EL DINERO DE LAS LENGUAS

JAVIER CUERVO

(La Opinión de Murcia, 9 de septiembre de 2004)

 
Ahora con los idiomas todo consiste en saber cuánta gente los habla, su poder económico y la riqueza que generan. Fundaciones públicas y privadas los promocionan como jamón de pata negra. Antes los idiomas eran estéticos y morales y lo que importaba eran cosas como que el castellano tenía una pronunciación natural, no como el francés, y que se leía como se escribía, no como el inglés, y era muy ordenado -sujeto, verbo, predicado- no como el alemán. En castellano se habían escrito las mejores letras porque mucho Shakespeare y tal pero Cervantes tampoco era manco. El español era muy polisílabo, no como el inglés que descendía del monosílabo, o sea más barato. El español era muy rico porque tenía muchos sinónimos y a todo lo podías llamar de tres maneras, no como en inglés que tenía una palabra para todo y por eso era tan económico (cuando decir económico equivalía a pobreza). El inglés era onomatopéyico, o sea que hablaban como en ruidos ¿no te fijas que no se les entiende nada? El español era un idioma de pronunciación abierta, no como el francés con su chuchuchuchú que les hace fruncir el morro y por eso las parisinas tienen arrugas en los labios...

Ahora se trata de ver cuánta gente habla el idioma y son muchos más que los trescientos millones que cantaba la hispanidad los domingos en TVE, con presentadores cardados en los setenta. En aquellos criterios se descontaba el chino (que creíamos que era un único idioma) porque se hablaba en China y si tenían más millones de hablantes era sólo porque los chinos eran muchos, y eso no tenía tanto mérito como el castellano que enseñó a Dios en los confines.