tritonos
LA
TRADUCCIÓN DE TEXTOS FILOSÓFICOS INGLESES CONTEMPORÁNEOS: LAS NOTAS DEL
TRADUCTOR
Verónica
Pacheco Costa
(Universidad Pablo de Olavide.
Sevilla)
RESUMEN:
Es bien sabido que el uso de las
notas del traductor a pie de página no es algo que guste demasiado a
traductores y a lectores. Hay opiniones
en contra y a favor de su uso pero desde luego es una práctica totalmente
desechada en la traducción literaria porque arruina la lectura fluida del
texto. Sin embargo en otro tipo de textos,
como los textos filosóficos, la cuestión, por el momento, no está clara del
todo y precisa de un estudio pormenorizado.
Este trabajo analiza en primer lugar
las peculiaridades de los textos filosóficos
en comparación con los textos literarios y los científicos y se consideran
los problemas generales de traducción que pueden conllevar la traducción de dichos textos; en segundo lugar
se ofrecen diversas opiniones a favor y en contra del uso de las notas del
traductor y por último se estudian diversos ejemplos de textos filosóficos que
precisarían de una nota del traductor que aclarase la elección realizada por el
traductor.
Palabras clave: traducción, textos
filosóficos, notas al pie
ABSTRACT:
It
is well known that translators and readers do not like the foot notes. There are opinions in favor and against their
use and regarding literary translation they have been rejected as they might
spoil the pleasure of reading. However,
in other type of texts, such as philosophical texts, this issue has not been
clarified up to now and further research is required.
Firstly,
this paper analyzes the special features of philosophical texts in comparison
with literary and scientific texts and it evaluates the general problems of
translation of those texts; secondly, this paper gathers different opinions in
favor and against the use of translator foot notes and finally, this paper
examines several philosophical texts in which a translator note should be used
to clarify the choice made by the translator.
Key
words: translation, philosophical texts, footnotes
Problemas generales de la traducción
de textos filosóficos
Como sabemos, “traducir”
significa transportar de un lugar a otro
y transportar a través de las fronteras de un idioma a otro, de un país a otro
y de una cultura a otra. Un texto traducido es, en cierto sentido, transferido
a otro texto que pertenece a otra
cultura y a otro idioma. Siguiendo las palabras de Walter Benjamin
(2000) podemos decir que una traducción debe tender a restaurar el lenguaje
puro que subyace a todos los idiomas.
Además, según André Lefevere (1992) si se
parte de una definición de traducir como un trabajo de reescritura, la
traducción sería el original reactualizado y revitalizado que se ofrece como
una interpretación del texto original. Para Jacques Derrida
(1983) el acto de traducir e interpretar convierte al texto en traducible e
intraducible al mismo tiempo, en cuanto que se puedan o no traducir los
pensamientos que conllevan las palabras.
Un
caso particular en el que se ponen de manifiesto de modo muy relevante los
postulados que acabamos de mencionar es el de la tarea de traducir textos
filosóficos. Como indica Francisco L. Lisi (2010: 1) la traducción de textos filosóficos ha
desempeñado un papel importante en la transmisión y pervivencia de la historia
del pensamiento ya que la traducción constituye un paso esencial en el proceso
de comprensión de los textos filosóficos.
La filosofía contemporánea, a partir del neopositivismo se ha visto
involucrada de forma necesaria en la tarea de traducción y sus dificultades, en
tanto que aquella maneja conceptos y sistemas de pensamiento novedosos que
fuerzan la expresividad de la lengua. De
ahí que el traductor que se enfrenta a
dichos textos se ve también obligado a utilizar procedimientos expresivos que
ofrezcan la mayor fidelidad posible al texto original. De la inmensa tarea que
representa la traducción de textos filosóficos contemporáneos posiblemente sea
la dimensión semántica aquella en la que residan el mayor número de problemas. No
hay que olvidar que gran parte de los textos filosóficos contemporáneos, cuyos
autores mencionaremos más adelante, contienen nuevas referencias en lo tocante
a la terminología, las matemáticas, el metalenguaje y la dimensión psicológica.
En
el caso que aquí nos ocupa, la traducción de textos filosóficos contemporáneos,
la correspondencia tradicional entre la palabra y el objeto deja, en gran
medida, de ser válida. En este tipo de
textos hay que tener en cuenta factores externos a los mismos y que obligan al
traductor a interpretar el texto original, acompañado de su trasfondo cultural
propio y especializado. El punto en el que la pluralidad de significados y la
traducción/interpretación aludida se encuentran podemos definirlo en palabras
de Andrew Benjamin (1989) como “pragma”. En
este caso el traductor se presenta como dueño absoluto del texto y será su
propia capacidad interpretativa y base cultural la que elija, del modo más fiel
posible, la traducción adecuada que aúne la pluralidad de significados
originaria. Para Emilio Ortega (2010: 420) el problema fundamental de la
traducción filosófica viene dado, en primer lugar, por el vocabulario altamente
especializado y no siempre accesible y en segundo lugar por el tratamiento que
este vocabulario recibe en las distintas tendencias y tradiciones filosóficas
tanto en el momento actual como a lo largo de la historia. A diferencia de la
ciencia, como apunta Glencora Amador (2006: 353), la
filosofía carece de un método de verificación por lo que la correspondencia
entre conceptos y términos es compleja.
De
todo lo anterior podemos deducir que el traductor, y aún más si cabe aquel que
traduzca de un texto filosófico ha de olvidar pues la división a ultranza entre
traducción literal y libre. André Lefevere (1992)
distingue entre traductor conservador y traductor inspirado. El primero trabaja
en el nivel de la palabra o de la frase, mientras que el segundo trabaja en el
nivel de la cultura como un todo y del funcionamiento de ese determinado texto dentro
del marco de aquella. Entre fidelidad o infidelidad al texto original, el
traductor debe ser capaz de trasmitir el texto y los valores culturales que lo
acompañan, de tal manera que la traducción final debe resultar de un compromiso
entre ambos extremos aunque debe primar la fidelidad al original sin caer en el
exceso de literalidad. La traducción filosófica, en nuestro caso, debe decir
todo con la corrección y naturalidad que permita la lengua a la que se traduce,
buscando aquellos sistemas comunicativos comunes con los que se pueden
intercambiar idénticas informaciones. Todo
lo dicho que, evidentemente, vienen a ser las normas comúnmente utilizadas por
todo traductor que se precie en cualquier disciplina, debe ser escrupulosamente respetado en el caso de
la traducción filosófica que, sobre todo, más que palabras maneja ideas.
Los dos textos donde la filosofía escrita en
inglés alcanza su primera etapa de plenitud expresiva y conceptual son el ensayo Essay Concerning Human Understanding escrito en 1690 por el filósofo empirista John
Locke (1632-1704) y el tratado Tretatise of Human Nature
(1739) escrito por David Hume (1711-1776). Por este
tiempo la lengua inglesa está perfectamente adaptada al discurso filosófico,
tanto en lo referente al léxico como en lo tocante a la sintaxis. Sin embargo,
la capacidad del inglés como lengua filosófica se verá puesta a prueba con las
corrientes de la filosofía analítica y del positivismo lógico de comienzos del
siglo XX y sobre todo cuando George Edward Moore (1873-1958) introduce la
práctica del análisis lógico del lenguaje para clarificar los problemas de la
lectura. Su tarea se verá completada con el pensamiento de los filósofos
Bertrand Russell (1872-1970) y Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Además, este
nuevo método de filosofar, al tener en cuenta los postulados de la lógica
simbólica, introducirá en el texto filosófico inglés una elevada cantidad de
tecnicismos que, a la larga, producirán dificultades para su versión al
castellano. De ahí que el presente
trabajo se centre fundamentalmente en estos textos filosóficos ingleses contemporáneos
y principalmente en el filósofo y matemático británico Bertrand Russell ganador
del premio Nobel de Literatura en 1950.
Las notas del traductor
Para
Ignacio Velázquez (2000: 94) la traducción supone un pacto en el que el
traductor es el responsable de aclarar el sentido correcto de la escritura y
como consecuencia de su traducción y el uso de las notas es solamente un
elemento secundario. Algunos traductores
recurren a esta estrategia de forma rutinaria y como afirma Clifford Landers (2001) esta es
la tendencia en Estados Unidos donde a través de las notas los traductores
quieren transmitir la máxima información a la vez que ofrecen la oportunidad
para que otros puedan verificar su trabajo. Sin embargo, el propio Landers confiesa que si en el texto origen no se encuentran
notas al pie de página, incluirlas en la traducción supone modificar el efecto
que produce el texto origen y afirma que: “They destroy the mimetic
effect, the attempt by (most)
fiction writers to create the
illusion that the reader is
actually witnessing, if not experiencing,
the events described” (2001:93).
Para Juan Gabriel López Guix el problema de
introducir notas del traductor es la “divergencia entre los conocimientos del
lector postulado por el original y los conocimientos del lector al que se
dirige el traductor” (2003: 291) y explica que hay lectores con conocimientos
suficientes que no necesitan aclaraciones del traductor y que estas le resulten
superfluas.
A favor del uso de las
notas del traductor, sin embargo, encontramos opiniones diversas y entre ellas la de André Lefevere que
afirma que la nota del traductor asegura que el lector lea la traducción e
interprete el texto de manera correcta (1992: 78). También
a favor de su uso, Vicente Marrero afirma que “las notas al pie de
página cubren una necesidad del espíritu que el cuerpo del texto no satisface” (2001:70).
Además Marrero destaca cuatro razones
principales para su uso. Estas son: 1) las condiciones del receptor a quien se
dirige el texto traducido, 2) la divergencia cultural de las dos comunidades
lingüísticas que se enfrentan en la tarea traductora, 3) la distancia temporal
entre texto original y texto traducido y 4) la especial naturaleza que
caracteriza a la información textual que, a veces, exige una aclaración o un
añadido. El mismo autor también clasifica las notas de la siguiente manera: 1)
notas que contienen referencias geográficas, 2) notas que contienen referencias
históricas como hechos, acontecimientos o episodios que se mencionan en el
texto, 3) notas que contienen referencias culturales como las costumbres o
tradiciones de un país, 4) notas que contienen referencias de personajes que
han desempeñado un papel importante en algunos de los campos del saber, 5)
notas que contienen referencias intertextuales como aclaraciones de referencias
de la propia obra, 6) notas que contienen referencias intratextuales
como explicación de algún dato del texto mencionado anteriormente y 7) notas
que contienen referencias metalingüísticas para aclarar significados de
palabras (2001:75-85).
Para Norma Ribelles las notas del traductor “no deberían considerarse
una vergüenza del traductor sino una
herramienta útil que, sin embargo, el profesional debe saber utilizar con
sensatez y prudencia, sólo cuando lo estime necesario y siempre teniendo en
cuenta el tipo de texto” (2004: 387). Parece
claro que en los textos literarios este sistema de clarificación resulta algo
pesado y tedioso para la lectura y que incluso puede llegar a arruinarla. Sin
embargo, si el texto original es un texto filosófico, evidentemente la nota a
pie de página, lejos de ser un reconocimiento a imposibilidad de traducir, se
convierte en una ayuda indispensable para la comprensión del texto y viene a
constituir una explicación adicional que aunque prolija puede ser necesaria. Estas
notas no serían las llamadas “intervenciones eruditas”, nombre acuñado por
Norma Ribelles (2004: 389) para referirse a aquellos
datos que aporta el traductor pero que no son esenciales para la comprensión
del texto, sino que más bien deberíamos calificarlas de “notas aclaratorias”. La
función de estas notas sería precisamente la de aclarar y explicar determinadas
elecciones del traductor ha realizado a la hora de traducir dichos textos y la
de ofrecer información extra acerca de determinadas referencias que se realicen
en los textos filosóficos bien sea a otros filósofos o teorías filosóficas.
Algunos ejemplos de notas del traductor
en textos filosóficos
Uno de los primeros ejemplos
del uso necesario de la nota lo tenemos en Logic and Knowledge (1956) del filósofo
Bertrand Russell al comienzo de su libro leemos la definición que él mismo
ofrece del término denoting phrase. Para Russell la palabra denotation tiene una gran ambigüedad ya que hace referencia a “descripciones”
y “expresiones denotativas”. El ensayo en sí mismo discute el tema de la
“denotación” por lo que no sería aconsejable que el traductor resolviera el
asunto mediante una traducción transparente del término pero que aclarara
mediante nota del traductor precisamente las intenciones del autor.
En la página 85 del
mismo libro leemos los términos: All and any. En este
caso el filósofo se está refiriendo a la lógica de clases en la que se manejan
conceptos puramente matemáticos. Una traducción posible podría ser: “Todos y
cualquier”, con el sentido de “uno cualquiera”. Esta última puntualización se
hace necesaria por parte del traductor en un intento de aclarar el ambiguo
enunciado a la vez que se adelanta al
desarrollo que el filósofo hace en el texto. La distinción entre all y any que sirve aquí al autor para
introducir las clásicas nociones de variante aparente y real, es una distinción
entre dos clases de generalidad que podríamos llamar, respectivamente
determinada e indeterminada. Cuando en el artículo se refiere a “todos” se
incluye a todo como una generalidad. Sin embargo cuando hablemos de “cualquier
miembro” nos estaremos refiriendo a “uno cualquiera”. La indeterminación de
“uno cualquiera” no se ha de confundir con la de “algún” y de ahí que la nota a
pie de página se haga necesaria.
En la página 107 se hace
necesaria otra nota del traductor para explicar la diferencia entre los
calificativos “predicativos” y “no predicativos” que el propio Russell explica
en su obra, Principia Mathematica
y que tienen una estrecha relación con la denominada Paradoja de Russell. En otro ensayo de Russell, “On the relations
of universals and particulars”
(1956: 145) cuya posible traducción podría ser: “Sobre la relación de los universales
y los particulares”. Esta traducción necesita una aclaración mediante una nota
a pie de página ya que no es corriente en español la sustantivación
“particular” tal y como Russell se sirve de ella para designar lo que puede ser
nombrado mediante nombre propio. Pero pese a ello conviene dejar el término
“particular” en la traducción debido a lo extendido que se halla el término en
la tradición filosófica anglosajona.
En
el ensayo de Russell “On the
Nature of Acquaintance”
(1956: 182) nos encontramos con una palabra clave: mind, que se ha de traducir por “mente” aún
considerando lo insuficiente del término que en su versión en inglés también
puede relacionarse con lo racional. En este caso cabe la posibilidad de aclarar
con nota explicatoria, como en los casos anteriores,
o bien se podría escribir en el texto traducido, al lado de “mente”, mind entre
paréntesis. Solución similar, que evita la distracción del lector, podría
tomarse con la traducción de emphatic particulars por “particulares fuertes” y con la
traducción de selfhood por “identidad”, ambas expresiones en el
mismo ensayo de Russell (1956: 237).
Pero
no solamente el traductor puede realizar aclaraciones sobre la terminología
usada y su alcance sino que también puede explicar términos que hagan
referencia a una época. Por ejemplo en la página 394 de la misma obra de
Russell, leemos Pilgrim Fathers y
quizá sería necesaria una nota del traductor que explicara que son los
tripulantes del barco Mayflower
y primeros colonos europeos que desembarcaron en el continente americano en
1620.
Russell en su ensayo “Knowledge by aquaintance
and knowledge by description” (1956: 407) utiliza las palabras dog y wolf como ejemplos para provocar la sensación de un cierto
paralelismo entre ambas transformaciones, la fonética y la biológica. Esta
relación resulta, en un principio, intraducible, ya que no es posible encontrar
dos nombres de animal en español que mantengan una relación fonética y
biológica a la vez y ello obligaría a mantener las palabras de los animales en
inglés y añadir una nota a pie de página explicando la imposibilidad de la
traducción no adaptación debido a que el texto perdería todo el sentido.
En la página 427 del
mismo libro de Russell nos encontramos con la palabra objective que resulta a simple vista
sencilla de traducir pero con la que hay que ser especialmente cuidadoso ya que
para Russell hace referencia a hechos o situaciones objetivas en contraposición
a las proposiciones de orden epistemológico.
En la página 514 nos
encontramos con la palabra sentence que hemos de traducir por “sentencia” pese a
tratarse de un anglicismo ya que Russell lo está empleando dentro de su
vocabulario lógico para designar “expresión” más que dando un matiz gramatical
de “frase”. Esta diferenciación precisa de una nota a pie de página para
explicarlo.
Con
una nota también debería aclararse la traducción de significance por “significación” que aparece en el ensayo
de Russell “Logic
Positivism” (1956: 517) de la misma obra. En dicha
nota debería explicarse que se está hablando de un símbolo y no de un
significado de una palabra (meaning). A
diferencia de los significados, las significaciones de los símbolos no sólo
presuponen los significados de sus elementos sino que también se relacionan con
la sintaxis del idioma en el que unos y otros intervienen. En esta nota además
estaríamos aclarando el texto y no solamente la traducción. En este caso, el traductor se tomaría la
licencia de ser co-autor y no sólo traductor,
circunstancia que hemos apuntado anteriormente.
De otra obra de B. Russll, An Inquiry
into Meaning and Truth (1992:137), en el capítulo X titulado “Basic Propositions”, en sus primeros párrafos el filósofo lleva a
cabo una explicación del significado de término que describe como una subclase
de premisa epistemológica relacionada directamente con las experiencias
sensoriales. Añade que toma prestado el
término del filósofo británico Alfred Jules Ayer
(1910-1989) que a su vez lo usa según la escuela de positivistas lógicos
alemanes. En este preciso momento se hace necesario que el traductor añada una
nota a pie de página explicando de manera breve dicha referencia al positivismo
lógico.
En la página 24 de este
libro nos encontramos con un problema similar al comentado más arriba cuando
hablábamos de la relación fonética y biológica de dog y wolf. El problema con el que nos
encontramos ahora reside en que Russell dedica dos páginas a la relación de la
palabra dog
con el animal que representa y menciona diversas maneras de pronunciar la
palabra:
Some people say “dwag”, but we recognize that
they mean “dog”. A German is apt to say “dok”; if we
hear him say “De dok vaks
hiss tail ven pleasst”, we
know he has uttered an instance of the word “dog”, though an Englishman who had
made the same noise would have been uttering an instance of the word “dock”. (25)
A simple vista podría parecernos que
este párrafo nada tiene de texto filosófico pero estaríamos muy equivocados si
esta fuera nuestra conclusión. Russell
le dedica gran parte de este libro al estudio de la palabra, de las oraciones y
la sintaxis. Como traductores tenemos el problema de elegir qué hacer en este
caso: dejar los ejemplos en inglés o adaptarlos y por supuesto en cualquier caso usar notas al pie para aclarar al lector nuestra elección. Un problema
semejante aparece en la página 52 del mismo libro cuando Russell explica cómo
las oraciones y las palabras describen experiencias y afirma que “you may use the
word hot because you are writing a poem in which the previous
line”. Este caso es difícil de resolver ya que Russell usa el adjetivo hot a lo largo de varias páginas por lo que
se precisa una adaptación desde el primer momento en el que aparece y una nota
a pie de página explicando la elección.
Mención especial hemos de prestar a las referencias que el propio Russell hace de otros filósofos
y sobre cuyas teorías él basa
las suyas propias sin entrar en mayores explicaciones, como por ejemplo:
“The identity of indiscernibles, which follows
analytically from our theory, is rejected by Wittgenstein and others“ (1992:
102), “J.S. Mill’s definition of matter as a permanent possibility of sensation results from a
combination of science and Berkeley” (1992: 117), “Next come habit-inferences,
of the kind that Hume considers in connection with causation” (1992: 207), “Unless
we asume a plenum of Leibnizian
monads, all causation between human beings will have to be telepathic” ( 1992:
301). En estos ejemplos
los lectores poco avezados y escasamente instruidos en filosofía corren el
peligro de perderse en la lectura por lo que en estos casos el traductor podría
introducir breves notas a pie de página para aclarar las referencias que
realiza Russell.
Por
último no debemos olvidar la traducción de las notas a pie de página del
filósofo y del editor. Si bien las primeras no revisten en principio de una
problemática mayor que la de traducir el propio texto, las notas del editor se
parecen mucho a las que el filósofo añadiría en su obra. A este respecto llama
la atención las 51 notas del editor de Principia
Ethica, obra del filósofo británico George Edward
Moore (1873-1958) ya mencionado anteriormente.
Entre estas numerosas notas nos encontramos con las que son más comunes
entre los editores como la localización en bibliotecas de determinados ensayos
del filósofo, las diferentes ediciones de los libros que menciona pero también
leemos otras en las que realiza comentarios acerca del contenido de la obra del
filósofo y entre ellas leemos la nota 14: “The phrase ‘ideal utilitarism’ actually comes from the book of Mooore’s
contemporary Hastings Rashdall
(…) who had also been a pupil
of Sidgwick, alludes briefly to Principia Ethica, but
makes it clear that….) (1994:
xiv); la nota 23: “The term Moral Sciences actually comes from J.S. Mill’s System of Logic and really just means
human sciences” (1994:xxii); nota 31: “Unfortunately Reagan fails to see that
this category is only an exception to Moore’s general line of argument, and
thus misrepresents Moore as offering a radical defence
of the freedom of the individual” (1994: xxviii); nota 48: “This way of putting
the point drastically simplifies Moore’s thought, but without doing serious
justice to Moore” (1994: xxxiv); y por último llama la atención la nota
49 en la que recomienda la lectura de una obra de la escritora Virgina Woolf, amiga del filósofo Moore: “One can read Virginia Woolf novel Waves as an exploration of this theme”. Evidentemente la posición del
traductor ante estas notas del editor tiene que ser la que le marca la propia
editorial que publica la traducción en español y que quizá sugiera que el
prefacio del editor no es necesario incluirlo en la traducción.
Conclusiones
Las
breves aportaciones que hemos ofrecido muestran cómo el traductor, a pesar suyo,
se convierte en un co-autor y nos obliga a
reflexionar sobre la noción de interpretación. La cuestión nos introduce en el
debatido tema de si la traducción debe considerarse o no un original. A este
respecto hemos de partir de la base de que no se traducen solamente palabras
sino el discurso filosófico completo y coherente, y en este tipo de textos nos
encontramos con más elementos que los que contiene la lengua en sentido
estricto. Por ello el concepto de fidelidad va más allá de la palabra y apunta directamente
al sentido.
Con
los ejemplos que hemos presentado se pone de manifiesto que el traductor de
textos filosóficos se debate continuamente entre lo que requiere la fidelidad a
la palabra y lo que se precisa para dar contenido semántico a la misma. Los
lectores de textos filosóficos esperan que el texto traducido transmita todo lo
que a su vez transmite el texto original, por lo que el traductor de estos
textos debe tener un amplio bagaje filosófico a la vez que conocer y aplicar
hábilmente las técnicas propias de la traducción.
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