REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Como una novela, DANIEL PENNAC

(Barcelona, Anagrama, 1993)

 

 

         Que las décadas transcurridas entre la generación de nuestros hijos y nuestra propia juventud de lectores han tenido el efecto de siglos.

         De manera que, si bien nos sentimos psicológicamente más próximos a nuestros hijos de lo que nuestros padres lo estaban con respecto a nosotros, seguimos estando, intelectualmente hablando, más próximos a nuestros padres.

         (Aquí, controversia, discusión, puntualización de los adverbios “psicológicamente” e “intelectualmente”. Refuerzo de un nuevo adverbio):

         - Afectivamente más próximos, si prefieres.

         - ¿Efectivamente?

         - No he dicho efectivamente, he dicho afectivamente.

         - En otras palabras, estamos afectivamente más próximos a nuestros hijos, pero efectivamente más próximos a nuestros padres, ¿no es eso?

(Pág. 25)

 

Lengua fuera, dedos entumecidos y puño soldado…, puentecitos, palotes, curvas, redondeles y puentecitos…, ahora está a cien leguas de mamá, sumido en esa soledad extraña que se llama el esfuerzo, rodeado de esas otras soledades con la lengua fuera…, y he aquí la reunión de las primeras letras…, renglones de “a”…, renglones de “m”…, renglones de “t”… (nada cómoda la “t”, con esa barra transversal, pero una tontería comparada con la doble revolución de la “f”, con el lío increíble del que sale la curva de la “k”…), dificultades todas, sin embargo, vencidas paso a paso…, hasta el punto de que, imantadas las unas por las otras, las letras acaban por juntarse ellas mismas en sílabas…, renglones de “ma”…, renglones de “pa”…, y las sílabas a su vez…

         En fin, una buena mañana, o una tarde, todavía con el zumbido del barullo de la cantina en los oídos, asiste a la eclosión silenciosa de la palabra sobre la hoja blanca, allí, delante de él: mamá.

         Ya la había visto en la pizarra, claro, la había reconocido varias veces, pero allí, debajo de sus ojos, escrita con sus propios dedos…

         Con una voz primero insegura, balbucea las dos sílabas separadamente: “Ma-má”.

         Y de repente:

         -¡mamá!

(Pp. 39-40)

 

 

         En argot, leer se dice ligoter (=atar).

         En lenguaje figurado, un libro grueso es un pavé (=adoquín).

         Soltad las ataduras, el adoquín se convierte en una nube.

 

(Pág. 122)