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Revista de estudios filológicos
Nº32 Enero 2017 - ISSN 1577-6921
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reseñas

A PROPÓSITO DE SOCIOLINGUISTIC STYLES DE JUAN MANUEL HERNÁNDEZ-CAMPOY

M.ª Rosario Illán Castillo

(Universidad de Murcia)

mariarosario.illan@um.es

 

 

Juan Manuel Hernández-Campoy. Sociolinguistic Styles. Wiley-Blackwell, 2016. 256 págs. ISBN: 978-1-118-73764-4

 

El propósito del libro que nos ocupa es ofrecer una visión de conjunto del controvertido fenómeno de la variación estilística dentro de los estudios sociales del lenguaje. El profesor y destacado sociolingüista J.M. Hernández-Campoy nos invita a abandonar el empleo de modelos teóricos genéricos a la hora de abordar el estudio de la variación estilística. Para ello, propone un acercamiento multidimensional e interdisciplinario que tenga en consideración tanto las motivaciones reactivas como las proactivas en la variación de estilos. Esto requiere la ampliación del concepto de estilo, pasando de una perspectiva determinista −de carácter colectivo− a una construccionista −de carácter individual. En definitiva, a lo largo del libro observaremos que el estilo es un poderoso recurso en la actuación lingüística, el posicionamiento retórico y la proyección de la identidad.

El libro se articula en dos partes, «The Concept and Nature of Style» y «Sociolinguistic Models of Style Shifting», que a su vez quedan divididas en siete capítulos. En la primera sección, el profesor Hernández-Campoy nos presenta una introducción teórica al tratamiento que se ha conferido a la variación estilística desde las disciplinas de la Retórica, la Estilística y la Semiótica, hasta llegar, más recientemente, a la Sociolingüística. En la segunda parte, el autor nos ofrece una aproximación crítica y actualizada de las diferentes corrientes teóricas y modelos de variación estilística propuestos por destacados investigadores en el campo de la Sociolingüística.

Nos encontramos, por tanto, ante una obra que desarrolla un acercamiento teórico coherente y completo al fenómeno del estilo, ilustrado con numerosos ejemplos y estudios proporcionados tanto en trabajos anteriores del propio autor como de otros investigadores. Merece la pena destacar, por el carácter exhaustivo que otorgan al libro, las numerosas referencias bibliográficas que el profesor Hernández-Campoy incluye y que dan cuenta de la excelsa formación que lo respalda y que le ha otorgado el lugar que hoy en día ocupa dentro de los estudios sociolingüísticos.

Sin más entretenimiento, pasaremos a revisar el contenido de los siete capítulos que integran el libro. Como ya hemos comentado, en la primera parte y, más concretamente, en el capítulo uno, se habla del tratamiento que se ha otorgado al estilo en cuatro disciplinas fundamentales en relación con este fenómeno: la Retórica, la Estilística, la Semiótica y, por último, la Sociolingüística.

Llevar a cabo un estudio exhaustivo del estilo implica la consideración de su lugar en las artes de la retórica y la oratoria. En este sentido, el profesor Hernández-Campoy nos ofrece en las primeras páginas de su libro un recorrido dinámico del fenómeno estilístico en la retórica, que abarca desde la Antigüedad Clásica (Grecia y Roma) hasta la actualidad. El autor nos hablará de la importancia que ya rétores, sofistas y oradores confirieron al estilo (lexis para los griegos, elocutio para los romanos) en sus trabajos, y de la repercusión de este fenómeno en la construcción de un discurso elegante, convincente y exitoso, así como de la importancia y el condicionamiento de la audiencia (pathos) en la elaboración del mismo.

Los trabajos llevados a cabo por Aristóteles y Cicerón influirán en la teoría retórica medieval desarrollada por autores como San Agustín y Tomás de Aquino, quienes se sirvieron de las virtutes dicendi para divulgar el Cristianismo. También en el Renacimiento, con el interés por lo clásico, se recuperará el estudio de la retórica tradicional con autores como Erasmo de Rotterdam y Petrus Ramus, para pasar ya en el siglo XVII al auge de la retórica en las lenguas vernáculas.

Ya en el siglo XX y en la actualidad, Hernández-Campoy nos habla de una retórica cuyo foco se encuentra en la psicología de la audiencia, mediante la cual el orador debe identificarse con sus oyentes y adaptar su discurso a los requerimientos de estos para conseguir la persuasión, lo que, a su vez, implica un despliegue de elementos estilísticos que contribuyen a la estética el discurso. Teniendo en cuenta esta adaptación del hablante a la audiencia, Bajtín despersonalizará al orador, para quien establecerá la denominación de «persona hablante». Siguiendo a Johnstone, Hernández-Campoy concluye este apartado resaltando los diferentes valores que el estilo ha tenido a lo largo de la tradición retórica: desde su relación con la claridad o con lo apropiado hasta su contemplación como algo meramente ornamental, pasando por su papel en la construcción de la verdad.

Al hablar del estilo en relación con la disciplina de la Estilística, el autor señala esta corriente como «heredera directa» de la retórica y apunta que encuentra una de sus raíces principales en la elocutio. La Estilística se preocupa fundamentalmente del significado estilístico de los aspectos del texto, así como de las estrategias empleadas para conseguir unos determinados efectos. Hernández-Campoy trae, a este respecto, los conceptos de norma y desvío, y con ellos el concepto de desautomatización, con la ruptura del horizonte de expectativas mediante la evasión de lo predecible.

El autor establecerá también las principales características de las concepciones textualista y contextualista que difieren en su consideración de la función y los efectos del estilo. Entre los miembros del primer grupo se encuentran Charles Bally −discípulo de Saussure−, quien consideraba el estilo como la dimensión afectiva y expresiva de los signos de la lengua ordinaria y, por otro lado, la Escuela de Praga, interesada ya no en el estilo dentro del lenguaje ordinario, sino como elemento caracterizador del lenguaje poético. Cabe mencionar aquí como principal representante a Jakobson y su función poética del lenguaje. Por su parte, los teóricos de la Escuela de la recepción consideraron el estilo como un elemento que facilita e interviene en la «decodificación» de mensajes. En cuanto a la perspectiva contextualista, centrada en la relación entre texto y contexto, Hernández-Campoy señala su consideración basada en que todos los hablantes emplean diferentes estilos en diferentes situaciones dependiendo del contexto.

Al hablar del papel del estilo en la Sociolingüística, el autor pone de manifiesto la dimensión marginal en la que se ha situado este fenómeno dentro de la tradición variacionista. No obstante, subraya la primacía que ha alcanzado su estudio en los últimos años, hasta situarse en el centro de los análisis sociolingüísticos. Hernández-Campoy señala la diferenciación entre variación inter-hablante y variación intra-hablante. La primera alude a las diferenciaciones sociales entre grupos de hablantes, mientras que la segunda se refiere a la variación estilística dentro del discurso de cada hablante particular.

Ya en el segundo capítulo, «The Nature of Style», el profesor Hernández-Campoy nos ofrece una desambiguación del concepto de estilo que, frecuentemente y como consecuencia de su naturaleza extralingüística, ha sido empleado como sinónimo intercambiable con los conceptos de registro y variación diafásica, así como con las nociones de dialecto, acento, repertorio, género, jerga, argot y cant, con las que se suele confundir. Seguidamente, pasamos a la presentación de los diferentes recursos y artefactos estilísticos que intervienen en la construcción del discurso: figures of speech (figurae verborum) y figures of thought (figurae sententiarum). Dentro de las primeras encontramos los tropos (metáforas, metonimias, hipérboles, etc.). Las segundas, por su parte, desempeñan una función pragmática en la presentación del argumento (preguntas retóricas, antítesis, etc.).

De acuerdo con Hernández-Campoy, el estilo ha sido entendido tradicionalmente como un proceso sociolingüístico basado en la elección, donde, aparentemente, las variantes estilísticas son diferentes en cuanto a su forma pero equivalentes en su significado. Siguiendo al autor, los marcadores estilísticos pueden ser tanto elementos léxicos y gramaticales como rasgos socialmente marcados en la pronunciación, cuya presencia y distribución en la lengua funcionan como indicadores de algún tipo de distinción estilística. A este respecto, el profesor Hernández-Campoy hace referencia a la evolución de tripletes y dobletes en el inglés medio −como consecuencia de la coexistencia de inglés, francés y latín− con palabras que en un determinado momento significaron lo mismo pero con el tiempo se especializaron en su significado o contexto de uso. Encontramos también ejemplos que reflejan cómo elementos léxicos, la posición de las preposiciones o incluso la conversión a pasiva se comportan como marcadores de estilo graduales en las oraciones, estableciendo un continuum de formalidad.

En otro punto de este mismo capítulo el profesor Hernández-Campoy señala que el significado lingüístico del estilo está inevitablemente condicionado por su significado social; de este modo, los recursos lingüísticos de los que disponen los hablantes para desempeñar la variación estilística están socialmente motivados. Al fin y al cabo −siguiendo a Trudgill y Pride− la lengua no es solo un medio para comunicar información, sino que supone también un instrumento fundamental que contiene y transmite información sobre los hablantes. La variación estilística ha sido considerada como dependiente de la situación, la audiencia, la política lingüística impuesta o la identidad que el hablante pretende proyectar.

En los dos últimos apartados de este capítulo, Hernández-Campoy nos habla sobre las relaciones entre estilo e identidad y estilo e ideología. Los actos de lenguaje son actos de identidad. El autor nos presenta la identidad como factor que motiva que una variante se imponga sobre otra o que impide que una variedad se imponga sobre la propia. A propósito de la relación entre lengua e identidad nos presenta el trabajo pionero de Labov en la isla Martha's Vineyard. Siguiendo a Trudgill, nuestro autor señala que la lengua puede actuar como característica identificadora, en especial en aquellos lugares en los que intervienen diferentes variantes de una misma lengua que implican diferenciación social. Un claro ejemplo de esto lo vemos en la relación entre las variantes no estandarizadas del español peninsular del sur y el castellano estándar. Al reflexionar sobre la relación entre estilo e ideología, Hernández-Campoy, siguiendo a otros autores, señala que, inevitablemente, la lengua tiene una función ideológica al constituir una «representación simbólica de una realidad externa».

Seguidamente, nos adentramos en la segunda parte del libro: «Sociolinguistic Models of Style-Shifting». En este segundo bloque, que incluye los capítulos del 3 al 7, Hernández-Campoy nos presenta distintos modelos de acercamiento al estudio del estilo que centran su atención en el habla, la audiencia, el contexto o el hablante.

En el capítulo 3 nos hablará del modelo de atención prestada al habla teniendo en cuenta la concepción estilística de William Labov. Este modelo pionero liga la variación en niveles estilísticos a la formalidad y al grado de atención prestada al habla. Tras presentar los principios fundacionales de la teoría de la variación, el autor alude a diversos factores sociales y situacionales que condicionan y restringen la variación lingüística: clase social, edad, etnia/raza, sexo y redes sociales, entre otros[1].

Partiendo de la idea de que los distintos niveles de variación estilística se incrementan gradualmente en función de la formalidad y de la atención prestada al habla, el autor nos presenta el continuum de formalidad propuesto por Labov en su trabajo de 1966[2], según el cual el continuum estilístico queda dividido en cinco estilos que abarcan desde el más natural o informal al más formal. Estos cinco estilos son los siguientes: pares mínimos (MPS), lista de palabras (WLS), fragmento leído (PRS), estilo formal (FS) y estilo informal o casual (CS). Este modelo de atención prestada al habla se erigió como «factor universal» en el estudio de los factores que causan la variación de estilo y consta de ocho principios fundamentales que se desarrollan en esta sección.

No obstante, tal y como advierte Hernández-Campoy al final del capítulo, este modelo presenta una serie de limitaciones que han sido señaladas por distintos autores. No en vano, el propio Labov ha admitido recientemente las restricciones de su teoría.

En el capítulo 4, el profesor Hernández-Campoy nos presenta la teoría del diseño de audiencia[3] propuesta por Allan Bell. Este modelo concede más valor a las motivaciones reactivas en la variación estilística, al considerar dicha variación como respuesta al tipo de audiencia a la que el hablante se dirige. De esta manera, la teoría de Bell se opone a la tesis inicial de Labov, que centraba su atención en el habla. Previamente al desarrollo de esta teoría, Hernández-Campoy nos presenta sus antecedentes teóricos, entre los que se encuentran el conductismo y la psicología social del lenguaje, la teoría de la acomodación lingüística de Howard Giles y la noción de dialogismo de Bajtín.

A continuación se explica el axioma de estilos creado por Bell, de acuerdo con el cual la variación estilística en el habla de un individuo (variación intra-hablante) resulta de la variación entre los hablantes (variación inter-hablante) en la dimensión social[4]. Este axioma de estilos defiende, por tanto, que la variación estilística de un hablante funciona como respuesta a la audiencia a la que se dirige, por lo que, así concebida, la variación estilística deriva de la variación social[5]. Según Bell, los hablantes diseñan su estilo fundamentalmente en función de su audiencia. Así, la teoría del diseño de audiencia (AD) caracteriza el estilo centrándose en la figura del receptor. Hernández-Campoy incluye el estudio realizado por Bell sobre la variación en el estilo de varios locutores de radio en Nueva Zelanda[6], así como estudios de otros autores como Selting o Coupland. Junto con estos, aporta ejemplos de los medios de comunicación españoles aludiendo a sus estudios previos. Para finalizar el capítulo el autor presenta y desarrolla los diez principios esenciales del estilo formulados por Bell que dan lugar a su teoría del diseño de audiencia. Merece la pena destacar aquí el concepto de referee design. Con referees Bell se refiere a aquellas personas no presentes físicamente en la interacción comunicativa y que, aún así, influyen en el discurso del hablante. Cabe diferenciar entre ingroup referee design y outgroup referee design.

A pesar de que este modelo es más completo que el anterior propuesto por Labov, la visión del estilo que propone sigue teniendo una serie de limitaciones, tal y como explica Hernández-Campoy siguiendo a Coupland y Schilling. La teoría del diseño de hablante es incapaz de explicar todos los casos de variación estilística. De acuerdo con nuestro autor, no podemos reducir la variación estilística a un fenómeno esencialmente reactivo, sino que sería conveniente incluir acercamientos de naturaleza más activa que reflejen el papel dinámico desempeñado por el hablante.

El capítulo 5 se ocupa del estudio de la variación estilística tomando como base el contexto. El profesor Hernández-Campoy nos presenta la noción de «contexto situacional» de la mano de las teorías de Malinowski y Firth, según las cuales el significado de cualquier expresión es dependiente del contexto en que se inserta. Seguidamente, nos muestra el modelo sistémico-funcional del lenguaje que tiene como principal representante a Michael Halliday. Este autor concibe la lengua como un sistema semiótico más que como un sistema de signos. Para Halliday, el contexto situacional funciona como un puente entre la lengua y el mundo exterior. Además, según el lingüista inglés, las lenguas tienen la capacidad no solo de reflejar la estructura social, sino también de mantenerla e incluso modificarla. La teoría de Halliday concibe el lenguaje como un sistema compuesto por una serie de opciones disponibles de entre las que hay que elegir a la hora de llevar a cabo cualquier acto lingüístico. Esta elección está condicionada por el contexto de situación (registro). Hernández-Campoy nos presenta las variables de registro señaladas por Halliday: campo, tenor y modo, así como las tres metafunciones lingüísticas que condicionan las formas adoptadas por la gramática: ideacional, interpersonal y textual. Estas metafunciones reflejan el valor contextual de las variables antes mencionadas.

En otro apartado del mismo capítulo el autor nos presenta la noción de «gramática polilectal» asociada al lingüista norteamericano Charles Bailey. De acuerdo con esta noción, Bailey sostiene la idea de la existencia de gramáticas complejas que contienen los diferentes «lectos» que los hablantes son capaces de emplear como consecuencia de su competencia múltiple. Esto es, un hablante tiene capacidad para entender y dar cabida en su gramática a muchos más lectos de los que realmente utiliza[7]. Según Bailey esta gramática polilectal habría que entenderla dentro de escalas implicatorias en las que las distintas variables se relacionan entre sí.

Para finalizar con el capítulo 5 el profesor Hernández-Campoy nos presenta el modelo comunicativo-funcional elaborado por Biber y Finegan con su axioma de registros. Este axioma se propone acabar con el patrón tradicional en sociolingüística que correlaciona el empleo de rasgos lingüísticos de grupos de un estatus socioeconómico más elevado con situaciones más formales, y aquellos de grupos con un estatus socioeconómico más bajo con situaciones de menos formalidad. Estos autores emplean el término registro en lugar de estilo, y consideran que la variación estilística (intra-hablante) no debería ser considerada como reflejo de la variación inter-hablante. Los límites del repertorio verbal de un individuo dependen de su accesibilidad a las diferentes situaciones comunicativas asociadas con esos registros y en menor grado de sus características sociales. Así, si en el modelo de Labov eran las características sociales de los hablantes las que condicionaban el rango de su variación estilística, en el modelo de Biber y Finegan es el acceso de los hablantes a diferentes situaciones lo que restringe la variación de registro. De manera que, tal y como explica Hernández-Campoy, el exponerse a una mayor diversidad de situaciones dota de experiencia al hablante para una mayor amplitud en su variación intra-hablante.

No obstante, al igual que los modelos anteriores, esta perspectiva comunicativo-funcional de la variación estilística también presenta sus limitaciones. Así ha sido señalado por autores como Preston, Lesley Milroy, Cutillas-Espinosa y el propio Hernández-Campoy. El estudio del estilo no se puede emprender desde una sola perspectiva teórica de amplio espectro.

Ya en el capítulo 6 pasamos a una visión reactiva del estilo, según la cual la variación estilística es vista como un recurso que da lugar a la creación y la proyección de la identidad del hablante. Hernández-Campoy nos presenta en este capítulo el modelo de diseño de hablante[8]. Se trata de una teoría multidimensional según la cual la variación estilística es vista como una iniciativa estratégica de los hablantes para la proyección de su identidad a través del discurso. En este capítulo el autor trata los conceptos de indexicalidad[9], significado social, enregisterment[10], estilización[11], performatividad, postura o posicionamiento, autenticidad, hiperdialectismo e hipervernacularización[12], y crossing[13], entre otros. Estos conceptos están ilustrados con ejemplos de estudios llevados a cabo por el propio autor y por otros autores.

A pesar de que este modelo centrado en el hablante adopta una perspectiva mucho más amplia y multidimensional que las anteriores, también presenta una serie de limitaciones relacionadas con la dificultad para observar las motivaciones de los hablantes y la existencia de múltiples interpretaciones.

En definitiva, tal y como se muestra en el capítulo 7 y último, el profesor Hernández-Campoy, siguiendo a otros estudiosos, defiende la necesidad de acercamientos a la variación estilística que tengan más presente el papel activo de los hablantes, acercamientos interdisciplinarios que consideren tanto las motivaciones reactivas como las proactivas, tal y como explicábamos al principio.

El carácter abarcador y riguroso del libro lo convierten en un manual clave para el estudio del estilo no solo dentro de la disciplina Sociolingüística, sino también de otras como la Retórica. Nos encontramos ante una obra de consulta obligada para todo aquel que busque un acercamiento sistemático a la evolución en la concepción del fenómeno de la variación estilística desde los inicios de los estudios sociales del lenguaje hasta la actualidad. Juan Manuel Hernández-Campoy se consolida, con este nuevo trabajo, como uno de los más avanzados investigadores en el terreno de la Sociolingüística.

          

        

        

        

 

 

           

 

           



[1] Esta consideración se opone a la noción tradicional de «variación libre» propuesta por Leonard Bloomfield.

[2] Labov. W. (1966). The Social Stratification of English in New York City.

[3] Audience Design (AD)

[4] Trudgill, P.J., y J.M. Hernández-Campoy. (2007). Diccionario de sociolingüística. Madrid: Gredos.

[5] «Style presupposes the social» (Bell apud. Hernández-Campoy 2016)

[6] Bell. A. (1982a) Radio: the style of news language. Journal of Communication 32: 150-164.

[7] Trudgill, P.J., y J.M. Hernández-Campoy. (2007). Diccionario de sociolingüística. Madrid: Gredos.

[8] Speaker Design (SD)

[9] Las formas lingüísticas no son solo un medio de comunicación, sino que también aportan información social sobre el hablante y la situación o contexto en que se producen.

[10] Término acuñado por el antropólogo Asif Agha para referirse al proceso por el cual una forma lingüística determinada indica significados e identidades sociales particulares.

[11] Coupland se refiere a la estilización como el conocimiento y despliegue habilidoso de identidades.

[12] Aunque ambos son procesos lingüísticos que resultan del contacto entre dialectos, el hiperdialectismo tiene que ver con la incorrección, mientras que la hipervernacularización está relacionada con la inadecuación.

[13] Término acuñado por el lingüista británico Ben Rampton para referirse a la alternancia que se produce cuando un hablante emplea variantes o variedades de la lengua asociadas a un grupo social al que no pertenece.