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Revista de estudios filológicos
Nº27 Junio 2014 - ISSN 1577-6921
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UN RECORRIDO LINGÜÍSTICO DIACRÓNICO POR EL CONCEPTO DE VERDAD

Aldo Fresneda Ortiz

(Universidad de Murcia)

aldo.fresneda@um.es

RESUMEN

             En este artículo presentamos un recorrido histórico sobre el concepto de verdad. Nos aproximaremos a él a través del ámbito de la Filosofía tradicional y de la Filosofía del Lenguaje, así como desde la Semántica Cognitiva.

ABSTRACT

             In this paper we present a historical overview of the concept of truth. We will approach it through the field of traditional Philosophy, the Philosophy of Language and Cognitive Semantic.

PALABRAS CLAVE

 Lenguaje; filosofía; verdad; semántica; hermeneútica; cognitivismo.

KEYWORDS

 Language; philosophy; truth; semantics; hermeneutics; cognitivism.

 

INTRODUCCIÓN

Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es indicación del dolor y del placer, por eso también la tienen otros animales. En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y de lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones (Aristóteles, Poética, 1253A)

        

         Ya desde la Antigüedad Clásica el problema del lenguaje y la verdad ha constituido una de las cuestiones axiales en la teoría del conocimiento. Así, desde algunos teóricos clásicos, pasando por pensadores medievales, hasta llegar a los hermeneutas más insignes, todos ellos han tratado en un momento u otro el problema de la verdad en su relación con el lenguaje. En este sucinto trabajo pretendemos proyectar unas líneas vertebradoras sobre el recorrido de una noción tan importante a lo largo de la historia de la Hermeneútica.

 

NOCIONES GENÉRICAS SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD Y SU RELACIÓN CON EL LENGUAJE

         A la hora de abordar el estudio de una cuestión tan humana como la verdad, vamos a ir descubriendo que, tras el comportamiento moral y social de los individuos, se manifiesta también una faceta lingüística, que, junto con otras partes no verbales, dan cuenta de esta faceta moral del ser humano.

         Cuando hablamos de la verdad, surgen ante nosotros dos perspectivas muy diferenciadas: ¿es la verdad un hecho totalmente comprobable?, o, desde una perspectiva más ajustada, es la realización concreta de una concepción mental previamente establecida. A lo largo de la historia reciente de la Lingüística y de la Filosofía ésta ha sido una cuestión compleja, que dio lugar a diferentes teorías sobre la concepción de la verdad. Pero antes de introducirnos en el ámbito de la Filosofía del Lenguaje, podemos acudir a una fuente mucho más cercana: el DRAE. Resulta bastante curioso comprobar que en el DRAE la primera acepción de verdad que se nos ofrece sea «conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente». Vemos que el DRAE nos ofrece una concepción totalmente filosófica de la verdad. Es más, podríamos argüir que la concepción de verdad de la Academia de la Lengua Española pertenece a una etapa de la Filosofía de principios de finales del siglo XIX y principios del XX.

         Otro aspecto sobre el que podemos reflexionar es la condición necesaria para que podamos hablar de la problemática antes expuesta: que exista una dimensión ética dentro del lenguaje. Esto es, que el lenguaje pueda ser considerado como parte de la propia naturaleza humana. Es en sentido, y siguiendo la obra de Rojas (2000), el cual defiende que «el lenguaje humano establece un modo de sociabilidad inédito en el reino natural; un modo que se caracteriza por la irrupción novedosa e insoslayable de las valoraciones morales». Por este motivo, como sigue argumentando Rojas, «la ética no aparece, pues, como producto derivado y lateral de la facultad lingüística humana, sino como su dimensión más propia, aquella que propiamente la caracteriza y define (…) Porque el hombre posee lenguaje, posee también capacidad moral; y dicho lenguaje alcanza su más alto rendimiento precisamente al abrir el ámbito de la ética». Vemos que la relación entre el lenguaje y la ética queda fuera de toda duda. Es más, como apunta el autor, es totalmente indisociable la perspectiva ética del lenguaje al lenguaje en sí. Tanto es así, que el autor comprende que no sólo es una parte importante, sino que se trata de la parte esencial del lenguaje. Es la dimensión ética del lenguaje la que justifica el propio lenguaje, ya que éste es fundamentalmente un medio de relación para todos los integrantes de la comunidad hablante.

         Otra de las cuestiones interesantes acerca de la verdad es la que apunta Ayer en la obra Lenguaje, verdad y lógica, donde expone que «ninguna proposición es cierta, ni siquiera las que se refieren a la experiencia inmediata» (107: 1971). En esta obra el autor nos hace dudar incluso de las percepciones sensoriales más básicas, como nos justifica en el siguiente fragmento:

        Al negar la posibilidad de las proposiciones ostensivas, no estamos, naturalmente, negando que, en realidad, haya un elemento dado en cada una de nuestras experiencias sensoriales. Ni estamos sugiriendo que nuestras sensaciones sean por sí mismas, dudosas. (…) Una sensación no es la especie de cosas que puede ser dudosa (…) una sensación, sencillamente, se produce. Las que son dudosas son las proposiciones que se refieren a nuestras sensaciones, incluyendo las proposiciones que describen las cualidades de un contenido sensorial que se nos presenten, o que afirman que se ha producido, en un determinado contenido sensorial. Identificar una proposición de esta clase con la sensación misma sería, evidentemente, un gran desatino lógico. Aunque yo imagino que la doctrina de las proposiciones ostensivas es el resultado de tal identificación tácita. Es difícil explicarla de ningún otro modo (Ayer, 1971: 109)

         Es en este momento en el que retomamos las definiciones que sobre el concepto de verdad han tenido lugar en la historia de la Filosofía. Hemos de tener en cuenta que la concepción actual de verdad como «algo demostrable, fijo e irrefutable» es relativamente moderna, aunque como veremos posteriormente hubo acercamientos más tímidos desde el siglo IV. De este modo, podríamos hablar de que en el seno de la Filosofía – y específicamente en el ámbito de la Filosofía del Lenguaje – la fluctuación en lo que respecta a la concepción de la verdad fue muy importante.

LA NOCIÓN DE VERDAD EN LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE

Dicho todo lo anterior, a comienzos del siglo XX cabe hablar de formas distintas de concebir la verdad, las cuales surgirán las unas de las otras en un proceso de dialéctica filosófica: la concepción de Peirce, la concepción de James y la concepción de Morris. Estas indagaciones están a medio camino entre los ámbitos de la Filosofía del Lenguaje y la Lingüística en sí.

·         William James:

La tesis de W. James (Pragmatism, 1907) es, básicamente, que las ideas no son verdaderas o falsas, son útiles o no. Ésta es una visión darwiniana del conocimiento, que tiene que ver con la adaptación y la perpetuidad de las cosas. La idea de que algo es verdadero de modo absoluto es lo que pone en tela de juicio James. Nuestras ideas son útiles mentales creadas por nuestro cerebro para resolver problemas. En la medida en que las ideas son adecuadas a un uso determinado las conservamos y las creemos verdaderas. Por este motivo, no se puede decir que exista la verdad o la falsedad absoluta. Somos seres que nos adaptamos al medio y nuestras verdades o falsedades van adaptándose con nosotros.

·         Charles Peirce:

Las ideas de James proceden de las charlas en el Club metafísico de Peirce. Peirce era conocido por el ser fundador de la teoría general de los signos, fue uno de los fundadores de la teoría semiótica. Una de las ideas básica de Peirce es que “todo pensamiento es signo” y, si esto es así, todo pensamiento es signo porque además es signo de otra cosa. Vivimos en una semiosis ilimitada.

A Peirce no le interesaba la verdad o falsedad de las cosas, le interesaba cómo nos comunicamos mediante la significación, cómo significan las cosas. Él quería descubrir una especie de álgebra universal de la significación1. Peirce va a incluir el concepto del interpretante en el esquema del signo tradicional. El signo, objeto y referente lo toma de Peirce.

 

 

·         Charles Morris

La teoría general de los signos de Peirce influye en Morris, quien dice que el hombre es un animal simbólico. Morris es el primero que usa el término Pragmática con un sentido más parecido al actual.

Morris, que bebe de Peirce, dice que en el lenguaje hay tres dimensiones:

1.   Semántica: dice Morris que el signo se refiere a su referente.

2.   Sintáctica: el signo se refiere al signo.

3.   Pragmática: el signo se refiere al intérprete. Los hechos significan para alguien situado en el aquí y el ahora.

         De este modo, comprobamos que desde los albores de la Lingüística son distintas las corrientes que se van a entremezclar y cada una de ellas va a generar una noción distinta de la verdad. Desde las teorías más puristas, que consideran que la estrecha relación entre el significante y el significado del signo lingüístico es lo que debe justificar las condiciones de verdad. Esta es la teoría filosófica de la «correspondencia», que dicta que un sujeto sólo puede aspirar a la verdad si su predicado se ajusta exactamente a los hechos de la realidad (Enciclopedia Oxford de la Filosofía: 1022) .Desde el punto anterior, hasta las teorías más lapsas, basadas en un fuerte relativismo epistemológico, según las cuales la verdad es únicamente la correspondencia entre el significante de un signo y el significado asociado al mismo – por lo que cualquier imagen mental que considerásemos como verdadera habría de ser considerada como tal aun cuando no existiera una relación de correspondencia entre el significante de la proposición que se enuncia y el significado del mundo real correspondiente a la realidad sobre la que se predica en el acto enunciativo. Esta segunda concepción de la verdad es la teoría filosófica de «la verdad como coherencia». Los teóricos que abogan por esta teoría conciben que la verdad no puede relacionarse con los hechos, sino más bien con la relación de confianza que existe entre los participantes del acto comunicativo y que lleva consigo que exista un grado de confianza mayor. En términos lingüísticos, podríamos decir que el receptor del mensaje dentro de un acto comunicativo «rechaza llevar a cabo la verificación de un enunciado cuando existe una relación de confianza». En este sentido, podemos comprobar que es la confianza que existe en las relaciones interpersonales la que nos conduce a tomar unas u otras decisiones. En realidad, la verdad sería una suerte de estado neutro de no verificación de los enunciados del emisor en un acto comunicativo sano.

         Vemos que el concepto de verdad desde un punto de vista lingüístico, ya desde los orígenes de la Lingüística como ciencia y en su affaire con la Filosofía del Lenguaje, es tremendamente rico y complejo: ¿hemos de tratar desde un sentido lingüístico la verdad como una característica moral del ser humano?, o, por el contrario ¿hemos de entender que la verdad es algo totalmente distinto a la correspondencia del acto enunciativo con la realidad a la que representa? A lo largo de las siguientes páginas trataremos de dar respuesta a esta pregunta y, además, profundizaremos en un concepto estrechamente unido a la concepción de verdad y el uso del lenguaje: la manipulación.

 

APROXIMACIONES FILOSÓFICAS AL CONCEPTO DE VERDAD

         Tras contar todo lo referido al concepto de verdad desde los comienzos de la Lingüística cientificista, es el momento de que nos centremos en la trascendencia que ha podido tener este concepto a lo largo del tiempo. Veremos como nuevamente la distinción entre Filosofía y Lingüística será difícilmente discernible en este terreno. Es éste un campo movedizo en el que el carácter lingüístico de la mentira se enfrenta a la concepción filosófica y moral. Nosotros vamos a intentar ceñirnos únicamente a la parte lingüística, aunque es imposible que no abarquemos muchas aproximaciones filosóficas que han tenido lugar.

Agustín de Hipona

         Una obra que puede arrojar luz sobre el problema de la verdad es la de Maurizzio Ferraris. Este autor en La Hermenéutica va a desarrollar una serie de postulados interesantes respecto a la noción de verdad. Si nos centramos en la primera de las dos obras que hemos mencionado anteriormente, La Hermenéutica, resulta muy ilustrativa. Así, en la página 108 de esta obra podemos encontrar la siguiente reflexión por parte del autor:

 

        Pero precisamente éste es el punto: lo empírico es ciertamente diferente de lo esencial, porque este último no es más que la sombra del primero. Si la forma de la verdad está dada por la fe perceptiva, entonces precisamente la ingenuidad de la adaequatio se revela como una astucia.

         Vemos que el autor plantea una situación en la que la verdad esté marcada por la «fe perceptiva», por lo que la verdad se entendería como una suerte de «correspondencia» que se da entre los enunciados y los hechos del mundo. No obstante, el autor, más adelante expondrá que es todo lo contrario, ya que la verdad es más bien una relación de confianza en la que el receptor del mensaje se caracterizará por su «ingenuidad» (ya que renuncia a la constatación de los enunciados emitidos por parte del emisor), como podemos extraer del siguiente párrafo:

(…) en Las Confesiones, Agustín explica que no es superfluo confesarse a Dios, quien todo lo sabe; sin embargo, aquí ya se admite precisamente que la verdad es conformidad, y, además, se sostiene que la verdad sigue siendo letra muerta si permanece secreta, o sea si no es testimoniada a otros (y en efecto Agustín no se confiesa sólo a Dios, sino también frente a muchos testigos y por escrito, según un carácter ligado a la intersubjetividad y a la publicidad de lo verdadero que posteriormente volverá a aparecer en Husserl).(San Agustín, 2000: 109).

         Tras haber recuperado la cita anterior, nos queda claro que el concepto de verdad no es tan moderno como podíamos suponer. Podemos observar que un pensador como san Agustín ya había elucidado algunas de las cuestiones más modernas sobre la teoría de la verdad. Es el caso, por ejemplo de su noción de «verdad como conformidad», donde ya se adelanta que la verdad es una aceptación llevada a cabo por los integrantes del acto comunicativo en la que el receptor del mensaje rechaza llevar a cabo la comprobación del mensaje en virtud de la relación del confianza que le une al emisor. No obstante, habría que especificar el hecho de que esta relación de confianza está motivada por la intrahistoria comunicativa que se establecía previamente entre el emisor y el receptor del mensaje. De este modo, si de forma previa al estadio comunicativo que une a emisor y receptor, el receptor hubiera comprobado en alguna situación comunicativa previa que el emisor había llevado a cabo enunciados falsos, la relación de confianza estará dañada y supondrá un coste máximo volver a construir esta confianza. Así, podríamos decir que la relación de confianza es un estadio inicial que más adelante podrá reforzarse o destruirse.

Hans Gadamer

         Y si hablamos de «hermeneútica» en el apartado anterior, es inevitable hablar del padre de esta «teoría sobre la verdad»: Hans Gadamer. Gadamer, en su obra Verdad y método expone una visión particular y reflexiva sobre la idea de verdad. El proyecto de esta obra de Gadamer cuyo objetivo es «rastrear el concepto de la verdad, que sobrepasa el ámbito de control de la metodología científica allí donde se encuentra, e indagar en su metodología» resulta evidente. Lo que hace Gadamer es plantear el problema de la verdad dentro del ámbito de la experiencia artística. Lo que Gadamer pretende es mostrar que «resguardar las ciencias del espíritu bajo una justificación metódica obtenida de las ciencias de la naturaleza constituye un proceso que aliena el sentido de la tradición humanístico» (1971: 241). En la época moderna la verdad habría estado demasiado relacionada, en opinión de Gadamer, a la ciencia y al método científico.

         Si todo lo anterior lo extrapolamos al ámbito del lenguaje, podríamos establecer que la relación de «correspondencia» que se ha llevado a cabo en las teorías lingüísticas, ha sido sobreestimada. Hay que entender que la verdad es algo más complejo que la mera correspondencia de la realidad con las proposiciones.

Jurguen Habermas

         A continuación exponemos brevemente el recorrido que lleva a cabo Habermas sobre el estado de la relación entre lenguaje y verdad. Este autor nos va a hablar del «giro pragmático». Dice que «el cambio de paradigma de la filosofía mentalista a la filosofía lingüística ha tomado dos caminos harto distintos, aunque complementarios» (2003: 20). Por un lado, distingue la corriente de Frege y de la Filosofía Analítica general, y dice lo siguiente:

Frege y la tradición analítica general se interesan principalmente por la función representativa del lenguaje y la estructura proposicional de las oraciones simples, y se centran en la relación que existe entre la oración y el hecho de la realidad.

Por otro lado, también expone la otra corriente lingüística:

Heidegger y la filosofía hermenéutica se aplican al análisis de la función reveladora del mundo del lenguaje ordinario, y tratan de exhumar las cosmovisiones inscritas en sus rasgos gramaticales.

 

APROXIMACIÓN SEMÁNTICA AL CONCEPTO DE VERDAD

         La semántica y el significado no se deben entender como algo estático, más bien hay que verlo como una relación dinámica en la que el medio en que se insertan las palabras es lo que dota de valor a los términos que encontramos. Así pues, no es posible hablar de la existencia de un significado estático. Todo ello se relaciona con los postulados de la semántica cognitiva. Muñoz Gutiérrez lleva a cabo un análisis interesante sobre la relación entre los conceptos de verdad y semántica en Semántica cognitiva: Modelos cognitivos y Espacios mentales (2006) del que nos vamos a valer para exponer la relación entre estos dos ámbitos.

         Tradicionalmente, la Semántica es la parte del lenguaje que relaciona los elementos lingüísticos (nombres, oraciones, predicados) con los objetos y los hechos de la realidad. Es decir, la semántica se relaciona con la capacidad que tenemos para representar el mundo a través de signos. Como sabemos, los signos lingüísticos tiene una naturaleza dual, compuesta por dos elementos: el significante y el significado.

·         El significante es la «materia lingüística». Se trata de la secuencia de fonemas que dan lugar a la realización material del lenguaje.

·         El significado es la «intensión» del significante y expresa las propiedades generales y significativas del objeto de la realidad al que hacemos referencia a través del significante.

La semántica es una disciplina que – para decirlo sin gran precisión – se ocupa de ciertas relaciones entre las expresiones de un lenguaje y los objetos o estados de las cosas a los que se refieren (…) La palabra «verdadero» posee una naturaleza lógica especial: expresa una propiedad o denota una clase de ciertas expresiones, a saber, oraciones.

 

         El problema, según este autor, es que desde un punto de vista semántico es complicado hablar de «verdad», debido a que la lengua no es verdadera o falsa en sí misma, sino que esta propiedad se va a desprender del trasfondo que hay en la realidad y que se verbalizará a través de la lengua. Así pues, podemos comprobar que desde una perspectiva semántica tampoco es nada sencillo elucidar el concepto de verdad.

 

OTROS ARGUMENTOS QUE DETERMINAN LA NATURALEZA ÉTICA DEL LENGUAJE

         Además, hay otros argumentos lingüísticos sobre la dimensión ética del lenguaje a través de los principios de cortesía de Lakoff o el principio de Relevancia. Hay que entender la verdad como una relación de confianza en la que inconscientemente rechazamos constatar la verdad de las afirmaciones que nos llegan como receptores del mensaje. La verdad es al final una cuestión de confianza que entronca con la naturaleza ética y social que tiene el lenguaje humano. No hemos de olvidar que el lenguaje es, ante todo, un instrumento que propicia las relaciones humanas y como tal está imbuido en su misma naturaleza por las relaciones interpersonales, dentro de las cuales la confianza y la verdad son ejes esenciales.

CONCLUSIONES

         Tras el recorrido histórico que hemos llevado a cabo, hemos conocido algunas de las teorías más importantes sobre la verdad. Hemos visto que esta cuestión se remonta ya a la Antigüedad Clásica de la mano de Aristóteles, pasando por la Edad Media con san Agustín, las teorías propias de la Filosofía del Lenguaje, la Filosofía mentalista, la Filosofía hermenéutica, etc.

         Después de todo este recorrido el estado de la cuestión que une los conceptos de filosofía, verdad y lenguaje presenta las siguientes líneas maestras, que exponemos como conclusiones de nuestro recorrido:

·         El lenguaje es un componente esencial en la dimensión ética del ser humano

·         La verdad no es una cuestión de correspondencia con la realidad.

·         La verdad es cuestión de las relaciones sociales y se basa en la confianza.

BIBLIOGRAFÍA

Aranguren, J. L. (1988). El discurso de la mentira, Madrid: Alianza.

Ayer, A. J. (1971): Lenguaje, verdad y lógica, Barcelona: Ediciones Martínez Roca.

Ferraris, Maurizio. (1988): Historia de la Hermenéutica, Madrid: Akal.

Habermas, J. (2003): Ética del discurso y cuestión de la verdad, Barcelona: Paidós.

Muñoz Gutiérrez, C. (2006): «Semántica cognitiva: Modelos cognitivos y Espacios mentales» [Versión electrónica] en A Parte Rei. Revista de Filosofía, Vol. 43, enero 2006 <http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/carlos43.pdf> [Consulta: 13/1/2014].

Rojas, Pedro. (2000): «La ética del lenguaje: Habermas y Levinas», Universidad de Castilla la Mancha.

Tarski, Alfred. (1972): La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica, Buenos Aires: Nueva Visión.

Wilson, John. (1971): El lenguaje y la búsqueda de la verdad, Barcelona:EDHASA, Barcelona.

 

 

1 En relación con el signo lingüístico, la naturaleza del mismo ha sido entendida a lo largo de la historia de diversos modos:

·         Aristóteles hablaba de un significante que nos lleva a un significado.

·         Platón, de un significante que nos lleva a un referente.

·         Los estoicos, de un significante que nos lleva a un significado un referente. Es Peirce quien introduce el referente en ese triángulo del signo.