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Revista de estudios filológicos
Nº23 Julio 2012 - ISSN 1577-6921
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MUJER-MADRE: DINÁMICA FAMILIAR DESDE SU POTENCIALIDAD Y CAPACIDAD DE AGENCIAMIENTO

Irma Betty Silva Sierra[1]

Paola Andrea Mina Gómez[2]

(Universidad Libre-Cali. Colombia)

 

 

 

 “Todo aquel que tiene una razón para vivir,

puede soportar cualquier forma de hacerlo”.

Friedrich Nietzsche

 

 

Resumen: Intentamos desplegarnos en lenguaje a través de la apertura del pensamiento en un contexto micrológico hacia la objetividad de la realidad en movimiento permanente; entendiendo el concepto de realidad no como un conjunto de cosas, no como una apropiación cognitiva, sino como el reconocimiento del espacio de desarrollo del sujeto (acto de ser mujer, de ser madre) que da cuenta de esas existencias. De lo que se trata es de reconocer las transformaciones que vive la Mujer-Madre Jefa de Hogar y los cambios que se producen en la identidad femenina, en el trabajo productivo y reproductivo, en el acceso y control de los recursos, así como en la toma de decisiones, en efecto, de ese ser corpóreo, vivo, humano, universal y que ha acontecido desde su singularidad y se hace vital reconocerle como múltiple.

 

Palabras clave: Mujer-Madre, Identidad Femenina, Jefe de Familia, Transformación, Ser Humano.

 

Summary:  Language attempting to deploy through the opening in a context of thought toward objectivity micrological reality in constant movement; understanding the concept of reality rather than a set of things, not as a cognitive appropriation, but as recognition of the development area of the subject (act of being female, being a mother) that accounts for these stocks. What is at issue is to recognize the changes living Mother-Women heads of household and changes that occur in female identity in the productive and reproductive work, access and control over resources and in the decision making, in effect, that being bodily alive, human, universal and has happened since its uniqueness and is vital to recognize as multiple.

 

Key words: Woman-Mother, Female Identity, Head of Household, Transformation, Human Being.

 

 

Introducción

Si volcamos una mirada de conjunto sobre la historia de la mujer, veremos que de ella se desglosan varias impresiones, pero la más fuerte esta dotada de un solo problema, que la historia de la mujer ha sido hecha por los hombres, es decir que, el problema de la mujer ha sido siempre un problema de hombres. Siempre han sido ellos quienes han tenido entre sus manos la suerte de la mujer, y no han decidido de ella en función de su interés, sino considerando sus propios proyectos, sus temores y necesidades.  

 

La historia nos muestra que los hombres han tenido siempre todos los poderes concretos; desde los comienzos del patriarcado, han juzgado útil mente a la mujer en un estado de dependencia; sus códigos han sido establecidos contra ella, y de ese modo ha sido convertida concretamente en el Otro. “Esa condición servía a los intereses económicos de los machos, pero convenía también a sus pretensiones ontológicas y morales” (De Beauvoir, 1972, p 187)[3]. Es decir que, no hay presencia del otro sino cuando el otro está presente ante sí mismo; con eso queda dicho, que la verdadera alteridad es la de una conciencia separada e idéntica a sí misma. Pero este drama se puede superar por el libre reconocimiento de cada individuo en el otro, planteando cada cual, a sí mismo y al otro, al mismo tiempo, como objeto y sujeto en movimiento recíproco. “Ser mujer –dice Kierkegaard (Citado por De Beauvoir, 1972)- es algo tan extraño, complicado y confuso que ningún predicado llega a expresarlo, y los múltiples predicados que se quisiese emplear se contradicen de tal modo que sólo una mujer lo podría soportar” (p.191). Por ella, y a través de lo mejor y peor que hay en ella, el hombre hace el aprendizaje de la dicha, del sufrimiento, de la devoción y de la tiranía, es decir, el aprendizaje de sí mismo.

 

Mujer-Madre en travesía de la vida civil

Hay todo un mundo de significados que solo existen por la mujer; ella es la sustancia de las acciones y de los sentimientos de los hombres, la encarnación de todos los valores que solicitan su libertad. Por lo tanto, la identidad de las mujeres podríamos fundamentarla desde todo un conjunto de características sociales, corporales y subjetivas que las definen de manera real y simbólica de acuerdo con la vida vivida. La experiencia particular está determinada por las condiciones de vida que incluyen, además, la perspectiva ideológica a partir de la cual cada mujer tiene conciencia de sí y del mundo, de los límites de su persona y de los límites de su conocimiento, de su sabiduría, y de los confines de su universo. Todos ellos son hechos a partir de los cuales y en los cuales las mujeres existen, devienen.

 

He aquí el compartir con Zemelman (1998), “el hombre piensa y construye discursos como dos alas para sobrevolar sus incertidumbres.” (p. 17). Ser mujer, ser madre, es una abstracción de las condiciones de vida de las mujeres, por eso, hemos tratado de definir la condición de la mujer constituyéndola desde las características genéricas que comparte, teóricamente, todas las mujeres.

 

Pero, sobre todo, el contenido de la condición de la mujer es el conjunto de circunstancias, cualidades y características esenciales que definen a la mujer como ser social y cultural genérico, como ser-para y de-los-otros. El deseo femenino organizador de la identidad es el deseo por los otros.

 

En la realidad concreta las mujeres se manifiestan bajo aspectos diversos, pero cada contexto pretende resumirla en su totalidad y la consecuencia de ello es que existe una pluralidad que proyecta encerrar una sola verdad y no es la realidad, evidentemente, la que dicta a la sociedad o a los individuos; en cada caso y en cada época la sociedad y el individuo deciden de acuerdo con sus necesidades.

 

Por pensar en la necesidad de realidad es que todavía no se reconoce el trabajo doméstico ni las actividades reproductivas como factores de la economía mundial. ¿Por qué la mujer sigue siendo ese oscuro objeto de deseo? ¿Por qué sigue siendo invisible, pese a su presencia irrefutable?, ¿por qué debe seguir rindiendo examen de ingreso a lo humano?, ¿por qué debe seguir demostrando que tiene alma? ¿Hay acaso una malicia intrínseca en la cultura, que le deniega el acceso o es quizás, y (esperamos que así sea), lo que el filósofo Edgar Morin, llama Imbecilidad Cognitiva?

 

Lo cierto es que hoy día, les es muy difícil a las mujeres asumir a la vez su condición de individuo autónomo y su destino femenino, y ése es el origen de las torpezas y malestares que las hacen considerar a veces como un “sexo perdido”[4]. De todos modos, no es posible ni deseable un retorno al pasado. Entonces, será plenamente un ser humano, cuando sea destruida la infinita servidumbre de la mujer, cuando viva por ella y para ella, una vez que el hombre le haya devuelto su libertad.

 

La Mujer-Madre, donde estamos inmersas, tiene sus propias premisas de acción, lo cual constituye la principal acción poiética en la lucha diaria, como participantes del intelecto general, construyendo en lo cotidiano aquellos espacios públicos por fuera del Estado que dan vida dinámica a la multitud, de donde lo múltiple, obra. Sus acciones éticas apuntan directamente al corazón de la vida, y le marcan el ritmo, por lo que, la mujer, desde la multiplicidad, es una forma más de la aplicación del derecho de resistencia, de composición, de metáforas, y creadora de formas de contrapoder.

 

Si de la fábrica social se despliega este Biopoder (Mujer-Madre, constructora de vida), de ella misma explota su resistencia. De acuerdo con Negri y Hardt (2000), el trabajo de Foucault permite reconocer el pasaje histórico de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control (p. 65), donde el comando social gira en torno a dispositivos que producen y regulan costumbres y prácticas productivas. Lo que conlleva una a puesta en marcha, asegurando la obediencia de las reglas y sus mecanismos de inclusión y/o exclusión, y logrando por medio de instituciones disciplinarias, tales como la prisión, la fábrica, el asilo, la escuela, entre otras, gobernar. Gobierna pues, estructurando los parámetros y los límites del pensamiento y la práctica, sancionando lo que esté fuera de la norma.

 

No hablamos de genealogías de vanguardia, sino de la historia concreta de multitudes de singularidades; de monstruosidades antropológicas (Negri, 2003). Este trayecto que hace parte de nuestra historia, nos lleva tal vez dentro de bosques oscuros y nuestra capacidad de orientación se confunde, pero no podemos ahorrarnos esta marcha en forma de interrogación, esta ausencia de origen ordenado y medido. Hay ahí una tensión que desarraiga todos los prejuicios y todas las prefiguraciones; y más allá de las prefiguraciones, toda matriz unitaria, espacial o temporal. Y es aquí, en medio del ser, donde se abre una creatividad convulsa.

 

Es que en los tiempos anteriores a ésta, el patriarcado asumía otras modalidades de dominación. Con el surgimiento del capitalismo, el patriarcado adoptó maneras invisibles de dominio sobre la mujer y la familia. Con el surgimiento de la modernidad, la familia dejó de ser la que contenía a varias generaciones, la que se relacionaba comunitariamente en las zonas de producción de materias primas, la que se dedicaba a la manufactura, a las artesanías, la que comunicaba sus conocimientos y saberes por parte de los ancianos a los más jóvenes.

 

Un nuevo modelo familiar surgía, la familia nuclear, apenas compuesta por dos generaciones, padres e hijos (a predominio de lazo sanguíneo). Estos núcleos familiares dejaban el campo para radicarse en las nacientes ciudades donde proliferaban los talleres y las nuevas industrias que convocaban laboralmente a los hombres. Estos accedían así a los espacios públicos, mientras que las mujeres eran confinadas al espacio de lo privado, a la tutela del esposo, nueva e invisible manifestación patriarcal de dominación.

 

El mundo productivo era el espacio público de los varones hegemónicos, de los sujetos negociantes, que acuerdan o contratan con igual singularidad y reconocen sus intereses. El mundo privado es reservado para la mujer y adquiere un carácter reproductivo, ligado a los afectos, a la crianza de sujetos útiles al sistema imperante. Estas familias respondían a nuevas necesidades productivas del capitalismo (la familia saludable). La familia pasó de ser una institución proveedora de identidad para ser una reproductora de la fuerza del trabajo.

 

¿Pero de qué manera se "convenció" la mujer de que ese lugar privado "respondía" a sus anhelos? ¿Eso era lo que deseaba? Mediante la introducción de representaciones sociales, sutiles e invisibles que estén al servicio de los mecanismos políticos e institucionales, mediante una vigilancia internalizada a la manera de un panóptico simbólico: "el deber ser". Sobre esto, Friedrich Engels (1984), nos ofrece una interpretación sobre los orígenes y el papel del matrimonio monógamo en una sociedad de clases y las repercusiones sobre la condición de las mujeres, estas son raíces de la subordinación. “El Gobierno del hogar perdió su carácter social. La sociedad ya no tuvo nada que ver con ello. El gobierno del hogar se transformo en servicio privado; la mujer se convirtió en la criada principal, sin tomar ya parte en la producción social” (p. 80).  Entonces es claro que en todas partes en donde existía el matrimonio por grupos, la descendencia solo se podía establecer por la línea femenina, es decir, de forma Matrilineal. El tronco familiar, el patrón familiar estaba marcado entonces por todas las mujeres pertenecientes a las familias (gens).

 

Se le quita al trabajo doméstico su valor de trabajo ("es tu función"), se expropia a las mujeres del valor social de criar sujetos (como resultado de un orden social invisibilizado) que responde a un orden social moderno que necesita de sujetos que hagan ciencia, que elaboren leyes, que provean, inventen, fabriquen y de mujeres que los sostengan y críen en lo privado.

 

La función materna fue vaciada de contenido social, económico y político al servicio de un estado de progreso. El mundo privado sostiene al mundo público y ambos se vinculan. Uno de esos vínculos se ha dado por medio de estrategias simbólicas y falta de educación en la mujer, lo que hizo que se constituyera en un mito (Fernández, 1994), que viene a ligar la sexualidad femenina a la reproducción, privando a la mujer de gozar de su propia actividad erótica libremente, de su cuerpo, de conocer sus sensaciones y descubrirse como deseante.

 

Se construye esta pasividad no natural y sí cultural a fin de convertirla en partenaire más que en protagonista y en soporte-garante de una virilidad activa, es decir la del otro que la descubrirá, su esposo. Así se preservan la fidelidad hacia el matrimonio y una maternidad maximizada.

 

Es necesario entonces, partir de un acontecimiento que resulta fundamental para comprender la problemática que es objeto del presente trabajo –Mujer-Madre- y que se selló por un mundo inquietado por el ingreso masivo de mujeres casadas -o sea, en buena medida, madres -en el mercado laboral (y la extraordinaria expansión de la enseñanza superior) y que es considerado la revolución social más importante, a partir de los años sesenta.

 

Sin embargo, lo que cambió en la revolución social no fue sólo el carácter de las actividades femeninas en la sociedad, sino también las expectativas y las ideas acerca de cual sería su papel. En tal caso ¿qué empujó a las mujeres a buscar trabajo remunerado? Las causas son múltiples, y diversas según nos referimos al primer mundo o al tercero, según el nivel de educación y a su clase social. Variables no menos importantes han sido a nuestro entender la preferencia de los empresarios por la mano de obra barata, el número cada vez mayor de mujeres jefe de familia o sea la pobreza.

 

También debemos recordar que nuestro País, al igual que la mayoría de los Estados Latinoamericanos, padeció al comienzo de los años 80' una profunda crisis económico-social. Esta unida a las políticas aplicadas a revertirlas, se tradujeron en caídas en la producción, asociadas a grupos inflacionarios, caída del salario, flexibilización laboral, aumento del desempleo, fragmentación social, crisis en las instituciones, por ende en la institución familiar.

 

Es así, como el deterioro del ingreso familiar producido básicamente por el aumento del desempleo, en particular entre los jefes de familia, induce la entrada al mercado de trabajo a otros miembros del grupo familiar en su mayoría del sexo femenino.

 

Tenemos pues, una realidad compleja a comprender, a una revolución, provocada por la necesidad del reconocimiento del valor productivo del trabajo femenino, y su derecho a ser tratada en igualdad de condiciones con su par el hombre, se le suma una involución, producto de la globalización, y sus partes más negativas, la polarización de las clases sociales, y el avance discriminatorio de la pobreza, devenida rápidamente en indigencia, que lleva a la mujer a disputar puestos en el magro mercado laboral.

 

Esta realidad ha cambiado, y no sabemos hasta cuando seguirán estas mutaciones, el mapa social mundial. La mujer aparece piloteando esta incertidumbre, gerenciando la pobreza de los hogares, y defendiendo su lugar como igual, único e irrepetible, con una cualidad distintiva novedosa, mayoritariamente conformando hogares mono-parentales, constituida a la fuerza o por la fuerza de los acontecimientos en jefa de familia sin opción en la mayoría de los casos, de elegir otra modalidad, pero sin cejar en el intento, no puede permitirse, ni el derecho a la duda. Su familia necesita comer, vestirse, educarse, curarse, no hay tiempo para deprimirse.

 

Devenir como Mujer y como Madre

El análisis inicial se centra en el punto de encuentro de una intersección de miradas, que si bien considera al género como uno de sus ejes también contempla las relaciones sociales en que la Mujer-Madre, se encuentra inmersa en la constitución de procesos genéricos identitarios respetando a la especificidad relativa en cada periodo histórico, ya que los momentos de  cambio permiten reconocer el proceso en todo su dinamismo, como lo que hoy somos, Mujer-Madre, permitiendo visualizar una figura de mujer que se destaca del resto de sus congéneres para compartir ciertos atributos de poder[5] con el mundo masculino.

 

…el que se encarga de organizar la familia, no es tanto el que mande, o el que ordene, o el que tengas que respetar por algo, sino el que está a cargo de la familia y que tiene una familia unida… (Alejandra, 21 años, madre soltera)[6].

 

Estos momentos de cambio que comienza a surgir sobre todo en generaciones de mujeres jóvenes es el vínculo de la jefatura con el respeto que los demás dan a las mujeres. En este tipo de jefatura se empieza a cuestionar el poder autoritario, el mandato y la obediencia. “...Es a partir de reconocer los límites dentro de los cuales se construye la racionalidad, que se abre la posibilidad de una transformación de ésta” (Zemelman, 1998, p. 17). Bajo esta óptica, nos permitimos hacer un alto en el camino y mirarnos desde nuestras vidas, sobre lo que hacemos y construimos en la cotidianidad, en donde al devenir de un nuevo día nos invita a acontecer con los que más amamos, la familia, nuestra familia.

 

Morin (2001) nos dice,  “conocer lo humano no es sustraerlo del Universo sino situarlo en él. Todo conocimiento... debe contextualizar su objeto para ser pertinente” (p. 46).

 

…en estos tiempos [la jefatura femenina de hogar] puede ser lo mismo [que la jefatura masculina] porque hay más oportunidad. Pero si vemos el tiempo hacia atrás podría ser más difícil… posiblemente había menos preparación que ahora educativamente para ellas. Para los hombres la idea que se tenía era que ellos tenían que trabajar y ahora pues la pareja, a estas alturas considero que sí se puede… bueno pues la ventaja es que, ¡voy a ver que no hay ventajas, ahorita analizándolo sí les era difícil, ventajas como mujer no les veo ninguna! ...es difícil su situación, más la cantidad de hijos… (Sra. Eliana, 37 años, madre soltera) [7].

 

Ser Mujer, ser Madre, conduce a encontrarnos con la necesidad de fundar alianzas y pactos personales, familiares, laborales, particulares, sociales, y la invitación para construir políticas de “coalición” se sumerge en la construcción/reconstrucción de sujetos sociales, fundada en una diversidad contextual y cultural que en ocasiones, provoca que las mujeres presenten más diferencias que semejanzas, lo que permite establecer, entonces, que la agenda no puede ser la misma para todas.

 

Por lo tanto, en relación con el incremento de mujeres solas, debemos destacar que en el grupo de mujeres entrevistadas persiste la idea de que madres solteras jefas de hogar casi siempre han existido. Si bien la diferencia radica en la forma en como las mujeres enfrentaban la situación en el pasado y actualmente. Todas coinciden en que en este momento existe una mayor visibilidad.

 

En todo caso, la razón es ver cómo un fenómeno social determinado, en este caso, la Mujer-Madre Jefa de Hogar se entreteje desde una dimensión “micro” cuyo flujo se codifica y se proyecta en el laminado de una representación de lo “macro”, generando espacios de discusión más frecuentes sobre las condiciones materiales de vida que las caracterizan, con un análisis más exhaustivo de dimensiones menos conocidas de su vida familiar, de su quehacer diario, de su vida laboral, permitiendo visualizar con detenimiento, una división del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos (trabajos productivos), la toma de decisiones y la presencia de diferentes tipos de violencia doméstica,  mediante la construcción de índices que rescatan la diversidad de la información recolectada en torno a estos aspectos.

 

Proceso histórico de la Mujer-Madre

La historia de la Mujer-Madre, no puede entenderse sin su proceso histórico general, del que ella ha sido participe como elemento dinamizador. Por esta razón, hay que considerar los factores históricos que condicionaron de algún modo la actividad de la mujer o propiciaron la implantación de sistemas que justificaban su explotación y menosprecio social y que aun son perceptibles, incluso en los países más avanzados, las huellas de la discriminación y de los prejuicios de género que se mantienen agazapados en las formas de vida y de pensamiento dominantes.  Pero que, también se hace evidente el otro lado, ese que, gracias a su constante esfuerzo por hacerse oír,  ha podido abrirse camino en esferas muy diferentes y dejar su huella en la historia para siempre.

 

La Mujer-Madre, ha tenido diferentes consideraciones a través de los tiempos.  Como hemos podido ver, la mayoría de las veces relacionados con el contexto social y con la vida reproductiva, muchas de las cuales no le han favorecido a su individualidad, desarrollo y autoestima, todo esto condicionado por factores sociales de cada época y cada región.

 

Si se tiene en cuenta que los cambios que han ido ocurriendo a través del desarrollo histórico y social, en la mujer, se han hecho más ostensibles en las últimas décadas, y que estos han sido de todo tipo: sociales, económicos, científico, técnicos, los cuales han tenido su impacto en las concepciones tradicionales con respecto a los roles de género, y han modificado, por consiguiente la naturaleza del encuentro entre los sexos, y la vida en sociedad comprende la enorme importancia que tiene la influencia social al hacer una valoración integral de la mujer en esta etapa de la vida.

 

Es significativo precisar la importancia que tiene lo social sobre todo cuando se habla de roles de género,  a través de este, se prescribe cómo debe ser el comportamiento de un hombre y una mujer en la sociedad, en la familia, con respecto a todo, a su propio sexo, al sexo contrario, ante los hijos, incluyendo en ello determinadas particularidades personales atribuidas y aceptadas para cada uno de los sexos, así como los límites en cuanto al modo de desarrollar, comprender y ejercer toda su vida, incluyendo por supuesto la sexualidad, las relaciones sociales, entre otros aspectos importantes que van  desde el vestir, caminar, hablar, gesticular hasta aspectos más asociados a la subjetividad como son la autonomía, autoestima, capacidades comunicativas y ejercicio del poder, entre otras, pasando por las prescripciones del rol, emanando de aquí lo que resulta valioso, adecuado, pertinente, esperado para reafirmar la feminidad o la masculinidad.

 

Los determinantes socioculturales de los diferentes roles de género han actuado históricamente como normas organizadoras de la vida cotidiana y han llegado finalmente a concebirse como lo natural, lo dado, lo que es así, como algo que deja muy poco espacio a la inclusión o innovación individual.  Esta expectativa y tipificación social se integra a la configuración de la autoimagen, delineando una imagen de sí o identidad genérica, en la medida en que el sujeto trata de adecuar su comportamiento a lo exigido culturalmente para su sexo o al sexo que se le apruebe y estimule desde lo social.

 

La transmisión de los roles es un elemento esencial en la identidad genérica, lo que propicia progresivamente la aceptación y sentimiento de pertenencia hacia determinado sexo. Los pilares tradicionales de la masculinidad se encuentran muy asociados a la fortaleza tanto física como espiritual. La primera, además del buen desempeño y la excelencia, incluye la rudeza corporal y gestual, la violencia, la agresividad. La segunda supone eficacia, competencia, así como ejercicio del poder, la prepotencia, valentía e invulnerabilidad. La independencia, seguridad y decisión son también expresión de fortaleza espiritual, unido a la racionalidad y autocontrol. Tampoco debe doblegarse ante el dolor ni pedir ayuda, aunque ello conduzca a la soledad. Por eso se le prescribe, por lo general, alejarse de la ternura, de los afectos complejos, de los compromisos afectivos muy profundos, de la expresión de los sentimientos.

 

Los pilares tradicionales de la feminidad se asocian a la contradicción maternidad-sexualidad. La maternidad está vinculada a la protección, tranquilidad, sacrificio, dolor, a la pérdida de la identidad personal para integrarse a la identidad de otros. La comprensión de esto resulta importante porque es aquí donde la mujer al llegar al climaterio queda supeditada al conjunto de los intereses familiares y esto le proporciona poco espacio para su individualidad y desarrollo. Como se ha dicho con certeza tiene que atender a toda la familia: hijos, nietos, personas mayores y, esto la afecta en todos los sentidos.

 

La maternidad se convierte en la exigencia social que da sentido a la vida de la mujer, el eje de la subjetividad femenina, de su identidad genérica y personal. Esto ha llegado a extenderse más allá del rol maternal específico y se extrapola a vínculos de otra naturaleza, en los que la mujer reproduce una relación maternal. A partir de esto, se le atribuyen valores como la sensibilidad, expresividad, prudencia, nobleza, receptividad y en su caso se acentúa más la orientación hacia los demás como si su identidad se encontrara más conectada a la relación con los otros, muy dependiente de lo cultural exigido y de la protección masculina. Su comportamiento y su poder se expresan en el plano afectivo y en la vida doméstica, dejando en claro entonces, que ésta imagen de la mujer-madre, mujer-cuidadora, niega la imagen de la mujer-sexo en tanto.

 

En tal sentido, y atendiendo al contexto sociocultural instituido, el “Hombre-Padre” asume una conducta definida e identificada con la autoridad social, representada en el ordenamiento institucional como equivalente a los intereses de la sociedad en su conjunto. En consecuencia, del padre se espera que ejerza su función de proveedor de su hogar, que sea el socializador de su familia, el facilitador de la incorporación de los hijos al mercado de trabajo, a la vida sexual (en el caso de los hijos varones) y a la vida social en general. Igualmente, se espera que éste represente autoridad, disciplina y poder.

 

Por lo tanto, el sistema familiar se estructura piramidalmente con el padre en el vértice y la mujer y los hijos en la base, en este modelo familiar tradicional se espera obediencia automática e incondicional de las mujeres hacia el marido y de los hijos hacia los padres, quedando tradicionalmente justificado incluso el uso de la fuerza física para asegurar dicha obediencia.

 

Es decir, aún persiste una imagen de “lo masculino” que ha sido transmitida de generación en generación, y que raramente se somete a una reflexión crítica. En consecuencia, desde la infancia se aprende que un hombre tiene que mostrarse fuerte, seguro, ganador, no llorar, no demostrar temores, debilidades e inseguridad, es decir, evitar todo lo que es culturalmente definido como “femenino”. Por el contrario el hombre tendrá que ser simbólicamente irresponsable, escurridizo, incumplido, inmaduro, pícaro, atropellante: es el símbolo que produce el sistema social.

 

Según lo expuesto, evidencia que la crisis y la aplicación de las medidas de ajuste no tiene un efecto homogéneo en la población. Es decir, que la crisis económica y social está produciendo un fenómeno de cambio en los roles familiares, por cuanto la “Mujer-Madre” y en especial las mujeres pobres, asumen muchas veces la jefatura del hogar, desplazando con esto el rol tradicional del “Hombre-Padre”, de quien culturalmente se espera procure los ingresos necesarios para el sustento familiar.

 

Sin embargo, para bien o para mal, estas construcciones simbólicas del padre y la madre están cambiando. En estos momentos, tanto la mujer como el hombre viven otras realidades y están involucrados en diversas rutinas cotidianas que obligan a ejercitarse en otras prácticas sociales. Siendo una de ellas la incorporación cada vez mayor, de las mujeres al mercado de trabajo. Más, sin embargo, el abismo entre la participación masculina y femenina en este campo es bastante grande.

 

En general, se puede decir, entonces, que los tiempos han cambiado, se están viviendo transformaciones aceleradas y con ellas se transforma la familia y sus actores. En tal sentido, se debe aceptar la diversidad cultural de las familias, el cambio en los valores culturales y las transformaciones en los roles básicos dentro del seno familiar y de la sociedad en general, sobre todo en las construcciones sociales, tanto del hombre como de la mujer.

 

Labor deconstructiva/reconstructiva que vienen realizando las mujeres

Partiendo de la premisa, que, el proceso de dominación de la mujer es histórico, por lo que está sujeto a avances y retrocesos.[8] En Colombia se ha trabajado bastante en este campo, p. ej. esta la LEY 82 de 1993, por la cual se expiden normas para apoyar de manera especial a la mujer cabeza de familia; o Ley 581 de 2000 por la cual se reglamenta la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de las diferentes ramas y órganos del poder público

 

Este reconocimiento que se le hace, valida a la familia y sobre todo los cambios urgentes que viene mostrando esta institución en las últimas décadas, y que integra un tema tan vasto como complejo. Es decir la resignificación de los hogares con jefatura femenina, y que se encuentran en constante crecimiento y vulnerabilidad, tanto en nuestro país como en el resto de Latinoamérica.

 

Los cambios en la estructura social con la entrada de la Mujer-Madre al mercado de trabajo y el aumento de la jefatura femenina de hogar transforman las representaciones que hombres y mujeres tienen de las funciones y actividades cotidianas, de los espacios y de las identidades. Los hombres, al dejar de ser los únicos que proveen económicamente dentro del núcleo familiar, propician que las mujeres contribuyan al grupo, asuman la jefatura, redefinan su posición y condición social, acepten o rechacen la maternidad, el matrimonio y busquen una mayor autonomía individual.

 

En la Modernidad que Zygmunt Bauman (2002) gusta llamar "sólida" o pesada, los compromisos con el ámbito de trabajo y con la familia monogámica indisoluble resultaron opresivos para muchas personas. En la modernidad "líquida", o posmodernidad, la existencia es precaria e imprevisible. Este es el malestar contemporáneo, que es padecido aun por los sectores sociales privilegiados.

 

Resulta difícil planificar una carrera laboral, ya que la oferta de trabajo está sometida a inesperados remezones que derivan de los avatares del capital trasnacional concentrado. Las alternativas suelen pasar por integrarse a una elite capacitada, flexible y nómada o quedar en un estatuto de exclusión con respecto al culto actual del consumo. Sin embargo, la inclusión, que se logra al precio del sobreempleo, es siempre precaria, y la amenaza de quedar afuera confiere a la existencia cotidiana un matiz latente de ansiedad y fatalismo.

 

Mujeres y varones se parecen más entre sí que en otros tiempos, porque la división sexual del trabajo es menos estricta y más flexible, excepto en la cima de las pirámides ocupacionales. Sin embargo, las prescripciones y representaciones modernas acerca del género no han perdido toda su eficacia para plasmar subjetividades, y la maternidad como práctica social marca un divisorio de aguas que no es posible ignorar.

 

Considerar que las sociedades avanzadas han elaborado nuevos dispositivos de regulación que se caracterizan por minimizar la coacción y enfatizar las posibilidades de elecciones privadas, evidenciarían que, el individuo libre sería entonces el valor cardinal. Pero el sueño, o tal vez sea más exacto decir, la ilusión de la individualidad autónoma, es una imaginería masculina, a la que algunas mujeres educadas se han asimilado. En el caso de las mujeres jóvenes, el deseo de tener hijos, que hasta hace poco era en realidad, un imperativo, conmueve este imaginario ante la constatación del inexorable paso del tiempo. La gestación y la crianza echan por tierra cualquier ilusión de autonomía.

 

Pero sucede que las relaciones de pareja son difíciles de establecer y de sostener con continuidad en los sectores posmodernos. El ser humano es un metaviviente que, a partir de sus aptitudes organizadoras y cognitivas, crea nuevas formas de vida, psíquicas, mentales y sociales: la vida del espíritu no es una metáfora, ni la vida de los mitos y de las ideas no lo es menos, como veremos, que la vida de las sociedades (Morin, 2003). Muchas jóvenes que se han construido a sí mismas en el contexto de la ilusión de paridad absoluta comprueban con sorpresa que, a pesar de su belleza trabajada en los gimnasios y no obstante su capacidad intelectual cultivada en las universidades, no es fácil para ellas encontrar un compañero con quien formar una familia.

 

Nos parece entonces pertinente decir, que existió un estadio primitivo en el cual imperaba en el seno de la tribu el comercio sexual promiscuo, de modo que cada mujer pertenecía igualmente a todos los hombres y cada hombre a todas las mujeres. En el siglo pasado se habló de tal estado primitivo, pero sólo de una manera general; Bachofen (1987)[9] fue el primero que lo tomó en serio y buscó sus huellas en las tradiciones históricas y religiosas.

 

Sabemos hoy que las huellas descubiertas por él no conducen a ningún estado social de promiscuidad de los sexos, sino a una forma muy posterior, al matrimonio por grupos. Aquel estadio social primitivo, aun admitiendo que haya existido realmente, pertenece a una época tan remota, que de ningún modo podemos prometernos encontrar pruebas directas de su existencia, ni aun en los fósiles sociales, entre los salvajes más atrasados.

 

Reconocimiento del espacio de desarrollo del sujeto: Mujer-Madre

Seguimos anhelando la constitución de comunidades políticas en las que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos de una manera soberana y con responsabilidad social de sus actos. Hemos sido incapaces de construir espacios incluyentes para la discusión y toma  de decisiones de las problemáticas que nos afectan en todos los ámbitos de nuestra vida. ¿Cómo construir entonces una comunidad política si no hemos sido capaces, no nos hemos interesado o no se nos ha preparado para participar en los espacios comunitarios en los que se toman decisiones que afectan nuestra vida: órganos de representación en las universidades, juntas de acción comunitario en los pueblos, asambleas de propietarios en las unidades residenciales donde habitamos,  entre otros?

 

Se deben buscar formas diferentes, por lo tanto, es importante organizar el conocimiento,  para otorgarle un significado con sentido y visión diferente a la realidad preguntada, puesta en duda, observada, cuestionada; permitiendo ver en la realidad lo que otros no han visto, generando cambios en las comunidades con las cuales ha entregado en relación como sujetos históricos implicados en un tejido social.

 

Los cambios a los que se hace referencia son los que se empiezan a forjar en el mundo, no como  resultado de modas temporales o pasajeras ni obedecen a dictados de una autoridad superior. Son resultado del nuevo estado mental.

 

Implica una visión planetaria (que ilumine la manera de pensar de los hombres) y conciencia planetaria, en algunos aspectos muy diferentes de la conciencia limitada, materialista y centrada en el ego que domina al mundo.

 

Es una cuestión de valores y compromiso frente a la humano, es decir, “la armonía social no surge de la búsqueda de lo perfecto a que invitan todas las enajenaciones ideológicas, sino de estar dispuesto a reconocer que toda negación, accidental, o intencional, del ser humano, como lo central  del fenómeno humano, es un error ético que puede ser corregido sólo si se quiere corregir” (Maturana, 1987). Es importante aprender a pensar, para tener criterios analíticos que ayuden a procesar, comprender los diversos sistemas comunicantes de la cultura. Pero, no solo es replantear los procesos de adquisición del conocimiento, sino, apuntar “a una cultura de la reciprocidad y el recepto” (Zuleta, 2000), por oposición a una cultura autoritaria y de la imposición; oponer, asimismo, a una cultura de la violencia, una cultura de los derechos humanos; pensarnos y educarnos filosóficamente para entender cuál es el abismo de una pregunta a otra, o sea, reflexión y crítica permanente. El preguntar quiere decir abrir, abrir la posibilidad al conocimiento (Gadamer,1994).

 

De acuerdo con Gadamer (1994), el preguntar es también el arte de pensar. Podemos decir, que preguntar y pensar son dos procesos intelectuales inseparables; primero porque quien pregunta formaliza la búsqueda reflexiva del conocimiento; y segundo, porque si el hombre piensa y tienen conciencia de ello, puede así mismo plantearse preguntas y posibles respuestas; a partir de este necesario enlace se producen nuevos conocimientos.

 

Si bien hoy, “la especie humana es la única que como tal ha perdido su instinto de sobrevivencia, y que por el contrario, cada vez más predomina el instinto de sobrevivencia individual sobre el de la especie, y que quizás en esto resida la naturaleza última de las dinámicas sociales” (Zemelman, 1992, p. 180), históricamente ha sido posible dar un viraje hacia nuevas posibilidades, entonces, ¿por qué no pensar hoy en un nuevo renacimiento, en una metamorfosis que nos lleve a ser verdaderos dolientes de la especie, potentes del desarrollo y revolucionantes de la humanidad?. 

 

Después de todo, somos seres privilegiados que tuvimos la oportunidad de ser testigos vivientes de un cambio de siglo, somos tiempo, somos vivencia, experiencia y acontecimiento, ¿por qué no pensar hoy en la posibilidad de lograr el desarrollo humano desde la intersección o conjugación entre lo natural y cultural? Es indiscutible las muchas autopistas que podríamos transitar en el panorama que enfrentamos como Mujer-Madre, implicando miradas integrales de problemáticas sociales, y con cada una de ellas nos encontraríamos con transformaciones que implica la emergencia y distintas formas de comunicación, que abre el espacio para nuevas representaciones de subjetividad y que permiten una experiencia más rica e integral, pues “el funcionamiento afectivo e intelectual es la unidad funcional de la conciencia” (Vygotsky, 1995), las cual es necesario ser para conocer y conocer para vivir, encontrándonos en el alba del tercer milenio, es decir, en el umbral del segundo millonésimo aniversario de la humanidad.

 

Queremos enfatizar en la potencia que toma en nosotros el deseo configurado desde la visión de Lyotard (1964), donde lo plantea como "fuerza que mantiene juntas, sin confundirlas, la ausencia y la presencia", entendiendo la ausencia como anquilosamiento y caverna, y la presencia como el acceder a un territorio de indagación; un porque desear que nos dinamiza y moviliza hacia la búsqueda, hacia el indagar para proponernos, crearnos y recrearnos.

 

Estamos entre dos mundos, uno que todavía no ha muerto, otro que está aún por nacer. En esta gestación turbulenta, en este caos en donde la destrucción es creación y la creación destrucción, en el que todas las fuerzas son ambivalentes, incluida la conciencia, hemos de discernir el peligroso partido que ha de tomar la antropo– política en lo sucesivo; nada garantiza que el progreso siga, pero cabe una nueva toma de conciencia. En un tiempo de desprestigio de las utopías, la supervivencia está unida a un renacimiento, el progreso a una superación y el desarrollo a una metamorfosis (Morin; y Kern, 1993), es decir, una reforma de nuestro pensamiento, una nueva definición de las finalidades terrestres.

 

¿Es posible rescatar una mirada humanizante, una visión armónica e integrada del ser humano en sus múltiples dimensiones y potencialidades? ¿Es posible desde el pensamiento orgánico recuperar la armonía del hombre con la naturaleza? “Hemos tardado siglos en descubrir que la civilización era la barbarie” (Ospina, 2001), que, “el hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace” (Sartre, 1998, p. 12)

 

Este acto filosófico de pensar nos llevaría a revelaciones históricas, es decir, transitar desde el interior-máquina/caverna, hacia el exterior-sujeto/territorio, donde implicar ser un individuo soberano es pasar sobre nuestro propio espíritu, tener la posibilidad de conocer para descubrir y vivir nuestra propia historia, romper parámetros, cambiar paradigmas, considerar la incertidumbre como inherente a nuestra relación con el mundo, para trascender realmente en el conocimiento y poder crear un “universo discursivo diferencial”, descifrado desde “mi propia interioridad”.

 

REFERENCIAS

   BACHOFEN, Johann Jakob. El matriarcado. Una investigación sobre la ginecocracia en el mundo antiguo según su naturaleza religiosa y jurídica. Editorial: Madrid: Akal, D.L. EDICION: 2ª. 1987. ISBN: 9788476001707

   BAUMAN, Zygmunt. Modernidad líquida. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 2002.

   DE BEAUVOIR, Simone. Cáp. I Los Hechos y los mitos. “En” El segundo sexo. Traducción de Palant, Pablo. Ediciones siglo XX. Argentina. Pp. 187,191. 1972.

   ENGELS, Friedrich. El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado. Colección Clásicos del Marxismo. Primera edición: septiembre 2006; Fundación Federico Engels Disponible: http://www.engels.org/pdf/engels_origen_familia.pdf. “Publicado el 2006” y “Consultado el 6 de Marzo de 2009” p. 80.  ISBN: 8496276171

   FERNÁNDEZ, Ana María. La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombre y mujeres. Editorial Páidos, Argentina. 1994. ISBN 950-12-702490.

   GADAMER, Hans George. Análisis de la conciencia efectual, en Verdad y Método. Editorial Sígueme, Salamanca, p.110. Año 1.994.

   LANDER, Edgardo. ¿Conocimiento para qué? ¿conocimiento para quién? reflexiones sobre la geopolítica de los saberes hegemónicos; p. 69. [en línea] Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Vol. 6 2 (mayo-agosto), pp. 53-72, 2000. [citado el viernes 20 de febrero de 2009]. Disponible: <http://www.revele.com.ve//pdf/reveecciso/vol6-n2/pag53pdf> ISSN-1315-6411.

   Ley 1232 de 2008 por la cual se modifica la Ley 82 de 1993. Ley Mujer Cabeza de Familia y otras disposiciones. - El Congreso de Colombia- Disponible:http://www.elabedul.net/Documentos/Leyes/1993/Ley_82.pdf- “Publicado el 2008” y “Consultado el 3 de Abril de 2009”.

   Ley 581 de 2000; Diario Oficial 44.026. Ley por la cual se reglamenta la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de las diferentes ramas y órganos del poder público, de conformidad con los artículos 13, 40 y 43 de la ConstituciónNacional.Disponible:

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   LYOTARD, Jean François. ¿Por qué filosofar? Cuatro conferencias. 1964. Disponible:http://es.geocities.com/nayit8k/biblioteca/lyotard.pdf. “Publicado en 2007” y “Consultado el 29 de Noviembre de 2008” p. 4.

   MATURANA, Humberto. Biología del fenómeno social. Disponible: http://www.ccas.org.ar/secciones/ biblioteca/articulos/Biologia%20del%20fenomeno%20social.pdf. “Publicado en 2007” y “Consultado el 29 de Noviembre de 2008”

   MORIN, Edgar. capitulo 3. La condición humana. ”En” La mente bien ordenada. Editorial Seix Barral, S. A. Barcelona; p. 46. 2001.

   MORIN, Edgar. III El gran despegue: la Hominización. “En” El Método V. La humanidad de la humanidad. La identidad humana. Ediciones cátedra, Madrid, p. 32. 2003.

   MORIN, Edgar; y KERN, Anne Brigitte. Capitulo VI La Antropolitica. “En” Tierra Patria. Editorial Kairos, S. A. París. 1993.

   NEGRI, Antonio. El arte y la cultura en la época del imperio y en el tiempo de las multitudes. Movimientos en el Imperio; Pasajes y Paisajes. Texto presentado en la Universidad de Tous les Savoirs, Beaubourg (París), Edición Páidos. 2003.

   NEGRI, Antonio; HARDT, Michael. Imperio. Edición Páidos. Barcelona; Difusión gratuita Disponible: http://www.scribd.com/doc/686419/IMPERIO-Michael-Hardt-Antonio-Negri. “Publicado el 2000” y “Consultado el 9 de Abril de 2009”, p. 65.

   OSPINA, William. Ensayo: Lo que nos deja el siglo XX. Revista Numero, Edición No. 5, Bogotá. 2001.

   SARTRE, Jean Paúl. El Existencialismo es un Humanismo. México, Ediciones Peña Hermanos, p. 12. 1998.

   VIGOTSKY, Lev Semyónovich. 1995. Capítulo I- Aproximación al problema. “En” Pensamiento y lenguaje. Ediciones Páidos Ibérica, S.A. Barcelona. ISBN: 9788449301650.Disponible: Copyfreedom http://www.vigotsky.org/pensamientoylenguaje_capitulo1.asp “Publicado el 2008” y “Consultado el 30 de Octubre de 2008.

   ZELMELMAN, Hugo. Sujeto: Existencia y Potencia. Editorial Anthropos; Barcelona; p.17. 1998.

   ZEMELMAN, Hugo. Los Horizontes de la razón. Editorial Anthropos; Barcelona, p. 180. 1992.

   ZULETA, Estanislao. El respeto en la comunicación. Difusión gratuita. Disponible:  http://www.geocities.com/HUMAPA13/CienciaYTecnologia/ ZuletaRespetoComunicacion.htm  “Publicado el 2000” y “Consultado el 9 de Abril de 2009”.



[1] Administradora de Empresas, Universidad Libre-Cali; Esp. Gestión del Talento Humano, Universidad Libre-Cali; Esp. en Gerencia Social, Pontificia Universidad Javeriana-Cali; Magíster en Educación: Desarrollo Humano, Universidad San Buenaventura-Cali. irmabe9702@hotmail.com

 

[2] Psicóloga, Universidad de Manizales; Esp. en Criminalística y Ciencias Forenses, Universidad Libre-Cali; Esp. en Psicología Jurídica, Universidad Santo Tomas-Bogotá; Magíster en Educación: Desarrollo Humano, Universidad San Buenaventura-Cali. pamingo76@yahoo.com.

[3] Novelista francesa existencialista y feminista (Francia, 1908-1986), que con sus escritos se incorpora a la historia de la cultura humana como verdaderos hitos, pues proclama verdades tan vivas que es preciso volver constantemente sobre sus escritos para entender el complejo problema del ser humano en su relación consigo mismo y con la sociedad.

[4] Es más cómodo, sin duda, sufrir una ciega esclavitud que trabajar para liberarse.

 

[5] El control sobre la familia, ahora ¿sobre quién recae?; puede que el poder se comparta, de hecho así se observa en algunos aspectos familiares, pero en el caso de la autoridad masculina, pareciera que ésta se va desdibujando, se diría que, al acceder la mujer al poder económico, se desequilibra el poder masculino, al no responder el hombre a las expectativas del grupo doméstico como proveedor exclusivo, su autoridad se verá seriamente cuestionada o disminuirá.

 

[6] Extracto de una entrevista diseñada para facilitar la expresión de opiniones y hechos personales con precisión por parte de ellas. Se puso especial énfasis en las nuevas socializaciones a través de la experiencia vivida por las mujeres ante la jefatura de hogar y la manera en que ellas perciben dicha experiencia.

 

[7] Loc. cit.

[8] En realidad esta labor deconstructiva/reconstructiva la vienen realizando las mujeres desde la antigüedad. Siempre hubo voces aisladas de mujeres que manifestaron su malestar ante las prescripciones de género impuestos por su época, como personas independientes que no asumieron el ideal de feminidad dictado por el “otro”, pero estas voces se hicieron oír sobre todo desde la Ilustración.

 

[9] Es recordado principalmente por su teoría del matriarcado. Ésta presentó una visión radicalmente nueva del papel de la mujer en una amplia gama de sociedades antiguas.