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Revista de estudios filológicos
Nº34 Enero 2018 - ISSN 1577-6921
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reseñas

TRABAJAN CON LAS MANOS, de PASCUAL GARCÍA

 

Carmen M. Pujante Segura

(Universidad de Murcia)

carmenpujante@um.es

 

Trabajan con las manos. Pascual García. Murcia, Raspabook, 2017. 80 págs. ISBN: 978-84-945300-9-8

 

 

 

 

 

 

 

Pascual García, al escribir, trabaja también con las manos, como lo hace en esta “otra” vida suya que es la de poeta. Trabajan con las manos, publicada en la joven y cuidada editorial murciana Raspabook, es uno de los últimos frutos de su labor poética, como labor es la de la tierra a manos de sus trabajadores, protagonistas de esta suma de treinta y tres composiciones, poemas o cantos, ordenados en cinco partes, como cinco son los elementos (que, de hecho, dan título a los poemas inaugurales en cada sección), como también cinco son los días laborables de la semana, cinco los dedos de las manos con las que se labora, cinco los vértices que posee la representación leonardiana del hombre. Negada la inmortalidad humana, con este haz de poemas al menos logra volver atrás, aunque el poeta crea que no sea posible.

Y es que a Pascual García se le ve y se le siente en estos poemas, no solo por el rastro del yo que los enuncia sino por la huella del paisaje del interior de la región que verían aquellos ojos antes del desembarco en la ciudad murciana. Esa tierra, con sus temas y motivaciones, se acaba consagrando como un paisaje interior en este reciente poemario, fruto maduro que es hijo a su vez de poemas anteriores del autor, que ya merodeaba por esos tonos y motivos, especialmente en su faceta poética. Como confirma el título que los abraza, el eje y la inspiración es el trabajo manual, el de la tierra, el de Pascual García, el del hombre eterno y anterior al de hoy, el de los hombres y las mujeres que fueron su familia y sus vecinos, que de tanta omnipresencia quedan omitidos como sujeto hacedor en la acción del título que da título a esta recolección poética.

Traspasado el título, es el puñado de citas el que nos da a los lectores otras claves de los poemas que vendrán: una del decimosegundo versículo del libro cuarto del Génesis, otra de un fragmento de la “explicación” de John Berger (poeta de quien se encontrará un deliberado eco poético en el poema de la primera parte titulado “Puerca tierra”, y que fallecía en enero de 2017, poco antes de imprimirse este libro que, sin embargo, era escrito el año anterior) y la última de un texto de Hesíodo, en particular (como no podía ser de otro modo), de Los trabajos y los días. El de Pascual García es un canto a la tierra, que no un canto bucólico ni épico, como ya permiten intuir esas citaciones inaugurales que cantan, no obstante, a los “sudores sin fruto” (como diría García Lorca), a la imposible permanencia o fidelidad a la tierra, al castigo infernal del calor y de las imposiciones, a la difícil recompensa. En esa ambivalencia agridulce bascularán justamente las composiciones recogidas, aunque no pueda evitar que lo que más pese no sea sino el regusto feliz de la evocación.

La primera parte es la más amplia pues es en honor a la tierra, de manera que comprende, además del primer poema que lleva ese mismo título, “La tierra”, otras diez composiciones que con los ecos previos se van dejando comprender: “Trabajar con las manos”, “Los desheredados”, “El primer viaje”, “Puerca tierra”, “Un espectro sujeto a una azada”, “Sentados en la tierra”, “Cantar de gesta y de  viñas”, “Condenados”, “Cuidan del mundo” y “Un nuevo día”. Porque, a pesar del duro esfuerzo, de la cadena rota de la herencia y la condena de los padres y los abuelos, de lo mortal y fantasmal, los que trabajan con las manos cuidan de este nuestro mundo y siempre sale el sol. Es más, el motivo del día circular, que pauta rutinaria o eternamente las horas del trabajo y de la vida, será un leitmotiv de este poemario; y no solo da unidad o coherencia temática sino que, por ejemplo, en esta ocasión, da pie a la siguiente parte.

El fuego es el protagonista del segundo bloque de Trabajan con las manos, seguido de otros poemas como “La fiesta del nuevo día”, que marca el tono, más alegre, más diurno, con más luz, con menos hambre. Es la sección de otros poemas como “El amor de los hombres”, “Aman con las manos” o “Agazapados en el amor”,  aparte de otro poema que marca otra de las pautas temáticas recurrente: “Comer”. No obstante, en esa basculación, leemos otros textos como “A oscuras” o “La enfermedad”, además de otro poema que podría estar entre los mejores y que establece un fuerte eco de las citas introductorias, el titulado “Irredento”, que comienza así:

 

PADRE de todos los días de la infancia,

padre del mal y del trabajo

y de los gritos y de los infiernos:

yo te convoco en esta hora oscura,

(…)

 

De los nueve poemas de la sección anterior pasamos a los cinco de la parte que representa el corazón de la obra, la inaugurada por el poema “El aire”, que viene acompañado de los titulados “El amor en lo oscuro”, “Recuerdo infantil”, “Ángeles caídos del cielo” y “El dios de los olivos”. Porque este poemario es fruto de la madurez poética de Pascual García que, sin embargo, no puede dejar de volver a la infancia en aquellas tierras de Moratalla, a la figura de los niños que también ayudaban a sus padres en las labores más arduas. Entonces llega la cuarta parte, la más reducida o concentrada: es la dedicada al agua, justamente lo que más falta junto con la verdadera estación invernal, lo que con su ausencia domina gran parte de los paisajes murcianos. De manera redundante el poema “El agua” solo vendrá acompañado, pues, de los titulados “El río” y “El agua pura del invierno”. Pero la quinta y última parte del poemario logra ensancharse, abrazando los poemas de la luz: “La luz”, “Hombres del invierno”, “El origen del mundo”, “Criaturas del camino” y “El viento del otoño”.

Estamos ante un poemario con destellos líricos rotundos, como el de la “sed perpetua”, que se aligeran con otros, como el del “agua de la noche”. Recurrentes son las alusiones al hombre o los hombres, el campo amplio de los miembros de la familia o de la comida (como se da, por otro lado, en algunas narraciones de Pascual García, autor de Hablar durante las comidas, por ejemplo; incluso encontramos poemas narrativos y diarísticos, marcados por el tiempo, en el poemario que nos convoca); y será habitual que así se haga en la basculación o bipolaridad del sentir, pues lo mismo se habla del hambre que de tomar el pan o el vino, del arriba y del abajo, del hombre y de la mujer, del padre o del hijo. Igual de recurrentes son, también, los ecos bíblicos y los ecos de otros autores, como Antonio Machado, con quien inaugura el poema “Cantar de gestas y de viñas”, donde se concentra lo afirmado:

 

(…)

Una mujer y un hombre cumplirán una hazaña

y perderán la vida en esa gesta.

Entre las viñas oran a ese cielo

que los protege a veces

y a veces los traiciona.

(…)

 

Con este poemario, si no sobre el tiempo, Pascual García logra volver sobre sí mismo, pero para avanzar, madurar, gracias a una poesía coherente en temas y estructuras y concentrada en anhelos e inquietudes. Esta es la obra reciente de quien en su quehacer diario trabaja enseñando y cultivando la literatura, de quien desde la ciudad maquinal y la prosa vuelve al pueblo humano y la poesía.