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Revista de estudios filológicos
Nº28 Enero 2015 - ISSN 1577-6921
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reseñas

GUIDO GOZZANO, LOS COLOQUIOS, EDICIÓN DE JOSÉ MUÑOZ RIVAS

 

 

por Erika Guerriero

(Universidad de Extremadura)

erika@unex.es

 

 

 

 

 

Madrid, Visor Libros, 2014

 

 

En esta primera traducción al español de Los coloquios de Guido Gozzano que ha publicado recientemente la editorial Visor de Madrid en su elegante colección de Poesía, José Muñoz Rivas, estudioso de literatura italiana y traductor, propone una detallada introducción en la que analiza y recorre los estudios críticos que conciernen la obra editada de Gozzano, ayudando al lector a entrar en el universo del poeta italiano, así como a comprender los aspectos más ocultos de su poesía, a través del aparato de notas en que se comentan cada uno de los poemas del canzoniere novecentista de Gozzano. La introducción es bastante extensa y hace puntualizaciones sobre muchos aspectos fascinantes de la obra del escritor turinés en los que ahora no puedo detenerme. Intentaré por lo tanto centrarme en los más importantes.

Así pues, no se le escapa al estudioso de literatura italiana el que la obra de Gozzano sea una de las más complejas de los autores de su generación. Y que durante décadas el autor turinés haya tenido dos tipos de lecturas muy claras: la “verdadera” y la “romántica”. Cito en este sentido un párrafo del estudio introductorio que creo viene a condensar lo que afirmo, y al mismo tiempo a adentrarnos en el universo literario de Gozzano:

 

Durante años al poeta piamontés se le ha leído de dos formas claramente distintas e incluso antagónicas, es decir, de un lado como a un poeta “romántico” que habla de los más altos sentimientos, y de otro lado como a un poeta “clásico” que requiere una preparación literaria sólida que le permita al lector desentrañar el verdadero mensaje poético del autor (en las pp. 13-14).

 

Así, en estas páginas iniciales, el crítico y traductor plantea la cuestión de la lectura y de la poética del autor italiano, que no se puede considerar completamente Futurista, ni exactamente Crepuscular, y está lejos, al menos en parte, del Decadentismo dannunziano. Avisando al lector español de que leer, estudiar, entender y, finalmente, traducir los poemas de Gozzano no es una cosa simple, ya que el poeta turinés no deja ningún escrito en el que se pueda leer una explícita y orgánica declaración de poética. Y recubriendo el epistolario del autor en este sentido un papel fundamental, ya que a través de este es posible obtener algunas  interesantes claves de lectura para comprender el complejo mundo cultural y literario del poeta.

Gozzano, de hecho, como explica ampliamente Muñoz Rivas en la introducción a su edición de Los coloquios, utiliza una lengua nueva, que se separa del lenguaje culto y elevado del pasado, y que es más cercana a una prosa poética, a un grabado o a una fotografía. Sus poemas son de hecho de extensión variable, abundando los que se consideran más cercanos al relato, no utilizan el verso libre, no siguen siempre esquemas rítmicos fijos, y muy a menudo recurren al estilo directo que hace, efectivamente, más “coloquial” el discurso.

Entrando en la repercusión de su obra, decir que hay cuatro palabras importantes para nuestro poeta que en él no siempre son antagónicas: Amor/Muerte, Poesía/Sufrimiento, que sintetizan el sentirse morir como temática tan evidente en sus libros, que sintoniza con su biografía real, de persona enferma de tisis y con un horizonte vital limitado a partir de la detección de la enfermedad en 1907. De hecho, sorprende al lector de Los coloquios el corto espacio de tiempo que tuvo el poeta turinés para realizar una obra tan extensa e influyente en la literatura del siglo XX en Italia. Y en efecto, desde la aparición de su primer libro de poemas, La via del rifugio, en 1907, su nombre lo tuvieron bien presente las mejores plumas de la crítica literaria del momento, como el poeta y crítico Francesco Pastonchi, el influyente Giuseppe Antonio Borgese, el crítico militante Emilio Cecchi, etc.

Esta corta vida coincide precisamente con una etapa decisiva para el desarrollo de las poéticas europeas contemporáneas, y de manera especial, para las italianas del controvertido Novecientos: la exportación por parte de D’Annunzio de la literatura francesa después de la desromantización del romanticismo que realizara Baudelaire, del naturalismo de Zola en narrativa que como es conocido en Italia se llamará verismo, el simbolismo e impresionismo, el parnasianismo en poesía y narrativa.

Así como —y es lo que a los lectores más interesa aquí— su posterior introducción e influencia en las poéticas de un país con una industrialización realmente problemática, socialmente muy dividido, y literariamente dominado por la obra de los autores que van a ser modelos y “mediadores” de Gozzano como Giosuè Carducci, Giovanni Pascoli, y muy especialmente, por el “decadente” y siempre presente en su vida y en su obra Gabriele D’Annunzio.

Este último autor supuso un intrincado laberinto del que él hubiera de salir en sus “años juveniles” para la elaboración de una importante poética, si bien lo hiciera ayudado por poetas franceses —y flamencos—, a los que fue adicto, pero cuando él quería. Cito a alguno de ellos para completar el panorama: Jammes (muy especialmente), Maeterlink, Samain, Verhaeren, etc. De modo que en Gozzano, como por lo demás en su generación, encontramos dos culturas a todas luces complementarias: una cultura provincianísima, sin duda la que lo viera nacer, la subalpina, la turinesa. Y otra cultura plenamente europea, bien combinadas una con otra al menos en su obra, que forjan un extraño, jugoso, y rico conjunto artístico que hacen posible la inolvidable —por tantos motivos— estética gozzaniana, llena de objetos y personajes de “bueno y pésimo gusto”, como enseguida advertirá el lector interesado en los poemas, de lirismo, y evidentemente, de la más honda ironía. Que ha hecho  posible poemas tan famosos en la cultura italiana como La amiga de la abuela Esperanza, Los dos caminos, Cocotte, y La señorita Felícita o bien la Felicidad, y muchos otros de los que Los coloquios ofrece las mejores muestras.

Imprescindible es afirmar aún que los clásicos italianos (Dante, Petrarca, pero también Leopardi, por sólo citar a tres “clásicos”), así como la literatura italiana a él contemporánea, por más “crepuscular” que se quiera, funcionarán en su obra y especialmente en Los coloquios como material, como Muñoz Rivas explica muy afortunadamente en la introducción, para la elaboración de una singular metapoesía que a través de la ironía plantea, replantea el ineludible problema de la lírica en la literatura italiana de entre siglos, que es la época que vivió el autor turinés sus pocos años de vida.

Las historias de la literatura italiana introducen la obra de Gozzano en el movimiento literario que ya pocos años después de su muerte se denominó “Crepuscularismo”, y que acuñó el citado crítico de La Stampa de Turín Giuseppe Borgese. El movimiento acercaba las poéticas o gustos literarios de varios autores, sobre todo pertenecientes a la Italia septentrional, aunque hubiera desde luego algunas excepciones. Cito algunos nombres quizá poco conocidos en España: Enrico Thovez, Giovanni Cena, Carlo Vallini (amigo inseparable de Gozzano y discípulo en cuanto al uso de la ironía en poesía se refiere), así como Nino Oxilia. Y por también nombrar a dos poetas de la Italia meridional-central que compartieran la estética y problemática “crepuscularista”, el más famoso Sergio Corazzini y Marino Moretti (biográficamente muy cercano también al estilizado mundo de Gozzano).

Para muchos críticos como por ejemplo para Luciano Anceschi, que ha dedicado innumerables estudios a la obra de la poesía italiana del siglo XX (Anceschi, 1990), es este grupo de poetas crepusculares el que representa el comienzo de un distinto modo de moverse de la lírica de la primera mitad del Novecientos. El segundo está propiciado por los poetas vocianos, futuristas, impresionistas; el tercero por los poetas rondistas, y finalmente, el cuarto, por los llamados en temprana época hermetistas, de entre los que habría que señalar ya el nombre de Eugenio Montale, al que especialmente Gozzano influyera de modo decisivo. Por lo que se puede hablar de Gozzano como un antecedente del hermetismo, al menos de la primera fase de este.

Personalmente, no confío demasiado en solucionar el estudio de las corrientes literarias de cualquier país aludiendo únicamente a una agrupación de “escuela” o “corriente”. Con todo, creo que en el caso de esta obra, la introducción de José Muñoz Rivas aclara mucho la cuestión del contexto cultural en el que escribe Gozzano y que sirve como panorámica general para quien quiera después abordar con más detenimiento la poética de Gozzano. También como recurso bibliográfico.

Quiero hacer hincapié en el término poética y no el de poesía porque en la obra de nuestro autor poesía y narrativa van íntimamente unidas, y por tanto, ambos géneros construyen uno solo en la obra que comento. En este sentido decir que es menos conocida por el gran público la producción narrativa de Gozzano. De hecho, la atención por la narrativa publicada en su mayoría en periódicos y revistas en vida del autor viene casi a coincidir cronológicamente con el tiempo que siguió a la publicación de Los coloquios, es decir, a partir de 1911. Con todo, he aquí algunos títulos de primeras publicaciones: I Tre Talismani, Ostiglia, La Scolastica, 1914; Verso la cuna del mondo. Lettere dall’India, Milán, Treves, 1917; L’altare del passato, Milán, Treves, 1918; La principessa si sposa. Fiabe, Milán, Treves, 1917.  

Como Muñoz Rivas también expone en la introducción a su edición de Los coloquios, Eugenio Montale (1951) clarificó de una vez por todas con gran lucidez la posición o la consciente operación de Gozzano con la literatura de su tiempo. En su opinión, introduciendo una fuerte dosis de autoironía en la materia del dannunziano Poema Paradisiaco, el autor piamontés supo limitar al mínimo sus innovaciones formales. No siguió más adelante —en opinión de Montale— porque otra solución era inmadura, al menos para él. Y fundó una poesía sobre el tan conocido en la historia de las poéticas italianas shock que nace entre una materia psicológicamente pobre, aparentemente adaptada sólo a los tonos menores o bajos, y una sustancia verbal rica, gloriosa extremadamente complacida de sí.

A las palabras del Premio Nobel italiano habría que añadir, en mi opinión, que en el arte de Gozzano también existe una exquisita e inusitada capacidad de integración: entre poesía y prosa, y entre lo culto y lo popular (el material del folklore piamontés, por ejemplo), por sólo citar dos fenómenos integrativos de gran relevancia en su obra y destacados también por Muñoz Rivas en las preciosas notas a su edición, al tratarse para Montale (1951) de una poética que hay que ambientarla, naturalmente la de “las buenas cosas de pésimo gusto”, entre dos referentes históricos: la poética del sentirse morir y la parnasiana.

Las palabras de Montale me parecen muy clarificadoras a la hora de entender el esfuerzo realizado por Gozzano en la adecuación contemporánea de la palabra por más polémica que fuera, de un tono entre irónico y sentimental de hombres sin mitos, como se ha denominado a los escritores “crepusculares” sin mucho acierto, de un tiempo intermediario cansado y desilusionado, como el de la literatura italiana de entre siglos, con todos sus ismos, pero también sus enormes intereses renovadores. Con todo, hay algo importante al respecto para entender a Gozzano. La literatura crepuscular está influida por la europea pero no influye en ella. Más bien, se dirige a realizar, como vengo aludiendo y con Montale, un fenómeno muy distinto en el país que la vio nacer. Por un lado, concluyó una época, agotando hasta la saciedad y claramente su larga crisis. Por otro lado, abrió —a veces con violencia— la nueva época, la más cercana a nosotros, cultivando sus primeros gérmenes.

Es importante que no muchos años después del inicio del siglo la poesía italiana,  y de especial modo  la que nace de la mano de los autores crepusculares, empezara a influir, a presionar sobre otras poéticas en Europa. Y habría que pensar en Eugenio Montale, en Cesare Pavese, pero también en un Umberto Saba, o en el mismo Giuseppe Ungaretti. Y acordarse de Italo Calvino, Pier Paolo Pasolini, de la neovanguardia de Alfredo Giuliani, Edoardo Sanguineti, uno de los grandes críticos de la poesía de Gozzano (Sanguineti, 1975). Por lo que se hace necesario llamar la atención sobre el efecto “puente” que los autores crepusculares y muy especialmente Gozzano hicieran para conectar la provincia italiana, a la que desde luego no le faltaban inquietudes, con las poéticas activas en Europa.

En los años sesenta el crítico Luciano Anceschi (1990) refiriéndose a la obra de Gozzano decía que su enfermedad, su indiferencia, fue también su fuerza, su vitalidad en el tiempo siguiente de la cultura poética. Y este tiempo siguiente me parece que es justo el que Gozzano con su obra mayor Los coloquios abre, y a través del devenir de las poéticas, llega a Montale, y más tarde a Pavese, terminando en la experimentación “objetual” de la neovanguardia italiana de los años sesenta, o incluso en un antagonista a ella y lúcido crítico de lo crepuscular, como fue el citado Pasolini (Pasolini, 1972).

         Muy a menudo la crítica ha definido a Gozzano como el mayor exponente del Crepuscularismo. En realidad es muy difícil definir la poética de un autor como Gozzano, que vive en un periodo de extrema confusión literaria y cambio y que, en realidad, asume características de las tres corrientes indicadas sin pertenecer declaradamente a ninguna de estas, tendiendo a conformar una especie de vanguardia propia (Sanguineti, 1975) dentro del resto de vanguardias del periodo.

A propósito del título, Los coloquios, creo que es importante decir en este sentido que estos son diálogos del poeta con el propio pasado, como los críticos que le fueron contemporáneos (especialmente Carlo Calcaterra) han destacado. Una especie de subgénero que como también explica Muñoz Rivas en las páginas críticas de su edición en la poesía de Gozzano se va consolidando a partir de algunos poemas (incluso anteriores) de su precedente libro de 1907, La vía del refugio, con el que Gozzano inició su breve y fulminante carrera literaria.

El canzoniere que propone Gozzano, Los coloquios, se integra en tres secciones, El juvenil error, En los umbrales, El superviviente, y está ordenado de algún modo por temas, regalando al lector un gran ejemplo de Canzoniere del siglo XX. Para comprender los argumentos y las palabras usadas por el autor turinés, además, es necesario conocer a fondo los lugares gozzanianos en el interior de los que el autor se sitúa sus obras y que Muñoz Rivas, en su introducción, nuevamente analiza ampliamente con referencias a poemas específicos de la obra.

El aspecto biográfico, de hecho, está extremadamente presente en los escritos de Gozzano, no solo por lo que tiene que ver con los ambientes, sino también por lo que se refiere a personas y sucesos concretos de su vida y de su tierra, especialmente el campo del Canavese, donde se desarrollan muchos de sus poemas. Además, el poeta, cuya escritura está caracterizada por una tendencia a la reproducción, cuando cede la palabra a otros personajes, llega a usar incluso términos dialectales, como en el caso de la poesía dedicada a su Turín natal y así titulada, donde en cuyo interior leemos en el texto italiano un diálogo en dialecto piamontés, con el que Gozzano quiere homenajear a su lengua materna como destaca Sanguineti (1975), ya que como muchos autores de su generación, en él la lengua italiana es posterior al dialecto. Es una lengua aprendida con el estudio. Este es el diálogo:

 

 

                   “… se ‘l Cônt ai ciapa ai rangia për le rime...”

                   “Ch’a staga ciutô...” – “’L caso a l’è stupendô!...”

                   “E la Duse ci piace?” – “Oh! Mi m’antendô

                   pà vaire... I negô pà, sarà sublime,

                   ma mi a teatrô i vad për divertime...”

“Ch’a staga ciutô!... A jntra ‘l Reverendô!...”.[1]

        

Lo que comento es algo que sorprendió mucho a Pier Paolo Pasolini en una reseña a la primera edición comentada de la poesía de Gozzano que publicó Sanguineti en 1973 (Pasolini, 1979). De hecho, Pasolini, no me cabe la más mínima duda, pensaba erróneamente que los diálogos provincianos de estos personajes pertenecientes a la vieja Turín decimonónica nada tenían que ver con los más europeos y cosmopolitas de Franz Kafka, a quien ponía como ejemplo de escritor contemporáneo a Gozzano, a la altura de las circunstancias, y sobre todo cosmopolita. Y así no pudo darse cuenta de que en realidad Gozzano en su deseada «provincia» turinesa ofrecía espacio para muchas metrópolis juntas. Y esto porque a la altura de los años setenta Gozzano todavía continuaba siendo el autor “crepuscular” al que se le hizo justicia en Italia solo a partir de los años setenta a través de la citada edición de Sanguineti (Gozzano, 1973). Y en los años ochenta, en ocasión del centenario de su nacimiento, y muy especialmente con la publicación de la edición filológicamente definitiva de su poesía a cargo de Andrea Rocca (Gozzano, 1980).

En este sentido decir que también en lo referente a Los coloquios podemos disfrutar de esta problemática ya que el traductor y crítico propone una edición bilingüe, con el texto original, que permite el envío directo al italiano y ayuda sin duda a la comprensión de pequeños grandes matices que están en este texto riquísimo. A la traducción de los poemas, sigue un aparato de notas donde el autor de la edición, críticamente, presenta los puntos más oscuros de los poemas y las relaciones intertextuales que Gozzano presenta en sus diálogos con los autores del pasado, como el propio traductor explica en la nota a la edición a partir de la página 241.

Gozzano, entonces, posicionándose en la más clásica de las tradiciones italianas, escribe a principios del Novecientos un gran Canzoniere, donde hay espacio sobre todo para la gran literatura. La poética desengañada, el desaliento de quien casi se rinde delante de la sociedad en la que vive, la conciencia y la resignación ante la crisis de los valores de principios del siglo XX, además, encontrarán ilustres sucesores en la literatura italiana de Eugenio Montale y de Cesare Pavese, y el mismo Edoardo Sanguineti, que hacen aún más rico este texto.

Lo importante es que hoy, gracias a la edición bilingüe que ha realizado José Muñoz Rivas para la editorial Visor de su principal obra, de su «única» obra como quería Sanguineti (1975), Los coloquios, Gozzano podrá ser leído y disfrutado por primera vez también en lengua española. Será sin duda aún necesario un ulterior compromiso para poder proseguir la obra de traducción del resto de producción poética y narrativa y dar el justo mérito en la cultura literaria española a la obra de uno de los poetas más complejos,  queridos, e influyentes del siglo pasado en el contexto de las poéticas europeas, que es donde hay que entenderlo y apreciarlo.

 

Referencias bibliográficas:

 

Anceschi, L. (1990), Le poetiche del Novecento in Italia. Studio di fenomenologia e storia delle poetiche, ed. de L. Vetri. Venezia: Marsilio.

Gozzano, G. (1973), Le poesie, ed. de E. Sanguineti. Torino: Einaudi.

Gozzano, G. (1980), Tutte le poesie, ed. de A. Rocca, «Introduzione» de M. Guglielminetti. Milano: Mondadori.

Pasolini, P. P. (1972), “La fine dell’avanguardia”, en Empirismo eretico. Milano: Garzanti.

Pasolini, P. P. (1979), «Guido Gozzano: poesie», en Descrizioni di descrizioni, ed. de G. Chiarcossi. Torino: Einaudi.

Montale, E., (1976 [1951]), “Guido Gozzano, dopo trent’anni”, en Sulla poesia, Milano: Mondadori.

Sanguineti, E. (1975), Guido Gozzano. Indagini e letture, Torino: Einaudi.

 



[1] La traducción que propone la edición de Muñoz Rivas es la siguiente: “…si el Conde los sorprende, los va a poner en su sitio…” | “Cállese” – “¡El caso es estupendo!...” | “¿Y la Duse le gusta?” – “¡Oh! Yo no entiendo | mucho… No lo niego, será sublime, | pero yo al teatro voy a divertirme…” | “¡Cállese!... ¡Entra el Reverendo!...” (p. 219).