estudios
CREACIÓN Y RECREACIÓN DE EL
ALCALDE DE ZALAMEA
Juan B. Martínez Bennecker
(IES
“El Almijar”. Cómpeta. Málaga)
RESUMEN: En este artículo
se realiza un estudio comparativo de El
alcalde de Zalamea de Lope y de Calderón, a fin de observar las
coincidencias y discrepancias que presentan ambas comedias. El análisis está
centrado, sobre todo, en la estructura, en los personajes y en el desarrollo de
la acción. Calderón reelabora el modelo creado por Lope, acomodándolo a la
estética barroca bajo el sello de su personalidad.
PALABRAS CLAVE:
Lope, Calderón, reelaboración, alcalde.
ABSTRACT: In
this article it is done a comparative research focusing on the works El alcalde de
Zalamea, written by Lope and Calderón, in order
to identify similarities and differences between these two comedies. The
analysis is specially based on its structure, characters and plot. Calderón reworks Lope’s model of theatre adapting it to the
baroque style from his personal perspective.
KEYWORDS: Lope, Calderón,
reworking, mayor.
Durante el Barroco, no era extraño que
nuestros dramaturgos acometieran la reelaboración de comedias que no hacía
mucho tiempo habían escrito otros poetas contemporáneos. También era habitual
entre ellos dramatizar el mismo asunto de piezas anteriores tomadas como
modelo, bebiendo incluso en las mismas fuentes. El espíritu que los movía era
el de adaptar a los nuevos cánones estéticos títulos que consideraban
relevantes, así como reescribir desde la perspectiva barroca temas y motivos
tratados anteriormente. Este es el caso de El
alcalde de Zalamea, trazado inicialmente por Lope y reelaborado
posteriormente por Calderón.
Tanto en Lope como en Calderón, El alcalde de Zalamea, además de drama de honor, responde a la
categoría de drama histórico –“historia verdadera” lo llama Calderón al final
de su versión-. Como es sabido, Lope escenificó en primer lugar el asunto
histórico o semi-histórico[1] de
grandes posibilidades dramáticas, que luego retomó Calderón, apropiándose del
tema, de la estructura argumental, de los principales personajes y hasta de
algunos versos. “Lo que Calderón debe a Lope en El alcalde de Zalamea –dice Menéndez Pelayo- no es cualquier cosa
accidental o secundaria, sino la idea poética fundamental, el conflicto
dramático, el plan, los principales personajes, las situaciones culminantes, y,
además, algunos versos enteros y una porción de frases literalmente copiadas”
(Menéndez Pelayo,1949, p. 181). Lo que resulta evidente es que, entre la
inmensa producción dramática de Lope, El
alcalde de Zalamea es una de las piezas más desdibujadas, impropia del
Fénix, como se creyó antes de asignarle su paternidad. Calderón, por su parte,
supo ajustarla a su estética y elevarla a la categoría de perfección dramática.
La crítica en general se ha ocupado poco de este asunto,
especialmente por la superioridad de la versión de Calderón que eclipsó la malograda
creación de Lope, que fue descubierta tardíamente, en el siglo XIX. La crítica
de la época resaltaba la superioridad de Calderón, a pesar de la valoración
bastante positiva que del texto lopiano hace el conde
Schack, quien hacia 1854 sostenía que Calderón, en su
Alcalde, aprovechó la traza del
argumento ideado por Lope, los caracteres de los personajes y algunas escenas
importantes. En el siglo XX hay un conjunto de estudios[2], que
de una u otra manera, tienden a concluir que la versión de Calderón es con
mucho superior a la invención de Lope
En el presente trabajo pretendo mostrar, a la luz de la
descripción de las dos comedias, el trabajo realizado por Calderón, desmontando
el modelo de Lope en lo que se refiere a la estructura dramática, al desarrollo
de la acción y a los personajes.
1.-
LAS DOS COMEDIAS
a)
El alcalde de Zalamea
de Lope de Vega[3]
“Fue don Vicente García de
La jornada primera comienza con el principio de lo que va a ser el
desencadenante de la acción. Pedro Crespo descubre la desvergüenza de sus hijas
por medio de Ginesillo, quien le comunica que por la
noche hablan a través de la reja con dos capitanes del tercio que va camino de
Portugal. Más tarde Pedro Crespo es nombrado alcalde de la villa, cargo que
acepta a pesar de reiterar su falta de preparación para el cargo, resaltando
así la importancia de la máxima autoridad municipal:
ALCALDE.- ¡Por Dios, que ha errado el
intento!
Que
alcalde es bien que lo sea
un hombre
de entendimiento.
(vv. 82-84)
De esta manera Lope de Vega apunta los
dos temas que desarrollará a lo largo del drama: el honor de un padre y de sus
hijas, engañadas y violadas, y el ejercicio de la justicia como alcalde de
Zalamea, eje central de la comedia; Crespo la administra con sagacidad pueblerina y
espíritu justiciero. Su primera actuación es una sentencia contra el escribano
por libidinoso, que está “enquillotrado” y tiene “la dama en casa”; la
sentencia es categórica y concluyente:
ALCALDE.-
[…] Compadre, un consejo os doy
con que
la sentencia gana:
o echalda de casa hoy,
o yo os
destierro mañana.
(vv.
156-159)
Más
tarde resuelve un pleito de un labrador con un tendero. Ligado con el tema
nuclear de la administración de la justicia está la pasión amorosa de las hijas
de Crespo y, sobre todo, de los capitanes don Juan y don Diego, que
desencadenará al final de la comedia el acto de justicia capital del padre
alcalde: el ahorcamiento de los capitanes por su conducta criminal.
El primer encuentro de los capitanes y
las hijas de Crespo en escena es fortuito y fugaz, y tiene lugar cuando estos
se presentan al alcalde, el cual les amonesta por las quejas que ha recibido de
su comportamiento infame con dos doncellas del pueblo; pero más adelante el
encuentro es deliberado y a plena luz del día, sin miedo al padre alcalde, pues
la pasión impulsa la osadía y hace perder el miedo. Dicho encuentro de amor y
de compromiso se suspende bruscamente al aparecer el alcalde, pero los amantes
quedan citados para la noche, a pesar de que las doncellas perciben de su padre
ciertas sospechas, que suponen un aviso y les hacen dudar si los capitanes se
relacionan con otras dos muchachas:
ALCALDE.- Mas si
ellas se aconsejaran
con la
vergüenza o conmigo,
vieran cómo
las engañan
con
palabras de maridos
los que, en
viéndolas sin honra,
han de publicallo a gritos.
INÉS.- ¡Válgame Dios! ¿Qué es aquesto?
¡Del cielo
son los avisos!
(vv.
649-656)
La pasión amorosa, a la que se unen
ahora los celos, es tan fuerte que hacen caso omiso a los consejos y avisos del
padre y acuden a la cita con sus capitanes. La fuga de las muchachas no llega a
producirse porque su padre y Bartolo salen al encuentro y en medio de la
confusión que provoca la oscuridad de la noche son liberadas por Crespo,
creyendo los capitanes que se marchan con sus rivales amorosos. Esta situación
provoca en ellos celos y ansia de venganza. Huyen del lugar, pero un sargento
es apresado.
En la jornada segunda los móviles de la acción se centran primero en la
justicia y después en la venganza justiciera. En el ejercicio de la justicia se
establece un conflicto de competencias entre la instancia del villano Pedro
Crespo y la militar en la persona del Maese de Campo don Lope de Figueroa,
hombre brusco y de mal carácter debido a la gota que padece. Su entrada en
escena se anuncia desde el principio: Juan Serrano, temiendo la respuesta de
don Lope, tiene miedo de ejecutar la sentencia municipal de azotar al sargento.
Don Lope, acompañado de los capitanes
don Diego y don Juan, hace su aparición y enseguida se indigna con el alcalde
al enterarse de que tiene preso a un sargento:
DON
LOPE.- Pues si sois vos, ¿qué es del sargento
del
capitán don Diego?
ALCALDE.- Ahí
está preso.
DON LOPE.- ¿Cómo le tenéis
preso?
ALCALDE.- En el cepo con dos pares de grillos.
[…]
DON LOPE.- No
puedo
responderos
de cólera: ¿burlaisos
con algún
villanchón de vuestro pueblo?
(vv.
814-817 y 822-824)
Al sargento lo llevan montado en un burro hacia el lugar
del castigo acompañado de una gran multitud, por lo que los capitanes quieren
intervenir con sus hombres. Pedro Crespo lo impide diciendo que pondrá en el
asno “al que quitare al sargento”. A continuación explica a don Lope lo
ocurrido y la causa del arresto. Don Lope, después de aprobar la sentencia
(“Está bien hecho”), dicta un bando por el que prohíbe la presencia de soldados
en la villa, “so pena de vida” y reprocha a los capitanes que no hayan
castigado a los soldados que andaban alborotando por el pueblo. Pero los
capitanes sólo piensan en la venganza, pues creen que Inés y Leonor los
engañaron con otros.
Don Lope
dicta una sentencia por la que condena a galeras al sargento, pero el alcalde
no quiere ejecutarla, porque no desea vengarse de él; su objetivo son los
capitanes. El escribano resalta su actitud ejemplar:
El
cielo
le
enseña: pudiera ser
de muchos
jueces ejemplo.
(vv.
1042-1044)
A
partir de ahora comienza el ejercicio de la venganza justiciera: Ginesillo llega con la noticia de que las hijas de Pedro
Crespo han huido con sus amantes, pero Bartolo los ha seguido. El alcalde,
preocupado por sus hijas y por su honor, emprende su búsqueda:
ALCALDE.- Sin honra
estoy: quiero ver,
siguiendo
loco a mis hijas,
si de la
que me van dejando
hallo yo
algunas reliquias.
(vv.
1099-1102)
Después de violarlas, don Diego y don Juan las
abandonan, vengándose de esta manera de la detención del sargento. Los soldados
apresan a Pedro Crespo y lo atan a un roble, permaneciendo así hasta que su criado
Bartolo lo desata, pues sus hijas, que lo habían visto, no se atrevieron a
hacerlo por miedo a la venganza.
En la jornada tercera Pedro Crespo dicta tres
sentencias, que ejemplifican su imparcial actuación como juez. El primer asunto
es precisamente contra él mismo: tiene una demanda con motivo de una deuda
contraída con un albañil, por lo que ordena sacar prendas de su casa para
pagarla, pues carece de dinero:
ALCALDE.- No
entendí tal de Pedro Crespo; ¿ahora
a la vejez, no
paga lo que debe?
¡Muy bien se
salvará! sacadme prendas,
y dentro de
tres horas se rematen
a voz de
pregonero.
(vv. 1582-1586)
El
segundo asunto es la demanda de un labrador contra unos soldados que se alojan
en su cortijo y realizan actos delictivos contra la propiedad y contra las
personas. El tercer asunto, y por supuesto el de más calado, corresponde a la
solicitud de justicia de sus hijas Inés y Leonor, que, además, piden clemencia;
no se quejan de que fueran forzadas por los capitanes, sino de que fueron
engañadas por las cédulas de promesa de matrimonio:
LEONOR.- Decirlo
pueden,
señor
alcalde, estas cédulas…
ALCALDE.- Y en ellas, ¿qué
prometieron?
LEONOR.- Prometen los dos por ellas
de
casarse con nosotras.
(vv. 1746-1750)
El padre
alcalde les hace ver su error por no haberle informado de esas cédulas y
promete ir a pedir justicia al Rey, al tiempo que las perdona. Consigue más
tarde apresarlos y les exige que se casen con sus hijas como habían prometido
mediante cédula de matrimonio. Los mete en prisión y los casa con ellas;
mientras tiene todo preparado para que los ahorquen, como en su momento había
apuntado el gracioso. Llega el Rey, pregunta por ellos y quiere verlos. Pedro
Crespo se los muestra ya ahorcados, el
Rey se espanta al verlos (“¡Válgame Dios! ¿Qué habéis hecho?”). Pedro Crespo le
explica que era mejor que sus hijas “quedasen viudas y no rameras”. “Muy bien”,
contesta el Rey; pero no del todo satisfecho, le pregunta por qué no degolló a
los capitanes, como les correspondía, y el alcalde le responde en su defensa:
ALCALDE.-
Señor, como por acá
viven los
hidalgos bien,
no ha
aprendido a degollar
el verdugo.
(vv. 2280-2283)
Ante la preocupación del Rey por sus
hijas, Pedro Crespo contesta que “serán monjas”. El Rey se ofrece a dotarlas y
a Crespo lo nombra alcalde perpetuo por lo bien que ha hecho su trabajo. Don
Lope, que no ha intervenido desde su llegada con el Rey, cierra la comedia, con
unas palabras que confirman a Pedro Crespo como buen alcalde que sabe impartir
la justicia con equidad:
DON LOPE.- Pues con
esto, señor, ven,
dando fin
a la comedia
pues
premias tan justo juez.
(vv.
2297-2299)
b) El alcalde de Zalamea de Calderón[5]
Pertenece, por la naturaleza del conflicto que plantea, al
grupo de dramas de honor, en este caso no conyugal, tan arraigados en el Siglo
de Oro, si bien desde la perspectiva de la estructura argumental podemos
definirlo, en palabras de A. Valbuena Prat, como “un teatro costumbrista, en el
que los tonos populares están admirablemente descritos” (Valbuena Prat, 1969,
p. 280).
La comedia de Calderón es una obra
maestra, que toma como modelo la comedia homónima de Lope, si bien se aparta de
ella tanto que da lugar a una obra bien distinta, como ya apuntara E. Solman (1958): modifica aspectos temáticos, estructurales y
de estilo, dándole un giro a la trama, que permite abandonar las justicias de
Pedro Crespo para centrarse en el honor, el cual sirve como eje temático del
drama.
Calderón pone en funcionamiento un hábil
juego de contrastes para mostrarnos el honor como valor que se alcanza, se
pierde o se degrada. Para lograrlo, tendrá que recortar los elementos de su
modelo por irrelevantes o contraproducentes y añadir otros que convienen a la nueva
estructura dramática. Estos recortes implican también una modificación en los
caracteres de los personajes y la inclusión de personajes nuevos que sirven a
su propósito, asunto que veremos más adelante.
El
alcalde se inicia con el ejército acercándose a Zalamea. Como avanzadilla,
Rebolledo con un grupo de soldados y
Cosa
es que en toda mi vida,
ni aun de
paso, me agradó;
porque en
no mirando yo
aseada y
bien prendida
una
mujer, me parece
que no es
mujer para mí.
(vv.
193-198)
Más adelante cambiará de opinión, generando
con su comportamiento la acción dramática. Ahora estamos todavía en el inicio,
en la exposición o planteamiento del argumento.
Continúa el autor presentando los
personajes que habitan la villa: don Mendo, Pedro Crespo y su hijo Juan (Isabel
vendrá más adelante). Los militares tropiezan con el hidalgo empobrecido don
Mendo, que conversa con su criado Nuño sobre la llegada de los soldados,
explicándole lo que el público ya sabía, pero a Calderón le interesa recordarlo
por lo que va a ocurrir más adelante: cómo los villanos tenían la obligación de
alojar en su casa a los militares. Los hidalgos, sin embargo, tenían carta de
hidalguía que los eximía de esta carga. Pasea por la calle donde vive su amada
Isabel, que no le corresponde; tampoco es del agrado de su padre ni de su
hermano, debido a su edad y condición. Pedro Crespo, a diferencia de lo que
ocurre en la comedia de Lope, informa a su hija de la presencia de los soldados
en la villa, después que el sargento ha llevado a su casa la ropa del capitán y
le advierte del peligro que entrañan los soldados, por lo que le manda
retirarse al desván para no ser vista:
PEDRO
CRESPO.- […] Así, hija,
al punto
has de retirarte
en esos
desvanes, donde
yo vivía.
(vv. 537-549)
Después de la presentación de personajes,
comienza la acción. El capitán y el sargento han llegado a casa de Pedro Crespo
y son recibidos por el hijo, Juan, que siente admiración por el uniforme
militar. Ambos militares se preguntan dónde estará Isabel al no verla por la
casa, pero luego, a través de una criada, descubren que se halla en los
aposentos de arriba. Notemos la diferencia de la actitud recatada de Isabel,
tan distinta a la de las frívolas Inés y Leonor en el primer Alcalde. La pasión se enciende en don Álvaro,
quien, para poder verla, decide perseguir a Rebolledo por la casa simulando
querer matarlo; esto le permite entrar en el cuarto de la joven. Isabel
defiende a Rebolledo, mientras que don Álvaro celebra la belleza de la villana:
DON ÁLVARO.- No pudiera
otro sagrado
librarle de mi furor,
sino
vuestra gran belleza;
por ella
vida le doy.
Pero
mirad, que no es bien
en tan
precisa ocasión
hacer
vos el homicidio,
que no
queréis que haga yo.
(vv.
699-706)
Pedro Crespo y su hijo llegan cuando don
Álvaro está requebrando a Isabel y le reprocha su actitud. Juan sospecha que
todo ha sido una “invención” para llegar hasta la habitación de su hermana, por
lo que se enfrenta con él, primero verbalmente y luego con la espada; pero al
llegar don Lope, finaliza la trifulca. Pregunta por lo ocurrido y promete
castigar a Rebolledo, el cual después confiesa que el capitán le mandó “que
fingiese la pendencia” para entrar en sus aposentos.
Don Lope, preocupado, decide echar un
bando prohibiendo la salida de soldados “so pena de muerte” y en cuanto al
alojamiento, él se hospedará en la casa de Pedro Crespo y el capitán en
cualquier otra del pueblo. Discuten don Lope y Pedro Crespo acerca de la
actuación de don Álvaro, cada uno desde su punto de vista; el primero desde su
óptica militar y el segundo desde la lógica de la razón. El militar recuerda al
villano su obligación de sufrir estas cargas, pero éste hace una sutil
distinción entre su hacienda, su vida y su honor:
PEDRO CRESPO.- Con mi hacienda,
pero con
mi fama no.
Al Rey
la hacienda y la vida
se ha de
dar; pero el honor
es
patrimonio del alma,
y el
alma sólo es de Dios.
(vv.
871-876)
Don Lope le da la razón y percibe que no
está ante un villano cualquiera. Pedro Crespo, por su parte, desconfía del
militar:
PEDRO
CRESPO.- (Caprichoso es el don Lope; [aparte]
no
haremos migas los dos).
(vv.
890-894)
Al comenzar la segunda jornada los dos pretendientes, don Mendo y don Álvaro,
manifiestan su interés por Isabel. El hidalgo recela del militar y está
dispuesto a batirse con él por su dama, mostrando su espíritu caballeresco. El
capitán, dolido por el desdén de la villana, la desea ardientemente, a pesar de
los intentos del sargento para que entre en razón:
SARGENTO.- […] Si te has de ir
mañana,
¿para qué intentas
que
una mujer en un día
te
escuche y te favorezca?
DON ÁLVARO.- En un día el sol alumbra
y
falta; en un día se trueca
un
reino todo, en un día
es
edificio una peña;
[…] luego pudiera
en un
día ver mi amor
sombra
y luz, como planeta,
pena
y dicha, como imperio;
(vv.
965-981)
Don Álvaro, obsesionado por Isabel,
intentará de nuevo abordarla. El recurso que utiliza es una serenata bajo su
ventana, con Rebolledo y
DON
MENDO.- […] ¡Ah celos, pena cruel!
Bien
supiera yo arrojar
a todos
a cuchilladas
de aquí;
(vv.
1304-1307)
Don Álvaro falla en su intento. La serenata
sigue, don Lope y Pedro Crespo armados, riñen con los soldados, pero la
oscuridad de la noche propicia que riñan entre sí, como ocurría en el primer Alcalde, hasta que se reconocen por la
intervención de Juan. Vuelven el capitán y los soldados jurando dar muerte a
los villanos y don Lope restablece el orden en la villa ordenando a la compañía
salir de Zalamea. Igual que al principio se explica la llegada del ejército a
Zalamea, ahora tiene lugar la orden explícita de la salida, pormenores que
faltan en la comedia de Lope, en la que no se sabe ni cuándo entra ni cuándo
sale.
Don Álvaro sigue en su empeño, quiere
volver al pueblo para ver a Isabel, por lo que deja al sargento con la tropa.
Don Lope emprende su camino hacia Guadalupe para encontrarse con el Rey; con él
va Juan, de lo que se alegra Rebolledo porque con su ausencia don Álvaro tiene
un obstáculo menos para conseguir su objetivo:
REBOLLEDO.-
Señor, albricias me da.
DON ÁLVARO.- ¿De qué han de
ser, Rebolledo?
REBOLLEDO.- Muy bien merecerlas puedo,
pues
solamente te digo…
DON ÁLVARO.- ¿Qué?
REBOLLEDO.- que
ya hay un enemigo
menos
a quien tener miedo.
(vv.1456-1461)
Crespo, Isabel e Inés despiden a don Lope y a
Juan, al que su padre le da buenos consejos, en una escena conmovedora. Padre e
hija se quedan en la puerta tomando el fresco e Isabel le comunica que esa
tarde se han elegido los oficios en Zalamea. Después llega el capitán con unos soldados
buscando la señal de una criada de Crespo, previamente sobornada. Pero al ver a
Isabel en la calle, prepara el rapto con el sargento. Poco después el capitán
roba a Isabel, dando satisfacción a su pasión, “Es una furia, un delirio/ de
amor” (p. 151), le dice a la sorprendida muchacha. Estamos en el inicio de la
tragedia. Pedro Crespo, con la espada que le ha proporcionado Inés, sale tras
el capitán y soldados, pero cae herido, lo apresan y lo atan a una encina para
que no pueda avisar a la gente del pueblo. Finaliza la jornada cuando Juan oye
los gritos de su padre y los gemidos de su hermana sin reconocerlos:
JUAN.- […]
Tristes
voces a una parte,
y a
otra míseros gemidos
escucho
que no conozco,
porque
llegan mal distintos.
(vv.
1772-1775)
La tercera jornada comienza con un extenso soliloquio de Isabel, en el
que se lamenta de su triste situación. De este modo Calderón pretende resaltar
el crimen de don Álvaro y la deshonra infligida a Isabel y por extensión a su
familia. Más adelante su hermano Juan querrá matarla para limpiar su honor, pero
su padre se lo impide:
ISABEL.- ¡Hermano!
¿Qué
intentas?
JUAN.- Vengar así
la
ocasión, en que hoy has puesto
mi
vida y mi honor.
ISABEL.- ¡Advierte!...
JUAN.- Tengo que
darte la muerte,
¡viven
los cielos!
(vv.
2444-2449)
Después
reconoce la voz de su padre, que se queja de sus malhechores; lo descubre atado
a una encina y tiene miedo de desatarlo (como sucede en el modelo), pero al
final de su lamento lo desata. En su intervención Isabel cuenta a su padre
cuanto le ha ocurrido, primero lo que él y el público saben:
[…] Me
robaron: bien así
como
de los pechos quita
carnicero
hambriento lobo
a la
simple corderilla,
aquel
capitán, aquel
huésped
ingrato…
(vv.
1906-1911)
y después lo acontecido fuera de
escena, esto es, su violación y la intervención de su hermano. A continuación
su padre la perdona y, ya desatado, se marchan al pueblo con intención de
ajustar cuentas con el capitán.
A
partir de ahora Pedro Crespo sólo desea venganza y justicia, como veíamos en el
primer Alcalde. En Zalamea los recibe
el escribano, quien comunica a Pedro Crespo su nombramiento de alcalde, con dos
asuntos inmediatos pendientes: la llegada del Rey y la investigación sobre el
origen de las heridas del capitán, al que acaban de traer unos soldados. Pedro
Crespo acepta la vara de alcalde, así se lo dice a su hija:
Hija,
ya
tenéis el padre alcalde,
él os
guardará justicia.
(vv.
2133-2135)
El capitán, ya curado, quiere marcharse del
pueblo por temor a los villanos, pero también por la justicia que anuncia
Rebolledo, aunque él está seguro de que como militar le corresponde el consejo
de guerra:
DON ÁLVARO.- Nada me puede a mí estar
mejor,
llegando a saber
que
estoy aquí, y no temer
a la
gente del lugar;
que la
justicia es forzoso
remitirme
en esta tierra
a mi consejo de guerra.
(vv.
2160-2166)
El comportamiento del capitán se aleja del
primer Alcalde: no recurre a la
venganza porque no ha lugar, pues el único hombre que ha estado con Isabel ha
sido él, ni tampoco accede al ruego de Pedro Crespo de casarse con ella, pues
se siente respaldado y seguro en la justicia militar que le corresponde.
Crespo manda cerrar las puertas de la
villa para que no salga nadie; después se ve con el capitán a solas y, dejando
a un lado la vara del alcalde, le pide como padre que se case con su hija,
adoptando al final una actitud de súplica:
PEDRO
CRESPO.- […] Mirad
Híncase de rodillas.
que a
vuestros pies os lo ruego
de
rodillas y llorando
sobre
estas canas que el pecho,
viendo
nieve y agua, piensa,
que se
me está derritiendo.
¿Qué
os pido? Un honor os pido,
que me
quitasteis vos mesmo;
[…]
Mirad,
que puedo tomarle
por
mis manos, y no quiero,
sino
que vos me lo deis.
(vv.
2290-2304)
El
capitán lo menosprecia y después de un agrio diálogo, Crespo coge la vara y
jura que se lo ha de pagar. Después manda prender al capitán, el cual apela a
su condición militar para no someterse a la justicia civil, y se lo llevan a
prisión:
PEDRO CRESPO.- […]
Con
respeto le llevad [al
Escribano]
a las
casas en efeto
del
concejo, y con respeto
un par
de grillos echad
y una
cadena, y tened
con
respeto gran cuidado
que no
hable a ningún soldado.
(vv.
2362-2368)
Luego detienen a Chispa y Rebolledo,
que, tras un interrogatorio del alcalde, se disponen a declarar sobre lo
sucedido a Isabel. Pedro Crespo le pide a Isabel que firme una querella contra
el capitán, pero ella no accede, entonces enfadado le dice a Inés:
PEDRO CRSPO.- Inés, pon ahí esa vara;
pues
que por bien no ha querido
ver el
caso concluido,
querrá
por mal.
(vv.
2498-2501)
Como en el modelo, el desenlace final
comienza con la llegada de don Lope, preocupado por la detención del capitán,
hecha por “un alcaldillo”, pues desconoce que Pedro Crespo ha sido nombrado
alcalde. Mantiene un vivo debate con él sobre la autoridad y jurisdicción de un
alcalde. Don Lope quiere llevarse al preso, pero Crespo no lo permite:
DON LOPE.- Yo he de
llevarme el preso;
ya
estoy en ello empeñado.
PEDRO CRESPO.- Yo por acá he
sustanciado
el
proceso.
DON LOPE.- ¿Qué proceso?
(vv.
2594-2597)
Don Lope dispone el operativo con la tropa
para excarcelar al capitán, pero no llega a intervenir porque aparece el Rey,
quien se queja del alboroto que hay. Don Lope le cuenta lo sucedido:
DON
LOPE.- Un
alcalde
ha
prendido un capitán,
y
viniendo yo por él
no le
quieren entregar.
(vv.
2648-2651)
Crespo le explica la causa del apresamiento
y el Rey le exige el preso para entregarlo a la justicia militar, pero Crespo
no se lo puede entregar porque ya está ejecutada la sentencia: muestra al
capitán muerto por garrote. Después de justificar –como en el primer Alcalde- que no ha sido degollado porque
nadie en el pueblo conoce el oficio, el Rey aprueba la ejecución y lo nombra
alcalde perpetuo:
FELIPE SEGUNDO.-
Don Lope, aquesto ya es hecho,
bien
dada la muerte está;
no
importa errar lo menos
quien
acertó lo demás.
[…]
Vos
por alcalde perpetuo
de
esta villa os quedad.
(vv.
2724-2727 y 2732-2733)
El Rey se marcha con su acompañamiento
hacia Portugal y quedan en escena Crespo, Juan, Don Lope, Rebolledo y Chispa. Finalmente
se dispone que Isabel vaya a un convento; Juan ingrese en el ejército y los
graciosos se unan a los hombres de don Lope.
3.-
Ya hemos dicho más arriba que Calderón construye a partir de El alcalde de Lope una “obra de estilo y
espíritu bien distinto. Eleva al protagonista a una cima de dignidad, a un
arquetipo de nobleza popular española, y la acción se organiza con sabiduría
admirable” (Valbuena Prat, 1941). Acomodada a la estética barroca, Calderón
prescinde de los materiales innecesarios y modifica aquellos que convenían a su
propósito.
La primera y más notable modificación es
la del protagonista Pedro Crespo, que deja de ser ese astuto aldeano que
administra la justicia con sagacidad y pundonor en diferentes ocasiones (una de
ellas –la más notable- en la persona de sus propias hijas) para convertirse en
un rico y honrado labrador, celoso de su familia y preocupado por la alteración
del orden que miembros del ejército producen en su pueblo. Ejercerá la justicia
también, pero en una sola ocasión y con motivo del honor arrebatado a su hija.
Precisamente su nombramiento de alcalde tiene lugar en la última jornada,
después del rapto de Isabel.
De igual modo, los dos capitanes y las
dos hijas de Crespo de El alcalde de
Lope se convierten en un capitán, don Álvaro de Ataide, y una doncella, Isabel.
Esta reducción viene acompañada de las
siguientes modificaciones:
¨
Isabel es una mujer
honrada, celosa de su virtud, que desde el primer momento y por consejo de su
padre se oculta de los militares, especialmente del capitán, que se va a alojar
en su casa. No cede a las pretensiones de don Álvaro, por lo que es raptada y
violada. En cambio, Inés y Leonor, en El
alcalde de Lope, desean y aceptan la compañía de los capitanes porque
quieren mejorar de vida y de condición saliendo de la villa; son engañadas por
ellos bajo promesa de matrimonio y resultan también violadas en el campo.
¨
Los capitanes de El alcalde de Lope son personajes
frívolos, ruines y cobardes; incapaces de cumplir su palabra de matrimonio
expresada en la cédula, no aceptan tampoco la boda que les propone el padre de
las hijas deshonradas. Don Álvaro de Ataide, por su parte, es un personaje
altivo, que se sabe superior a los villanos; así, se muestra despectivo, cuando
al llegar a Zalamea el sargento le sugiere cortejar a Isabel. Pero desde que
entra en su casa se convierte en su obsesión, y no parará hasta poseerla.
Cuando, por medio de argucias don Álvaro llega a verla e intenta cortejarla,
ella lo rechaza contundentemente, por lo que no le queda más opción que
aguantarse o reducirla por la fuerza. Su orgullo y su incontenible pasión lo
llevarán más tarde al rapto y a la violación, convirtiéndose en un indigno
caballero y un militar deshonrado, que, además, morirá en la horca como un
villano.
En la función del gracioso se aprecian cambios con respecto a El alcalde de Lope. Así, Rebolledo
adquiere una nueva dimensión al participar en la acción como otro personaje
más, colaborando con el capitán en su treta para ver a Isabel o confesando a la
autoridad popular, para no ser azotado, los hechos delictivos cometidos tras el rapto de la doncella.
El personaje don Lope de Figueroa se
mantiene en Calderón con las mismas características fundamentales que en Lope
(mal genio y jurador, hombre recto y
militar valeroso), pero mejor perfilado. Se manifiesta conforme con la
sentencia del alcalde contra el capitán, pero –marcando diferencias con El alcalde de Lope- se opone con toda su
fuerza porque no lo cree competente dado que es militar, y en el enfrentamiento
amenaza incluso con asaltar la villa, suceso que no acontece por la llegada
oportuna del rey.
Hay varios personajes nuevos introducidos
por Calderón, que no sustituyen ni transforman a otros del primer Alcalde: dos importan para la estructura
dramática, son el hijo de Pedro Crespo, Juan, y el hidalgo don Mendo; hay otros
tres, complementarios, que sirven de acompañamiento: Chispa; Inés, prima de
Isabel, y Nuño, criado de don Mendo.
Juan Crespo y don Mendo son personajes
necesarios en la estructura dramática ideada por Calderón, en la que cada uno
adquiere sentido completo en relación con los demás, dentro de un todo
armónico. Juan Crespo puede haber sido creado como sustitución de una de las
hermanas de El alcalde de Lope,
aportando la variedad de ser un joven impetuoso, que nos sugiere la juventud de
Pedro Crespo, firme en sus ideas sobre el honor, la nobleza y el pueblo, que
aspira a conseguir mejora en su estado y condición a través de la milicia. Don
Mendo es un personaje que faltaba en la comedia de Lope; forma parte del
paisaje en ese fresco costumbrista en que se inserta la temática de la obra. Representa
la degradación de la nobleza (los hidalgos venidos a menos eran típicos en esta
época), así como Juan representa lo contrario, es decir, la aspiración a la
nobleza a través de la carrera militar. Pero don Mendo desempeña también el
papel de ser rival de don Álvaro, al estar enamorado de la villana Isabel, lo
que nos induce a evocar a don Quijote (con quien ha sido comparado al comienzo
de la pieza) y a Dulcinea.
Como conclusión podemos decir que, a
la luz de la lectura de ambas comedias, salta a la vista el débito de Calderón
a Lope, no de algún motivo o idea argumental, sino del cuerpo de la obra. Como
ya resaltó Menéndez Pelayo (1949), Calderón reelabora el drama de Lope,
haciéndolo distinto en todo lo esencial, aunque semejante en lo accidental:
introduce innovaciones en la estructura de la obra, en el número y caracteres
de los personajes y en las situaciones dramáticas, obedeciendo a criterios
estéticos diferentes, en los que prevalece la claridad lógica, por la que se
unifica la acción y los personajes principales adquieren mayor relieve.
De los dos temas desarrollados en el
primer Alcalde (el honor y el
ejercicio de la justicia como alcalde de Zalamea), Calderón se queda sólo con
uno, el honor, haciendo converger en él todos los elementos estructurales de la
comedia, convertida así en un drama de honor.
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_________
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[1]
El suceso en que se fundamenta la obra pudo ocurrir en el verano de 1580,
durante el viaje de Felipe II a Lisboa para proclamarse rey de Portugal, previa
pacificación ciudadana llevada a cabo por el Duque de Alba.
[2]
Así, entre otros, los trabajos de Albert E. Sloman, The Dramatic Craftsmanship of
Calderón; His use of earlier
plays,
Oxford, 1958; Raquel Kersten,
“El alcalde de Zalamea y su
refundición por Calderón”, en Rizel Pincus Sigele y Gonzalo Soberano
(eds.), Homenaje a Casalduero,
crítica y poesía, Madrid, Gredos, 1972, p. 263-273 y Mercedes Touron de Ruiz, “El
alcalde de Zalamea en Lope y Calderón”, en Cuadernos
hispanoamericanos, nº 372, 1981, p. 534-550; también la “Introducción” a El alcalde de Zalamea,
edición crítica de las dos versiones,
de Juan M. Escudero Baztán, Madrid,
Iberoamericana, 1998. Esta edición es la que sigo en este trabajo.
[3] Su paternidad es
dudosa. Bruerton y Morley (1968) consideran que esta
comedia, fechada antes de 1607, “no es, al menos en su forma actual de Lope”.
Acerca de su autoría remito al lector al
capítulo II de la edición de El alcalde
de Zalamea (las dos versiones), de Juan M. Escudero Baztán, Madrid,
Iberoamericana, 1998, donde hallará una erudita y detallada información.
[4]
Federico Carlos Sainz de Robles, “Nota preliminar” a El alcalde de Zalamea en su edición de VEGA, Lope de, Obras escogidas de…, III, Madrid,
Aguilar, 1974.
[5]
Para el estudio de esta comedia sigo la edición de de
Ángel Valbuena Briones: Pedro Calderón de