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Revista de estudios filológicos
Nº31 Junio 2016 - ISSN 1577-6921
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teselas

Número Cero, Umberto Eco

(DeBolsillo, Barcelona, 2015)

 

         - Señores, conozcámonos mutuamente. Este es el dottore Colonna, hombre de gran experiencia periodística. Trabajará a mi lado, y por ello lo definiremos como mi asistente de dirección; su tarea principal consiste en revisar todo lo que escriban. Cada uno de ustedes viene de experiencias distintas, una cosa es haber trabajado en un panfleto de extrema izquierda, y otra haberse curtido en, digámoslo así, la Voz de la cloaca, y puesto que (ya lo ven) somos espartanamente pocos, uno que haya trabajado siempre en necrológicas quizá tenga que escribir un fondo sobre la crisis de gobierno. Se trata, pues, de homogeneizar el estilo y, si alguien tuviera la debilidad de escribir palingenesia, Colonna les dirá que no deben hacerlo y les sugerirá el término alternativo.

         - Una profunda regeneración moral –dije yo.

         - Eso es. Y si alguien para definir una situación dramática dice que estamos en el ojo del huracán, me imagino que el dottore Colonna será tan juicioso que les recordará que, según todos los manuales científicos, el ojo del huracán es el único lugar donde reina la calma mientras el huracán se desata a su alrededor.

         - No, dottore Simei –intervine–, en ese caso diré que hay que usar ojo del huracán porque no importa lo que dice la ciencia, el lector no lo sabe, y es precisamente el ojo del huracán el que le da la idea de que se halla en medio de un lío. Así lo han acostumbrado la prensa y la televisión. Así como le han convencido de que se dice choppin y manágment mientras debería decirse shopping y mánagment.

(pp. 30-31)

 

 

         - Tú que lo sabes todo, ¿sabes por qué se dice armar la trapisonda o ahí está el busilis?

         - No, no lo sé, ¿te parece que son cosas que se preguntan a las doce de la noche?

         - Pues yo sí que lo sé, o mejor dicho, lo leí el otro día. Mira, armar la trapisonda, en el sentido de armar jaleo, deriva del nombre del Imperio de Trapisonda o Trebisonda, que estaba en Asia Menor; los libros de caballerías lo mencionaban a menudo, por lo visto, y gracias a ello y a su aparente relación con trapaza, o con trápala, tomó ese significado. Y fíjate que otro significado de trapisonda es una agitación del mar, una serie de olas pequeñas que se entrecruzan y producen un ruido que se oye a mucha distancia. Una trapatiesta marina, vamos. Y lo del busilis, pues parece ser que a un fraile poco enterado, al examinarlo de latinidad, le tocó un capítulo del Evangelio de los que empiezan por In diebus illis y dijo: «Indie son las Indias, pero el busilis no se me alcanza qué pueda significar», y de ahí pasó a indicar el intríngulis, obvio.

(p. 147)

 

 

- Maricones –dijo aquella mañana Simei durante la reunión cotidiana–. Los maricones son un argumento que siempre atrae.

- Ya no se dice marica –aventuró Maia–. Se dice gay. ¿O no?

- Lo sé, lo sé, monada –reaccionó Simei con fastidio–, pero nuestros lectores siguen diciendo maricón, o al menos lo piensan, porque les da repelús pronunciar esta palabra. Ya lo sé que ya no se dice negro sino persona de color, que ya no se dice ciego sino discapacitado sensorial. Pero un negro sigue siendo negro y un discapacitado sensorial no ve un pijo, el pobre. Yo no tengo nada contra los maricones, es como con los negros, me la sudan con tal de que se queden en su casa.

- Y entonces, ¿por qué tenemos que ocuparnos de los gais, si a nuestros lectores les da repelús?

- No estoy pensando en los maricones en general, monada, yo abogo por la libertad, cada uno que haga lo que quiera. Pero los hay en política, en el Parlamento, incluso en el gobierno. La gente piensa que son maricas solo los escritores y los bailarines, mientras que algunos de ellos nos están mandando sin que nos demos cuenta. Son una mafia y se ayudan entre ellos. Y a eso nuestros lectores pueden ser sensibles.

Maia no cejó.

- Pero las cosas están cambiando; quizá dentro de diez años un gay podrá decir que es gay sin que nadie se inmute.

- Dentro de diez años que pase lo que tenga que pasar, ya sabemos todos que las costumbres degeneran. Pero ahora nuestro lector es sensible al argumento. Lucidi, usted que tiene tantas fuentes interesantes, ¿qué podría decirnos de los maricones en política? Pero cuidado, sin dar nombres, no queremos ir a parar a los tribunales, se trata de mover la idea, el fantasma, dar un escalofrío, una sensación de desazón.

(pp. 151-152)