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Revista de estudios filológicos
Nº24 Enero 2013 - ISSN 1577-6921
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reseñas

AMOR CON AMOR.

PÁGINAS ESCOGIDAS DE LAS MORADAS DE TERESA DE JESÚS

 

María José Pérez González

(Carmelitas Descalzas de Puzol. Valencia)

 

AMOR CON AMOR. Páginas escogidas de las Moradas de Teresa de Jesús.  Madrid, Editorial de Espiritualidad, 2012, 150 págs.

ISBN: 978-84-7068-000-7

 

«Mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras» (M Pról. 4). El Castillo interior o las Moradas aparece, ya desde el prólogo, como palabra de mujer dirigida a mujeres: sus hermanas carmelitas descalzas. Esta invitación al diálogo la recogen las autoras de Amor con amor, en el marco de la preparación al cada vez más cercano V Centenario de su nacimiento (1515-2015). Y se aprestan a entrar en conversación con Teresa, madre y maestra de vida.

La estructura de la obra que reseñamos es similar a las tres ya publicadas anteriormente por las autoras en esta serie: Una luz tan diferente[1], Juntos andemos[2] y Comenzando siempre, antologías del Libro de la Vida, Camino de Perfección y las Fundaciones, respectivamente. Se trata de una antología de textos, en este caso, de las Moradas, agrupados temáticamente, y precedidos de un comentario explicativo.

Dos grandes partes constituyen el libro: la primera, dedicada a la obra (estudio introductorio) y la segunda, la más extensa, contiene la selección y el comentario de los textos más ricos y significativos de la que está considerada como la obra cumbre de la pluma teresiana.

La parte primera, como decíamos, dedicada al estudio de la obra, inicia al lector en diversos aspectos literarios de las Moradas. Algunas de las cuestiones abordadas son: la táctica de la escritura por mandato, utilizada por Teresa como escudo defensor en un ambiente de sospecha hacia la mujer; la estructura y el contenido doctrinal de la obra; el riquísimo despliegue simbólico y las posibles fuentes del símbolo del castillo; el carácter oral-coloquial de la obra; las técnicas de suspense introducidas por la autora; la abundancia de elementos metadiscursivos; el carácter femenino del libro… Asimismo, se constata el sustrato autobiográfico de la obra, disimulado bajo la forma de la tercera persona: «yo sé de una persona que…», sin duda por temor a la Inquisición, siempre al acecho, que ya tenía requisada la primera obra teresiana, el  Libro de la Vida, pendiente de dictamen, y que retuvo en su poder durante casi doce años.

Por tratarse de una antología temática, Amor con amor no sigue el orden lineal de las siete moradas, sino que selecciona los textos de acuerdo con el contenido de los mismos. Las autoras han titulado cada uno de los seis capítulos de esta segunda parte con el nombre de alguno de los principales símbolos teresianos de Moradas:

1. El castillo: la persona

2. De gusano a mariposa: la metamorfosis

3. El brasero encendido: Dios

4. Agua y fuego: la oración

5. Piedras firmes: el amor

6. La bodega: la comunión plena

 

El símbolo principal (que Teresa llama siempre “comparación”) es el de la persona como castillo en el que habita un huésped: Dios. La autora retoma, en ese sentido, algo que ya había afirmado en su segundo libro, Camino de perfección: «No nos imaginemos huecas en lo interior». Pero los símiles teresianos no son estáticos, sino que parecen cobrar vida y movimiento. Así, la persona es no solo el castillo, sino el habitante de ese castillo, que, cansado de merodear con las sabandijas que rodean la cerca exterior (es decir, hastiado de la superficialidad y alienación de su vida y relaciones) decide entrar en el castillo (la puerta es la oración) y no se detiene hasta culminar el viaje en su centro. Allí, en la cámara nupcial, la bodega de licores exquisitos, la séptima morada, le espera su Dios.

Teresa deja claro también que viajar buscando el centro no es solo tratar de alcanzar a Dios, sino buscar lo más rico de la persona, lo más humano. En ese sentido, uno de los primeros temas abordados es el del conocimiento propio (lo que la crítica ha llamado socratismo teresiano).

Destacan las autoras de Amor con amor la visión tan positiva del ser humano que aparece en Moradas, y concretamente, de la mujer, en una época en la que se la consideraba «flaca y deleznable más que ningún otro animal», en palabras de fray Luis de León, por otro lado, profundo admirador de la santa. Teresa, en cambio, va a describir a la persona (toda persona) con estos términos:

«No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza» (1M 1, 1).

Y continúan las carmelitas de Puçol señalando que, al establecerse también para la mujer ese destino de plenitud humana y espiritual que supone alcanzar la séptima morada, Teresa está introduciendo un elemento contracultural en su tiempo, caracterizado por la infravaloración de las capacidades de las mujeres.

El título de la obra: Amor con amor, está tomado de una frase del libro en las moradas quintas: «Todo es amor con amor» (5M 4, 3). Dos amores, el de Dios y el de Teresa, el recibido y el entregado. O un único amor, hecho cuerpo y espíritu en esta mujer: el amor al Otro, el amor a los otros.

Quizás el símbolo más original, y sin duda, uno de los más hermosos, es el del gusano de seda y su transformación en mariposa, recogido en esta antología en el capítulo segundo. Representa la transformación operada en la persona durante el proceso espiritual. Tras el esfuerzo (ascesis) de labrar el capullo de seda, la persona constata una desproporción en el resultado de su propia evolución interior. Dios ha obrado el milagro de la gracia transformante y la unión con Él, por pura gracia. Aún vendrán otros símbolos que representan una cada vez más estrecha unión entre la persona y Dios: los desposorios (en las sextas moradas) y el matrimonio espiritual (en las séptimas).

¿Para qué sirve todo esto? –se preguntará el lector de hoy, como lo hacía ya el del siglo XVI. Teresa deja claro en este libro que ni la transverberación, ni los arrobamientos ni las visiones son para el disfrute personal:

«Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras» (7M 4, 6).

Y es que no radica en los fenómenos extraordinarios la verdad de la experiencia mística. La verificación vendrá por la calidad del amor que la persona vive:

«¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?: hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue» (7M 4, 8).

Y porque lo que identificamos habitualmente con mística (los fenómenos sobrenaturales) no es lo más importante, prácticamente cesan al llegar a la última morada, donde «solo Él y el alma se gozan con grandísimo silencio» (7M 3, 11).

Convencidas de la perenne vigencia de la doctrina teresiana, y de la inigualable elegancia de su estilo, las autoras de Amor con amor buscan con esta antología comentada ayudar a entender la obra y su mensaje, pensando, sobre todo, en un público poco familiarizado con el español del siglo XVI y con los parámetros culturales y religiosos de aquel tiempo.