estudios
VALLEJO Y LOS HERALDOS NEGROS: DEL MODERNISMO AL LENGUAJE VALLEJIANO
Ainhoa Segura Zariquiegui
(Universidad Autónoma
de Madrid)
RESUMEN:
El genial poeta peruano César Vallejo se vio poderosamente influenciado en el comienzo de su andadura poética por el modernismo, y sobre todo por uno de los más grandes representantes de este movimiento: Rubén Darío. El trabajo muestra con precisión y coherencia, en primer lugar, las influencias modernistas de Vallejo en su poesía y pasa a analizar el alejamiento de Vallejo de esta tendencia artística. Todo el trayecto de adhesión primitiva y separación posterior se puede observar en su primera obra titulada Los heraldos negros. La progresión personal de este maravilloso poeta es analizada en profundidad y explicada de forma muy pertinente en el artículo. Se analizan el contexto social y cultural del Perú de la época, así como el impacto del modernismo en la capital peruana inherente en la poesía vallejiana. Y lo más relevante, se explica cómo al alejarse del modernismo, Vallejo se acerca a su tierra, a su mundo indígena, del cual surge toda la fuerza poética del bardo peruano.
Palabras clave: Literatura; poesía; modernismo; indigenismo; Vallejo.
ABSTRACT:
The
brilliant Peruvian poet Cesar Vallejo was powerfully influenced in the
beginning for the modernism, and especially for one of the biggest
representatives of this movement: Rubén Darío. The work shows accurately and
coherence, firstly,
Keywords: literature; poetry; modernisms; indigenous;
1. transición poética en Los heraldos negros
El objetivo del análisis de este poemario es conocer más de cerca la transición entre el lenguaje modernista que conforma los versos de las primeras secciones y el lenguaje posterior que se va, poco a poco, tiñendo de las características del lenguaje vallejiano. Muchos críticos señalan la fuerte influencia del Modernismo en el Vallejo de Los heraldos negros. Roberto Paoli considera que el peruano se sentía “deslumbrado por las engañosas quincallas modernistas, crédulo frente al lastre del exotismo bíblico-babilónico-cuneiforme-bizantino y demás infaustos accesorios del más deteriorado y caduco modernismo.” (1981, pp. 10-11) Otro ejemplo es Xabier Abril, el cual comenta: “El primer libro de Vallejo participa del Modernismo al mismo tiempo que pretende sobrepasarlo.” (1958, p.25) Como brillantemente señala este autor, Vallejo se sitúa en el Modernismo epigonal, pero el genio del poeta, sintiéndose atrapado por esta corriente, necesita traspasar las barreras poéticas establecidas. De ahí que Camilo Fernández Cozman, coloque este primer poemario en una etapa de transición hacia una nueva estética: “La plasticidad cultural vallejiana es sui generis en su época y comienza a manifestarse en Los heraldos negros (1918), libro modernista, pero que revela una excepción a la regla, pues se sitúa en el tránsito entre el modernismo y las vanguardias.” (2008, p. 54) Pasamos a conocer más cerca y a analizar estos influjos modernistas:
En algunos aspectos –señala Xabier Abril–, es el eco de lo externo, decorativo y musical de la corriente identificada con la manera epidérmica de Darío, pero, caso curioso, no canta a Francia, ni a los cisnes de Versalles. Por el contrario, su vena profunda –desdeñando las primeras y transitorias influencias de Café Concierto– se atuvo al Cristianismo hogareño; luego, al idealismo de corte oriental del no-ser y del no-yo, que Julio Herrera y Reissig había tomado de sus probables lecturas de Fichte; más tarde abordó el tema del alma que es reflejo de Hegel. (1958, p.26)
En efecto, metiéndonos ya en el estudio de Los heraldos negros, hay que recalcar que incluso el título tiene un claro regusto modernista. Como ya señaló Coyné, un poema de Prosas profanas se titula “Heraldos”, aunque hay que advertir que en el de Vallejo viene acompañado del adjetivo “negros”, lo que advierte el tema oscuro del que se va a tratar. Al abrir la primera página se encuentra un epígrafe tomado del Evangelio que dice: “Qui pótest cápere cápiat”:
No sólo recuerda la egolatría (o
“egotimia”; para Valdelomar “religión del yo”) tan común entre los espíritus
“raros” y “superiores” del Modernismo (piénsese en Darío, Herrera y Reissig,
Chocano, González Prada y Valdelomar), bajo el legado de los “bohemios” y
“dandys”. También remite a esa especie de “evangelio” del Hombre o Super-hombre
que vociferó el Zaratustra de F. Nietzsche. (González Vigil, 1988, p. 19)
El poemario tiene un importantísimo poema liminar titulado de forma homónima a la obra, y siguen detrás seis secciones de diferente valía. En primer lugar aparece “Plafones ágiles” con creaciones poéticas con gran carga de Modernismo. La siguiente es “Buzos”, sección con rasgos simbolistas. Señala R. González Vigil, que salvo el poema “Romería”, es un trabajo de alto nivel estético. Le sigue “De la tierra”, parte dedicada a la lucha entre el ideal amoroso y el deseo carnal. Más tarde, nos encontramos con “Nostalgias imperiales”, lugar del libro destinado, ya no al amor idealizado, sino al pasado indígena también idealizado. Le sigue la sección de “Truenos”, que para R. González Vigil, es una sección de reminiscencias bíblicas o nietzscheanas. Y por último, una de las partes más importantes “Canciones de hogar”, donde el poeta ya no conmemora un pasado común idealizado, sino el suyo propio. De cada sección vamos a tomar el poema o poemas más representativos para llevar a cabo el análisis.
El poema liminar “Los heraldos negros” es como un pórtico
mediante el cual se indica el carácter apesadumbrado y de tintes oscuros que va
a tener todo el poemario. El recuerdo reciente de las pérdidas personales y de
la incomprensión humana hacia el sufrimiento hace que el yo poético se quede
atónito: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!” Ese “no saber” es
muestra de la impotencia del ser human. Así lo muestra Julio Ortega en
El no saber es en el poeta una
sabiduría dentro de la ignorancia –señala Julio Ortega– y a la vez un ignorar
dentro de
Son golpes tan fuertes como “del odio de Dios”. No son
muchos pero aunque sean pocos, el ser humano se rompe ante ellos, abriéndose
“zanjas oscuras en el rostro más fiero”, ya que se trata de una lucha desigual
contra el destino cruel y todopoderoso. Estos golpes se aproximan al galope
como “potros de bárbaros atilas”, son como “heraldos negros” con los que
Y el hombre… Pobre…pobre! Vuelve los
ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama
una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo
vivido
se empoza, como un charco de culpa,
en la mirada.
“Hay golpes en la vida” tiene un gran sabor a desesperanza.
Como señala Xabier Abril: “El poeta tuvo desde el principio la cabal intuición
de su existencia dolorosa, la luz anticipada de todos los momentos, la
vivencia, en una palabra, de su Destino.” (1958, p. 37) El dolor es el sentimiento
que moviliza toda la poesía de Vallejo. Detrás del negro destino del hombre,
consistente en sufrir golpes que llegan sin avisar y sin tener conocimiento de
porqué hieren con una fuerza sobrenatural, acecha
1.1. Plafones ágiles
André Coyné advierte en esta sección una fuerte “tonalidad parnasiana” en el título, “imperfectamente relacionada con la inspiración de las piezas que incluye”. (1958, p. 17) De esta sección se va a analizar “Deshojación sagrada”. Observemos cómo el lenguaje modernista se mantiene fuertemente en sus versos:
Luna! Corona de una testa inmensa
que te vas deshojando en sombras
gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!
Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro la copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?
Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres tal vez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando
versos!...
El yo poético invoca a luna y la compara con la corona de la gran cabeza de Jesucristo sangrante que va perdiendo sus pétalos o sus espinas tristes en un amanecer doliente de tonos rojos.
A nivel temático, el
yo poético ha elegido un tema bastante manido por los románticos: la luna,
En cuanto a la cuestión de la forma, se mantiene la estructura modernista mediante la conservación del metro y la rima aunque, se debe señalar que no se encuentra en el poema esa consonancia complicada como la rima de palabras esdrújulas que tanto gustaba a Darío, de corte parnasiano.
Es interesante señalar el ambiente en que fue creado el poema porque lo enmarca en los tiempos bohemios y dandis de calibre decadente que ayudaron a su aparición. Comenta Ricardo González Vigil que brotó de la experiencia de lo que Baudelaire denominó “paraísos artificiales”. Una noche, un joven llegado de Lima con éter, lo compartió con el grupo de “La bohemia de Trujillo”. Entre ellos se encontraba Vallejo que lo probó y a renglón seguido compuso este poema. (1988, p. 75) En efecto, Vallejo trató de encontrar alivio espiritual en el mundo decadente de las drogas. Xabier Abril fue testigo de la huida del poeta a “los paraísos artificiales” y en su obra Vallejo pone de relieve el Decadentismo del autor de Los heraldos negros:
El cuadro del espíritu satánico
–gusto del “mal”, contagio “decadentista”–, complétase con la tendencia a los
placeres morbosos: el culto de los Paraísos Artificiales. Este debe ser
considerado como el primer síntoma de huída de un ambiente poco a nada propicio
al poeta. La evasión, en este caso, se confunde con
1.2. Buzos
Como señalaba el profesor González Vigil, y el crítico André Coyné, la sección “Buzos”, es la que más se aproxima al Simbolismo de todo el poemario: “Los ‘buzos’ parecen indicar la investigación del terrible misterio circundante y de aquellas ‘hondas negruras del abismo’ de las cuales hablara Rubén Darío.” (1958, p. 17) De ella se ha escogido, con el objetivo de analizar la evolución de lenguaje vallejiano, el poema “La araña”. Jean Franco señala acertadamente que tiene gran influencia del pensamiento occidental: “La araña es muy similar al hombre dividido que, en la descripción de Hugo, se eleva hacia los cielos mientras parte de él sigue encadenada a la tierra” (1984, p.67). Pero aparecen también rasgos muy vallejianos. Veamos el poema:
Es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.
Hoy la he visto de cerca. Y con qué
esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.
Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.
Con tantos pies la pobre, y aún no
puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.
Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos…
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!
El yo poético se queda atónito ante la aparición de una
araña que en una lucha agónica se debate entre su parte corporal y
1.3. De la tierra
La siguiente sección señala esta irresoluble dualidad humana pero en relación con el amor. De “De la tierra” se va a analizar “El poeta a su amada” gracias al cual se verá el punto de vista del creador. Se retoma el lenguaje modernista y la temática decadente, y se refleja la lucha por el ideal amoroso muy típica del Romanticismo. Se puede advertir cómo Vallejo recoge el tópico modernista de la poesía amorosa: “Existe una expresión típicamente modernista de la poesía amorosa que los poetas aceptan desde las Prosas profanas de Darío y que Herrera y Reissig ha renovado parcialmente en su Parques abandonados o sus Clepsidras, la cual oscila entre la sensualidad pagana, el refinamiento dieciochesco y cierto idealismo de origen cristiano.” (Coyné, 1958, pp. 37-38) Veamos “El poeta a su amada”:
Amada, en esta noche tú te has
crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi
beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha
llorado,
y que hay un viernes santo más dulce
que ese beso.
En esta noche rara que tanto me has
mirado,
En esta noche de Setiembre se ha
oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.
Amada, moriremos los dos juntos, muy
juntos;
se irá secando a pausas nuestra
excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros
labios difuntos.
Y ya no habrán reproches en tus ojos
benditos,
ni volveré a ofenderte. Y en una
sepultura
los dos nos dormiremos, como dos
hermanitos.
El poema de amor, habla del universo contradictorio y sujeto
a ciertas premisas religiosas muy vallejianas. Recordemos que el catolicismo se
refuerza en el hogar de Santiago de Chuco debido los abuelos curas. El poeta
está junto a su amada, y se duele al comprobar que su amor es pecaminoso: “El
poema da a entender que el amor sexual es malo.”(Hart, 1987, p. 17) Sólo en la
muerte y en la castidad se encuentra el sosiego: “El amor es una reflexión que
convoca la muerte.”(Flores, 1971, p. 31) En este poema, señala el yo poético:
“Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos”. Sólo en la muerte se secará la
amargura, la tristeza, la desesperanza y el dolor. Para empezar, el tema de
Eros y Tanatos en la poesía es de profundo calado romántico. Y también,
pertenece a la retórica modernista y decadentista, la unión entre lo religioso
y lo erótico. En este caso se ven engarzadas las palabras de la liturgia con
las caracterizadas por una sensualidad erótica. Como rasgos vallejianos hay que
señalar que la rima sigue perdiendo fuerza como se ve en la rima con
diminutivos (“benditos” y “hermanitos”) y la repetición de la misma palabra en
varios de los versos (“beso”). Pero lo que realmente lleva el sello vallejiano
es la lucha agónica interna. Al igual que en el poema “La araña”, Vallejo sufre
y ese dolor le hace partícipe del secreto que une a
Dentro de esta misma sección encontramos un paso adelante en cuanto al desarrollo de Vallejo dentro de su poesía. La creación poética a que se hace referencia lleva por título “¿…”. Es la siguiente:
–Si te amara… qué sería?
–Una orgía!
–Y si él te amara?
Sería
todo rituario, pero menos dulce.
Y si tú me quisieras?
La sombra sufriría
justos fracasos en tus niñas monjas.
Culebrean latigazos,
cuando el can ama a su dueño?
–No; pero la luz es nuestra.
Estás enfermo… Vete… Tengo sueño!
(Bajo la alameda vesperal
Se quiebra un fragor de rosa).
–Idos, pupilas, pronto…
Ya retoña la selva en mi cristal!)
El título del poema “¿…” viene a referirse a que se va realizar
un cuestionamiento, una pregunta. Eso es lo que muestra la apertura del signo
de interrogación. Y así comienza el poema, con una pregunta. El yo poético nos
sitúa a los lectores como voyeurs de
una escena romántica. Esta escena dialogada posee cierto regusto shakesperiano.
Un enamorado visita a su enamorada. Tiene sabor romántico y decadente porque en
la primera estrofa el enamorado le hace ver a ella que su amor será salvaje:
“Una orgía”, en tanto en cuanto si va con algún vulgar burgués su romance sería
“todo rituario”, sin verdadero amor, sin verdadera pasión, “menos dulce”. La
segunda estrofa contiene un lenguaje ya en el tono más puramente vallejiano.
Ese lenguaje en el que las palabras pasean detrás de las palabras. El enamorado
le pregunta a la amada:”Y si tú me quisieras?” Él mismo se responde: “La sombra
sufriría justos fracasos en tus niñas monjas”. El símbolo de la sombra, en
Vallejo, en general, tiene siempre connotaciones oscuras, y suele significar
En conclusión se puede decir que este poema es una pieza dramática donde ya se observa cómo la estructura y el lenguaje se encuentran condensados y mostrando las connotaciones suficientes para llegar a darle sentido, pero a la vez, esa ausencia le otorga un sentido mayor.
1.4. Nostalgias imperiales
La sección de “Nostalgias imperiales” produce un giro
temático muy fuerte. Pasa de una poesía de talante confesional donde expresa
sus sentimientos más profundos de manera individual a una poesía con
Yo soy el corequenque ciego
que mira por la lente de una llaga,
y que atado está al Globo,
como a un huaco estupendo que girara.
Yo soy el llama, a quien tan sólo
alcanza
la necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaraví.
Soy el pichón de cóndor desplumado
por latino arcabuz;
y a flor de humanidad floto en los
Andes
como un perenne Lázaro de luz.
Yo soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados
de fosfatos de error y de cicuta.
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.
Un fermento de Sol;
¡levadura de sombra y de corazón!
A los modernistas les gustaba exponer, como emblema
creativo, el blasón. Rubén Darío compuso su “Blasón” que comienza: “Yo soy el
cisne…”, Chocano, tiene el suyo: “Yo soy el cantor de América autóctono y
salvaje”, y, como intuye Ricardo González Vigil, Vallejo tomó este
“poema-escudo” de gusto modernista y lo traspuso al mundo incaico. Es posible
que más que ningún otro “Blasón”, Vallejo se encuentre influenciado por el de
Darío, ya que éste utiliza un animal, el cisne, para simbolizar la poesía y el
arte modernista. Vallejo, por su parte, usa otros animales, cargados de sentido
totémico y simbólico, que tienen un alto sentido mágico y religioso para la
cultura andina. En vez de ser el hermoso cisne de origen greco-latino, es el
corequenque ciego, la llama o el pichón de cóndor de procedencia andina. El
poema se construye mediante una oposición de la cultura greco-latina con
En la segunda estrofa, el yo poético se ha metamorfoseado en
otro animal:
En conclusión se trata de un poema reivindicativo y por
ello, alejado del Modernismo en tanto en cuanto no es puramente esteticista,
aunque volvamos a señalar se basa en el tema del “Blasón”. La rebeldía llega de
la mano de Vallejo, hombre “cholo” que ha soportado ciertas vejaciones en
Aquí observamos la lucha de Vallejo
por salir del marco modernista. Hay algunas palabras como “aúreo” o “extinto”
que remiten, sin duda, al estilo enjoyado del modernismo de Darío. Sin embargo,
Vallejo revela un intento inicial de ampliar el léxico en el ámbito de la poesía
latinoamericana. Por ejemplo, la inclusión del vocablo “fosfatos” o de la
expresión “nervios rotos” evidencia un cierto acercamiento a la praxis
vanguardista. (2008, p. 55)
1.5. Truenos
En la sección “Truenos” Vallejo va a mostrar varios temas importantes como la admiración profunda y sin ambages que sentía por Rubén Darío, y también, una de las contradicciones más profundas que le abrumaron: se trata de la existencia de un dios malévolo, o peor, de una deidad decadente e incapaz, al lado del dios bueno y benevolente que le recordaba sus vivencias en Santiago de Chuco. Respecto a la admiración por Rubén Darío, André Coyné señala: “Vallejo particularmente confesaba para el autor de Cantos de vida y esperanza una devoción de la que nunca renegará (en París todavía sus amigos lo oirán a veces repetir: ‘Rubén Darío’ es mi padre).” (1958, p. 12) Se debe poner de relevancia que Rubén Darío poseía la preeminencia poética en ese momento, y que tenía multitud de imitadores que se limitaban a reproducir ciertos aspectos de su poesía. Darío ya dejó escrito que nadie debía imitar y menos a él. Vallejo tomó buena nota de la sugerencia y se dedicó a entretejer otra forma poética que se identificaba con la del maestro pero en una angustia y desesperación que cada poeta expresaba de manera diferente. Todos estos pensamientos se pueden apreciar en los versos del poema que se va a pasar a analizar titulado “Retablo”:
Yo digo para mí: por fin escapo al
ruido;
nadie me ve que voy a la nave
sagrada.
Altas sombras acuden,
y Darío que pasa con su lira
enlutada.
Con paso innumerable sale
y a ella van mis ojos, cual polluelos
al grano.
La acosan tules de éter y azabaches
dormidos,
en tanto sueña el mirlo de la vida en
su mano.
Dios mío, eres piadoso, porque diste
esta nave,
donde hacen estos brujos azules sus
oficios.
Darío de las Américas celestes! Tal
ellos se parecen
a ti! Y de tus trenzas fabrican sus
cilicios.
Como ánimas que buscan entierros de
oro absurdo,
aquellos arciprestes vagos del
corazón,
se internan, y aparecen… y,
hablándonos de lejos,
nos lloran el suicidio monótono de
Dios!
Este poema es fruto de la inmensa admiración que sentía Vallejo por Darío. Comencemos por la primera de las cuatro estrofas. Ya se desmarca Vallejo con este tono confesional, de confidencia cuando dice: “Yo digo para mí: por fin escapo al ruido”. El yo poético escapa de lo que le rodea, de otra poesía y se acerca sin que nadie le vea a la “nave sagrada”. Tanto el título “Retablo” como esta metáfora del edificio sagrado es un homenaje a la temática decadentista más característica del Simbolismo y del Modernismo puesto que ambos movimientos utilizan constantemente las comparaciones religiosas y litúrgicas. Además, recordemos, que para el Simbolismo, el poeta “ilumina”, es una especie de brujo que hace alquimia con las palabras. Una vez que el yo poético llega a la nave, se encuentra con “altas sombras” que acuden. Son grandes poetas simbolistas que a pesar de ser grandes son sólo sombras ya que el único, el grande, el gran genio es “Darío que pasa con su lira enlutada”. Este poemario está escrito en el año 1918 y Darío murió en 1916, de ahí que la lira esté “enlutada”. Es posible que esté de luto porque, tras la muerte de Darío, ya ha muerto el talento para hacer tan perfectas creaciones.
En segundo cuarteto indica cómo el yo poético se siente
embebido por el influjo modernista y sus relucientes formas, por su alta
creatividad que “sale de
Una pequeña oración constituye la siguiente estrofa, donde se da gracias a Dios por dar la espiritualidad para crear la poesía, por el don de la creatividad. “Darío de las Américas celestes”, deja muy claro Vallejo que Rodó se equivocó en su diagnóstico sobre Darío al decir que Darío no fue el poeta de América. Vallejo quiere dejar claro que sí. Y también quiere dejar claro que Darío es genuino y que se encuentra rodeado de otros poetas que se quieren parecer a él, pero la falta de talento de sus seguidores no les permite acercarse al genio del poeta nicaragüense. Cuando el yo poético señala que “los otros” utilizan las trenzas de Darío para fabricar “sus cilicios”, es fácil observar un guiño a la creatividad que proviene de la parte indígena de Darío. Es decir, que la “trenza” es un rasgo de indigenismo, que no tienen casi ninguno de sus imitadores, porque por lo general, pertenecen a clases pudientes gracias a las cuales recibieron educación, cosa que los indígenas no pudieron tener. Aún así, el talento venció y bajo esas trenzas, la mente de Darío crea maravillas, mientras que, los imitadores, no pueden sino fustigarse con ellas porque jamás llegarán a poseer el talento de Darío y eso les duele.
Sigue hablando de los imitadores en la última estrofa porque son los culpables de ser embaucadores ya que buscan tesoros que no pueden encontrar (“entierros de oro absurdo”), que no tiene espíritu, ni energía creativa suficiente, por mucho que tenga ciertas atribuciones por encima de otros, que sea arcipreste frente a los religiosos. A pesar de esto, prácticamente no se les oye, no tienen voz ni los que tienen más voz. Por eso, hablan “de lejos”, y no pueden sino contar siempre las mismas letanías una y otra vez, es decir, imitar eternamente los versos de Darío que es como “el suicidio monótono de Dios”, como el dogma que se repite cada año sin variación.
El siguiente poema que se va a analizar de esta sección versa, precisamente, sobre el tema de Dios. Se titula “Los dados eternos” y dice la dedicatoria: “Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro”. Manuel Prada fue el gran propulsor de las ideas nietzscheanas sobre la muerte de Dios en el Perú:
Dios mío, estoy llorando el ser que
vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu
costado:
tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es
él!
Hoy que en mis ojos brujos hay
candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Tal vez ¡oh jugador! Al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
El título, como indica R. González Vigil, hace referencia a un poema de Nietzsche titulado “Los siete sellos” dentro de Así hablaba Zaratustra: “en el que Nietzsche plantea el tema de que los dioses juegan partidas de dados sobre la mesa del planeta.” (1988, p. 210)
En la estrofa primera el yo poético increpa al creador,
lamentándose de ser una creación de Dios. Dice: “estoy llorando el ser que
vivo”, es decir, me lamento de existir, de haber sido creado por un Dios
incompetente. En este verso concurre “la sensación de desamparo ante la fe y el
amor, y un dejo de amargura, de pesimismo.”(Escobar, 1973, p. 41) Después de
crear al hombre y a la mujer y de echarlos del paraíso le dijo: “ganarás el pan
con el sudor de tu frente.”(Génesis, 3:19)
De ahí que en el segundo verso se indique: “me pesa haber tomádote tu pan”. Se
debe resaltar una característica del lenguaje vallejiano que tiene lugar en
estos versos. En ciertas palabras se incluyen partículas que no son necesarias
o se colocan de forma anómala para reforzar
El poeta acusa a Dios de mentir, puesto que el Nuevo Testamento dice que Dios se convirtió en hombre, en Jesús. Pero los versos dicen: “si tú hubieras sido hombre”, pero no lo fue, y como no fue hombre, es un Dios incompetente que no sabe, ni le importa su creación. Como señala Stephen Hart: “Vallejo rechaza uno de los dogmas fundamentales del credo cristiano, el cual afirma que Dios se hizo hombre mediante su Hijo Cristo para demostrar el amor que tiene a la humanidad.” (1987, p. 17) Dios no sufre por todos los pecados de los hombres, son los hombres los que sufren la incapacidad de Dios, por eso: “el Dios es él”, refiriéndose al hombre.
El yo poético, manteniendo las ideas de la filosofía nietzscheana, y habiendo llegado a la conclusión de que “el Dios es él”, se pone a su misma altura. Y puede conseguirlo gracias a que en sus “ojos brujos hay candelas”. Se observan reminiscencias de la teoría poética de Rimbaud, y sus “iluminaciones”. El genio poético está iluminado y se transforma en un ser mágico. El yo poético insta a Dios a jugar una partida de dados, y sólo espera que acabe todo y venza la muerte por medio de una jugada maestra: los dos ases. Incluso Dios ha aceptado que es incapaz de manejar la creación y debe resignarse a utilizar reglas de azar (una jugada de dados), para mantener en movimiento el universo: “Si no hay escapatoria, si la suerte se repite, si la tierra gira “y es tan triste” (por humana), si Dios está negándose, sólo queda el azar, el absurdo de esta relación hombre-Dios.”(Escobar, 1973, p.43)
Pero, ni siquiera el ser humano puede enfrentarse a Dios por
medio del juego, del azar, como parece estar hecha la creación “porque
Vallejo se vuelve contra el Dios que el dogma le ha dejado
como herencia. No lo acepta ni lo tolera: “Es evidente que el concepto de Dios
que aparece en Los Heraldos Negros es
el de un Ser malevolente, impotente y moribundo.” (Hart, 1987, p. 17) Pero,
incluso en la desesperación de la sentida orfandad, queda un reducto de amor
hacia el Padre, la necesidad de comprensión por parte de Dios al hombre y del
hombre a Dios. Es verdad que por un lado, Vallejo considera que todo es un caos
y que el sufrimiento humano se debe a la ineptitud e impotencia de Dios. Y se
siente engañado por
Y tú, cuál llorarás…tú, enamorado
De tanto enorme seno girador…
Yo te consagro Dios, porque amas
tanto;
Porque jamás sonríes; porque siempre
Debe dolerte mucho el corazón
Como señala acertadamente André Coyné: “Las referencias a Dios en Los heraldos negros oscilan entre una rebeldía irreverente y una lástima apasionada.” (1958, p. 51) Vallejo se enfrenta a la religión pero siente el desgarro interno de la ruptura con el padre lo que hace que mantenga cierta dosis de comprensión hacia él, lo cual no significa que las cosas se queden ahí. Para Vallejo ha llegado la hora de un nuevo paso espiritual para el hombre. Como señala acertadamente Xabier Abril: “Vallejo posee la conciencia del que ha venido al mundo a luchar para imponer un humanismo olvidado y a continuar una tradición que ha sido mistificada, o sea que su misión es la de restaurar la vida misma en su esencia.” (1958, p. 47)
1.6. Canciones de hogar
Pasamos a la última sección, “Canciones de hogar”. Es la parte más entrañable de la obra ya que se basa en la nostalgia por su pasado personal, por sus años de infancia. Se podía haber tomado cualquiera, así que se eligió “A mi hermano Miguel” porque pone en juego cierta estrategia poética muy interesante que se puede denominar “involución”. Veamos:
Hermano, hoy estoy en el poyo de la
casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y
que mamá
nos acariciaba: “Pero, hijos…”
Ahora yo me escondo;
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des
conmigo.
Por la sala, el zaguán, los
corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy
contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste
una noche de Agosto, al alborear,
pero, en vez de ocultarte riendo,
estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no
encontrarte. Y ya
cae la sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse
mamá.
Con este poema parece ser que se ha llegado casi al lenguaje
vallejiano más puro, aunque habrá que esperar a Trilce para que esto tenga lugar. Lejos ya de los moldes
modernistas, la métrica y la rima han dejado de tener importancia; el poema se
dirige hacia el verso libre. El interés
corre a cargo de la sensibilidad impregnada en el poema por otros medios. Cabe
percatarse de que la imaginería y metáforas modernistas también han
desaparecido. El lenguaje está envuelto en lo local, en lo coloquial y
cotidiano. No queda rastro del vocabulario preciosista, ni de las comparaciones
religiosas al estilo decadente. Simplemente, el alma del poeta que se expresa
sin ropajes extraños, con la cara y el alma lavadas. Al estudiar a Valdelomar
hicimos hincapié en un poema titulado “El hermano ausente en la cena pascual”,
y señalamos que fue el primero en motivar el Postmodernismo en base a la
utilización de lo familiar en
El yo poético se presenta en el momento presente sintiendo
el dolor de la ausencia de su hermano al acercarse a la puerta de su casa donde
vivían siendo niños, y le habla como si todavía estuviera vivo o le escuchara
desde el más allá. Se debe poner de relieve una característica muy patente a lo
largo de todo el poema y que le da su regusto vallejiano. Se trata de la
creación de un mundo confidencial entre el poema y el lector. El tono de
intimidad compartida crea un mundo autónomo que todo lo envuelve. Como señala
Alberto Escobar, nos referimos “a su acento de diálogo, a la norma
conversacional.” (1973, p. 45) Alberto Escobar señala en sus palabras una
tendencia poética vallejiana muy relevante: “En el modo en que Vallejo dialoga,
en la carga afectiva que transfieren sus palabras, es donde sorprendemos mejor,
no sólo lo que dice y la forma en que lo dice, sino que atisbamos la manera en
que su mundo se revela al lector: casi en un acto de entrega y captura.”(1973,
p. 73) En efecto, Escobar se refiere a “esa atmósfera” especial que se va
urdiendo a través de la creación de un ambiente lleno de localismos y de notas
de alto contenido emotivo. Haciendo uso de este nuevo rasgo poético, Vallejo se
aleja también del decorativismo modernista. Siguiendo con el análisis, en la
primera estrofa, se ve al yo poético en ese momento presente de dolor al
recordar los buenos momentos en que la familia estaba unida y era feliz. El
manejo genial de la temporalidad es un rasgo muy particular en Vallejo. “A mi
hermano Miguel” es un gran ejemplo. En ese momento se acuerda de los juegos de
antaño con su hermano. Se sitúa en el presente, pero acordándose del pasado,
con lo que se encuentra ya en camino hacia los recuerdos. En la segunda estrofa
se produce una transición más patente entre el presente y el pasado, expresada
a través de la explicación de cómo eran las reglas del juego del “escondite”
que los niños practicaban. En la tercera estrofa, narra la muerte de su hermano
como si formara parte del juego de esconderse al que jugaban los dos pequeños:
“en vez de ocultarte riendo, estabas triste”. En este juego de desaparición, se
dibuja la sensación de Vallejo hacia un hermano que continuará eternamente
siendo un niño, un hermano al que la muerte no dejó crecer. Y en cierta manera,
Vallejo tampoco pudo hacerlo porque “esos golpes del destino” que son “como del
odio de dios”, han hecho que el dolor se impregne de tal manera que no pueda ya
dejar de existir y que el tiempo se pare en un momento, y las manecillas del
reloj no vuelvan a moverse. Por eso, los dos últimos versos se impregnan de un
lirismo especial. Vallejo se ha convertido en un niño que realmente no cree que
haya muerto su hermano, piensa que es parte del juego, y que más tarde o más temprano
volverá a aparecer. La mente de los niños no concibe
CONCLUSIÓN
En conclusión se debe señalar que Vallejo es uno de los
genios poéticos que surge cada cierto tiempo y que pertenece a
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