reseñas
DESCORTESÍA
Y ARGUMENTACIÓN
Pedro
Oliveira
(Grande Colégio Universal
/ Faculdade de
Letras da Universidade do
Porto, Porto, Portugal)
Reseña:
Damián Moreno Benítez (2011) “Distintas funciones de la descortesía:
los insultos de los políticos en la prensa escrita”, Lingüística en
[http://www.linred.es/articulos_pdf/LR_articulo_10102011.pdf]
Este artículo, que se enmarca dentro de la línea de
investigación desarrollada por el grupo “Argumentación y Persuasión en
Lingüística” de
Tras delimitar
los objetos y objetivos de su estudio, el autor pasa a aclarar varios conceptos
clave (como los de imagen social, actividad de cortesía, autonomía y
afiliación), en el apartado titulado “Cortesía y descortesía”, además de
ofrecernos sugerencias bibliográficas de gran pertinencia y utilidad. La
descortesía verbal, puesto que no equivale simplemente a falta de cortesía,
constituye un concepto autónomo, del que pueden distinguirse cuatro funciones
características: argumentativa, cohesiva, social y modal. Sin embargo, la
interpretación de un enunciado descortés depende no sólo de los elementos
lingüísticos puestos en juego, sino también del cotexto
(el entorno estrictamente lingüístico), del tipo de discurso y del contexto
(todas las variables socioculturales y situacionales), dado el carácter
interactivo de la comunicación humana.
El
apartado siguiente, “Polifonía en el discurso mediático”, subraya que, aunque
la (des)cortesía surge en interacción, es posible examinar sus procedimientos
en textos escritos, sobre todo en el discurso mediático, en el que la
multiplicidad de participantes en el acto comunicativo produce una red compleja
de citas y alusiones. De este modo, el redactor periodístico (el locutor),
representante del propio medio de comunicación (el emisor), utiliza las
palabras de un político (el enunciador) para dirigirse a una determinada
audiencia: a sus lectores habituales, desde luego, pero también al conjunto de
votantes, al adversario político del enunciador, así como a todos los lectores
en general. Los tres ejemplos aportados por el autor demuestran claramente cómo,
mediante ciertas estrategias intencionales, los políticos y los periodistas se
sirven de ambigüedades, alusiones, falacias argumentativas y generalizaciones
con el fin de eximirse de cualquier responsabilidad y, así, alcanzar sus
objetivos (descalificar a un adversario político, captar votos, reforzar su
propio grupo ideológico o partido...).
El
elemento lingüístico es analizado más detenidamente en el apartado siguiente
(“El elemento lingüístico: ¿insulto o descalificación?”) a partir de algunos
ejemplos más, los cuales permiten, sin duda, ampliar las conclusiones ya
expuestas (se puede citar el recurso a la ironía, al lenguaje despectivo, a adjetivos
relacionales aparentemente objetivos, a malentendidos deliberados o a citas
utilizadas por el propio personaje político). Asimismo, los procedimientos
indirectos y de atenuación del insulto político se hacen evidentes.
Por
último, el apartado “El contexto y las funciones de la descortesía” profundiza
en la relación entre la descortesía en el discurso político y la dimensión
pública que adquiere al ser reproducido por los medios de comunicación. De
hecho, a pesar de que el insulto posee un claro valor argumentativo y, por
consiguiente, forma parte de las reglas del juego político, es necesario que, haciendo
uso de estrategias mitigadoras, no se sobrepasen determinados límites so pena
de provocar el deterioro de la imagen social del propio enunciador. Por otro
lado, es interesante observar que las funciones informativa (el hecho
noticioso) y cohesiva (la relación entre el titular y el cuerpo de la noticia,
donde se desarrolla y contextualiza la cita del titular) de los insultos y
descalificaciones en la prensa escrita están subordinadas a una función
eminentemente argumentativa, dado que el medio emisor favorece o contraría el
movimiento argumentativo del enunciador político. Por una parte, se pretende
menoscabar la credibilidad del adversario político o ideológico; por otra
parte, se intenta autoafirmar la preponderancia de su propio grupo ideológico.
En
conclusión, por exponer un análisis perspicaz de esta temática y presentar
bastantes ejemplos de interés, este artículo ofrece una lectura estimulante y recomendable
para quienes se interesen por los estudios sobre el discurso político o
periodístico. Podríamos incluso afirmar, sin temor a equivocarnos, que nos
conviene, como ciudadanos y electores, comprender mejor los mecanismos
argumentativos empleados en una actividad tan importante para la democracia
como es la política.