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Revista de estudios filológicos
Nº32 Enero 2017 - ISSN 1577-6921
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teselas

Consumidos, David Cronenberg

 

(Anagrama, Barcelona, 2015)

 

 

- Vale, ¿te haces ya una idea? –dijo Nathan detrás de la cámara–. Estoy trabajando en un teatro de operaciones y tú eres uno de los personajes. ¿De qué va mi artículo?

- Mmm. Me has cubierto las piernas con una sábana.

- No sólo las he cubierto.

- Las has… ocultado.

- No sólo ocultado. –Nathan pulsó ruidosamente el disparador para subrayar lo que faltaba.

Naomi dilató los ojos.

-Las has ampuado.

-Ah –exclamó Nathan.

Naomi se removió ligeramente y toqueteó la sábana.

- ¿Es es artículo sobre personas que quieren amputarse alguna parte del cuerpo porque creen que no tiene la forma que debiera tener?

- Y vagan por la tierra en busca de un médico que les corte un brazo o una pierna perfectamente sanos. Un brazo y una pierna.

- O si no se los cortan ellas mismas con una motosierra o una escopeta. Entiendo. ¿Cómo se llama eso?

- Apotemnofilia.

- Ya. Vulgarmente, trastorno dismórfico corporal.

- Amputación psicoterapéutica.

- Trastorno de identidad de los que se mutilan voluntariamente, con un enfoque de bioética. Parece sabroso.

- Hablando de ética –dijo Nathan, acercándose a Naomi con la cámara -, creo que tengo un ramalazo de acrotomofilia. ¿Qué puedo hacer?

- No sé –dijo Naomi con algo de inquietud–. Sólo he entendido lo de «filia».

- Significa atracción sexual por las personas amputadas.

(pág. 88)

 

 

- Éramos un grupo muy unido cuando estábamos en la Sorbona. Era muy emocionante.

No pronunció el nombre francés de la Sorbona a la francesa, Sogbón, sino como lo pronunciaría una americana del Medio Oeste que no hubiera oído hablar francés en su vida: Sárben. Nathan preguntó si la joven no estaría desarrollando un complejo metalenguaje que acabaría por aniquilar todo rastro de francés en su lenguaje y su mentalidad, tal como había hecho el esquizofrénico Wolfson al metamorfosear el inglés en una mezcla de hebreo, francés, alemán y ruso. En cierto modo era lo contrario de lo que había hecho Samuel Beckett, que escribió algunas obras en francés, renegando de su lengua materna, para obligarse a escribir, según él mismo, con más claridad y economía.

(pp. 280-281)