Estos salmos los escribí cuando estudiaba para
santo. (Después estudié para hombre. Ahora, gracias a dios soy una mierda).
Los he retocado un poco. Lo suficiente para no
salir corriendo yo al leerlos. ¡Qué valiente es uno de más joven hablando con
dios todos los días y de tú!. Ahora me da una vergüenza infinita. Y, después de
oír y decir tantas tonterías sobre dios, prefiero callar.
De todas formas son míos porque los hice y algunos
me gustan todavía. Hay amigos que me han pedido copias y creo que todavía
pueden servir a alguien. Allá van.
1
SALMO DE
QUE LLUEVE DIOS
Estás lloviendo dios, lloviendo
siempre
y no calas a nadie.
Todos secos de ti,
raíces secas,
risa de polvo, canción
desgargantada,
ojos secos y pasos agrietados,
Y tú lloviendo siempre;
¿es que no puedes?
Sí que puedes. A veces te
desbordas
-llueves mucho de noche-
y tus brazos nos llevan río abajo
durmiendo todavía.
Y cuando acaba todo
y nos dejas mojados en el barro
-una botella, un árbol-
solos de ti y temblando…
estás lloviendo dios, lloviendo
siempre
sobre los pobres hombros de lo
hombres.
Lloviendo desde dentro y desde
fuera.
Lloviéndote.
Lloviendo.
2
SALMO
DE REVOLUCION
Me he pasado los años
cantando para mí en el borde de
la acera,
con los ojos cosidos
y contento.
¿Para qué despertar, con lo bien
que se estaba?
Pero me he despertado.
Me han despertado.
Con las torres de antes mojadas
en el suelo
y todas las guitarras
desventradas
llorando de otra forma.
Ya es hora de comprar una faja
de lana
y llevarla a pudrir entre las
piedras
y romper por la calle los
botijos de alfarero
como un profeta viejo.
Los botes oxidados siguen
cortando piernas
y casi no florece la vergüenza,
la vergüenza de estar.
Busco hermanos que digan que no
es malo del todo
estar equivocado
y que hay que equivocarse de
este modo
contra el estar estando ricamente
y salir por las calles con los
pelos de alambre,
mordiendo los anuncios,
rompiendo los botijos,
abrazando a la gente y cambiando
las carteras,
los trajes y los coches, porque
todo es de todos.
Con una ira de estreno que ruede
y que sonría,
que sonría y que ruede
para poner a ras los montes y
los valles
y derecho el camino.
3
SALMO DE VIAJE
He venido de ti a ti
como jugando al escondite en una
casa de dos puertas.
He venido para ti
como una carta con la dirección
escrita a mano.
He venido contigo
como el niño que viene de la
compra
con la mano metida en la bolsa
de su madre.
Tú tenías los brazos alrededor
de mi cuello
como una bufanda de lana.
He venido detrás de ti pisándote
la sombra.
He venido debajo de ti
sintiendo tu calor de clueca en
mis espaldas sin plumas.
He venido contra ti.
Como el carnicero afila su
cuchillo antes de despachar,
yo también afilo mi alma para
luchar contigo.
He venido sin ti.
Aunque eres yo, no me doy cuenta
de que te respiro.
He venido hasta ti.
Como el barco en el pecho del
puerto
he clavado mi alma en tus
entrañas.
4
SALMO
DE QUE DEJES VER
No bastas en el fondo de las
cosas
tan transparentemente
transparente.
¿No nos ves como perros
vagabundos
sentados en la acera?
Tú a lado, en las rodillas,
en los ojos, los dientes, el
granito,
oculto en transparencia.
Como perros ya viejos, con las
latas atadas,
huimos de tu sombra hacia tu
sombra
tropezándote siempre
transparente.
No puede ser así:
de tu locura locos, sabiendo o
sin saberlo
y sangre en tu cristal de
transparencia.
5
SALMO DE PROTESTA
No puedo resignarme.
No me trago el ser inacabado,
tan trozo y tan esquina,
con el barro anudado en las
rodillas.
Ni quiero paz a puños guardada
en el bolsillo
si se me está cayendo a cada
paso.
Ya estoy harto de estar en la
ventana
esperando a lo menos ver tu
sombra
cuando te va siguiendo como un
perrillo atado.
Es duro aguantar ante las cosas
cuando pasan y pasan sin que uno
te comprenda
-parece todo igual si tú no
estuvieras-.
Y este ser siempre de noche en
plena calle,
o el amargor de vislumbrarte a medias
como un susto en un trago,
o el cruzarnos los hombres como
barcos extraños
mirándonos el cuerpo.
Asómate a tu puerta y oye el
gemir del mundo:
como una sierra vieja,
como un fuego sin fuego,
como la lata rodando tristemente
por la triste pendiente de la
noche...
No puedo resignarme.
Por tu culpa.
No puedo.
6
SALMO DE QUERER
Te queremos de veras.
En el fondo. Y un mucho
bruscamente.
Pero con toda el alma. Te
queremos,
Como a una mano mala.
Como a un descubrimiento.
Como al padre y a la madre.
Como al hombro donde apoyamos
siempre la cabeza.
Y tú también estás en nuestro
libro:
no estarás con tu nombre, pero
estás el primero.
Te queremos de veras.
Inevitablemente.
Como se caen las piedras y se
mueren los hombres.
Cada vez que nos vamos de tu
casa
dejándote plantado con un abrazo
inútil en las manos,
parecerá mentira, pero vamos
buscándote:
no te hemos encontrado del todo
todavía.
Te amamos a lo bruto.
Como hermano y hermano:
siempre juntos y siempre
regañando.
(Y la niña nos trenza en su
maroma
y no hay quien nos separe ni
diga:-Son distintos).
Estamos hechos cisco de tanto
desearte sin saberlo:
no hay quien arrastre murrias
-y todas nuestras murrias lo son
de estar contigo-
y no acabe muriéndose.
En serio. Te queremos, bien lo
sabes.
Es verdad que a lo bruto y sin
maneras.
Pero es que es todavía tan
nochemente noche.
7
SALMO
DE QUE TODOS
Por favor, dios, perdóname el
mal rato.
¿Por qué me señalaste con el
dedo en tu lista
para reñir contigo?
¿De quién es este enfado que me
nace
como un cardo en el alma?
Perdóname el mal rato.
¿Te atreverás a dejar a alguien
fuera?
¿Nunca estaremos todos –cuerpo-
juntos?
Bórrame de tu libro si haces
eso.
No quiero entrar. Me quedaré en
la puerta
llorándote y llorándonos.
¿Qué harías en tu casa
con hombres con ausencias
colgando de los ojos,
como un rebaño muerto con la
tristeza al cuello,
con cristo a medio hacer como un
enano,
mamá esperando siempre detrás de
la ventana
y la comida fría sin tocar en la
mesa?
Te quedarías eternamente triste,
pintando nuestros nombres en el polvo
de las sillas vacías,
recordando las riñas y las
paces,
con toda tu razón –que la razón
la tienes-
colgándote del alma como un
remordimiento?
Por favor, dios, perdóname el
mal rato.
¿Te atreverás a dejar alguien
fuera?
¿De quién es este enfado que me
brota
como un cardo en el alma?
Bórrame de tu libro.
Me quedaré a la puerta
llorándote y llorándonos.
8
SALMO
QUE YA ESTÁ BIEN
Anda, dios, llévame.
Que ya está bien de todo,
llévame.
Tengo ganas de verte y de
abrazarte al sol.
-más de lo que yo creo-
y ganas egoístas de descansar a
gusto,
de fiarme de ti y no dar ya ni
golpe.
Ya es hora de ver algo,
de servir para algo,
de hacer algo y no estorbarte
siempre
y de amar de corrido sin
dormirme:
al fin se cansa uno de hacerlo
todo a medias.
Es cobarde largarse;
pero es que tú no sabes ni
puedes saber nunca
lo que es estar sin ti: sólo te
lo imaginas.
Y no puedes pedirnos
estar siempre creyendo sin ver
nada,
ni andando eternamente sin
llegar a algún sitio.
Sí, ya sé que exagero.
Tengo además vergüenza por ir
tan desastrado,
tan chorreando harapos.
Pero estoy emperrado como un
niño.
Anda, dios, llévame
o cojo una rabieta y muerdo a
alguien.
9
SALMO
DE CRISTO NUESTRO
No te olvides, Jesús, de que
eres nuestro.
Uno de nuestro barrio.
Si ahora vives fetén, no nos
olvides.
Ten cuidado, mamá, que no se nos
desclase.
Recuérdale la casa, las patatas,
los zurcidos, la calle, el
corazón, las uñas.
Que no sois todo cielo.
Es uno de los nuestros y se le
confundía.
Uno, de nuestro barrio.
Acuérdate del peso de la vida en
los hombros,
de la carne incendiada a
cualquier soplo
en odio y en deseo,
de las llanuras secas,
de los árboles verdes,
los jornales, exámenes, el
sueño.
No te olvides, Jesús.
Eres de nuestra tierra.
De nuestra pobre tierra mala y
buena.
Y nada de lo nuestro te puede
ser extraño:
ni una flor, ni un pedrusco,
ni un beso, ni un desprecio,
ni una muerte, ni un roto en los
zapatos.
No te olvides del frío y de la
noche
a la lumbre de dios
Y mírate las manos,
que allí estamos escritos a lo
bestia.
No puedes olvidarte que eres
nuestro.
Uno de nuestro barrio
10
SALMO
DE LA ESPERA
Como tierra sin agua
de labios geométricos y piel
decortezada.
Pisoteados por el sol. Y tuyos.
Hechos un asco. ¡Mierda!
Sin estrellas ni brújula.
Como un molino viejo
meneando los brazos locamente
para llamar a nadie.
Sólo queda en el campo
eso no tan redondamente grande
sin bordes de recuerdos
(todo ya tarde y lejos
en estos ratos tristes)
y un regusto en el alma
de paredes de duro sol y barro
infranqueables
sin árboles de sombra.
¿A dónde ir por rastrojos
cenicientos
crujiendo las tristezas?
Como tierra sin agua.
Como los ojos deshechos por tu
sol.
Un solo gran martillo
para llamar a nadie.
11
SALMO PARA
MARÍA POR SER MADRE
Madre, sin más, de todos.
Beso al volver a casa,
tierra recién abierta,
carambujal al sol.
De nuestra tierra y carne.
Sin resplandores, ni ángeles, ni nada.
Con tu vestido pobre oliendo a
cántaro,
a pan, a hierbabuena
y a jabón de lavar.
Toda para nosotros
como un cuaderno en blanco,
Nos haces la comida
y nos partes el pan, plato por
plato,
desenfadando arrugas.
Nos remetes las mantas a la
noche
y coses siete brutos mientras
todos descansan,
Nunca estarás tranquila hasta
que entremos todos
y esperarás de noche
que suene en la escalera el paso
del que falta,
De nuestra carne y tierra.
Beso al volver a casa.
Madre.
12
SALMO DE QUE DIOS ES
Tú eres yo. Tú me eres.
Mis manos y mis piernas son
mentira.
(Todo dios espantosamente
dentro).
Es idiota correr por las
llanuras
y gritar: ¿Dónde estás?
Estás, sin más,
como una mano grande
encallecida, buena,
todo tú sin valladar ninguno.
El mundo tú, los hombres y mis
nervios,
la vida, el mar,
el árbol, las cigüeñas,
pena y amor, la sangre, las
colinas
y el beber y sudar y descansar
amando.
Imbéciles los hombres que no te
comprendemos
porque no te hemos visto
como una piedra más en el
camino.
Y estás,
con toda el alma.
Cuidando no aplastarnos
con ese tu ser grande que llena
todo hueco.
Imposible el vacío, la nada,
si eres tú.
Ni hay soledad de ti
sin que tú seas ella,
Eres,
sin más.
13
SALMO DE CERCA Y LEJOS
Te vas haciendo cerca:
el traje de diario,
los zapatos de siempre.
Íntimo tontamente
como las idioteces del bolsillo
que de tanto palparlas no
sabemos qué son.
Da gusto ir por la calle
sintiéndose en familia,
tú asomándote a todos.
Eres un apretón de manos
castellano
y pan perpetuo y fresco de
nuestra artesa.
Un dios con nuestros ojos.
Un paso conocido en la escalera.
Te nos vas enraizando como un
hábito malo,
como una tos cansada,
como espina en la encía,
como un zurcido nuevo que nos
llena la ropa mansamente.
Pero siempre eres lejos.
El monte azul y gris que siempre
retrocedes sonriendo.
En perpetuo esconderte tras las
cosas,
los hombres y las lluvias bosque
adentro.
Tu amplitud de llanura
es un prohibido el paso.
Eres recuerdo oscuro
que nunca recuerda
y un amanecer tímido
que nadie sabe cuando comienza a
abrir lo ojos.
Camino que nos anda,
eternamente.
Camino caminante -¡único
caminante!-
cerca y lejos.
14
SALMO
DE QUE TODOS SOMOS CRISTO
Todos en todo, tú,
tu carne y sangre
con el sudor que humedeció tus
brazos y tus piernas.
Cuerpo tuyo tendido, como ropa
lavada,
en nuestra cruz de barro.
Y, lo mismo que siempre,
tú pasas y nunca lo sabemos:
-¡Qué va a ser él!-
Es Juan el carpintero, Pepe el
Chispa,
don Pedro, la Andaluza...
Pasaste. Y eras tú.
Íntimamente extraño –sangre y
savia-
mirando desde el fondo de todos
nuestros ojos,
consufriendo el silencio de las
horas tristonas,
andando nuestra calle en nuestro
paso,
centinela de todos,
fondo y trasfondo en todos
sin que nadie lo sepa.
Nos picaste el billete,
pasas triste sin más,
llevas del brazo una novia en la
tarde,
sudas y empujas –metro- hacia la
casa,
vendes castañas, coches, globos,
pan, lechugas...
Todos en todo, tú.
Que somos carne tuya aún más que
carne nuestra.
Y tontos, tontos, tontos,
inmensamente tontos
-oscuridad de nuestro sol de
tierra-
pegándonos golpes tontamente
unos a otros y todos en tu cara.
No te disfraces más
o enciéndenos los ojos.
15
SALMO DE QUE
TAN SIEMPRE QUE TAN NUNCA
Qué lejos te hemos puesto allá
en el cielo
cercado de mayúsculas,
jugando solitario al arco iris.
Así nos atrevemos a pegarnos,
a saltar cerraduras
y a romperte los tiestos y el
espejo.
Seguimos siendo niños.
Aún creemos que gruñes cuando
truena
y vives aburrido entre las nubes
mirando desde lejos sin querer
mirar mucho.
Si tú hubieras bajado sólo una
vez al año...
Nos hubiéramos puesto la cara de
Domingo
y los gemelos nuevos. Y corbata.
Pero tú estás tan siempre con
nosotros.
Te has acercado tanto que no
oímos el eco.
Te metes tan adentro que ya no
eres distinto
y nos creemos solos.
Siempre contigo y solos.
Tan siempre que tan nunca.
16
SALMO DE LA CENIZA
Fíjate cuántos vienen, como
todos los años,
a recordar contigo la ceniza que
somos.
La que sube a la boca,
los ojos y las manos todo el
día.
La de antes, la de hoy y la de
siempre.
Polvareda de hombres
nacemos y morimos, polvo en
polvo,
con la esperanza de tu sueño
eterno.
Nada más que un revuelo de
ceniza,
pobre ceniza loca,
gris ceniza,
sola ceniza triste,
vieja,
que has hecho tu ceniza bendecida
eternamente,
mansa ceniza nueva,
tu ceniza.
18
SALMO DE LA
ESPERANZA DE DIOS
Porque eres tú quien eres,
esperas y esperanzas en nosotros
y recorres la tierra con tu vara
en las manos cada día,
buscando sin cansarte nuestras
venas de agua.
Al pie de tu farol, cercado de
colillas,
aguarda sin cansarte
que acabemos las cosas
importantes
y que nos dé la gana acudir a tu
cita.
Sueñas al acostarte
que se han roto los muros
y se han hecho de azúcar los
cañones,
que nadie pisotea,
que han abierto los puños sus
espigas,
que hay un cubierto limpio
en todas nuestras mesas con tu
nombre...
Tu esperanza es tan grande como un
fardo
y, si no fueras tú, te fundiría
el hombro
y te hundiría en tierra hasta la
ingle.
Pero tú nos sostienes en alto,
sonriendo
-nosotros, tu esperanza-
y, por más que pesemos,
no doblaremos nunca tus rodillas
de leñador antiguo.
Y estás cierto que un día tu
esperanza
invadirá la tierra como un río
tranquilo
moldeándolo todo.
18
SALMO DE LOS
SIERVOS SIN VERGÜENZA
Están rotas las cosas,
podridas en las manos, con tu
cara borrada,
porque nadie las quiere
abiertamente, a las claras y al sol.
Te las vamos pudriendo diciendo
que son malas,
maleándolas todas
con el desprecio arrinconado y
manco de una pureza impura.
No importa que salieran
de tus manos de obrero que
trabaja encallecidas,
y te las despreciamos para
parecer buenos
con una santidad llena de polvo,
encanecida y con los pies a
rastras,
para luego beberlas a escondidas
contradecidamente.
Y así se van las cosas río abajo
con tu cara borrada,
como zapatos viejos.
Y nosotros, al borde,
ensimismadamente satisfechos
en nuestro ojo de pez mirando al
cielo.
19
SALMO DE LO
BUENO QUE ERES
Da gusto exagerar, pensando que
eres bueno.
Tirar la piedra lejos
hasta el último árbol, sabiendo
que ni idea.
Da gusto exagerar,
querer a todo el mundo con la
medida rota,
querer injustamente, desquiciando
los brazos,
sin brújula ni escuadra,
sabiendo que más tú.
Y, al sentir en la calle
el corazón de pan de cualquier
hombre bueno,
pensar tu inmensa hogaza que
rompe las romanas,
la copa de tu alma de miel
paciente y limpia
y tus manos de padre de todas las
familias,
tus ojos de mil madres
y tus hombros sinceros de todos
los amigos
y la llanura fiel de tu pecho
sin tiempo.
Da gusto exagerar. Pensar que
cualquier día
vas a romper el mundo a fuerza
de quererlo.
Si no fuera la noche
y viéramos tu amor bajar de las
montañas
como un río rabioso,
destrozándolo todo...
Suelta ya el mediodía que nos
muerda los ojos.
¿Crees que perdonaremos que
durante la vida
seas bueno de noche solamente?
20
SALMO
DE SOLEDAD
Te has ido con la luz.
Me has dejado con la cueva en
los hombros.
Ahora caminar.
En la noche. Sin saber hasta
dónde ni hacia cuándo.
Empalado de frío.
Mientras el otro tira de los
labios del alma: -¡Bésame!
El cuarto por los suelos entre
el polvo
y un rebaño de dientes por la
espalda.
¿Por qué me dejas solo?
Tengo unas ganas agrias de
decirte
que estoy cansado y viejo como
un zapato roto.
Muerden los pies hinchados y el
cuerpo son cristales.
¡No me muevas!
Me dan asco la cera y el
incienso.
Quiero globos azules, mascar
chicle, fumar como un golfillo.
Tu carne no me gusta: prefiero
el sarro de mis dientes sucios.
Ni me atrae astillarme en las
turbinas
para que alguna luz se encienda
no sé donde.
¿Por qué me dejas solo?
21
SALMO
A LA BASURA
Hay que dejarlo limpio.
Hay que dejarlo limpio y llano y
nuevo.
A la basura el garabato triste
de la vida encogida y alcanzada.
Y los macutos grandes cargados
de pedruscos sin motivo.
Y las tortugas de cartón piedra
viejas.
Todas.
¡Vamos! A la basura las
regaderas rotas,
las latas de pintura con sólo
olor y cáscara,
sin brocha.
Abajo los escudos y las flores
de trapo,
los bolígrafos que escriben en
dos dedos,
las botellas de polvo y los
sueldos distintos.
Y también la guitarra
con las cuerdas de cuerda.
A la basura el capuchón del solo
y el agujero del que tiembla
asomado a su agujero.
A vaciar las paredes de
tornillos roñosos,
relojes sin agujas
y panoplias.
¡Vamos! Fuera las alambradas y
banderas
y las puertas con llave
y los recibos.
A la basura todo.
Hay que dejarlo limpio.
Hay que dejarlo limpio y llano y
nuevo.
Y comer todos juntos un bocado
de pan sin escalones.
Y beber todos juntos un trago de
buen vino.
22
SALMO DE QUE
DIOS ES DIOS DE TODOS
Qué manía tenemos de encerrarte.
Te atamos a la silla mientras
cenas,
atrancamos la puerta y nos
decimos: -Sólo para nosotros.
Te queremos en casa para tener
razón y estar seguros.
Para que no nos llames desde
quién sabe donde:
-Anda, sal de tu tierra que
creías segura y para siempre.
Te atamos por el miedo de no
tocar a nada
y a quedarnos sin silla si abres
la puerta a todos,
por pereza instintiva de conocer
a tantos,
de saber tantos nombres y
apellidos,
de chocar tantas manos, de
aprender tantas lenguas:
-Sólo para nosotros.
Pero eres para todos, no quieras
hacer caso.
Qué sabemos nosotros lo que es
engendrar hijos totalmente
nombre a nombre y besándolos a
todos.
Nunca imaginaremos un corazón
sin bordes.
No quieras hacer caso.
Si tú no eres de todos, no eres
de veras dios.
23
SALMO DE LA NOCHE
¿Quién te nos hizo noche,
la noche oscura y grande, todo
noche,
que haces arder oscuramente en
noche
los cuatro hombros del mundo?
Viejos y opacos vamos por tu
noche
con un sueño de día en las
pupilas.
la noche misma somos a fuerza de
tu noche.
(Noche de soledad acompañada,
pero, en el fondo, simplemente
noche).
¿Quién te nos hizo tan sin
remedio noche?
Es noche el abrazarte
y hundirnos en ti de noche en
noche.
Sabes a noche cuando te comemos
y nos sangran los ojos
de buscar nochemente tus
pisadas.
(Mientras, nieva la noche en
noche sin cambios
sin que nadie, de noche, sienta
nevar tu noche).
¿Quién te nos hizo noche?
¿Tan sin remedio noche?
¿Tan de noche?
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