a nuevas
necesidades productivas del capitalismo (la familia saludable). La familia pasó
de ser una institución proveedora de identidad para ser una reproductora de la
fuerza del trabajo.
¿Pero
de qué manera se "convenció" la mujer de que ese lugar privado
"respondía" a sus anhelos? ¿Eso era lo que deseaba? Mediante la
introducción de representaciones sociales, sutiles e invisibles que estén al
servicio de los mecanismos políticos e institucionales, mediante una vigilancia
internalizada a la manera de un panóptico simbólico: "el deber ser". Sobre esto, Friedrich Engels
(1984), nos ofrece una interpretación sobre los orígenes y el papel del
matrimonio monógamo en una sociedad de clases y las repercusiones sobre la
condición de las mujeres, estas son raíces de la subordinación. “El Gobierno
del hogar perdió su carácter social. La sociedad ya no tuvo nada que ver con
ello. El gobierno del hogar se transformo en servicio privado; la mujer se
convirtió en la criada principal, sin tomar ya parte en la producción social”
(p. 80). Entonces es
claro que en todas partes en donde existía el matrimonio por grupos, la
descendencia solo se podía establecer por la línea femenina, es decir, de forma
Matrilineal. El tronco familiar, el patrón familiar
estaba marcado entonces por todas las mujeres pertenecientes a las familias (gens).
Se le quita al trabajo doméstico su
valor de trabajo ("es tu función"), se expropia a las mujeres del
valor social de criar sujetos (como resultado de un orden social
invisibilizado) que responde a un orden social moderno que necesita de sujetos
que hagan ciencia, que elaboren leyes, que provean, inventen, fabriquen y de
mujeres que los sostengan y críen en lo privado.
La
función materna fue vaciada de contenido social, económico y político al
servicio de un estado de progreso. El mundo privado sostiene al mundo público y
ambos se vinculan. Uno de esos vínculos se ha dado por medio de estrategias
simbólicas y falta de educación en la mujer, lo que hizo que se
constituyera en un mito (Fernández, 1994), que viene a ligar la sexualidad
femenina a la reproducción, privando a la mujer de gozar de su propia actividad
erótica libremente, de su cuerpo, de conocer sus sensaciones y descubrirse como
deseante.
Se
construye esta pasividad no natural y sí cultural a fin de convertirla en
partenaire más que en protagonista y en soporte-garante de una virilidad
activa, es decir la del otro que la descubrirá, su esposo. Así se preservan la
fidelidad hacia el matrimonio y una maternidad maximizada.
Es
necesario entonces, partir de un acontecimiento que resulta fundamental para
comprender la problemática que es objeto del presente trabajo –Mujer-Madre- y
que se selló por un mundo inquietado por el ingreso masivo de mujeres casadas
-o sea, en buena medida, madres -en el mercado laboral (y la extraordinaria
expansión de la enseñanza superior) y que es considerado la revolución social
más importante, a partir de los años sesenta.
Sin
embargo, lo que cambió en la revolución social no fue sólo el carácter de las
actividades femeninas en la sociedad, sino también las expectativas y las ideas
acerca de cual sería su papel. En tal caso ¿qué empujó a las mujeres a buscar
trabajo remunerado? Las causas son múltiples, y diversas según nos referimos al
primer mundo o al tercero, según el nivel de educación y a su clase social.
Variables no menos importantes han sido a nuestro entender la preferencia de
los empresarios por la mano de obra barata, el número cada vez mayor de mujeres
jefe de familia o sea la pobreza.
También
debemos recordar que nuestro País, al igual que la mayoría de los Estados
Latinoamericanos, padeció al comienzo de los años 80' una profunda crisis
económico-social. Esta unida a las políticas aplicadas a revertirlas, se
tradujeron en caídas en la producción, asociadas a grupos inflacionarios, caída
del salario, flexibilización laboral, aumento del desempleo, fragmentación
social, crisis en las instituciones, por ende en la institución familiar.
Es
así, como el deterioro del ingreso familiar producido básicamente por el
aumento del desempleo, en particular entre los jefes de familia, induce la
entrada al mercado de trabajo a otros miembros del grupo familiar en su mayoría
del sexo femenino.
Tenemos
pues, una realidad compleja a comprender, a una revolución, provocada por la
necesidad del reconocimiento del valor productivo del trabajo femenino, y su
derecho a ser tratada en igualdad de condiciones con su par el hombre, se le
suma una involución, producto de la globalización, y sus partes más negativas,
la polarización de las clases sociales, y el avance discriminatorio de la
pobreza, devenida rápidamente en indigencia, que lleva a la mujer a disputar
puestos en el magro mercado laboral.
Esta
realidad ha cambiado, y no sabemos hasta cuando seguirán estas mutaciones, el
mapa social mundial. La mujer aparece piloteando esta incertidumbre, gerenciando la pobreza de los hogares, y defendiendo su
lugar como igual, único e irrepetible, con una cualidad distintiva novedosa,
mayoritariamente conformando hogares mono-parentales,
constituida a la fuerza o por la fuerza de los acontecimientos en jefa de
familia sin opción en la mayoría de los casos, de elegir otra modalidad, pero
sin cejar en el intento, no puede permitirse, ni el derecho a la duda. Su
familia necesita comer, vestirse, educarse, curarse, no hay tiempo para
deprimirse.
Devenir como Mujer y como Madre
El análisis inicial se centra en el
punto de encuentro de una intersección de miradas, que si bien considera al
género como uno de sus ejes también contempla las relaciones sociales en que la
Mujer-Madre, se encuentra inmersa en la constitución de procesos genéricos identitarios respetando a la especificidad relativa en cada
periodo histórico, ya que los momentos de
cambio permiten reconocer el proceso en todo su dinamismo, como lo que
hoy somos, Mujer-Madre, permitiendo visualizar una figura de mujer que se
destaca del resto de sus congéneres para compartir ciertos atributos de
poder[5] con el mundo masculino.
…el que se
encarga de organizar la familia, no es tanto el que mande, o el que ordene, o
el que tengas que respetar por algo, sino el que está a cargo de la familia y
que tiene una familia unida… (Alejandra, 21 años, madre soltera)[6].
Estos
momentos de cambio que comienza a surgir sobre todo en generaciones de mujeres
jóvenes es el vínculo de la jefatura con el respeto que los demás dan a las
mujeres. En este tipo de jefatura se empieza a cuestionar el poder autoritario,
el mandato y la obediencia. “...Es a partir de reconocer los límites dentro
de los cuales se construye la racionalidad, que se abre la posibilidad de una
transformación de ésta” (Zemelman, 1998, p. 17).
Bajo esta óptica, nos permitimos hacer un alto en el camino y mirarnos desde
nuestras vidas, sobre lo que hacemos y construimos en la cotidianidad, en donde
al devenir de un nuevo día nos invita a acontecer con los que más amamos, la
familia, nuestra familia.
Morin
(2001) nos dice, “conocer lo humano
no es sustraerlo del Universo sino situarlo en él. Todo conocimiento... debe
contextualizar su objeto para ser pertinente” (p. 46).
…en estos tiempos [la jefatura femenina
de hogar] puede ser lo mismo [que la jefatura masculina] porque hay más
oportunidad. Pero si vemos el tiempo hacia atrás podría ser más difícil…
posiblemente había menos preparación que ahora educativamente para ellas. Para
los hombres la idea que se tenía era que ellos tenían que trabajar y ahora pues
la pareja, a estas alturas considero que sí se puede… bueno pues la ventaja es
que, ¡voy a ver que no hay ventajas, ahorita analizándolo sí les era difícil,
ventajas como mujer no les veo ninguna! ...es difícil su situación, más la
cantidad de hijos… (Sra. Eliana, 37 años, madre soltera) [7].
Ser
Mujer, ser Madre, conduce a encontrarnos con la necesidad de fundar alianzas y
pactos personales, familiares, laborales, particulares, sociales, y la
invitación para construir políticas de “coalición” se sumerge en la
construcción/reconstrucción de sujetos sociales, fundada en una diversidad
contextual y cultural que en ocasiones, provoca que las mujeres presenten más
diferencias que semejanzas, lo que permite establecer, entonces, que la agenda
no puede ser la misma para todas.
Por
lo tanto, en relación con el incremento de mujeres solas, debemos destacar que
en el grupo de mujeres entrevistadas persiste la idea de que madres solteras
jefas de hogar casi siempre han existido. Si bien la diferencia radica en la
forma en como las mujeres enfrentaban la situación en el pasado y actualmente.
Todas coinciden en que en este momento existe una mayor visibilidad.
En
todo caso, la razón es ver cómo un fenómeno social determinado, en este caso,
la Mujer-Madre Jefa de Hogar se entreteje desde una dimensión “micro” cuyo
flujo se codifica y se proyecta en el laminado de una representación de lo
“macro”, generando espacios de discusión más frecuentes sobre las condiciones
materiales de vida que las caracterizan, con un análisis más exhaustivo de
dimensiones menos conocidas de su vida familiar, de su quehacer diario, de su
vida laboral, permitiendo visualizar con detenimiento, una división del trabajo
doméstico y el cuidado de los hijos (trabajos productivos), la toma de
decisiones y la presencia de diferentes tipos de violencia doméstica, mediante la construcción de índices que
rescatan la diversidad de la información recolectada en torno a estos aspectos.
Proceso histórico de la
Mujer-Madre
La
historia de la Mujer-Madre, no puede entenderse sin su proceso histórico
general, del que ella ha sido participe como elemento dinamizador. Por esta
razón, hay que considerar los factores históricos que condicionaron de algún
modo la actividad de la mujer o propiciaron la implantación de sistemas que
justificaban su explotación y menosprecio social y que aun son perceptibles,
incluso en los países más avanzados, las huellas de la discriminación y de los
prejuicios de género que se mantienen agazapados en las formas de vida y de
pensamiento dominantes. Pero que,
también se hace evidente el otro lado, ese que, gracias a su constante esfuerzo
por hacerse oír, ha podido abrirse
camino en esferas muy diferentes y dejar su huella en la historia para siempre.
La
Mujer-Madre, ha tenido diferentes consideraciones a través de los tiempos. Como hemos podido ver, la mayoría de las
veces relacionados con el contexto social y con la vida reproductiva, muchas de
las cuales no le han favorecido a su individualidad, desarrollo y autoestima,
todo esto condicionado por factores sociales de cada época y cada región.
Si
se tiene en cuenta que los cambios que han ido ocurriendo a través del
desarrollo histórico y social, en la mujer, se han hecho más ostensibles en las
últimas décadas, y que estos han sido de todo tipo: sociales, económicos,
científico, técnicos, los cuales han tenido su impacto en las concepciones
tradicionales con respecto a los roles de género, y han modificado, por
consiguiente la naturaleza del encuentro entre los sexos, y la vida en sociedad
comprende la enorme importancia que tiene la influencia social al hacer una
valoración integral de la mujer en esta etapa de la vida.
Es
significativo precisar la importancia que tiene lo social sobre todo cuando se
habla de roles de género, a través de
este, se prescribe cómo debe ser el comportamiento de un hombre y una mujer en
la sociedad, en la familia, con respecto a todo, a su propio sexo, al sexo
contrario, ante los hijos, incluyendo en ello determinadas particularidades
personales atribuidas y aceptadas para cada uno de los sexos, así como los
límites en cuanto al modo de desarrollar, comprender y ejercer toda su vida,
incluyendo por supuesto la sexualidad, las relaciones sociales, entre otros
aspectos importantes que van desde el
vestir, caminar, hablar, gesticular hasta aspectos más asociados a la
subjetividad como son la autonomía, autoestima, capacidades comunicativas y
ejercicio del poder, entre otras, pasando por las prescripciones del rol,
emanando de aquí lo que resulta valioso, adecuado, pertinente, esperado para
reafirmar la feminidad o la masculinidad.
Los
determinantes socioculturales de los diferentes roles de género han actuado
históricamente como normas organizadoras de la vida cotidiana y han llegado
finalmente a concebirse como lo natural, lo dado, lo que es así, como algo que
deja muy poco espacio a la inclusión o innovación individual. Esta expectativa y tipificación social se
integra a la configuración de la autoimagen, delineando una imagen de sí o
identidad genérica, en la medida en que el sujeto trata de adecuar su
comportamiento a lo exigido culturalmente para su sexo o al sexo que se le
apruebe y estimule desde lo social.
La
transmisión de los roles es un elemento esencial en la identidad genérica, lo
que propicia progresivamente la aceptación y sentimiento de pertenencia hacia
determinado sexo. Los pilares tradicionales de la masculinidad se encuentran
muy asociados a la fortaleza tanto física como espiritual. La primera, además
del buen desempeño y la excelencia, incluye la rudeza corporal y gestual, la
violencia, la agresividad. La segunda supone eficacia, competencia, así como
ejercicio del poder, la prepotencia, valentía e invulnerabilidad. La
independencia, seguridad y decisión son también expresión de fortaleza
espiritual, unido a la racionalidad y autocontrol. Tampoco debe doblegarse ante
el dolor ni pedir ayuda, aunque ello conduzca a la soledad. Por eso se le
prescribe, por lo general, alejarse de la ternura, de los afectos complejos, de
los compromisos afectivos muy profundos, de la expresión de los sentimientos.
Los
pilares tradicionales de la feminidad se asocian a la contradicción
maternidad-sexualidad. La maternidad está vinculada a la protección,
tranquilidad, sacrificio, dolor, a la pérdida de la identidad personal para
integrarse a la identidad de otros. La comprensión de esto resulta importante
porque es aquí donde la mujer al llegar al climaterio queda supeditada al
conjunto de los intereses familiares y esto le proporciona poco espacio para su
individualidad y desarrollo. Como se ha dicho con certeza tiene que atender a toda
la familia: hijos, nietos, personas mayores y, esto la afecta en todos los
sentidos.
La
maternidad se convierte en la exigencia social que da sentido a la vida de la
mujer, el eje de la subjetividad femenina, de su identidad genérica y personal.
Esto ha llegado a extenderse más allá del rol maternal específico y se
extrapola a vínculos de otra naturaleza, en los que la mujer reproduce una
relación maternal. A partir de esto, se le atribuyen valores como la
sensibilidad, expresividad, prudencia, nobleza, receptividad y en su caso se
acentúa más la orientación hacia los demás como si su identidad se encontrara
más conectada a la relación con los otros, muy dependiente de lo cultural
exigido y de la protección masculina. Su comportamiento y su poder se expresan
en el plano afectivo y en la vida doméstica, dejando en claro entonces, que
ésta imagen de la mujer-madre, mujer-cuidadora, niega la imagen de la
mujer-sexo en tanto.
En
tal sentido, y atendiendo al contexto sociocultural instituido, el “Hombre-Padre”
asume una conducta definida e identificada con la autoridad social,
representada en el ordenamiento institucional como equivalente a los intereses
de la sociedad en su conjunto. En consecuencia, del padre se espera que ejerza
su función de proveedor de su hogar, que sea el socializador de su familia, el
facilitador de la incorporación de los hijos al mercado de trabajo, a la vida
sexual (en el caso de los hijos varones) y a la vida social en general.
Igualmente, se espera que éste represente autoridad, disciplina y poder.
Por
lo tanto, el sistema familiar se estructura piramidalmente con el padre en el
vértice y la mujer y los hijos en la base, en este modelo familiar tradicional
se espera obediencia automática e incondicional de las mujeres hacia el marido
y de los hijos hacia los padres, quedando tradicionalmente justificado incluso
el uso de la fuerza física para asegurar dicha obediencia.
Es
decir, aún persiste una imagen de “lo masculino” que ha sido transmitida de
generación en generación, y que raramente se somete a una reflexión crítica. En
consecuencia, desde la infancia se aprende que un hombre tiene que mostrarse
fuerte, seguro, ganador, no llorar, no demostrar temores, debilidades e
inseguridad, es decir, evitar todo lo que es culturalmente definido como
“femenino”. Por el contrario el hombre tendrá que ser simbólicamente
irresponsable, escurridizo, incumplido, inmaduro, pícaro, atropellante:
es el símbolo que produce el sistema social.
Según
lo expuesto, evidencia que la crisis y la aplicación de las medidas de ajuste
no tiene un efecto homogéneo en la población. Es decir, que la crisis económica
y social está produciendo un fenómeno de cambio en los roles familiares, por
cuanto la “Mujer-Madre” y en especial las mujeres pobres, asumen muchas veces
la jefatura del hogar, desplazando con esto el rol tradicional del
“Hombre-Padre”, de quien culturalmente se espera procure los ingresos
necesarios para el sustento familiar.
Sin
embargo, para bien o para mal, estas construcciones simbólicas del padre y la
madre están cambiando. En estos momentos, tanto la mujer como el hombre viven
otras realidades y están involucrados en diversas rutinas cotidianas que
obligan a ejercitarse en otras prácticas sociales. Siendo una de ellas la
incorporación cada vez mayor, de las mujeres al mercado de trabajo. Más, sin
embargo, el abismo entre la participación masculina y femenina en este campo es
bastante grande.
En
general, se puede decir, entonces, que los tiempos han cambiado, se están
viviendo transformaciones aceleradas y con ellas se transforma la familia y sus
actores. En tal sentido, se debe aceptar la diversidad cultural de las
familias, el cambio en los valores culturales y las transformaciones en los
roles básicos dentro del seno familiar y de la sociedad en general, sobre todo
en las construcciones sociales, tanto del hombre como de la mujer.
Labor deconstructiva/reconstructiva
que vienen realizando las mujeres
Partiendo de la premisa, que, el proceso de dominación
de la mujer es histórico, por lo que está sujeto a avances y retrocesos.[8] En
Colombia se ha trabajado bastante en este campo, p. ej.
esta la LEY 82 de 1993, por la cual se expiden normas para apoyar de manera
especial a la mujer cabeza de familia; o Ley 581 de 2000 por la cual se
reglamenta la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles
decisorios de las diferentes ramas y órganos del poder público
Este
reconocimiento que se le hace, valida a la familia y sobre todo los cambios
urgentes que viene mostrando esta institución en las últimas décadas, y que
integra un tema tan vasto como complejo. Es decir la resignificación de los
hogares con jefatura femenina, y que se encuentran en constante crecimiento y
vulnerabilidad, tanto en nuestro país como en el resto de Latinoamérica.
Los
cambios en la estructura social con la entrada de la Mujer-Madre al mercado de
trabajo y el aumento de la jefatura femenina de hogar transforman las
representaciones que hombres y mujeres tienen de las funciones y actividades
cotidianas, de los espacios y de las identidades. Los hombres, al dejar de ser
los únicos que proveen económicamente dentro del núcleo familiar, propician que
las mujeres contribuyan al grupo, asuman la jefatura, redefinan su posición y
condición social, acepten o rechacen la maternidad, el matrimonio y busquen una
mayor autonomía individual.
En la Modernidad que Zygmunt Bauman
(2002) gusta llamar "sólida" o pesada, los compromisos con el ámbito
de trabajo y con la familia monogámica indisoluble resultaron opresivos para
muchas personas. En la modernidad "líquida", o posmodernidad, la
existencia es precaria e imprevisible. Este es el malestar contemporáneo, que
es padecido aun por los sectores sociales privilegiados.
Resulta difícil planificar una carrera laboral, ya que
la oferta de trabajo está sometida a inesperados remezones que derivan de los
avatares del capital trasnacional concentrado. Las alternativas suelen pasar
por integrarse a una elite capacitada, flexible y nómada o quedar en un
estatuto de exclusión con respecto al culto actual del consumo. Sin embargo, la
inclusión, que se logra al precio del sobreempleo, es
siempre precaria, y la amenaza de quedar afuera confiere a la existencia
cotidiana un matiz latente de ansiedad y fatalismo.
Mujeres y varones se parecen más entre sí que en otros
tiempos, porque la división sexual del trabajo es menos estricta y más
flexible, excepto en la cima de las pirámides ocupacionales. Sin embargo, las
prescripciones y representaciones modernas acerca del género no han perdido
toda su eficacia para plasmar subjetividades, y la maternidad como práctica
social marca un divisorio de aguas que no es posible ignorar.
Considerar que las sociedades avanzadas han elaborado
nuevos dispositivos de regulación que se caracterizan por minimizar la coacción
y enfatizar las posibilidades de elecciones privadas, evidenciarían que, el
individuo libre sería entonces el valor cardinal. Pero el sueño, o tal vez sea
más exacto decir, la ilusión de la individualidad autónoma, es una imaginería
masculina, a la que algunas mujeres educadas se han asimilado. En el caso de
las mujeres jóvenes, el deseo de tener hijos, que hasta hace poco era en
realidad, un imperativo, conmueve este imaginario ante la constatación del
inexorable paso del tiempo. La gestación y la crianza echan por tierra
cualquier ilusión de autonomía.
Pero sucede que las relaciones de pareja son difíciles
de establecer y de sostener con continuidad en los sectores posmodernos. El ser
humano es un metaviviente que, a partir de sus
aptitudes organizadoras y cognitivas, crea nuevas formas de vida, psíquicas,
mentales y sociales: la vida del espíritu no es una metáfora, ni la vida de los
mitos y de las ideas no lo es menos, como veremos, que la vida de las
sociedades (Morin, 2003). Muchas jóvenes que se han construido a sí mismas en el contexto de la
ilusión de paridad absoluta comprueban con sorpresa que, a pesar de su belleza
trabajada en los gimnasios y no obstante su capacidad intelectual cultivada en
las universidades, no es fácil para ellas encontrar un compañero con quien
formar una familia.
Nos
parece entonces pertinente decir, que existió un estadio primitivo en el cual
imperaba en el seno de la tribu el comercio sexual promiscuo, de modo que cada
mujer pertenecía igualmente a todos los hombres y cada hombre a todas las
mujeres. En el siglo pasado se habló de tal estado primitivo, pero sólo de una
manera general; Bachofen (1987)[9] fue el primero que lo tomó
en serio y buscó sus huellas en las tradiciones históricas y religiosas.
Sabemos
hoy que las huellas descubiertas por él no conducen a ningún estado social de
promiscuidad de los sexos, sino a una forma muy posterior, al matrimonio por
grupos. Aquel estadio social primitivo, aun admitiendo que haya existido
realmente, pertenece a una época tan remota, que de ningún modo podemos
prometernos encontrar pruebas directas de su existencia, ni aun en los fósiles
sociales, entre los salvajes más atrasados.
Reconocimiento del espacio de
desarrollo del sujeto: Mujer-Madre
Seguimos
anhelando la constitución de comunidades políticas en las que los ciudadanos
puedan ejercer sus derechos de una manera soberana y con responsabilidad social
de sus actos. Hemos sido incapaces de construir espacios incluyentes para la
discusión y toma de decisiones de las problemáticas
que nos afectan en todos los ámbitos de nuestra vida. ¿Cómo construir entonces
una comunidad política si no hemos sido capaces, no nos hemos interesado o no
se nos ha preparado para participar en los espacios comunitarios en los que se
toman decisiones que afectan nuestra vida: órganos de representación en las
universidades, juntas de acción comunitario en los pueblos, asambleas de
propietarios en las unidades residenciales donde habitamos, entre otros?
Se
deben buscar formas diferentes, por lo tanto, es importante organizar el
conocimiento, para otorgarle un
significado con sentido y visión diferente a la realidad preguntada, puesta en
duda, observada, cuestionada; permitiendo ver en la realidad lo que otros no
han visto, generando cambios en las comunidades con las cuales ha entregado en
relación como sujetos históricos implicados en un tejido social.
Los
cambios a los que se hace referencia son los que se empiezan a forjar en el
mundo, no como resultado de modas
temporales o pasajeras ni obedecen a dictados de una autoridad superior. Son
resultado del nuevo estado mental.
Implica
una visión planetaria (que ilumine la manera de pensar de los hombres) y
conciencia planetaria, en algunos aspectos muy diferentes de la conciencia
limitada, materialista y centrada en el ego que domina al mundo.
Es
una cuestión de valores y compromiso frente a la humano, es decir, “la
armonía social no surge de la búsqueda de lo perfecto a que invitan todas las
enajenaciones ideológicas, sino de estar dispuesto a reconocer que toda
negación, accidental, o intencional, del ser humano, como lo central del fenómeno humano, es un error ético que
puede ser corregido sólo si se quiere corregir” (Maturana, 1987). Es
importante aprender a pensar, para tener criterios analíticos que ayuden a
procesar, comprender los diversos sistemas comunicantes de la cultura. Pero, no
solo es replantear los procesos de adquisición del conocimiento, sino, apuntar
“a una cultura de la reciprocidad y el recepto” (Zuleta, 2000), por oposición a
una cultura autoritaria y de la imposición; oponer, asimismo, a una cultura de
la violencia, una cultura de los derechos humanos; pensarnos y educarnos
filosóficamente para entender cuál es el abismo de una pregunta a otra, o sea,
reflexión y crítica permanente. El preguntar quiere decir abrir, abrir la
posibilidad al conocimiento (Gadamer,1994).
De
acuerdo con Gadamer (1994),
el preguntar es también el arte de pensar. Podemos decir, que preguntar y
pensar son dos procesos intelectuales inseparables; primero porque quien
pregunta formaliza la búsqueda reflexiva del conocimiento; y segundo, porque si
el hombre piensa y tienen conciencia de ello, puede así mismo plantearse
preguntas y posibles respuestas; a partir de este necesario enlace se producen nuevos
conocimientos.
Si
bien hoy, “la especie humana es la única que como tal ha perdido su instinto
de sobrevivencia, y que por el contrario, cada vez más predomina el instinto de
sobrevivencia individual sobre el de la especie, y que quizás en esto resida la
naturaleza última de las dinámicas sociales” (Zemelman,
1992, p. 180), históricamente ha sido posible dar un viraje hacia nuevas
posibilidades, entonces, ¿por qué no pensar hoy en un nuevo renacimiento, en
una metamorfosis que nos lleve a ser verdaderos dolientes de la especie,
potentes del desarrollo y revolucionantes de la
humanidad?.
Después
de todo, somos seres privilegiados que tuvimos la oportunidad de ser testigos
vivientes de un cambio de siglo, somos tiempo, somos vivencia, experiencia y acontecimiento,
¿por qué no pensar hoy en la posibilidad de lograr el desarrollo humano desde
la intersección o conjugación entre lo natural y cultural? Es indiscutible las
muchas autopistas que podríamos transitar en el panorama que enfrentamos como
Mujer-Madre, implicando miradas integrales de problemáticas sociales, y con
cada una de ellas nos encontraríamos con transformaciones que implica la
emergencia y distintas formas de comunicación, que abre el espacio para nuevas
representaciones de subjetividad y que permiten una experiencia más rica e
integral, pues “el funcionamiento afectivo e intelectual es la unidad
funcional de la conciencia” (Vygotsky, 1995), las cual es necesario ser para
conocer y conocer para vivir, encontrándonos en el alba del tercer milenio, es
decir, en el umbral del segundo millonésimo aniversario de la humanidad.
Queremos
enfatizar en la potencia que toma en nosotros el deseo configurado desde la
visión de Lyotard (1964), donde lo plantea como "fuerza
que mantiene juntas, sin confundirlas, la ausencia y la presencia",
entendiendo la ausencia como anquilosamiento y caverna, y la presencia como el
acceder a un territorio de indagación; un porque desear que nos dinamiza y
moviliza hacia la búsqueda, hacia el indagar para proponernos, crearnos y
recrearnos.
Estamos
entre dos mundos, uno que todavía no ha muerto, otro que está aún por nacer. En
esta gestación turbulenta, en este caos en donde la destrucción es creación y
la creación destrucción, en el que todas las fuerzas son ambivalentes, incluida
la conciencia, hemos de discernir el peligroso partido que ha de tomar la antropo– política en lo sucesivo; nada garantiza que el
progreso siga, pero cabe una nueva toma de conciencia. En un tiempo de
desprestigio de las utopías, la supervivencia está unida a un renacimiento, el
progreso a una superación y el desarrollo a una metamorfosis (Morin; y Kern, 1993), es
decir, una reforma de nuestro pensamiento, una nueva definición de las
finalidades terrestres.
¿Es
posible rescatar una mirada humanizante, una visión
armónica e integrada del ser humano en sus múltiples dimensiones y
potencialidades? ¿Es posible desde el pensamiento orgánico recuperar la armonía
del hombre con la naturaleza? “Hemos tardado siglos en descubrir que la
civilización era la barbarie” (Ospina, 2001), que, “el hombre es el
único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como
se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso
hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace” (Sartre,
1998, p. 12)
Este
acto filosófico de pensar nos llevaría a revelaciones históricas, es decir,
transitar desde el interior-máquina/caverna, hacia el
exterior-sujeto/territorio, donde implicar ser un individuo soberano es pasar
sobre nuestro propio espíritu, tener la posibilidad de conocer para descubrir y
vivir nuestra propia historia, romper parámetros, cambiar paradigmas,
considerar la incertidumbre como inherente a nuestra relación con el mundo,
para trascender realmente en el conocimiento y poder crear un “universo
discursivo diferencial”, descifrado desde “mi propia interioridad”.
REFERENCIAS
― BACHOFEN, Johann Jakob. El matriarcado. Una investigación sobre la
ginecocracia en el mundo antiguo según su naturaleza religiosa y jurídica. Editorial: Madrid: Akal, D.L.
EDICION: 2ª. 1987. ISBN: 9788476001707
― BAUMAN,
Zygmunt. Modernidad líquida. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
2002.
― DE
BEAUVOIR, Simone. Cáp. I Los Hechos y los mitos. “En” El segundo sexo.
Traducción de Palant, Pablo. Ediciones siglo XX.
Argentina. Pp. 187,191. 1972.
― ENGELS, Friedrich. El Origen de
la Familia, la Propiedad Privada y el Estado. Colección
Clásicos del Marxismo. Primera
edición: septiembre 2006; Fundación Federico Engels Disponible: http://www.engels.org/pdf/engels_origen_familia.pdf.
“Publicado el 2006” y
“Consultado el 6 de Marzo de 2009” p. 80.
ISBN: 8496276171
―
FERNÁNDEZ, Ana María. La mujer de la
ilusión. Pactos y contratos entre hombre y mujeres. Editorial Páidos, Argentina. 1994. ISBN 950-12-702490.
― GADAMER, Hans George. Análisis
de la conciencia efectual, en Verdad y Método. Editorial
Sígueme, Salamanca, p.110. Año 1.994.
― LANDER,
Edgardo. ¿Conocimiento para qué? ¿conocimiento para quién? reflexiones sobre
la geopolítica de los saberes hegemónicos; p. 69. [en línea] Revista
Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Vol. 6 Nº
2 (mayo-agosto), pp. 53-72, 2000. [citado el viernes 20 de febrero de 2009].
Disponible: <http://www.revele.com.ve//pdf/reveecciso/vol6-n2/pag53pdf>
ISSN-1315-6411.
― Ley
1232 de 2008 por la cual se modifica la Ley 82 de 1993. Ley Mujer Cabeza de
Familia y otras disposiciones. - El Congreso de Colombia- Disponible:http://www.elabedul.net/Documentos/Leyes/1993/Ley_82.pdf-
“Publicado el 2008” y “Consultado el 3 de Abril de 2009”.
― Ley 581 de 2000; Diario Oficial 44.026. Ley por la cual se reglamenta la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de las diferentes ramas y órganos del poder público, de conformidad con los artículos 13, 40 y 43 de la ConstituciónNacional.Disponible:
http://www.secretariasenado.gov.co/ senado/basedoc/ley/2000/ley_0581_2000.html.
“Publicado el 2000” y “Consultado Abril 3 de 2009”
― LYOTARD,
Jean François. ¿Por qué filosofar? Cuatro
conferencias. 1964. Disponible:http://es.geocities.com/nayit8k/biblioteca/lyotard.pdf.
“Publicado en 2007” y “Consultado el 29 de Noviembre de 2008” p. 4.
― MATURANA,
Humberto. Biología del fenómeno social. Disponible: http://www.ccas.org.ar/secciones/ biblioteca/articulos/Biologia%20del%20fenomeno%20social.pdf.
“Publicado en 2007” y “Consultado el 29 de Noviembre de 2008”
― MORIN,
Edgar. capitulo 3. La condición humana. ”En” La mente bien
ordenada. Editorial Seix Barral, S. A. Barcelona; p. 46. 2001.
― MORIN,
Edgar. III El gran despegue: la Hominización. “En” El Método V. La
humanidad de la humanidad. La identidad humana. Ediciones cátedra, Madrid, p. 32. 2003.
―
MORIN, Edgar; y
KERN, Anne Brigitte. Capitulo VI
La Antropolitica. “En” Tierra Patria. Editorial Kairos,
S. A. París. 1993.
― NEGRI,
Antonio. El arte y la cultura en la época del imperio y en el tiempo de las
multitudes. Movimientos en el Imperio; Pasajes y Paisajes. Texto presentado
en la Universidad de Tous les Savoirs, Beaubourg (París), Edición Páidos.
2003.
― NEGRI,
Antonio; HARDT, Michael. Imperio. Edición Páidos.
Barcelona; Difusión gratuita Disponible: http://www.scribd.com/doc/686419/IMPERIO-Michael-Hardt-Antonio-Negri.
“Publicado el 2000” y “Consultado el 9 de Abril de 2009”, p. 65.
― OSPINA, William. Ensayo:
Lo que nos deja el siglo XX. Revista Numero, Edición No.
5, Bogotá. 2001.
― SARTRE,
Jean Paúl. El Existencialismo es un Humanismo. México, Ediciones Peña
Hermanos, p. 12. 1998.
― VIGOTSKY,
Lev Semyónovich. 1995. Capítulo I- Aproximación al
problema. “En” Pensamiento y lenguaje. Ediciones Páidos
Ibérica, S.A. Barcelona. ISBN: 9788449301650.Disponible: Copyfreedom http://www.vigotsky.org/pensamientoylenguaje_capitulo1.asp
“Publicado el 2008” y “Consultado el 30 de Octubre de 2008.
― ZELMELMAN, Hugo. Sujeto:
Existencia y Potencia. Editorial Anthropos;
Barcelona; p.17. 1998.
― ZEMELMAN,
Hugo. Los Horizontes de la razón. Editorial Anthropos;
Barcelona, p. 180. 1992.
― ZULETA,
Estanislao. El respeto en la comunicación. Difusión gratuita. Disponible: http://www.geocities.com/HUMAPA13/CienciaYTecnologia/ ZuletaRespetoComunicacion.htm “Publicado el
[3] Novelista francesa
existencialista y feminista (Francia, 1908-1986), que con sus escritos se
incorpora a la historia de la cultura humana como verdaderos hitos, pues
proclama verdades tan vivas que es preciso volver constantemente sobre sus
escritos para entender el complejo problema del ser humano en su relación
consigo mismo y con la sociedad.
[4] Es más cómodo, sin
duda, sufrir una ciega esclavitud que trabajar para liberarse.
[5] El control sobre la
familia, ahora ¿sobre quién recae?; puede que el poder se comparta, de hecho
así se observa en algunos aspectos familiares, pero en el caso de la autoridad
masculina, pareciera que ésta se va desdibujando, se diría que, al acceder la
mujer al poder económico, se desequilibra el poder masculino, al no responder
el hombre a las expectativas del grupo doméstico como proveedor exclusivo, su
autoridad se verá seriamente cuestionada o disminuirá.
[6] Extracto de una
entrevista diseñada para facilitar la expresión de opiniones y hechos
personales con precisión por parte de ellas. Se puso especial énfasis en las
nuevas socializaciones a través de la experiencia vivida por las mujeres ante
la jefatura de hogar y la manera en que ellas perciben dicha experiencia.
[7] Loc. cit.
[8] En realidad esta labor deconstructiva/reconstructiva la vienen realizando las
mujeres desde la antigüedad. Siempre hubo voces aisladas de mujeres que
manifestaron su malestar ante las prescripciones de género impuestos por su
época, como personas independientes que no asumieron el ideal de feminidad
dictado por el “otro”, pero estas voces se hicieron oír sobre todo desde
[9] Es recordado
principalmente por su teoría del matriarcado. Ésta presentó una visión
radicalmente nueva del papel de la mujer en una amplia gama de sociedades
antiguas.