Número Actual - Números Anteriores - TonosDigital en OJS - Acerca de Tonos
Revista de estudios filológicos
Nº30 Enero 2016 - ISSN 1577-6921
<Portada
<Volver al índice de teselas  

teselas

El arco iris de gravedad, Thomas Pynchon

(Tusquets, Barcelona, 2009, 1ª ed. 1973)

 

A determinadas horas, el azul del puerto se refleja sobre la blanca fachada marina y las persianas vuelven a cerrarse. Imágenes ondeantes revolotean allí en una red luminosa. Ahora Slothrop ya está de pie con el uniforme británico, engullendo cruasanes con café, ocupado en un curso recordatorio del alemán técnico, o tratando de asimilar la teoría de las trayectorias de flechas fijas o trazando casi literalmente con la nariz el esquema de algún circuito alemán cuyas resistencias parecen bobinas y las bobinas resistencias…

- Qué mierda más supermierda –exclama cuando se ha dejado dominar ya por el tema–. ¿Por qué tienen que invertir los símbolos de este modo? ¿Intentan camuflar las cosas o qué?

- Recuerda tus antiguas runas germanas –propone Sir Stephen Dodson-Truck, que pertenece al Departamento de Información Política, el PID (Political Intelligence Department), del Ministerio de Asuntos Exteriores británico, y que habla treinta y tres idiomas, incluido el inglés, con un marcado acento de Oxford.

- ¿Mis qué?

- Oh –apretando los labios, como reprimiendo una especie de náusea cerebral–, ese símbolo de la bobina se parece mucho al carácter rúnico del antiguo escandinavo equivalente a la «S», sôl, es decir, «sol» en español, con el mismo significado del sun inglés y el sigil del antiguo alemán.

- Un modo curioso de dibujar ese «sol» -opina Slothrop.

- En efecto. Los godos, mucho antes, habían utilizado un círculo con un punto en el centro. Evidentemente, esta línea quebrada se remonta a una época de discontinuidades, quizá de fragmentación social, alienación…, todo lo que sea análogo, en un sentido social, al desarrollo de un yo independiente por parte del niño muy pequeño, como puedes ver…

(pp. 312-313)

 

En el Südwest, el Erdschweinhöle era un poderoso símbolo de la fertilidad y la vida. Pero aquí, en la Zona, su verdadera posición no está tan clara.

Dentro del Schwarzkommando actualmente hay fuerzas que han optado por la esterilidad y la muerte. La batalla es casi silenciosa, tiene lugar durante la noche, en las náuseas y los retortijones de los embarazos o abortos. Pero es una lucha política. Nadie está más preocupado que Enzian. Aquí es el nguarorerue: la palabra no significa exactamente «líder», sino «aquel que ha sido probado».

Enzian también es conocido, aunque nadie lo menciona delante de él, como Otyikondo, el Mestizo. Su Padre era europeo. No es que esto lo haga único entre los Erdschweinhöhlers: a menudo también hay sangre alemana, eslava y gitana mezcladas con la de estos negros. Durante un par de generaciones, movidos por aceleraciones desconocidas en los días anteriores al Imperio, han venido desarrollando una identidad que muy pocos ven que pueda tener una forma final alguna vez. El Cohete llegará a tener una forma final, pero no su pueblo. Eanda y oruzo han perdido su fuerza aquí: las líneas sanguíneas materna y paterna se quedaron atrás, en el Südwest. Muchos de los primeros inmigrantes incluso se habían convertido a la fe de la Sociedad Misionera Renana mucho antes de salir para Alemania. En cada pueblo, mientras el mediodía proyectaba la sombra justa para sus dueños, en ese momento de terror y refugio, el omuhona sacaba de su bolsa sagrada, a medida que las almas iban siendo convertidas, el cordón de cuero guardado allí como constancia de cada venida al mundo y desataba el nudo de los respectivos nacimientos. Aquel nudo desatado era otra alma muerta para la tribu. Así pues, en el actual Erdsschweinhöhle, los Vacíos llevan encima un trocito: un pequeño resto del viejo simbolismo que ha seguido siéndoles útil.

Se llaman a sí mismos otukungurua. Sí, viejas manos africanas; debiera ser omakungurua, pero siempre tienen el cuidado –quizá sea algo menos sano que simple cuidado– de indicar que oma- sólo se utiliza para los vivos y los humanos. Otu- se emplea para los inanimados y los que están creciendo, y así es como se imaginan a sí mismos. Revolucionarios del Cero, intentan continuar lo que comenzó entre los viejos hereros después de que fracasara su rebelión de 1904. Quieren una natalidad negativa. El programa consiste en el suicidio racial. Su intención es acabar la exterminación que los alemanes comenzaron el 1904.

(pp. 472-473)

 

         Ha llegado a haber una crisis acerca de qué tipo de «g» debe utilizarse en la palabra «taquigrafía». Aquí hay una gran vinculación emocional con la palabra. Una mañana, Tchitcherine se encuentra con que todos sus lápices han desaparecido de forma misteriosa de la sala de conferencias. Como venganza, a la noche siguiente él y Radnichny entran subrepticiamente en la sala de conferencias de Blobadjian con sierras de cortar metales, limas y lámparas de soldar, y reforman el alfabeto de su máquina de escribir. A la mañana siguiente, resulta muy divertido. Blobadjian corre de un lado a otro presa de un prolongado ataque de gritos. Poco después, Tchitcherine toma parte en una conferencia, se abre la sesión y… ¡CHRASH!, dos docenas de lingüistas y burócratas caen de culo. El ruido retumba durante dos minutos seguidos. Tchitcherine, también con las posaderas en el suelo, advierte que todas las patas de las sillas han sido serradas, vueltas a pegar con cera y barnizadas. Un trabajo de profesional, no puede negarse. ¿Podría ser Radnichny un agente doble? El momento de las alegres bromas ha pasado. Tchitcherine debe seguir solo. Cuidadosamente, a la luz de la linterna de la guardia nocturna, y no hablemos de las otras clases de iluminación que puede producir la manipulación de letras, Tchitcherine translitera el sura inicial del Sagrado Corán con el NAT propuesto y lo hace circular, con el nombre de Igor Blobadjian, entre los arabistas de la primera sesión que se celebra.

         Lo cual supone buscar problemas, huelga decirlo. Estos arabistas son un verdadero grupo de frenéticos. Han estado cabildeando apasionadamente para que el Nuevo Alfabeto Túrquico se realice con caracteres árabes. En los pasillos se originan peleas a puñetazos con los cirilistas irreconciliables, y se habla de una campaña para boicotear cualquier alfabeto latino en todo el mundo islámico. (En realidad nadie está muy interesado en un NAT cirílico. Viejos albatros zaristas cuelgan todavía del cuello soviético. En estos días hay una poderosa resistencia indígena en Asia Central a cuanto signifique rusificación, y una tendencia en la que se incluye el idioma impreso. Las objeciones a un alfabeto arábigo se basan en la ausencia en él de símbolos de vocales y de una relación estricta entre cada carácter y cada sonido. Por lo tanto, sólo ha quedado el alfabeto latino, por defecto. Pero los arabistas no cejan. Siguen proponiendo letras árabes reformadas, la mayoría basadas en el tipo de escritura aprobada en Bujara en 1923 y utilizada con éxito entre los uzbekes. Las vocales palatales y velares del kazako hablado pueden redondearse utilizando signos diacríticos.) Hay una fuerte carga religiosa en todo esto. Utilizar un alfabeto no arábigo sería cometer un pecado contra Dios: al fin y al cabo, la mayoría de los pueblos túrquicos son islámicos, y la escritura arábiga es la escritura del Islam, la escritura mediante la cual bajó la palabra de Alá en la Noche del Poder, la escritura del Corán…

(pp. 526-527)

 

 

         El grupo que se apropió de este submarino tiene toda clase de manías argentinas. El Ñato habla en la jerga gauchesca del siglo diecinueve: los cigarrillos son «pitos»; las colillas, «puchos»; no es caña lo que bebe, sino «tacuara», y cuando está borracho está «mamao». A veces Felipe tiene que hacer de traductor. Felipe es un joven y difícil poeta con muchos entusiasmos desagradables, entre ellos ideas románticas e irreales sobre los gauchos. Siempre anda tras El Ñato para que lo ayude en eso o aquello. Beláustegui, que hace de maquinista del submarino, es de Entre Ríos y, además, un positivista dentro de la tradición regional. El seguidor oficial, también, de cualquier profeta de la ciencia, pese a lo cual el Ñato aún no ha tratado de enfrentarse con el impío «bolchevique mesopotámico». Es un indicio de la solidaridad que existe entre ellos, uno de los muchos que existen. Actualmente, Luz anda con Felipe, aunque se la considera la chica de Squalidozzi. Tras la desaparición de éste durante el viaje que hizo a Zurich, ella se juntó con el poeta después de que éste le recitara emocionado Pavos reales, de Lugones, cierta noche llena de fragancias, mientras se alejaban de Matosinhos. Para esta tripulación la nostalgia es como el mareo: sólo la esperanza de morir en ella los mantiene vivos.

(pág. 571)

 

 

         Gustav lo mira con expresión de burla y desprecio, pero Säure resulta ser un adepto del difícil arte de la papiromancia, la facultad de profetizar mediante la contemplación del modo en que las personas lían los cigarrillos de marihuana: la forma, la señal dejada al lamer el papel, la presencia o no de las arrugas y pliegues…

         - No tardarás en enamorarte –dice Säure–, mira esta arruga, aquí.

         - Es larga, ¿no? Eso significa…

         - La longitud suele significar intensidad. No tiempo.

         - Corto pero dulce –dice Magda con un suspiro–. ¡Qué estupendo! –Trudi se acerca a ella para abrazarla. Son una pareja muy peculiar. Trudi, con tacones, es unos treinta centímetros más alta que Magda. Saben el efecto que eso produce, y van a pasear juntas por la ciudad siempre que pueden, con lo que se interponen, aunque sólo sea por un minuto, en la mente de la gente.

         - ¿Qué te parece esta mierda? –pregunta Säure.

         - Hübsch –concede Gustav–. Un poco stahlig y tal vez una pizca infinitesimal de Bodengeschmack detrás de su Körper, que es reconocidamente süffig.

         - Yo más bien diría spritzig –disiente Säure, suponiendo que realmente sea eso–. Generalmente más bukettreich que la cosecha del año pasado, ¿no te parece?

         - Oh, un herbaje en el Alto Atlas requiere su Art. Sin duda puede describirse como kernig, y aun, como puede a menudo decirse de la calidad sauber que predomina en la región del Oued Nfis, auténticamente pikant.

         - En realidad, me inclino a sospechar que proviene de algún lugar a lo largo de la ladera sur del Jebel Sarho –dice Säure–. Advierte el Spiel, más bien glatt y blumig, incluso sugiere un Fülle en su audacia würzig…ç 

         - No, no, el Fülle la exagera; aquel El Abid Emerald que tuvimos el mes pasado tenía Fülle. Pero éste es claramente más zart que aquél.

(pp. 658-659)

 

 

         - Y ahora –dice Säure, deseoso de saber–, vas a decirme qué enredo es ese de la «Mierda de Shinola», la expresión norteamericana «Shit from Shinola».

         - ¿Qué es esto? –grita el marino Bodine–. ¿Me pones deberes, ahora? ¿Se trata de algún estudio continuo del slang norteamericano o alguna mierda por el estilo? Dime, viejo loco –prosigue, agarrando a Säure por la garganta y de una solapa y sacudiéndolo asimétricamente–, tú también eres uno de Ellos, ¿verdad? Vamos, dímelo.

         El viejo no es más que una piltrafa en las manos de ese Bodine por lo general suavísimo, pero que hoy tiene una mala mañana llena de sospechas.

         - Basta, basta… -gimotea Säure lleno de terror y sorpresa, terror y sorpresa que ceden ante la lloriqueante convicción de que el peludo marinero norteamericano ha perdido el juicio…

         Bien, veamos… Tú has oído alguna vez la expresión «Mierda de Shinola». Como en: «¡Bah! ¡No sabe una Mierda de Shinola de eso!». O: «Marinero, ¡no sabes una Mierda de Shinola!». Y te envían a pelar patatas o algo peor. Algo que hay que tener en cuenta en primer lugar es que Mierda y Shinola pertenecen a categorías completamente distintas. Tal vez te imagines que Mierda y Shinola –quizá porque huelen de modo tan diferente– no pueden coexistir de ninguna manera. Sí, es imposible. Un extraño a la lengua inglesa, un toxicómano alemán como Säure, que no conozca ninguna de las dos palabras, puede que vea en la «Mierda» norteamericana una interjección cómica alemana, y que se imagine una escena en que un abogado con sombrero hongo dobla unos papeles y los mete en una cartera de mano de color canela al tiempo que, sonriendo, dice: «Schitt, Herr Bummer», justo antes de salir de tu celda, el untuoso hijo de puta, para no volver jamás… O ¡Scchhit!, mientras la cuchilla de una guillotina cae, en una historieta ilustrada, sobre el cuello de un ambivalente político cuya cabeza rueda cuesta abajo dando botes, lo que se recalca con unas divertidas líneas que sugieren el movimiento vertiginoso de una forma esférica; y, tú has pensado: «Sí, ajajá, eso me gusta, sí, que se la corten, un puerco de menos, schitt ja!». En cuanto a Shinola, sugeridora del brillo y el betún del shine inglés, pasemos a los universitarios Franz Pökler, Kurt Mondaugen, Bert Fibel, Horst Achtfaden y otros, el paraninfo de cuya universidad es puro resplandor, sin olvidar el estadio de alabastro al aire libre con gigantescas aves de rapiña de cemento, de alas encogidas hacia delante, en lo alto de cada esquina, amparando bajo la sombra de cada una de ellas una encapuchada cara germánica, todo muy al estilo Albert Speer…

(pp. 1036-1037)