Grabación

null Concierto de la Orquesta Internacional del FIOJ 2002

Concierto de la Orquesta Internacional de Jóvenes Murcia 2002, celebrado en el Teatro Circo de Orihuela el sábado 23 de marzo de 2002. La primera parte del concierto consistió en una selección de la ópera María del Carmen de Enrique Granados; en la segunda parte se interpretó la Sinfonía nº 7 en Sol mayor, opus 88, de Antonin Dvorak.

ENRIQUE GRANADOS (1867-1916)

María del Carmen

Ópera en tres actos con libreto deJosé Feliú y Codina. Selección

Orquesta Internacional de Jóvenes Murcia 2002

  • Gloria Sánchez, María del Carmen
  • Javier Agulló, Javier
  • David Menéndez, Pencho
  • Ana Nebot, Fuensantica
  • Augusto Val, Domingo, Pepuso
  • Juan Francisco Castillo, Narrador
  • Director: Max Bragado Darman

Ficheros de audio en formato MP3 224Kbits/s:

María del Carmen es el título de una obra teatral ambientada en la huerta murciana, escrita por José Feliú y Codina (Barcelona, 1847 - Madrid, 1897), uno de los autores más representativos del drama rural español en la línea del denominado "regionalismo naturalista español en lengua castellana". Algunas de sus obras como La Dolores, Miel de la Alcarria, La real moza y Boca de fraile fueron utilizadas por algunos compositores como Tomás Bretón, que escribió la conocida zarzuela La Dolores. María el Carmen se estrenó en el Teatro Español de Madrid el 14 de febrero de 1896, por la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, siendo muy bien acogida por el público y la crítica (fue premiada por la Real Academia). La obra fue traducida al francés y editada con el título de "Aux jardins de Murcie" y estrenada en el Teatro Odeón de París el 25 de noviembre de 1911. Al estreno en Murcia a cargo de Emilio Mario y Carmen Cobeña, celebrado el 26 de septiembre del mismo año que su estreno en Madrid, acudió José Felíu y Codina acompañado de Enrique Granados quien, se cuenta que a lomos de una mula, recorre varias poblaciones de la huerta escuchando los cantos y danzas populares y anotando sus melodías.

Enrique Granados estrenó su ópera María del Carmen con libreto del propio Feliú y Codina en el Teatro Parish de Madrid el 11 de noviembre de 1898, bajo la dirección del compositor. Recordemos que sólo unos días después el compositor murciano Manuel Fernández Caballero estrenaba Gigantes y Cabezudos. María del Carmen se estrenó en Barcelona el año siguiente en el Teatro Tívoli. El Liceu la acogió por primera vez en 1933, representándola muchas veces en varias temporadas, la última en 1967. También se representó en Valencia, pero no en Murcia.

La ópera María del Carmen, con un argumento ambientado en la huerta de Murcia y una temática melódica recogida del folclore murciano, no es una obra localista más; por el contrario, la obra de Granados, por su magnífica orquestación, su desarrollo formal, la riqueza rítmica y la belleza melódica, es una obra de envergadura: el propio Granados la consideraba una de sus mejores obras. Desde su estreno, la calidad musical fue destacada sobre el libreto, ensalzándose la meticulosa escritura orquestal y el desarrollo evolutivo de la acción de forma continuada, como si de una sinfonía se tratase, así como la variada elaboración de los elementos rítmicos y melódicos populares a los que dota de un profundo lirismo.

J.G.

ANTONIN DVORAK (1841-1904)

Sinfonía nº7, en Sol mayor, op. 88

Orquesta Internacional de Jóvenes Murcia 2002

Director: Max Bragado Darman

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Dentro de la gran estela romántica, los movimientos nacionales y nacionalistas contribuyeron a diversificar la música europea por diversos caminos. Ante todo, conviene recordar que lo nacional y lo nacionalista funcionan como valores naturales y motrices en cualquier época y sería equivocado no entender la Francia de Rameau, la Italia de Monteverdi y Scarlatti o la Alemania de Bach, en su sustancialidad nacional persistente y evolutiva. Pero el nacionalismo emerge, con fuerza singular, en la segunda mitad del XIX, significa una actitud, en parte política, exaltatoria de lo propio, desde la que avanzan sobre Europa periféricos armados de hechos diferenciales y músicas naturales, conceptos bien problemáticos. De modo consecuente, se impone el gusto por lo exótico, provenga de culturas cercanas o lejanas en el tiempo y el espacio. Recordemos a Felipe Pedrell y su insistente principio: "sobre la base del canto popular debe construir cada país su escuela musical". Aseguraba el gran músico catalán que tal "bandera" se encuentra en los textos del jesuita Antonio Eximeno (Valencia, 1729 - Roma, 1808), aunque resulte imposible hallarla en ninguna de sus obras. No importa: lo cierto es que sirvió como tema para las "variaciones" ideológicas de Pedrell y habría servido para todo nacionalismo.

Y no deja de ser curioso que los apologistas del nacionalismo predicaran igualmente una universalidad que podía acercar la obra de los españoles a Francia o la de los rusos y bohemios a Alemania. Es el caso de Anton Dvorak cuyo sinfonismo, aparte los poemas y las danzas, se incorpora inmediatamente al repertorio europeo de su tiempo. La música daba entrada a la herencia tradicional y popular, cuanto se asomaba tímidamente al exotismo negro americano en la Sinfonía del Nuevo Mundo. A fin de cuentas, el carácter es más fuerte que los datos, con lo que tan bohemia puede ser la Novena Sinfonía como su antecesora, la octava, sin duda las dos más elevadas consecuciones del sinfonismo de Dvorak junto al Concierto para violonchelo y orquesta.

Dvorak, hombre sencillo tantas veces comparado con Schubert, asimiló también el legado de Mendelssohn, Schuman o Brahms, y creó obras fuertemente personales, desde la simplicidad ideológica y la intimidad expresiva. Continuó la ampliación de la forma sinfonía desde la riqueza temática y la tímbrica no añadida sino consustancial con cada idea. La continuidad del discurso resulta de la mayor efectividad por la sabia y lógica disposición de las tensiones, y el diálogo de los temas adquirió, sin más complicaciones, el propio de personajes de drama con la naturaleza por escenario. Tschaikowsky, nacido en 1840, un año antes que Dvorak, habla casi siempre de modo más patético y Grieg, que vino al mundo dos años después que el bohemio, prefirió los tonos íntimos, si es que el patriotismo de su alma nacionalista no le invitaba a caminar por la épica. Y cual premisa nacional permanece Smetana y sus poemas sobre la geografía y la historia de su país.

Quizás por el origen bohemio, Gustav Mahler recibe en sus pentagramas no pocos destellos de la orquesta de Dvorak. No olvidemos que, como director, Mahler interpretó media docena de partituras de Dvorak, entre ellas la obertura Carnaval y los poemas Heldenlied (Canto Heroico) o Die Waldtaube (La paloma del bosque).

La Sinfonía en Sol Mayor, op.88, se estrenó en Praga el 2 de febrero de 1890, bajo la dirección del compositor, con éxito que se mantiene vivo hoy y no muestra trazas de caducar mañana.

Enrique Franco.