Punto 7. La pesca tradicional y las Encañizadas

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Las artes de pesca tradicionales del Mar Menor componen un completo y variado grupo de sistemas de captura adaptado a lo largo de varios siglos al tamaño, la forma y comportamiento característico de los peces de este particular ecosistema.

Los vertebrados acuáticos que genéricamente conocemos como “peces” disponen de increíbles adaptaciones para evitar ser comidos, y sin embargo, tan desarrollado diseño se muestra notablemente ineficaz a la hora de evitar a un depredador terrestre como el hombre que opera con unas estrategias a las que 500 millones de años de evolución son incapaces de dar respuesta.

El conocimiento de los hábitos y capacidades sensoriales de las potenciales presas, a fin de optimizar su captura empleando el arte más adecuado para cada especie y circunstancia, ha sido siempre la principal ventaja del ser humano.

¿Cómo se orientan los peces?

Para localizar presas y evitar ser comidos por depredadores acuáticos, los peces disponen de un amplio repertorio de órganos sensoriales pero incluyen dos específicamente diseñados para aprovechar dos propiedades físicas del agua como son la transmisión de electricidad y las ondas de presión.

Los peces se sirven de estas propiedades a través de electroreceptores y baroreceptores presentes en la llamada “línea lateral” de su cuerpo para orientarse, desplazarse y detectar objetos de manera similar a un sonar. Muy a su pesar, este sistema no está igualmente desarrollado en todas las especies, generando diferentes conductas, así como una supeditación a la vista en situaciones de pánico que los taimados pescadores han sabido aprovechar.

En una situación de estrés, los peces parecen fiarse menos de su vista, dejándose guiar por la línea lateral, así detectan redes y encañizadas como un “muro”, desplazándose junto a ellas en la misma dirección del arte de pesca hasta acabar siendo atrapados por él.

 

¿Sabías que...?

El pez arquero, Toxotes jaculatrix, disfruta de una particular visión en tres dimensiones, capaz de calcular distancias con precisión, aún fuera del agua. En el momento del “disparo” el pez forma una especie de cañón usando su lengua y un surco que recorre su boca, permitiéndole cazar presas a 1,5 m de distancia.

 

Las artes de pesca en el Mar Menor

Dado el extenso número de técnicas, inabarcable para este resumen, establezcamos una somera clasificación en base a unas pocas categorías: Artes de arrastre, de cerco, de enmalle, de anzuelo y trampas. De entre ellas, destaquemos algunas de las más significativas:

La Pantasana

esquema de arte de pesca Pantanasa

Dentro de las denominadas artes de cerco, la pantasana ha sido, tal vez, el arte de pesca más complejo y llamativo del Mar Menor, y el más tradicional junto a las trampas de las encañizadas y a los artes de arrastre, estos últimos ya en desuso. La red de cerco se utiliza para encerrar cardúmenes de peces en aguas medias, cerca de la superficie.

La pantasana consta de tres partes: a) Unas redes que se calan verticalmente llamadas cintas, con las que se ciñe o rodea el pescado formando un semicírculo. b) una segunda red sobre cañas, que se cala horizontalmente, a modo de reborde de la primera, conocida como la sartá y que impide que los peces huyan saltando la cinta. c) El copo, una tercera red en forma de caja cerrada y cuya única abertura se sitúa en el medio de la cinta.

Antiguamente, cada banda de la cinta, y su respectiva sartá, se fijaba a sendos barcos tipo laúd, que bogaban lentamente, manteniendo abierto el semicírculo, atentos a cualquier indicio de pescado, mientras un tercero, un bote o una “buseta”, sujetaba el copo y hacía las veces de “espantaor”.

La Moruna

Esquema de arte de pesca Moruna

Originario del norte de África, de ahí su nombre, está compuesta por tres tramos de red calados verticalmente con flotadores en su parte superior y plomos en la inferior. La travesía, se cala en línea recta, y tiene por función interceptar el pescado y dirigirlo hacia sus extremos; las morunas, los otros dos paños que se calan en forma de semicírculo con los extremos hacia el interior a modo de volutas o “caracoles” que quedan a cada lado de los extremos de la travesía. Es aquí donde los peces quedan atrapados en el tresmalle.

En las redes de trasmallo, como las de las morunas, los peces se capturan por enredamiento o enmallamiento, lo que se facilita por su especial diseño de tres paneles de redes paralelas, la central más tupida, sujetas a una misma cuerda con un alto grado de flojedad. El pez puede atravesar el primer paño, pero no el segundo, de malla más pequeña; la flojedad de éste permite al pez empujarlo a través de la malla de la siguiente red quedando así embolsado o «enmallado».

El Palangre

Esquema de arte de pesca Palangre

En este arte, a diferencia de todos los demás usados en la laguna, la trampa es un cebo, haciendo bueno el dicho de que “por la boca muere el pez”. El principio general de captura de la pesca con anzuelo es atraer a los peces al anzuelo y lograr que muerdan y/o se traguen al anzuelo para capturarlos y retenerlos. Mientras otras artes como la “cuerda de mano” explotan el sentido de la vista del pez para atraerlo al anzuelo con señuelos artificiales, el palangre explota el sentido químico del pez. El olor emanado por la carnada hace que el pez nade hacia e ingiera el anzuelo con carnada con una gran probabilidad de ser capturado.

¿Sabías que...?

Según la leyenda popular, los tiburones son capaces de detectar una gota de sangre en una piscina olímpica. En realidad, la evidencia científica sugiere que pueden detectar una gota de olor en 1.000 millones de gotas de agua, el equivalente a una sencilla piscina casera. Impresionante igualmente, pero no tan terrorífico como Hollywood nos ha hecho creer.

El palangre en la laguna consistía en una lienza de cáñamo, llamada “madre”, cuyos extremos terminaban en dos pequeñas boyas. Esta lienza lleva atadas, cada 80 cm aproximadamente, unos hilos de algodón, de 60 a 100 cm de largo, llamados “brasoles”, al final de los cuales colgaban los anzuelos.

Las Encañizadas

esquema de arte de pesaca Encañizada

De uso secular en el Mar Menor, estos ingeniosos sistemas de pesca constituyen una de las más curiosas y atractivas estampas costumbristas de la laguna. Como su nombre indica, están construidas casi en su totalidad por cañas, unidas unas a otras formando trampas a modo de laberintos hacia dónde va a parar el pescado. Estas encañizadas se sitúan en las golas o canales de comunicación de la laguna con el Mediterráneo.

Su fundamento se encuentra en las costumbres migratorias de algunos peces como la dorada (Sparus aurata), el mújol (Mugil cephalus) o el magre (Lithognathus mormyrus), que utilizan las cálidas y resguardadas aguas de la laguna para poner sus huevos, las crías permanecen en esta confortable y tranquila guardería hasta la madurez que es cuando tratan de salir hacia el Mediterráneo en busca de aguas más frías. Es aquí cuando, ingenuos y confiados, se les conduce a las encañizadas, escapando solamente los de menor tamaño.

Las partes principales que configuran cada encañizada son: la travesía, las paranzas, los embustes y los corrales.

Las encañizadas se establecen entre muros de piedra situados a lo largo de uno y otro lado de la gola; y atravesando ésta; de un muro a otro, se encuentra la travesía, que consiste en una hilera de estacas firmemente clavadas en el suelo y unidas con gruesas cañas. En un extremo se coloca un tramo móvil, a modo de puerta, por donde se da paso a los barcos siempre y cuando no esté subida la bandera o bola de color negro que prohíbe el paso para evitar la huida al Mediterráneo del pescado que allí se encontrara.

En la zona inmediata, las paranzas, están formadas por cañas algo más largas que sobresalen de la superficie del mar unos 90 cm (suficientes para dominar los saltos de los pardetes).

Las más simples constan de solo dos compartimentos (la resguarda y la muerte) situados a ambos lados de la paranza, con entradas en forma de “V”, llamadas caramboques, por donde entra el pescado que “corre” por la travesía buscando una salida.

Los embustes son muy parecidos a las paranzas y poseen idéntica función. Se diferencian esencialmente en que están situados en la parte exterior de la travesía, hacia el Mediterráneo. El pescado que corre por la travesía encuentra un falso paso hacia el Mediterráneo que lo conduce hacia la resguarda del embuste y, por medio de otro caramboque, a la muerte, de donde es extraído. Si algún pardete emulador de Houdini lograba escapar en sus grandes saltos superarando la travesía, todavía podía caer al otro lado dentro del embuste.

Los corrales se suelen situar en los extremos de la travesía. Consisten en una red lisa vertical sujeta a unas estacas clavadas formando una hilera con forma de caracol, con el extremo de éste dirigido hacia una pequeña paranza de cañas, con dos o tres caramboques que van introduciendo al pescado en las resguardas y, finalmente, en la muerte.

¿Sabías que...?

La Encañizada de la Torre y la Encañizada del Ventorrillo, situadas junto a los islotes del mismo nombre en el municipio de San Javier y en los límites del espacio natural de Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar, entre el Mar Menor y el Mediterráneo, son las dos únicas que se mantienen instaladas en España..

 Otras artes más pintorescas y decididamente menos ecológicas, ya en desuso o directamente prohibidas, incluían la “pesca por conmoción”, mediante el uso de dinamita; la “pesca por intoxicación”, en la que se utilizaban ictiotoxinas capaces de narcotizar o envenenar a los peces, pero que afortunadamente quedaban neutralizadas con el cocinado (un ejemplo sería el uso de plantas como el “torvisco”, Daphne gnidium, o el “beleño negro” o “hierba loca”, Hyoscyamus niger ); o la “pesca al Acho”: Antigua modalidad de pesca cuyo nombre proviene de los hachones de esparto impregnados de alquitrán que se usaban a modo de antorchas para poder pescar por la noche metidos en el agua a lo largo de la orilla. En el Mar Menor, se solía realizar este tipo de pesca con un hachón en una mano y una especie de sable curvado, sin filo pero de gran tamaño, en la otra, con el que golpeaban súbitamente a los cándidos pardetes en las noches sin luna al quedar estos quietos por la luz.