REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS

 

¿Habla coloquial femenina?
Patricia Córdova Abundis
(Universidad de Almería)

 

Contenido.

 

1.     Lengua femenina versus habla femenina.

2.     La lengua y el habla coloquial patrimonio de hombres y mujeres.

3.     Estereotipos y prejuicios lingüísticos femeninos

 

 

1.     Lengua femenina versus habla femenina

 

En el marco de los estudios lingüísticos es, sin lugar a dudas, motivo de controversia el que se afirme que existe una lengua femenina. Los lingüistas feministas podrán montar en cólera ante quien niegue la existencia de la lengua femenina, mientras que otros lingüistas se enfadarán ante el grupo que se adjudica la existencia de una lengua singular. Pero la controversia antes que estar originada en la aceptación o rechazo de un objeto de estudio, la mal llamada lengua femenina, según veremos, tiene su origen en la falta de precisión conceptual con que se identifica y analiza ese objeto de estudio.

         Una visión estructuralista de la lengua comprende como principio esencial el que la lengua es un sistema cuyos elementos cumplen claras funciones estructurantes. Dentro de lo que podemos llamar un funcionalismo dinámico, se propone incluso que existe el diasistema que recoge los sistemas de dialectos, entendidos estos como variedades de lengua. Ambas posturas  trabajan con lo que llamamos entidades discretas, es decir elementos lingüísticos identificados de manera taxonómica y con relaciones binarias o ternarias entre otras. Existen fonemas, morfemas, sujetos, predicados, pronombres, alófonos, alomorfos, etcétera, todos ellos, insisto, elementos discretos que se someten a un conjunto de reglas. En este contexto, referirnos a la lengua es referirnos al sistema, a las funciones, a las estructuras.

         Más allá de esa imprescindible lingüística de la lengua está, sin embargo, lo que el mismo Saussure llamó habla; Chomsky,  performance o actuación; y  Hjemslev y Coseriu uso. El estudio del habla como manifestación concreta de la lengua ha llevado a descubrir que la descripción original de sistema de la lengua fue basada en un único modelo, el modelo escritural. Tal descubrimiento, identificado como carencia, propició la identificación e investigación de las modalidades discursivas o modos del discurso. Los modos del discurso no son entidades discretas, son parte de un continuo cuyos extremos son habla y escritura. En este continuo suceden, por ejemplo, el habla que recita de los declamadores, el habla escritural de los profesores y de los actores de teatro, la escritura con oralidad de los coloquios literarios o de los correos electrónicos, etcétera. El modo del discurso implica la consideración del vehículo de que se vale el que enuncia: grafías, sonidos, o imitación de estos. Pero el modo del discurso ha sido estudiado de manera paralela al campo del discurso y al tono del discurso. El primero, el campo del discurso, se refiere al tópico y a la intención con que se habla, por ejemplo hablar de religión para exhortar a los fieles o hablar de religión para enseñar las características de la religión en el mundo maya. Mientras que el segundo, el tono del discurso, se refiere al grado de formalidad con que se enuncia, por ejemplo decir “Esto no sirve” o “Esto es una porquería”. Modo, campo y tono del discurso conforman lo que conocemos como registro discursivo (Gregory y Carroll, 1986).

         La lingüística de la lengua cuenta con todo el prestigio del saber científico porque con sus interpretaciones reproduce un conocimiento analógico a los sistemas aritméticos, algebraicos y lógicos, entre otros. Esa lingüística llamada estructuralista, o funcionalista, es a los estudios del habla, del discurso o del texto, lo que el dibujo a la pintura. Son el esqueleto o esquema básico.  Por su parte, la lingüística del habla vive del fatigoso trabajo de campo, valiéndose de técnicas etnográficas e intentando paulatinamente armar un rompecabezas  con las particularidades del habla y de los discursos.

         Entonces, en sentido estricto no podemos afirmar que existe una lengua femenina o una lengua de las mujeres. En todo caso, existe un conjunto de variaciones discursivas que funcionan como estereotipo del habla femenina, y existe un conjunto de variaciones discursivas que funcionan como marcas en el habla femenina  que se manifiesta en textos concretos. Existe habla femenina y no existe lengua femenina.

 

2.     La lengua y el habla coloquial patrimonio de hombres y mujeres

 

Como eco de una lingüística feminista que desconoce lo que Hjemslev llamó los no signos o figuras en la lengua, podemos escuchar que hay quienes asocian el género gramatical con el género sexual. De tal manera que se sugiere no decir “el hombre”, en sentido genérico, sino “la humanidad”. Si existen hombres y mujeres en un auditorio no se debe utilizar como neutro genérico “señores”, “ellos”, “niños”, sino “señores y señoras”, “ellos y ellas”, o “niños y niñas”. En los sustantivos que sirven para identificar profesiones u oficios sucede un  curioso contraste. Se puede decir secretario, ingeniera, médica y, no obstante, por prestigio encubierto podemos escuchar que el género sexual se marca en el género gramatical del artículo y se ignora en el sustantivo. Así sucede cuando escuchamos decir “la secretario”, “la ingeniero”, y “la médico”. Una especie de fetichismo surge con las vocales indicadoras de género gramatical “a” y “o”. Si lleváramos ese fetichismo sexista al extremo por parte de los dos géneros, tal vez los hombres querrían obligarnos a decir “El luno está hermoso” en lugar de “La luna está hermosa”. Mientras que nosotras les exigiríamos decir “La ría está caudalosa” en lugar de “El río está caudaloso”. Cómo si el género gramatical de luna y río fuera también un género sexual.

         La lengua es patrimonio de hombres y mujeres y, como hemos intentado mostrar, en el nivel del sistema no existen variedades exclusivas de los sexos. Sin embargo, no sucede así en las actualizaciones de lengua, en el habla. En este sentido, comprendemos como habla no sólo aquélla que es emitida por vía sonora, sino también aquella que es emitida con escritura. Las manifestaciones de habla son manifestaciones sociales y al igual que hacemos con todos los lenguajes, los  individuos entablamos luchas simbólicas, a vida o muerte, cada vez que hablamos, cada vez que actuamos con signos (Beinhauer, 1978). Pero esa inserción semiótica del individuo en la sociedad es un acontecimiento plural y simultáneo. En el campo lingüístico, con intenciones de conocer ese acontecimiento aparentemente caótico, se han identificado niveles en los que sucede la actuación lingüística. De ahí que se haya establecido que existe una correlación entre el habla y el lugar (la diatópica), entre el habla y el estrato social (la diastrática), y entre el habla y el estilo o registro (la diafásica) (Coseriu, 1992) .

Me interesa aquí, de manera particular, la correlación diafásica, es decir, aquella que acontece cuando guiamos nuestra atención al contexto que se conforma entre habla y estilo o registro. Y más específicamente me interesa lo que si bien no puede definirse como un estilo de habla sí podemos definir como un prototipo del habla sonora, me refiero al habla coloquial. Los estilos del habla coloquial están marcados por un conjunto de tendencias fónicas y léxicas que permiten  identificar al hablante como habitante de una región específica o como miembro de un grupo social identificado. En el caso de la sintaxis del habla coloquial no sucede así, con ella prácticamente no podemos identificar procedencia social o regional del hablante porque su variación es menor en función de esos aspectos extralingüísticos, lo social y lo regional. En la sintaxis del habla coloquial encontramos un conjunto de variaciones lingüísticas y oracionales que compartimos todos los hablantes cuando estamos en situaciones de informalidad, de espontaneidad y de familiaridad, al margen de nuestra pertenencia sexual, social y geográfica. Para que estas circunstancias se reproduzcan son determinantes factores como:

a)    el grado de conocimiento entre los hablantes

b)    el carácter y estado psicológico de los hablantes

c)     el tópico abordado

d)    el espacio en que acontece el acto comunicativo.

 

Las variaciones sintácticas del habla coloquial son diferentes de las variaciones sintácticas de la escritura. Se dice que esta sintaxis aparece en una especie de parcelación constante (Narbona, 1995; Vigara Tauste, 1992) En la medida que los códigos paralingüísticos guían también la significación, en esa medida cuando transcribimos el habla, el lenguaje verbal tiene una apariencia  fracturada. En el caso del habla en radio, el código paralingüístico relevante es naturalmente la prosodia, quedando excluidos el código kinésico y el código proxémico. Veamos un ejemplo:

 

A:  En Guadalajara, Frivolidades le saluda a usted totalmente en vivo y en el 970 también a través del Puerto de Mazatlán la señal de Radio Mujer se comparte mejjor® que ahorita andan enloquecidos con su carnaval -¿verdad? ¡AYYY estos mazatlecos! inviten ¿no? digo digo- de lo pior y bueno hoy vamos a empezar el programa ®este lo empezamos con una sorpresa que fue un anuncio de uno de nuestros mejores programas en transmisión local® es así como que una sorpresita para todos aquellos que no se lo conocían es todos los sábados a la doce del día¯ Bueno porque regularmente muchas de ustedes me dicen ¿¡ah, a poco hay un programa de medicina en radio mujer!? Síí¯ ¿a poco hay un programa de cine en radio mujer? CLAROO ¿¡a poco hay un programa de MAMÁS  en radio mujer!? Pero por supuesto/ Cheque usted toda la programación de radio mujer un día //un fin de semana /y después elija este me gusta/ este no me gusta/ este me gusta ¡Y! Este no me lo había echado ­MMM, este me me interesa ®y poco a poquito vaya seleccionando los horarios en los que va a compartir con nosotros su vida¯ porque para eso estamos para hacerla más animosa compartiéndola juntas /que de eso se trata ¿no? compartir[1] en nuestra existencia ®Te damos los buenos días a en controles Toño/ en teléfonos Rosy / en la producción Alejandro Alferes en el equipo de Mazatlán tenemos a Francis y a Armando y en esta voz Grisel Vázquez ®le saluda en vivo desde radio mujer como le decía en la transmisión desde Guadalajara/ hoy yo voy a empezar el programa haciéndole a todas ustedes una pregunta¯ /y la pregunta es muy importante­ muy importante ¿están listas para la pregunta? //Bueno quiero que me la contesten con tooda la// con toda la/ la realidad­/ la honestidad de la que sean capaces¯// y mis invitadas que por cierto ya están aquí también BIEN buzas caperuzas para empezar nuestra entrevista de hoy también me la van a contestar­ Quiero que me digas PARA QUÉ­ vas a usar el cuerpo que tienes­ Imagínate que fueras un alma flotando un angelito así como en la películas ¿no? y le dijeras al ser divino ¿¡dame chance de nacer dame chance de nacer!? (...)

 

(Programa de radio “Frivolidades”, en Radio Mujer. 8 de febrero del 2002)

 

         Desde las primeras líneas encontramos una sintaxis que no es la de la escritura. Comencemos señalando esa especie de “falsa subordinación” que se da en “que ahorita andan enloquecidos con su carnaval” y en “que de eso se trata”. En estos, el relativo que no relaciona dos elementos verbales, no existe subordinación; en todo caso relaciona una existencia extralingüística con una lingüística. El entorno ámbito, existencia extralingüística, nos indica que alguien ha dicho “ahorita andan enloquecidos con su carnaval”. Se trata de una fuente informativa incierta utilizada por la hablante. De ahí que sea una instancia pragmática que tiene que ver con la enunciación. Observemos entonces que lo que sería una deficiencia en el modelo escritural no lo es en el habla. No existe error sintáctico, sino una dinámica pragmática que permite una sintaxis oracional distinta. En el caso de “que de eso se trata”, que parece introducir una iteración semántica de “compartir la vida”, “hacerla más animosa”.

         Las preguntas directas en este monólogo tienen también una función pragmática. No se emiten para ser contestadas, por lo tanto el discurso que sucede no contendrá una respuesta lógica a tales preguntas. Este es otro elemento que presenta una sintaxis del habla coloquial diversa de la sintaxis de la escritura. En la escritura la utilización de las preguntas fáticas no cuentan con la misma funcionalidad porque no existe una situación de inmediatez y actualidad. De ahí que en la escritura la pregunta fática tendrá un rango estilístico. Preguntas como ¿no?, ¿verdad? son contundentemente fáticas. En el caso de “¿Están listas para la pregunta?” tenemos una pregunta que si bien tiene un tono fático también cuentan con una función instructiva: presten atención. Las otras preguntas: son representación de discurso directo hipotético sobre las interlocutoras: ¿por qué lo hicimos así?, ¿¡ah, a poco hay un programa de medicina en radio mujer!?, ¿a poco hay un programa de cine en radio mujer?, ¿¡a poco hay un programa de MAMÁS  en radio mujer!?; preguntas que permiten la construcción de un diálogo virtual entre la audiencia y la conductora. También incluimos aquí los imperativos, que se convierten en elementos discursivos esenciales de la pragmática del habla coloquial: fíjate, mira, escucha, imagínate, son algunas apelaciones imperativas que el hablante hace al interlocutor. Quien habla para otro en algún sentido obliga a ser escuchado.

Las interjecciones propias, impropias y los enunciados interjectivos también son una especie de cápsulas pragmáticas que contienen información que se elide verbalmente. Con éstas el hablante muestra sus actitudes y, en general, su expresividad con respecto a tópicos o hechos específicos. Esta expresividad tiene muchas veces un contenido no definido. Contrariamente a lo que indica una de las máximas de Grice, la de la no ambigüedad, en el habla coloquial encontramos que sentimientos y pensamientos difusos no especificados se manifiestan constantemente por medio de las interjecciones.  En nuestro ejemplo, tenemos “Ay estos mazateclos”.

         Los distintos tipos de iteraciones en el habla coloquial también contribuyen a formar una sintaxis particular. La iteración no suele ser simétrica como sucede en la escritura y suele presentarse en diversos niveles. Este recurso marca una sintaxis con contenido aparentemente disperso y caótico.[2] Por ejemplo en “digo, digo”, encontramos una frase fosilizada, una especie de locución que significa “qué pasa” por parte del hablante; con esta frase el hablante se ubica como inconforme con respecto a la actitud ya sea del interlocutor o de una tercera persona. “Hoy vamos a empezar el programa” y “lo empezamos”. Es una iteración verbal con elisión anafórica. Lo importante es que es una especie de corrección  del futuro perifrástico al presente.

         También podemos encontrar iteraciones en complementos adverbiales, “un día”, “un fin de semana”; y en el discurso directo con el que se pretende imitar un proceso selectivo en el interlocutor: “este me gusta, este no me gusta (...)”.

         Estos rasgos de la sintaxis en el habla coloquial son compartidos tanto por hombres como por mujeres, sin importar su procedencia social o geográfica. Algunos de ellos están más cerca de lo oracional y otros escapan a este nivel para instalarse en lo supraoracional. Pero si esta sintaxis del español coloquial es compartida por todo tipo de hablantes, nos preguntamos qué es lo característico del habla coloquial femenina.

3.     Estereotipos y prejuicios lingüísticos femeninos

Cuando las mujeres hablamos no siempre lo hacemos como mujeres. Los rasgos distintivos que podemos encontrar en el habla son, en primer lugar, aquellos que oponen el modelo escritural al modelo oral, tal como hemos intentado mostrar antes.

 El registro discursivo será determinante para que encontremos un habla más o menos femenina tanto en el caso de hablantes mujeres como de hablantes hombres. En ese sentido, el lingüista de habla se pregunta primero de qué se habla, con qué intención se habla, en dónde se habla, y con qué medio se habla. Estas preguntas obligan a observar los textos de habla como entidades sociales. De tal manera que en un espacio universitario o en un foro de noticias no se espera que una mujer hable de acuerdo a un conjunto de rasgos lingüísticos que la comunidad de hablantes ha considerado como exclusivos de ella, pero que en realidad son parte de prejuicios y estereotipos lingüísticos.

Este hecho es tan contundente que cuando escuchamos conductoras de noticieros como Carmen Aristegui podemos incluso pensar que su habla si no es masculina, es al menos andrógina. Y es que en tal espacio discursivo se apela  a un registro formal cuyo uso había sido legado a los varones y en donde se ponen en juego la argumentación y la autoridad de la hablante. Por el contrario,  en un espacio cotidiano como el mercado, la reunión de amigas o familiar, o en espacios mediáticos en los que abordan temas conocidos como “informales” (moda, cocina, salud, etcétera) se espera que tanto hombres como mujeres utilicen tendencias de habla estereotipadas como femeninas.

Las  tendencias lingüísticas que cuentan con una estigmatización social y que se identifican como propias de las mujeres son principalmente prosódicas y léxicas. En cuanto a la prosodia se reconoce que las mujeres presentamos una mayor gama de tonos prosódicos. De ahí que la expresividad manifestada prosódicamente es estigmatizada como femenina. En el aspecto léxico, la presencia de interjecciones con eufemismos como Caray, chin, auch, son estereotipos lingüísticos femeninos. Existe en general una preferencia por el eufemismo y una renuncia al disfemismo, con excepción del lenguaje hipocorrecto que utiliza un amplio grupo de mujeres jóvenes. Por ello será un prejuicio lingüístico el considerar propio de mujeres el decir chones y no calzones, regla y no menstruación,  hacer el amor y no tener sexo, hacer popo y no cagar,  etcétera. Los eufemismos por lo regular se utilizan en campos semánticos relacionados con la sexualidad y la escatología. En  morfología, el uso de ciertos prefijos como super, hiper está estereotipado como femenino. Lo mismo sucede con el uso de los sufijos de diminutivo cuyo uso si no es exclusivo sí muestra mayor frecuencia en el habla femenina. En el discurso, las preguntas con función fática, que no informativas, también han sido señaladas como tendencia en el habla femenina. Es necesario subrayar que tales rasgos lingüísticos no son exclusivos del sexolecto femenino, son tendencias estereotipadas, de tal manera  que un hombre que abuse de una de estas variaciones lingüísticas cuando hable, o que las utilice todas a la vez, es muy probable que sea tachado de afeminado. En contraste, como advertíamos ya, una mujer que utilice las variaciones lingüísticas del registro formal, que renuncie a la riqueza prosódica del habla, es muy probable que sea tachada de rara o masculina, rígida o demasiado seria.

Por extensión, si la mujer puede utilizar el estereotipo lingüístico que le adjudica la sociedad en el tratamiento de “tópicos informales”, es ahí donde podemos encontrar las muestras de un habla femenina estereotipada. En general, el habla femenina existe en la dimensión sociolingüística del estereotipo y del prejuicio. Más allá, las diferencias de habla están marcadas por los campos, tonos y modos del discurso. Sin importar que se trate de hombres o mujeres, hablamos importándonos de qué hablamos, con quién y en dónde. De ahí que podamos asegurar que la modalidad discursiva inhibe al género sexual del hablante. 

Sin embargo, es necesario advertir que el estereotipo sociolingüístico es esencial en la vida de una comunidad. Los estereotipos sociolingüísticos pueden cambiar pero no pueden dejar de existir; cumplen con una función psicosocial y lingüística clara (Hudson, 1980). Entre personas desconocidas es el estereotipo sociolingüístico quien permite una primera aproximación de conocimiento. En ese sentido, los estereotipos funcionan en un nivel superficial de la comunicación. Donde no podemos permitir su incursión es en el nivel interpretativo de los sujetos y las cosas. Cuando el conocimiento es interpretación se debe desenmascarar el juego semántico y pragmático de los estereotipos.

Finalmente y a manera de coda, me gustaría mencionar que en las sociedades mediáticas, la comunicación de superficie que se establece en la interacción de los estereotipos sociolingüísticos corre el riesgo de inundar los espacios donde una comunicación interpretativa genuina en el individuo y en la sociedad es indispensable. Y contribuimos a ello cuando reproducimos estereotipos cientificistas, académicos, laborales, familiares, juveniles, entre muchos otros, fuera de los espacios en que la comunicación de superficie es insoslayable.      

 

 

Bibliografía

BEINHAUER, Werner 1978 (1964) El español coloquial. Madrid: Gredos.

 

BLANCHE BENVENISTE, Claire 1998 Estudios lingüísticos sobre la relación entre oralidad y escritura. Barcelona: Gedisa.

 

GREGORY, Michael y Susanne Carroll 1986 Lenguaje y situación. México: Fondo de Cultura Económica.

 

COSERIU, Eugenio 1973 (1962) Teoría del lenguaje y lingüística general. Cinco estudios. Madrid: Gredos.

________________ 1992 Competencia Lingüística. Elementos de la teoría del hablar.

Madrid: Gredos.

 

HUDSON, R.A. 1980 Sociolinguistics. Cambridge: Cambridge University Press.

 

NARBONA Jiménez, Antonio 1995 “Español coloquial y variación lingüística” en El español coloquial. Actas del I Simposio sobre análisis del discurso oral. Almería:Universidad de Almería.

 

VIGARA Tauste, Ana María 1992 Morfosintaxis del español coloquial. Madrid: Gredos.



[1] La prosodia indica que ha sido dicho con sonrisa. Es un énfasis expresivo.

[2] Para darnos cuentas del orden que existe detrás de la iteración en el habla, Claire Blanche Benveniste ha ofrecido el análisis de grillas. Es muy sencillo, pero no por ello menos esclarecedor y útil. La autora propone que se hagan columnas en las que se coloquen las iteraciones de acuerdo al orden paradigmático que siguen. Estas columnas se colocan debajo de unidades sintagmáticas que pueden tener una naturaleza oracional (Blanche Benveniste, 1998)