EL PAÍS, domingo 19 de diciembre de 1993

Esconderse con la húmeda

La jerga separa a enemigos y une a hermanos de sangre y juerga

 

AMELIA CASTILLA y MIGUEL MORA

         “Disquela el pajató que astiñela el jambó, sinela la cho” (“Fíjate el reloj que lleva ese payo, es de buena calidad”). “Chachipen. El busnó terela jurdó, córaselo” (“Ese tío tiene dinero, róbaselo”). Esta conversación entre dos carteristas gitanos escuchada anteayer en el metro hubiera sido igual de haber existido los relojes y los suburbanos hace cuatro siglos.

         Aquellos gánsteres renacentistas practicaban todos los delitos posibles. La sirla, la pinza y el asalto a las diligencias son viejos oficios adaptados a los nuevos tiempos, pero los hampones de fin de siglo siguen yéndose de horizontales, los mopri llevan todavía el curdós en la buhardilla y los burlangas siguen palmando al chiribito como en la literatura de Cervantes o de Quevedo.

         Pero el uso de los lenguajes secretos no es patrimonio único de delincuentes y buscavidas. Los políticos, a nivel de tema, vehicular su acción política hacia la concepción liberal conservadora del dumping; los informáticos discuten sobre bakapear o formatear un disco, los jóvenes se van de máquina subidos a una redonda y los drogotas pillan una cerilla de duto en la Gran Vía.

         Los lingüistas, sin embargo, establecen muchas distinciones entre esas diferentes maneras de hablar. Jergas hay cientos, pero técnicamente, no todo es jerga. La profesora de lingüística de la Universidad Autónoma de Madrid Luisa Martín Rojo aclara: “La lengua, como la sociedad, no es homogénea. Hay múltiples variantes asociadas a grupos, a sexos, a edades, a profesiones y a aficiones”. Algunas jergas, como la taurina, la futbolística o el cheli se han integrado ya en gran parte del lenguaje diario. Expresiones como bajar la mano, templar la muleta, entrar a matar y epítetos como torero inundan las conversaciones cotidianas.

         Luego está el lenguaje profesional, que es la variedad más limitada de las jergas: su uso se abandona cuando se deja la oficina.

         La jerga – jerga, el argot, “se encarga de restituir al marginal una visión diferente del mundo y la sociedad que lo excluye. Expresa lo peculiar, ayuda a ejercer el derecho a la diferencia de los que lo usan, muestra sus valores culturales y refleja su manera de ver y valorar el mundo. En el uso del argot interviene, además, una voluntad de cambiar la sociedad, de subvertir los valores establecidos”, dice Martín, representante de la especialidad sociolingüística.

         Los delincuentes han subvertido, por ejemplo, el significado de ideas como “policía”, que a ojos de la sociedad connota sobre todo protección. Llamándoles maderos, guindillas o picos, la mala fama de chorizos, choros o manguis se equilibra a la de sus enemigos.

         El comisario Jesús García Ramos, autor de un libro titulado Lenguas marginales, restringe la definición de argot al empleo de un vocabulario secreto. La jerga moderna crece, se extiende y consolida en la cárcel. De la trena la sacan sus propios reclusos. Una vez fuera, son los jóvenes los primeros receptores. “Entonces la jerga pierde o cambia su significado”, apunta la lingüista Martín Rojo. Y, al tiempo que se universaliza, contamina o enriquece la lengua. Expresiones como marrón, cuyo significado carcelario es condena y cuyo origen es la cartulina de ese color que expedían los gobernadores civiles de la época franquista, o al loro, que habla de una oscura celda de castigo y un preso con una radio pegada a la oreja, encuentran en la calle una traducción distinta. Marrón es ahora una mala jugada, una mala faena. Al loro es estar atento.

         La corriente lingüística tradicional considera la jerga como un subcódigo originado o estrechamente ligado a las exigencias de una actividad secreta o prohibida. Este componente justifica, por ejemplo, el uso de metáforas, como tigre (retrete) o lechuzos (vigilantes jurados nocturnos). La clave del éxito de una jerga es mantener oculto el lenguaje. Pero no es fácil.

         Seguramente, el colmo de la derrota se produce cuando los enemigos por antonomasia aprenden el idioma y lo utilizan a modo de colegueo. Los policías lo hacen para sacar mayor rendimiento a los berridos de detenidos y confites. El comisario Ramos reconoce abiertamente que es una práctica habitual: “Entrándole a un chorizo en su misma lengua consigues mayor confianza y más fluidez. No es lo mismo decirle a un choro ‘tú de qué vas, de sirlas o de loros’ que preguntarle si roba bolsos”. Para García, el actual argot de los choros no cuenta con más de 2.000 palabras, que se renuevan cada año a un ritmo de un 5%. La última moda es la incorporación de anglicismos, surgidos del mundo de la droga.

 

Sobrevivir a los siglos

         Pero la jerga por antonomasia, el caló jergal, caliente, o rumano, ha sobrevivido a cuatro siglos. Nació con el nombre de germanía, voz derivada del valencianismo germá (hermano), que a principios del XVI denominaba la hermandad formada por los gremios de Valencia y Mallorca en los movimientos revolucionarios que desataron contra los nobles que habían escapado de las ciudades huyendo de la peste.

         Los hermanos perdieron la guerra y el trabajo. Sólo tuvieron un recurso: hacerse pícaros, esconderse y crear un lenguaje que los defendiera. Desde ese momento, germanía fue el nombre del lenguaje especial del hampa de los siglos XVI y XVII. A finales del XVIII, la denominación empieza a simultanearse con la de caló, dada la enorme influencia del lenguaje de los otros grandes perseguidos, los gitanos. El romaní, su lengua, se mezcla en la cárcel con el habla de las capas más bajas. Con ello la jerga del siglo XX nace marcada por este riquísimo mestizaje transmitido oralmente de padres a hijos.

         El ex cantante Ramoncín, que ha recopilado en un diccionario, El tocho cheli, más de 5.000 vocablos y 70.000 sinónimos, asegura que “el caló, el cheli, el drogota y el talegario evolucionan constantemente”. Tanto que a él le ha llevado 10 años escribirlo: “El último repaso me supuso incluir otras 600 y ahora que ya está a la venta, hay palabras que se han quedado fuera, como macandé (loco) o deguní (desecho)”.

         Y es que el mestizaje se ha hecho tan brutal en el año 2000, que nadie sabe qué futuro le espera al argot. Los gitanos jóvenes usan, sin saberlo, palabras que no provienen del caló. La uniformidad del lenguaje diario, en el que los latiguillos de los políticos y la televisión marcan la pauta, es un sustituto seguramente más pobre que el de las pobres jergas.

 

 

 

Nueve diálogos

 

A. C. / M. M.

         Argot: Jerga, jerigonza.

         Jerga: “Lenguaje especial y familiar que usan entre sí los individuos de ciertas profesiones y oficios, como toreros, estudiantes, etcétera”.

         Jerigonza: “Lenguaje difícil de entender”.

 

Un policía del grupo de atracos de Madrid habla con un “confite”:

         “Esa historia va de piruleros [estafadores]. Todo es pastel [falso], a menos que en el banco haya marías [cajas de seguridad] y se trate de butroneros. Sea lo que sea, me pasaré por ahí un día de éstos. Viene una época caliente. No conviene dejar ningún cabo suelto. Si chanas [ves] algo raro, me pegas un canutazo”. A través de la emisora policial le comunican que el seguimiento de un coche ha resultado “negativo”, pero él les pide que insistan en “el apostadero [vigilancia]. Sin que os muerdan y hasta que les deis cuchicuchi”.

 

         Consejos de apoderados y banderilleros a los toreros desde la barrera:

         “Tócale, tócale, pónsela [que ponga la muleta en posición de cite], pierde un paso, amonó, amonó; mucho, monstruo, mucho, pónsela, gústate, vamos a gustarnos, vamos a darnos importancia, vamos a reventarlo [para matar], asín, pónsela, el de pecho, amonó, dejaló, no lo toques, está muerto, dejaló”.

         Luego, en la calle, los aficionados se saludarán cerrando el puño y enseñando un poco el pulgar; el mismo gesto del torero tras conseguir una oreja.

 

         Lo último en la Gran Vía madrileña, donde mandan los negros:

         - ¿Qué llevas?

         - De todo, hermano.

         - Dame una cerilla de duto [dosis de caballo], dos mogras de kiss [gramo de coca] y una redonda [éxtasis].

         - Prepara veinticinco lucas [mil pesetas ahora es un lucas], hermano, y baja hasta Barquillo, que ahora te lo trae mi amigo.

 

         Patio de Carabanchel, un grupo trapichea mientras el “aguador” vigila que no se acerquen los “boquis”:

         - Me han pillado unas chutas en el comedor y nos han tirado al loco y a mí de los comedores. No veas el vacilón que llevábamos. Íbamos de jaco. Nos hemos pegado unos cuantos días en el chopazo [celda de castigo] y lo peor es que nos pilló sin tabaco – dice un preso.

         - Compadre, pues yo estaba el otro día to cortao [sin droga] con El Lolo mirando a un negro que hacía gimnasia en el patio cuando de repente veo algo blanco que cae al suelo: seis bolsas de mil duros de jaco [heroína] y sin esperarlo, ¿te imaginas lo que hemos hecho con ellas?

 

         Luis Aragonés, castizo del barrio de Hortaleza, entrenador de fútbol, da órdenes a sus jugadores desde el banquillo:

         “Hay que ponerla, Moya, hay que ponerla, coño. Cuando llegue ahí, póngala, no joda. Salga, Moya, salga, hostia, que nos cogen cagando. Y si la pica, mejor, hostia. Qué es eso de tanto caño y tanta leche. Soltar, soltar, hostia”.

 

         Carta de prisión a prisión:

         “¿Cómo te encuentras en la tercera galería? Sé que te lo han encalomao a ti por la cara, pero no te comas el troncho. Ese tío esta picando [robando] el curdós a toda la peña. Cuando le pillemos le hacemos un chinorri [corte en la cara con el que se marca a los chivatos] para que no nos olvide. Libertad para la gente guay”.

 

         Extracto de una entrevista al cantaor flamenco Beni de Cádiz:

         Pregunta. ¿Por qué tanto tiempo sin grabar?

         Respuesta. Es que tengo la memoria en Pamplona… Soy muy vago, muy golfo, demasiao bohemio. Prefiero vivir la vida a trabajar, aunque llevo 50 años currelando, desde que Lola Flores y Manolo Caracol me chanaron bailar y me llevaron palante de turné. Ahora mi mopri Felipe [Campuzano] me tiene atao, loquitito me tiene, y me dice que currele, que cante, y como me ha escrito las letras, que me las pinta asín de grandes para que no le diga que no las juno… pues voy tragando.

         Pregunta. ¿Es justa su fama de artista indisciplinado?

         Respuesta. Los cantaores cantaores, los que ronean, hablan de mí requetín requetán, y dicen: ‘Éste es un chuflas’. Pero cuando yo salgo a escena hago teatro, como me enseñó Caracol. Esos cantaores que se sientan en su sillita como si fueran zapateros remendones, y ‘olé, vamos allá, venga, jajai, jajai, jajai’, ésos no lo llevan dentro.

         Pregunta. ¿Y por qué le gusta tanto vaguear?

         Respuesta. El caso es que le he dao a to, he bebido lo que no está escrito, he tenido cinco hijos matriculaos y tres sin matricular, y no he sido capaz de quitarme de na.

 

         Dos “burlangas” hablan de juego entre ellos:

         - No habíamos dado todavía ni dos vueltas y ya había ligado dos truchas y una perla de color. (El que habla no ha sido mano dos veces todavía, pero ha recibido ya dos tríos iniciales, y un 10 / J del mismo palo que la carta que pinta).

         - Tú es que ligas más que el tostao. Yo he pasao la tarde a durito a durito, con la goma. Ando boquerón, estoy sinta, chico, y menos mal que puedo pagar al yate, porque el baranda es un membrillo, pero prefiero tirarme sin verlas que ir con una hoja de berza. (Tú tienes mucha suerte. Yo sólo sacaba la postura mínima, cinco mil pesetas, y me las jugaba con muy buenas cartas – la goma: fig. ponerle una goma a la ficha para que cuando se apuesta vuelva al sitio de donde salió -. Estoy sin dinero, no tengo ni para comprar tabaco, y menos mal que puedo decirle al dueño ‘ya te veré’ – ya te pagaré -, porque el dueño del garito es blando, pero prefiero no ver las cartas y, aunque sea una mala jugada, jugarme el dinero).

 

         Un par de informáticos, en plena tarea productiva:

         - Nos ha pedido que instalemos una red, ¿has traído las tarjetas?

         - Sí, pero una está configurada y las otras no.

         - Tendremos que reinstalar los drivers para todas.

         - Acuérdate que la última vez se nos quedó colgado porque la tarjeta se daba de patadas con la controladora de discos.

         - Sí, habrá que cambiar la IRQ.

         - Prueba antes el puerto de impresora a ver si está funcionando.

         - Vaya, se ha vuelto a quedar colgado, el drivers debe tener algún bug (error en un programa). Hazle el saludo de los tres dedos y empecemos de nuevo.

 

 

VOCABULARIO

 

Alangari: indulto.

Almirante, león: conserje.

Alivio: abogado.

Añiles: billetes de 10.000 pesetas.

Apuscabar: encubrir.

Balichó: rancho de la cárcel.

Berrear: cantar.

Buhardilla: bolsillo superior de la camisa.

Buzo: destornillador.

Buchante: disparo.

Burreros: timadores.

Brújula, dictador, señor, pluma: sexo masculino.

Capitalista: espontáneo taurino con espada.

Chata: escopeta recortada.

Culata: bolsillo trasero del pantalón.

Chindar: deshacerse de una cosa.

Camelar: querer.

Castaña: sentencia condenatoria.

Copera: prostituta de barra.

Culechi: décimo de lotería usado en el tocomocho.

Chaluta: chalet en zona rural.

Cliseras: gafas.

Derrotarse: confesar ante la madera o policía.

Escaripel: cárcel.

Espadista: el que abre casas con llaves falsas.

Farloin: porro de cocaína – de joint y de farlopa -.

Guirlacha: ventana.

Gara: estación de metro o tren.

Grillos: esposas.

Iguales: pareja de la Guardia Civil.

Iri – de pasapiri -: pasaporte.

Jujana: mentira.

Leona: portera.

Lima, limita: camisa, camiseta.

Largueta: libertad provisional.

Mopri (de primo), notario, palomo, pavo, perla: víctima de un delito.

Moma: explotada por un chulo.

Muleta: Periódico o prenda de vestir que utiliza el carterista para disimular la sustracción.

Najaora: autopista.

Parguelas, jibiona: homosexual masculino.

Raspa: empleada del hogar.

Rabero: el que soba mujeres en los transportes públicos.

Rengue: tren.

Reverendo, cueceleches: sexo femenino.

Rumay: esposa, compañera sentimental.

Soñarreras: los que roban de noche.

Trujinche: estanco.

Tapa: bufanda.

Tartamuda: metralleta.