REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


La fuerza del mito en el discurso político nacionalista de Sabino Arana Goiri
Teresa Fernández Ulloa
California State University, Bakersfield (California)

 

Es un tanto arriesgado tratar cualquier aspecto relacionado con la figura del fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, pues, debido a sus polémicos escritos, ha sido atacado o defendido siempre con apasionamiento. Parece, pues, necesario señalar desde un primer momento que no pretendemos aquí hacer ninguna valoración de dichos escritos, sino que únicamente nos interesa estudiar los temas recurrentes que en ellos aparecen.

Mediante la creación de un mito, el de la raza distinta y portadora de todas las cualidades positivas, apoyándose en símbolos como la lengua, la religión o las costumbres, y utilizando diferentes estrategias retóricas, pretende lograr, como es propio en el político, la persuasión del destinatario y la adhesión a su causa.

Aunque todos sus discursos (especialmente los más tempranos) se apoyan en la fuerza del mito, tomaremos como ejemplos frases del discurso “La ceguera de los bizkainos” (1894), que apareció en el número 15 de Bizkaitarra (revista fundada por el propio Sabino Arana). En este discurso, el político ofrece la visión que el nacionalismo vasco tenía del resto de fuerzas políticas existentes en Hegoalde (País Vasco Sur o peninsular) y, más concretamente, en la provincia de Bizkaia (también Vizcaya o Bizcaya), a las que define en conjunto como “españolistas”.

Distingue dos grupos opuestos: el católico (formado por carlistas, integristas y fueristas), y el liberal (compuesto por republicanos y monárquicos). A este último grupo dedica poca atención, pues considera que eran muy escasos los bizkainos (vizcaínos) adscritos al mismo, aunque sí tenía importancia entre los inmigrantes. Estos inmigrantes eran considerados, en su mayoría, republicanos, y el resto, monárquicos, socialistas o anarquistas.

Durante toda su actividad política encontramos una constante: dirigirse siempre a los grupos y sectores que más próximos podían hallarse a sus planteamientos para conseguir integrarlos en el nacionalismo vasco.

 

1. Situación histórico-social presente en el discurso

 

Sabino Arana Goiri nació en Bilbao en 1865 y murió en Sukarrieta (Bizkaia) en 1903. Fue el creador del nacionalismo en el País Vasco, comunidad situada al norte de España, con un territorio histórico mayor al territorio político que la forma en la actualidad (provincias de Bizkaia, Gipuzkoa y Álava)[1].

Dejó escritas 33 obras poéticas, 14 libros políticos y literarios y más de 600 artículos en prensa. Su legado fue de mayor magnitud. Toda la vida política vasca del siglo XX giraría en torno a los postulados ideológicos promovidos por Sabino.

Creemos que, puesto que habrá lectores que no estén familiarizados con la historia del País Vasco, convendría hablar de la situación que se daba en él hace poco más de cien años, pues Sabino Arana fue, ante todo, fruto de un momento histórico crucial para esta comunidad. Perfilaremos brevemente también la historia del partido fundado por él, el PNV (Partido Nacionalista Vasco).

 

1.1. El pueblo vasco en el siglo XIX

Durante el siglo XIX, el pueblo vasco sufrió una dramática alteración del sistema en el que había basado su organización política durante varios siglos: el ordenamiento foral[2].Esta alteración le vino impuesta por la fuerza desde el exterior y sólo una escasa minoría de vascos fue favorable a la abolición del mismo, lo que se hizo patente durante las sucesivas Guerras Carlistas, pues la inmensa mayoría de los habitantes de Euskal Herria apoyó al bando que garantizaba la conservación de los Fueros. Según se señala en la página web de la Sabin Etxea[3]:

Esta conservación chocó frontalmente con el nacionalismo jacobino y liberal español, que entendía que todos los habitantes de la monarquía pertenecían a la nación española, incluidos los vascos y los americanos. Y que no admitía limitación alguna a la soberanía de esta nación española, equiparada a los territorios que en cada momento conservó la monarquía, expresada en la elección de unas cortes soberanas.

Según la ideología nacionalista española, por lo tanto, el ordenamiento foral que se mantenía en Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra, no respondía a la personalidad de la nación vasca, ni era garantía de los derechos que como tal nación le pudieran corresponder.

(…)

El mantenimiento de los Fueros atacaba el fundamento mismo del nuevo Estado nacional y liberal que se quería imponer. Y, por lo tanto, todas las tesis y doctrinas políticas fueristas vascas estaban abocadas al fracaso.

A lo largo del siglo XIX, las sucesivas Guerras Carlistas no supusieron sino derrotas para el pueblo vasco, tras las cuales se fueron eliminando paulatinamente los Fueros, en un complicado proceso que, iniciado por la Ley de 25 de octubre de 1839 de Reforma de los Fueros Vascos, culminó con la Ley de 21 de julio de 1876, que supuso la definitiva liquidación del ordenamiento foral, con la excepción del importante vestigio que constituyeron los Conciertos Económicos.

Este cambio, por la fuerza, de la constitución política de los territorios vascos y su relación con el resto de la monarquía hispánica, quedando la nación vasca totalmente desprovista del reconocimiento de su condición como tal nación diferenciada y de los derechos nacionales que ello suponía, significó un terrible trauma para el pueblo vasco.

Con consecuencias muy concretas y patentes que no tardaron en hacerse notar, y sentir, no sólo en el ámbito político. (“El pueblo vasco a finales del siglo XIX”, en www.sabinetxea.org/libro/libro/libro.html).

Cuando Sabino Arana tenía doce años acudió a los ayuntamientos a alistarse la primera generación de vascos que realizó fuera de su propio país el servicio militar obligatorio, lo que supuso una gran conmoción para la sociedad vasca. Otro hecho importante fue que la enseñanza pública, que anteriormente estaba en manos de los ayuntamientos, pasó a ser atribución del Estado. Comenzaron a llegar al País Vasco maestros nacionales, con un sistema de enseñanza único para todos los niños de la monarquía y una única lengua de enseñanza: el español. Esto era así, independientemente de que los alumnos conocieran o no ese idioma, lo cual no era muy frecuente en la zona vascófona, en la que se podía incluir toda Gipuzkoa y Bizkaia (excepto Bilbao y las Encartaciones) y el norte de Álava y Navarra.

        En la misma página web se indica:

Aparte de la cuestión política, desde el plano económico destacó a finales del XIX, en Bizkaia y en torno a la ría del Nervión y la cuenca de Triano fundamentalmente, el desarrollo de un proceso de industrialización basado en la minería y la siderurgia. La numerosa mano de obra que este proceso reclamó, provino en su mayoría de Burgos, Logroño, Soria, León y Galicia.

Se encontró Bizkaia con la primera inmigración importante que había tenido lugar en su territorio en varios siglos. Ya que el ordenamiento foral había supuesto, al menos desde la Edad Media, una fuerte restricción en la admisión de extranjeros, a los que se les había exigido pruebas de nobleza, que le estaba reconocida por el Fuero a todos los habitantes del Señorío [de Bizkaia].

Así, la sociedad de Bizkaia, desconocedora hasta entonces de lo que era una inmigración, se enfrentó a la más intensa que pudiera ningún bizkaíno haber imaginado. En tan solo diez años, entre 1887 y 1897, Bilbao duplicó su población, pasando de tener 37.866 habitantes a 74.076. Barakaldo la triplicó, pasando de 4.705 a 12.796, y Sestao llegó a multiplicarla por nueve, pasando de 1.074 a 9.084 habitantes.

Por si el desequilibrio social que este hecho suponía por sí solo no bastara, además, excepto en las primeras fases del proceso, cuando hubo inmigración procedente de otros territorios vascos, la inmensa mayoría de los inmigrantes pertenecían a una cultura distinta de la vasca. Y además, al comienzo de esta primera inmigración masiva, la población inmigrante, a diferencia de lo que ocurriría en épocas posteriores, no experimentó ningún proceso de integración en la cultura y mentalidad vascas.

Esto, junto a la referida actuación de la administración estatal, supuso que el Pueblo Vasco sufriera un espectacular proceso de aculturación. Semejante, o más grave, si se tiene en cuenta el creciente y aplastante peso demográfico de la población inmigrante respecto a la autóctona, a cualquier proceso de aculturación que por esas fechas pudiera sufrir una nación del tercer mundo colonizada por una potencia europea. Proceso en el que la cultura vasca corrió un riesgo cierto de desaparición.

Derrota militar, derrota política, industrialización, proceso de aculturación y desmoralización son, en suma, los principales factores del contexto histórico vasco de finales del siglo XIX que hay que tener en cuenta a la hora de abordar e interpretar el pensamiento de Sabino de Arana y Goiri.

Así, cabe entender la figura de Sabino Arana, que se rebeló contra esa situación, aún pensando que era ya demasiado tarde para la supervivencia de su nación, según sus palabras, recogidas en la página web señalada:

Cuando me pongo a pensar, así sobre esto como sobre la raza, comprendo claramente que esto se va: se va antes de que termine el siglo que acaba de empezar.

 

1.2. El Partido Nacionalista Vasco

El Partido Nacionalista Vasco nace oficialmente el 31 de julio de 1895 de la mano de Sabino Arana y un grupo de entusiastas bizkaitarras. Su origen fue fruto de la época. Como se ha visto, la industrialización del siglo XIX en Bizkaia y las minas de Somorrostro supusieron un cambio importante en la sociedad previa a la Guerra Civil. En ese momento histórico se generaron la mayoría de fuerzas políticas y sindicales que aún perduran más de cien años después: el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) de Pablo Iglesias o el primer PNV de Sabino Arana debieron su existencia a esas transformaciones. El nacionalismo vasco estuvo impregnado precisamente de aquellas señales que hicieron de él un diseño político muy marcado por el bizkaitarrismo de Arana, en detrimento de incursiones más culturalizantes e integradoras como las del navarro Arturo Campión y su Asociación Euskara.

En 1897, con el anuncio de un debate entre los carlistas y el propio Sabino, aparecerá de manera más explícita la identidad del Partido recién constituido: “Euskadi es la patria de los vascos”. Sobre este lema, y con diversas aportaciones, muchas de ellas ligadas al papel supremo que la religión católica (Jaungoikoa eta lege zaharra-‘Dios y la ley antigua o fueros’) debería jugar en la articulación de la sociedad vasca, el nacionalismo vasco adquiere una ideología muy definida.

Para Sabino Arana, la fuente de todos los problemas por mantener la identidad vasca era España. En cuanto a la concreción de la Patria euskaldun (o Patria vasca), ésta debería estar formada por seis estados (País Vasco norte y sur), correspondientes a sus herrialdes[4] en forma de confederación, respetando la decisión de cada uno de ellos. Para Sabino, la raza, y no la lengua como afirmaba Campión, era el elemento que conformaba la identidad vasca.

El nacimiento del PNV estuvo marcado por la represión gubernativa: Sabino fue encarcelado dos veces, los primeros batzokis (lugares de reunión del PNV) de Bilbao y Bermeo clausurados y sus órganos de expresión cerrados. Sin embargo, a pesar de la prohibición expresa de las autoridades de Madrid a cualquier aventura organizativa separatista, el PNV recibiría un impulso decisivo para su consolidación. Ramón Sota, el industrial vizcaíno por excelencia, y a su muerte en 1936 la mayor fortuna del Estado español, se adhirió a la causa de Sabino. Esto permitió que el Partido recién constituido pudiera presentarse a las elecciones, distribuir propaganda y, en definitiva, tener una situación financiera desahogada para emprender cualquier tipo de iniciativa.

Las elecciones municipales del 14 de mayo de 1899 dieron los primeros concejales jeltzales (seguidores del lema JEL[5]), en Arteaga, Bermeo, Bilbao y Mundaka. Antes, el 11 de septiembre de 1898, Sabino había salido elegido diputado provincial por Bilbao. En las provinciales de 1903, el PNV continuaba sin despegarse electoralmente. El único diputado que logró fue Pedro Chalbaud, un dirigente jelkide (afiliado al partido nacionalista vasco) de nefasto recuerdo para los socialistas, ya que en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), entregó los archivos de la militancia vizcaína del PSOE al gobernador civil que desató una razia contra ellos. Habría que esperar hasta 1918 para que el PNV alcanzase el respaldo electoral importante en Hegoalde, el cual ya había logrado en Bilbao, pues tuvo la alcaldía de la ciudad desde 1907.

La creación del Partido Nacionalista Vasco representó el momento de una propuesta de independencia como proyecto político. Desde entonces, lo que queda por hacer es establecer las estrategias para asegurar el propósito. Este propósito está sujeto a cambios tácticos, como así se observa en el discurso de Sabino Arana y, posteriormente, en la política del partido. Desde luego esto no les diferencia de otros muchos partidos políticos, puesto que el objetivo es siempre la obtención del poder.

El discurso de Sabino Arana, y en concreto el que analizamos aquí, propone recuperar el pasado y mantener un estado de cosas perdido. El modo de la acción política se presenta  profundamente rupturista al implicar la separación histórica e institucional con España y Francia. Por tácticas circunstanciales tal rupturismo se pospone y se olvida en los últimos discursos de Sabino Arana.

Desde un:

Y ahora, gritad conmigo: ¡Viva la independencia de Bizkaya! (t. I, p. 160; 3 de junio de 1893).

    Pasará a:

Mi consejo es éste: hay que hacerse españolistas y trabajar con toda el alma por el programa que se trace con este carácter. A mi modo de ver la Patria nos lo exige (t.III, p. 2175; texto escrito a su hermano desde la cárcel de Bilbao, 23-6-1902).

...los buenos vascos seguirían trabajando por su pueblo, pero sin considerarlo aisladamente, sino dentro del Estado Español (t. III, pp. 2179, 2180; 29-6-1902)

Al año siguiente de la muerte de Sabino Arana, acontecida en 1903, el PNV ya tenía organización propia en veinte localidades de Bizkaia y cinco de Gipuzkoa. Aún habría que esperar unos años para que, finalmente, en 1911, la organización completa del PNV estuviera dispuesta.

A partir de ahí, el PNV viviría diversas circunstancias adversas, entre ellas, las más importantes fueron: la clausura de sus centros y el exilio de sus dirigentes con la llegada de la Dictadura del general Primo de Rivera; la Guerra Civil y la consecuente formación de un Ejército Vasco, compuesto por batallones de todas las organizaciones políticas que defendería la tierra vasca hasta que en junio de 1937 cayó definitivamente Bilbao; el establecimiento del Gobierno Vasco en el exilio de París y la huída del lehendakari (presidente) Aguirre a Bélgica y más tarde a Berlín, para finalmente abandonar Europa y establecerse en EE.UU.

En relación con lo que acontecía en el mundo en ese momento, señalaremos que, con la Segunda Guerra mundial en su apogeo, el PNV colaboró abiertamente con los servicios de información de los países aliados, Gran Bretaña y EE.UU. El primer argumento para avalar esta cooperación era obvio: la caída de Hitler y Mussolini llevaría implícita la de Franco. Por eso, cuando la guerra finalizó y Franco siguió en su sitio por imperativos de la recién inaugurada Guerra Fría, la maniobra del PNV fue considerada un estrepitoso fracaso. El 27 de agosto de 1953 el Gobierno español firmaba el Concordato con la Santa Sede y el 26 de septiembre de 1953 se producía la rúbrica de los pactos militares y económicos entre Washington y Madrid. El Vaticano y Washington, los dos pilares estratégicos del PNV, apostaban claramente por el apoyo al régimen franquista.

Esto no fue óbice, sin embargo, para que los jelkides siguieran colaborando con los nuevos servicios secretos occidentales. Desplazaron agentes al bloque del Este, llegaron más tarde hasta China e incluso expulsaron al PCE (Partido Comunista Español) del Gobierno vasco en el exilio siguiendo las directrices impuestas por Washington. Fueron años oscuros, sin ningún tipo de esperanza para reactivar una organización en Hegoalde (País Vasco español), fuera de las cuestiones anecdóticas. Juan Ajuriagerra se hizo con la dirección del Partido, en una posición que vio reforzada con la muerte de Agirre en 1960.

Durante este tiempo, hasta la muerte de Franco, el PNV vivió apesadumbrado por la derrota y esperando que la muerte de Franco lograra cambiar el signo político del país. Su única iniciativa de envergadura fue la celebración del Congreso Mundial Vasco en París en 1956, pero siempre mirando hacia atrás. La ruptura con las generaciones que no conocieron la guerra fue evidente: el nacimiento del grupo terrorista ETA probablemente se debió, entre otras cosas, a la inactividad del PNV.

En 1977, el 25 de marzo, ocho días después de su inscripción en el Registro de Asociaciones Políticas, tenía lugar en Iruñea (Pamplona) la primera Asamblea Nacional del PNV después de la Guerra Civil.

La trayectoria del PNV desde la muerte de Franco hasta nuestros días ha sido la de un partido con aspiraciones de poder que le llevan a pactar diversas alianzas.

        En cuanto a la figura de Sabino Arana durante este tiempo, fuera de lo que supuso como base ideológica del PNV, en 1960, para la naciente izquierda abertzale, Sabino Arana fue referencia desde el reconocimiento de su ruptura política con un carlismo moribundo. El resto era cuestionable. Si para Arana la raza era el factor indispensable para configurar una nacionalidad, para ETA, en cambio, los ejes eran la etnia, en sentido dinámico, y la lengua, es decir el euskara, en su aspecto más inmediato y aglutinador. El nacionalismo había sido una doctrina inmóvil y, en este escenario, la izquierda abertzale acogió siempre a Sabino Arana con discreción.

En los tiempos más recientes se han hecho algunas alusiones a la relación entre el nacionalismo vasco y el nacionalismo alemán. Elorza (2001) hace una serie de precisiones:

-Subrayar la conexión entre nacionalismo vasco y nazismo no equivale a hacer de la evolución del primero un capítulo más de la historia de los fascismos.

-La asociación ha de establecerse con el referente nacionalsocialista alemán y no con un fascismo genérico.

-La deriva nazi del movimiento abertzale radical ha alcanzado el nivel de desarrollo que conocemos por la actitud pasiva de Gobiernos presididos por el nacionalismo democrático.

-No estamos ante una elección entre independencia o constitucionalismo, sino ante el reto de defender en Euskadi la democracia amenazada por una forma particular de nazismo asentado sobre las acciones terroristas. Y sigue:

No es preciso insistir en la trayectoria política de un PNV que desde el inicial fuerismo regionalista de los euskalerriacos desembocó en posiciones de democracia cristiana estatutista. (...). Pero eso no impide que el núcleo de la ideología nacionalista, tal y como la define el fundador, Sabino Arana, sea por su racismo agresivo y por su xenofobia antiespañola, perfectamente asimilable al ideario nacionalsocialista. Es más, no se trata de un invento que surge del vacío, sino de la culminación de una trayectoria secular, en que la defensa de los fueros y el mito de la independencia originaria tenían por base la lógica de exclusión del otro contenida en la limpieza de sangre asumida tanto por el Señorío de Vizcaya como por la Provincia de Guipúzcoa desde el año 1500 aproximadamente; de ello se derivaba la auto-consideración como ‘pueblo escogido’, cuyos habitantes gozaban de la ‘nobleza universal’. Y todo colectivo excelso por su sangre requiere un oponente envilecido, las ‘gentes de mala raza’, judíos, moros y herejes en el Antiguo Régimen, inmigrantes españoles en el periodo de industrialización. También coincidieron nacionalsocialismo y sabinianismo en la necesidad de cubrir la ausencia de antecedentes estatales -el Imperio lo impidió en el caso alemán- con el recurso a un pasado legendario que refrendara la conciencia de superioridad. Y finalmente en la circunstancia actual, la combinación de dos niveles de terrorismo con el claro propósito de intimidar y/o eliminar políticamente a la ciudadanía vasca no abertzale[6], nos sitúa en plena pesadilla nazi. La homología es, pues, pertinente.

No conviene realizar comparaciones de este tipo, sino más bien analizar la figura y el discurso de Sabino en su momento histórico y en su contexto geográfico precisos, que es donde encontraremos su origen y razón de ser.

 

2. La fuerza del mito

 

El discurso nacionalista de S. Arana se sustenta en la fuerza del mito. Ofrece una visión de un mundo carente de ambigüedad, es un mundo sin dudas, donde las categorías bien/mal, buenos/malos, están claramente definidas. Veamos ejemplos del artículo mencionado:

Era feliz la familia bizkaina, porque así sus costumbres como las leyes del estado estaban informadas en los principios religioso-morales del catolicismo; y vosotros le habéis dicho que debe olvidarse ya de cosas que pasaron a la historia; que es oscurantismo, que es retroceso desear la conformidad de las leyes y las costumbres con los preceptos de Dios; que sobra en el lema tradicional de Bizkaya la palabra Dios, y debe sustituirse con otra que signifique el ateísmo o liberalismo, importado por el extranjero y corruptor de las sociedades, debiéndose contentar los bizkainos con unos Fueros sin Dios, con unos Fueros que no existen, con un poder sin autoridad, con un cuerpo sin alma, con un monstruo. (t. I, p. 364).

Presenta a la sociedad vasca del momento enferma por la corrupción española. Utiliza el motivo del ubi sunt? para oponer el presente degradado al pasado feliz y virtuoso:

Vuestros usos y costumbres eran dignos de la nobleza, virtud y virilidad de vuestro pueblo: y vosotros, degenerados y corrompidos por la influencia española, o los habéis adulterado por completo, o los habéis reemplazado por los usos y costumbres de un pueblo a la vez afeminado y embrutecido.  (pp. 364, 365)

...os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa, y estáis procurando que esta raza envilecida sustituya a la vuestra en el territorio de vuestra Patria. (p. 365)

Aparece así el mito de la raza vasca, del grupo étnico con un carácter cultural único:

Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo, era la que constituía a vuestra Patria Bizkaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa[7] (p. 365).

Era antes vuestro carácter noble y altivo a la vez que sencillo, franco y generoso; y hoy vais haciéndoos tan viles y pusilánimes, tan miserables, falsos y ruines como vuestros mismos dominadores (p. 365).

 

2.1. ¿Qué es el mito?

En general, se describe como el compendio de los conocimientos basados en leyendas, cuentos, historias y religiones. Estos conocimientos provienen generalmente de fuentes que se pierden en el remoto pasado. De manera que, evidentemente, la comprobación de los hechos resulta imposible. Pueden estar basados, o no, en hechos reales, pero no existe posibilidad de saberlo. Y, de hecho, si se comprueba que es verdadero pasaría a ser historia y dejaría de poseer esa fuerza que es subyacente al mito.

La mitología comprende los siguientes temas: religiones; sagas o leyendas heroicas, folktales, Marchenn o leyendas; tradiciones; supersticiones.

Como señala Cadena (2000), los conocimientos adquiridos por vía del mito tienen un valor psicológico muy importante para el ser humano. La tradición y la religión proporcionan una tranquilidad y seguridad ante la adversidad que no se consiguen con los conocimientos científicos. Sus postulados inmutables tienen gran atractivo porque liberan al espíritu humano de la pesada carga de la evaluación ética y de toma de decisiones que es necesaria ante los cambiantes acontecimientos de la vida. Una vez que los acontecimientos están codificados y evaluados por una autoridad moral (Sabino Arana en el caso que nos ocupa), no es necesario correr el riesgo de las interpretaciones personales de cada uno. Es decir, el político ejerce una función tranquilizadora.

Socialmente, el mito también tiene un valor muy importante. Es tal su fuerza, que se trasmite inalterado de generación en generación y regula la estructuración social y la definición ética y moral de las comunidades. Desde luego, para que esto suceda, debe existir también una organización encargada de promover y conservar el mito y los rituales que de él emanan.

Todo esto puede decirse de forma general acerca del mito, pero se ajusta a lo que aparece en los discursos de Sabino Arana. En ellos está presente este mito que va a ser la fuerza movilizadora de las masas nacionalistas, y que sigue vigente a través de los años y se sustenta y conserva en el nacionalismo cuyas bases ideológicas sentó Sabino Arana.

Así lo expresa Zubero (1999) a la vez que hace un juicio del valor al respecto:

Seguir a vueltas con la paz o, lo que es lo mismo, seguir haciendo girar toda la política vasca sobre la idea de proceso de paz, es seguir alimentando la ficción que más daño nos ha hecho: la ficción de la excepcionalidad vasca; el mito del fuimos especiales, del somos distintos, del volveremos a ser especiales cuando nos liberemos de aquellos que no nos dejan ser distintos.

Una ficción estructuralmente anormalizadora, generadora de permanente insatisfacción y, a la larga, de insoportable frustración.

Pero situémonos en el momento histórico correspondiente a la creación del mito que nos ocupa. Como nos recuerda Puchala (1996), es notable el grado de artificiosidad de las realidades que los intelectuales y dirigentes políticos de los siglos XIX y XX nos presentan. Las visiones del mundo que proponían las diferentes elites (como suele ser habitual) eran en gran parte inexactas.

Sin embargo, según la definición de Mannheim (1936: 55-59), esto es precisamente lo que hizo de ellas ideologías y no teorías[8]. Las ideologías son falsas ideas que ocultan intereses particulares y distorsionan la percepción de la realidad objetiva al servicio de estos intereses. Son poderosos instrumentos políticos, y el hecho de que sus partidarios crean en ellas las refuerza aún más.

Está claro que, ante el cambio histórico y social del país, el discurso sabiniano promueve el miedo y el rechazo ante lo nuevo y desconocido (realidades institucionales o masas de inmigrantes) e incita a la acción opositora por medio del mito de la raza pura y distinta.

El mito es entonces la base otorgadora de fuerza. Señala Puchala que los mitos son precisamente esas creencias públicamente sostenidas que unen a los pueblos, los confortan mitigando sus incertidumbres y los movilizan para la acción. Así, en el discurso político que pretende el cambio, aparece la necesidad del mito como fuerza impulsora.

 

2.2. ¿Cómo surge el mito?

Desde el origen de la raza humana se ha recurrido al mito como elemento principal para explicar incógnitas sobre temas trascendentes, esto es, aquellos que tratan sobre el ser humano y sus relaciones entre sí, su destino final y su permanencia dentro del Universo, y también sobre el mundo físico y la existencia de la otra vida, así como la predestinación y las fuerzas sobrenaturales. 

Esto fue así hasta la Grecia clásica, pues en el lapso comprendido entre el siglo IV A.C. y el II D.C. se dio en una reducida zona del mediterráneo el nacimiento y desarrollo del pensamiento científico.

        Pero lo cierto es que este pensamiento científico no eliminó el mito, e incluso lo fortaleció. Rubert de Ventós (1997) indica en tal sentido:

La razón nos hace libres - sí, pero también miserables -. La técnica nos permite controlar el mundo sin tener que experimentarlo - sí, pero incitándonos a mitificarlo -. El desarrollo de las luces parece así asociado a un aumento de los mitos y ritos necesarios para enfrentar el mundo desencantado que de ellas resulta. El duende ya no está en las cosas, y somos ahora nosotros los responsables de echarles cuento.

¿Que cuál es ese cuento? En realidad se trata de varios cuentos o modalidades del género fantástico. Por ejemplo: el mito de un origen o en un destino compartido que suplan culturalmente la solidaridad instintiva del enjambre o de la termitera- a menos instinto, pues, más cuento, más mito -. Otro ejemplo: la distracción con que hemos de aturdirnos para no pensar en que acaba todo (ese olvido sin esperanza que Pascal definió como el “divertissement” y cuya forma mercantil es hoy el “entertaiment”). Otro ejemplo aún: la mistificación a la que somos tan proclives; la necesidad de imaginar nuestras acciones disfrazadas de las más pintorescas intenciones.

Esto es, según el mismo autor:

…[que] el mito no es histórica y psicológicamente anterior a la razón, sino, por el contrario, su producto o consecuencia. Que en la miseria de la razón está la razón del mito, y que estas fantasías o fábulas sobre las que hemos de levantar nuestras más prosaicas aspiraciones no son sino cataplasmas con los que aliviar el escozor de la racionalidad descarnada, los símbolos con que tratamos de suturar los membra disyecta de todo aquello que la razón había dejado ‘claro y distinto’.

También en este sentido se expresa L. A. de Cuenca (2000):

Son absurdos e inútiles los esfuerzos de la razón por eliminar el mito, entre otras cosas porque el mito está en la base de las especulaciones de la razón y porque la razón pura y dura, sin el hálito vital que le transfiere el mito, es completamente estéril. Hay dos frases a este respecto que son particularmente ilustrativas. Una, de Santiyana, que reza: “Cuando los dioses se van, dejan siempre detrás fantasmas.” La otra es la archiconocida de Goya, que no sé hasta qué punto sabía lo que estaba diciendo, como leyenda de uno de sus Caprichos: “El sueño de la razón produce monstruos”.

El mito del origen y destino compartido de unos pocos del que habla X. Rubert de Ventós es el que propone Sabino Arana para aliviar el dolor de una tierra que teme la pérdida de su cultura, de sus leyes, de su identidad, ante el real e inevitable cambio que está sufriendo y que no es capaz de asimilar racionalmente. Es la creación de la “confortable ilusión” de la que habla Steinberg (1989), como veremos enseguida.

No es algo extraño e inusual que Sabino Arana o sus seguidores llevaran a cabo la creación mítica de una identidad, un origen, una raza distinta y perfecta. La creación mítica (sea de un héroe, un origen o una visión del mundo) es algo que todos los pueblos hacen en algún momento de su historia.

 

2.3. ¿Por qué, para qué y por quién es creado el mito?

Generalmente, aparece como un fenómeno psicoantropológico ante determinadas circunstancias coyunturales históricas, en general momentos de tensión, opresión, indefensión o falta de horizontes claros a nivel social, siempre refiriéndonos a una colectividad.

Inseguridad y temor –sentimientos e incertidumbres propios de todo proceso de cambio histórico–, patentes en los discursos de Sabino Arana, son las causas de la creación mítica del discurso sabiniano.

 

Como hemos señalado, el fenómeno mítico supone que, a partir de la concientización, de la apelación, se puede motivar para la acción (en este caso separadora) y de este modo actuar sobre los mecanismos institucionales para modificar la realidad.

En todos sus escritos, y en especial en “La ceguera de los bizkainos”, que es el que hemos tomado como base en este artículo, se revela el deseo de apelar a los vizcaínos a la recuperación de un relato histórico para ordenar el presente y el futuro. Se trata de una narración clara y cerrada en sí misma que le sirve para dar una explicación a todo pero sin presentar objetivamente la realidad, estableciéndose una meta: “mantener incólume la independencia de Bizkaia”.

Llegamos así a las funciones (psicológicas y sociales) que cumple el mito en cualquier civilización, según las ideas expresadas por Campbell en sus obras:

-El mito tiende un puente entre la conciencia individual y la necesidad de explicación de los enigmas.

-El mito ofrece una imagen interpretativa y abarcadora de esa relación sustentadora.

-El mito potencia el orden social y causa una adaptación y una conciliación entre los individuos  de la sociedad.

-La más importante función del mito es proteger el centrado y desarrollo del individuo en su integridad, con él mismo (el microcosmos), su cultura (el mesocosmos), el universo (el macrocosmos), y finalmente con la unidad pancósmica, el último Misterio creativo, que es tanto externo como interno a él y a todas las cosas.

Lo que es evidente es que Sabino Arana no construye el mito, este no se construye desde arriba, sino que nace en el sentimiento popular hasta llegar a esa jerarquía superior. En este caso, una creencia que deviene verdad absoluta, ideología (en otros casos un personaje que se convierte en héroe).

Evidentemente, deben existir ciertas condiciones socioculturales para que esto ocurra. Una de ellas es la conexión de esa idea o personaje con la gente común y otra es un momento histórico-social determinado donde las condiciones del presente favorezcan la necesidad y la creación del mito. Esto sucedía en la época de Sabino Arana y por eso se dio su figura y por eso se creó el nacionalismo vasco.

Así pues, los mitos están construidos en un momento social determinado, en respuesta a unas circunstancias y necesidades; en general, la mayoría acaban olvidándose o se renuncia a ellos. Para explicar por qué algunos persisten tenemos que explorar la relación que tienen con instituciones más grandes que los sustentan y los promueven y que, a cambio, se sirven de ellos (Steinberg, 1989: 263).

Esa institución más grande es, en este caso, la institución política. El político es un elegido, un iluminado que es capaz de dar al mito su forma y asumir el papel de guía y sustentador de éste. En un texto anterior al que aquí nos ocupa, Sabino Arana cuenta cómo descubrió la “verdad” (“El discurso de Larrazabal”, 3-6-1893):

...una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política. Mi hermano era ya bizkaino nacionalista; yo defendía mi carlismo per accidens. Finalmente, después de un largo debate, en el que uno y otro nos atacábamos y nos defendíamos sólo con el objeto de hallar la verdad, tantas pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que Bizkaya no era España, y tanto se esforzó en demostrarme ­­­­­que el carlismo, aun como medio para obtener no ya un aislamiento absoluto y toda ruptura de relaciones con España, sino simplemente la tradición señorial, era no sólo innecesario sino inconveniente y perjudicial, que mi mente, comprendiendo que mi hermano conocíamás que yo la historia y que no era capaz de engañarme, entró en la fase de la duda y concluí prometiéndole estudiar con ánimo sereno la historia de Bizkaya y adherirme firmemente a la verdad.

(…)

Pronto comencé a conocer a mi Patria en su historia y en sus leyes; pero no debe el hombre tomar una resolución grave sin antes escla­recer el asunto y convencerse de la justicia de la causa y la conveniencia de sus efectos.

Mas al cabo de un año de transición, disipáronse en mi inteligencia todas las sombras con que la oscurecía el desconocimiento de mi Pa­tria, y levantando el corazón hacia Dios, de Bizkaya eterno Señor, ofrecí todo cuanto soy y tengo en apoyo de la restauración patria, y juré (y hoy ratifico mi juramento) trabajar en tal sentido con todas mis débiles fuerzas, arrostrando cuantos obstáculos se me pusieran de frente y disponiéndome, en caso necesario, al sacrificio de todos mis afectos, desde el de familia y de amistad hasta las conveniencias so­ciales, la hacienda y la misma vida. Y el lema Jaungoikua eta Lagi­zarra iluminó mi mente y absorbió toda mi atención, y Jaungoikua eta Lagizarra se grabó en mi corazón para nunca más borrarse; y por guía de todos los actos de mi vida me tracé un lema particular cuyas iniciales van al final del opúsculo que conocéis y de todos mis escritos. (t. I, pp. 157, 158).

 

2.4. ¿Es la etnicidad en sí misma un mito?

No. Esto llega cuando se saca de su contexto histórico y se asume que tiene un poder explicatorio independiente. El problema, como señala Steinberg (1989), tiene que ver con la “materialización” de la cultura. Ésta sucede cuando la cultura se trata como una cosa en sí misma, independientemente de las otras esferas de la vida.

La “materialización” de los valores étnicos ha hecho una mística de la etnicidad, creando la ilusión de que hay algo inefable acerca del fenómeno étnico, algo sin  explicación racional. Esto ocurre, sobre todo, cuando los grupos étnicos creen estar dotados de una serie de valores culturales y no se intenta entender estos valores en términos de sus fuentes materiales. Desmitificar la etnicidad requiere una exploración de cómo las fuerzas sociales influyen en la forma y contenido de la etnicidad, y un examen de las relaciones específicas entre los factores étnicos, por un lado, y una amplia selección de los factores históricos, económicos, políticos y sociales, por otro[9].

La etnicidad implica una forma de pensar, de sentir y de actuar determinadas, que constituyen la esencia de la cultura. Lo que sucede es que la cultura no existe en el vacío, no es algo fijo e inmutable, sino que está en constante flujo y forma parte de un proceso social mayor.

¿Por qué el mito de la etnicidad? La comunidad étnica funciona como un refugio contra la alienación que domina en la sociedad moderna. Las preguntas ¿quién soy? y ¿a qué pertenezco? indican que nuestra sociedad no crea alternativas para las ricas culturas que identificamos con nuestros abuelos. Sin duda, esto ayuda a explicar por qué la gente sigue apegada al pasado étnico, por qué ansían el ritual y el sentido de pertenencia. Debemos preguntarnos si la etnicidad puede tener un sentido en nuestra vida social normal, como así lo tenía en el pasado para gente con un modo de vida muy diferente al nuestro. “El mito étnico fundamental, quizá, es la creencia de que los símbolos culturales del pasado pueden proporcionar algo más que una confortable ilusión para protegernos de los descontentos del presente”. (Steinberg, 1989: 262)

Cabe preguntarse si el mito de la etnicidad tiene cabida en la sociedad actual, si podemos mantenerlo como algo necesario para el hombre (necesidad de pertenencia a un grupo); en este caso quizá habría que modificarlo. Aunque, de nuevo, surge la cuestión de que el problema no es en sí mismo el mito, sino para qué se emplea: en este caso, apelar a una acción diferenciadora y agresivamente separadora.

 

2.5. Símbolos culturales o partes del mito

Así pues, hallamos que parte de la fuerza del discurso sabiniano viene dada por la fuerza del mito y, también, por la elaboración de un discurso sustentado en ciertos símbolos culturales que definen la esencia vasca, los cuales, según el emisor, son rasgos propios que excluyen al otro: “y ¿no le bastan a Bizkaya para ser feliz la religión expresada en Jaungoikua, y la independencia, instituciones, costumbres, raza y lengua significadas por Lagizaŕa?”  (t. I, p. 370).

El político realiza una selección léxica para reforzar la fuerza ilocucionaria, alabando a los partidarios y denostando a los enemigos.

Veamos las frecuencias de ciertas palabras que definen la idea central del discurso sabiniano (establecimiento del mito de la etnicidad y los símbolos que lo conforman, y confrontación nosotros/los otros, derivada de la creación del mito):

     El artículo tiene un total de 4.608 palabras, las frecuencias de algunas de estas palabras con mayor fuerza e importancia en el discurso son las siguientes:

 

Palabra

Frecuencia total

NOSOTROS

11

ELLOS

11

BIZKAYA

55

ESPAÑA

23

BIZKAINO(s)

40

NACIÓN(ONES)

13

NACIONALISTA(s)

2

ESPAÑOLISMO

6

ESPAÑOLISTA

11

EXTRANJERO/-A /-ISTA

13

RAZA

12

LENGUA

7

INDEPENDENCIA

7

COSTUMBRES

9

RELIGIÓN (religioso/-a)

9

BANDERA

7

PATRIA

27

TRADICIÓN/-AL(ES)/-ALISTA(S)

25

INSTITUCIONES

4

FUEROS

10

JAUNGOIKOA ETA LEGE ZAHARRA/ ETA FUEROAK

12

LIBERTAD(-ades)

5

JUSTICIA

4

 

2.5.1. En cuanto a la oposición nosotros/los otros, base del discurso de Sabino Arana, ésta es creada a partir del establecimiento de la raza aparte, portadora de todas las virtudes y que, por tanto, no debe mezclarse con las otras, que están degradadas. Los mitos traen siempre héroes y villanos, nosotros y los otros. En este caso, “nosotros” son  los vascos nacionalistas y “los otros”, los vascos no nacionalistas más los no vascos, esto es, los españoles.

Sobre los nacionalistas señala:

Enfrente de todas estas políticas extranjeristas, está la política bizkaina, el partido nacionalista (...).

Según esa política bizkaina, habiendo sido siempre Bizkaya nación separada, tiene derecho a reconstituirse libremente conforme a su tradición. (p. 372)

Sobre los vascos no nacionalistas, a los cuales amenaza[10]:

¡Bizkainos! Aún es hora de despertar; aún es hora de soltar la venda españolista que os ciega, y de reconocer a vuestra Patria...

Pero, si no queréis abandonar esos caminos por donde os llevan los enemigos de Bizkaia; si os obstináis en ayudar al verdugo de Bizkaia; si Bizkaia perece por vuestra indolencia; si vosotros mismos dais la muerte a vuestra Patria... que vuestros nietos os maldigan y os execren. (t. I, p. 373)

Sobre los españoles y sus partidos:

¿Queréis conocer la moral del liberalismo? Revisad las cárceles, los garitos y los lupanares: siempre los hallaréis concurridos de liberales; la mayor parte os dirán que son republicanos, porque así comienzan a llamarse cuando ya les va hastiando el liberalismo moderado.

¿Queréis comprender el fuerismo de los liberales, sean monárquicos o republicanos? Contad y examinad a los maketos que invaden el territorio bizkaino: el noventa por ciento son con seguridad liberales; de esos noventa, unos sesenta serán antes de un mes republicanos; los demás, o monárquicos o socialistas, o anarquistas.

¡He ahí la gente que nos viene a predicar a los bizkainos libertad y política republicana! (t. I, p. 368)

 

2.5.2. Además de la oposición ellos/nosotros, se presenta también la oposición nación española/nación bizkaina. Esta oposición la describe largamente a través de la historia:

El niño que en 1371 había heredado de su madre el Señorío de Bizkaya, heredaba de su padre ocho años después el Reino de Castilla, viniendo a ser Juan III de Bizkaya y I de Castilla, y resultando así una misma persona revestida de los diversos títulos de Señor de Bizkaya y Rey de España. Este hecho casual, repetido constantemente desde aquella fecha de 1379, por razón del carácter hereditario de ambos títulos, ocasionó un tan continuo roce de la nación bizkaina con la española, que produjo lo que nosotros llamamos españolismo.

Como consecuencia natural de ese roce, en efecto, nuestros padres comenzaron por pensar y sentir como los españoles, alegrábanse con los españoles cuando España alcanzaba alguna gloria, apenábanse con ellos cuando España padecía alguna desgracia, y llegaron de esta suerte a juzgar que Bizkaya era, sí, una región privilegiada y de historia y legislación separadas de las de Castilla, pero región, al cabo, de la nación española.

Desarrollándose paulatinamente este españolismo en el espíritu bizkaino, llega ya en el siglo XVIII a presentarse perfectamente marcado y definido, y a dominar y borrar por completo la idea de nacionalidad a principios del presente, que hoy afortunadamente se acerca ya a su fin. (pp. 365, 366)

Bien pudo el bizkaino haberse desengañado, al ver el falso fuerismo de Carlos V y Carlos VII durante las dos guerras que por su causa mantuvo y al contemplar la manera como ambas terminaron. Pero el carlismo, a fin de no perder el más firme apoyo de sus ideales, confeccionó un solo lema con el legitimista de España y el tradicional de Bizkaya, y estampó en su bandera estas palabras: Dios, Fueros, Patria y Rey; horrible amalgama de las aspiraciones de dos naciones enemigas, de los intereses del esclavo y de su tirano.

Y ¡aún hay bizkainos que no hayan comprendido el burdo engaño!

¿No saben que Bizkaya ha sido siempre independiente de España, que ha constituido siempre nación aparte, y que por consiguiente la política tradicional de Bizkaya no tiene más lema que el bizkaino de Jaungoikua eta Foruak? ¿Que los bizkainos no tienen más Patria que Bizkaya, y ésta se halla sobreentendida en la palabra Foruak o Lagizaŕa, que expresa su independencia e instituciones tradicionales? ¿Que de extender más el concepto de su Patria sólo deben extenderlo a comprender a los estados que como Bizkaya hablan el Euskera, son de nuestra misma raza e idénticos al nuestro en carácter y en costumbres? ¿Que Bizkaya nunca ha tenido Reyes? ¿Que aun los reyes muy católicos de España que a un tiempo han sido Señores de Bizkaya, o han intentado cometer o han consumado casi todos, inicuos contrafueros?

¿No saben que Bizkaya nunca ha estado políticamente unida a España, y que por lo tanto la política tradicional de Bizkaya es muy distinta y muy diferente de la española? ¿Que si los títulos de Rey de España y Señor de Bizkaya concurrieron en una misma persona, fue simplemente porque un Señor de Bizkaya heredó el trono de España, y porque eran hereditarios ambos títulos, si bien el segundo no lo era por ley escrita? ¿Que si esos dos cargos fueron desde entonces desempeñados por una sola persona, nunca por esto llegaron a confundirse, pues correspondían a dos diversas naciones?

¿No saben que la institución señorial puede Bizkaya suprimirla cuando quiera, pues que libremente la creó por conveniencias anejas a determinada época? ¿Que el cargo señorial sólo habría de costar a Bizkaya sangre y dinero? ¿Que el cargo de Señor es ni más ni menos que un empleo del Estado Bizkaino y que sus funciones podrían ser desempeñadas por tribunales elegidos por los pueblos de Bizkaya? ¿Que la institución señorial no es más que una forma de gobierno, y una forma de gobierno simplemente secundaria? ¿Que, por esta razón, no se significa en el lema bizkaino a otro Señor que al que lo es de todas las naciones, al que está en los cielos, a Jaungoikua?

¿No saben, en fin, que Bizkaya, como nación aparte que ha sido siempre tiene su propia política tradicional, expresada en su lema Jaungoikua eta Foruak o Lagizaŕa, y sería indignidad y vileza el solicitar del extranjero otra política? Y ¿no le bastan a Bizkaya para ser feliz la religión expresada en Jaungoikua, y la independencia, instituciones, costumbres, raza y lengua significadas por Lagizaŕa? (pp. 369, 370)

Enfrente de todas estas políticas extranjeristas, está la política bizkaina, el partido nacionalista; el cual despertó hace poco más de un año por la publicación de un humilde opúsculo y aún no cuenta más que con una sociedad en Bilbao y un periódico mensual.

Según esa política bizkaina, habiendo sido siempre Bizkaya nación separada, tiene derecho a reconstituirse libremente conforme a su tradición. Su lema tradicional es Jaungoikua eta Lagizaŕa, significando con la primera palabra el católico fundamento de la legislación bizkaina, y con la tercera la independencia, las instituciones tradicionales esenciales, los buenos usos y las buenas costumbres de nuestros mayores, la raza euskeriana y el Euskera como lengua nacional. A este lema no puede añadírsele ni quitársele nada.

Dado el asentimiento de los demás pueblos euskerianos, a saber, Alaba, Gipuzkoa, Lapurdi, Benabarra, Nabarra y Zuberoa, Bizkaya se confederaría con ellos pues que son hermanos suyos por la raza, la lengua, el carácter y las costumbres. (p. 372)

 

Sabino Arana habla, pues, de la nación bizkaina y admite la creación de una nación junto a provincias históricamente unidas al País Vasco.

 

2.5.3. Surge aquí el problema de la definición del concepto “nación”, tarea nada fácil, pues cada uno tenemos nuestra propia lista de los elementos que hacen que una nación lo sea. Pero probablemente todas incluyen los elementos que forman la identidad básica del grupo: cultura, historia, tradición, lengua, religión, raza y, también, territorio.

El término nación es, sin embargo, empleado con muy diferentes significados: tribu, pueblo, grupo étnico, raza, religión, nacionalidad, país, estado…

Los hechos pasados y presentes indican que para que una tribu o pueblo llegue o no a ser nación depende de cuánto poder tiene y de circunstancias históricas, políticas y económicas. La paz tras la I Guerra Mundial estableció la autodeterminación de las naciones pero, como se vio luego, los vencedores crearon naciones sin tener en cuenta los pueblos, y cuando éstos trataron de ejercer la auto-determinación se les aplastó con fuerza. Una guerra mundial más tarde, los Estados Unidos proclamaron la autodeterminación de los pueblos, pero no se establecía qué era un pueblo o nación. Esto explica por qué, después de la II Guerra Mundial, las ex-colonias de Asia y África fueron convertidas en naciones siguiendo únicamente arbitrarias conveniencias administrativas coloniales.

En ocasiones, por nación queremos decir grupo culturalmente homogéneo, pero si usamos después nación como sinónimo de ‘estado’ no podría ser, pues los estados no son necesariamente culturalmente homogéneos.

Por otro lado, las naciones que reclaman la soberanía y no la consiguen permanecerían como tribus o minorías, sólo porque no tienen poder suficiente para conseguirla o se dan otras circunstancias adversas.

En países como Francia, Gran Bretaña y otros de Europa, y especialmente en Estados Unidos, el desarrollo del capitalismo, la revolución industrial, la burguesía y el establecimiento de nuevos sistemas de gobierno basados en la soberanía popular crearon nuevas culturas en las naciones que estaban en este proceso. La evolución del concepto nación se movió en estos lugares no desde lo cultural a lo político, sino al contrario. La nacionalidad vino a significar, especialmente en el uso oficial, el tener pasaporte de ciudadano en ese estado, independientemente del país de origen o nacimiento del individuo. Y llegó a ser el símbolo de una identidad cultural nueva que desplazaba o al menos compartía sitio con cualquier legado cultural ancestral que un individuo pudiera tener.

En lugares como el este de Europa, la nacionalidad es un término aplicado a determinados grupos comunales cuyas características culturales son las suyas pero cuyo estatus político está fijado por el lugar que ocupaban en grandes imperios, por ejemplo, bajo los Hausburgo, los Romanovs o los gobernantes otomanos. Estos grupos se definen por la región, la lengua, y, en el imperio otomano especialmente, por la religión. Un judío en Polonia no es un polaco de nacionalidad, ni un ucraniano o georgiano o alemán en Rusia es un ruso[11].

España está a medio camino entre los dos modelos, aunque quizá, pese a lo que queramos creer, más cercana al segundo, en especial en zonas como el País Vasco.

 

2.5.4. Varios símbolos aparecen una y otra vez en el texto como partes del mito, entre ellos las leyes y la religión, estrechamente unidas:

Era feliz la familia bizkaina, porque así sus costumbres como las leyes del estado estaban informadas en los principios religioso-morales del catolicismo; y vosotros le habéis dicho que debe olvidarse ya de cosas que pasaron a la historia; que es oscurantismo, que es retroceso desear la conformidad de las leyes y las costumbres con los preceptos de Dios; que sobra en el lema tradicional de Bizkaya la palabra Dios, y debe sustituirse con otra que signifique el ateísmo o liberalismo, importado por el extranjero y corruptor de las sociedades, debiéndose contentar los bizkainos con unos Fueros sin Dios, con unos Fueros que no existen, con un poder sin autoridad, con un cuerpo sin alma, con un monstruo. Establecida estaba en Bizkaya una constitución y unas leyes nacidas en sus mismas costumbres, sancionadas libremente por ella misma y que son la admiración de historiadores y jurisconsultos; y vosotros habéis preferido aceptar una constitución y unas leyes creadas por el extranjero, por el mismo que aborrece a vuestra Patria. Libre e independiente de poder extraño, vivía Bizkaya, gobernándose y legislándose a sí misma, como nación aparte, como estado constituido; y vosotros, cansados de ser libres, habéis acatado la dominación extraña, os habéis sometido al extranjero poder, tenéis a vuestra Patria como región de país extranjero y habéis renegado de vuestra nacionalidad para aceptar la extranjera. (p. 364)

 

2.5.5. Símbolos son también los usos y costumbres:

Vuestros usos y costumbres eran dignos de la nobleza, virtud y virilidad de vuestro pueblo: y vosotros, degenerados y corrompidos por la influencia española, o los habéis adulterado por completo, o los habéis reemplazado por los usos y costumbres de un pueblo a la vez afeminado y embrutecido. (pp. 364, 365)

 

2.5.6. Y la lengua:

Poseíais una lengua más antigua que cualquiera de las conocidas, más rica que vuestros montes, más vigorosa y altiva que vuestras costas, más bella que vuestros campos, y era la lengua de vuestros padres, la lengua de vuestra raza, la lengua de vuestra nacionalidad y hoy vosotros, la despreciáis sin vergüenza y aceptáis en su lugar el idioma de unas gentes groseras y degradadas, el idioma del mismo opresor de vuestra Patria. (p. 365)

 

Conclusiones

La fuerza del discurso de Sabino Arana se asienta en el mito de la etnicidad, y su meta es la construcción de la nación vasca por medio de la eliminación de las diferencias étnicas (los españoles inmigrantes) e ideológicas (los vascos no adscritos al nacionalismo).

Hay que tener en cuenta que el mito étnico, como todos los mitos, trae una moral implícita: “nosotros no somos responsables, moral o políticamente, de su desgracia”. (S. Steinberg, 1989: 267).

El que Sabino Arana creara un mito, el de la etnicidad, como base de su discurso no era una novedad. Los mitos políticos, culturales y religiosos están en el origen mismo de la sociedad humana y ello porque los mitos son exposiciones generales del mundo y de sus partes. Se cree que son verdaderos y se actúa en consecuencia siempre que las circunstancias sugieran o precisen una respuesta común. Son, para la humanidad, el sustituto del instinto. Además, estos mitos, se basan más en la fe que en los hechos y, en la sociedad humana, lo que más importa es la creencia.

Los mitos están construidos en un momento social determinado, en respuesta a unas circunstancias y necesidades. La mayoría de los mitos se olvidan, pero, si queremos averiguar por qué algunos persisten (como sucede en mayor o menor medida con el que creó Sabino Arana) tenemos que explorar la relación que tienen con instituciones más grandes que los sustentan y los promueven, y que, a cambio, se sirven de ellos[12].

En los textos de Sabino Arana hemos encontrado muchas de las características propias del discurso político panfletario, que, en general, basa su eficacia propagandística en decir pocas cosas, en decirlas dentro de un orden mítico (buenos/malos) y en emplear recursos retóricos (el ornatus como parte de la elocutio), entre ellos las recurrencias gramaticales (repetición de estructuras sintácticas: “Ved al carlista […]. Ved al partido euskalerriaco […]. Ved a los partidos anti-fueristas”, pp. 372, 373) y las metáforas hiperbólicas (“la mano criminal que ha hundido ya el puñal en el seno de nuestra Patria y está despedazándole las entrañas”, p. 372).

 

BIBLIOGRAFÍA

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[1] Los vascos denominan Euskal Herria al conjunto de tierras en las que se habla euskera; también suele emplearse el término Euzkadi para parte de dicho territorio, entendido como unidad política. Euskal Herria es el nombre popular, histórico y nacional del País Vasco, que por su significación lingüístico-histórica ha comprendido, en su época de mayor extensión, además de las tres provincias de la Comunidad Autónoma Vasca (conocidas también como País Vasco), las tres del País Vasco-francés (Lapurdi, Zuberoa y Benafarroa); Navarra y zonas como La Rioja; Samano (en Cantabria); el Valle de Mena, los Montes de Oca y la Bureba (en Burgos, Castilla-León); Jaca (en Huesca, comunidad de Aragón) y el Bearn (al sur de Francia, pero fuera de las tres provincias de este país antes señaladas).

                Euzkadi es un nombre inventado en 1901 por Sabino Arana Goiri para denominar al conjunto de las tres provincias de la Comunidad Autónoma Vasca, las tres del País Vasco-francés y Navarra. Euskadi es una forma empleada por aquellos que por no atreverse a rechazar de todo el neologismo aranista lo trastocan ortográficamente para utilizarlo con cierto sentido político.

                Véase el diccionario Hiztegia Bi Mila (1988: 153, 156, 157).

[2] La complejidad analítica de los fueros deriva de sus múltiples aplicaciones. Fundamental norma reguladora de las relaciones comunitarias, el régimen foral puede ser definido, asimismo, como un informal mecanismo de administración territorial al servicio de la Corona, aunque encomendado a las oligarquías autóctonas; y, por consiguiente, también como el instrumento sobre el que asientan su dominación esas mismas oligarquías. Si desde una perspectiva sociológica el ordenamiento foral actuaba como un elemento estabilizador del mundo tradicional, con el cual se identificaba y le servía de referencia, en su vertiente más estrictamente política resultaba imprescindible tanto para canalizar las relaciones con el exterior como para dirimir los conflictos internos. Véase  Ortiz de Orduño y Portillo.

[3] ‘Casa de Sabino’, lugar que se ha convertido en un centro de trabajo y reflexión, de asambleas y de estudio, de casa abierta y de cultura para el nacionalismo vasco. Página web: www.sabinetxea.org

[4] País, tierra, región; tiene sentido meramente geográfico, es decir, territorio que presenta cierta cohesión de tipo étnico, político, económico, nacional, etcétera, pero no “el pueblo que lo habita”. (Hiztegia Bi Mila, p. 220)

[5] JEL son las iniciales del lema Jaungoikua eta lagi zaŕa (‘Dios y la ley vieja’, esto es, religión y fueros), adoptado por este partido.

[6] Palabra con el significado original de ‘patriota’, que ha pasado a denominar a los radicales de izquierda.

[7] ‘Maketo’, según el diccionario Hiztegia Bi Mila, se trata de una palabra de origen santanderino con que los montañeses designaban, despectivamente, a los castellanos de la meseta y que, introducida en el habla de Bilbao y del País Vasco en general, ha tomado la misma acepción despectivo-racista hacia gentes de origen no vasco. Es ampliamente utilizada por Sabino Arana.

[8] Véase también el artículo de Max Lerner, “Revolution in Ideas”, The Nation, Vol. 49 (21 de octubre de 1939), págs. 435 a 437.

 

[9] Véase S. Steinberg (1989: xiii, xiv).

[10] Este grupo es más peligroso y más condenable, según el político, y así lo expresará en otro artículo: “Ellos y nosotros” (publicado el 24 de abril de 1895 en el número 25 de Bizkaitarra. T. I de las Obras Completas, pp. 560-563):

“...poco daño podría causarnos la invasión maketa, si los bizkainos no abandonaran la causa de su Patria, para alistarse en los partidos políticos de los maketos; poco cuidado nos diera la dominación actual de España, si en Euskeria hubiese cien mil patriotas (p. 560).

[11] Véase H. R. Isaacs (1989: 171-185).

 

[12] S. Steinberg (1989: 263).