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Revista de estudios filológicos
Nº33 Junio 2017 - ISSN 1577-6921
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reseñas

LA RECEPCIÓN DE LA CULTURA EXTRANJERA EN

LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA (1869-1905)

Jaime Céspedes

(Université d’Artois)

jaimecespedes@yahoo.fr

 

 

La recepción de la cultura extranjera en

La Ilustración Española y Americana (1869-1905)

 

Marta Giné, Marta Palenque y José Manuel Goñi (eds.), Berna, Berlín, Bruselas, Fráncfort, Nueva York, Oxford y Viena, Peter Lang, 2013, 604 p.

 

 

El último número de la colección “Relaciones literarias en el ámbito hispánico: traducción, literatura, cultura” de la editorial Peter Lang (n.º 9) está dedicado a la recepción de la cultura extranjera en la revista que se editó semanalmente en Madrid entre 1869 y 1921 La Ilustración Española y Americana, tema de sumo interés para los estudiosos de la prensa y la cultura de la época finisecular en España, tanto más cuanto que sus números han sido recientemente digitalizados y aparecen a disposición del público y del investigador en el sitio de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.

Este número colectivo, dirigido por los profesores Marta Giné (Universidad de Lérida), Marta Palenque (Universidad de Sevilla) y José Manuel Goñi (Universidad de Aberystwyth), se dedica a la primera gran época de la revista, desde 1869 (su año de fundación) hasta 1905, el periodo que abarcaba precisamente el libro que Marta Palenque dedicó a la revista en 1990: Gusto poético y difusión literaria en el Realismo español: La Ilustración Española y Americana (1869-1905). El voluminoso estudio que aparece ahora, de 604 páginas, se divide en seis secciones, dedicadas a los géneros y temáticas a través de los cuales la revista servía de vehículo transmisor de cultura extranjera: “La literatura”, “El almanaque”, “La pintura”, “Política, sociedad y cultura”, “La ciencia” y “La publicidad”. No hay que pensar que la transmisión y el reflejo de esa cultura se hiciesen de manera objetiva: La Ilustración Española y Americana tenía una línea clara, la de su primer editor Abelardo de Carlos, que, por decirlo en una palabra, era conservadora, una línea que se dirigía a la alta burguesía y a la aristocracia y que solamente se preocupaba de los fenómenos sociopolíticos ligados al movimiento obrero en la medida en que se veían como una amenaza para la sociedad burguesa. No se trataba de una publicación específicamente política, siendo la antítesis en este punto de la que nació el mismo año de 1869 en Barcelona, La Flaca, hija de la revolución mucho más efímera y de formato mucho más reducido (4 páginas frente a las 16 de La Ilustración Española y Americana) pero con un interés por la caricatura solamente equiparable al de La Ilustración Española y Americana por las reproducciones realistas de imágenes que convirtieron a sus páginas en los máximos exponentes de la época dorada de la ilustración periodística, antes de que se impusiese paulatinamente la fotografía en las publicaciones. Si estas dos publicaciones a las que hemos hecho referencia sirven de fuente continua de ilustración de libros, estudios y sitios web dedicados a la época finisecular, el estudio que ahora ve la luz subraya el gran interés de los contenidos textuales de La Ilustración Española y Americana, vistos desde el ángulo de la recepción en sus páginas de la cultura extranjera, puesto que entre sus principales funciones destacaba la de ser escaparate privilegiado del mundo de vivos contrastes que había surgido de la revolución industrial, incluidas las notas de exotismo orientalista que analizan Raquel Gutiérrez y Borja Rodríguez. En su interés por la ilustración en sí, esta revista tomó el relevo de Museo Universal, la gran revista de referencia que había cumplido esta función ilustrada en los dos sentidos del término entre 1857 y 1869. Su fundador, Abelardo de Carlos, transformó también La Moda que había fundado en su Cádiz natal en La Moda Elegante e Ilustrada, siendo frecuente que los lectores la adquiriesen cada semana junto con La Ilustración Española y Americana. Como dice Marta Palenque en su introducción de obligada referencia, la tirada conjunta de ambas a la altura de 1884 era de dos millones de ejemplares contando los ejemplares que se vendían también en el extranjero, sobre todo en Hispanoamérica. Abelardo de Carlos le dio así un impulso desconocido hasta entonces en la prensa española de la época, basándose en los modelos europeos de L’Illustration, L’Illustration Française, Illustrierte Zeitung y The Illustrated London News, revistas que solían intercambiar sus ilustraciones entre sí. De este modo, el título La Ilustración Española y Americana ni se limita a textos del mundo hispánico ni contiene obras de la mano de autores solamente hispánicos.

Los temas de los que más se ocupó la revista responden, en general, a su orientación costumbrista posromántica (como demuestran las secciones dedicadas a la literatura por Marta Giné, Assunta Polizzi, Àngels Ribes, Marta Palenque, Anna-Maria Corredor y Francisco Lafarga), orientación que convive en las páginas de la revista con un interés creciente por los avances científicos, como demuestran José Manuel Goñi en su amplia sección dedicada a la ciencia, la industria y el progreso, y Daniel-Henri Pageaux en sus dos estudios sobre la manera en que se dio cuenta de las exposiciones universales (el primero dedicado a las de París de 1878, 1889 y 1900, y el segundo al resto de exposiciones universales de aquellos años).

Un lugar común en la mayoría de los estudios que componen este volumen es el hecho de resaltar la defensa de lo hispano que se refleja en la manera que tiene la revista de transmitir su visión de hechos culturales extranjeros en la época que en España se llamó regeneracionista. En el cosmopolitismo temático de la revista predomina la presencia de la literatura y de la cultura francesas en general, si bien, como constata Francisco Lafarga, prevalece una idea del teatro francés como moralmente decadente, lo que Marie-Angèle Orobon afirma de la imagen de la cultura francesa en general en su artículo dedicado a política, sociedad y cultura:

 

La guerra franco-prusiana de la que sale vencida Francia, los condenables episodios de la Commune y la inestabilidad política en los balbuceos de la Tercera República son, para la opinión mayoritariamente expresada en La Ilustración Española y Americana, las inequívocas señales de la decadencia de la vecina nación (p. 270).

 

Como era lógico en la alta sociedad finisecular, la cultura germánica es vista de manera más optimista, como destaca Víctor Borrero en su artículo: la Alemania unificada de Bismarck “es vista como una potencia emergente que se abre paso de manera fulgurante entre los poderes hegemónicos tradicionales” (p. 381). La presencia de la cultura británica es, como demuestran Pedro Méndez y Concepción Palacios en su artículo conjunto, también grande a causa del recelo que producía la primera potencia marítima de la época, muy presente en el mercado hispanoamericano, sin olvidar el interés que en España despertaban sus asuntos coloniales y también el avance del movimiento obrero en Reino Unido. El interés que despierta en la revista otro gran imperio de la época, el ruso, es menor, pero, como destaca en su estudio Ester Rabasco, se va desplazando cada vez más hacia el interés por el conflicto con la expansión del imperio turco. Insiste la autora particularmente en las contribuciones de Emilio Castelar sobre los imperialismos europeos y en uno específicamente dedicado a la literatura romántica rusa. Sería en los años posteriores a los que cubre este volumen cuando se apreciaría en toda su dimensión la estrecha relación de la política exterior de estos imperios en los Balcanes con el estallido de la I Guerra Mundial.

Aunque no todos los temas en los que queda reflejada la cultura extranjera en La Ilustración Española y Americana queden cubiertos en este extenso volumen (podría incluirse también quizá el ámbito de la música), hay que destacar el esfuerzo de los autores por tratar aisladamente el almanaque (Marta Palenque), la pintura (Lola Bermúdez y Carlos Reyero) y la publicidad (Sarah Al-Matary y Rosa Mateu) en esta revista que fue durante muchos años, gracias a la calidad de sus textos y de sus dibujos, reproducciones y grabados, un gran referente de la adquisición de cultura cosmopolita durante el Sexenio democrático y la Restauración, a pesar de los condicionamientos ideológicos normales en el tipo de lector al que naturalmente iba dirigida.