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Revista de estudios filológicos
Nº29 Julio 2015 - ISSN 1577-6921
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¿LITERATURA EN LAS AULAS? (UNA REFLEXIÓN) 

 

 

Carmen Agulló Vives

(Universidad de Castilla la Mancha)

 

Nota introductoria

 

         Por asociación de ideas, tras una conversación telefónica, intenté recordar dónde había publicado (estaba segura) anécdotas de mi estancia en Veracruz, año 1980, Congreso Internacional de AEPE.

         Sospechoso el título del artículo que transcribo a continuación y di en el clavo: ahí estaba el objeto de mi pesquisa.

         Es publicación en papel que, poco después de esta entrega anual (curso 1988-89), quedó suspendida y nadie se ha encargado, que yo sepa, de digitalizar. Habría referencia en Internet y no la hay.

         Como en el recién terminado 2014 se han cumplido 25 años de la publicación de mi trabajo, he decidido digitalizarlo, no para que sea publicado en ninguna web o Revista Digital[1], sino para regalarlo a un número reducido de amigos a quienes lo entrego como una especie de testamento docente.

         Pese a mi privilegiada memoria, la lectura del artículo me ha resultado sorprendente por olvidada, salvo la anécdota del guía de Veracruz, hilo que me ha conducido al ovillo del tema central. He sentido cierto pudor según iba escribiendo pero, dado el destino propuesto, sé que quien lo lea me perdonará el atrevimiento. No se debe renegar de la propia vida y visión del mundo. Cada quien es cada quien. Sigue el texto en cuestión.

 

Hoy es 16 de enero de 2015.

Carmen-Auristela Agulló Vives  

 

 

MONTEOLIVETE, 6, 1989 (pp. 51-67)[2]

 

 

 

¿LITERATURA EN LAS AULAS? (UNA REFLEXIÓN) 

 

 

 

Carmen Agulló Vives

Catedrática Escuela Universitaria de Magisterio de Albacete

Departamento de Filología Española

Universidad de Castilla la Mancha

 

 

“….Puede que yo nunca haya sido -ni, por supuesto, vaya a serlo ahora- eso que suele llamarse un intelectual; pero, en cualquier caso, a la altura de estos años de mi vida veo con claridad -para mí ya no se trata de un descubrimiento reciente- que más importantes que esos saberes que parecen definir al intelectual  son otros que se relacionan con lo humano, lo afectivo, lo sensible…”

                             

Mariano Baquero Goyanes

 

         Con la dudosa autoridad que me confieren los treinta años de profesión docente oficial -un buen amigo dijo que los años con seguridad envejecen, pero no siempre dan sabiduría- acometo la empresa de revisar lo que hasta ahora ha sido mi trabajo con el fin de dar respuesta -tal vez aproximada e insegura- a la pregunta que da título a este trabajo.

         ¿Por qué, para qué, a quiénes, cómo, cuándo, dónde enseñamos literatura? La literatura ¿puede, debe enseñarse? ¿vale la pena entregarse a tal tarea? Quien esto escribe -y también el anónimo lector, tal vez colega- ¿se encuentra satisfecha con su trabajo?

         Haciendo honor a la verdad debo aclarar desde el principio que sí, que estoy plenamente identificada -aunque no siempre satisfecha con los resultados- con mi trabajo y que me siento tan ilusionada como el primer día, dispuesta siempre a rectificar errores, a cambiar de método, a inventar nuevos trabajos, a esperar impaciente el comienzo de un nuevo curso académico, que nunca debe ser mera repetición del anterior.

         Desde hace unos años solicito de mis alumnos de la Escuela Universitaria del Profesorado de E.G.B. de Albacete, a quienes imparto en la actualidad cursos de Literatura Española y Literatura Infantil y Juvenil en el último año de su carrera, un informe sobre la significación que para ellos ha tenido el curso, los aspectos más positivos del mismo -y también los negativos- en orden a su formación integral. Habida cuenta del carácter voluntario de este informe y la independencia con la que los estudiantes actúan, considero de gran interés y fiabilidad los datos recogidos y por ello me atrevo a utilizarlos como guía en estas reflexiones. A fin de cuentas no pretendo dogmatizar ni elaborar una “didáctica de la literatura” válida en todo momento y en cualquier ambiente, no me atrevería a tanto. Sí puedo aportar una serie de datos con los que  justifico ante mí misma, y eso importa mucho, el porqué de mi situación profesional.

         He trabajado con treinta informes (es para mí simbólico el número) y de ellos extraeré las citas oportunas según la temática. Cada una de ellas irá acompañada de la indicación numérica entre paréntesis, correspondiente en cada caso al número del informe citado. Aunque los informes se presentan firmados considero más oportuno mantener el anonimato de cara a una publicación.

         El profesor Valbuena Prat -de quien me siento doblemente discípula por medio de sus clases y sus libros- escribe:

 

“La clase es como una creación nueva: cada género, autor, verso o párrafo de prosa; su comentario, el modo de hacer vivo un momento, una personalidad, son algo fundamental, si no se quiere caer en un mero memorario erudito. No hay nada peor que una clase muerta de literatura o de arte. El que muchos alumnos hayan “odiado” la Literatura se debe a los casos de mera repetición de datos, aunque se hiciese esto de un modo sistemático y científico. El profesor debe procurar sostener la atención y la “tensión” espiritual de la clase. Muchas veces puede recurrirse a lo anecdótico, lo pintoresco: y el modo de explicarlo como cosa viva, crea un ambiente a propósito para el tema que va a desarrollarse. Un ejemplo puede aclararlo. Al comenzar el estudio sobre el Arcipreste de Hita, muchas veces he leído, comentándolo, el apólogo de la “disputación que los griegos e los romanos ovieron”. El aclarar la ironía de este relato en verso, la gracia peculiar del autor, los gestos que se necesitan para dar auténtica sensación de realidad, la rica problemática, en modo habitual, que el apólogo encierra, ha sido siempre acogida con la máxima atención, agrado e interés”[3]

 

         He aquí, en síntesis, todo un programa de actuación, mejor diría, la clave, de nuestro programa resumido en dos palabras: CLASE VIVA. Y no se me pidan datos sobre niveles, programas, tiempo… Todo eso, aunque importante, es secundario. Clase viva, vivida intensamente, hasta el cansancio físico incluso. Y tras el negocio, el ocio. Descanso después del trabajo, intenso, mas placentero por amado, y vuelta a empezar. No conozco didáctica mejor.

         Uno de los problemas que más me ha preocupado es el de la condición “social” de la enseñanza. El profesor ha de enfrentarse con el colectivo de una clase y ha de trabajar, por tanto, en función del número de alumnos, receptor plural de un mensaje emitido en singular. Por muy participativa que sea una clase, en cuanto se reúnen más de dos personas, es evidente que -si se respeta un cierto orden en las intervenciones- en la comunicación se produce cierto “desequilibrio” entre el “emisor singular” y el receptor “plural”. ¿Cómo conseguir ese deseable 100% de aceptación en el receptor del mensaje?  ¿cómo interesar igualmente en el trabajo a todos los alumnos? esta es la cuestión, válida tanto para la clase de Literatura como par cualquier otra disciplina. Tal vez se me arguya que, habiendo renunciado previamente a formular una “didáctica de la literatura” me atrevo a inmiscuirme en el campo de la “didáctica general”. Pero es que se trata de una cuestión previa ineludible. Tras muchos años de pensar en ella he llegado a una conclusión algo sorprendente: me interesa el alumno “singular”; la clase, plural, está constituida por la suma de muchos “unos” y siempre que haya un alumno, uno solo,  capaz de recibir el mensaje, habrá valido la pena el acto de comunicación. A esto es a lo que llamo “la teoría del UNO”, formulada con claridad desde el primer día de clase y vivida durante todo el año académico. Es así cómo jamás me ha vencido el desaliento y, dicho sea en honor a la  verdad, parece como si cada alumno rivalizase con los compañeros  para ser él, al menos él, ese “uno” requerido para que la clase pueda funcionar. No presumiré de haber llegado al 100%, sí de haber hallado siempre receptores en elevado número.

         Y comencemos con los testimonios.

         “Ahora sé que la Literatura, orbe inmenso y de colores, me seguirá dejando siempre una ventana abierta para que contemple los matices de lo azul.

         Ahora escribo versos, poemas y adivinanzas. Hace un año ni siquiera se me hubiera ocurrido. Gracias por darme inspiración porque ahora me siento creativa, aunque sea yo la única que lea mis poemas.

         Ahora soy capaz de leer con otra mirada, con la mirada de lo azul; ahora escucho una grabación y sé que puedo expresar lo que siento. Antes, ni siquiera me atrevía a pensar.

         El interior de una casa se conoce únicamente penetrando en los más recónditos lugares del hogar…El interior de la literatura lo conoce el “arquilector” que edifica su propio hogar con ventanas de colores y tejados de papel” (19)

         “…llegó el primer día de clase, un miércoles a las 10 de la mañana, con un montón de folios en blanco. Era su primera invitación a que traspasásemos la puerta de la Literatura.

         Y nos planteó un trato, conseguir durante el recorrido de este año la llave para abrir esa puerta. Para ello necesitábamos un mínimo de escalones a subir, y un máximo de entrega. ¿Hemos conseguido la llave?...¿La sabemos utilizar?

         Ha valido la pena recorrer el camino hacia esa puerta, la cual tenía entreabierta y ahora he sabido abrir más”. (7)

         “Hace falta penetrar en la literatura para conocer su carácter, quien no llega a ella desconoce esa sensibilidad, sentido del arte, de la belleza, está impregnado de materialismo, envuelto en una indiferencia deshumanizada”. (26)

         “Desde el primer momento, mi interés fue creciendo cada vez más; en primer lugar, llegó el designar con “nombre y apellidos” aquel grupo anónimo que luego se llamaría “No hay instante sin milagro” (Gracias, Calderón, por ese bonito título). Después llegó la búsqueda del seudónimo propio, que me arropó una serie de obras hasta encontrar la que me daría su nombre: “Estrella”, ella era un personaje de una obra de Lope, al que confieso haber descubierto este año, al igual que a Calderón, Miguel de Unamuno, Azorín y tantos otros”. (5)

 

         No todos los alumnos se expresan con tanto entusiasmo lírico, es cierto, pero interesa este punto de partida para demostrar cómo es posible despertar la sensibilidad hacia la literatura si tal propósito está en el ánimo del profesor desde el primer día de clase.

         Para “impregnar” de lo literario el ambiente, propongo a los alumnos que formen grupos de trabajo y los “bauticen” con el nombre de una obra; por marcar unos límites amplios suelo indicar una época, siglos XVI-XVII por ejemplo, como ámbito de elección.

Recuerdo equipos llamados “La Galatea”, “Camino de perfección”, “Fuenteovejuna”, “La hora de todos y fortuna con seso”, “Palabras y plumas”, “Amar sin saber a quién”, “La tierra de Jauja”, “El retablo de las maravillas”, “Mañanas de abril y mayo”…

         Más atractivo resulta todavía el “juego de los seudónimos” pues no se reduce a que cada alumno elija el nombre de un personaje, sino que también debe justificar por qué lo ha elegido y aportar una cita de la obra en que aparece que sea definitoria del mismo. La cita se lee en clase sin indicación de autor ni título de la obra y todos participamos activa y regocijadamente en el juego de las adivinanzas, demasiado sencillo cuando el “bautizado” de turno pretende llamarse Dulcinea, Celestina, Pedro Crespo, Preciosa, Marcela, Dorotea, Diego Cortado o Don Quijote; no tanto cuando los nombres son Lisena (Amar sin saber a quién), Aurora (Amigo, amante y leal), Leonisa (El amante liberal), Dª Magdalena (El vergonzoso en palacio), Felisardo (Los melindres de Belisa), Débora (¿Quién hallará mujer fuerte?)… Anécdota curiosa: un alumno eligió el nombre de Luzmán y como nadie supiera identificar obra y autor -ni la profesora que entra limpiamente en el juego y suele intervenir cuando los alumnos se dan por vencidos- el interesado informó que se trataba de “El arrogante español” de Lope de Vega. Naturalmente la curiosidad -y obligación- de la profesora la llevó, terminada la clase, a realizar las comprobaciones pertinentes. En ninguna nómina de obras de Lope aparecía tal título aún habiendo consultado la documentadísima “Cronología de las comedias de Lope de Vega” de Morley y Bruerton. Requerido el alumno confesó haber consultado la obra en la Biblioteca Pública y como no supo dar referencia de la edición se le rogó solicitase de nuevo el libro con el fin de resolver lo que ya parecía un enigma insoluble. Se trataba de un librito editado por Editora Nacional, Madrid, 1964, que recogía la adaptación hecha por J.G. Schröeder destinada a la puesta en escena en el Teatro español de Madrid de una obra de Lope, en efecto, cuyo primitivo título rescataba el adaptador de los versos finales de la obra “y aquí, senado, se acaba/ el arrogante español”, porque, según él, el título con que posteriormente, en la parte XV, aparece impreso, “El caballero del milagro”, podría dar una impresión equivocada al público que no asistiera a la representación, haciéndole pensar en una comedia “de santos” de las muchas que escribió Lope”. Si el pretendido Luzmán hubiera leído detenidamente el prólogo, él mismo hubiera dado la explicación en clase.  Resultó muy estimulante para todos que no lo hiciera. Y se lo agradecí. La obra se estrenó el 29 de marzo de 1964 bajo la dirección de Cayetano Luca de Tena. No lo olvidaré.

 

LITERATURA, ASIGNATURA ABIERTA

 

         Queremos bajo este epígrafe recoger las citas, interesantes, que aluden a la proyección de la asignatura más allá de los límites del aula o el curso académico. El alumno descubre, de cara al futuro, un mundo fascinante capaz de llenar parte de sus horas, de su vida e ilusiones.

 

       “En conclusión, la animaría a que continuara con este método de enseñanza que para mí todavía no ha terminado con el curso sino que ha resultado como un incentivo que me anima a continuar aprendiendo esta asignatura tan amplia en contenido”. (8)

       “Al no haber leído tanto como yo hubiera deseado, esa será una labor que me ocupará momentos agradables a lo largo de mi vida, pues, a partir de ahora tengo curiosidad por leer obras que no he podido leer”. (9)

       “A principios de curso mi idea personal sobre la literatura era la de una serie ordenada cronológicamente de movimientos literarios en los que había que encuadrar a todos los grandes escritores españoles y de los que había que aprenderse una serie de conocimientos teóricos y  desconectados de la realidad. Era como algo apartado de la vida real aunque yo siempre lo he considerado de orden superior, siempre he admirado la labor de los grandes literatos. Parecía que se podía llegar a saber todo de una época o de un nombre, parecía que el tema del libro de texto te lo decía todo. Sin embargo, hoy sé que no es así. Sé que nunca se podrá saber todo, que nadie nunca lo conocerá todo, pero también sé que el camino está abierto y, sobre todo, sé que es un camino ameno, interesante”. (18)

       “Me he dado cuenta de que apenas sé literatura y que con esta se me abre un interesante campo de estudio”. (22)

       “El nivel de conocimientos adquiridos está por debajo, creo, del enriquecimiento personal y del interés que a lo largo del curso he sentido por la asignatura, sin embargo, sus múltiples invitaciones durante todas las clases al estudio de las personas y las obras me han dejado una sensación como de “saber poco” -mucho menos de lo que yo pensaba-, y además la ineludible necesidad de acercamiento a ese mundo tan amado cuando se conoce”. (20)

       “….no quiero decir con esto que esté satisfecha con mis conocimientos respecto a tal disciplina pues, ante todo, he aprendido y podido comprobar, la literatura es un “pozo sin fondo” “. (23)

       “Cuando acabe este curso no tendré la conciencia de saberlo todo, sino más bien que ha sido una introducción y que pienso leer independientemente de que el curso haya acabado”. (25)

       “He comprendido la imposibilidad de encerrar en un curso todas las lecturas deseables de la literatura y que despertaron mi interés, sin embargo, he cogido el cauce para navegar sobre esta materia de riqueza escondida a través de las hojas”. (26)

 

   Tales testimonios han conseguido hacerme olvidar antiguas preocupaciones sobre el cumplimiento de los programas anuales de trabajo. Asignatura abierta. Interesa más crear un ambiente, unas inquietudes con proyección hacia el futuro.

 

LA LITERATURA EN LOS TEXTOS SIN DESDEÑAR LA CRÍTICA O LA  HISTORIA

 

         Lo que siempre fue para nosotros evidente ha sorprendido a muchos alumnos que insisten, hasta la saciedad, en el gozo que han experimentado en las clases al ver cómo nunca en ellas faltaba el texto literario para ilustrar la teoría.

 

       “Ahora que el curso acaba y que se nos ha quedado corto pensamos: ¿qué ha quedado en nosotros? Quizá no recitemos como loros todo de nuestros autores, pero hemos aprendido algo mucho más importante y es a reconocer a nuestros autores a través de sus textos y, a partir de ahí, sacar las características importantes, apreciándolas, y dándonos cuenta de por qué se dan”. (10)

       “Lo mejor del curso ha sido “el acercamiento a la literatura” “. (12)

       “He descubierto que para aprender literatura hay que dirigirse a las fuentes directas, es decir a las obras literarias. No se aprende literatura memorizando aquello que los críticos han escrito sobre las obras y los escritores, sino leyendo y procurando obtener nuestros propios juicios. Las lecturas realizadas en clase, una manera de invitación a conocerlos. He tenido este año mi primer encuentro con el Quijote y esta lectura ha supuesto en mí una especie de ruptura de una barrera (que me impedía acercarme a ella). Quizá siempre he visto esta obra con un poco de distanciamiento, por su volumen o alguna otra causa que no reconozco en este momento. Puedo afirmar que incluso me ha animado a releer ciertos pasajes de interés bien por el tema, humor, lenguaje…etc. “. (21)

       “He podido apreciar que la mejor forma de conocer una obra es leyéndola y observando los rasgos de teoría estudiados, así como otros matices “personales” que se puedan descubrir en ella. De la misma manera, para valorar la obra de un autor hay que leerle en varios textos distintos, en varias situaciones, en diferentes tonos”. (22)

       “El Quijote fue un libro que había intentado leer varias veces, siempre me quedaba en el primer capítulo, la dificultad para hacerme con el lenguaje me impedía llegar más adelante. Este año no ha supuesto tanta dificultad y he encontrado en él un verdadero documento, me interesa volver a leerlo”. (24)

       “Es curioso, pero cuando empecé el curso odiaba la poesía, jamás llegué a leer una obra completa de poemas; y ahora resulta que de las obras leídas las que me han gustado más son la poesía de Garcilaso, la de Fray Luís y la de San Juan de la Cruz.

       Sinceramente, considero que a ello contribuye la lectura de algunos poemas de estos autores realizada en clase, y sobre todo el fabuloso análisis de la Égloga III de Garcilaso que usted comentó. Creo que jamás la hubiera entendido sin su ayuda y ni mucho menos me hubiera acercado a ella para leerla. Es más, fue tal el interés que despertó en mí con estos comentarios, así como la lectura de estas obras, que quise ir más allá y decidí leer los estudios que hace Dámaso sobre dichos autores.(…) Y sobre todo agradecerle su recomendación de la lectura de Valbuena Prat, que, en cierto modo, ha contribuido también a mi afán por la lectura. Fue al estudiar los temas del teatro neoclásico y del romanticismo poético y teatral por Valbuena, cuando me acerqué a la lectura de Moratín, Espronceda, Bécquer, “Don Álvaro”, y Huerta”. (2)

       “No solo basta el deseo de leer mucho para conocer bien la Literatura; he podido comprobar que además es necesario corroborar nuestros descubrimientos con las investigaciones de estudiosos en el tema y en el autor concreto. Debo agradecerle que al menos mis tres años de Magisterio me hayan servido para aprender a investigar y consultar diversas opiniones y no aferrarme al típico “libro de texto”...” (28)

 

DEL TEXTO LEÍDO EN CLASE A LAS LECTURAS PERSONALES FUERA DEL AULA.

 

         Es evidente que uno de los objetivos primordiales en la enseñanza de la literatura ha de ser el de “captar lectores”, crear el hábito de la lectura y convencer al alumno de que la lectura en profundidad permite comprender mejor los estudios críticos. Y a la inversa: un buen estudio crítico prepara a la lectura consciente como acabamos de leer en el informe 2.

         Actualmente dejo plena libertad a los estudiantes para que seleccionen sus lecturas personales del curso, con la excepción del Quijote, estableciendo un número mínimo de títulos distintos al comenzar el curso. Resulta gratificante comprobar que muchos alumnos se proponen, y lo consiguen, superar el mínimo señalado. Y creo que se debe al gusto con que acuden a libros escogidos libremente y no por el clásico sistema de “lecturas recomendadas”, tan uniformador.

 

       “Ha sido muy positivo que no se nos haya “exigido” leer unos determinados libros, sino que nos haya dado a elegir entre todos los de la Literatura española, lo cual ha hecho  que nos disgustemos por nuestra elección o que, el descubrimiento y aprovechamiento personal de algunas lecturas haya sido muy positivo”. (3)

       “Creo que si se ha propuesto que trabajásemos a fondo la Literatura lo ha conseguido, y lo que es mejor, casi sin que nos demos cuenta. La verdad es que yo tenía bastante desarrollado el hábito de la lectura, pero ha sido muy positivo el haberlo creado en alumnos que no lo tenían”. (4)

       “Las 12 Novelas Ejemplares de Cervantes, y sobre todo “Fortunata y Jacinta”, impedían que me fuera a la cama a una hora más o menos respetable. Recuerdo una noche que hasta mi padre se levantó para decirme que me acostara. (….)

Tengo un compromiso para este verano con un libro que tuve en las manos para leer y a causa de la avalancha de exámenes, ni siquiera pude empezarlo. Se trata de la Obras Completas de Santa Teresa. En principio solo iba a leer las “Moradas”, por no disponer de otro, pero, aprovechando la Feria del Libro, compré un ejemplar bastante viejo de las Obras Completas de la Santa. Y, lo que es más curioso, me dio mucha rabia que tan solo lo vendiesen por 150 pesetas, cuando otros muchos ejemplares eran más caros y de menor valor artístico”. (2)

       “Las oportunidad de poder elegir en todo momento ha sido algo muy positivo para inducirnos a nuestra propia capacidad de decisión (….) aunque no haya llegado en profundidad a la literatura porque sé que soy yo la que tengo que poner de mi parte, ahora puedo decir que por lo menos se me ha quitado esa negativa rotunda a coger una lectura literaria”. (6)

       “Gracias por los buenos y malos ratos que he tenido que pasar. Gracias por las lecturas que, sin duda alguna, nunca me habría planteado hacer “. (7)

       “Se ha despertado en mí una afición por la lectura que me ha permitido completar gustosamente la lista de libros que le presento a continuación. Entre ellos debo destacar el Quijote, que me ha llevado mucho tiempo al tener que seguir la pista de Sancho”. (15)

       “Lo que más me admiraba de sus clases era ver el entusiasmo con el que hablaba de cada autor. Entre usted y don Ángel Valbuena en sus tomos que ahora estudio, han despertado en mí algo que casi había olvidado en estos tres años tan ocupados en otras actividades: el placer de leer”. (17)

       “Lo más importante para mí en este curso ha sido el acercarme a la lectura de muchos autores de los que antes sólo sabía el nombre; por supuesto haber leído a Cervantes y el haberme quedado con la conciencia de que todavía me queda mucho por leer”.(25)

       “Otros libros leídos durante el curso, aparte de los que cito en el índice de mi trabajo son: “Bodas de sangre”, “Milagros de Nuestra Señora”, “La Celestina, “La Comedia Nueva o  el Café” y “Los pueblos”. Este último a partir de una recomendación que me hizo personalmente la profesora a principio de curso, y realmente Azorín me ha encantado. No olvidemos la obra de común lectura: D. Quijote de la Mancha”. (27)

       “¿Qué cosa mejor que leer libros de diferentes estilos y autores para conocer la literatura? Bien es verdad que de esto me he convencido asistiendo a sus clases, donde han primado las ideas sobre la necesidad de no poseer tantos conocimientos teóricos sin haber accedido al conocimiento del autor y de su obra “de motu propio” “. (28)

       “Si he leído tanto, y la mayoría se sitúa en siglos pasados, ha sido sobre todo mérito de mi profesora de Literatura que nos ofreció la opción libre por parte de los alumnos a elegir sus lecturas y ha conseguido que me aficione y descubra el placer que puede haber en leer una obra de una época anterior a la nuestra, lo cual pretendo seguir cultivando en lo sucesivo”. (29)

       “He de agradecerle que ha despertado en mí la curiosidad hacia la literatura española, antes solo me atraía la literatura extranjera, sin embargo ahora siento algo hacia nuestra literatura y, por supuesto, voy a seguir con ella”.(1)

 

INVITACIÓN A LA ESCRITURA

 

         Un apasionado lector siente, en algún momento de su vida, el deseo de imitar en el oficio a quienes le han proporcionado momentos de gozo. Hay un escritor en potencia en todo lector. De ahí mi preocupación por conseguir de  los alumnos ejercicios escritos que, recopilados a  fin de curso en un cuaderno -no me atrevo a llamarlo Revista- dejen constancia de los esfuerzos realizados. Literatura casera, ejercicios de versificación, ya que no poemas, componen las páginas de nuestro “LETRA VIVA”, vehículo de expresión y medio para fomentar la amistad entre los estudiantes.

 

       “Creo que nos ha hecho perder el miedo a escribir y eso es importante para desarrollar nuestra creatividad y nuestro conocimiento del idioma”. (4)

       “Me parece positiva la recopilación de algunos de nuestros escritos en una revista, puesto que ello nos anima a seguir escribiendo y a tener un grato recuerdo de los compañeros de carrera y de la profesora”. (9)               

       “Me han gustado mucho las composiciones que hemos creado nosotros como los cuentos, villancicos, etc… y esa recopilación que se ha hecho de ellos en los que cada uno ha aportado su granito de arena, quién sabe si ese grano dará lugar algún día a una gran montaña. Ha sido una puerta abierta a la creatividad”. (10)

       “Intenté aportar algo de mí escribiendo algunos papeles, no me aventuro a darles el nombre de poesías, pues creo que están lejos de serlo; sin embargo los hice poniendo en ellos mucha ilusión pues nunca antes me habían animado a escribir”. (29)

       “Creo que no he respondido muy bien. Me refiero a la invitación que durante todo el curso se nos ha hecho para escribir, libremente claro, pero yo no he hecho nada, ni siquiera un par de versos. Y esto es como una deuda. Sólo Dios sabe lo que me cuesta. Desde pequeña ha estado presente en mí esa idea, me daba envidia ver y leer lo que escribían mis amigos o mis profesores. Yo lo he intentado, pero como imponiéndomelo y como no me ha gustado siempre he acabado rompiéndolo. Creía que la inspiración surgía de uno mismo, yo la he esperado y no ha venido.

Sobre esto he aprendido mucho este año y creo que me ha ayudado. Ahora lo voy a intentar con un cuento pero no sé qué saldrá.

Ha sido lo mejor que nos ha ofrecido este año. Si no escriben los maestros ¿quién estimulará a los niños? La verdad, siento un poco de vergüenza por ello, por no haber sido capaz de hacer nada, pero bastante tengo con eso. Es como una asignatura pendiente que nunca apruebo”. (30)

 

         Tal vez los alumnos hayan perdido el miedo a escribir al ver en la profesora  un ejemplo familiar y cercano. La que esto escribe, venciéndose a sí misma en más de una ocasión, se ha atrevido a mostrar algunas de sus páginas, más como ejercicio y medio de comunicación con un número reducido de amigos que de cara a la letra impresa. Una de las actividades más queridas es la de los pliegos navideños que cada año compongo para felicitar las Pascuas. A todos invito a la respuesta y es así como  va tomando cuerpo la “escuela del villancico”, cuyas realizaciones tal vez un día se conviertan en libro. El tiempo y las respuestas lo dirán.

 

ASIGNATURA FUNDAMENTALMENTE ACTIVA.

 

         Aunque reacios al principio a las mil propuestas de trabajo que reciben sobre la marcha del curso, es de admirar cómo los estudiantes hacen suyo el sistema y se sienten contentos después del esfuerzo realizado.

 

       “A todo este aprovechamiento personal ha contribuido de alguna manera el tener que preparar de forma individual o en grupo los temas a partir de unas clases y de unas indicaciones y sugerencias. Esto ha propiciado la actividad de la literatura”. (3)

       “El tipo de examen me parece positivo, ya que teniendo los apuntes a mano, el trabajo es prácticamente el mismo, pero suprime la psicosis que produce examinarse”. (4)

       “También quiero hacer una breve reseña sobre el carácter de los exámenes, que no han sido lo que a menudo solemos entender por tal término; en el caso que nos ocupa hacer un examen ha sido, sinceramente, disfrutar: hacer algo bello, una nueva creación a partir de las creaciones de grandes autores, lecturas, experiencias y explicaciones de clase”. (5)

       “Me parece óptima la labor que se nos encomienda a los alumnos en lo referente a la preparación de los temas, porque así nos documentamos manejando una amplia bibliografía y tomamos conciencia de la extraordinaria riqueza de nuestra literatura, además de que nos incita a indagar, buscar, investigar, lo que hace que nuestra labor de alumnos sea activa y creativa a la vez”. (9)

       “Este año he llegado a conocer ¡por fin! la literatura misma, la aproximación que he conseguido hacia esta materia me ha hecho ver que no es una asignatura más, sino una parte que todos podemos llevar dentro de nosotros mismos, y que nos puede hacer diferentes, cuando la observamos paso a paso ente nosotros mismos. A través de ella pueden renacer en nosotros emociones desconocidas, podemos descubrir a través de la lectura caracteres de nosotros mismos. Para mí esta asignatura ha constituido un afán de superación, incluso en ocasiones una especie de sedante que ha llevado a alejarme momentáneamente de aspectos inquietantes.

La positiva libertad que el alumno tiene para la creación y el trabajo me ha sorprendido sinceramente mucho y pienso “este es el método a seguir” y muy posiblemente el mejor de cuantos he podido experimentar a lo largo de toda mi evolución literaria. El estudio tremendamente práctico que se ha seguido durante este año me ha hecho volver la cabeza a lo que ahora calificaría de Literatura “cerrada”, que no puede prolongarse ni formar parte de nuestra vida, que ofrece una serie de datos y que no experimenta”. (13)

       "La asignatura ha sido activa por la lectura de libros, sesiones de video, de casete y por las exposiciones de trabajos que hemos realizado este año. Los exámenes son más que exámenes. Realmente consigue con ellos que trabajemos y que consultemos muchos libros. Llevamos a cabo una labor de investigación que yo, concretamente, nunca había hecho. Recuerdo el principio de curso. Me sentía perdida ante tantas propuestas de trabajo. Pensaba que no iba a dar tiempo a hacer tantas cosas. Incluso hasta después de Navidades no cogí el ritmo de trabajo. Me costó bastante tiempo ¿no cree?". (14)         

       “Opino que la marcha del curso en lo que a sus clases teóricas se refiere ha tenido de positivo el unir la explicación teórica con el acercamiento al texto literario; pero mejor me ha parecido la actividad práctica: los escritos literarios que hicimos los alumnos, lecturas de obras de teatro, las fichas del Quijote, poner títulos a fragmentos literarios así como continuar el contenido de otros de manera personal y, por último, la original orla que incluye un autorretrato. Me voy con la sensación de haber aprendido y de haber realizado un trabajo verdaderamente universitario”. (27)

       “Creo que partiendo de un interés y de una motivación por la asignatura y con los medios que usted nos ha comunicado soy y he sido capaz de elaborar mis propios temas, síntesis y esquemas y que si fuera necesario podría realizar un ejercicio sobre cualquier aspecto literario o algún estudio especial sobre un autor. Al elegir mis temas de exposición oral, el primer tema que decidí estudiar fue el de Juan Ramón, siempre he adorado su poesía, pero nunca llegué a imaginar que un hombre que ante mis ojos parecía sencillito y tranquilo tuviera una personalidad tan diferente y eso es lo que verdaderamente merece estudio de la literatura, ver plasmados en la obra de un autor sus verdaderos sentimientos y cómo evolucionan a lo largo de ella. Del mismo modo no podías pensar que un hombre como Quevedo fuera tan dispar en su obra literaria”. (28)

      

         Al llegar a este punto siento necesidad de reflexionar y preguntarme por qué he transcrito los testimonios precedentes. Según lo hacía tenía la sensación de que no se referían a las clases impartidas por mí, sino a las de un maestro ideal que los mismos alumnos han forjado en su imaginación. Hay mucho de hiperbólico en sus afirmaciones, pero también es indudable la existencia de un fondo de sinceridad en todas ellas, tal vez se deba a que, con mayor o menor conciencia de ello, he intentado -y logrado por lo visto y leído- transmitir en la clase el entusiasmo que siento por la literatura, y llevar a ella vivencias auténticas, personales, irrepetibles a veces, porque es la ocasión única la que me ha brindado la oportunidad de comportarme de tal modo. Algo no buscado por mucho que se preparen las clases. La anécdota se convierte en categoría. Recuerdo aquella mañana cuando acudí a clase recién sabida la noticia de la muerte de D. Ramón Menéndez Pidal. Veinte años han pasado y aún tengo ante mí los rostros asombrados de aquellos adolescentes, a quienes por lo visto no cabía en la cabeza que la muerte de un sabio investigador pudiera afectar hasta casi las lágrimas a una profesora que ni siquiera lo había conocido personalmente. Sí, se me quebraba la voz según hablaba de la deuda, impagable, contraída con el maestro por tantas generaciones de estudiosos relacionadas más o menos directamente con la escuela filológica de Madrid, me sentía discípula de don Ramón al haberlo sido de alumnos directos suyos, hablaba del placer experimentado al leer sus obras, de mi temprana afición por los romances, de las anécdotas escuchadas de labios del profesor Muñoz Cortés, colaborador suyo, de la calle de las Cabezas de Córdoba, donde puede leerse una placa conmemorativa con texto de Menéndez Pidal alusivo a la trágica historia de los Infantes de Lara y de mi deambular por aquella calle con las alumnas recordando la literatura en vivo, como ellas mismas me habían enseñado, pero ese es otro cantar. Años más tarde, 1982, Luís Rosales, al recibir el Premio Cervantes de las Letras, me daba la oportunidad de recordar la fecha, 1968, y la lejana clase mía, con su “Elegía súbita y desamparada en la muerte de don Ramón Menéndez Pidal” que leí a los alumnos entre otros poemas del autor galardonado:

                            Así tu muerte nos dará raíces

                            como tu vida nos las dio y haremos                     

                            que tu ejemplo nos sirva de sudario:

                            en ti somos hermanos y en ti huérfanos…  

 

         Los premios literarios, cuando lo merecen, los centenarios, las ediciones extraordinarias de obras, mil acontecimientos fortuitos, pueden proporcionar ocasiones maravillosas para que la clase conecte con la vida y tenga el sabor de algo recién estrenado. Es una vieja idea cultivada por mí y aprendida tal vez leyendo a Dámaso Alonso:

 

“….Y otro día de una revuelta primavera, fines de mayo de 1930, antes de mi clase, en el español negroide de LA PRENSA de Nueva York, leí la espantosa noticia: Gabriel Miró había muerto. Cambié el tema: les hablé de Miró a aquellas entusiastas muchachitas de Hunter College. Les hablé desordenadamente, como me dejaba la emoción, mezclando recuerdos personales y apreciación literaria. Las cabecitas rubias se inclinaban afanosas sobre la rutina de los cuadernos de apuntes. Mas una mano dejó la pluma; un lindo rostro se alzó un momento hacia mí: tenía los ojos cuajados de lágrimas. “[4]

         Desde que leí este libro, y fue en 1959, tengo subrayado el párrafo transcrito. ¿Acaso no actuaría mi inconsciente, casi diez años después, al morir Menéndez Pidal? Claro que en mi caso era yo la que reprimía las lágrimas. De los alumnos recuerdo más bien un especial, denso, respetuoso silencio, el asombro, la seriedad….y el haber dejado de escribir.

         Pasando a tema más regocijante y para aclarar una alusión anterior a mis alumnas cordobesas al hablar de literatura viva, quiero contar cómo aprendí de ellas, y jamás lo he olvidado, que la enseñanza de la literatura resulta más fructífera siempre que puede conectarse con el entorno o con el diario acontecer.

         Acababa yo de estrenar cátedra y proponía en clase, para pulsar el nivel, un ejercicio sencillo de comentario de texto. Eran versos de Garcilaso y se aludía en ellos al Tajo. Formulé, entre otras, la siguiente pregunta: “¿Recuerda a otros poetas que hayan celebrado ríos famosos en sus versos?” Una estrepitosa carcajada saludó a la pregunta. Luego el silencio. La profesora era recién llegada y no se sabía cómo podía reaccionar. Opté por esperar la hora de la conclusión de la clase -y del ejercicio- y ya fuera del aula me dirigí a un pequeño grupo con el fin de averiguar discretamente el motivo de tan regocijada salutación. Esta fue la respuesta: “Señorita, creíamos que nos estaba tomando el pelo. Toda Córdoba conoce de memoria el soneto de Góngora, esculpido en mármol, frente al Guadalquivir, “Oh excelso muro, oh torres coronadas…”. Aún no había tenido tiempo de hacer la obligada visita turística a la ciudad ¡como iba a residir en ella no sabía por cuánto tiempo! ¡y qué amables las muchachas que, en el inmediato domingo, me sirvieron de guía para visitar, entre otros, el lugar donde la lápida con el soneto está emplazada! Naturalmente a los alumnos albacetenses no dejo de relatarles la anécdota y recomendarles, caso de ir a Córdoba, que acudan al lugar y, leyendo el soneto, contemplen la muralla, las torres de la Mezquita y el Alcázar, la maravillosa sierra y la llanura que se extiende desde el Campo de la Verdad, al otro lado del río; todo se divisa desde el estratégico emplazamiento de la gran piedra blanca, mármol de Carrara parece. Un verdadero gozo de la vista y el oído. Y alguna vez me han comentado, encuentro casual por la calle, que sí, que valía la pena la visita.

         Algo está muy claro para mí: el profesor debe estar dispuesto siempre a aprender hasta de sus alumnos y debe agradecerles hasta la más mínima colaboración. A alguno puede parecerle discutible esta opinión, pero a lo largo de mi carrera docente he descubierto que es posible prescindir, sin desdoro de la cátedra, de viejos prejuicios. Para mí no existe el problema que, según Marañón, se le presentó a Luís Vives a la hora de aceptar la cátedra de Alcalá de Henares:

 

“Enseñar por deber, según pautas fijas, ya para siempre; enseñar cada día sin libertad para sentarse en los bancos y aprender también de los demás, esclavizado por el prestigio y el respeto de su propia categoría, sin poder elegir el discípulo ni rehusarle cuando no nos une a él más que el contrato funesto de la matrícula; abdicando de la gracia del pensamiento, que está en el gusto de elegir el objeto de nuestro afán de saber y de cambiarlo cuando nos decepciona o nos cansa; y entonces, buscarlo de nuevo, libremente, por otros caminos”.[5]                         

 

         Suelo comentar este texto en clase y todos advertimos la situación con el fin de tolerarnos y ayudarnos mutuamente, para hacer lo menos funesto posible el contrato oficial que nos ata. Y en cuanto a lo de pautas fijas, confieso que hago lo posible y lo imposible para que no lo sean tanto, ya que uno de mis objetivos fundamentales es el enseñar deleitando. Si lo consigo o no díganlo los siguientes testimonios:

 

       “Otro aspecto es el trabajo que ha sido diario y lleno de sorpresas en clase: recuerdo la fragancia de rosas que se desprendía del poema de Jorge Guillén, las obras de teatro….y ¿cómo no? El gran hidalgo Don Quijote convertido en música.

Por otra parte quiero añadir que me ha gustado muchísimo su constante invitación hacia la lectura y sobre todo a desarrollar nuestras propias creaciones, el índice de motivación hacia estas actividades ha sido realmente amplio, desde los títulos propuestos, el tema de la Navidad o el de la Virgen, hasta el trabajo de “Fortunata y Jacinta” (que me ayudó a ver en profundidad la gran obra de Galdós)”. (5)

       “Ha resultado un curso lleno de sorpresas y de actividades completamente desconocidas, como el hecho de escuchar grabaciones con la voz de los autores, la lectura de teatro en clase, etc…

En general he de indicar que este año se nos ha presentado la parte más bella de la asignatura, lo que en realidad debe ser, eliminando las clases tradicionales tan memorísticas, que no es que no sean positivas, sino que es bueno darnos a conocer otros aspectos de los autores, pues para conocer más profundamente a los autores siempre estamos a tiempo de acudir a la información que nos proporcionan los libros”. (8)

       “A través de sus clases, tan divertidas, tan sorprendentes y a la vez tan hondas y reflexivas, ha sido la chispa, la gota motivadora, que me ha impulsado hacia un quehacer literario más profundo del que hasta ahora llevaba”. (11)

       “Lo que más me ha gustado son las clases. Eran ¿por qué no decirlo? un “deleite” literario, muy alejadas del aburrimiento, supongo ya no por los autores, ante los que “me quito el sombrero” ¡cómo no! Y ¡rindo honores!, sino por la forma, que aunque usted decía repetidamente ¡Ay, qué desastre de clase hoy!, me parecía, a desarrollar en clase, acertada. Francamente, lo he pensado bien; la única pega era las veces que me perdía, las desconexiones, supongo por la costumbre de llevar apuntes; ¡en fin! ¡esto se supera! Le doy muchísimas gracias por todo y también a “Lope”, que tan buenos ratos “dramáticos” me ha  hecho pasar”. (16)

      

         Insisten los comentarios en el elemento sorpresivo introducido en las clases. Puede hacer pensar en falta de programación o anarquía. No hay tal; más bien se trata de recursos “teatrales” pensados para evitar el encasillamiento, la rutina. Los alumnos saben que un día a la semana habrá clase práctica cuyo contenido, en ocasiones, se adelanta como en las lecturas de teatro, puesto que hay que repartir previamente los papeles a los lectores, y otras veces se desconoce hasta el momento oportuno.

         En la misma clase teórica puede introducirse el elemento sorpresa en la presentación o comienzo del tema. Recuerdo un día que al entrar en el aula, sin previo aviso, conecté la grabadora y comenzó a sonar un murmullo de voces y una masculina, destacada entre todas, con claro acento hispanoamericano decía: (el texto que sigue es transcripción fiel de la grabación original). “Recuerde usted, señorita, que por aquí, por Veracruz, entraron los españoles en el año 1518; Juan de Grijalva llegó a Veracruz y un año después llegó Hernán Cortés. Hernán Cortés, un hombre al que hay que quitarse el sombrero ante él, con una estrella tremenda, fundó Veracruz, fundó una población en tierras de Anáhuac, la Villa rica de la verdadera Cruz. Más tarde, un rey de España le brinda a Veracruz el escudo de la ciudad y el escudo tiene una cruz sobre una fortaleza, la cruz quiere decir villa rica de la Verdadera Cruz, la fortaleza quiere decir refugio; hay en el fondo, un fondo verde esmeralda, eso dice, Veracruz, refugio de Indias, abajo la fortaleza está sobre dos columnas de Hércules, dos columnas de Hércules tachonadas con dos orlas que dice Plus Ultra, o sea, Veracruz, refugio en Indias del poderío hispano en Ultramar…”. Ya está prendida la atención para escuchar nuestro comentario a la “Crónica de la Conquista de la Nueva España” escrita por Bernal Díaz del Castillo. Hemos escogido el comienzo del capítulo XXXVIII: “En Jueves santo de la Cruz del Señor de 1519 años llegamos con toda la armada al puerto de San Juan de Ulúa; y como el piloto Alaminos lo sabía bien desde cuando venimos con Juan de Grijalva (….) y otro día que fue Viernes santo de la Cruz, desembarcamos, así caballeros como artillería….” Hacemos observar la coincidencia de datos entre la antigua crónica y la detallada información de nuestro guía contemporáneo, tan pintoresca y de sintaxis típicamente oral. El interés crece cuando leemos lo de la india doña Marina o el interesante pasaje del capítulo CXLV:”Y en este instante suspiró Cortés con una gran tristeza, muy mayor que la que antes traía, por los hombres que le mataron antes que en el alto subiese; y desde entonces dijeron un cantar o romance:

                               En Tacuba está Cortés

                            con su escuadrón esforzado,

                            triste estaba muy penoso,

                            triste y con gran cuidado,

                            la una mano en la mejilla,

                            y la otra en el costado, etc…”

         El texto se presta -y no desaprovecho la ocasión- a recordar las relaciones entre la épica y la historia, el proceso de formación de los cantares de gesta y romances, la teoría de Menéndez Pidal sobre los frutos tardíos en la literatura española….

         Es evidente que, si hubiera comenzado la clase directamente por el tema de los Historiadores de Indias y el comentario de la Crónica, otros hubieran sido los resultados, a pesar de lo jugoso del lenguaje de Díaz del Castillo. Hasta pude deleitar a los alumnos con la audición de un breve fragmento musical grabado en la fiesta que el Ayuntamiento de la ciudad mejicana nos ofreció a los profesores europeos. Inolvidable la visita a Veracruz y al puerto de San Juan de Ulúa.

         En uno de los informes se alude al Quijote convertido en música. Los alumnos -siempre la enseñanza activa- siguieron la audición musical leyendo los pasajes correspondientes a la obra cervantina que se indicaban en el programa. Primero escuchamos “El Retablo de Maese Pedro” de Manuel de Falla, siguieron los tres epitafios de Halffter y el poema sinfónico de Richard Strauss “El Quijote. Variaciones fantásticas sobre un tema caballeresco”. Los diez epígrafes indicadores del motivo de las variaciones, tan sugestivos, tuvieron a los oyentes dando vueltas al libro desde el capítulo VIII de la Primera Parte al LXIV de la Segunda. Algunos, muy concretos, no daban lugar a dudas -“la aventura con el rebaño de ovejas”, por ejemplo-, otros dejaban a la elección del oyente varios pasajes posibles -indicados en nuestro programa-, tal el caso de la variación 3, “Preguntas, expresiones y refranes de Sancho” o la 6, “Dulcinea” ¡Qué bello musicalmente el pasaje! Como no se trataba sólo de escuchar un concierto grabado, el manejo del libro durante la audición fue lo fundamental de la clase. Igual que cuando se proyectaron diapositivas con ilustraciones gráficas del Quijote. Entonces había que buscar un párrafo que sirviera de pie adecuado a cada ilustración, evitando, naturalmente, repetir los textos que habitualmente aparecen en ediciones ilustradas de la obra.

         Clases como las indicadas sirven de preparación al examen que sobre la obra magna de Cervantes hay que realizar. De hecho les presento varias opciones:

-       Realizar un trabajo extenso en casa.

-       Pasar el examen en clase con dos posibilidades, la de hacerlo manejando bibliografía o sin ella.

-       A la hora de proponer temas también es múltiple la oferta:

         “Risas y lágrimas en el Quijote”, “Detractores y defensores de los libros de caballerías en la obra”, “Los encantadores y su función en el Quijote”, “Alabanzas y vituperios de don Quijote a Sancho”, “Don Quijote visto por otros personajes de la obra (elegidos por los alumnos)”, “Ser y parecer en el Quijote”, etc…

         El esfuerzo realizado en la preparación de las clases sorpresa tiene a veces compensaciones. Nunca agradeceré bastante el gesto de una alumna con ocasión de la clase extraordinaria dedicada a Juan Ramón Jiménez. Y lo era porque, según el plan del curso aquel, el estudio de Juan Ramón entraba en el bloque de temas que se ofrecen a la libre elección de los alumnos para rendir cuenta en examen oral; no estaba previsto, pues, que se abordara el tema en clase para todo el grupo. Un día, como estábamos en el año centenario del nacimiento del poeta, le dediqué la clase extra y aludí en ella, mostrándolo, al tríptico que la familia había publicado con el dibujo de un Cristo y varios poemas inéditos de Juan Ramón, todo ello a modo de recordatorio por la muerte del matrimonio Zenobia (+ 28-X-56) Juan Ramón (+29-V-58). Expliqué brevemente como en Córdoba había llegado a mis manos aquel que yo consideraba uno de mis “tesorillos”, gracias a unos buenos amigos que también lo eran de un sobrino del poeta. Así quedó la cosa. En las Navidades siguientes recibí la felicitación de aquella alumna con un puñado de tarjetones, los que cada año la familia de Zenobia y Juan Ramón publican para felicitar las Pascuas, rescatando poemas inéditos de los muchos que el exigente poeta no quiso dar a la estampa. Algunos van ilustrados con bellos dibujos de Benjamín Palencia. Con lo cual mi exiguo “tesorillo” ha pasado a ser una apreciada y apreciable carpeta “Zenobia-Juan Ramón”. Mi alumna consiguió los papeles gracias a la relación de vecindad con otro sobrino del poeta a quien comentó mi clase. Feliz ocurrencia la suya, pues así supimos de la existencia de tan singulares publicaciones.

         Ya que hablamos de poesía bueno será recordar un procedimiento de aproximación a este mundo que ha dado buenos resultados. Se trata de la clase-recital seguida de votación. Los alumnos toman nota de los títulos de los poemas que recita la profesora. Una breve pausa entre los textos permite a los oyentes dar una “calificación” a cada poema escuchado. Al terminar entregan las papeletas de votación escribiendo los dos o tres títulos que hayan sido más de su agrado. Con el recuento de votos se hace “la lista de títulos” más votados y se entrega, simbólicamente, el “poema de oro” al primer poeta de la lista. A veces el recital adquiere la forma de duelo o disputa entre dos poetas contemporáneos: Lope-Góngora, Bécquer-Rosalía de Castro, Fray Luís de León-San Juan de la Cruz, Antonio Machado-Miguel Hernández, etc. Recuerdo un reñido duelo Góngora-Lope de Vega en el que venció el cordobés por un punto. Y eso que Lope había recibido más de un voto a su villancico “Zagalejo de perlas” con la expresa indicación “por como ha sido interpretado”. La que esto escribe pide perdón a la soprano Ana Higueras por haberse atrevido a imitar -tan solo en el estribillo- su soberbia interpretación del villancico, al que puso música el maestro Joaquín Rodrigo, ante el natural asombro de los estudiantes. Es de suponer que a cosas de este tipo se refieren cuando aluden a las sorpresas….

         Habrá que terminar, no sin antes referirnos a un último punto, el tan bien condensado en la palabra del profesor Baquero Goyanes con que se iniciaba el artículo y podríamos titular “el talante del profesor”.[6]

         Es importante la actitud personal del profesor ante la asignatura y los alumnos. Estos suelen captar el interés del profesor hacia ellos, no solo en el plano intelectual sino también en el humano, sobre todo cuando ello repercute en una más amplia y justa valoración del trabajo realizado, trabajo que, en ocasiones, no queda demasiado patente por medio de los exámenes.

         En los informes se alude a este particular tema:

 

       “La valoración más positiva que guardo de este año con respecto a usted es el gran esfuerzo que hace desde el primer día de clase para conocernos a cada uno de nosotros, estudiar nuestros problemas y escucharnos si en alguna ocasión la hemos necesitado. Creo que esto es algo esencial para el buen funcionamiento de una asignatura. Yo realmente estoy sorprendida de todos los detalles que ha tenido con nosotros en este aspecto”. (1)

       “Está claro que para trasmitir unos conocimientos, para enseñar una asignatura es necesario que la persona que la imparte lo sienta y eso ha estado presente en cada clase, en cada actividad y en cada situación. Tan sólo hace falta ver la preparación, alegría e ilusión que ha habido en cada actividad presentada en la clase”. (6)

       “Como profesora, su mejor lección ha sido: llegar siempre con PAZ y sabiendo “QUÉ HACER”, siempre dispuesta a sembrar con generosidad y paciente a la hora de recoger los frutos, su estilo de trabajo, siempre activa desde el respeto, sorprendente, sabiendo valorar el más mínimo esfuerzo….” (12)

 

         A mí me corresponde ahora agradecer a estos alumnos sus exageraciones al valorar mi trabajo. Ha valido la pena, pues ellos, sin proponérselo, han elaborado una didáctica de la literatura tal que me ha eximido del trabajo teorizador. A todos estos “coautores anónimos” del artículo deseo englobar en el soneto que no hace mucho escribí agradeciendo a una alumna de la lejana Córdoba su recuerdo amable al celebrar los 25 años de su fin de carrera. Salvadas las alusiones personales en los cuartetos, terminaba así:

 

                            Esta que fue inexperta profesora

                            -¡era tan joven y hace tantos años!-

                            mucho agradece tu cordial recuerdo.

                            El sol de otoño ya las hojas dora…

                            Mido felicidad y desengaños….

                            De los alumnos ya la cuenta pierdo…

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

APÉNDICE

 

         Pese a mi intención de mantener el anonimato de los alumnos -temo herir su sensibilidad al no haber solicitado permiso para la publicación de los textos-, creo un deber profesional el publicar sus nombres ordenados alfabéticamente, ya que este orden no coincide con las referencias numéricas aplicadas en el trabajo.

 

-       Atiénzar Fuentes, Pilar

-       Ballesteros Madrona, Mercedes

-       Berrio Olmo, Silvia

-       Blázquez Andújar, Pedro Jesús

-       Blázquez Vecina, Herminia

-       Candeleda Valiente, Ana Rosa

-       Córcoles García, M.ª Esperanza

-       Cuerda Cuerda, M.ª Luisa

-       Fernández Aroca, Mercedes

-       Fernández del Castaño, Elena

-       Gómez Gil, María

-       Gozálvez Rovira, M.ª Amparo

-       Gregorio Torres, Julia

-       Gutiérrez Hurtado, M.ª José

-       Gutiérrez Sáez, M.ª Llanos

-       López Gómez, Isabel

-       López Moreno, Rocío

-       López Selva, Amparo

-       Martínez Girón, M.ª Ángeles

-       Martínez Martínez, Federico

-       Molina Alcázar, M.ª Pilar

-       Navarro Escobar, Consuelo

-       Pérez Burgos, Marta María

-       Pretel Marín, M.ª Elena

-       Sáiz Puig, Antonia

-       Samper Montilla, Rosa María

-       Sánchez Fajardo, M.ª Llanos

-       Sánchez Izquierdo, M.ª Dolores

-       Sánchez Rodenas, Ángeles

-       Santos Monsalve, M.ª Ángeles

 

 

      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                 



[1] Se publica el texto sin conocimiento previo de la autora.

[2] Versión digital del trabajo publicado en la Revista MONTEOLIVETE del Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Valencia, 6ª entrega, curso 1988-89.

[3]  Ángel Valbuena Prat “Literatura Española en sus relaciones con la Universal”. S.A.E.T.A, Madrid, 1965, p.8.

[4] Dámaso Alonso “Poetas españoles contemporáneos”, B.R.H. Gredos, Madrid 1958, p. 166.

[5] Gregorio Marañón “Españoles fuera de España”, Austral, Madrid, 1968, p. 113.

[6] La cita procede de una carta inédita, fechada en Murcia el 6 de abril de 1981 y dirigida a la autora de este artículo.